14
La falsa adivinanza
La falsa adivinanza es aquella que contiene, de alguna manera, su propia respuesta.
Su forma popular es la siguiente: «Ada, Gino, Pía, Nino / fueron a coger flores / Quien sí quien no recogió / ¿Quién fue que las cogió?» (respuesta: «Quien se inclinó»). No se trata propiamente de adivinar, sino de estar atentos a los sonidos que oímos, para poderlos combinar en modo diverso.
Adivinanzas falsas hay muchas, más de siete y más de catorce. Yo propongo ésta que es nueva:
«Un señor de nombre Salvador
fue a África y sintió calor.
Se preguntó: ¿Siento calor aquí
porque he nacido en Forlí
o porque me llamo Salvador?»
La estructura es la del «limerick».
La respuesta está en los versos: el señor Salvador sentía calor porque estaba en África, lugar de altas temperaturas por antonomasia. La falsa adivinanza la había escondido, desviando la atención del oyente hacia las dos preguntas marginales, introducidas por los dos «porqué». En este caso la atención no basta para responder a la pregunta, sino que hace falta recurrir a la lógica.
Pero he aquí otro ejemplo:
«Un campesino de poca cabeza
sembró en su huerto la palabra cereza.
Una respuesta aquí nos cuadra:
¿recogió cerezas o palabras?»
En este ejemplo la respuesta es: «no recogió nada» (para que hubiera recogido cerezas tenía que haber plantado cerezas, y las palabras no crecen en los huertos). Aquí la respuesta no estaba contenida en los versos, excepto por el indicio que nos daba el verbo «recoger». El trabajo deductivo es más complejo que en el otro ejemplo. Pero la forma de resolver el misterio es la misma: hay que rechazar un falso indicio (el supuesto de que recogió algo). Este ejercicio me parece altamente educativo, ya que en la vida, muchas veces hay que escoger la respuesta justa, rechazando las falsas alternativas.
Naturalmente, si proponemos a los niños dos o tres de estas falsas adivinanzas, todos estarán atentos a la trampa, y las respuestas serán más rápidas y más certeras. Pero la diversión no será menor.