Yorkin tuvo también un claro estremecimiento.

¿Y Norman y Robert? preguntó.

No están. Sin duda huyeron al verse atacados tan peligrosamente respondió Dexter, Hay un gran bloque de hielo a la derecha, a unos veinte o veinticinco metros. Quizá corrieron hacia allí, para protegerse.

Lo comprobaremos dijo Hobson.

Sí, echemos un vistazo habló Yorkin.

Empuñad vuestros rifles. Debemos estar preparados, porque esa familia de osos, o lo que fuera, puede andar cerca, todavía advirtió Dexter.

Hobson y Yorkin tomaron sus rifles. Dexter indicó:

Yo remontaré nuevamente la colina y descenderé por el otro lado, mientras vosotros la rodeáis, uno por la derecha y el otro por la izquierda. ¿De acuerdo?

Sí, Alan respondió Hobson. Yo pasaré por el lado derecho de la colina.

Y yo, por el izquierdo dijo Yorkin.

Adelante, muchachos.

Alan puso en movimiento su moto-esquí, la hizo girar, y enfiló de nuevo hacia la colina de hielo.

Buddy y Chester le siguieron con sus trineos, al tiempo que se separaban, para rodear la colina uno por cada lado.

Alan remontó la colina, comprobó que todo seguía tranquilo, y descendió por el otro lado, directo hacia los destrozados trineos y los despedazados perros.

Se detuvo a sólo unos metros de la horrorosa carnicería.

Buddy y Chester llegaron con sus trineos y se detuvieron también, contemplando estremecidos el espantoso espectáculo.

Jamás había visto nada igual murmuró el primero.

Ni yo dijo el segundo.

Alan no hizo ningún comentario, pero pensaba igual que sus compañeros. Jamás había contemplado nada semejante.

Los perros tenían el vientre abierto y sus vísceras estaban esparcidas por el suelo. También tenían el cuello desgarrado, y algunos de ellos, incluso, tenían la cabeza separada del cuerpo.

En cuanto a los trineos...

Ni con un hacha hubieran quedado más destrozados. Alan desvió la mirada hacia el bloque de hielo.

Vamos, muchachos dijo, con voz ronca, al tiempo que ponía en funcionamiento su moto-esquí.

Buddy y Chester pusieron también sus trineos en movimiento.

Los perros ladraban, entre nerviosos y asustados, pero esto parecía lógico, después de ver despedazados a los perros de los trineos de Norman y Robert, por lo que Alan, Buddy y Chester no pensaron que pudiera deberse a cualquier otro motivo.

De todos modos, ellos no se confiaban. Tenían los rifles prestos.

Ya estaban llegando al gran bloque de hielo.