Los preparativos de la noche previa

Brenda estaba ocupada en la zona de su armario de «COMO UNA FOCA», buscando un atuendo apropiado para la velada del día siguiente. Ya había escogido una peluca. Algo sencillo y elegante, pero con un punto llamativo. Maggie estaría guapísima, como siempre, pero el objetivo de Brenda, ya que estaba empezando a planificar su carrera política, era tener un aire resuelto. Un atuendo que transmitiera confianza a gritos. Se decantó por un elegante traje chaqueta abotonado, color verde oscuro, que había encontrado en la sección de tallas grandes de una tienda de ropa del centro comercial.

Al otro lado de la ciudad, Maggie estaba guardando sus últimas joyas cuando encontró el penique que Hazel le había regalado años atrás. Al acordarse de ese día, sonrió sin poder evitarlo.

Hazel acababa de ser nombrada Mujer del Año por la Cámara de Comercio de Birmingham y, mientras Maggie y ella salían del aparcamiento del Club Downtown, dijo:

—¿Sabes, Maggie? Soy más rápida que un látigo, y una magnífica mujer de negocios.

Ella se echó a reír.

—Bueno… sí, estoy de acuerdo… Aunque lo digas tú misma.

Hazel se rió también.

—No lo decía en ese sentido. Lo que quería decir es que, aparte de ser lista de nacimiento y de haber trabajado duro, hay otra razón para mi éxito, algo que nunca le he dicho a nadie hasta ahora.

—¿Y cuál es?

—La suerte.

—¿La suerte? ¿En serio?

—Oh, sí. Cuando me ganaba la vida arrancando malas hierbas, encontré una cantidad increíble de tréboles de cuatro hojas. Con los años, debieron de ser miles. ¡Imagina cuánta suerte puede darte eso!

—Mucha, diría yo.

—Dices bien. Además de unos cuantos peniques de la suerte. Y tienes que admitir que soy la persona con más suerte que conoces, ¿verdad? Y lo que más me asombra es que la gente ni siquiera se molesta en buscar peniques de la suerte. Yo los busco allá donde voy, y siempre los encuentro. Nunca falla. Cuando encuentro uno, zas, al día siguiente hay un cheque en el buzón.

—Pero Hazel, ¿no crees que aunque no encontraras un penique, el cheque llegaría igualmente?

—No, son los peniques. ¿Tú no los buscas?

—Yo pensaba que si te encontrabas con uno por accidente, eso era suerte. No sabía que hubiera que buscarlos.

—¡Pues claro que hay que buscarlos! Escucha, cariño, la suerte se busca. Es fantástico que te caiga en el regazo, pero yo, los peniques de la suerte me los busco. El año pasado encontré tres completamente nuevos, con la cara hacia arriba, en el centro comercial, y al día siguiente nos cayó la cuenta de Park Towers. ¡La mayor venta del año!

—¿Y qué haces con todos esos peniques?

—Los regalo. Es bueno repartir la suerte, y, además, siempre vuelve a ti. Mira, voy a darte uno. —Metió la mano en el bolso y sacó un penique completamente nuevo—. Éste es para ti. Guárdatelo en el sujetador y te sucederá algo bueno.

—¿Tú crees?

Hazel la miró con un centelleo en los ojos y le dio unas palmaditas en la mano.

—Guárdate ese penique y te garantizo que un día, cuando menos te lo esperes, te sucederá algo bueno. Espera y verás. Y cuando suceda… piensa en el penique de la suerte y acuérdate de que te lo dije.

—¿Qué va a pasar? Dímelo.

—Ah, no —respondió Hazel con un aire de fingida inocencia—. Eso sólo lo sé yo. Tú tienes que averiguarlo. Métetelo en el sujetador y no hagas preguntas.

—Hazel, eres todo un personaje.

Ésta esbozó una gran sonrisa.

—Sí, ¿verdad? A veces, la más sorprendida soy yo misma. Nunca sé lo que voy a hacer a continuación. Pequeño Harry dice que soy la persona más interesante que ha conocido. Y ni siquiera lo intento de manera consciente. Simplemente, lo soy, supongo —dijo, mientras metía su enorme coche en una plaza donde Maggie no habría podido aparcar ni aunque le fuera la vida en ello. En el instituto había suspendido dos veces consecutivas educación vial.

De hecho, la única razón por la que Maggie tenía carnet de conducir era Hazel. Su primo Jimmy trabajaba en Tráfico y el día que ella fue a examinarse, Hazel la acompañó. Después de que aparcara a más de un metro del bordillo, Hazel abrió la puerta de atrás y declaró:

—Es suficiente.

Y Jimmy debió de estar de acuerdo, porque la aprobó con nota.