La historia de Julia

Julia, 44 años, anestesista, trabaja en un importante hospital del centro de Italia, donde es muy estimada y apreciada por sus compañeros.

Alta y esbelta, de una elegancia sobria, como requiere su trabajo, su cara es perfecta, aunque su expresión es triste. Afirma estar muy insatisfecha de su vida sentimental por una relación que lleva dieciocho años sin definirse, para bien o para mal, así que se considera una «soltera crónica».

Julia conoció a su amor hace veinte años en el hospital. Él era un joven cirujano prometedor y ella, una guapa e interesante médico en prácticas que, en seguida, lo cautivó. Fue amor a primera vista. Por desgracia, el hombre estaba casado e iba a ser padre.

De este modo, tuvieron que mantener en secreto sus arrebatos de pasión, que vivían en los momentos robados al trabajo. Ella había aceptado esa limitación, pues el hombre le había manifestado que no quería dejar a su mujer durante el embarazo.

Los dos jóvenes, como Abelardo y Eloísa, ansiaban el sueño de poder vivir plenamente su amor; pero, cuando parecía que estaban a punto de hacerlo, él siempre tenía una buena excusa para no dejar a su mujer.

El hijo crecía y aumentaba el peligro de hacerle vivir una separación más violenta y trágica aún, pues la mujer nunca sospechó el adulterio.

Como podemos suponer, poco a poco, la pasional y embriagadora Eloísa se fue transformando en la paciente Penélope, que aguarda continuamente a su heroico amor, preparada en todo momento para satisfacer sus deseos.

Dicen que el ser humano es capaz de adaptarse a cualquier condición y tiene la habilidad de engañarse extraordinariamente a sí mismo con tal de conservar a quien quiere. Julia es un ejemplo representativo de esto: durante dieciocho años ha asumido el papel de segundo plato, confiando en ser el primero; haciendo las veces, no sólo de amante, sino también de leal consejera de todos los problemas por los que su Ulises ha pasado en su vida profesional y familiar.

Llegó el día en que parecía que el último obstáculo para su unión definitiva iba a ser superado: los 18 años del hijo. Se lo había prometido solemnemente: cuando el hijo fuese mayor de edad, se sentiría libre para separarse. Pero, cuando llegó el momento, el hijo, que, en apariencia, había crecido sin problemas, le reveló al padre que era cocainómano. El médico se sintió responsable y con el deber de seguirlo de cerca para ayudarlo a salir de su dependencia, pues nunca había sospechado que fuese drogadicto.

¿Cómo iba a destruir a su familia y amenazar con causar en su hijo un dolor que podría agravar la situación?

Una vez más, Julia comprendió las razones de su amado y aceptó la idea de aplazar la realización de su sueño para tiempos mejores: Penélope sigue tejiendo y destejiendo pacientemente su tela mientras espera que llegue Ulises tras la que confía que sea su enésima y última hazaña.