EL GOLPE
A la puerta sonó mientras todos se estaban acomodando. Abrió Gregor, topándose con un hombre de turbante gris y túnicas azules y celestes, un auténtico sacerdote Kurbish. Al poco tiempo empezó a hablar en idioma nativo, por lo que la confusión inflaba cada vez más globos y la tranquilidad retiraba cubiertos de la mesa. Gretel levantó la mano y miró a Thomas, el cual, con paso largo, se puso a escuchar lo que decía el kurbish y a traducirlo. El kurbish era un hombre bajo, moreno y fibroso, con el cuello acortado y los dedos nudosos.
-Un ser, con máscara de oro y traje negro…yo, agazapado, estaba llenando un balde en un arroyo. Me puso su guante, en mi boca y desde entonces tengo fiebres, toses y mareos. Sé que moriré si no hago lo que me pidió el hombre de la máscara de oro, que dice llamarse Querubín-tradujo Thomas Hortmanen, con los ojos titilantes. Enojado y furioso, el kurbish no atinó a sentarse. Siguió hablando sin cesar.
-Los kurbish somos una comunidad cerrada y vernácula, no usamos trajes, no vemos televisión, no hablamos por celular, no conducimos vehículos y nada del impuro mundo occidental cristiano accede a nuestros hábitos sagrados, seguimos las milenarias tradiciones de nuestro profeta, Mahoma. Nos acercamos al dolor, la soledad y el sacrificio para aprender de honor y dignidad, para brillar de verdad y gloria. Ustedes no podrán entrar al templo ubicado en el valle de Mossar, necesitan un representante, yo hablaré por ustedes y los aceptarán. Quiero terminar esto cuanto antes, llévenme a Mossar y díganme a través de su intérprete que buscan. Sin embargo, sin mi intervención, olvídense de entrar en el templo kurbish, reservado únicamente a musulmanes auténticos, fieles servidores de Dios-disertó el kurbish. Todos asintieron e inmediatamente estuvieron a bordo de un tren.
-El querubín sabía de antemano que necesitábamos de un kurbish para poder entrar al templo. Por eso lo intervino y extorsionó luego con el veneno. Los miembros de la Logia de Los Caminantes Grises viven tercerizando los servicios, nunca dan la cara, usan a otros a través de los venenos y antídotos manejados por su ala principal, el Querubín-analizó Gregor. Entretanto, Thomas tradujo eso en musulmán al Kurbish, el cual esbozó una tenue sonrisa, enseñando la galería de marfil de sus dientes.
-Caminantes grises son el deseo y la voluntad, ustedes el conocimiento y la capacidad. Ustedes el arco, ellos el arquero y el apócrifo la flecha perfecta. Una excelente sincronicidad de pensamiento consecutivo y colectivo- analizó el kurbish.
Thomas tradujo.
-Ya entiendo. Ellos no tienen expertos en lenguas muertas, en psicología cromática, en detectivismo, antropología, historia, culturas antiguas, por eso nos usan a nosotros y engañaron a este kurbish. Es fascinante pero usan la política faraónica: dejar que otros lo hagan, ningún egipcio cargó una roca para hacer las pirámides, las hicieron hebreos y nubios pero las pirámides son egipcias. Me siento muy identificado con esa situación, hay una analogía interesante-expuso Radok Tchaikosky.
-Para evitar contacto con el mundo exterior y la corrupción de sus miembros originales que trascienden de generación en generación, los caminantes grises usan al querubín que envenena a los especialistas y luego los usa como agentes involuntarios pero muy presionados. Eso quiere decir que Doña Inés de Tolosa y Clement Richellier fueron visitados por Querubín. Eso quiere decir que nosotros ahora somos agentes involuntarios de la logia de los caminantes grises-
-Claro, Gretel. Ellos son el deseo y la voluntad, nosotros la capacidad, la fuerza y el conocimiento para llevarlos a cabo. Egipcios, hebreos y nubios. La sociedad de los caminantes grises y nosotros. Tener todo sin hacer nada, el libro más corto de la historia, el poder-enfatizó Radok Tchaikosky, sin dejar de apretarse el mentón. El kurbish farfulló unas palabras, primero sonriendo con burla, luego endureciendo su cara como si quisiera matar a alguien.
-Ustedes, occidentales, solo pueden creer en lo que pueden ver y tocar. Por eso no pueden sonreír cuando no tienen nada y ser dignos, así, de Alá. No venimos aquí a controlar el destino, sino a aprender y compartir la vida. Mahoma dice que la diferencia entre un lobo y un cordero es que al segundo alguien lo espera en casa y no puede arriesgarse. ¿Cuántos de ustedes son corderos, cuántos lobos?-
Nadie le respondió. El tren bajó en el árido valle de Mossar, de modo que ese tramo debieron hacerlo alquilando un jeep; había 4 o 5 debajo de unas palmeras donde un sujeto gordo con turbante les rentó. Con los codos en sus rodillas, el kurbish quedó callado el resto del viaje. No obstante, Thomas Hortmanen, revisando el interior de su mochila, sacó el papiro de ninsue escrito en camita para que el kurbish tenga contacto con él. A partir de ese momento, el kurbish abandonó el semblante soberbio y superado, expresando oleadas de consternación y sufrimiento, incalculables.
-Conozco esta letra. ¡Pertenece a Ilh Kalg Erd Am, nuestro primer profeta!-
-¿Tienen el resto?-preguntó Thomas, refiriéndose a la parte faltante del papiro. El Kurbish, con muchas hormigas de sudor esquiando por sus facciones agrietadas, asintió tres veces.
-¿Clement Richellier?-
-Solo los más viejos y sabios saben de las amistades de Ilh Kalg Erd Am-respondió el kurbish, que no debía tener más de 40 años-El destino es el mar, el hombre los botes. ¡No quieran saber más o la oscuridad será lo único que verán! ¡Nadie puede saberlo y continuar, cuando lo sabes y no puedes continuar, es la verdad, la vida, dándole otra semilla a tu valle!- 
-Llévanos con los ancianos-pidió Thomas-Si Querubín ve que no nos ayudas, tu destino será efímero-
El kurbish apretó los dientes y arrugó los párpados. Como musulmán, detestaba tener expectativas personales y no haber accedido a morir. Esa necesidad de prolongar su vida debilitaba su vínculo con Alah, ya que desear recibir el antídoto en manos de Querubín iba en contra de todo lo que había jurado defender. Un musulmán acepta el curso de los hechos y cuando llega el final, jamás trata de evitarlo. Se sumerge en él y acepta las consecuencias. No obstante, sentía asco de sí mismo al llevar a esos occidentales a ver el sagrado templo de los kurbish pero también tenía la vanidad personal de recuperar un pergamino escrito por el primer profeta kurbish.
La necesidad de aceptación-aprobación había escrito todas las desgracias y milagros de la historia. Era la semilla dentro de la misma raíz. No sabía mucho de Ilh Karg Elh Am. Durante su vida ese sacerdote se había dedicado a la crianza de cabras y a buscar napas de aguas, talentos de radomante que lo hicieron popular en algunas aldeas y del cual abusó alguna vez para obtener mujeres y otros placeres. El yo no era débil en él y por eso se sentía lejos de la verdad y de la pureza, frutas que estaban en manos de Alah, esperando que bajo los kurbish pudiera debilitar el yo y vivir sin miedo a partir de ese tallado constante en contra del individualismo. Pero la presencia del Querubín en cuanto lo intervino en el arroyo, destrozaba todos los templos del anterior convencimiento sembrándole ruinas de actual vergüenza. El viaje en el jeep fue interrumpido por algunas ventiscas de arena, pero por suerte el templo de los kurbish se encontraba en un sendero aislado entre dos calizales. El salitral, una exhibición constante de espejeos en ese día soleado, obligó a Gregor a colocarse sus gafas.
Todavía les quedaba la compulsión del mundo occidental al cual saborearon a través del bazar, el fumadero de narguile y ahora por el majestuoso desierto lindo para verlo pero no exactamente para caminarlo. En esa cultura, carente de intermedios, parecía que el libro se abría y todo saltaba a la luz. Eso era maravilloso al principio, pero después asustaba y asfixiaba. El libro se había cerrado y todos los demonios estaban ante ti. La sinceridad vivía más en el pensamiento que en el dicho y el alma, detrás de los ojos, se veía más vieja que el cuerpo. Esa bandera transparente-invisible parecía flamear en todos los países del mundo. ¿Cómo sacar la sinceridad del pensamiento sin quedarnos solos para siempre?
Pero desde el punto de vista de Gretel Sankief y también de Thomas Hortmanen, les costaba venerar la sabiduría de una sociedad que en la práctica era tan machista y segregadora, con sus jerarquías sociales hombre/mujer y viejo/joven, estereotipos en los cuales se oían largas peroratas de h a m y de v a j sin ser interrumpidas. Estaba todo tan predesignado y la cultura norteamericana tenía tantos parches y muros que no entraba, de modo que la juventud era más sumisa de lo esperado pero a su vez lasciva e impulsiva de lo necesario. Siempre había alguien arriba al cual alabar y alguien abajo al cual insultar, por lo que se repetía una galería de muñecos grises e insulsos en sus moldes de relación. Finalmente, superaron las saras y divisaron el templo al final del horizonte bañado por una luz tenue y cristalina, procedente, seguramente, de una gran fuente. Una vez que se detuvieron en él, con un caldo de toses, fiebres y gimoteos, el monje ingresó tras superar la breve escalinata con pasos inseguros y curvos. En tanto, los demás miembros del comité de investigación esperaron. En unos minutos apareció un anciano junto al monje joven.
-Los cristianos infieles no tienen derecho a mirar el sacro templo de los kurbish. ¡Tal ofrenda se paga con la decapitación!-señaló con el índice el anciano, de togas azules y celestes entrelazadas, mientras siete guerreros, de togas rojas y turbantes negros, desenvainaban sus cimitarras.
-Tenemos un fragmento de un texto escrito por su profeta, Il Karg Elh Am. Nos gustaría que usted traiga la parte restante para que el documento regrese a su sacro templo y vuelva a ser completo-repuso Thomas, mientras Gregor, con las gafas centelleantes, colocaba un encendedor cerca del trozo de pergamino. El anciano levantó la mano, mitigando a los guerreros protectores del templo, cuyas cimitarras estaban sedientas.
-Ilh Karg Elh Am fue uno de nuestros fundadores. Sin embargo, quería integrar las religiones islámicas con las cristianas. Evitar nuevas cruzadas, difamó a Saladino. Tuvo una amistad con un obispo, de nombre Clement, el cual le trajo un libro para que sea traducido. No obstante, no estaba en camita antiguo sino en amorreo occidental que es bastante parecido-comentó el anciano, en medio de las jorobadas dunas.
-Por su amistad con ese cerdo occidental, toda escritura y obra de Ilh Karg Elh Am fue destruida. De modo que su trozo de pergamino carece de valor para nosotros, es profano y ofensivo.  Por su amistad con Clement, Ilh Karg Elh Am fue perseguido por 8 jinetes durante 5 días, atrapado a orillas del mar y ultimado con ocho lanzas. Estaba harapiento, hambriento y polvoriento delante de una mohosa gruta, lamiendo líquenes de las rocas planas. Parecía un animal, quien pronosticaba el futuro sin fallar. Pues nadie puede elegir y cambiar su futuro, caso contrario el destino sería vida y no existe mayor insulto para el destino, fuego propio de Alah, el purísimo, quien tiene la verdad en su mano derecha y la muerte en la izquierda. Elige si amas los pozos, obedece si necesitas los puentes. Mi nombre es Rabah Al Reiji y en honor a este desierto, les pediré que se retiren así nuestras valientes cimitarras orientales no manchan estas arenas santas con su lechosa sangre occidental. Sepan que el futuro es algo más que la suma de nuestros deseos con nuestras capacidades y que el alma es superior a la balanza de lo dado y de lo recibido. Una vez que empieza, solo puedes continuarlo sin quejarte-explicó Rabah Al Reiji, delante de su templo.
Viendo que las posibilidades de dialogar eran inútiles, se retiraron en el jeep. Formada la víbora de polvo, el joven monje kurbish se acercó a Rabah Al Reiji.
-Hermano Enjia Komeni-dijo Rabah, al susodicho-usted es víctima de la ponzoña y ya no le queda mucho tiempo. En honor a sus servicios por este templo y en perdón a su error, le ofrezco el servicio de uno de mis guardianes y de su cimitarra-
-Ellos creen que no sé inglés pero buscan el apócrifo. Los escuché durante el viaje, supremo maestro. No sabemos quien escribió el apócrifo pero sabemos que fue interpretado por Ib Elh y que después de leerlo tuvo deseos de integrar la comunidad musulmana con la cristiana-tosió sangre y se arrodilló Enjia, siendo sujetado por Rabah, el cual se inclinó para tomarle los hombros, al tiempo que el sol tronaba en las alturas con sus trapos de luz disipando hasta la partícula más mínima de sombra en un sádico sudario amarillo.
-Hablaron de una logia de la sociedad de los caminantes grises. Esa sociedad aparentemente ya no está afiliada al vaticano pero sigue desempeñando su función de incinerar los apócrifos. Si el vaticano no trata de destruirla con sus templarios, significa que también acucia la destrucción del último apócrifo. Por tanto, considero que si poseemos el apócrifo, podremos obtener beneficios de parte de la comunidad cristiana. Como por ejemplo, de parte de buena voluntad, el indulto de muchos prisioneros políticos, grandes musulmanes; considerados terroristas por el mundo entero-aseveró Enjia, con voz clara a pesar de las deterioraciones de su rostro.
-Por supuesto que usaremos y protegeremos el último apócrifo para que la comunidad cristiana nos haga favores que nos permitan inclinar la balanza del jihad cuanto antes. La liberación de prisioneros políticos-mal llamados terroristas-guerreros de la verdadera causa-será solo el comienzo, hermano Enjia Komeni. No me ha respondido aun sobre el servicio de la cimitarra para poner fin a su inexorable e intensa agonía-
-No. Soportaré hasta el final. El dolor me acerca a Alah, el miedo me aleja-
-Usted se dejó sorprender por el asesino cristiano. Ha hecho un gran aporte a la causa, hermano Komeni, al escuchar esa conversación entre cristianos, que, al verlo a usted convaleciente, fueron más sinceros que de costumbre. Formaré un séquito y lo comandaré para arrebatarles el apócrifo. Lo protegeremos y a cambio de que no sea conocido por el resto del mundo, la curia infiel nos hará favores-prometió Rabah Al Reiji.
-El último apócrifo es un arma de doble filo-
-¿Por qué lo dice?-
-Hay ramas gruesas y ramas finas entre los musulmanes en el árbol del Islám. Los fundamentalistas kurbish somos incorruptibles, los flexibles extensionistas que piensan que la única diferencia entre el Corán Sacro  y la Cuestionable Biblia es la inclusión de Mahoma. Muchos querrán robar el apócrifo para demostrar alguna coincidencia entre las dos fuerzas y terminar con el jihad-murmuró Enjia, ya con dos hilos rojos asomando por sus labios.
Con tres gotas de sudor nadando por su frente, Rabah tragó saliva y cerró los ojos. En tanto, una manada de sombras, al bajar el sol, empezaba a besar las jorobas de las dunas, dejando dorados pestañeos, entre las cunetas bien formadas de esos grandes bancos de arena.
-Ya empezó, hermano Komeni. No podemos quejarnos, sólo quererlo más que nadie para que sea nuestro. Alah está de nuestra parte y nada debemos temer-repuso Rabah, con los ojos chiquitos perdidos en una inextirpable letanía. Entretanto, sintiendo una expansión de frío desde sus pies hasta su cintura, Enjia abrió la boca y agrandó los ojos, afectado por la conmoción interior. Escuchaba un caballo que se acercaba a él, solo él podía verlo cabalgando en el desierto hacia donde se encontraba, sólo él, nadie más.
-Mis hermanos, son pequeños y pobres-
-Tendrán educación y futuro-
-El sol es dorado en la meca, amarillo en Nueva York, la nueva babilonia. Dorado no es lo mismo que amarillo, ¿verdad?-temporizó su discípulo, uno de los más avezados.
-No, no lo es. Lamento haberlo puesto en el tablero, hermano Komeni. Pero 16 hurís vírgenes le esperan ahora en el paraíso. La vida es para luchar y aprender, la muerte para descansar y gozar-
-No necesito 16 hurís vírgenes para hacer lo que hice. Es lealtad, no interés. Quiero que, en cuanto usted reescriba el libro de los santos kurbish, ponga mi nombre del lado correcto-
Rabah asintió, Enjia Komeni, de origen libanés, miró el sol por última vez y cerró los ojos; el caballo ponía sus pies en el mar y no existía mejor simbolismo. El yo había muerto y la libertad dejado caer su máscara.