Una insinuación

Ethel, miembro de mayor edad de las Jinglettes, un coro que tocaba campanillas y que actuaba en el centro comercial durante las vacaciones, había invitado a Brenda y a Maggie a asistir al primer ensayo con vestuario de su gran actuación de 2008, previsto para la hora de comer. Brenda dijo que ella conduciría y Maggie se alegró de tener ocasión de acompañarla. Eso le daría la oportunidad de intentar de nuevo hacer alguna insinuación respecto a su plan.

Sentadas en la zona de restaurantes, disfrutaron del espectáculo mientras comían. Ethel era una auténtica virtuosa con las campanillas y tenía un solo durante la interpretación de Rudolph the Red-Nosed Reindeer. Todas las Jinglettes llevaban unas narices rojas y parpadeantes, que se mostraron muy eficaces a la hora de arrancar los aplausos del público que se había congregado para escucharlas. Maggie se alegraba de poder presenciarlo, teniendo en cuenta que aquel año se perdería las vacaciones, y descubrió con sorpresa que al pensarlo le entraban ciertas ganas de llorar.

De regreso a la oficina, y según sus planes, dijo:

—¿Sabes?, Brenda. No sé si te has fijado… pero últimamente he estado un poco deprimida.

Su amiga puso los ojos en blanco.

—Ay, sí, Maggie, tienes motivos de sobra para deprimirte. Eres muy fea. Debe de ser terrible levantarte todas las mañanas y verte en el espejo. Si yo estuviera en tu lugar, me volvería loca. La que está deprimida soy yo. He llegado a un punto en que ya no puedo ni mirarme.

—¿Por qué?

—Porque parezco un enorme rollito de canela con peluca, por eso.

—¡Oh, no es verdad! Brenda, ¿por qué dices esas cosas tan horribles sobre ti misma?

—Porque es cierto… Soy fea.

—¡No lo eres! No se puede ser más bonita. Cuando no estás conmigo, la gente siempre me pregunta: «¿Cómo está la guapa Brenda?».

—¿Quiénes?

—Todo el mundo… Todo el mundo piensa que no se puede ser más bonita.

—¿En serio?

—Pues claro, tonta, así que deja de ser tan dura contigo misma.

Brenda pareció contenta un momento. Luego preguntó:

—¿Qué tengo de bonito?

—Muchas cosas… Tu personalidad, para empezar. O tu sonrisa… Tienes unos dientes fabulosos.

Brenda la miró.

—¿Unos dientes fabulosos?

—Sí y una gran sonrisa.

—De eso nada. Ahora sé que te lo estás inventando. Tengo los dientes montados y los dos de delante demasiado separados.

—No, no es así, tienes una expresión franca que es genial y un maravilloso sentido del humor… Todo el mundo lo dice.

—¿Ah, sí?

—Sí… Hazel siempre decía que tu personalidad valía un millón de dólares.

—¿De verdad?

—Sí, y lo sabes.

—Dios, echo tanto de menos a Hazel…

Pasaron un rato más conduciendo en silencio y entonces Brenda preguntó:

—La gente no dirá que parezco demasiado masculina, ¿verdad, Maggie?

—¿Qué? Brenda, alguien que lleva una talla 54 de sujetador no podría parecer masculina ni aunque lo intentara. ¿Por qué dices eso?

—Oh, no lo sé… Simplemente, es algo que me preocupa. Como he engordado, creo que parezco masculina.

—No seas tonta. ¿Oprah Winfrey te parece masculina?

—Ahora está esquelética…

—Bueno… cuando estaba más rellenita…

—No…

—Pues eso.

Pasaron otro rato en silencio hasta que Maggie preguntó:

—¿Cómo te va en las reuniones de Comedores Anónimos? ¿Sigues yendo?

—Sí, me encantan las reuniones… Lo que no me gusta es no comer. —Dejó escapar un profundo suspiro—. Maggie, si te cuento una cosa, ¿me prometes no contárselo a Robbie?

—Pues claro.

—Estoy tan enfadada conmigo misma que tengo ganas de gritar.

—¿Por qué?

—He tenido otro desliz. Donuts.

—Oh… Bueno, cariño, trata de olvidarlo y de seguir adelante. Es lo único que puedes hacer.

Brenda sonrió.

—Tienes razón… Es lo único que podemos hacer todas.

A continuación, bajó el parasol y se miró en el espejo.

—¿De verdad crees que tengo una sonrisa bonita?

—Sí.

Brenda sonrió.

—¿Sabes, Maggie? ¡Hablar contigo siempre me anima!

Oh, vaya. Estaba claro que aquél no era el momento. Maggie decidió que volvería a intentarlo en otra ocasión.