6
Cuando Adam volvió en sí, se encontró tendido de espaldas. Lo primero que sintió-además de la dureza del suelo, —fue un terrible dolor de cabeza. Podía oír el pulso martilleándole en las sienes. Resonaba como un trueno. Cada vez que su corazón latía, notaba los nervios del cerebro estrujándose unos con otros.
Se encontraba tan mal que no tenía ganas ni de abrir los ojos. Sin embargo lo hizo.
—Cómo estás? —le preguntó Watch, sentado a su lado—.¿Te duele la cabeza?
Adam lanzó un gemido.
Sí, espantoso… ¿Cómo lo sabes?
—Yo me sentía igual que tú cuando desperté. El cráneo parecía a punto de estallarme por dentro. Creo que fui alcanzado por el mismo rayo que utilizaron contra ti.
En ese preciso momento, Adam recordó al extraterrestre y su maldita arma lanzarrayos.
Hizo un esfuerzo y se incorporó hasta quedar sentado. Su visión tardó varios minutos en aclarárselo suficiente para ver el sitio dónde se hallaban. Al principio creyó que estaba alucinando. Se hallaba en el interior de un platillo volante viajando a través del espacio. La nave no era muy amplia. Desde el lugar en el que él y Watch se encontraban, hasta el lado opuesto, donde se hallaban los dos alienígenas, de pie ante un exótico panel de control, debía de haber unos seis metros.
A excepción de los controles, el interior de la aeronave era austero y no presentaba ningún rasgo que llamara especialmente la atención.
Adam tuvo que bizquear para ver con nitidez. El suelo estaba cubierto con una especie de alfombra de color marrón. Los muros eran de un color blancuzco. Saltaba a la vista que los alienígenas no habían contratado a un decorador de interiores cuando hicieron construir aquella nave. En cuatro puntos dispuestos alrededor de la nave había otras tantas pantallas circulares. Encima de ellos se abría una vista majestuosa. El techo era una cúpula transparente que permitía sumergirse en el infinito estrellado.
Adam recordó que había visto cientos de estrellas desde el pantano, cuando el sol se puso en el horizonte. Ahora, sin embargo, las estrellas se habían multiplicado por miles.
La Vía Láctea brillaba con un fulgor mágico. Las estrellas titilantes parecían tan próximas que casi se podían tocar con las manos. Adam se preguntó si ya habrían salido del sistema solar.
—¿Crees que hemos abandonado nuestro sistema? —le consultó a Watch.
Watch negó con la cabeza pensativo.
—La nave cambia su orientación cada cinco minutos-explicó—.Hace poco podía ver el sol a través del techo. Es muy pequeño, si lo comparamos con el tamaño que tiene desde la Tierra, pero todavía sigue allí.
—¿Tienes idea de hacia dónde nos dirigimos?
—Sé tanto como tú, pero deduzco que volamos en dirección al planeta de los alienígenas.
—¿Crees que se encuentra en nuestro sistema solar? —preguntó Adam.
—No. Por el momento, en nuestro sistema solar no se han descubierto otros planetas que tengan vida. Tiene que tratarse de otro sistema que gire alrededor de otra estrella. Tal vez ni siquiera se halle en nuestra galaxia.
—Oh, estupendo. ¿Y qué vamos a hacer ahora? —quiso saber Adam.
Watch se encogió de hombros.
—Procuro no pensarlo demasiado. Adam hizo un gesto señalando a los dos extraterrestres que parecían ignorarlos por completo.
—¿Han hablado contigo?
—No. Actúan como si yo no estuviese aquí. Pero estoy convencido de que son telépatas. Se comunican estrictamente en silencio.
—¿Pueden leernos la mente? —Adam estaba muy preocupado.
—No estoy seguro, aunque tengo la impresión de que, si lo hacen, deben concentrarse mucho para detectar nuestros pensamientos.
—¿Cómo es que no nos han atado?
—Bueno, no veo que tengamos muchas posibilidades de huir, ¿no te parece?
—Tienes toda la razón-admitió Adam.
—Además, un solo disparo de sus armas ha sido suficiente para demostrarnos quién está al mando. ¿Te sientes mejor? ¿Ha pasado ya el dolor de cabeza?
Adam se hizo un breve masaje en el cuello y la nuca.
—Sí, ya estoy mucho mejor, solo un poco dolorido aquí atrás.
—El dolor desaparece rápidamente una vez has recobrado la consciencia.
De pronto Adam recordó algo.
—¿Sabes…? Justo en el momento en que me dispararon uno de los alienígenas estaba luchando con Sally. Me preguntó cómo consiguió escapar.
—Tal vez no lo haya conseguido. Es posible que se encuentre a bordo de la otra nave.
—¿Has visto el otro platillo volante?
—No, pero me imagino que no debe hallarse muy lejos de nosotros.
Adam bajó la voz hasta convertirla en un murmullo.
—¿Tienes algún plan para escapar de esta pesadilla?
—No.
—Pero algo se te habrá ocurrido… ¿no?
Watch movió la cabeza negativamente.
—Ni tú ni yo sabemos cómo se conduce esta nave. No podríamos hacernos con ella por la fuerza, ni siquiera en caso de que tuviéramos la oportunidad de hacerlo. Estamos atrapados.
—Pero yo no quiero vivir el resto de mi vida en otro planeta.
—Tal vez el resto de tu vida no sea demasiado tiempo.
—Eres muy optimista-dijo Adam con tono sombrío.
—Lo siento. Es que no puedo imaginar cómo diablos vamos a salir de esto. A menos que esas criaturas decidan devolvernos a casa. Aunque, la verdad, no lo veo nada probable. Sobre todo después de haberse tomado tanto trabajo para raptarnos.
—¿Te dejaron inconsciente en cuanto entraste con ellos en la nave? —le preguntó Adam.
—No. Sólo cuando intenté huir-Watch asintió, impresionado—.Tienen unas armas increíbles. Me pregunto cuál es el principio científico que rige su funcionamiento.
Fue entonces cuando se formo una puerta circular en el suelo, justo en el centro, y a través de ella hizo su aparición un pequeño alienígena en un estrecho ascensor.
Podía tratarse de un niño, aunque, aunque si Adam se enterara de que tenía diez mil años, tampoco se sorprendería. Al igual que los otros, exhibía una gran cabeza, pero sus enormes ojos negros no tenían una expresión tan fría. Les miró durante un instante y, después, se dirigió hacia ellos. Hizo una leve inclinación cuando se detuvo junto a sus pies. No mediría más de setenta centímetros.
—Hola-dijo Adam, sin la menor inflexión en su voz. —¿Cómo te llamas? ¿O solo tienes un número de identificación?
Para sorpresa de Adam la respuesta a su pregunta cobro forma en su mente. No se trataba de un pensamiento propio. Su textura y claridad eran mucho más definidas. Casi como si un ser en miniatura se hubiese colado en su cerebro y desde allí le gritara algo en voz alta.
Aquellas palabras no pronunciadas procedían sin ningún género de duda de la minúscula criatura que tenían a sus pies.
“Mi nombre es una combinación de sílabas y números. Soy Ekwee 12. ¿Quiénes sois vosotros?”.
Adam respiró profundamente. La respuesta le había asustado, aunque también le complació. No le apetecía pasar todo el resto de vida entre alienígenas mudos.
—Yo soy Adam y él es mi amigo Watch.
El pequeño extraterrestre continuó observándolos con sus ojos inexpresivos. Su rostro no denotaba la menor emoción.
“¿Cuál es vuestro número?”.
—En el lugar del que procedemos no tenemos números-le explicó Adam.
“¿Entonces, cuál es vuestra evaluación?”.
—Tampoco tenemos evaluación-añadió Adam—.Pero con un poco de suerte el año próximo estaré en séptimo grado.
—No creo que en el sitio al que nos dirigimos haya escuela secundaria-murmuró Watch.
“¿Qué es escuela secundaria?”.
—Es un tipo de escuela-explicó Adam—.Significa que ya eres demasiado mayor para divertirte con juguetes, pero no lo suficiente para conducir un coche.
“¿Qué es un coche? ¿Un vehículo de transporte?”.
—Sí-dijo Adam—.Hay muchos en el sitio del que procedemos.-Y enseguida, señalando a los dos alienígenas que les habían ignorado, preguntó: —¿Qué relación tienes tú con esos dos tipos?
“Son maestros. Éste es un viaje educativo para mí”.
—¿Están enseñándote a secuestrar gente inocente? —preguntó Adam en tono áspero.
La pequeña y curiosa criatura, llamada Ekwee 12, se mostró confusa. Durante un momento la piel que rodeaba su boca dio la impresión de arrugarse. Echó un vistazo a los dos alienígenas que estaban a su espalda y luego volvió la vista hacia Adam y Watch.
“Define la palabra secuestrar”.
—Quiere decir que nos han traído aquí en contra de nuestra voluntad-explicó Adam—.Tus maestros utilizaron sus armas contra nosotros. A mí me arrastraron inconsciente dentro de esta nave. ¿Es que no has visto nada de cuanto ha ocurrido?
Por segunda vez el extraterrestre se mostró dubitativo. Parecía estar reflexionando.
“No. Me dijeron que debía quedarme abajo después del aterrizaje”.
—Pero tú nos crees, ¿no es cierto? —preguntó Adam. Tenía la sensación de que el pequeño alienígena no aprobaba lo que había sucedido. Y una vez más éste se tomo su tiempo antes de responder.
“No me parece que estéis mintiendo”.
—Te estamos diciendo la verdad-intervino Watch—.Tu gente nos ha atacado.
“No estáis heridos”.
—Pero hemos sido hechos prisioneros-replicó Watch. —Queremos ir a casa.
“Estamos yendo a casa”.
—A nuestra casa-aclaró Adam—.Queremos regresar al sitio dónde nos secuestraron. —Y tras una breve pausa, mirando fijamente al pequeño ser, añadió—:¿Puedes ayudarnos?
Ekwee 12 inclinó la cabeza.
“Yo sólo soy un estudiante. No estoy al mando”.
—Pero tal vez puedas hablar con tus maestros-sugirió Adam—.Puedes explicarles que estamos muy molestos.
El diminuto alienígena echó una rápida ojeada por encima de su hombro.
“No me escucharían”.
Adam sintió curiosidad.
—Dime… ¿Pueden oír lo que estamos diciendo?
Ekwee 12 cerró brevemente los ojos. Hasta entonces no habían visto sus párpados. Eran sumamente extraños… casi traslúcidos. Cuando volvió a abrirlos, creyó ver un ligero brillo de temor en las profundidades de aquellas oscuras pupilas.
“No. No nos oyen. Vosotros dos no les preocupáis en absoluto. Además, entre los míos, los jóvenes somos mejores telépatas. Mi grado de telepatía es dos veces más poderoso que el suyo”.
—Eso es muy interesante-dijo Adam. —Yo pensaba que sucedía justo lo contrario, que los adultos eran mejores telépatas. ¿Por qué vosotros podéis enviar y recibir telepáticamente con mayor potencia que los mayores?
“Porque sufrimos menos presión que ellos”.
—Me parece que la nave está aumentando la velocidad-advirtió Watch—.Aunque, incluso a esta velocidad, no veo cómo haremos para llegar a tu planeta de origen antes del nuevo siglo. ¿Puedes explicarme cómo funciona esta nave?
“Primero, la nave acelera hasta casi alcanzar la velocidad de la luz. Luego, convertimos nuestro impulso en energía pura y utilizamos la fuerza resultante para saltar al hiperespacio. Sólo podemos dar ese salto cuando nos hallamos lejos de la fuerza gravitatoria de vuestro sol”.
—¿Quieres decir entonces que podemos atravesar miles de años luz mediante un simple hipersalto?`-preguntó Watch, sumamente interesado en el tema.
El pequeño alienígena dudó un instante, como si, por primera vez, no comprendiera la pregunta.
“Sí. Podemos recorrer cualquier distancia si es necesario”.
—¿Qué significa todo esto? —preguntó Adam a Watch.
—Significa que estamos en un grave aprieto-contestó Watch—.Si no invertimos el curso de la nave antes de que se produzca el hipersalto, dudo que podamos volver alguna vez a casa.
—¿Cuándo saltaremos al hiperespacio? —preguntó Adam al pequeño extraterrestre.
Ekwee 12 consultó un pequeño instrumento que llevaba sujeto a la muñeca.
“En quince minutos según vuestro tiempo”.
Adam estaba horrorizado.
—Eso es demasiado pronto-procuraba mantener un tono sereno, pero su voz denotaba nerviosismo—.¿Te preocupa lo que nos pase?¿Estás dispuesto a ayudarnos?
La piel de tono pardusco que rodeaba la boca delgada y estrecha de Ekwee 12 se arrugó repentinamente, de modo que los dos amigos dedujeron que tal vez se tratara de una sonrisa.
Parecía molesto y su expresión estaba lejos de resultar amistosa. Sin embargo, Adam percibió buenas vibraciones.
“Me preocupa que vuestra libertad haya sido violada. Eso va en contra de las leyes de mi pueblo. No puedo comprender la razón por la que nuestros maestros han cometido semejante acción”.
—Debes recordarles las leyes que rigen a tu pueblo-le sugirió Watch.
El pequeño extraterrestre se limitó a repetir una vez más su comentario anterior:
“No me harían caso”.
Adam sintió compasión por él.
—De modo que en tu mundo los adultos tampoco escuchan a los niños. Lo mismo sucede en el nuestro. Tenemos mucho que decir pero ni siquiera podemos votar para elegir al presidente de nuestro país.-Se lamentó Adam y, tras una pequeña pausa, añadió casi en un susurro—:¿Sabes pilotar esta nave?
“Sí”.
—¿Puedes ayudarnos a escapar? —preguntó Adam, intentando no atosigar demasiado al alienígena, aunque sumamente inquieto por el escaso tiempo con el que contaban—.Debemos regresar a nuestro planeta. Mi madre estará preparando la cena y se preguntará preocupada dónde estoy y por qué no he regresado a la hora que le dije.
Ekwee 12 pareció comprender aquella explicación.
“Yo también tengo una madre. Y es muy buena”, les explicó, mirando una vez más a sus compañeros de reojo. Durante unos instantes pareció perderse en sus pensamientos o, quizá, simplemente estuviera confundido.
Finalmente, les envió una comunicación telepática.
“Tengo que considerar la situación”.
El pequeño alienígena volvió para dirigirse hacia el panel de control donde se encontraban sus maestros, que lo recibieron con un gesto de asentimiento. Si establecieron algún tipo de comunicación con el pequeño era algo que Adam y Watch no estaban en condiciones de descubrir, ni con sus oídos ni con sus mentes.
La ansiedad de Adam crecía ante la inminencia del hipersalto.
—Dime, Watch, ¿qué sabes tú acerca del hiperespacio?
Watch, como era habitual en él, se encogió de hombros.
—Nuestros científicos sólo han elaborado teorías acerca de su existencia. Pero deduzco que esta nave es capaz de deslizarse a través del espacio cogiendo un atajo. A eso deben de referirse al hablar de hiperespacio. Este platillo volante utiliza energía que produce su gran velocidad para abrir la puerta que conduce a ese increíble atajo.
—Entonces tenemos que frenarla como sea-resolvió Adam con determinación.
—Puedes tirar un zapato contra el panel de control, pero no creo que funcione-dijo Watch—.Probablemente sólo consigas que vuelvan a atacarte. Y esta vez puede que sus armas disparen a matar.
Adam comenzó a levantarse.
—Estoy harto de estar aquí sentado sin hacer nada. Prefiero caer luchando.
Watch le cogió por un brazo.
—Hay que tener paciencia. El pequeñajo realmente desea ayudarnos. Vamos a darle una oportunidad. Adam volvió a sentarse, aunque de muy mala gana.
—Le daré diez minutos.
Sin embargo, no tuvo que esperar ese tiempo. Sólo cinco minutos después apareció de forma inesperada el otro platillo volante.
Lo vieron con toda claridad a través de la cúpula transparente, contra el infinito cielo oscuro.
Volaba peligrosamente cerca de ellos, brillando con intensidad y, mientras continuaba aproximándose, un violento estallido de luz verde golpeó contra el techo de la nave en que viajaban.
El fogonazo cegó a Adam y Watch.
El platillo en el que viajaban se agitó con violencia mientras las luces se debilitaban.
Adam creyó percibir el olor acre del humo.
Los dos alienígenas situados ante los controles comenzaron a gesticular ante los controles muy excitados, aunque no pronunciaron una sola palabra. Tal vez no pudieran hablar aunque lo desearan. Sin embargo, era probable que se comunicaran por radio.
Las sospechas de Adam y Watch se vieron confirmadas sólo un minuto más tarde, cuando la voz de Sally brotó a través de los altavoces ocultos.
—Aquí la capitanía Sara Wilcox y la teniente Cindy Makey de la nave estelar Ovni. Exigimos vuestra rendición incondicional. Tenéis sólo dos minutos terrestres para cumplir nuestras órdenes. En caso contrario procederemos a vuestra inmediata y total destrucción. Adam y Watch se miraron estupefactos.