Capítulo 44
Según Belcebú, el concepto
que los hombres se forman de la justicia es,
en el sentido objetivo, «un espejismo maldito»
Belcebú, sonriendo, seguía mirando afectuosamente a su nieto. Y le dijo:
Mi querido Jassín, tú que serás un día mi sustituto, ha llegado el momento, me parece —ahora que has podido asimilar, gracias a todo lo que te he contado con respecto a los seres tricerebrados que habitan el planeta Tierra— de profundizar la «cuestión» a la cual te he prometido consagrar mis últimos relatos.
Quiero hablar de la funesta idea, tan difundida entre ellos, a la que he aludido, lo recuerdas, a propósito de las principales «anteojeras» de su psiquismo, es decir, a propósito de sus diversas «Javatviernonis» o «religiones», como ellos las llaman, idea de la que han hecho la base de todas esas religiones, y que es la del «Bien» y del «Mal».
Te he contado también que esa funesta idea, que impera entre los seres terrestres tricerebrados, había suscitado recientemente en el Santo Planeta del Purgatorio un gran acontecimiento o, según la expresión de tus favoritos, un gran «escándalo», y que la causa involuntaria de ese escándalo fue un ser perteneciente a tu «Jernasdyinsa» o, como lo dicen en la Tierra, de tu «árbol genealógico».
Para que te representes más claramente lo que también tengo la intención de explicarte, debo regresar primero a viejos sucesos remotos que, a primera vista, no tienen nada en común con esa idea.
Pues bien, ya te dije que en mi quinto descenso a la superficie de tu planeta, mi estadía fue muy breve y que regresé casi inmediatamente a mi casa en el planeta Marte.
Regresé allí porque mis amigos me habían informado desde el Centro, que uno de los Querubines más cercanos de Nuestro Eterno Todo-Abarcante aparecería pronto en Marte, portador de un decreto que me concernía personalmente.
Poco después de mi llegada, el Querubín hizo en efecto su aparición en el planeta Marte. La decisión de Lo Alto que él estaba encargado de transmitirme, me informaba que por razón de mis esfuerzos conscientes para llegar a resultados de interés cósmico común —esfuerzos que condujeron a la abolición de la costumbre de los «sacrificios» entre los seres tricerebrados que te agradan— y por la súplica dirigida por Su Conformidad el Ángel Luisós mismo a Nuestro Padre Eterno Común, el castigo que me había sido infligido por mi falta personal sería reducido, en el sentido de que en adelante dejaría de extenderse a mis descendientes.
A partir de ese momento, les era pues posible a mis hijos, es decir, a tu padre y a tu tío Tuilán, regresar al Centro cuando lo quisieran, para cumplir con las obligaciones que les correspondieran en el seno de las innumerables realizaciones de Nuestro Padre Universal.
Después de ese acontecimiento, de tanta importancia para nuestra familia, mis hijos no tardaron, en efecto, en dejar el planeta Marte para regresar al Centro, donde, al poco de su llegada, y dado su profundo conocimiento de las leyes de la ciencia objetiva en ciertos campos y su capacidad de llevar a cabo su aplicación práctica, fueron designados para ocupar cargos responsables apropiados.
Tu padre fue nombrado inmediatamente para el cargo de «Tzirlikner» en una de las partes de la superficie de nuestro querido Karataz, y se hizo poco a poco digno de asumir la responsabilidad de Tzirlikner en jefe de todos los seres tricerebrados de nuestro planeta, responsabilidad que todavía sigue asumiendo en este momento.
En cuanto a tu tío Tuilán, fue enrolado, como ya te lo dije, entre los ayudantes del director de la estación de heterogramas del Santo Planeta del Purgatorio, que estaba entonces como hoy, «conectada heterográficamente» con casi todos los planetas de nuestro Gran Universo.
Más tarde, mereció, él también, ser nombrado para el cargo de director general que ocupa todavía hoy.
Debo además explicarte, querido nieto, por qué, desde su llegada al Centro, mis resultados o, según la expresión de tus favoritos, mis «hijos», fueron considerados dignos de ocupar inmediatamente esos puestos responsables.
Para que comprendas la razón de eso, necesitas saber que, entre aquellos que compartieron conmigo desde el principio mi exilio, se encontraba el «Tzirlikner» en jefe de nuestro planeta Karataz, el joven pero ya muy sabio Puludyistius, quien, después de la gracia suprema que nos fue concedida, mereció llegar a ser —y todavía lo es hoy— asistente del Gran Observador de los movimientos de todas las concentraciones del Megalocosmos, Su Ego mantenimiento el Archiserafín Ksheltarna.
Así pues, desde que comencé a organizar mi observatorio en el planeta Marte, el sabio Puludyistius me propuso que lo tomara como inspector e intendente de mi nueva institución.
Acepté enseguida, por supuesto, porque su conocimiento de la localización de todas las grandes y pequeñas concentraciones cósmicas y de las leyes que rigen su sostén recíproco, hacía de él una de las mayores autoridades en la materia. Y desde entonces ese gran sabio Puludyistius vino a vivir conmigo.
Más tarde, cuando los resultados de mi principio activo surgieron y se formaron hasta la edad requerida, yo le pedí a este gran sabio Puludyistius asumir también el cargo de «Oskianótsner» o, como lo habrían dicho tus favoritos, de «educador» de mis hijos; accedió con prontitud, porque, encontrándose allá en condiciones desacostumbradas, no podía aprovechar sus múltiples conocimientos de manera satisfactoria y mi proposición le abría al respecto un gran campo de actividad.
A partir de ese momento, además del tiempo reservado para sus obligaciones, poco numerosas al comienzo, se dedicó enteramente a crear las condiciones interiores y exteriores gracias a las cuales mis hijos recibirían impresiones que les permitirían cristalizar en sí mismos los datos eserales necesarios para una existencia responsable digna de seres tricerebrados.
Mis hijos se encariñaron tanto con él hasta tal punto que nunca se apartaban de su lado ni en las horas en que cumplía con sus principales funciones en el observatorio, e incluso en tales condiciones, el buen Puludyistius seguía ilustrando su Razón y les daba explicaciones prácticas acerca del examen de las diversas concentraciones, los métodos para estudiar su influencia mutua y el significado de esas influencias.
Él les explicaba cómo y por qué tal o cual concentración cósmica determinada ocupaba precisamente tal lugar y les enseñaba las particularidades de la influencia recíproca de esas concentraciones en el curso del proceso cósmico común Trogoautoegocrático.
De esa forma, bajo la guía de ese sabio notable, se cristalizaron en la presencia común de mis resultados, no solamente los datos necesarios para todo ser tricerebrado responsable, sino muchos otros, que les permitían a ellos una toma de conciencia y una percepción directa de las verdaderas informaciones relativas a las concentraciones cósmicas y a su funcionamiento.
Y fue justamente durante ese período que se formó poco a poco en cada uno de mis hijos un interés subjetivo por un campo favorito de estudio y observación.
A tu padre, por ejemplo, le gustaba estudiar la influencia y el sostén recíprocos de las concentraciones cósmicas situadas en las zonas más cercanas a la Fuente Primera, el Muy Sagrado Sol Absoluto, mientras que tu tío Tuilán manifestaba un interés particular por la observación del planeta Tierra y por el proceso de existencia de los seres tricerebrados que lo pueblan. Además fui yo, hasta cierto punto, quien había despertado en él ese interés, porque en la época de mis investigaciones sobre el siquismo de tus favoritos, le encargaba a menudo, cuando yo estaba ocupado en otra cosa, de anotar todos los cambios que ocurrían en ellos.
Cuando mis hijos estuvieron preparados para abandonar el planeta Marte para siempre, tu tío Tuilán, mientras le daba yo la bendición, me rogó con insistencia comunicarle periódicamente los resultados de mis observaciones y de mis estudios sobre el extraño psiquismo de los seres bípedos del planeta Tierra, lo cual le prometí, por supuesto. Luego emprendieron vuelo hacia el centro más próximo a Nuestro Padre Común.
Desde su llegada, demostraron ser muy competentes en cuanto al conocimiento de la posición de las concentraciones cósmicas, así como de sus propiedades y particularidades, y muy versados en el arte de los cálculos relativos al conjunto de las influencias recíprocas; así que fueron nombrados inmediatamente para los puestos responsables de los que hablé.
Cuando conocí su lugar permanente de existencia y los puestos para los que habían sido considerados dignos, envié de allí en adelante a Tuilán, como se lo había prometido, cuatro veces al año, según nuestro cálculo de tiempo, una copia exacta de todos los resúmenes que yo hacía de mis observaciones.
Muchos años habían transcurrido desde el día en que envié el primero de esos heterogramas a Tuilán, e ignoraba todo lo que él hacía con ellos, hasta el día en que fui informado acerca de los acontecimientos extraordinarios que sucedían en el planeta del Purgatorio.
Resulta que el alto gobernador del sagrado planeta Purgatorio, el Sostén de Todos los Cuartos, el Archiquerubín Jelkguematius, supo por casualidad que uno de los asistentes del director de la estación de heterogramas, Tuilán, recibía periódicamente del sistema solar Ors muy extensos mensajes que le dirigía su padre. Manifestó el deseo de enterarse de estos y, después de lograrlo, no solo se interesó muchísimo en ellos, sino que incluso dio a tu tío Tuilán la orden de difundir el texto de ellos en el «Tulujtertzinek»[2] planetario común, de modo que algunos de los «cuerpos eserales supremos» que habitan en el sagrado planeta pudieran oír, para descansar, si lo deseaban, las informaciones relativas al psiquismo de los extraños seres tricerebrados que pueblan uno de los más remotos planetas de nuestro Megalocosmos.
Tu tío Tuilán procedió en lo sucesivo como se le había ordenado. Tan pronto recibía mis heterogramas, los difundía en el Tulujtertzinek planetario común, y de esa forma, todas las almas justas que habitaban el sagrado planeta se mantenían al corriente de mis observaciones e investigaciones sobre ese extraño psiquismo.
Desde entonces, algunos cuerpos eserales supremos del sagrado planeta que seguían muy atentamente todas mis investigaciones, se pusieron a su vez a reflexionar sobre lo extraño de ese psiquismo.
Las reflexiones de esos bienaventurados cuerpos eserales supremos los llevaron a comprender que había algo falseado en el psiquismo de los seres tricerebrados del planeta Tierra, y lograron discernir lo que había de sospechoso en el origen de «ese algo»; muchos de ellos hasta llegaron a indignarse seriamente por lo que les parecía, a primera vista, una injusticia de Lo Alto.
A medida que estos últimos participaban a los demás sus impresiones, el número de las almas «justas» indignadas aumentaba, hasta el punto de que pronto, en los «Tzaruariajes»[3] del sagrado planeta, no hubo otro tema de reflexión ni de conversación.
Para concluir, los habitantes del sagrado planeta eligieron a cincuenta almas justas que debían emprender juntas unas investigaciones y descubrir la verdadera razón por la cual tal absurdidad aparece en el psiquismo de esos seres tricerebrados e impide todo perfeccionamiento a la «parte eseral suprema» que, por diversas razones, se constituye a veces en algunos de ellos.
Las cincuenta «almas» justas elegidas eran precisamente aquellas que ya habían merecido llegar a ser candidatas al regreso a la Muy Sagrada Fuente de todo cuanto existe.
Y el Sostén de Todos los Cuartos, el Archiquerubín Jelkguematius, Gobernador del sagrado planeta, no solamente sancionó la elección de esas cincuenta almas bienaventuradas, sino que les hizo saber su decisión muy misericordiosa de ayudarlas de todas las maneras en el cumplimiento de la tarea que se les imponía.
Pues bien, querido nieto, a estos cincuenta candidatos al Sol Absoluto, una vez emprendidas sus investigaciones, se les hizo evidente, después de largas y minuciosas averiguaciones, que la principal causa de todas las anomalías de la psiquis de los seres tricerebrados que pueblan este planeta había sido la aparición de esa idea bien arraigada, anclada ahora en ellos, de que existen, por así decirlo, aparte de la esencia de los seres, dos factores diametralmente opuestos —el principio del Bien y el principio del Mal— que son los instigadores de todas sus buenas y malas manifestaciones.
Dieron por sentado, entonces, que esta funesta idea, universalmente difundida —para la cual unos datos se cristalizan, poco a poco, en cada uno de estos seres, durante su formación en la edad preparatoria—, se posesiona de su psiquis general apenas llegan a la existencia responsable y se convierte, al mismo tiempo que en un medio, para tranquilizarse y para justificar todas sus manifestaciones, en el obstáculo fundamental a la posibilidad que surge en algunos de ellos de perfeccionar su parte eseral suprema.
Una vez convencidos de todo esto, los justos habitantes del Sagrado Planeta, se pusieron a reflexionar, luego a deliberar entre ellos, sobre los medios para poner fin a esta situación y sobre lo que podrían emprender personalmente.
De acuerdo a lo que me fue contado, organizaron, en todos los Tzaruariajes, asambleas y conferencias, a fin de tratar, al unir sus esfuerzos, de llegar a una decisión.
Tras largas deliberaciones y complicadas «votaciones» entre las almas justas de cada Tzaruariaj y luego entre los diferentes tzaruariajes, tomaron casi por unanimidad la siguiente resolución:
«Ante todo, depositar a los pies de nuestro Creador y Autor una petición con el fin de que, en Su Providencia, Él envíe a los seres tricerebrados del planeta Tierra un Mensajero de Lo Alto, que tenga en sí mismo todos los datos correspondientes a un grado de Razón que le permita hallar en el lugar mismo una posibilidad de desarraigar esta idea; luego, ya que la aparición en el planeta Tierra de una idea tan funesta había sido, y seguía siendo, la causa principal de la terrible suerte reservada a las partes eserales supremas sagradas que se constituyen allá, atreverse a rogar con contrición a Nuestro Padre Común que no permita que el cuerpo eseral supremo del ser terrestre tricerebrado, culpable de la aparición de esta idea, sea recibido en el Sagrado Planeta, aun cuando estuviera perfeccionado hasta el grado requerido de Razón Sagrada y que lo condene a existir eternamente en el planeta ‘Expiación’».
Pues bien, querido nieto, apenas hubieron adoptado esa resolución los habitantes del sagrado planeta, estalló, como te lo he dicho, un «escándalo» que ninguno de los Individuums Sagrados, conocedores de esa historia épica, puede evocar sin estremecerse.
Ese escándalo se desencadenó de la siguiente forma:
Una vez tomada la resolución, emprendieron enseguida, por iniciativa de los cincuenta elegidos, candidatos al Sol Absoluto, la búsqueda del ser terrestre tricerebrado —quizás poseedor ya de una parte eseral suprema— que era culpable de la aparición de esa funesta idea en tu planeta.
Según sus conclusiones, el ser tricerebrado que había sido el primero en favorecer la cristalización de esa idea era cierto Makar Kronbernksión, cuya parte eseral suprema, perfeccionada hasta el grado requerido de Razón, no solo había merecido ir al sagrado planeta, sino que ya era considerada una de las primeras candidatas que serían llevadas al Muy Sagrado Sol Absoluto.
Según me lo contaron más tarde, apenas conocida la noticia, se elevó desde todo el sagrado planeta un concierto de lamentaciones; no hubo ni una sola alma justa que pudiera pensar sin remordimiento en ese espantoso hecho.
Durante casi un cuarto de año, no se hizo más que hablar y discutir sobre ese «escándalo» sin precedente y, en cada «tzaruariaj», comisiones y subcomisiones se esforzaron por hallarle una salida a esa situación extraordinaria.
Y finalmente se adoptó, siempre en virtud de los mismos principios, la siguiente resolución:
«Mantener las conclusiones del primer juicio planetario común emitido respecto a la parte suprema de Makar Kronbernksión, pero depositar a los pies de Nuestro Eterno Todo Misericordioso, en nombre de todos los habitantes del sagrado planeta, una súplica implorándole a Él aliviar esa terrible sentencia».
Y en el momento de la primera aparición de Nuestro Creador Eterno Todo Misericordioso en el sagrado planeta, dicha petición fue depositada a sus pies.
Cuentan que Nuestro Creador Todo Misericordioso, después de un instante de reflexión, consintió entonces en ordenar a esa alma meritoria que prosiguiera su existencia en el sagrado planeta mientras no se conociesen todas las consecuencias de su acción nefasta.
A pesar de que esa parte eseral suprema completamente formada fue la causa fundamental de la imposibilidad de un perfeccionamiento acabado para todos los cuerpos eserales supremos que surgen en la presencia de ciertos seres tricerebrados de tu planeta, Nuestro Padre Común no dejó por eso de dar esa orden misericordiosa, porque Él probablemente esperaba que esos seres terminarían quizás por darse cuenta de sus errores y comenzarían por sí mismos a existir como deben hacerlo los seres tricéntricos. Desde entonces, ya no sería necesario infligir un castigo tan terrible a la parte suprema de ese ser que había llegado, al rehusar ceder a unas condiciones adversas independientes de él y muy superiores en fuerza a sus posibilidades y al luchar sin piedad contra su propio principio negativo inevitable, a perfeccionarse hasta el grado que le había permitido alcanzar el umbral del principio de todo cuanto existe en el Universo.
Gracias a la orden dada por Nuestro Creador Todo Misericordioso, la parte suprema de ese pobre Makar Kronbernksión existe todavía hoy en el sagrado planeta y de ahora en adelante su futuro depende exclusivamente de los seres tricerebrados que te interesan.
Luego de una pausa bastante larga, Belcebú continuó:
Las primeras informaciones concernientes a esos sucesos me llegaron durante mi sexto descenso a la superficie de tu planeta; les presté, por supuesto, el más vivo interés, y a mi vez empecé a estudiar en sus detalles en el lugar mismo esa lamentable historia en la que se vieron envueltos tus favoritos.
Primero, querido nieto, considero necesario confesarte sinceramente, a ti, que serás mi sustituto directo, que si bien los justos habitantes del sagrado planeta han llegado a la conclusión, por toda clase de medios muy complicados, de que la principal y hasta la única causa de las anomalías del psiquismo de tus favoritos ha sido siempre esa funesta idea, yo, en cuanto a mí, no podría afirmarlo categóricamente.
Y sin embargo, no se podría negar que esa fantástica idea haya desempeñado un gran papel en la «dilución» progresiva del psiquismo de esos desventurados.
En la época en que me interesé en todos esos sucesos y en la que emprendí investigaciones para reconstituir la historia del surgimiento y de la formación de la individualidad de Makar Kronbernksión, se depositaron en mí numerosas impresiones que cristalizaron los datos necesarios para una opinión subjetiva.
Esas investigaciones especiales me demostraron claramente que, aun cuando él fue el primero que hizo uso de los términos «Bien» y «Mal», no tuvo nada que ver con el hecho de que esas palabras adquirieran más tarde, en el proceso de existencia de todas las generaciones posteriores de tus favoritos un significado tan funesto.
Voy a comunicarte ahora, querido nieto, las informaciones que recogí sobre la aparición de Makar Kronbernksión, y sobre el desarrollo del proceso de su existencia, a fin de que se cristalicen en ti unos datos correspondientes que favorecerán una representación aproximada de este hecho terrestre, de lo más aflictivo.
Desde que decidí ocuparme de ese asunto, cada vez que me encontraba con un Individuum calificado, no dejaba de informarme con él de todo lo que pudiera proyectar alguna luz sobre uno u otro de los aspectos de la individualidad de aquel Makar Kronbernksión.
Te enterarás, sin duda, con interés, que uno de los primeros Individuums que pudo darme alguna información al respecto, fue un ser anciano de nuestra tribu, quien demostró ser realmente muy útil.
Durante la conversación, me dijo muchas cosas y me indicó varias fuentes excelentes de donde saqué, más tarde, numerosas y provechosas informaciones.
El ser de cierta edad de quien hablo era nada menos que el tío del joven ser de nuestra tribu que había provocado mi primer descenso a este planeta y que posteriormente, se convirtió en el regente de todos los miembros de nuestra tribu, exiliados en el sistema Ors.
Este ser de cierta edad existía en el continente Atlántida precisamente en la época en que el mismo Makar Kronbernksión existía allá.
Según todas las informaciones que recogí y de acuerdo con mis diversos métodos especiales de investigación, resulta que este ser terrestre tricerebrado, llamado Makar Kronbernksión, surgió en el continente Atlántida como resultado del proceso sagrado de «elmuarno», que tuvo lugar entre dos seres tricerebrados de sexo diferente que acababan de llegar a la edad responsable.
Dado que esta pareja tenía desde todo punto de vista una herencia sana y que en ese continente las condiciones exteriores de existencia ordinaria eran todavía relativamente normales y, mostraron ser especialmente favorables a esa pareja, el resultado de su proceso sagrado, es decir, su «hijo», que más tarde fue llamado Makar Kronbernksión, recibió en su presencia, desde su surgimiento y durante los primeros años de su infancia, unos datos casi idénticos a aquéllos de que disponen en su advenimiento, para adquirir el ser necesario a su futura existencia responsable, los seres tricerebrados Kestchapmartnianos de todos los demás planetas de nuestro Megalocosmos.
Y como sus productores, o como dicen, sus «padres», habían experimentado, por casualidad, el deseo de preparar a su «resultado» para que se convirtiera en un ser responsable que ejerciese la profesión de «sabio» y como habían tenido la oportunidad de conseguirle guías calificados, éste, una vez llegado a la edad responsable, se convirtió en un muy buen sabio, para el planeta Tierra, por supuesto.
Hasta se hizo digno muy pronto, por sus méritos científicos, de hacerse miembro de todo derecho de la sociedad de los Ajldaneses.
En el curso del proceso de su existencia responsable, consagrada por entero a la ciencia, tuvo un día una clara visión de su propio valor y se dio cuenta sinceramente de su nulidad.
A partir de ese momento, presa de profunda aflicción, se puso a reflexionar con seriedad acerca de su estado. Y el resultado de sus reflexiones fue que, en cada una de las partes de su presencia total, surgió poco a poco la esperanza, luego la convicción definitiva, de que el trabajo consciente y el sufrimiento voluntario podían transformarle de nulidad en «algo».
Emprendió entonces conscientemente su labor, sin la más mínima piedad hacia su parte negativa, creando adrede condiciones apropiadas para contrariarla. Aplicó además estos esfuerzos conscientes y estas condiciones voluntariamente creadas, a las únicas manifestaciones y percepciones relacionadas con las obligaciones que él había asumido como ser responsable, es decir, en el campo exclusivo de las investigaciones científicas.
En ese período de su existencia fue cuando comprendió ciertas verdades cósmicas.
Y por el hecho de que tanto en él, como en la mayoría de los seres tricéntricos de ese periodo, se cristalizaban todavía los datos que engendran el impulso eseral llamado «amor a sus semejantes», decidió, para que los demás seres de su planeta pudieran conocer las verdades que él había descubierto, grabar en mármol un «Bulmarchano» titulado «Influencias Positivas y Negativas del Hombre».
Llamaban bulmarchano, en el continente Atlántida, a lo que los seres contemporáneos de allá llaman «libro».
Tuve la ocasión, en el curso de mi sexta estancia allá, de ver con mis propios ojos una copia fiel de ese bulmarchano, hecha de colmillos de «Tchirniano», y de descifrar minuciosamente su texto.
Será para ti muy interesante y muy instructivo, enterarte de cómo pudo, la copia del Bulmarchano grabado por la propia mano de Makar Kronbernksión, copia que yo descifré en mi última estancia en tu planeta, conservarse hasta la época contemporánea. Así que te hablaré brevemente de ella.
Cuando el original de ese bulmarchano había sido terminado, los demás miembros sabios de la sociedad de los Ajldaneses, lo habían aprobado con sincera admiración y colocado en el centro de lo que se llamaba la «catedral central» de los seres pertenecientes a esa sociedad.
Y como el número de los seres que se interesaban en el texto de ese bulmarchano aumentaba sin cesar, los jefes de la sociedad decidieron hacer varias copias de él, para colocarlas en el centro de cada una de las catedrales existentes en otras ciudades del continente Atlántida, así como en otros continentes.
Se ejecutaron, con este fin, siete copias escrupulosamente exactas de colmillos de «Tchirniano».
Como me lo mostraron mis «investigaciones spipsiconalnianas», una de estas copias estaba destinada a la catedral de un pequeño continente llamado «Sinkraga», situado no muy lejos del Continente Grabontze.
Este pequeño continente «Sinkraga», al igual que el de Atlántida, fue engullido con todo lo que había en su superficie, durante la segunda perturbación Transapalniana que aconteció en este desafortunado planeta.
En cuanto al continente Grabontze que hoy llaman África, no desapareció completamente en las profundidades del planeta, sino que corrió con la misma suerte que otros continentes todavía existentes hoy como, por ejemplo, el de Asia: unas partes se hundieron, mientras que otras tierras surgieron del fondo de las aguas y se unieron a las partes que quedaron intactas, para formar el continente tal como es hoy.
Esta copia, según parece, acababa de ser transportada al continente Grabontze para ser enviada luego a la catedral a la que estaba destinada, al mismo tiempo que la segunda gran catástrofe devastaba tu desafortunado planeta; sin embargo, al salvarse, por casualidad, la parte del continente Grabontze donde se encontraba la copia, ésta permaneció intacta.
Tras este terrible acontecimiento, la obra de aquel «futuro Santo», Makar Kronbernksión, permaneció mucho tiempo bajo las ruinas y poco a poco se recubrió de «Kashiman». Y fue solo unos treinta siglos más tarde, tras haberse multiplicado nuevamente tus favoritos, y después de haber estallado en las cercanías un proceso de destrucción recíproca entre las comunidades llamadas «Filnuanzi» y «Plitazurali», cuando los seres pertenecientes a la comunidad «Filnuanzi», al cavar en la arena con la esperanza de hallar agua potable para ellos y sus camellos, descubrieron esta copia y la desenterraron.
Poco después, tras haber acordado, como ya era costumbre, lo que llaman «paz amistosa» y tras haberse repartido todo cuanto habían adquirido durante este proceso, por medios igualmente habituales entre ellos, medios que ellos llaman «anexiones», «saqueos», «expropiaciones», «indemnizaciones», y otros, las dos comunidades en cuestión tomaron cada una la mitad de esta obra realmente grande, cuyo único valor, a los ojos de los seres terrestres de ese período, se debía a la rareza del material.
Una de estas mitades, pasando de un grupo a otro por diversas razones, cayó finalmente, siete siglos más tarde, en manos de los sumos sacerdotes egipcios.
Ese extraño y original conjunto de varios colmillos de «Tchirniano», que les resultaba incomprensible, se convirtió para ellos en su reliquia sagrada, y siguió siéndolo hasta el periodo en que el emperador persa, del cual te hablé, surgió con sus tropas y «barrió» como dicen, al desafortunado Egipto.
Esa primera mitad de la copia del Bulmarchano fue transportada más tarde al continente de Asia y, pasando de mano en mano, le tocó por herencia, hacia la mitad de mi sexta estancia, al sacerdote Aissor, en casa del cual la vi por primera vez.
En cuanto a la otra mitad de esa obra de la que jamás hubo ni jamás habrá equivalente allá, pasó ella también de mano en mano por muy variadas razones, llegó a una de las regiones centrales del continente de Asia y desapareció finalmente en el suelo del planeta, aunque a poca profundidad, durante lo que ellos llaman un «terremoto».
Debo explicarte a propósito de esto, como obtuve acerca de estos hechos, y en general acerca de diversos sucesos semejantes acaecidos mucho tiempo atrás, las informaciones que te comunico.
Te he dicho ya que en el curso de mi sexto descenso a la Tierra, me hice «médico hipnotizador» profesional, y que con el fin de estudiar el psiquismo de tus favoritos, hice uso, entre otras cosas, del «hipnotismo», sirviéndome de una original propiedad que han adquirido ellos en su psiquis.
Durante el periodo de mis actividades entre tus favoritos sometí a algunos de ellos a una preparación especial, e hice de esos sujetos lo que en tiempos antiguos llamaban «Pitias» y que los contemporáneos llaman «médiums».
Pueden ser transformados en «pitias» o «médiums» los seres tricerebrados en quienes el funcionamiento interno del cuerpo planetario se adapta, ya sea espontáneamente bajo el solo efecto de una combinación accidental de condiciones circundantes, ya sea por la acción intencional de otro consciente, a toda variación del psiquismo general, que sobreviene tras una modificación súbita en la circulación de la sangre. En tales sujetos, nada llega a oponerse al libre ejercicio de diversas particularidades de su psiquismo dirigidas conscientemente o inconscientemente desde afuera, ni al predominio automático de los datos todavía presentes en tus favoritos para la formación del verdadero consciente eseral, datos y particularidades cuyo funcionamiento constituye en su conjunto lo que ellos llaman «subconsciente».
En su subconsciente se ha conservado intacta por casualidad, gracias a numerosos factores constituidos en ellos, una particularidad del psiquismo de los seres tricerebrados que puede manifestarse en ciertas condiciones y que se llama «visión y sensación de lo que ha ocurrido en los tiempos más remotos».
Así pues, querido nieto, cuando supe, en el curso de mi sexto descenso, el origen del penoso acontecimiento de orden cósmico que había ocurrido en tu planeta, emprendí allí mismo indagaciones al respecto y traté de obtener esclarecimientos sobre la individualidad de este Makar Kronbernksión; pero como había pasado mucho tiempo desde esos sucesos y todo rastro «Kaltzanuarniano» del Ser del culpable había desaparecido ya, decidí no atenerme a las formas habituales de investigación y también emplear unos medios «spipsiconalnianos».
Entre estos medios «spipsiconalnianos» recurrí a lo que se llama «médiumnismo», aprovechando la propiedad especial que ya mencioné, en los médiums que yo había preparado.
Al revelarme mis investigaciones sobre la personalidad y las actividades de este Makar Kronbernksión, la probable existencia, en la superficie de este planeta, de «algo» que debía estar en íntima relación con él, me lancé en busca de ese «algo» sirviéndome de los mismos métodos.
Supe así que un sacerdote Aissor poseía la mitad de la copia del bulmarchano, creado por Makar Kronbernksión y que ese sacerdote Aissor existía en el continente de Asia, en una localidad llamada «Urmia». Fui pues a ese lugar y al hablar con él verifiqué enseguida que efectivamente poseía lo que él llamaba «una masa informe de marfil», sin dejar de considerarla una antigüedad de grandísimo valor.
Tras breves discusiones, consintió en mostrármela, pero no quiso vendérmela a ningún precio; sin embargo, después de varios días de negociaciones, obtuve de él el permiso para hacer una copia en alabastro, que llevé a mi casa.
En cuanto a la segunda mitad, no tardé, usando siempre el mismo método, en descubrir dónde se hallaba, aunque pasé mucho trabajo y dificultades para obtenerla y descifrar su texto.
Aun cuando no había transcurrido suficiente tiempo, como lo dije ya, para que esta segunda mitad estuviese profundamente enterrada en el suelo del planeta, era, sin embargo, imposible desenterrarla, usando medios ordinarios.
La dificultad se debía a que se encontraba cerca de un centro de existencia de tus favoritos; tenía pues que prever todo y tomar las precauciones necesarias para que nadie pudiese saber ni aun sospechar nada.
Entre otras medidas, que tomé, por ejemplo, figuraba la compra de terrenos, a diversos propietarios, en los alrededores del lugar citado, y la excavación de dichos terrenos por trabajadores exclusivamente de origen extranjero, con el pretexto de abrir pozos para una mina de cobre.
Así pues, querido nieto, después de haber recuperado de ese modo las dos mitades de la copia de la obra del «futuro Santo» makar Kronbernksión, las transporté a una ciudad del país que ahora se llama «Turkestán» que era entonces mi lugar de residencia permanente, y comencé a descifrar en el Bulmarchano las inscripciones y figuras grabadas que ilustraban la tesis científica de Makar Kronbernksión, titulada «Influencias Positivas y Negativas en el Hombre».
Cuando estemos de regreso en casa, trataré de recordar y de contarte, tan fielmente como sea posible, el contenido de esa gran obra surgida de la Razón y hecha con la mano misma de un ser tricerebrado; pero mientras tanto, me limitaré a exponer la parte del texto en la que Makar Kronbernksión define por primera vez la noción de «Bien» y de «Mal», tomando esas palabras como símbolo de las fuerzas que sirven de base a la constitución de la presencia y a la formación de los estados sucesivos de todo surgimiento cósmico relativamente independiente, y por consiguiente de todo ser.
Si se tradujeran al lenguaje corriente los conceptos expuestos en el Bulmarchano podrían expresarse con las siguientes palabras:
«Evidentemente nosotros, los hombres, hemos sido formados y permanecemos constituidos, como toda unidad existente en el Universo, de las mismas tres fuerzas independientes, por medio de las cuales se efectúa el proceso de sostén recíproco de todo cuanto existe, es decir, de las tres fuerzas universales siguientes:»
- La primera surge constantemente de causas que aparecen en el seno de la Fuente Original misma, bajo el efecto de la presión de los nuevos surgimientos, luego fluye por inercia fuera de esa Fuente Original.
- La segunda fuerza universal es aquélla en que se convierte esa
primera fuerza cuando, después de haber perdido el impulso de
inercia, tiende a fusionarse de nuevo con el principio de su
advenimiento, de acuerdo con la acción de la ley cósmica
fundamental según la cual «los efectos de una causa deben siempre
reintegrarse a esa causa».
En el proceso general de sostén recíproco, esas dos fuerzas son completamente independientes y conservan, siempre y en todo, en sus manifestaciones, sus propiedades y particularidades específicas.
La primera de estas dos fuerzas fundamentales, aquella que está obligada a manifestarse siempre fuera de la fuente de su advenimiento, debe involucionar constantemente; por lo contrario, la segunda, en su esfuerzo de fusionarse con la causa de su advenimiento, debe siempre y en todo evolucionar.
Dado que la primera de estas tres fuerzas proviene de las acciones vivificantes que se producen en el seno mismo de la Causa de todo cuanto existe y recibe así, en su presencia, el germen de ese mismo poder de manifestar la vivificación, ella puede ser considerada como «Bien», es decir, como factor de realización de los efectos que tienden a regresar a la fuente, efectos que, con relación a la primera fuerza, pueden y deben ser considerados como «Mal».
Es más, la primera fuerza, que se manifiesta bajo la acción de las causas inevitables e imperativas que surgen en la Fuente Original misma, puede, desde este punto de vista, ser considerada pasiva.
La segunda, la fuerza de retorno, por el hecho de que siempre ha de resistir a fin de tener la posibilidad de reintegrarse a su causa o, al menos, de mantenerse contra la corriente opuesta a la primera fuerza pasiva que ha recibido el impulso de inercia del Principio Primero, debe ser considerada activa.
- En cuanto a la tercera fuerza universal, no es otra que el
resultado del conflicto que opone, por doquier y en todo, a esas
dos fuerzas fundamentales, descendente y ascendente.
Aun cuando esta tercera fuerza independiente no es más que el resultado de las dos primeras fuerzas fundamentales, ella es, sin embargo, el principio espiritualizante y conciliador de toda formación cósmica.
«Y es el principio espiritualizante y conciliador de toda formación cósmica porque surge y debe existir allí como presencia tanto tiempo como exista esa formación, resultado de diversas resistencias particulares surgidas entre las dos fuerzas fundamentales que fluyen en direcciones totalmente opuestas».
Pues bien, querido nieto, es exactamente en ese sentido que las palabras «Bien» y «Mal» fueron empleadas por primera vez por ese desafortunado Makar Kronbernksión.
Gracias a su Bulmarchiano, así como a otros datos que esclarecí en el lugar mismo, se cristalizó en mí una opinión personal tanto de Makar Kronbernksión como de todo el resto, opinión que difería completamente de la que habían expresado las almas justas que habitan en el Sagrado Planeta, como conclusión de sus investigaciones que quizás eran muy sabias, pero indirectas.
Lo repito: si bien es cierto que «la idea de un Bien y de un Mal exteriores» debe su origen a la individualidad de ese Makar Kronbernksión, éste, en mi opinión, no es en absoluto responsable de la funesta forma que ella tomó.
Sea como sea, querido nieto, las investigaciones minuciosas e imparciales que hice en el lugar mismo de los hechos pusieron en claro lo siguiente:
«Al tomar poco a poco esa idea una forma maléfica, se volvió para el psiquismo de tus favoritos ‘factor determinante’ propio para cristalizar en su presencia común datos correspondientes a la fantástica noción de que existirían fuera de ellos fuentes objetivas de ‘Bien’ y de ‘Mal’, que ejercerían una acción sobre la esencia de ellos. Desde entonces se cristalizaron en su psiquismo, primero espontáneamente, luego con la ayuda de su extraño consciente, datos secundarios que engendran, por asociaciones eserales automáticas, la convicción de que la causa de cada una de sus manifestaciones, buena o mala, no había que buscarla en ellos mismos, ni era el criminal egoísmo de su esencia, sino tal o cual influencia exterior que no dependía en absoluto de ellos».
Si esta idea fantástica hizo tanto mal a todos esos desdichados, se debe a que los datos capaces de engendrar lo que se llama «un concepto eseral del mundo que abarca múltiples aspectos» habían dejado ya de cristalizarse en su presencia —siempre por causa de las condiciones anormales de existencia eseral ordinaria que ellos mismos habían establecido— para dejar lugar a un «concepto del mundo» basado exclusivamente en esa nueva idea.
Y de hecho hoy, tus favoritos basan todas sus preguntas, tanto las de la existencia eseral ordinaria, como las del perfeccionamiento de sí, así como sus diversas «filosofías», sus «ciencias» de todas clases, y por supuesto sus innumerables «enseñanzas religiosas», sin contar sus famosas «morales», «políticas», «leyes», «costumbres», etc… exclusivamente sobre esa idea fantástica, y para ellos tan funesta, en el sentido objetivo de la palabra.
Y ahora, querido nieto, para completar todo lo que te he dicho de esa idea, te contaré como los seres de nuestra tribu, exiliados en ese original planeta, participaron sin quererlo en el desencadenamiento de esos sucesos cósmicos, y estoy seguro de que tendrás entonces una representación casi exacta del famoso concepto que tus favoritos tienen del «Bien» y del «Mal».
La manera como los nuestros fueron involuntariamente la causa de la fijación definitiva de esa singular idea en el proceso de existencia ordinaria de esos extraños seres tricerebrados fue la siguiente:
Ya te dije varias veces que desde el comienzo muchos seres tricerebrados de nuestra tribu tuvieron que existir allá, mezclarse con los antecesores de tus favoritos y hasta tener relaciones amistosas con algunos de ellos.
Hay que observar que en esa época nada hacía prever todavía la historia tragicómica de la que voy a hablarte, a no ser, poco antes de que los nuestros hubieran salido de ese planeta, la aparición entre los seres de allá, al menos entre los más ingenuos, de la idea de que los seres de nuestra tribu eran, por así decir, «inmortales».
Esta idea les venía evidentemente del hecho de que en nuestra tribu los seres tenían una duración de existencia mucho más larga que la de ellos; por eso los casos de «Raskuarno» sagrado eran muy raros en ella. Puede que ese mismo proceso sagrado no haya sucedido una sola vez entre los nuestros en el curso de ese periodo.
Lo repito: aparte de lo que acabo de decir, no sucedió nada particular allá durante el tiempo en que los nuestros existieron entre ellos.
Pero más tarde, por ciertas razones, habiéndose expresado desde lo Alto el deseo de ver disminuir lo más posible el número de los seres de nuestra tribu existentes en el planeta tierra, la mayoría emigró a otros planetas del mismo sistema y solo algunos se quedaron entre tus favoritos. Fue entonces cuando comenzó la cómica historia a la cual están ligados hoy los verdaderos nombres de algunos de los nuestros.
Los acontecimientos que dieron lugar a la singular coincidencia por la que esos extraños seres tricerebrados mezclan el nombre de seres de nuestra tribu con su fantástica idea, fueron los siguientes:
Poco después de que nuestros seres abandonaran ese planeta, cierto Armanaturga, que existía en la época en que florecía la civilización tikliamuishiana, y que ejercía la profesión de sumo sacerdote, contándose incluso entre aquéllos a quienes los demás consideraban entonces como «sumos sacerdotes sabios», edificó toda una enseñanza religiosa basada en esa funesta idea.
Explicó él por primera vez, en esa enseñanza religiosa que ciertos espíritus invisibles existentes entre ellos difundían el bien y el mal «exteriores» y obligaban a los hombres a asimilar y manifestar ese bien y ese mal; los espíritus propagadores del bien eran llamados «Ángeles», los espíritus propagadores del mal, «Diablos».
Los «Ángeles», portadores y propagadores del «Bien», es decir, de lo más elevado y lo más divino que hay, siendo ellos mismos elevados y divinos, no pueden ser vistos ni sentidos jamás por los hombres.
Por el contrario, los «Diablos», por ser del más bajo origen, pues proceden del «fondo de los abismos», pueden ser vistos por los hombres.
Y si de hecho los hombres no siempre ven a los «Diablos», es únicamente porque están bajo su dominio; por eso, cuanto más se convierte el hombre en un justo, más se acrecienta para su ojo la visibilidad de los «Diablos».
Esta nueva enseñanza religiosa alcanzó una amplia difusión. Y algunos de tus favoritos, al saber, por los relatos de sus antecesores que existían antiguamente en la Tierra seres supuestamente inmortales, que habían desaparecido de pronto, decidieron difundir el rumor de que ahí se trataba, sin lugar a dudas, de los diablos mismos, quienes, previendo la aparición de una verdadera enseñanza religiosa y temiendo ser descubiertos por los hombres, se habían hecho invisibles, aunque continuaban en realidad existiendo entre ellos.
Y los verdaderos nombres de ciertos miembros de nuestra tribu, que llegaron a ser conocidos, por casualidad, por los seres de la época en que apareció esta enseñanza religiosa, recibieron entonces un significado muy particular y luego se transmitieron, de generación en generación, hasta tus favoritos contemporáneos.
No han dejado de asociar a estos nombres toda clase de «roles» fantásticos que, en su imaginación, son patrimonio de la corporación de los seres diablos, supuestamente organizada por nuestro Creador mismo y enviada a su planeta para ensañarse contra ellos.
En resumen, en la imaginación de estos farsantes seres tricerebrados de nuestro Megalocosmos, un diablo es ese «personaje» invisible, supuestamente existente entre ellos, que habita en su planeta por orden de Nuestro Creador Todo Sustentador, para realizar ciertas de Sus metas.
Estos diablos estarían en la obligación de sugerir a los seres hombres toda clase de verdades y de falsedades, y de obligarlos a manifestar, a cada paso, las innumerables «villanías» que ya constituyen una particularidad de su presencia.
Por supuesto, ni uno solo de ellos sospecha que si todas esas «villanías» ocurren entre ellos, es únicamente porque al existir de manera indigna, han dejado desarrollarse en ellos este funesto dios interior, que yo he llamado «autotranquilizador», el cual ejerce un poder absoluto sobre todo su psiquismo y que es el único a quien esta idea de bien y de mal exteriores le es necesaria.
En todo caso, esta idea fantástica le hizo una enorme publicidad a nuestro incomparable Lucifer para gloria y alabanza de su nombre, pues en ninguna parte del Universo son tan alabados y glorificados sus talentos como lo son entre tus favoritos.
En este punto del relato de Belcebú, uno de los asistentes de la nave cósmica Karnak entró en la sala donde se efectuaban las conversaciones y entregó a Belcebú un «Leitutchanbróss» dirigido a él. Antes de retirarse, exclamó alegremente a todos que los reflejos de la esfera del planeta Karataz ya eran visibles.