RESIDENCIA
ROSE TERRACE
ANTIGUA AUTOPISTA MONTGOMERY,
BIRMINGHAM (ALABAMA)
6 DE ABRIL DE 1986
Mrs. Threadgoode empezó a hablar en cuanto Evelyn asomó por el salón.
—¿Sabes, encanto?, Vesta Adcock está chiflada. Entró esta tarde a las cuatro en nuestro dormitorio, cogió la pantufla en la que Mrs. Otis guarda sus horquillas y soltó: «Y el Señor dijo: "Si el ojo te ofende, arráncatelo"» y, sin más, la tiró por la ventana con horquillas y todo. Y se marchó sin decir palabra.
»Mrs. Otis se enfadó muchísimo. Al cabo de un rato, esa enfermera menudita negra, Geneene, entró con la pantufla de Mrs. Otis.
»La había recogido en el patio y le ha dicho que no se enfadase, que Mrs. Adcock se dedicaba a tirar cosas por la ventana en todos los dormitorios…; que Mrs. Adcock estaba como una cabra y que no había que hacerle caso.
»Ya puedes estar segura de que tengo suerte de tener la cabeza como la tengo; con todo lo que pasa por ahí… sobrevivo, y gracias. Lo único que puedo hacer es vivir lo mejor que sé.
Evelyn le tendió una cajita de cerezas recubiertas de chocolate.
—Oh, gracias, encanto; qué amable eres —dijo Mrs. Threadgoode, probando una cereza mientras barruntaba una pregunta que quería hacerle—. ¿Tú crees que las cabras están de verdad como una cabra, o es sólo que así lo cree la gente?
Evelyn dijo que no tenía ni idea.
—A mí me parece que no es más que una expresión sin sentido, porque yo creo que los animales, cabras incluidas, son listísimos y muy bonitos… ¿no crees?
—¿Qué?
—¿Crees que hay algo más bonito que un insecto?
—Pues no los he mirado tan detenidamente como para asegurarlo.
—Pues yo sí. Albert y yo nos pasábamos horas mirándolos. Cleo tenía una lupa muy grande en su despacho y nosotros cogíamos ciempiés, saltamontes, cucarachas, escarabajos, hormigas…, los metíamos en un frasco y los observábamos. Tienen unas caritas que son una monada y unas expresiones… de ser listos de verdad. Cuando nos cansábamos de mirarlos, salíamos al patio y los dejábamos libres.
»Una vez, Cleo cazó un abejorro y lo metió en un frasco para que lo viésemos; era una preciosidad; digno de ver. A Idgie le gustaban mucho las abejas, pero a mí lo que más me gustaba eran las mariquitas. La mariquita es un insecto afortunado. Cada insecto tiene su personalidad, ¿sabes? Las arañas son algo nerviosas y cascarrabias, de cabecita pequeña. ¡Ah!, y la que siempre me ha encantado es la mantis religiosa, que es muy buena creyente.
»Nunca se me ocurriría matar a un insecto; y menos después de haberlos visto, como los he visto yo, tan de cerca. Creo que piensan, igual que hacemos nosotros. Claro que esto tiene su lado malo. Las rosas de Güeldres que rodean mi casa están todas con los tallos roídos y los pétalos carcomidos, igual que mis gardenias. Norris me dijo que, si quería, vendría un día a echar insecticida, pero no tuve valor para decirle que lo hiciera. Y te diré una cosa: aquí, en Rose Terrace, un insecto no sobreviviría. Aquí no se les escapa ni un microbio. Su lema es: no basta con que parezca limpio, tiene que estar limpio. A veces, me siento como si estuviese viviendo en una de esas bolsas de celofán con que envuelven los sandwiches, como aquellas que usaban en los trenes.
»Pero, lo que es yo, ardo en deseos de volver a casa con mis insectos. Me encantaría ver, lo menos, una hormiga. Y te diré una cosa, encanto, me alegro de estar ya cerca del final y no del principio… "Que en la heredad de mi Padre hay muchas mansiones y estoy preparado para ir…".
»Lo único que pido es que, por favor, quiera Dios librarme de estos suelos de linóleo antes de partir».