EL LABORATORIO
Contaba con poco equipamiento pero al menos según la opinión de Thomas Hortmanen podía asegurarse que era de altísima calidad. Un empleado moreno, con trencitas, se dispuso a analizar las muestras computadas para detectar el origen del papel de acuerdo a ese extracto.
Entretanto, Thomas Hortmanen leía el pápiro con el camita antiguo, mientras era escuchado por los demás miembros del equipo de investigación:
-En la cima de la montaña, en el agua que corre bajo el puente, en el árbol que ofrece su casa a las aves, se esconde el sortilegio donde y no dice nada más, falta un trozo de papel-explicó Thomas Hortmanen, quien anoche había soñado con su primo Ian, con el cual competía esos juegos de inteligencia para determinar la inteligencia según quién se enojara primero en esos juegos de diálogos provocadores que no le gustaban pero Ian siempre lo desafiaba haciéndolo gruñir muy fácilmente. Siempre la gente competía para medir su inteligencia controlando el enojo frente al insulto y al mismo tiempo tratando de provocarlo en el prójimo, por lo que el diálogo se convertía en una lucha y no en una evolución. Era tan triste que confundieran la inteligencia con la paciencia. Pues el político buscaba la razón y el inteligente la transformación. De modo que esos diálogos, donde quién enrojecía y caldeaba primero a quién, no medían la inteligencia sino la politicidad de los interlocutores.
-La ponzoña de Querubín está avanzando. Consulté con miles de recetólogos y labotaristas. Nadie sabe que antídoto podría cancelar estos síntomas-informó Kent Laughton, cada vez más pálido y demacrado; con estrías de sudor abriéndose con inclemencia en su rostro. Todos, en las fiestas de graduación o tertulias de sus primas, le decían que haga actuación, que sea el Pierce Brossnan de Checoeslovaquia, pero él quería ciencias históricas. Nunca fue bueno para escuchar, por eso los golpes le enseñaron bien y ciertamente un golpe enseña mejor que cien libros. 
-No lo intentes. Cuando de venenos se trata, cualquier bioquímico avezado es un sabueso insistente y capaz pero Querubín es un tigre invencible e insuperable. Es el líder de los que matan en nombre de los caminantes grises. Su conocimiento ha pasado de generación en generación. Siempre cuatro componen el grupo: norte, este, oeste, sur, todo el maldito mundo. Un querubín, el norte, tres serafines, este, oeste, sur. Así funcionan ellos-explicó Radok Tchaikosky, bebiendo agua de su botija, a fin de mitigar un poco su fiebre.
-¿Por qué no lo dijiste antes?-
-Pensé que era una fábula para asustar a los ignorantes, Gretel-
-Hay algo que debemos vislumbrar aquí, ¿la letra del manuscrito escrito en camita es de Clement? Pues si no lo es, probablemente otro se lo haya entregado y allí perderíamos la pista. Tiene aspecto Clement de haber sido una persona muy reservada y poco sociable-explicó Gregor.
-La letra no es la misma, sin dudarlo, Gregor. Temo que deberemos revisar de nuevo los escritos de Clement y ver sí menciona a alguien que le haya entregado ese manuscrito camita-explicó Thomas Hortmanen-En investigaciones como estas hay mucha desinformación para distraer- 
   
-El papel pertenece a Casa Blanca, Marruecos, de un árbol llamado ninsue. El ninsue es considerado un ser sagrado y protector del ganado. Difícilmente los marroquíes hayan aceptado exportar el ninsue para hacer papel y esos árboles solo crecen en los palacios de los nobles. Por tanto, están muy vigilados y no pudieron ser robados. Tampoco el ninsue es bueno para hacer papel, es muy amarillo oscuro-rugoso y su lectura apenas legible bajo esas condiciones. Considero que alguien, en una situación desesperada, hace miles de años, pudo haber escrito ese documento, ablandando un fragmento de ninsue a través de un proceso de humectación simple. Son 140 euros-dijo el encargado del laboratorio, con chaleco rojo, camisa blanca y pantalones negros, devolviéndoles el fragmento no escrito del papel amarillo arrugado.
-¿Ese alguien debió estar en los palacios reales?-
-Seguramente-respondió el muchacho a Thomas, luego de, bajo espectro-láser, comparar el papel con las ranuras de mil plaquetas de distinto papel. Se trataba el muchacho de un jamaiquino moreno, rastafario, pero limpio y prolijo, tanto en su expresión como en su modular.
Una vez en el avión con destino a Marruecos, todos tomaron complementos vitamínicos con los cuales atenuar los efectos de la ponzoña administrada por Querubín. No obstante, tenían mucho material de lectura que revisar para establecer una conexión superior al obispo Clement Richellier.
-¿Qué es ese armatoste, Gregor?-preguntó Gretel.
-Un escaneador ultra veloz, con acceso a internet. Escanearemos el apócrifo a una casilla de correo, con una orden de enviarla a miles de direcciones según un conteo tipo 10, 9, 8. De ese modo, podremos negociar con Querubín y él deberá darnos el antídoto-expresó Gregor.
-Por otro lado, Clement fumaba hashish del narguile. Tuvo amistades orientales y posiblemente en Marruecos se encuentre la persona que le entregó esa página escrita en camita. Quizá ese alguien le dio las copias pero no el original, posiblemente él lo haya llevado a otra parte- 
-UFF, hay índices de que Clement se rebeló a la logia de los caminantes grises y trató de proteger el apócrifo, no fue a Marruecos a recibirlo, sino a entregar el original, el asunto es a quién, uff-
-Te cuesta respirar, Gregor-comentó Gretel, con su mano a medio bolígrafo de la mejilla derecha del detective.
-Temo a los aviones, cuando se caen, ya no hay nada que hacer-
-La barba te creció, continuaremos en Marruecos-
-Me sucede algo extraño, siento que hago muy bien mi trabajo, que cuando me olvido de mí y me concentro solamente en resolver el problema, no temo, no me enojo, no sufro, no hago nada vergonzoso e indignante, ese es el punto, el quid, olvidarme de mí, todas las veces que soy agresivo, asustadizo, soberbio, insufrible, es cuando pienso en mí, cuando quiero que los demás vivan un poco por mí o hagan algo por mí, tengo que olvidarme de mí, eso podría ayudar mucho, con el carrusel, enojo, tristeza, miedo, que usted ya conoce, en mi tripolaridad-
-No veo nada malo en que quieras cosas para ti, Gregor. Te las mereces. No rechaces tu naturaleza, no te reprimas. Todos tenemos egoísmo: queremos ser reconocidos y aprobados, que nos amen y que nos cuiden. Lo necesitamos, está más allá de ti, del futuro, del pasado, de la historia, del destino, de la carne, el hueso, la piel, de todo. Negar eso solo te hará hundirte más en el remolino, Gregor. Todos esperamos algo, eso no es ni malo ni bueno, eso simplemente pasa-
-Cuando tenía 20 años-continuó Gregor, rascándose la rala barba-imaginaba que ahora a los cuarenta y pico no sé…estaría asando hamburguesas y salchichas…para mis hijos…que ellos me preguntarían de deportes, que me pedirían jugar a la pelota y que yo les respondería en cuanto termine…es decir, no quería tanto tener una pareja pero era un medio la mujer para tener hijos, pues no puedo ser egoísta, todo niño necesita una madre y no puedo criarlos yo solo tampoco, hay cosas que, como no soy mujer, no podré darles…Lo normal es un padre y una madre…La mujer era para mí un medio, quería tener hijos en realidad, eso sí lo quería y es sin dudas una asignatura pendiente que saldaré, posiblemente, en otra vida-aseveró Gregor, tragando sus pastillas del frasco blanco con tapa azul y cerrando los ojos, mientras sus mejillas se hinchaban como sapos pinchados con sal. Estaba hiperventilando.
-Son tan hermosos, sabe…Tan pequeños…Sé que después crecen, hacen sus juntas y se olvidan de ti pero cuando son chiquitos te necesitan tanto, te preguntan tantas cosas, sientes que eres…no sé como decirlo…no quiero sonar vanidoso…tal vez, importante…El mundo tiene tantos peligros, sin embargo quieres traerlos para cuidarlos, ayudarlos, dar todo por ellos…Cocinar, por ejemplo, cuando cocinas para ti no te esfuerzas mucho, cocinas lo mismo todos los días y ahorras o pides la comida hecha, pero cuando tienes hijos sabes que se enojan si comen todos los días lo mismo, así que piensas otras cosas y hay otras cosas y eso es muy bueno como verá-
-Tal vez, Gregor, es una idea loca que se acaba de cruzar por mi mente, algo así como un zorzal en el jardín, que viene, picotea y se va pero no del jardín, sigue mirando desde el paredón. Como decírtelo, tal vez no podamos ser pareja pero sí madre y padre. ¿Qué te parece si vivimos juntos, Gregor y adoptamos? Es decir, tú eres el padre y yo soy la madre-
-No es…una mala idea…admito que un poco me asusta…pero debería pensarla y considerarla…Por otro lado, si usted como dijo en esa catacumba, tuviera 30 años menos, ¿me hubiese abierto la puerta o habría hablado desde la ventana?-
-Hubiese abierto la puerta, Gregor, aunque primero te habría pedido que me esperes así encero y pulo un poco para causar una buena primera impresión-
-Somos dos solitarios incomprendidos, que tomaron malas decisiones y tuvieron mala suerte y sin embargo, siguen creyendo. Siguen buscando la estrella que se apagó hace millones de años. Por las causas perdidas, Gretel-sonrió Gregor, pegando su palma gorda en la arrugada de Gretel.
-Por las causas perdidas, Gregor. Sigamos con esto. No temas querer cosas para ti, es cierto que cuando queremos cosas para nosotros nos acercamos a la posibilidad de sentir miedo, enojo o dolor. Que cuando no queremos nada para nosotros y pensamos solo en resolver problemas, estamos tranquilos y precisos. Pero eso no es encenderse, Gregor, eso es apagarse. Quiero decir que la tranquilidad y la felicidad no son lo mismo. No reemplaces, Gregor, la felicidad con la tranquilidad. Eso no es justo para ti y para las personas que realmente te necesitan. La tranquilidad es bajar nuestras expectativas para no tener conflictos exteriores y descubrimiento interior, la felicidad es aprender a vivir con el dolor. No está lejos de él, no es su esposo, no es su hermano, es su mejor amigo, usar los ladrillos para hacer la casa y no dejarlos bajo la lona-
-Nunca tuve terapia en un avión, la barba me ha crecido, quisiera continuar con otra sesión de hipnosis-
-En cuanto lleguemos a Marruecos, te acompañaré al baño, Gregor, no te dejaré solo con esas navajas y espuma-
-Así que es su mejor amigo-dijo Gregor, en alusión al dolor, con una sonrisa cansada, mostrando algunos dientes, mientras sus pómulos seguían oscuros-cetrinos, a causa del escaso dormir. Gretel también sonrió:
-Claro, ella me lo dijo, no me mentiría-
-Si la ves de nuevo, dile que me visite de vez en cuando. Estoy cansado de llamar por teléfono y escuchar deje su mensaje. Dejaré de vivir en un departamento, usaré una de las casas que alquilo, pondré un jardín. Dile que venga a verme, que la pasaremos bien-
-Se lo diré, Gregor-
Casablanca estaba atiborrada de gente, no obstante tras gritar y silbar durante 35 minutos, consiguieron un taxi. Era incómodo avanzar en medio de jaulas con gallinas, cabras y todos los ofertantes del bazar. Los bazares de medio-oriente tenían ese bullicio que no te envolvía, sino que te cortaba y te alejaba. Todavía conservaban algunas tradiciones como esos niños que, por los techos, correteaban y arrojaban baldazos de mierda a los turistas. En tanto, la mala-atención, insulto e insistencia de los vendedores no faltaba al paisaje. Siempre estaba la presión y prácticamente te ponían la mercancía y te sacaban los billetes del bolsillo, con una prepotencia desgarradora. Se veían jovencitas bailando y gente arrojando monedas a las charolas, mientras otros jóvenes tocaban flautas y arpas donde las serpientes encantadas abandonaban las ánforas en danza zigzagueante. Conservaba ese toque del medio evo por el cual podías sentirte en otro mundo con ese freno al tiempo.
Pues los bazares de Europa Occidental en la edad media no distaban del carácter vocinglero, imperante, malhumorado y prepotente de los de medio oriente. Simplemente uno bajó la cortina y el otro quedó con la rúbrica pero fue la Europa del Medioevo la que usó el bazar para que el pueblo se distraiga con el consumo y no cuestione al gobernante. En tanto, Arabia y Turquía se copiaron de ellos pero antes no tenían bazares sino plazas de tiendas a las que podías entrar o no a comprar. Sin embargo, como el bazar estaba en la avenida principal de la ciudad, lo visitabas, te gustara o no y tenías que comprar algo para que te dejen pasar o te absorbían con sus manotazos y empujones, dejándote retenido durante horas en el mismo sitio y avanzando a paso tortuga entre la asfixiante muchedumbre. Comprabas para que te dejen ir hacia delante y abandonar el bazar, no para tener. Tenías que comprar algo para poder avanzar con una velocidad no irritante: el equipo de investigación fue víctima de ese antiquísimo mecanismo: Thomas una kodak, Radok un sombrero, Gretel una vasija, Gregor un tallado y Kent una alfombra. Te daban la mercancía y te sacaban los billetes, sin saber que habías pagado y comprado, con la necesidad de pasar rápido esa avenida del bazar e instalarte en cualquier alojamiento, la mayoría abarrotados. Así se aprovechaban de los turistas, en una técnica similar a la del Medioevo europeo británico, del que se copiaron, comentaba Thomas, con la kodak, fotografiándolos, cuando los ingleses recibían a los diplomáticos franceses que trataban de disuadirles de la guerra.
-La situación es un desastre-protestó Radok Tchaikoski-¡Un verdadero desastre! ¡En sus cartas y diarios personales el maldito de Richellier no dejó ningún nexo que nos permita saber con quién pudo reunirse en Marruecos! ¡Pero como miembro de la logia de los caminantes grises pudo haber tenido 3 de las 27 copias del apócrifo! ¡Quizá el apócrifo estaba escrito en un lenguaje que no entendía, la curiosidad le ganó y vino aquí buscando algún intérprete! ¡No lo encontró y regresó! ¡Perdemos el tiempo aquí!-
-Lo único cierto, Radok, ¡es que alguien, en camita, usando madera del árbol real ninsue, escribió algo que no fue escrito por Clement Richellier! ¡El mensaje está incompleto, le falta una parte, debemos saber con quién se vió Clemente en Casa Blanca, encontrar el extracto y completar el mensaje!-chistó Thomas Hortmanen, con un ejército de mosquitos en la cara.
    El aire en el desierto tenía color, era amarillo, como las dunas, no como el oro y tenía dedos ardientes para robarte paciencia y concentración, grano por grano, guijarro por guijarro. De alguna forma, esa aventura de encontrar el texto prohibido se convertía en una buena excusa para olvidar por unos momentos sus fracasos en los vínculos emocionales. A menudo personas con escasos vínculos personales suelen ser muy talentosas y especializadas, en determinados ámbitos de la ciencia y del arte pero más por la necesidad de escapar a cierta limitación que por la bendición de la realización propiamente dicha. Sin embargo, había que respetar (y admirar) su accesibilidad al momento de asumir riesgos.
-La cromopatía estudia la influencia de los colores en el ánimo de las personas, Kent usa su celular para fotografiar la investigación y tener documentación-
-Claro que sí, Gretel, lo hago pues, si no hallamos el apócrifo, no nos iremos tampoco sin nada en los bolsillos. Ya podemos demostrar que Santiago Cruz recibió las copias del apócrifo por accidente, que la esposa de Eduardo Tolosa y el obispo Richellier fueron agentes de la logia de los caminantes grises. Con eso seré galardonado en la comunidad académica aunque no encontremos el apócrifo, estamos encontrando descubrimientos muy interesantes y rescatables, incluyendo dos pápiros que podrían pertenecer al apócrifo original. Le sacaré el jugo a esto, no lo dudes-interrumpió Kent Laughton, mientras el taxi, a paso tortuga, avanzaba hacia el hotel que habían reservado por teléfono desde el aeropuerto marroquí.
-Déjame terminar, Kent. Ustedes omitieron un detalle muy importante, los colores de las paredes de la habitación del obispo, de las sábanas de su camastro, de sus cortinas y de sus muebles. Todas variaciones del azul: celeste, violeta, índigo. La cromopatía, que estudia la influencias de los colores en el temperamento, ¿por qué creen que todas las escuelas se pintan de verde ocre y blanco ceniza? Para que los niños quieran poco y no molesten. Como les decía, el color azul y sus variaciones son de personas que buscan conservar la serenidad con la constante concentración sin relajarse por completo pero tampoco presionarse demasiado. Son colores usados por quiénes buscan algo importante y por ende difícil. Eso quiere decir que Clement Richellier buscaba el apócrifo original como nosotros pero apenas recibió unas copias. No sabía donde estaba el original pero avanzó más lejos que nosotros en la búsqueda sin dudas, ese sacerdote al cual le gustaba el hashish. Su narguile dice casa Ab Assare, 1792. Lo compró allí, no se lo regalaron. ¿Desde cuándo un musulmán compartiría con un cristiano?-
-Pudiste decir lo de la casa del Narguile al principio y no exponer su basura presuntuosa de psicoterapeuta. Lo importante fue lo último, lo de la cromopatía fue para presumir-objetó Radok-¡Señor, a Ab Assare! ¡Ese hotel puede esperar!-dijo al sujeto del turbante.
-Bel Krasam es mejor que Ab Assare, antes era el mejor pero  ha decaído con el correr del tiempo, por cerrarse a los extranjeros y seguir con diplomáticos locales. Las tradiciones dan respeto, no dinero, decía mi padre, el camellero-
-Dije Ab Assare, no Bel Krasam, ¡vamos a investigar, no a drogarnos!-chistó Radok.
-A Ab Assare, mucho querer, poco saber, lindo mapa para caer, dijo mi tío, malabarista- comentó el taxista, parecido a Apu, de los simpsons. En 30 minutos, gracias a que el taxista conocía atajos, llegaron a la casa más importante de Ab Assare. En ella los atendió un hombre con la cabeza afeitada y el cuerpo totalmente escuálido. Se veía entre columnas y cojines el fumadero, donde los narguiles burbujeaban profiriendo la relajación absoluta entre sus anónimos fumadores.
-Sí, fue construido en esta casa. Es una edición especial cascabel. Sin embargo, no llevamos aquí registros de clientes que asistieron a Ab Assare hace 300 años y se robaron instrumentos de nuestra prestigiosa casa que no están a la venta-
-Se trata de un obispo del vaticano, no pueden haberlo olvidado-replicó Kent Laughton. Sin embargo, decidió Gretel desviar la conversación hacia otro punto:
-He observado a muchos hombres con togas marrones y amarillas entrelazadas, respetando las tradiciones marroquíes-
-rifeñas-corrigió el administrador del lugar.
-Rifeñas-continuó Gretel-¿existe por casualidad algún vestuario que use entrelazados celestes y azules?-
-Los kurbish-farfulló el administrador.
-¿Quiénes son los kurbish?-preguntó Gregor. El administrador dominaba el inglés.
-Son sacerdotes intelectuales que se dedican a interpretar las enseñanzas del Corán. Visten azul del agua para dar testimonio a la necesidad como base de la historia y celeste del cielo como propósito del espíritu-continuó el administrador.
-¿Todavía existen?-preguntó Gregor.
El administrador asintió. Más allá, por medio de miradas de soslayo, Radok observaba como todos aspiraban de los narguiles, entre cojines rojos y amarillos, con total parsimonia y distensión. Había entre las columnas grabados arábigos de luchas entre espadachines, genios salidos de la lámpara y enamorados volando en una alfombra, por lo que ese emporio para el vicio se había occidentalizado bastante, al parecer.
-No estará bromeando con turistas ingenuos, ¿verdad? Pues le aseguro que somos personas respetables y destacadas del mundo académico europeo-sonrió Radok Tchaikosky.
  Sin embargo, el administrador, con un vocifero, puso un libro sobre la mesa y lo abrió en cierta página mostrando una foto en color sobre los monjes kurbish.
-Vienen aquí a menudo. Su templo queda en el valle de Mossar, kilómetro 49-explicó el administrador, apagando todas las suspicacias de Radok-Ahora, con permiso, debo atender clientes que vienen a gozar y no a curiosear-terminó el administrador, que al parecer no tenía interés alguno de cobrarles alguna comisión por la información brindada. Gretel, que era la primera vez que pisaba un país de medio-oriente, notó una diferencia trascendental al compararlo con la vieja Europa. La velocidad y el bullicio estaban solamente en las calles, en cambio cuando se ingresaba dentro de una casa o de un edificio el ritmo era totalmente distinto, con más lentitud y pausa, ideales para la reflexión y la contemplación. Podía hacer esa separación entre espacio público y privado; en tanto Europa occidental, si bien tenía cambios de vértigo entre un espacio abierto y otro cerrado, todavía continuaba con la tensión en los dos lados. Pero eso no ocurría en el oriente, era como pasar de un mundo a otro, no había tensión en los espacios cerrados, que realmente se dedicaban al necesario hedonismo. Se podía descansar en Arabia, sentir que se tenía una vida y un tiempo propio. Por otro lado, la fricción en países europeos o americanos se proyectaba en espacios tanto públicos como privados, quizá se aminoraban de pu a pri pero no había ese corte, esa pausa, ese viaje completo que ofrecía la vida del oriente que lograba una separación mucho más profunda y completa, capaz de elevar la renovación por encima de la conceptualización.   
Cansados, los miembros del equipo privado de investigación regresaron al hotel y prometieron visitar el templo al día siguiente. Gretel tenía problemas de adaptación, aun tenía algunos arrebatos quinceañeros, como el hecho de proponerle un nombre al grupo, idea que no tuvo mucho asidero entre los otros miembros o comprar un cincel y escribir en una pared gris Gretel estuvo aquí, ya lo había hecho en Lucerna, lo repitió en Nantes y no olvidó esa costumbre en Casablanca, de escribir su nombre en alguna pared gris, con sombra. Thomas Hortmanen, con manos en los bolsillos, se acercó a Kent Laughton y mientras dormitaba en el sillón, escuchó Gretel retazos de la conversación.
-Ella estorba, Thomas. Es vieja y piensa que estamos en una secuela de Indiana Jones-
-Cada cual ve esta experiencia a su manera. Pero ella rinde y obtiene resultados, evento que no puedes destacar, Kent-
-Eso no importa, Thomas. Tal vez acertó con lo de los colores y lo de la letra, llevándonos a Eduardo Tolosa y al templo de los Kurbish. De todos modos, habrá un momento donde los miembros de la sociedad de los caminantes grises aparecerán a arrebatar el apócrifo y no podremos dividirnos entre protegerla a ella y defendernos de ellos. Somos antropólogos, no agentes secretos, Thomas-
-Esperaba este tipo de declaración de tu parte, flemático británico. Pero esa mujer tiene más agallas de las que supones. Además si se va ella, se va Gregor. Que la sigue como si fuera un hijo de otra vida. Gregor es el único apto para situaciones de peligro que indudablemente afrontaremos-
-Aun no me convences, Thomas. Tenemos un tri-polar y una vieja bibliotecaria como mejores cartas. Nosotros establecimos la conexión de Santiago Cruz y el resto se dio por inercia. Pero no estoy aquí para discutir méritos pasados sino para calcular posibilidades futuras. Tenemos bombas de tiempo en nuestros cuerpos. ¡Alguien tiene los antídotos y no sabemos si está mintiendo!-
-Ey, ¡no descargues tu incapacidad de manejar la presión con los defectos de los integrantes del grupo! ¡Yo traduzco lo que ustedes no pueden entender, Gretel usa la psicología para ver entre líneas y Gregor deduce cuando la información no es suficiente y necesitamos dar otro paso, más Radok y tú solo se quejan o piensan que todo será imposible!-
-¡Sabemos más de la sociedad de los caminantes grises que ustedes! Por ejemplo Querubín siempre ha envenenado personas para que estas sirvan a la logia, las chantajeó de esa forma y en cuanto fueron útiles, les permitió vivir otorgándoles los antídotos a tiempo. Por lo tanto, la logia nos tiene en sus manos y pretender invertir la situación ¡es darle más argumentos a Querubín para que no traiga los antídotos consigo! ¿Crees que esa morsa borracha vestida de Gregor podrá contra uno de los dos o tres mejores asesinos del mundo, contra Querubín? ¡No seas ridículo, Thomas!-
-El ridículo eres tú. El temor te hace perder todos los modales y principios que alguna vez juraste defender en Cambridge. Querubín es solo un hombre, la logia de los caminantes grises es solamente un grupo. ¡El temor favorece la repetición de los hechos y la siesta del alma!-
-Otra vez con tus idealismos, Thomas. Pero esta vez no me atraparás, no entraré a la calesita contigo. Dile a esa anciana que después del templo de Kurbish no la necesitamos y que puede regresar a Praga. En tanto, a Gregor simplemente le pagaremos por qué no hay otro para ayudarnos-  
-Qué egoísta eres, Kent. Pero díselo tú. Y no olvides que ella también sufre de la ponzoña, por tanto merece estar cerca de Querubín si existe una ínfima posibilidad de salvarse, de salvarnos-aseveró Thomas, empujando al antropólogo inglés, el cual empezó a sonreír y puso manos en jarra.
-Gwen te dejó y se fue conmigo. Nunca pudiste superar eso, ¿verdad? Yo no tengo la culpa. Querías tener a Gwen y a los libracos a la vez. No elegiste, fuiste muy goloso-
-No vuelvas a mencionar ese asunto-
-¿Por qué no? Si sabemos que es por Gwen-
-En serio, Kent. No vuelvas a hablar de ese asunto. Gwen es parte del pasado. No tiene sentido hablar de ella-
-Al menos yo la probé, ¡tú miraste el juguete detrás de la vidriera JA, JA, JA!-bromeó Kent, cretinada con la cual recibió un puñetazo en la barbilla, cayendo de sorpresa, sobre la alfombra.
-Te avisé, Kent-
-Su tatuaje con forma de mariposa al final de su femoral izquierdo, de orquídea al final del derecho ja, ja, ja-se relamió el británico, como si fuera un italiano frente a una muestra gratuita de pastas y salsas.
-¡Detente, maldito, detente ya!-repuso Thomas, cogiendo un cuchillo de la cocina, al tiempo que Kent se sentaba y se pasaba la mano por la boca.
-Las hadas delante de sus perfectos pezones con forma de timbre, mi zona favorita, ¿qué harás? ¡Sólo lo mostrarás, nunca me lo clavarás!-dijo Kent, en referencia al cuchillo que Kent regresó a la cocina, suspirando profundamente, mientras repetía ella y tu no valen la pena, son la misma mierda, no valen la pena, son la misma mierda.
-Toma un vaso de leche y date una ducha fría, idiota-sentenció Kent, dirigiéndose al baño, con un par de muelas flojas.
Entretanto, cuando se retiraron ellos dos, Gretel observó más allá del balcón. En él se encontraba Gregor Piorzeneki, bebiendo de una botella de cerveza, conforme observaba una fotografía de mujer. Una mujer de cabellos lacios y cara abierta, redonda como la luna de Estambul y ojos azules como el mediterráneo en un día huérfano de nubes.
-Te amo, te pedí mucho, lo arruiné, no te dejé respirar-decía con voz baja y barrosa, confiriendo otro trago.
-Te temo, me harás otro y ¡ya no podré regresar!-continuó, entonando otro trago, al aumentar el arco de su voz.
-¡Te odio, sólo tú y sólo tú, nunca yo, nunca!-agregó, inclinando su espalda hacia delante, mientras doblaba la foto con sus yemas, sufriendo la tri-polaridad. 
-Es tan difícil sin ti-lloró Gregor, tapándose la mitad del rostro con la mano-nada tiene suelo y las alas carecen de fuerza para un tan pesado cuerpo como el mío-
-Voy a pedirte perdón y ofrecerte una nueva vida- 
-Voy a olvidarte y a buscar a otra-
-No, mejor voy a matarte, ¡no soporto que otro te tenga! ¡Así que no te irás sola!-
-Nunca encontraré otra como tú, lo mejor es cerrar la puerta, sentarse y mirar tu foto en la pared-
-El problema, el gran problema es que necesito que seas más que una foto-
Ángeles, demonios, redentores, condenados, agua, fuego, nieve y viento sobre el rostro alma en el irrompible mundo del absurdo silencio. Gregor, casi ahogado, abría la boca pero sus palabras, ya a esa altura, con tanto alcohol ingerido, eran ininteligibles. Solo quedaban unas palabras, casi en cántico, vuelve, vuelve, eres la pulpa, soy la cáscara, vuelve, vuelve, eres la pulpa, soy la cáscara.