Guión 1
Guapa, capaz, buena, siempre movida por las mejores intenciones; en equilibrio entre elegancia y sobriedad; fascinante, siempre dulce y atenta con todos; inteligente, diligente y triunfadora tanto en los estudios como en la vida profesional. Así puede describirse al hada contemporánea: tan perfecta en apariencia que casi deberíamos evitar tener contacto con ella para no «contaminarla».
Sin embargo, hasta una mujer con todas estas cualidades cae en dramáticos errores sentimentales y de relación con la pareja. De hecho, al igual que toda medicina tomada en altas dosis se transforma en veneno, ser «siempre adorable» puede llegar a convertirse en una poción letal para el hada. La limitación más evidente de su forma de actuar en el amor le viene dada por su incapacidad de comenzar, y luego mantener, una dinámica conflictiva en el interior de la relación. El hada tiende inevitablemente a querer superar las adversidades a cualquier precio, aun cuando este resulte deletéreo para la relación en sí. Impulsada por este estímulo, consigue pasar delicadamente por alto cualquier agravio o error que se presente, porque, para ella, la exigencia primordial consiste en conservar la serenidad en su relación con la pareja: todo, como en los cuentos de hadas, debe tener un final feliz.
Por desgracia para ella, a menudo nuestra «hada» elige parejas complementarias. De hecho, el modelo de hombre con el que más se la relaciona no es un «mago» pacífico y dócil, sino más bien una persona maleducada movida no precisamente por las mejores intenciones, sino por las pasiones más negativas. Éste, que contrapondrá maneras de actuar diametralmente opuestas a sus buenos modos, o sea, agresividad y mala educación, incorrección y, la mayoría de las veces, también propensión a la infidelidad, masacrará literalmente a la dulce hada. Una combinación, pues, hada-infiel tan letal para la primera como extremadamente frecuente.
Esta modalidad de asociación complementaria, además, no se limita a la esfera sentimental, sino que se manifiesta también en las amistades, sobre todo en las femeninas. De hecho, nuestra mujer de las maravillas termina a menudo maltratada y traicionada por las amigas más íntimas e insospechadas. Es como si siempre consiguiera suscitar un imprevisible rencor, incluso en las personas en apariencia más benévolas, por culpa, sin duda, de su insoportable ausencia de defectos. ¿Cuál es entonces el motivo de tanta iniquidad? El hecho de ser demasiado perfecta. Se trata, como es evidente, de un perfil muy extendido en la adolescencia, cuando los equilibrios intentan consolidarse a duras penas. No obstante, no es infrecuente encontrarse con esta disposición conductual en edad más adulta, probablemente a causa de una ralentización del desarrollo de la personalidad.
El hada, aun cuando por experiencia directa se convenciera de que el mundo es malo en esencia, sería incapaz, ni siquiera frente a dicha evidencia existencial, de adquirir un poco de esa sana y necesaria malicia. Al final, por tanto, se daría cuenta de que la que falla es ella y viviría trágicamente la paradoja de verse castigada por ser demasiado amable. Sólo una vez llegada a esta toma de conciencia, a veces se desencadena en ella la reacción, demasiado humana incluso, de querer transmutarse en su contrario. Una transformación que, sin embargo, nunca la hará ácida, agresiva, infame o malintencionada, pues le resulta impracticable. Por ello, la única posibilidad de némesis es la de convertirse en «bruja de los sentidos» en lugar de «de los comportamientos», y entonces podremos ver a la «siempre adorable» convertirse, en lo más remoto de su ser conductual, en pecaminosa y agresiva. De esta transformación deriva una disfunción interior entre las dos maneras de actuar en las relaciones humanas que, si se hace explícita y se exterioriza por completo en la modalidad adquirida y no en la innata, no podrá evitar que se le vuelva en contra. De hecho, la pérdida de las cualidades primigenias, si no va acompañada de una capacidad de gestión real de la maldad de los demás, es una mera operación de maquillaje que conducirá a nuestra hada al desastre, pero esta vez hasta con buenas razones a favor de quien la considere culpable.