Lo había logrado.

Había conseguido que Alan volviera a desearla. Que se olvidara de Carrol Tracy.

Sería suyo de nuevo.

Gozaría en sus brazos y él gozaría en los de ella, como antes de que Carrol llegara a la Antártida.

Alan, en efecto, se había olvidado por completo de Carrol.

Sin embargo, la recordó de repente y todo su cuerpo se enfrió.

Y es que Carrol Tracy había aparecido de pronto en aquel sector de la base.

¡Estaba allí!

¡Mirándolos!

¡Los había pillado abrazados, besándose y acariciándose!

Y, por la expresión de su cara, Alan adivinó que le había sentado peor que un puñetazo en el estómago.