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Tal cómo Sally había pronosticado, había cuatro guardias esperándoles cuando el platillo atracó. Sally había persuadido a Ek para que los dejara entrar y, siguiendo el plan trazado, las dos amigas los dejaron sin sentido con sus armas y los encerraron en el puente inferior de la nave, junto a los otros alienígenas.
Todos experimentaron un gran alivio al comprobar que no aparecían más guardias en escena. Quizás Ek no estuviera del todo equivocado, su gente no parecía muy experta en temas de seguridad.
En todo caso lo importante era que Sally, Cindy y Ek tenían tiempo para poner manos a la obra. Por desgracia, Ekwee 12 no hacía muchos progresos con el plan que había elaborado de tan buena fe. Hacía ya una hora que habían atracado y todavía no había sido capaz de localizar a Adam y a Watch. Los estaba buscando a través de una especie de plano computarizado que había proyectado en una pantalla tridimensional de ordenador, situada a la izquierda del panel de control del platillo volante.
Ek les explicó que en ese plano supuestamente te registraban todos los seres vivos que hubiese en la estación.
“No comprendo por qué razón no aparecen”.
—Por lo que yo te explicaré-refunfuñó Sally, mientras se paseaba de un lado a otro, detrás de Ek—.Deben de existir áreas restringidas en la estación espacial. Olvídate de tu plan. Limítate a emitir un informe explicando cuanto ha sucedido, a través de tu red telepática. Tal vez alguno de los cabezones, quiero decir… alguno de tus colegas en la red tenga idea acerca de dónde se encuentran.
—No estoy muy segura de que sea una buena idea-intervino Cindy—.En el instante mismo en que Ek emita esa información, esto se llenará de guardias.
Sally estaba nerviosa.
—Ya lo sé no soy tonta. Pero los guardias igualmente acabarán apareciendo tarde o temprano y al menos habremos conseguido enviar el mensaje. Cuando nos arresten ya no tendremos oportunidad de hacerlo. Seguro que nos ejecutan de inmediato.
“En nuestra cultura no existe la pena de muerte”.
—Tú no tienes la menor idea de lo que tu cultura ha puesto en marcha detrás de las puertas cerradas-replicó Sally en tono seco y cortante; luego, tras una breve pausa de reflexión, añadió: —¿De qué manera podemos protegernos dentro de la nave? Me refiero cuando vengan a buscarnos.
“Podemos cerrar la puerta. Pero si lo desean, pueden destruirla en pocos segundos”.
—¿Se pueden poner en funcionamiento las armas de la nave mientras está atracada? —quiso saber Sally.
“No creo que sea una buena idea. Son muchos los que podrían resultar heridos”.
Sally puso los ojos en blanco, exasperada.
—Claro, como si a mí me preocuparan unas cuantas bajas. Escucha, Ek, no soy una persona violenta por naturaleza, pero vosotros fuisteis los que empezasteis con esto y yo sólo procuro acabarlo de una buena vez. Cuando aparezcan las autoridades de la estación, necesitamos algo con qué frenarlos, hasta que rescatemos a Adam y a Watch. Mejor todavía, necesitamos algo que les obligue a devolvernos a nuestros amigos, algo que podamos utilizar como farol.
“¿Qué es un farol?”.
—Es lo que haces para ganar una partida de póker-le explicó Sally, señalando hacia el suelo del platillo—.Esta nave tiene una aceleración que alcanza la velocidad de la luz en dos horas, ¿no es así?Bien, entonces debe contar con un motor muy potente, ya sabes, una gran fuente de energía.
“Nuestra nave espacial está impulsada por la desintegración espontánea de un elemento llamado zelithium 110. No aparece en vuestra tabla periódica de los elementos porque no existe en la naturaleza, solo en la corona de las estrellas azules extremadamente calientes. A medida que este elemento se desintegra en el interior de una cámara de cuarzo hiperzoideo, irradia partículas subatómicas que denominamos “bostonianas”. Son muy poderosas pero también muy inestables, a menos que sean controladas debidamente”.
Sally miró estupefacta a su amiga.
—No me he enterado de nada-reconoció Cindy.
—¿Has dicho que las bostoniana son inestables? —preguntó Sally-Mejor. La inestabilidad hace surgir lo mejor de mi personalidad. Dime, Ek, ¿podemos utilizar ese material para confeccionar una bomba?
Ek parecía todo lo preocupado que un alienígena carente de expresión podía estar.
“Sí. El cuarzo hiperzoideo puede ser manipulado de modo tal que la desintegración de las bostonianas alcance una masa crítica”.
—¿Y qué ocurre cuando se alcanza esa masa crítica? —preguntó Sally.
“Se produce una enorme explosión”.
—Dime, Ek… ¿crees que esa explosión sería tan poderosa como para destruir la estación espacial? —insistió Sally.
Ek tuvo un momento de vacilación antes de responder.
“Sí, y también destruiría otras muchas estaciones y naves que se hallaran en las proximidades”.
—¿Serías capaz de controlar la desintegración de las bostonianas de modo que no saltemos por los aires? —preguntó Sally.
“Sí, aunque no conozco el proceso demasiado bien”.
—¿Puedes interrumpir la reacción en cadena una vez que se ha iniciado?
“Sí, con un poco de suerte…”.
—Bien, ahora dime una cosa…¿Si pones en marcha esa reacción en cadena se enterarían las autoridades que se hallan en la estación espacial?¿Tienen instrumentos capaces de detectarla?
“Sí”.
—¿Se asustarían?
El pequeño alienígena inclinó la gran cabeza sobre el pecho.
“Sí, mucho. Pueden morir millones de seres”.
Sally sonrió feliz ante el sombrío pensamiento que cruzaba la mente del joven alienígena.
—Ek, yo no deseo matar a nadie. Sólo pretendo que tu gente te asuste lo suficiente como para liberar a Adam y a Watch. Sin embargo, cuando llegue el momento de la negociación tengo que convencerles de que soy una completa chiflada de Fantasville, tan capaz de volar esta estación espacial y matar a millones de seres, como de echarse a nadar para refrescarse en el pantano de su pueblo. ¿Lo entiendes?
“¿Qué es Fantasville?”.
—El sitio de dónde venimos-le explicó Sally—.Y tú y tus compatriotas sois sólo uno de los motivos por los que el pueblo lleva ese nombre, y ni siquiera el peor, te lo aseguro. Y ahora, por favor, emite tu mensaje telepático sobre Adam y Watch y pon a punto tu bomba bostoniana. Ve lo más deprisa que puedas. Aún no he perdido la esperanza de volver a tiempo para dormir en mi propia cama.
Cindy hizo un gesto dubitativo con la cabeza.
—Sally, estás jugando con fuego-advirtió a su amiga.
—Tú no lo entiendes, Cindy-replicó Sally, frotándose las manos presa de una gran excitación—.Yo siempre juego para ganar.