EPILOGO
Chris Ralston y Robert Sullivan contemplaban las cenizas de «lady» Deborah Marley. También Lucy Gardner, que había entrado en el salón poco después que el escritor.
—Se acabó la pesadilla —dijo Ralston.
—¿No volverá a reencarnarse, Chris...? —preguntó la periodista, agarrándolo del brazo.
—Espero que no, Lucy. Es difícil que un ser diabólico se reencarne dos veces. En cualquier caso, eso no sucederá hasta dentro de otros doscientos años, por lo menos. Y para entonces, lógicamente, nosotros habremos abandonado también el mundo de tos vivos, así que no tenemos por qué preocuparnos.
—¿Vas a seguir con la novela sobre «lady» Deborah Marley, Chris? —preguntó Sullivan.
—Por supuesto, Robert. Y será mi mejor novela, te lo aseguro.
—No lo dudo —sonrió ligeramente Sullivan.
—Cuando la termine, me casaré.
—¿Con quién?
Ralston miró a Lucy Gardner.
—¿No lo adivinas, Robert?
La periodista, tan sorprendida como Robert Sullivan, preguntó:
—¿Estás hablando en serio, Chris...?
—Sí, muy en serio.
—¿Cuándo lo decidiste?
—Anoche, después de hacerte mía. En ese momento comprendí que te quería, y que ya no podría vivir sin ti.
Lucy le echó los brazos al cuello y confesó:
—Yo también te quiero, Chris.
—Lo sé.
—¿Te lo había dicho ya?
—Sí.
—¿Cuándo?
—Anoche.
—No lo recuerdo.
—No me lo confesaste de palabra, pero sí de hecho. Con tus besos, con tus caricias, con tu cuerpo...
Lucy sonrió.
—Como tú a mí, Chris.
—Sí —sonrió también el escritor, y la besó con vehemencia, al tiempo que la estrechaba contra sí.
FIN