13

Cuando Ek hubo emitido su mensaje a través de la red telepática juvenil para informar de la situación y pedir que buscaran a los humanos secuestrados, se empleó a fondo en controlar la reacción en cadena de las bostonianas, producida por el zelithium 110 y el cuarzo hiperzoideo.

La masa crítica que estaba alcanzando la reacción era algo que los científicos de aquel planeta podían medir fácilmente mediante sus avanzados instrumentos, como lo demostraba aquella multitud que se había congregado fuera de la nave.

Sally ya había hecho saber que exigía la liberación inmediata de sus amigos y amenazó con hacer volar por los aires la estación espacial si sus demandas no eran atendidas al pie de la letra.

Sin embargo, Adam y Watch todavía no habían sido conducidos hasta el espacio puerto.

Sally suponía que la reacción en cadena debería aproximarse peligrosamente a su punto crítico antes de que los alienígenas comprendieran su amenaza iba en serio y aceptaran su petición.

El problema era que la reacción en cadena puesta en marcha por el pequeño alienígena estaba alcanzando su punto crítico con demasiada rapidez.

Según Ek, el reactor explotaría sin remedio cuando las partículas cuando las partículas bostoniana alcanzaran el nivel 84.

Ahora se encontraban en el nivel 65.

Además, Ek no creía que pudiese detener la reacción cuando ésta hubiese sobrepasado el nivel 80.

Se habían repartido las cartas y uno de los jugadores, en este caso jugadora, se había marcado un farol.

—Tenemos suerte de que no hayan intentado desintegrar la escotilla de acceso a la nave-murmuró Cindy, observando las distintas vistas que del muelle ofrecían las numerosas pantallas de la nave.

Ek miró hacia las pantallas.

“Tienen miedo de que aceleremos la reacción en cadena si intentan tomar la nave por asalto”.

Sally continuaba paseándose arriba y abajo. La tensión se hacía insoportable por momentos.

—No nos iremos sin ellos-sentenció Sally.

—No te comprendo-dijo Cindy—.Hace un momento estabas dispuesta a regresar a la Tierra sin ellos y un segundo después has tomado la determinación de sacrificar millones de vidas para conseguir que los liberen.

—Una chica tiene todo el derecho del mundo a cambiar de opinión-dijo Sally tranquilamente.

—¿Crees que tu gente está dispuesta a sacrificar esta estación espacial para impedir que Adam y Watch escapen? —preguntó Cindy a Ek, en un estado de absoluta desesperación.

“Creedme, me gustaría poder decir que no. Nosotros valoramos la vida. No puedo comprender por qué razón se comportan de un modo tan obstinado”.

Ek observó una vez más los instrumentos de control.

“Hemos alcanzado el nivel 72”. —¿Ya?— preguntó Cindy cada vez más preocupada por aquella situación extrema que parecía escapárseles de las manos sin remedio.

“La reacción se acelera a medida que se acerca a la masa crítica”.

—¿Cuánto tiempo nos queda? —quiso saber Sally.

“Para detener la reacción…tal vez sólo tres o cuatro de vuestros minutos terrestres. Para explosión, cinco minutos”.

—Tenemos que detener la reacción-resolvió Cindy.

—¡Ni hablar!¡No lo haremos! —replicó Sally con una gran determinación—.¡Un farol no funciona a menos que seas capaz de llevarlo hasta sus últimas consecuencias!

—¡En el pantano, cuando te echaste aquel farol, sólo arriesgabas un montón de piedrecitas! —gritó Cindy al borde de la histeria—.Aquello no era apostar… ¡Esto sí!Ahora estás poniendo en peligro nuestras vidas.

—La gloria no se alcanza sin riesgo-dijo Sally, aunque ya no parecía tan segura de su posición. Hizo una pausa en su constante recorrido y se tomó unos minutos para meditar—.Ek, hace ya un rato que no observas tu plano computarizado para controlar dónde se encuentran los seres vivos. Por favor, vuelve a echar un vistazo ahora.

—¿En qué estás pensando? —preguntó Cindy.

—Tal vez los alienígenas no saben dónde se encuentran Adam y Watch. En ese caso no estarían en condiciones de conducirlos hasta la nave, como les hemos exigido.

—¡Pero eso es imposible! —exclamó Cindy.

—No, si han conseguido escapar-respondió Sally.

Ek volvió a intentarlo, y una vez más le fue imposible localizar a Adam y a Watch.

Pero ya no era necesario. Mirando a través de las pantallas del platillo los alrededores del muelle donde estaba atracado, a Cindy le dio un salto el corazón.

—¡Allí están! —gritó Cindy—.¡Son Adam y Watch!

Sally dio un salto y agitó el puño en el aire como si festejara una victoria.

—¡Sabía que el farol funcionaría!

—¡No! —replicó Cindy de inmediato—.Los alienígenas no los traen voluntariamente. Adam tiene un arma y apunta con ella a la multitud. Seguramente te han escapado.

—Tal como yo sospechaba-añadió Sally, volviéndose hacia Ek—.Y ahora, Ek, quiero una emisión sonora, conecta la frecuencia que corresponda.

“¿Qué?”.

—Quiere hablar con el exterior-le explicó Cindy. —¿Es posible?

“Sí, claro-dijo Ek, presionado un botón en el panel de control. —Habla y todos te oirán”.

—¿En qué nivel se encuentran ahora las famosas bostonianas? —preguntó Cindy a Ek.

“En el nivel 75. Nos quedan menos de dos minutos para detener la reacción en cadena”.

Sally carraspeó y habló en voz alta y clara.

—Adam, Watch, aquí la capitanía Sara Wilcox de la Nave Estelar Ovni. Me complace comprobar que habéis conseguido escapar y apruebo vuestros ingeniosos recursos para lograr vuestra liberación luchando contra un enemigo absolutamente superior en número. Sin embargo, me siento en la obligación de informaros que hemos activado una bomba nuclear y mi nave está a punto de hacer explosión en dos minutos. Todo cuanto se halle en un radio de 1500 kilómetros quedará completamente destruido. Cambio y corto.

En el exterior de la nave, cerca del muelle, Adam y Watch se miraron estupefactos ante aquel mensaje inesperado.

—Creo que el poder se le ha subido a la cabeza-dijo Watch, mirando a su amigo.

—¿No se estará marcando un farol? —preguntó Adam.

—Eso espero-respondió Watch, haciendo un gesto que abarcaba a la multitud que rodeaba el platillo volante. —Creo que pretende asustar a esos tipos para que nos permitan marcharnos de aquí sin problemas.

Zhekee 191 se agitó inquieto.

“Vuestra amiga me está empezando a asustar. Si de mí dependiera os dejaba marchar”.

Adam hizo un gesto de asentimiento sin dejar de apuntar a la multitud con su pistola lanzarrayos.

—No sé qué hacer. En realidad, no puedo disparar esta cosa. Podría herir a alguien.

—Alguien tendrá que dar marcha atrás-afirmo Watch en tono sombrío, —o de lo contrario muy pronto ninguno de nosotros sentirá ya el menor dolor.

Dentro de la nave, Ekwee 12 informó a Sally que habían saltado al nivel 78.

“Nos queda menos de un minuto”.

—¿Por qué no nos dejan marchar? —preguntó Sally, cada vez más exasperada—.¿Acaso no se dan cuenta de que no estamos bromeando?¿Es que quizá prefieren morir?

“No lo entiendo, te lo aseguro. En primer lugar, no puedo comprender por qué os han secuestrado, ya os he que eso es completamente ilegal”.

—¡Hay que detener la reacción en cadena! —chilló Cindy una vez más—.¡El farol no ha funcionado!

—No podemos detenerla ahora. No vamos a echarnos atrás. Si lo hacemos, jamás saldremos de aquí con vida.

“Hemos saltado al nivel 79”.

—¡Prefiero continuar aquí con vida que acabar muerta! —gritó Cindy espantada.

—¿Cómo estás tan segura de que nos dejarán con vida? —le preguntó Sally.

—¡Hay que parar esto! —chillo Cindy—.¡Y tengo tanto derecho a decidir como tú sobre esta cuestión! ¡Ek, hazlo, presiona el botón!

“¿Qué botón se supone que debo presionar?”.

—¡Espera! —exclamó Sally.

—¿Esperar a qué? —gritó Cindy—.¿A la muerte?

—¡Entonces hazlo! —replicó Sally amargamente, dándose la vuelta; y luego, con infinito desprecio, añadió—: La rendición…Sólo sirves para eso…

Cindy se volvió decidida hacia el panel de control y se situó junto a Ek.

—¡Interrumpe la reacción ahora mismo!

Las manos de cuatro dedos de Ek se movieron velozmente por el complicado panel de control. Luego se sentó erguido e inmóvil, mirando los instrumentos y aguardando alguna modificación en el curso de la reacción en cadena.

Al cabo de unos segundos levantó su gran cabeza y miró a Cindy a los ojos. Todo su cuerpo tembló sin poderlo evitar.

“Es demasiado tarde”.

—¿Qué? —dijo Cindy en un susurro.

“Hemos saltado al nivel 81. Nada puede detener ya la explosión de la bomba”.

Cindy experimentó una sensación de horrible vacío, como si la vida se alejara de su cuerpo.

Miró a Sally, que le daba la espalda.

—Bien, has conseguido lo que te proponías. Estamos condenados.

Sally se estremeció, pero en seguida se rehízo. Se giró hacia Ek con expresión firme.

—¿Puedes conducir esta nave fuera del muelle? —preguntó—. Si les decimos que no podemos detener la explosión y nos dejan marchar, nos quedará tiempo suficiente para salir de la estación, ¿no?

Ek consultó sus instrumentos.

“Sí, todavía puedo maniobrar la nave. Si nos dejan marchar puedo conducirla fuera de la estación espacial antes de que se produzca la explosión”.

—Díselo a los tuyos-propuso Sally—.Envíales un mensaje firme y claro. ¡Y date prisa!-Luego se acercó hasta donde se hallaba su amiga y apoyó una mano sobre su hombro—.Sal del platillo. Ek y yo lo conduciremos fuera de aquí. Fui yo quien le metió en este lío y si él ha de morir, yo moriré con él.

Cindy palmeó la mano de su amiga.

—Sally, nunca dejas de sorprenderme. Eres tan valiente…

Ek dio un brinco.

“Han abierto las puertas exteriores de la estación espacial para que podamos salir fuera. He programado la nave para que se dirija hacia el espacio exterior. No es necesario que nos quedemos aquí. Nadie tiene por qué morir”.

—En realidad-admitió Sally con una ligera sonrisa, —esperaba que dijera algo por el estilo.

Liberaron a los seis guardias que permanecían encerrados en el puente inferior de la nave y los nueve saltaron al espacio puerto y se alejaron por el estrecho muelle de embarque.

Apenas bajaron, la nave partió de inmediato a una velocidad de vértigo. Sólo alcanzaron a ver un relámpago de luz atravesando las grandes puertas exteriores de la estación espacial y una fracción de segundo después había desaparecido.

Transcurrió un minuto eterno durante el cual, tanto los humanos como los alienígenas, contuvieron la respiración.

Sally y Cindy aguardaban una espantosa onda expansiva que, sin embargo, no se produjo. Una sensación de increíble alivio recorrió a la multitud allí reunida. El peligro de desintegración había pasado.

Ek explicó con una gran serenidad que la nave había hecho explosión muy lejos, y que no revestía la menor consecuencia para su mundo.

—¿Cómo es que no hemos sentido nada? —preguntó Sally—.¿Fue una explosión muy poderosa?

“Sí, pero la nave es muy veloz y el estallido se produjo a una gran distancia de aquí. Además, en el espacio no se producen ondas expansivas. No hubieseis sentido nada a menos que la explosión se hubiese producido aquí mismo”.

Sally asintió. Su rostro revelaba ahora la tensión de las últimas horas y su expresión era de enorme fatiga.

—Bien, entonces todo ha terminado. Nos han hecho prisioneras también a nosotras.

La multitud se apartó para que, finalmente, los cuatro amigos pudieran reunirse.

Adam entregó su arma. No tenía sentido conservarla después de haber comprobado que ni siquiera la amenaza de estallar una bomba nuclear había persuadido a los alienígenas para que los liberaran.

Los chicos recibieron a Sally y Cindy con afectuosas palmadas en la espalda.

—Gracias por venir a buscarnos-dijo Adam.

—Ha sido el mejor farol que he visto en mi vida, Sally. Hasta yo me lo hubiera tragado-confesó Watch.

Sally movió la cabeza en un gesto de negación.

—No, tú no, Watch, eres un jugador demasiado frío para caer en uno de mis trucos.

Watch lanzó una mirada a Adam.

—Yo no he abierto la boca-dijo Adam a la defensiva, pero con una expresión de complicidad.

Y en verdad, no había nada que decir.

Un grupo de guardias se hizo cargo de ellos bajo la amenaza de sus armas. El mensaje estaba muy claro: iban a ser trasladados nuevamente a las jaulas de aquel zoológico, o laboratorio, o lo que fuera.

Ekwee 12 y Zhekee 191 intentaron protestar, pero fueron apartados bruscamente por las fuerzas de seguridad.

Adam se preguntó qué castigo aguardaría a sus jóvenes amigos alienígenas. Se sentía casi tan mal por aquellos extraterrestres como por el destino que les aguardaba a ellos mismos.

Además, habían estado tan cerca de conseguirlo que la frustración hacía todavía más amarga la derrota final.

Sin embargo, no todo estaba perdido.

Por todo el espacio puerto, tal vez en cuarenta o cincuenta niveles diferentes, comenzaron a aparecer jóvenes alienígenas. Al principio eran sólo unas cuantas decenas de criaturas, pero enseguida se reunieron centenares de extraterrestres.

En un par de minutos, mientras Adam y sus amigos permanecían inmóviles, atónitos ante aquél espectáculo inesperado, el número ascendió a varios millares. No había uno solo entre ellos que superara los setenta centímetros de estatura, pero el mensaje telepático combinado de todos ellos fue muy claro y contundente.

“¡DEJAD MARCHAR A LOS HUMANOS! ¡NO NOS HAN HECHO NINGÚN DAÑO!”.

Ek se zafó de los guardias que lo rodeaban y corrió a reunirse con sus amigos terrícolas.

Sus pensamientos brotaban en medio de una gran excitación.

“Éstos son mis amigos de la red telepática juvenil. No vamos a permitir que se lleve a cabo esta injusticia. Están reclamando vuestra liberación”.

Adam rió de buena gana.

—Incluso nosotros, simples y corrientes humanos, somos capaces de comprender el significado de ese tipo de mensaje mental. La pregunta es ahora la siguiente, Ek: ¿aceptarán las autoridades de tu mundo vuestras exigencias?

“Tendrán que hacerlo. En nuestra cultura los niños votamos”.

—Eso es estupendo-exclamó Sally—.Si en nuestra cultura ocurriera lo mismo yo sería presidenta.

Transcurrieron algunos minutos mientras las autoridades de aquel mundo se congregaban en el espacio puerto. Los guardias todavía sujetaban a los cuatro amigos. Sin embargo, a medida que pasaba el tiempo, más y más jóvenes alienígenas se sumaban a los allí presentes.

Las autoridades miraban a aquella creciente legión de pequeñajos y parecían sentirse cada vez más incómodas.

El mensaje telepático de los jóvenes extraterrestres les llegaba como una refrescante onda de racionalidad imposible de ignorar.

Por fin, un alienígena alto, vestido con un traje dorado, se llevó a Ekwee 12 a un lado. Conferenciaron durante un par de minutos y luego Ek, literalmente, se precipitó hacia el lugar donde permanecían sus amigos de la Tierra.

Cogió con gran entusiasmo las manos de Sally y Adam y los miró con sus grandes ojos oscuros. Una vez más, la pequeña criatura trató de sonreír. Hizo un gran esfuerzo y en esta ocasión consiguió que su gran rostro triangular expresara auténtica satisfacción.

“Han accedido a nuestra petición y permiten que os marchéis. Me han pedido que me ocupe personalmente de llevaros de regreso a vuestro hogar”.