Capítulo 1
Mis uñas doradas brillan de una manera absurda para esta hora del día, tal vez fue una exageración de mi parte haber utilizado este color, y más para el evento deportivo que estoy el día de hoy por obligación como tantas otras veces.
—Otra vez pensando en la inmortalidad del cangrejo —me espeta Kurt, apartándome de mis absurdos pensamientos con mis uñas.
—Nada que ver —respondo a la defensiva.
—Entonces por qué estabas tan concentrada mirándote las uñas —se sienta al lado mío en la arena.
—Solamente me miraba el color —les enseño ambas manos.
—¡Mis ojos! —se lleva ambas manos a su rostro, cubriéndolo completamente— ¿Cómo es posible que lleves esa mierda en los dedos?
—¡Oye! —lo empujo con ambas manos, casi perdiendo el equilibrio y terminando recostado en la arena—. No son una mierda como les dices tú —me cruzo de brazos—. Tampoco es el color más lindo de la tierra —porque ahora estoy segura que es horrible—, pero es lo que hay.
—¡Ya, perdona! —coloca ambas manos en rendición—. Yo solamente te dije lo que pensaba —sonríe burlón—. Además pareces una de esas mujeres.
—¿Qué mujeres? —pregunto extrañada.
—Ya lo sabes… —niega con la cabeza.
—No lo sé —frunzo el ceño—. No sé de qué me hablas.
—Rachel —se acerca a mi oído—. Esas uñas, parecen de estas mujeres que venden un servicio sexual.
—Ah… —me vuelvo a mirar las uñas—, me cuesta creer eso —apoyo mi mano en el mentón—. ¿Tú por qué lo sabes? —lo miro con curiosidad.
—Porque soy hombre —se encoge de hombros.
—No me digas que… —no puedo terminar la oración.
—Y si te digo que… —él se queda en silencio, desafiándome con esos lindos ojos color miel.
—¡Por favor! —me tapo los oídos con ambas manos—. Soy muy chica para enterarme de estas cosas.
—¡Te —aparta las manos de mi cabeza— pasaste Rachel! —sonríe burlonamente—. Cómo me dices esa mierda, de que soy muy chica para enterarme de estas cosas. Si mal no recuerdo, yo soy menor que tú.
—Sí, pero por un día —le guiño un ojo coquetamente—. Pero no significa que quiero saber qué haces con tú —y bajo mi vista a su entre pierna— amiguito.
—Si tú quisieras —se acerca a mi oído otra vez—, ese amiguito también podría ser tú mejor amiguito.
—Sabes que eso no va a pasar —me aparto más de él y siento que su nariz choca con la mía—. Porque sería un poco asqueroso.
—Pero que va a tener de asqueroso, todos los seres humanos se aparean.
—¡Kurt! —alzo la voz—, como puedes ocupar ese vocabulario conmigo. No me trates como un hombre más, acuérdate que soy una chica.
—Por qué crees que ocupe la palabra aparear —me besa la frente y se aparta de mi—, porque eres mujer. Si fueras hombre…
—¡Para! —coloco mi mano en forma de stop—. Entiendo lo que me quieres decir —sonrío—. Pero quiero que sepas que aunque quisiera, no podría estar contigo.
—¿Y por qué no? ¿Por qué eres virgen? —dice como si nada y yo siento mis mejillas arder a la velocidad de la luz.
—¡Kurt! —Elevo mi voz— Como es posible que me digas eso y en plena playa —me cubro el rostro rápidamente—, rodeada de toda esta gente que viene a ver a mi hermano mayor.
—Pero Rachel, no dije nada de malo —sonríe burlón—. Al contrario, encuentro muy valorable de tú parte que estés esperando al indicado y que no te metas con medio mundo, como lo hacen las chicas de tú edad.
—¿Tú crees? —pregunto con curiosidad. Acaso lo dirá porque es mi amigo y no quiere decir que me considera una sosa por esperar al indicado.
—Claro que sí Rachel —me besa la mejilla—, eres de las pocas personas que conozco, si es que no la única que respeta su cuerpo y desde mi humilde opinión eso es muy válido. Solamente espero que ese hombre que llegue a tú vida, no terminé siendo una mierda de ser humano.
—Kurt —sonrío—. Creo que tendrás que cuidar un poco de tú vocabulario conmigo, te has dado cuenta que has ocupado la palabra —hago comillas con mi mano izquierda— “mierda” tres veces en menos de cinco minutos.
—Puede ser —se encoge de hombros—, pero me importa una mierda —se coloca a reír a carcajadas— ocupar esa palabra —dice entre risas.
—¡Oh Kurt! —niego con la cabeza—. Eres tan gracioso, te echaré de menos cuando te marches de Australia.
—Pero te puedes ir conmigo.
—¿Contigo? —pregunto extrañada. Sé que lo hemos hablado en más de una ocasión, pero cada vez que sale a la palestra me incomoda un poco y sigo sin saber por qué motivo en cuestión. Si solamente es Kurt, él que me está ofreciendo ese viaje.
»Y puedo saber que haré yo en esa ciudad —porque aún no lo tengo tan claro.
—Conocer nuevas culturas —se peina su cabello negro dejándolo imposiblemente sexy—. O qué sé yo.
—Pero…
—¡Vamos Rachel! —coloca sus manos en mi rostro—, compartiremos departamento —asiento con la cabeza confirmando que eso va implícito en este supuesto viaje—, piensa que podremos subirnos al London Eye[1], podemos ir al Museo de Madame Tussauds, al Museo Británico, por supuesto que iremos al Royal Opera House y a tantos otros lugares que en este minuto no recuerdo —habla muy emocionado y casi tropezándose con las palabras.
»Es probable que tal vez veamos a tú famoso David Gandy por las calles de Londres o el amor de tú vida Luke Evans —sonrío al escucharlo, porque son mis amores platónicos británicos—. Pero lo que más quiero es recorrer y conocer todo Londres y jamás estar en el departamento preocupándonos de que todo este ordenado.
—Kurt, sabes que odio el desorden.
—Lo sé —me guiñé—, pero estando contigo nunca estará desordenado —sonríe de oreja a oreja.
—¡Te pasaste Kurt! —Niego con la cabeza—. Te das cuenta que solamente me quieres en ese lugar, porque te mantendré ordenado el departamento, yo no seré…
—Sí sé —sonríe—, pero pensaba algo.
—¿Algo? —Pregunto con curiosidad—. ¿Qué quieres decir con eso?
—Como seré un joven guapo y atractivo, rodeado de muchas chicas necesitadas. Requeriré tener a mi —hace comillas con ambas manos— “novia”, para que después las despaches a sus casas.
—¡Oye! —Sonrío negando con cabeza—. ¿Y por qué crees que haría eso? Es demasiado bajo y vil, incluso hasta para ti.
—No lo es —sonríe guiñándome un ojo—. Imagínate un hombre heterosexualmente atractivo —y se señala su cuerpo delgado pero tonificado por años arduos de baile y gimnasio—, en el prestigioso Royal Ballet School, las mujeres caerán rendidas a mis pies.
—Kurt, tú sí que te amas —respondo negando con la cabeza.
»Y me quieres a mí, para después decirles a esas pobres chicas incautas rendidas a tus pies, que yo soy tu novia y por muy cornuda que sea, jamás te dejaré de lado —respondo teatralmente, llevándome la mano a mi corazón.
—Así es —sonríe con gran eficiencia.
—Pongámonos en el caso de que acepto esto —él asiente con la cabeza—. Qué se supone que haré, aparte de hacerme pasar por tú novia cornuda —sonrío, porque hasta para mi es absurda esta propuesta.
—Podrías postular a una academia de teatro —nos quedamos en silencio, porque uno de mis sueños es algún día poder ser una actriz—. Que sé muy bien que tú mueres con ser una gran actriz —toca con su índice mi nariz respingona.
—No sé si gran actriz —me encojo de hombros—, pero si me gustaría algún día estar sobre las tablas. Te imaginas si después terminó en Broadway —sonrío en tan solo imaginar que eso me puede pasar a mí, una simple chica nacida en la hermosa ciudad de Cairns al Noroeste de Australia.
—Claro que sí —sonríe—. Rachel tienes un par de días para decidir si te quieres ir conmigo. Yo no te estoy presionando, al contrario, pero lo veo como una gran oportunidad para ti o sea para los dos.
Nos levantamos de la arena, y nos colocamos a mirar a los participantes del Campeonato mundial de Surf, no puedo ser por siempre la hermana nerd del campeón mundial de surf por dos años consecutivos y es probable que ahora sea el tricampeón de este deporte. Además existen más posibilidades que me vaya mejor en Londres que acá en Sidney o en mi misma ciudad natal.
Kurt tiene razón, si me quedo acá. Jamás podré ser una actriz de las que me gustaría ser realmente, es decir, no golpean a tu puerta diciendo: “Necesito una actriz rubia de cabello rizado y de grandes ojos color celeste”.
Aunque no sé si en Inglaterra tendré la misma suerte, pero si no lo averiguo jamás lo sabré, no puedo vivir en base a supuestos y sueños.
—Y si te digo que sí —le digo de repente a mi amigo, que deja el celular de un lado para prestarme atención—. Y me voy contigo ¿Qué me puede pasar? —porque al fin y al cabo, está al otro lado del mundo.
—Nada amiga. Seremos perfectos los dos —me besa la frente—. Sin duda esto será una gran estadía.
—Pues esperemos que sí.