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Varias semanas después…

Hacía un tiempo perfecto. Una brisa fresca que aliviaba la pesadez de sus ojos, olor a primavera y un sol dulce que invitaba a pasear. Y él estaba en una de las ciudades más bonitas para hacerlo. Vivo y más o menos entero, y dispuesto a pasar esas merecidas vacaciones sin preocupaciones que lo amargaran.

Su médico le había desaconsejado hacer un viaje tan largo en su estado. Era una temeridad, teniendo en cuenta que había sufrido importantes mareos y trastornos en los últimos días y que podía empeorar estando solo, lejos de casa y de la clínica. Jake lo sabía, no era ningún necio, tenía completa constancia de ello cada día, cada hora, cada segundo; como también la tenía de que, una vez que ingresara en la clínica para operarse o someterse a quimioterapia, había una gran posibilidad de que no volviera a salir de allí o de que, de hacerlo, no estuviera en condiciones de viajar en mucho tiempo. Necesitaba esa escapada. La necesitaba para sentir que sí que había algo por lo que luchar, por lo que soportar todo lo duro que hubiera por llegar. Y, además, había más… una llamada… algo que lo arrastraba… ¿Destino? ¡Lo que fuera! Jamás en su vida había estado más seguro de nada como de que era allí donde debía de estar en ese momento. La realidad no iba a desaparecer por tomarse unos días libres, perdido, pero una escapada al cielo no le vendría nada mal.

¿Por qué sonreía siempre que recordaba cualquier frase de Made in Heaven? Era un auténtico misterio cómo los desconocidos a veces podían abrirnos las puertas de su corazón y rozar el nuestro sin pretenderlo. Apenas habían cruzado unos cuantos correos desde aquel primero, en esa noche triste y desesperada, pero ya comenzaba a llamarla su «doctora del alma». No es que la chica pretendiera darle lecciones de vida o acribillarlo a consejos o sugerencias; no, nada de eso. Y eso era todo, dadas las circunstancias. Jake estaba harto de consejos y sugerencias. Solo quería charlar, sin más. Del tiempo, de libros, de las nubes, sin miradas de preocupación ni palabras de consuelo. Conversar con alguien que le hiciera recordar que estaba vivo y que la vida merecía ser vivida, que había esperanza, que merecía la pena luchar. No se trataba de ideas románticas ni nada por el estilo, en realidad, aún no descartaba que Made in Heaven fuera «Peter», pero le daba igual. Era divertida y positiva, lo hacía reír y olvidar, ¿qué más necesitaba?

Con su bolso de mano al hombro y arrastrando su pequeña maleta tras de sí, Jake llegó hasta la preciosa plaza del pueblo, lugar emblemático y que casi daba vértigo si te ponías a pensar en la de historias que tendría que contar si hablara. Siempre había deseado visitar ese pueblo, desde que estaba en el internado y un compañero, obsesionado con la historia de la conquista de América, le había hablado de él. Ya había pospuesto ese deseo demasiado tiempo; era el destino perfecto para su escapada.

Miró a su alrededor y sonrió. La plaza estaba rodeada de palacios con escudos nobiliarios, de edificios de piedra góticos y renacentistas, de portales y arcadas; era grandiosa. Recorrió parte de ella sacando fotos como un turista más, sintiéndose libre, casi rebelde por estar allí. Le llamaron la atención los pequeños azulejos que decoraban algunas fachadas bajo las arcadas y se acercó a mirarlos de cerca. Representaban oficios, o puestos de venta más bien, como anuncios de los distintos gremios profesionales; con toda seguridad, un recordatorio actual del antiguo mercado medieval de la ciudad, que se celebraba en aquel mismo lugar siglos atrás. Algo tan sencillo y tan precioso.

Decidió hacerse una foto en ese instante para inmortalizar su llegada. La colgaría en su muro de Facebook, así Made in Heaven podría verla y sabría que había hecho esa pequeña locura, aunque desconociera el destino y lo muy, muy grande que era en realidad dicha locura. Por un momento analizó ese pensamiento… Se hacía la foto para ella, no para sus fans o para mantener su cuenta activa. No, solo para ella. ¿Y qué más daba? Le hacía ilusión y no tenía muchas de esas últimamente.

Sacó su móvil y plantó su mejor sonrisa de guiri, mientras se enfocaba a sí mismo. No deseaba dar pistas de dónde se encontraba, así que buscó un punto que no revelara demasiado. Había ido hasta allí buscando paz, no para atraer a una caterva de fans en busca de autógrafos. Cuando se disponía a tirar la foto, alguien lo empujó desde atrás, haciendo que el disparo quedara desenfocado.

—¡Oh, Dios mío, lo siento muchísimo! —exclamó una joven con bastante apuro. Se apartó la larga melena rubia de los ojos y le sonrió con timidez—. He debido de tropezar con algo, si no hubiera sido por usted probablemente me habría estampado contra el suelo.

Jake se quedó callado un momento, esperando el típico: «¡Oh, eres Jake Smart! ¿Me das un autógrafo? ¿Una foto?». Pero la rubia solo permaneció allí, mirándolo con evidente apuro, esperando una respuesta. Él le sonrió para tranquilizarla.

—Vaya, pues me alegro de haber evitado eso. —La chica se rio con alivio—. No se preocupe, lo cierto es que andaba algo despistado tratando de hacerme un selfie. —Jake soltó una pequeña carcajada mientras le enseñaba el teléfono.

—¡Oh! ¿Está de vacaciones? —preguntó ella echando un vistazo a su maleta.

—Así es, y acabo de llegar.

—¡Genial, le encantará esto, ya lo verá! —le dijo con entusiasmo—. ¿Quiere que le eche yo la foto? Así quedará mucho mejor y compensaré lo de antes.

Jake volvió a reír.

—No hay nada que compensar, pero se lo agradecería, nunca he sido bueno en esto. —Le entregó el teléfono y le explicó cómo funcionaba. Después se apartó un poco y volvió a plantar su sonrisa—. ¡Oh, solo una cosa! —exclamó cuando ella se disponía a lanzar la foto—. Por favor, que no salga nada del fondo, nada reconocible, quiero decir.

—¿Y eso? —preguntó la rubia alzando las cejas.

—Pues… estoy de escapada, no quiero que nadie sepa dónde ando y pensaba subirla a Facebook —explicó con timidez, sintiéndose algo tonto.

—Uhm, no tiene mucho sentido, ¿no? —rio.

—No mucho, supongo —reconoció con una nueva carcajada.

—Bien, no es problema, sin fondo. Ah… ¿Podrías echarte un poco hacia la izquierda? Sale demasiado oscura…

—¿Aquí va bien?

—¡Perfecta! —exclamó la chica pulsando el disparador—. ¡Genial, muy guapo!

Jake se acercó a mirar y sonrió satisfecho. No se apreciaba gran cosa del fondo, como él quería, solo una pared con un trocito de azulejo, demasiado insignificante para que se percibiera.

—¡Muy buena, muchas gracias! —aprobó.

—Gracias a ti por salvarme la vida —bromeó ella, devolviéndole el móvil—. Espero que disfrutes de tu escapada.

—Seguro que sí, muchas gracias.

Ya se había dado la vuelta para continuar su camino hacia el hotel cuando la escuchó decir:

—¡Ojalá que visites el cielo y decidas quedarte!

Jake se volvió de golpe, extrañado por esas palabras tan acertadas, pero la mujer se había esfumado y no veía su silueta por ningún lado. Arrugó el entrecejo, aspirando el aire que, de repente, parecía oler intensamente a flores silvestres, otra vez…