Capítulo 45
Según Belcebú, el hecho de que los
hombres capten la electricidad de la
naturaleza y la destruyan al utilizarla es una
de las causas principales de disminución de
la duración de la vida humana
Después de enterarse del texto del Leitutchanbróss y colocarlo sobre el «Sinuru» especie de estante, que se encontraba cerca de él, Belcebú suspiró de nuevo profundamente y reanudó su relato:
Si las condiciones anormales de existencia de los seres tricerebrados de este planeta no hubieran tenido malas consecuencias más que para ellos solos, —como seres tricerebrados— y para su posibilidad de perfeccionar enteramente los «cuerpos eserales superiores» que han tenido la extrema desgracia de aparecer en ellos o que pudieran aparecer en el futuro, no habrían sido sino un mal a medias para nuestro Megalocosmos común.
Pero ahora todo el drama está en que su existencia anormal ya tiene repercusiones nefastas sobre la existencia normal de los seres tricerebrados que pueblan otros planetas —pertenecientes, por cierto, a su sistema solar— y sobre las posibilidades de perfeccionamiento de las partes eserales superiores que se revisten en la presencia de estos seres.
Supe, por casualidad, de este penoso hecho de carácter cósmico general justo antes de dejar para siempre el sistema solar Ors.
A propósito de los acontecimientos que me permitieron reconocer claramente la realidad de ese hecho y cristalizar en mi presencia común los datos eserales «imperecederos» que me aportaron la convicción absoluta de ello, lo que más te interesará, es saber que fui secundado grandemente en todo eso por el «resultado» o, como lo habrían dicho tus favoritos, por el hijo del amigo de mi esencia, Gornajur Jarjar, el joven individuum consciente Gornajur Raurj, quien, al igual que su productor, había tomado como meta de su existencia el estudio detallado de las propiedades de la substancia cósmica Omnipresente Okidanoj, y poco a poco había merecido ser considerado, también él, uno de los seres tricerebrados sabios del grado más elevado.
¿Sabes, querido nieto? Puesto que todos los sucesos, todas las conversaciones, que han servido para elucidar y fijar en mí los factores de una convicción categórica respecto a ese hecho desastroso, son en sí mismos muy interesantes y pueden ser para ti altamente instructivos y como por otra parte no percibimos todavía sino los reflejos de la esfera de nuestro querido Karataz, puedo hablarte de todo eso en detalle.
Para que comprendas mejor por qué se han cristalizado en mi ser los datos que me han permitido constatar este hecho y tomar plena conciencia de él, te hablaré, en orden, todos esos sucesos y comenzaré mi relato en el momento en que, encontrándome todavía en tu planeta, recibí la nueva de mi absolución.
Desde que tuve conocimiento de ese acto de suprema clemencia hacia mí, decidí por supuesto regresar lo más pronto al lugar de mi advenimiento, tan querido por mi esencia.
Más a fin de prepararme bien ante tan largo viaje, me era indispensable primero ascender hasta el planeta Marte.
Unos días más tarde, salí para siempre de tu planeta y regresé a Marte, una vez más a bordo de nuestra nave Ocasión.
Apenas llegados, recibimos una orden de Lo Alto que nos mandaba, tanto a mí como a todos los seres de nuestra tribu deseosos de regresar al lugar de su advenimiento, a dirigirnos con la nave Ocasión al planeta Saturno, donde el gran paquebote intersistemario Omnipresente vendría a buscarnos para llevarnos a nuestro destino.
No obstante, tuve que permanecer, durante cierto tiempo en Marte para liquidar allí todos mis asuntos personales y dar diferentes órdenes concernientes a los seres de nuestra tribu. Supe entonces que el «Tuf-Nef-Tef» deseaba verme.
Tuf-Nef-Tef es el nombre que se da en el planeta Marte al ser que está a la cabeza de todos los seres tricerebrados que habitan allí, es decir, lo que correspondería al ser que, en la misma situación, se llamaría en tu planeta «emperador».
Yo había conocido a este Tuf-Nef-Tef, o emperador, en su juventud, cuando todavía no era sino un «Plef-Perf-Nuf»; un Plef-Perf-Nuf es algo muy similar a un Tzirlikner entre nosotros, o que un «médico» en tu planeta Tierra.
A propósito, debo decirte que en casi todos los planetas de nuestro Gran Universo y, particularmente, en los otros planetas de este sistema solar, es por su mérito que un ser se convierte en jefe, y la mayor parte de las veces por los méritos adquiridos por él como Plef-Perf-Nuf, o médico, pero médico tanto del alma como del cuerpo.
Mi primer encuentro con ese Tuf-Nef-Tef marciano se efectuó inmediatamente después de nuestra llegada a este sistema solar y nuestra instalación en Marte. Él residía entonces, en capacidad de Plef-Perf-Nuf, justamente en la parte de la superficie del planeta donde me había establecido con todos los que me acompañaban.
Desde entonces, tras haber existido en diversos lugares de ese planeta, siempre en calidad de Plef-Perf-Nuf, se hizo digno, por sus méritos, de ser reconocido como jefe de todos los seres marcianos; y como se acercaba al estado de «Ishmetsh» sagrado, había anhelado regresar a los lugares mismos donde había transcurrido su juventud. A esto se debía que este anciano Plef-Perf-Nuf, hoy Tuf-Nef-Tef, viviera en esa época no lejos de mi residencia en Marte.
Este Tuf-Nef-Tef habría sido a los ojos de tus favoritos un ser verdaderamente de mucha edad; según la forma marciana de cálculo del tiempo él tenía en efecto unos doce mil años, lo que en años terrestres no habría sido mucho menos.
Debo decirte que, en el planeta Marte, la duración de la existencia de los seres es, en general, más o menos la misma que la de los seres tricentrados de todos los demás planetas de nuestro Megalocosmos, con excepción, por supuesto, de esos seres que se han constituido directamente a partir de los primeros «Tetartocosmos», y que pueden tener una duración de existencia casi tres veces mayor.
Los seres tricerebrados que surgen y existen en el planeta Marte, así como los de todos los planetas de nuestro Megalocosmos donde se desarrolla una existencia normal para seres tricéntricos, tienen plena posibilidad de alcanzar el estado del Ishmetsh sagrado, es decir, ese estado en el que la existencia de un ser ya no depende, en lo que respecta al Muy Grande Iraniranocome cósmico, sino de las sustancias que surgen directamente de las manifestaciones de la Muy Santa Fuente Original Misma, mientras que para los demás seres su existencia depende de las sustancias cósmicas que surgen de los resultados de todas las concentraciones que son centros de gravedad del Ensembluizar cósmico fundamental.
Si ellos alcanzan este estado del Ishmetsh sagrado, y si la razón de su parte suprema ya está plenamente desarrollada hasta el grado requerido por el Mensurador sagrado de Razón objetiva, entonces el proceso del Raskuarno sagrado no se cumple en ellos sino cuando lo desean; por otra parte, su cuerpo eseral supremo pasa directamente al Santo Planeta del Purgatorio.
Pues bien, había regresado del planeta Tierra al planeta Marte y me apresuraba a liquidar allí todos mis asuntos, cuando me informaron que el Tuf-Nef-Tef del planeta deseaba verme personalmente.
Esta solicitud del honorable Tuf-Nef-Tef me fue transmitida por Ajún, mediante lo que en ese planeta llaman un «Kele-E-Ofú»[4].
Ese Kele-E-Ofú decía:
«Alta Reverencia, supe que usted se había hecho digno de recibir de Nuestro Padre Creador Común el pleno perdón de sus errores de juventud y que usted dejaría para siempre mi patria. Es por esto que este anciano que soy está muy deseoso de verlo. Me agradaría darle mi bendición por última vez y, aprovechando la ocasión, agradecer en su persona a todos los seres de su tribu por la actitud benévola que han manifestado durante tan largos años hacia los seres de mi patria».
El Kele-E-Ofú terminaba así:
«Yo mismo me habría presentado en su hogar, si, como usted sabe, las dimensiones de mi cuerpo planetario no me lo impidieran totalmente. Debo pues rogarle que no rehúse venir usted mismo a mi ‘Fal-Fe-Fuf’»[5].
Debo decir que los seres tricerebrados del planeta Marte conocían desde el principio nuestra verdadera naturaleza y la razón que nos obligaba a morar en su planeta.
Los seres tricerebrados de la Tierra, por su parte, jamás supieron nada de ello y ni siquiera sospecharon quiénes éramos ni por qué existíamos en su planeta.
Pues bien, querido nieto, tan pronto recibí la invitación del honorable Tuf-Nef-Tef, decidí, por supuesto, presentarme allí en el acto. Al llegar, cumplí primero con el ceremonial y los intercambios de cortesía acostumbrados allá; después de lo cual, este ser verdaderamente muy grande, en todo el sentido de la palabra, me hizo, en el curso de la conversación, una petición. Esta petición iba a ser el punto de partida de la cristalización de los datos que debían suscitar, más tarde en mí, la convicción inquebrantable de que los resultados provenientes de la existencia anormal de los seres tricerebrados de tu planeta ya habían comenzado a ejercer una acción dañina en la existencia ordinaria de los seres tricerebrados que aparecen y existen en el planeta Marte, con respecto a su «posibilidad» para perfeccionarse como corresponde a unos seres tricerebrados.
Voy a tratar de transmitirte casi literalmente en nuestra lengua la petición del Gran Tuf-Nef-Tef.
Alta Reverencia:
«Por la gracia suprema que le ha sido concedida desde Lo Alto, usted ha reconquistado el derecho a la libre realización de todos sus deseos, justamente merecidos. Y usted, en virtud de esa gracia todo abarcante, tiene de nuevo la plena posibilidad de ser lo que usted podría haber sido desde hace tiempo, debido a sus méritos anteriores en lo referente a la Razón. Y está demás decir, Alta Reverencia, que a partir de hoy usted encontrará diversos Individuums correspondientes al Ser de usted, y quienes ya han alcanzado los más altos grados de Razón».
«Por eso me permito dirigirme a usted, como a un viejo amigo, pidiéndole, cuando usted se encuentre con esos Individuums, tener a bien acordarse de este anciano que soy y no olvidar pedirles su opinión acerca de un hecho que, durante estos últimos años, no ha dejado de desencadenar, en todas mis partes espiritualizadas, asociaciones angustiosas y luego no negarse, cuando usted haya conocido su opinión, a comunicármela en la primera oportunidad».
Y prosiguió:
«El hecho es éste: durante los últimos ‘ftofus’, he comprobado muy claramente, en los seres de nuestro planeta, la progresión constante, en cada ‘ftofu’, de su ‘Nurfuftafaf’[6] y, junto con esto, una disminución proporcional de la intensidad de su capacidad de pensar activo».
«Cuando descubrí, por primera vez, este hecho tan deplorable para los seres de nuestro planeta, me puse a reflexionar intensamente para descubrir su causa, con el fin de ser capaz de dar, a los seres que habían puesto su confianza en mí, unas indicaciones que les permitiesen luchar para erradicar este factor indeseable, aparecido recientemente en su presencia común; pero aun cuando he meditado con mucha frecuencia y largamente sobre esta cuestión que me atormentaba sin cesar, no he sido todavía capaz hasta hoy de elucidar, ni siquiera aproximadamente, de dónde venía el mal y qué medidas convenía tomar para destruirlo».
Así terminaba la petición del honorable Tuf-Nef-Tef del planeta Marte. Por supuesto, querido nieto, prometí enseguida a mi viejo amigo comunicarle sin falta las respuestas que pudiera obtener de Individuums calificados.
Algunos días marcianos después de esta entrevista, dejamos para siempre ese hospitalario planeta e hicimos rumbo a Saturno.
Apenas llegamos allá, el jefe de los miembros de nuestra tribu que vivían allí, vino hacia nosotros y nos comunicó el contenido del heterograma que acababa de recibir, el cual decía que la gran nave intersistemaria Omnipresente no aterrizaría en el planeta Saturno sino al comienzo del «jre-jri-jra».
Jre-jri-jra designa allá un período de tiempo determinado por la posición que ocupa ese planeta con relación, por una parte, al sol de su sistema y, por otra parte, a otro planeta de ese mismo sistema, llamado «Neptuno».
Un año saturniano se compone de siete de esos períodos bien definidos y cada uno de ellos tiene su propio nombre.
Como todavía faltaba, según los cálculos de tiempo del planeta Marte, casi un «semi-fuss» antes de ese jre-jri-jra o, según el cálculo de tiempo de tus favoritos, alrededor de mes y medio, decidimos organizar nuestra existencia eseral ordinaria a fin de hacer esa espera más o menos soportable.
Algunos de los nuestros permanecieron en la nave Ocasión, otros se instalaron en las casas que habían puesto a nuestra disposición los amables seres del planeta Saturno. En cuanto a mí, me fui con Ajún a Rij, gran aglomeración de seres tricerebrados donde existía mi amigo Gornajur Jarjar.
La misma noche de nuestra llegada, le pregunté al amigo de mi esencia, en el curso de una conversación amistosa, cómo transcurría la existencia de su heredero, mi querido «resultado Kessdyaniano exterior», o, como lo habrían dicho tus favoritos, mi «ahijado» gornajur Raurj.
Él me lo agradeció y me dijo que la existencia de Raurj se desenvolvía muy bien, y que inclusive se había convertido en su heredero en todo sentido, ya que había escogido, como él mismo en otro tiempo, hacer del estudio detallado de la substancia omnipresente Okidanoj, la meta de su existencia responsable.
Después de una breve pausa, añadió que al profundizar la ciencia de esa substancia cósmica Okidanoj, su heredero ya había «olfateado su esencia misma».
Dijo luego que por razón de los descubrimientos científicos de su heredero, ya se habían descristalizado no solo todos los factores de convicción antes cristalizados en su ser a través de largos años de una labor tenaz, sino que ademas había destruido todos los aparatos de su invención destinados a sus investigaciones sobre la substancia cósmica omnipresente, incluso su famosa «lámpara no radiante». Luego, con un profundo suspiro, concluyó:
«Pienso ahora, exactamente como ‘el resultado de mi todo’ que fue muy grave falta de mi parte haberme dedicado tanto tiempo a esa ocupación que debe ser considerada, en un sentido objetivo, como un ‘pecado imperdonable’».
Conversando luego sobre diversos temas, conforme al curso asociativo de nuestro pensar eseral, acabamos por hablar de los seres tricerebrados que pueblan el planeta Tierra.
Recordarás, que te dije ya que mi amigo Gornajur Jarjar siempre había estado al corriente de las observaciones que yo hacía sobre el extraño psiquismo de ellos; yo mismo hasta le había enviado, como a tu tío Tuilán, copias de algunos de mis apuntes.
Pues bien, estábamos hablando de esos seres tricerebrados que te agradan, cuando Gornajur Jarjar me preguntó:
«Dígame, le ruego, amigo mío, ¿es verdad que la duración media de la existencia de esos desdichados continúa disminuyendo todavía?».
Comenzaba a exponerle el estado actual de la cuestión y los nuevos datos que había obtenido relativos a esa anomalía, cuando su «resultado», Gornajur Raurj, entró en la habitación.
El recién llegado, aun cuando tenía exactamente el mismo aspecto exterior que su «productor», parecía lleno de vigor y de ardiente juventud.
Cuando se hubo posado en su percha, a la manera de los seres tricerebrados de ese planeta, me dirigió, de acuerdo a la usanza de ellos, con su angélica voz musical, toda clase de deseos benevolentes, propios para despertar sensaciones eserales satisfactorias.
Y para concluir declaró, con no poco énfasis:
«Aunque usted es solamente mi ‘padre Kessdyaniano’, se han cristalizado en mí con respecto a usted, por el hecho de haber cumplido usted con una conciencia tan entera las obligaciones divinas que usted asumió para conmigo con ocasión de mi ‘Jri-jra-jri’[7], datos equivalentes a aquellos que deberían encontrarse en la presencia común de todo ser tricerebrado para con su propio productor, y esa es, sin duda, la razón por la cual me acuerdo con mucha frecuencia de usted y le deseo cada vez en mi pensamiento que disponga en todo momento de condiciones propicias para la realización de un futuro objetivamente ‘bueno y feliz’».
Pero tú tal vez no me comprendiste, querido nieto, cuando te dije que Gornajur Raurj se había posado en su percha.
El hecho es que, en virtud de su revestimiento exterior, los seres tricerebrados de ese planeta han adquirido a la larga el hábito de no poder descansar sino en esa postura: inclinándose de cierta manera, dejan soportar todo el peso de su cuerpo planetario sobre sus extremidades inferiores y, por esta forma de reposar, se les ha hecho poco a poco indispensable mantenerse a cierta altura. Por eso dichos seres tricerebrados han adoptado la costumbre de fijar bastante separados del suelo, en los locales donde existen, dispositivos especiales que ellos llaman «perchas».
Añadiré que tienen la costumbre de adornar esas «perchas» con diversos ornamentos y grabar en ellas toda clase de motivos, como, por cierto, lo hacen además tus favoritos que manifiestan la misma debilidad en la decoración de su «mobiliario».
Así pues, una vez instalado en su percha y después de haberme expresado la bienvenida, mi querido «resultado Kessdyaniano exterior», o «ahijado», Gornajur Raurj, comenzó a intervenir en nuestra conversación.
Pues bien, querido nieto, mientras charlábamos sobre diversos temas, tuve la curiosidad de preguntar a mi ahijado por qué razones se habían cristalizado en su presencia los datos que habían engendrado en él un impulso de poderoso interés por conocer todos los aspectos de la substancia cósmica omnipresente Okidanoj y lo habían hecho digno de hacer, a semejanza de su productor, grandes descubrimientos cósmicos. Cuando el joven Raurj me respondió en forma detallada, se me hizo evidente que la existencia anormal de tus favoritos debía ejercer una acción funesta sobre la existencia normal y el perfeccionamiento consciente de los seres que habitan el planeta Marte; al mismo tiempo encontré en esa respuesta precisa, establecida sobre bases científicas, elementos capaces de aportar una solución al problema sobre el cual mi viejo amigo marciano, el gran Tuf-Nef-Tef, me había pedido que inquiriera.
Voy a tratar, querido nieto, de transmitirte en nuestra lengua, lo más exactamente posible, el sentido mismo de su respuesta.
Luego de reflexionar unos instantes sobre la pregunta que yo le había hecho, Gornajur Raurj me respondió con profunda seriedad:
«Al comienzo de mi existencia, a la edad en que me preparaba para convertirme en un ser responsable, dedicaba la mayor parte de mi tiempo —como conviene a todos los seres tricerebrados de esa edad— a ejercitarme con el objeto de adquirir el poder de ‘reflexionar activamente de manera sostenida’; y me vino entonces la costumbre, durante los intervalos de reposo indispensable, de hacer funcionar los diversos aparatos experimentales de mi productor».
«Pues bien, en el curso de ese período de mi existencia, noté más de una vez que en ciertos días la fuerza y el nivel de mi mentación activa disminuían muy particularmente».
«Esa constatación despertó en mí un interés subjetivo que me impulsó de manera imperiosa a tomar conciencia de las razones de ese hecho. De ahí en adelante me puse a investigar sus causas prestando atención tanto a mí mismo como a todo lo que pasaba a mi alrededor, y al cabo de un ‘jri’, llegué a la convicción formal de que ese estado indeseable se producía en mí cada vez que nuestro gran ‘Vida-tchaján’[8] entraba en acción».
«Ese precisamente, es el hecho que se convirtió, desde que lo comprobé, en la razón de mi creciente interés por esa substancia cósmica omnipresente y por el estudio profundo de todos sus aspectos».
«El resultado de mis experimentos fue el de aportarme, desde el comienzo mismo, un número incalculable de pruebas de todo tipo, que establecían tanto para mí como para los demás, el hecho de que la substancia cósmica Okidanoj es un elemento de la presencia común de la atmósfera de nuestro planeta, como también de la de los demás planetas, que interviene en el surgimiento de todas las formaciones planetarias y supraplanetarias —entre las cuales, por supuesto, se encuentra la parte ‘Jraprjalijrjniana’ de todo ser— así como en el sostén de su existencia».
«Mis elucidaciones experimentales posteriores me demostraron, más allá de toda duda, que aunque nuestro sistema solar, como todos los otros sistemas solares del Gran Universo, posee su propia Ensembluizar, y cada planeta con su atmósfera constituye un lugar especial de concentración de una u otra clase de sustancias cósmicas del ‘Ensembluizar Sistemático’ dado, no obstante, la sustancia cósmica Okidanoj es una parte indispensable y predominante de la presencia de cada planeta».
«Mis experimentos me mostraron además que esa substancia cósmica está concentrada en cada sistema de acuerdo a una proporción estrictamente determinada por el equilibrio universal, y distribuida entre las atmósferas de todos los planetas del sistema solar dado, dentro de unas proporciones estrictamente definidas. Por lo tanto, cada vez que esa substancia universal es gastada, sea por accidente, sea intencionalmente, en un lugar cualquiera del espacio atmosférico, debe ser absolutamente renovada allí a fin de restablecer el equilibrio de sus proporciones en la atmósfera, lo cual se efectúa por un verter de esa substancia que fluye de otros lugares. Y ese desplazamiento equilibrante del Okidanoj, debe efectuarse no solamente de un punto a otro en la atmósfera de todo planeta, sino también de la atmósfera de un planeta a la de otro, cuando en este último, por una u otra razón, se ha gastado en más cantidad de lo que permite la norma establecida».
«Finalmente logré elucidar para mi propia razón, con precisión y desde todos sus ángulos, y demostrar luego a los demás el hecho de que no solo la substancia cósmica Okidanoj, presente en nuestra atmósfera y constantemente renovada, es necesaria para la presencia común de nuestro planeta, y constituye incluso el más importante de los factores de aparición y de mantenimiento de la existencia, sino que la esencia de cada formación intraplanetaria y supraplanetaria ‘relativamente independiente’, así como la esencia de los seres de todos los sistemas de cerebros y de revestimientos exteriores, dependen también ellas de esa substancia; en fin, que la posibilidad, para los seres tricerebrados, de perfeccionarse y de fusionarse entonces con la Causa Primera de todas las cosas existentes depende además de ella exclusivamente».
«Lo repito, el resultado de todas mis investigaciones experimentales me permitió reconocer muy claramente y adquirir unos datos indiscutibles para demostrar a los seres que me rodeaban que desde todo punto de vista la destrucción, en la presencia del planeta y en su atmósfera, de la substancia cósmica Omnipresente Okidanoj casi equivale a la destrucción consciente de todas las labores y resultados de la Muy Sagrada Causa Primera de todo cuanto existe».
Con estas palabras, todavía muy animado por el tema de su exposición, mi querido ahijado, el joven y ardiente Gornajur Raurj, concluyó su discurso.
En medio de las explicaciones de Gornajur Raurj sobre las propiedades de la substancia cósmica Omnipresente Okidanoj y las consecuencias inevitables que acarrean su extracción de la presencia común de todo planeta y su destrucción, surgió en mí una sospecha, y aparecieron en mi memoria toda clase de imágenes, asociadas a impresiones anteriores de la existencia ordinaria de tus favoritos —percibidas ya sea en el curso de mi estancia personal entre ellos, ya en la época en que, desde el planeta Marte, me dedicaba a observaciones atentas de ellos— imágenes relativas a las diferentes formas en que, según las épocas, ellos extraían de la naturaleza de su planeta esa substancia, o sus diferentes partes, y las utilizaban para fines ingenuamente egoístas.
Y mientras Gornajur Raurj proseguía con sus explicaciones, recordé por asociación la petición del gran Tuf-Nef-Tef del planeta Marte; con todo mi ser, y sin la menor duda, tomé entonces conciencia de todas las consecuencias maléficas de esa manifestación de los seres tricerebrados de tu planeta.
Ellos han dado a la totalidad o a las diferentes partes de esa substancia, que también para ellos es sagrada, nombres diferentes según las épocas; en la actualidad, llaman al resultado de la fusión y de la destrucción recíproca de las dos partes de esa substancia omnipresente «electricidad».
Y de hecho, aunque ya en otras épocas hayan descubierto muchas veces —por supuesto siempre debido a circunstancias accidentales— cómo extraer de la naturaleza de su planeta y cómo utilizar para diversos fines «ingenuamente egoístas» las distintas partes de esa substancia omnipresente, absolutamente indispensable para unos procesos cósmicos normales, no obstante, jamás la han destruido en tan grandes cantidades como ahora.
Así, gracias a las explicaciones de mi «resultado Kessdyaniano exterior», adquirí la certidumbre inquebrantable del carácter maléfico de la influencia que ya ejercen los resultados de la anormal existencia ordinaria de los seres tricerebrados que te gustan y de por sí quedaba resuelta la pregunta que preocupaba a mi viejo amigo, a saber: por qué, desde hacía algún tiempo, se había vuelto cada vez más difícil para los seres tricerebrados del planeta Marte alcanzar la perfección.
Y para definir la manera en que fue resuelta esa pregunta, me serviré de una sabia sentencia, raras veces empleada, de nuestro estimado Mulaj Nassr Eddín:
«Tú nunca sabes quién te ayudará a salir del zueco».
En efecto, para resolver esa cuestión, mi muy anciano amigo contaba con unos individuums cuyos datos y posibilidades eran muy diferentes de los que poseían mis amigos saturnianos, quienes eran simples seres tricerebrados ordinarios. Él, probablemente, no había sospechado que para tales cuestiones, esos seres tricerebrados ordinarios, que adquieren informaciones relativas de toda clase de hechos cósmicos reales única y exclusivamente gracias a sus deberes eserales de Partkdolg, son justamente más competentes, en la mayoría de los casos, que ninguno de los Ángeles o Querubines, con su Ser ya hecho, quienes, aunque perfeccionados en Razón hasta grados elevados, pueden parecer, con respecto a confrontaciones prácticas, no ser más que individuos de la especie descrita así por nuestro siempre venerado Mulaj Nassr Eddín:
«Jamás comprenderá los sufrimientos de otro quien no los haya padecido él mismo, aun cuando poseyera la Razón divina y la naturaleza de un auténtico Diablo».
En este punto del relato de Belcebú se propagaron por toda la nave intersistemaria Karnak unas vibraciones artificialmente emitidas, que tenían la propiedad de penetrar en la presencia común de todos los pasajeros de la nave y actuaban sobre las «fibras nerviosas» del estómago.
Ese fenómeno artificial anunciaba a los pasajeros que era el momento para ellos de reunirse en el «Dyamitchunatra», especie de «refectorio monástico» donde el segundo alimento eseral se tomaba en común.