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Adam y Watch fueron conducidos hasta un recinto parecido a un vestuario donde les indicaron mediante órdenes telepáticas que se desnudaran y ducharan con un extraño líquido de color naranja.

En realidad, después de la excursión en la bicicleta y la pelea contra los alienígenas, la ducha les resultó muy estimulante.

El líquido estaba caliente y olía muy bien. Adam se sintió feliz de poderse lavar el cabello.

Sin embargo, mientras disfrutaban de la ducha, sus ropas desaparecieron. En su lugar hallaron un par de monos del tipo que visten los paracaidistas, de color tostado, muy similares a los que llevaban los alienígenas, sólo que varias tallas más grandes.

A Adam y Watch no les importó el cambio de atuendo ya que ninguno de los dos se sentía particularmente interesado por la ropa.

Se vistieron con rapidez, disfrutando del tacto suave de aquel material contra la piel. El único problema era que las gafas de Watch También habían desaparecido. Watch, con la ayuda de Adam, las buscó por todas partes, a tientas por el vestuario.

Los dos guardias se mantenían rígidos e inmóviles como estatuas, sosteniendo con firmeza sus pistolas lanzarrayos.

Al cabo de un rato, Adam se hartó de aquella búsqueda infructuosa.

—Está bien-dijo, enfadado—.¿Qué habéis hecho con las gafas de mi amigo? Las necesita. No puede dar un solo paso sin ellas.

Al principio, los alienígenas actuaron como si no les hubiesen comprendido y les hicieron un gesto con sus armas indicándoles que salieran a través de una puerta que se hallaba en el extremo más alejado de la habitación.

Pero Adam se negó a obedecer.

—No iremos a ninguna parte hasta que le devolváis las gafas-declaró Adam en tono imperativo, señalando primero sus ojos y luego los de Watch—.¿Comprendéis lo que os estoy diciendo? ¡Necesita las gafas para poder ver!

Los alienígenas repitieron el gesto anterior, señalando con sus armas la puerta de salida.

—No-replicó Adam, cruzando los brazos sobre el pecho. —Tendréis que dispararnos a los dos. De aquí no nos movemos a menos que recupere sus gafas.

—Tal vez deberías indicarles que pueden dispararte a ti si lo desean-dijo Watch, mientras se daba de bruces contra una pared.

Sin embargo, el ultimátum funcionó y por fin recibieron un satisfactorio mensaje telepático.

“Ignorábamos que las gafas fueran tan importantes”.

Las gafas aparecieron y los dos amigos fueron conducidos desde el área de los vestuarios hasta un cubículo equipado con un lavabo como los de la Tierra y dos pequeñas camas muy bajas.

La pared más alejada de la estancia estaba hecha de un material parecido al plástico, o al cristal.

A través de aquél panel podían ver podían ver una estancia más grande en forma de patio.

Cumplida su misión, los alienígenas se volvieron y se marcharon, tras cerrar la puerta con llave detrás de ellos.

Adam la golpeó con los puños hasta descargar parte de su frustración. La puerta ni siquiera contaba con un pomo o algo parecido que pudiera tratar de forzar o romper.

—Esto es una jaula-murmuró irritado.

—Una de las muchas jaulas que hay en éste sitio-matizó Watch—.Ven, mira allí fuera.

Alrededor del patio circular había veinte cuartos semejantes al que ocupaban los dos amigos. Cada uno de ellos, provisto de una pared transparente, contenía criaturas extrañas procedentes de diferentes mundos.

En algunas celdas había dos miembros de la misma especie.

Adam y Watch eran expuestos como un par más de especímenes, entre múltiples formas de vida originarias de otras galaxias.

En el cubículo más próximo había una criatura que tenía seis cabezas, media aproximadamente dos metros de estatura y su aspecto era semejante al de un insecto gigante. Se erguía sobre seis patas y tres de las cabezas exhibían docenas de ojos mientras que las tres restantes aparecían repletas de pinzas y fauces. La criatura los observó largamente, haciendo resonar sin cesar las pinzas y las fauces de sus tres cabezas.

Instintivamente, Adam y Watch se apartaron con rapidez del panel transparente. Aquel ser monstruoso parecía más que dispuesto a hincarles el diente.

En otro de los cubículos alcanzaron a ver algo semejante a una gota viscosa, que se desplazaba desparramándose de un extremo a otro de su celda.

Había criaturas con apariencia de peces, seres que semejaban grandes pájaros e incluso un individuo que podría describirse como una mezcla de robot y dinosaurio. También vieron lo que al principio identificaron como un hyeet, como los de la Cueva Embrujada. Aquel tipo con apariencia de mono peludo les saludó con la mano.

Adam le devolvió el saludo pero sin el menor entusiasmo.

—Estamos en un zoológico-declaró apesadumbrado.

—Me pregunto dónde estarán los turistas-dijo Watch.

—Tal vez sea de noche.

—No creo que exista un tiempo específico para la noche en una estación espacial. La gente probablemente trabaja por turnos que abarcan las veinticuatro horas del día. Si esto fuera un zoo, debería estar abierto.

—¿Qué estás diciendo? —preguntó Adam.

Watch se rascó la cabeza. Los alienígenas le habían despojado de sus cuatro relojes, y no se los habían devuelto cuando recuperó las gafas.

Adam sabía perfectamente cuánto echaba de menos sus relojes. Eran una parte más de su cuerpo, de su personalidad. Eran como símbolos de su familia.

Naturalmente, si en la estación espacial no existía el día y la noche, entonces tampoco había usos horarios.

Watch tenía un carácter resignado y no se había quejado por la desaparición de sus relojes.

—Yo diría que se trata más bien de un laboratorio-concluyó finalmente, —y que nos mantienen aislados.

Adam frunció el ceño.

—En ese caso, estamos perdidos. ¿Crees que piensan experimentar con nosotros?

Watch asintió.

—Es una posibilidad. Debemos prepararnos mentalmente para el momento en que nos extraigan los órganos del cuerpo; tal vez ni siquiera usen anestesia.

—Si nos quitan muchos órganos moriremos-dijo Adam.

—Sí, y tal vez sea una bendición.

Adam se alejó de la pared transparente y se sentó en una de las camas. Se sentía exhausto. El tiempo que había pasado inconsciente tras el disparo de la pistola lanzarrayos no podía clasificarse exactamente de siesta reparadora. Además, estaba hambriento y tenía mucha sed. Se preguntó cómo sería la comida de aquel lugar siniestro.

—Estás consiguiendo que me deprima-se quejó Adam.

—Lo siento se disculpó Watch, sentándose en la cama frente a su amigo. —Tal vez el panorama no sea tan negro como parece. Nos hemos visto en peores aprietos y siempre hemos logrado salir del apuro. ¿Por qué habría de ser diferente esta vez?

—¿Quizá porque estamos atrapados en una jaula a billones de kilómetros de la Tierra?

Watch bostezó fatigado y se recostó sobre su cama.

—Ahora eres tú quien está consiguiendo que me deprima.

No tenían mucho más que decir por el momento. Los dos amigos se acostaron para descansar e incluso puede que echaran alguna cabezada.

El tiempo pasó lentamente. No sabían a ciencia cierta cuanto había transcurrido desde que los encerraron en aquella jaula.

Y entonces, sin previo aviso, oyeron unos golpes muy suaves en la puerta.

“¡Eh! ¿Estáis ahí dentro?”.