7
A bordo de la Nave Estelar Ovni (cuyo nombre había sido idea de Sally, al igual que el rango que se atribuyeron las dos amigas), Cindy se preguntaba si la capitanía Sara Wilcox no había ido demasiado lejos. Detrás de las dos amigas, en el extremo más alejado del interior de la nave, los dos alienígenas permanecían muy juntos y abrazados, parecían muy asustados. Cindy estaba preocupada. Pensaba que tal vez aquellas dos criaturas de aspecto temeroso supieran algo que ellas, simples humanas, ignoraban.
—Tal vez deberíamos negociar un canje de prisioneros-sugirió Cindy.
—Esto es una guerra interestelar-dijo Sally, empuñando el arma y con el dedo a punto en el botón de disparar—.Y yo no negocio.
—Pero si vuelas su nave matarás a Adam y a Watch-le advirtió Cindy, procurando que su belicosa amiga entrara en razón.
Sally retiró el dedo del botón.
Una culminada la primera fase de su plan, y ya dentro del platillo, habían averiguado el funcionamiento de las armas y como pilotar la nave mientras salían de la influencia gravitatoria del Sol. Naturalmente, los alienígenas les habían proporcionado unos cuantos consejos prácticos elementales cuando Sally les apuntó en la cabeza con expresión decidida. Sally no demostraba por ellos la más mínima misericordia. Les gritaba y amenazaba sin cesar con arrojarles al espacio donde con seguridad sufrirían una muerte horrible.
Cindy no aprobaba aquella crueldad, aun cuando los alienígenas no dudarían en matarlas si tuvieran la oportunidad.
—Ya lo sé-reconoció Sally—.Pero tengo que echarme un buen farol para que se lo traguen o, de lo contrario, Adam y Watch jamás podrán escapar.
—Nunca se sabe; a veces un poco de persuasión resulta más eficaz.
Sally negó con la cabeza.
—¿No ves a quién nos enfrentamos?Estos alienígenas aterrizaron en nuestro planeta, saltaron a tierra armados y secuestraron a nuestros amigos. No podemos darles tregua. Es la única manera.
—Dime, Sally, ¿se te ha ocurrido pensar que los extraterrestres que viajan en la otra nave tienen mil veces más experiencia que nosotras en guerras interespaciales?¿Y si son ellos los que nos hacen volar?
Sally asintió gravemente.
—Sí, ya he pensado en ello. Y ésa es la razón por la que he golpeado primero. Tengo la esperanza de que nuestro ataque haya anulado su sistema defensivo.
Cindy señaló en dirección a la gran pantalla que tenían delante.
—Mejor será que empieces a rezar. Mira, se están acercando; y por el fulgor verde que ilumina el perímetro de su nave me da la impresión de que sus armas continúan intactas.
Sally apuntó con su arma a los alienígenas.
—¿Cómo se activa el escudo defensivo de la nave? —les preguntó en tono imperativo.
Las dos criaturas intergalácticas se miraron entre sí con sus grandes ojos negros de insectos y luego movieron las cabezas ligeramente. Mientras lo hacían no dejaban de temblar y abrazarse con fuerza.
Al principio se habían comunicado telepáticamente con ellas, pero ahora estaban demasiado asustados para emitir un mensaje claro.
—Creo que intentan decirnos que no tenemos escudo protector-dedujo Cindy.
—¡Tiene que haber un escudo protector! —gritó Sally—. ¡Ésta es una nave espacial y en las películas las naves espaciales siempre tienen escudos protectores!
La nave recibió un fuerte impacto, como si hubieran descargado sobre ella un puñetazo.
Sally y Cindy salieron despedidas y rodaron por el suelo. Durante unos instantes las luces del platillo se apagaron y se vieron sumergidas en una obscuridad impenetrable. El miedo las paralizó; podían estar flotando en medio de la nada, en el espacio vacío e infinito, sin una nave que las protegiera.
Por suerte, se activo el sistema de emergencia y el interior de la aeronave se iluminó con una discreta luz roja.
Las dos amigas avanzaron a gatas. Cindy sintió una punzada de dolor en el tobillo derecho. Con todo aquel alboroto casi había olvidado que estaba herida
—Pagarán por lo que han hecho-dijo Sally sombríamente. Alcanzó el panel de control y buscó el botón de disparar—.Nosotros no cogemos prisioneros.
Cindy la detuvo.
—Espera un momento me ha parecido oír algo.
—¿Qué es? —preguntó Sally.
—Un mensaje telepático. Presta atención, ahora vuelve a repetirse.
“Presionad el botón verde y luego el rojo”.
—¿Has oído eso? —inquirió Cindy.
—Sí, ¿y qué? —replicó Sally, señalando a los dos alienígenas aterrorizados, cuyos grandes ojos negros parecían a punto de saltar de sus órbitas—.Nos están dando instrucciones para que volemos en mil pedazos.
Cindy se puso en pie.
—Ellos tienen más miedo a morir que nosotras. El mensaje que hemos percibido no procede de estos dos, Sally, sino de otra nave.
Sally hizo una mueca de asco.
—¿No pensarás que vamos a aceptar ordenes de ellos? ¿Es que te has vuelto loca? Debemos responderles como se merecen. Si perdemos a Adam y a Watch al menos habrán muerto por una buena causa. —Y una vez más se dispuso a apretar el botón de disparo—.Estoy poniendo a punto nuestras armas. Y no voy a dejar de disparar hasta que una de las dos naves estalle. Cindy tuvo que arreglárselas una vez más para detener a su amiga.
—Pero… ¡eso es una locura! No vamos a matar a Watch y a Adam, no digas tonterías. Sólo estás furiosa-gritó Cindy y luego, en un tono más afectuoso y persuasivo, añadió: —Ese pensamiento que hemos recibido era diferente a los demás. Quien lo haya enviado parece querer ayudarnos.
Sally olvidó por un momento las armas.
—¡Sea quien fuere el que nos ha enviado el mensaje es un alienígena!¡No podemos confiar en él!
—Y nosotras no podemos continuar disparando-dijo Cindy con determinación—.Yo digo que le demos una oportunidad al último mensaje recibido. Sé que parece una locura pero, no sé porque, confío en él.
Sally se giró irritada y miró a través del techo transparente. La otra nave volvía a acercarse y se percató de que parecían estar activando sus armas.
—Si vas a darles una respuesta será mejor que lo hagas ahora-refunfuñó.
Cindy se volvió hacia el panel de control y presionó el botón verde y luego el rojo. Sólo había un botón de cada color sobre el tablero.
Al principio, no sucedió nada.
La otra nave continuaba desplazándose sobre ellos. Las poderosas baterías de su armamento resplandecían con una amenazadora luz verde.
Fue entonces cuando, detrás de Cindy, Sally dejó escapar un gemido de asombro.
Cindy se volvió hacia su amiga y vio un diminuto alienígena de pie, en el centro de la nave.
—¿De dónde has salido tú? —exclamó Cindy.
“Acabas de teletransportarme desde la otra nave. Estoy aquí para ayudaros, a vosotras y a vuestros amigos Adam y Watch. ¿Me permitís utilizar el panel de control, por favor?”.
—¡No! —gritó Sally, apuntando con su arma al pequeño alienígena—.No pienso entregar nuestra nave a un enano como tú.
El minúsculo extraterrestre la miró sin sobresaltarse.
“Comprendo que no te fíes de mí. Me disculpo por lo que hayan podido haceros hasta ahora mis maestros, tanto a vosotras como a vuestros amigos. Va contra todas nuestras leyes vulnerar la libre voluntad de otras criaturas inteligentes.
Estoy aquí para ayudaros a que todo vuelva a la normalidad. Y para hacerlo, debéis permitirme que envíe una señal a la otra nave. Sólo así estarán seguros de que he asumido el control y no nos volverán a disparar. Pero si no dejáis que tome el control, esta nave será destruida en diez segundos terrestres.
—¡Por favor, Sally, deja que lo haga! —suplicó Cindy.
—¡No! —exclamó Sally obstinada—.¡Podría ser una trampa!
—¡Ya estamos atrapados!¡Todos estamos atrapados! —gritó Cindy, mirando hacia arriba, a través de la cúpula transparente. La otra nave no había avanzado hacia ellos desde el último disparo—. No tenemos elección, Sally. ¿No lo comprendes? Baja el arma.
Sally dudó un instante y luego se giró furiosa.
—Tú decides, Cindy. Si te equivocas, te juro que te acordarás.
—Si estoy equivocada, ni tú ni yo estaremos vivas para acordarnos de nada-replicó Cindy y, dirigiéndose hacia el pequeño alienígena, que aguardaba pacientemente en el centro de la estancia, le hizo un gesto de asentimiento—.¡Haz lo que tengas que hacer, pero hazlo ya!
El extraterrestre se dirigió hacia el panel de control y pulsó una serie de botones.
Afuera y por encima de ellos, la otra nave viró su rumbo. Cindy dejó escapar una exclamación de alivio, pero Sally aún no estaba satisfecha y apuntó con un dedo a la pequeña criatura galáctica.
—Quiero que dejéis libres a mis amigos ahora mismo-ordenó con voz enérgica—.Y luego quiero que nos conduzcas de regreso a la Tierra. ¿Me has comprendido?
El pequeño alienígena las miró fijamente mientras se dirigía a las dos amigas telepáticamente.
“De momento, eso no es posible. No tengo poder sobre las decisiones de mis maestros. En unos pocos minutos terrestres tienen previsto saltar al hiperespacio y regresar a nuestro planeta. Os sugiero que me permitáis seguirles”.
—¿Cómo dices? —exclamó Sally, alzando su arma una vez más—.¿Acaso nos crees tan tontas como para picar en ese truco? Si saltamos al hiperespacio, sea eso lo que sea, jamás lograremos regresar a casa. De modo que haz que este maldito chisme dé la vuelta ahora mismo regresamos a la Tierra.
—Sally, tienes que controlar ese genio-le recomendó Cindy. —Estás ofuscada. Todavía no es posible regresar a casa. No podemos dejar a Adam y a Watch solos y lo sabes muy bien. Tú serías incapaz de hacerlo. Y, además, confío en este pequeñajo—. Luego, dirigiéndose hacia la diminuta criatura, preguntó—:¿Crees que les convenceremos para que liberen a nuestros amigos cuando lleguemos a tu mundo?
El alienígena se mostró dubitativo.
“Es posible. Tengo un plan. Pero se trata de un plan muy peligroso”.
Sally sacudió la cabeza sin dejarle de apuntar con el arma.
—¿Por qué habríamos de confiar en ti? —preguntó—.¿Por qué ibas a traicionar a los de tu propia especie para ayudarnos?
“Yo no traiciono a mi gente por hacer lo que es correcto. Si mis maestros están infringiendo la ley, entonces mi obligación es denunciar su acto criminal. Además, yo he estudiado vuestra especie desde que era niño y siempre os he admirado. Sólo deseo ayudaros”.
—¡Qué historia tan tierna! —farfulló Sally, mirando a Cindy—: ¿Cómo puedes confiar en un enano con semejante cabezón?
Cindy se acercó al pequeño alienígena y le acarició la cabeza. La extraña criatura dio la impresión de disfrutar con aquel gesto afectuoso. Dio un paso hacia ella y le tocó la pierna con su extraña mano de sólo cuatro dedos.
—No lo sé-dijo Cindy, —creo que es un buen tipo y también muy listo. De alguna manera me recuerda a Adam.
Sally lanzó un gruñido.
—Si salimos de está, te prometo que le contaré a Adam lo que acabas de decir.
El alienígena miró a las dos amigas.
“Creo que a Adam le alegrará saber que le has comparado conmigo”.
La situación era desesperada. Se hallaban perdidos en el espacio con un grupo de alienígenas y sus amigos habían sido secuestrados.
De repente Sally y Cindy se echaron a reír. Podían imaginarse perfectamente lo que Adam diría ante una situación como aquélla.