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Para Cindy, la visión de Sally y Adam luchando con el alienígena fue lo peor que había pasado en su vida. Y, además, sabía desde el principio que la batalla estaba perdida. Lo que más le dolía era no poder hacer nada para ayudar a sus amigos. Un segundo después de que el alienígena disparara a Adam, apuntó con su arma a Sally. Hay que decir a favor de Sally que no se dio la vuelta y salió huyendo, sino que intentó atacar al extraterrestre. Sin embargo, aquel ser resulto ser demasiado rápido para ella.

El instrumento negro que sostenía en su mano volvió a activarse y lanzó un nuevo destello de luz verde. El rayo alcanzó a Sally y cayó fulminada junto al cuerpo inerte de Adam.

Cindy ni siquiera sabía si alguno de los dos continuaba con vida.

No tendría demasiado tiempo para lamentarse por ellos.

De repente, oyó ruidos que procedían de lo alto de la colina. Los otros dos alienígenas regresaban a su nave o, quizá, se dirigían hacia ella dando un rodeo para sorprenderla por la espalda y cogerla prisionera. Cindy no lo dudó un solo instante. Tanto si le dolía el tobillo como si no, se juro a sí misma que no se dejaría atrapar sin ofrecer resistencia.

Se incorporo y saltando sobre el pie sano, procuró escuchar con atención. Para adivinar el rumbo que tomaba la extraña pareja de extraterrestres.

Las criaturas no parecían ir precisamente tras ella, sino seguir la senda de un valle muy estrecho que se abría paso precisamente por el lado de la colina donde Cindy se ocultaba.

En realidad, no era exactamente una senda, sino un barranco creado por el curso de un paso de agua procedente de las lluvias de invierno; y se hallaba a unos treinta metros a su derecha.

Cindy decidió que se escondería en el borde mismo del barranco y, en caso de ser descubierta por los alienígenas, les arrojaría piedras desde aquella posición más elevada. Si pudiera apoderarse de una de aquellas armas de rayos paralizantes que llevaban los extraterrestres, pensó, la lucha se igualaría.

Así, con infinito cuidado para no hacer el menor ruido y apoyándose en el pie sano, comenzó a trepar en dirección al borde del barranco. Al cabo de un buen rato, consiguió su objetivo con no poco esfuerzo.

Los dos alienígenas estaban prácticamente debajo de ella.

Cindy recogió del suelo una roca del tamaño de un pomelo y la alzó por encima de su cabeza. La débil luz, procedente de los platillos, proporcionaban una cierta claridad a la noche obscura, permitiendo ver algo de cuanto sucedía a su alrededor… Sin embargo, le falló la puntería.

Al arrojar aquella primera roca, Cindy era consciente de que necesitaría un milagro para dar en el blanco.

Entonces se produjo un relámpago de luz verde.

Cindy parpadeó. ¿La habían dado?

No. Justamente todo lo contrario.

A sus pies, la pareja de alienígenas yacía inmóvil sobre el suelo.

—Pero…¿quién ha disparado? —se oyó decir a sí misma con un murmullo apagado.

Miró a su alrededor, pero no descubrió presencia alguna, ya fuera humana o extraterrestre.

Por un momento se preguntó si efectivamente había visto aquel rayo de luz verde, o había sido el producto de su imaginación.

¿O es que había dado en el blanco… en los dos blancos?

También podría ser que una de aquellas armas mortíferas se hubiera disparado al caer al suelo. Fuera lo que fuese, no había tiempo que perder. El paso siguiente era recoger las armas de las criaturas inmóviles. Era una experta en luchas sobrenaturales. Había combatido contra fantasmas e hyeets, así que muy bien podía hacer frente a una pandilla de extraterrestres.

Cindy bajo a la pata coja por la ladera hasta llegar junto a las criaturas inmóviles no parecían muertas, sólo inconscientes. Podía oír su respiración. Con gran rapidez les despojo de sus cinturones negros y sujetó una de las armas en su propio cinturón mientras sostenía la otra con firmeza en la mano derecha. No tenía la menor idea de cómo utilizar aquellos extraños artilugios venidos de otro mundo, e ignoraba si solo servían para dejar inconsciente a la víctima, herirla ligeramente o incluso matarla. Una cosa estaba clara si se daba de bruces con el monstruo que había abatido a Sally y a Adam, dispararía sin dudarlo un solo instante. Cindy regresó entonces al primer escondite, detrás de las rocas, aunque no tuvo tiempo de descansar, ya que, en cuanto echó un vistazo a las naves, comprobó angustiada que la otra pareja de alienígenas arrastraba a Adam al interior del platillo. Aquellos seres no debían de tener demasiada fuerza porque, aun cuando eran dos, apenas si lograban mover el cuerpo de Adam. Estaba segura de que al cabo de unos minutos regresarían en busca de Sally.

Por desgracia ya habían llegado junto al platillo tirando de Adam.

Cindy casi sucumbió al pánico. La nave se hallaba a una distancia de unos setenta metros y ella no estaba en condiciones de correr, a duras penas caminar. Por otra parte, tampoco podía salir de su escondite empuñando el arma y comenzar a disparar poniendo en peligro la vida de Adam.

Sin embargo, tenía que actuar antes de que fuera demasiado tarde. Los que entraban en ese platillo volante no volvían a salir de él.

Se puso en pie y apuntó en dirección a la nave, aunque no directamente a los alienígenas. Apretó el gatillo. No sintió el menor retroceso pero un haz luminoso de color verde brotó del arma e hizo blanco en uno de los costados de la nave. Los alienígenas dieron un gran salto, y, por un instante, dejaron caer el cuerpo inerte de Adam y apuntaron en dirección a Cindy.

Levantaron a la vez sus armas y Cindy se preguntó si harían practicas en su planeta de origen y si aquellas armas estaban diseñadas para matar o simplemente para dejar sin sentido a sus enemigos. La gran roca que hallaba a sus espaldas estalló en mil pedazos y Cindy se tiró al suelo para cubrirse. En seguida trepó nuevamente a lo alto del barranco, avanzando a gatas, sin prestar atención al dolor de su tobillo herido.

Querían jugar duro. Estudió el arma, halló en ella un pequeño botón y lo hizo girar hasta el final. No sabía para que serviría aquel botón, pero supuso que aumentaría la potencia del arma.

Una vez más, apuntó y apretó el gatillo.

La pistola lanzarrayos ya no se limitaba a dejar sin sentido a las víctimas.

El rayo alcanzó su objetivo y la nave pareció cobrar vida en el lugar del impacto con una lluvia de chispas. La superficie del platillo no pareció afectada y Cindy se dijo que, seguramente, todavía estaría en condiciones de volar a través del espacio.

Volvió a disparar y obtuvo el mismo resultado. La potencia del rayo había aumentado de forma considerable y debía tener mucho cuidado para no alcanzar con él a Adam o a los extraterrestres, que en aquel momento parecían sumamente vulnerables.

Por fin halló un grupo de rocas en las que resguardarse y sentirse protegida.

Los extraterrestres repelieron una vez más su ataque y sus rayos levantaron gran cantidad de polvo y trozos de roca muy cerca de donde se había ocultado, pero sin peligro para su vida.

Cindy echó un vistazo y observó que parecían ansiosos por introducirse en el platillo. Tal vez no estuvieran acostumbrados a enfrentarse con seres humanos que les plantaran cara.

Cogieron a Adam una vez más y sencillamente lo arrojaron dentro de la nave espacial.

Antes de que Cindy pudiera apuntar y dispararles por tercera vez, la puerta del platillo había desaparecido.

—¡No! —gritó Cindy, saltando de su escondite, y trastabillando sobre la pierna lastimada.

El platillo comenzó a brillar cada vez con mayor intensidad y resultaba evidente que estaba preparándose para despegar.

Levanto entonces el arma una vez más y apunto una vez más a la nave. Esta vez disparó varias veces seguidas.

La nave espacial se agitó en consecuencia de los impactos y de su casco brotaron infinidad de chispas en medio de una creciente nube de humo.

Sin embargo, Cindy debería haber supuesto que aquella nave contaba con armas propias.

A medida que ascendía, el platillo giraba sobre sí mismo y Cindy distinguió dos rayos verdes que rodeaban la nave a lo largo de todo su perímetro para encontrarse. Cuando por fin se unieron, un haz de luz cegadora salió despedido como un relámpago en su dirección.

Instintivamente Cindy se tiró a un lado y la mitad de la colina que se alzaba a sus espaldas estallo en el aire con estruendo gigantesco.

El ruido ensordecedor le llego una fracción de segundo antes qué la onda expansiva. De no haber echado cuerpo a tierra, la fuerza de la onda la hubiese desintegrado.

Cindy permaneció durante unos minutos inmóvil sobre el suelo, cubierta de polvo, aturdida por la explosión. Cuando por fin pudo recuperarse, el platillo sólo era una pequeña mancha de luz que se esfumaba en lo alto del cielo.

Abrió los ojos en el preciso instante en que la nave espacial desaparecía.

—Se han llevado a Adam-susurró incrédula—.Y también han secuestrado a Watch.

Sin embargo, no habían conseguido llevarse a Sally. Cindy se dirigió al lugar donde yacía su amiga, que continuaba inmóvil en el suelo, no muy lejos de donde se hallaba el segundo platillo. El paisaje aparecía sembrado de pequeños fuegos y atravesado por nubes de humo.

Sally tenía pulso y respiraba con normalidad.

Cindy se acercó al pantano, empapo su blusa en las aguas heladas y regresó junto a ella para humedecerle cuidadosamente el rostro y la frente.

Sally abrió los ojos con un sobresalto.

—Espero que no sea agua del pantano.

—Sí lo es-dijo Cindy.

Sally se sentó y se paso un brazo y el dorso de la mano por el rostro para secárselo.

—Reza para que no se me ponga la piel gris y se me caiga el pelo-la amenazó—.De lo contrario, te obligaré a coger con la boca cien manzanas flotando en un barril lleno del agua del pantano.

—Se han llevado a Watch y a Adam-sollozó Cindy.

—¡Oh, me duele mucho la cabeza! —se quejó Sally frotándose la frente con los dedos—.¿De qué demonios estás hablando?

—¡De los alienígenas! Una de sus naves despegó llevándose a Adam y a Watch.

Aquella información hizo que Sally se despejara por completo y echara una mirada atenta a su alrededor.

—¿Y por qué razón no se me llevaron a mí también?

Cindy le mostró una de las armas.

—Tendí una emboscada a dos extraterrestres y les quité sus armas. Están allí, en el barranco, inconscientes-explicó Cindy, y tras una pausa señaló el platillo volante que continuaba junto al pantano—.¿Por qué no los arrastramos hasta la nave, los despertamos, les apuntamos a la cabeza con sus propias armas y les obligamos a que nos conduzcan al lugar donde sus compañeros han llevado a Adam y a Watch?

Sally reflexionó durante unos instantes y luego sonrió con malicia.

—Sí, un buen plan, parece obra mía.