“Siempre imaginé que el paraíso sería algún tipo de biblioteca.”

Jorge Luis Borges

 

               Antes de cruzar, Max me advirtió que las cosas en Líber habían cambiado desde mi visita, el Reino del Sur había sido objeto de un brutal ataque por parte de los Oscuros, varias ciudades pagaron el precio de la crueldad de estos seres insensibles, el mismo Príncipe se había batido en batalla durante casi un siglo para mantener a raya la avanzada Oscura relegándola a los límites del reino hasta el momento en que hubo de cruzar de nuevo al otro lado para ir a buscarme, me entristeció saber que lo que para mí fueron horas para él había sido tanto… pero ahora no conocíamos hasta qué punto las tropas habían logrado resistir. -No quería molestarte –Me dijo – Decidí pelear en la guerra… y con suerte morir en ella antes de vivir sabiendo que traicionaba lo que sentía por ti, sabía que te había herido y pensé que nunca ibas a perdonarme, deje pasar el tiempo y defendí nuestras posiciones sin tu medallón, pero no pude más, no soy tan fuerte.

Lo había abrazado conteniendo las lágrimas mientras cruzábamos de vuelta a Líber, pensando en lo duro que debió ser haberse mantenido en guerra durante tanto tiempo, arriesgando la vida constantemente mientras yo lo odiaba sin fundamentos, vi entonces las ojeras bajo sus ojos y el cansancio acumulado por las incontables horas de lucha a las que estuvo sometido.  Pasé mis dedos por su cabello revuelto y escanee cada centímetro de su rostro perfecto, tal cual como el día en que lo conocí, el tiempo no lo había marcado aún, para los liberianos no transcurre igual que para los humanos.

-Te amo Zoe…

-Y yo a ti.

Me asomé por el barandal sobre la enredadera que lo cubría casi por completo para ver si desde ahí se lograba notar algo de lo que sucedía allá abajo, miré hacia un lado y hacia otro como la primera vez que estuve allí, divisé el mar en su plenitud y su frescura llegó hasta donde estaba justo sobre los acantilados, la hermosa playa de arenas blancas, la llanura interminable de fresco verdor, el inmenso bosque de árboles centenarios en cuyo límite más lejano se elevaba la cordillera montañosa cubierta de eternas nieves y más lejos en la espesura de la bruma gris como el plomo allá en las montañas rocosas el lugar en donde se supone estuvo alguna vez mi Reino, El Norte.

Noté que el paisaje había sufrido un ligero cambio de cómo lo recordaba, parte del bosque, el que estaba más próximo a la ladera de las montañas rocosas, comenzaba a congelarse y la espesa niebla gris avanzaba sobre ellas hacia adelante oscureciendo la cordillera y todo lo que encontraba a su paso, un viento frío rozó mi nuca trayendo consigo un olor pestilente, me estremecí, la distancia que nos separaba del bosque era considerable pero los vientos se encargaban de fungir de aves de mal agüero.

Nos pusimos en marcha hacia la ciudadela, cabalgamos lo más rápido que pudimos considerando que yo no estaba muy acostumbrada a este tipo de transporte, creo que haber traído la motocicleta hasta aquí hubiera sido una muy buena opción en estos momentos, -Éste mundo y la tecnología no se llevan bien- me había dicho él después de insinuarle mi flamante idea de volver a la laguna por la máquina cosa que me parecería risible mucho tiempo después al vivir ciertas experiencias con poderes sobrenaturales, seres fantásticos, espíritus inmundos y toda clase de cosas   m u c h o  más extrañas que una simple moto.

Al llegar a la ciudadela comprobamos con alivio que aún seguía en pié, el pabellón amarillo y rojo con el águila como el fuego de los Aquila hondeaba libremente al viento desde lo alto de la torreta principal, nos entrevistamos con el Rey y sus consejeros tan pronto hubo oportunidad, los reportes eran lo que nos temíamos, las fuerzas resistían todo lo que podían pero los Oscuros eran demasiado fuertes e iban ganando territorio.

-Sabemos hasta donde han llegado Señor, los delata la nube negra –Informaba un caballero refiriéndose a la bruma que comenzaba a cernirse sobre el bosque- Estarán aquí en unos días si siguen avanzando de esa forma… nada los vence caen muertos y al instante vuelven a levantarse, han tomado a muchos cautivos –Agregó cabizbajo y derrotado.

-Solo conociendo su naturaleza podremos detenerlos padre.

-No soportaremos por mucho tiempo, hay que ir a la Biblioteca no podemos postergarlo más  –Dijo Virgilio visiblemente preocupado.

-Pero el camino es largo y peligroso, nadie ha ido hasta allá en siglos Majestad… y se necesita la ayuda de la ninfa -Continuó el caballero.

-No quise hacer esto antes debido a las consecuencias que pueden traernos los tratos con los seres mágicos pero ahora tenemos dos de los tres medallones podemos usar el portal para ir hasta allá –Continuó el Rey mientras se elevaban notablemente las comisuras de sus labios.

-Me temo… que eso no será posible… -Continuó Max con tono cuidadoso -Tenemos uno, el otro lo tiene  Aurelio.

-Mi tío –Aclaré, me sonó extraña esa palabra era la primera vez que me refería a él como mi tío, me apesadumbré un poco y lo sentí distante.

-¿El Rey dices? ¿Está vivo el hermano de Abelardo?... –Con sorpresa -Pero… ¿por qué no cruzaron juntos? –Visiblemente alterado.

-Se nos dificultaron las cosas, nos separamos para proteger los medallones del Príncipe Oscuro, él y una amiga de Zoe fueron por el Gran Libro.

-¿Hay una humana implicada? –Dijo el Rey alzando la voz en una octava.

-Ella no representa ningún peligro Majestad –Intervine a favor de Johanna.

-Un solo medallón… esto cambia las cosas… regresamos al punto de partida -Ahora pensativo –Créeme que jamás quise esto pero tendrás que hacer el viaje hasta allá, y es mejor que la lleves contigo las cosas se pondrán feas aquí, resistiremos hasta donde nos sea posible los nobles nos apoyan y aquellos que aún no, lo harán, no tienen alternativa –Tomando una bocanada de aire-¿Dices que los atacó el Príncipe Oscuro, esta entonces del otro lado?

-Sí, estuvo entre nosotros por mucho tiempo y luego desapareció, Damian quizá lo recuerdes -Frunciendo el ceño y apretando en un puño las manos -No sé cómo no pude verlo venir, perdón padre todo esto es mi culpa… lo guié sin saber hasta la tercera llave, estaba a punto de lograr que la hija del joyero que la tenía me la diera pero se me adelantó… -Me le quedé mirando dubitativa y comencé a atar cabos.

-No, hijo mío no es tu culpa, no había forma de que dudáramos de él fue paciente con su plan, no podíamos haberlo sabido, nunca lo hubiera esperado estuvo de nuestro lado cuando la rebelión se alzó, he incluso fue parte de la campaña al sacar a los renegados al exilio, no había forma de pensar que teníamos al homicida de Rómulo justo bajo nuestro techo –Bastante descompuesto, hubo un silencio largo bastante incómodo, al fin me armé de valor para continuar.

-Sé cómo consiguió la llave –Solté de pronto -El negocio que tu tenías con Adriana, su padre tenía la gema en su tienda y tu querías que te la diera ¿verdad? –Desviando el tema de la muerte del gemelo de Max, al cruzar él también me había contado sobre eso, sabía que le dolía en el alma y que además se culpaba de la tragedia.

-Si –Respondió avergonzado -Pretendía cambiársela por oro o lo que me pidiera.

-Se involucró con ella desde el comienzo de las clases, ¿Cómo no me di cuenta antes?, ya los había visto juntos pero no sabía quién era, fue él quien entro a mi cuarto aquel día estuvo siguiéndome todo ese tiempo, ya tenía la tercera llave quien sabe desde cuándo.

De pronto todo estaba claro, la razón por la que Max se había acercado a Adriana, la relación que ella tenía con Damian y porqué en la fiesta Johanna lo reconoció.

Se acordó que debíamos salir cuanto antes, así que descansamos un par de horas antes de preparamos para partir, intenté relajarme pero ni las cómodas almohadas de seda pudieron hacerme dormir lo suficiente, me desperté a sobresaltos varias veces preocupada porque aun mi tío y Johanna no aparecían y al llegar la madrugada estaba totalmente sonámbula. Tomé las alforjas que había preparado la noche anterior con algunas viandas y salí de la habitación, Max me esperaba en el pasillo.

-¿Lista? –Con un hermoso destello en sus ojos.

-Creo… -Sin estar muy segura de ello.

-No sabes lo feliz que soy al tenerte de nuevo conmigo… -Susurró colocando un mechón de cabello detrás de mí oreja, bajé la mirada sintiéndome ruborizada.

Nos dirigimos hasta la sala de armas, Max comenzó a guardar cosas en sus alforjas.

-Escoge –Dijo señalando hacia una pared en donde había cualquier cantidad de espadas, arcos, dagas, ballestas, jabalinas y que se yo que más fierros.

-¿Qué? Jajaja estás jugando verdad… -Mirándolo incrédula.

-No, es en serio Zoe, con qué crees que puedes defenderte –Sus iris claros se posaron en los míos.

-Bueno… nunca he tenido que utilizar un arma… no sabría cómo usar nada de eso –Contesté un poco aturdida con la idea de tener que llevar algo del arsenal encima, él tomó del aparador una daga con empuñadura de marfil tallada con las mismas runas de la piedra del portal del lago y me la extendió junto con un correaje de cuero.

-Acércate y pon tu pie sobre esta silla –Hice lo que me pidió mientras él se agachaba y colocaba el correaje con la funda del arma unos cuatro dedos arriba de mi rodilla, lo ajustó con cuidado a mi pierna de modo que quedara fijo e introdujo la daga en su lugar -Ya está, así es como debes llevarla –Me dijo con sus dedos cálidos aun sobre mi pierna, intenté ignorar el cosquilleo que me producía pero era difícil especialmente después de acercarse tanto a mi rostro al levantarse, en ese preciso instante el Rey entró en la habitación para ultimar detalles, bajé la pierna del borde de la silla mientras el calor invadía mi cara, un Bullicio venía de los pasillos y un mozo irrumpió en la armería dando voces de que algo había sucedido, tras él apareció un hombre con un saco de piel en la mano.

-Majestad –Y se inclinó ante el Rey -Hemos encontrado esto cerca del portal tal parece su dueño fue atacado por los oscuros.

El joven abrió la bolsa y vació su contenido sobre una mesa, mi corazón saltó de la impresión dentro de mi pecho al reconocer el teléfono móvil de Johanna.

-¡Dios mío! –Grité llevándome las manos a la boca- ¡Johanna… papá! -Conteniendo la respiración.

-¿Papá? –Preguntó Virgilio, Max lo llamó aparte y le explicó en pocas palabras que yo crecí creyéndolo mi padre.

-Esto se pone cada vez peor –Continuó el Rey –Tienen secuestrado al Rey del Norte ¡es imperante que solucionemos esto!, no podemos permitir que le hagan daño, él es nuestra mejor arma para recuperar ese territorio, cuándo sus súbditos sepan que aún vive, querrán volver a la guerra, por otro lado se debe honrar el pacto.

-¿Qué pacto? –Pregunté.

-Los dos reinos juraron protegerse el uno al otro a través de las edades, pasara lo que pasara –Respondió el Rey –Es nuestra prioridad encontrar a tu tío.

Me acerqué y tomé el teléfono para guardarlo en mi alforja pero algo en mi interior me dijo que lo revisara, pulsé el botón para desbloquearlo y busqué los últimos mensajes, tenía uno en la bandeja de borradores que parecía dirigido a mí:

-“nos tnen rodeados kieren el medallón nos van a llevr al norte”. Seguí buscando en la memoria,  mi amiga había tomado fotografías al cruzar a Líber, en las últimas se veían hombres de elevada estatura con aspecto fantasmagórico, vestidos de negro con rostros pálidos y pronunciadas ojeras bajo unos ojos huecos.

Max levantó el libro de la mesa y lo miró extrañado.

-Aurelio traía mi medallón y el libro pero… éste no es el libro –Mientras evaluaba su portada que en letras grades y doradas decía: Vulgata. Era el mismo que había encontrado entre las cosas de mi tío pero al parecer no era el que Max esperaba ver.

-Máximo eso era todo lo que había, no hemos encontrado nada mas –Prosiguió el joven de bello semblante y ojos grises.

-Ese es el libro que traía, lo he visto antes –Dije intentando aclarar sus dudas.

-¿Estas segura que no había otro además de éste? –Insistió.

-No, no había otro solo ese, ¿Qué libro pensabas que traería?

-El nuestro… el que cuenta la historia de este mundo, pensé que con él conoceríamos el futuro y sabríamos como cambiarlo… no se tal vez… reescribirlo –Un poco  aturdido y decepcionado -No sé de qué nos puede servir una Biblia en latín.

-Si Aurelio arriesgó su vida por traerla hasta aquí habrá de ser importante hijo –Dijo el Rey mientras se pasaba la mano por el cuello rozando con los dedos la marca real, el mismo gesto que Max hacía cuando estaba pensativo -Llévala contigo quizás Alain sepa algo.

-¿Alain? ¿Quién es Alain?- Interrogué.

-Es con quién vamos a reunirnos -Respondió Max concentrándose en sus armas –Lucio di a tus hombres que se preparen, vendrán con nosotros.

-En un momento estaremos listos, los esperamos en las caballerizas –Lanzándome una mirada escrutadora de arriba abajo.

Max tomó una ballesta, un carcaj lleno y una espada, e inmediatamente nos pusimos en marcha a todo galope rumbo al mar en compañía de Lucio, quien supe luego que era su primo,  y unos cuantos soldados.

La luna aún vigilaba en la penumbra, se dice que el momento más negro de la noche es aquel que está más cercano al amanecer.

-Tomaremos la Via Portis –Anunció Lucio –Es el camino más corto.

-No, legiones de Oscuros transitan todo el tiempo por ahí, iremos por el bosque, bajaremos los acantilados hasta caer en la playa. –Ordenó el príncipe.

-Está bien, como tú digas, pero nos tomará casi el doble de tiempo.

-No importa, no voy a arriesgar a Zoe por ningún motivo.

No tomamos el camino directo a la playa porque estaba muy cerca del portal, debimos rodear el territorio hostil para no encontrarnos con los oscuros e ir a un paraje alejado de altas planicies y luego descender por una empinada pendiente hasta caer en las arenas blancas bañadas de aguas cristalinas, viajamos casi toda la noche. Durante el largo camino pasé mucho tiempo en silencio perdida en mis pensamientos, no quería imaginar por lo que estarían pasando Aurelio y Johanna, temblé ante la idea de lo peor, sacudí mi cabeza para apartar esos pensamientos de mi mente. A la mitad del camino cuándo aún estábamos en el bosque un sonido de caballos y voces me sobresaltó.

-Shissss no hagas ruido –Me dijo Max deteniéndose -Escondámonos allá en esos matorrales.

Nos ocultamos detrás de la maleza y de los árboles haciendo el menor ruido posible, Lucio y los otros tomaron posiciones estratégicas y Max y yo nos quedamos juntos, él cargó su ballesta y esperó listo para disparar su primer dardo, en frente de nosotros desfiló una compañía de soldados oscuros armados hasta los dientes, parecían sacados de entre los ejércitos del mal de todos los libros y cuentos de brujas, sequé el sudor de mis manos en el pantalón y rocé la daga, ¿que podría yo hacer con una pequeña daga justo ahora si nos atacaban? –pensé- nada, absolutamente nada, ni siquiera sabría lanzarla, sin embargo era mejor tenerla en la mano por si la suerte me favorecía y resultaba capaz de usarla, la saqué de la funda, Max me miró de reojo y me pareció ver algo parecido a una sonrisa en su rostro, ¡zas! el sonido cortó el aire y un hacha voladora vino a enterrarse en el tronco del árbol a escasos centímetros del rostro de Max este devolvió en el acto el golpe con una flecha dándole al otro en el centro del pecho y cargó de nuevo tensando la ballesta con destreza, la mayor parte de la compañía ya no estaba al alcance de la vista pero atrás se habían quedado una veintena de soldados que se pusieron en guardia mirando hacia todos lados buscando de donde había salido el disparo.

-Quédate muy quieta –Me susurró -Si algo sale mal corre a todo galope por el sendero, te llevará al castillo.

-Max…

-Shiss… -Abrió los matorrales para ver mejor y dos hombres se abalanzaron sobre él, apuntó y alcanzó darle a uno mientras el otro lo tumbó del caballo, ahogué un grito, ambos hombres dieron vueltas en el suelo lanzando golpes a diestra y siniestra, Max logró empujarlo y ponerse en pie, para entonces ya otros dos habían llegado a su lado y él movía la espada de aquí para allá esquivando los golpes, el metal chirriaba mientras luchaba con todas sus fuerzas, el combate no era justo, tres contra uno y aun así Max seguía de pie, los hombres de Lucio arremetieron contra los oscuros cortándoles el paso hacia nosotros pero no eran suficientes, los del bando contrario seguían acercándose más y más colándose en medio de nuestras filas, Lucio disparaba dardos en la oscuridad con una puntería envidiable y Max seguía  luchando contra los mismos tres soldados, golpeó a uno con la empuñadura por la quijada lanzándolo de bruces al suelo, giró sobre sus talones para esquivar el golpe de otro y la hoja afilada pasó a escasos centímetros de su mejilla izquierda lanzó la cabeza hacia un lado evitando que el arma cortara su cara, echo un pie hacia atrás y se agacho hundiendo su espada en el vientre del oscuro, volvió a girar desde abajo con una pierna extendida haciendo caer al último y atravesándolo en el piso.

Otros dos me tomaron por detrás poniendo el metal frío contra mi clavícula.

-¡Ríndase –Gritó el hombre con voz gutural -O ella muere!

-¡Max no! –Temía por su vida, apreté fuerte la daga en mi mano y sin pensar la hundí con todas mis fuerzas en la pierna de uno de ellos, el hombre me soltó gritando de dolor y Max lo alcanzó con su espada, el otro corrió huyendo a alertar a la compañía, Max sacó la daga del cuerpo y la lanzó contra la espalda del soldado que cayó al suelo en mitad del camino.

-Así se hace estuviste muy bien -Me dijo mientras corría a recuperar mi daga- vamos monta hay que correr.

Antes de que pudiera si quiera moverme un chorro de fuego pasó sobre nuestras cabezas a punto de convertirnos en barbacoa, Max levantó la vista y un frío recorrió mi estómago, él había luchado en muchas batallas y contra muchos seres extraños pero nunca se había enfrentado a esto, la bestia que tenía en frente media unos veinte metros de altura con la piel verde escamada como la de una serpiente y gruesa como una coraza, enormes  garras, un par de alas poderosas, y una gran cola llena de púas, su enorme y bien afilada línea de dientes fruncidas en una mueca aterradora bajo el humo hirviente de sus fosas nasales era capaz de quitarle el aliento a cualquiera.

-¡Dragooooon! –alguien gritó.

Máximo respiró profundo y empuño la espada  para hacerle frente pero la bestia se movía pesada y amenazante derribando árboles y escupiendo fuego, se giró y dio tamaño coletazo arrastrando a tres hombres y estrellándolos contra una roca, al dar la vuelta de nuevo hizo lo mismo con otros dos desventurados, Max corrió hacia el dragón y le asestó un golpe con su espada las chispas brotaron de la piel acorazada del monstruo sin hacerle ni un rasguño, se incorporó y atacó de nuevo sin lograr mejor resultado que el primero, el animal embravecido lo buscó con la mirada y abrió sus fauces para tragarlo, y justo cuando iba a hacerlo Lucio rapó por  el suelo atrapando a su primo, se incorporó y lo arrastró de sus ropas hasta ponerlo a distancia.

-Esto se está volviendo costumbre -Gritó Lucio.

-¿En serio? ¡No me molestes! si te cobrara por las veces que te he salvado la vida estarías en la ruina -Respondió el príncipe.

-Si claro ¡ja! -Poniendo los ojos en blanco.    

Ambos hombres se movían de un lado para otro esquivando los embates de la pesada fiera una y otra y otra vez, intentando hundir sus fierros en el animal sin éxito alguno, yo estaba petrificada no sabía si correr o echarme a llorar, aterrada como pude me escabullí entre los matorrales y me acurruque con la cara entre las rodillas queriendo desaparecer y respirando con dificultad el aire viciado a humo, los ojos me picaban y las lágrimas se abrían paso, puse las manos en mi rostro tratando de no ver lo que estaba pasando, escuchaba los gritos, el crujir de las ramas, la madera desgarrarse, las pisadas de la fiera, y el chirriar metálico de las armas.

-Zoe... estas bien -Una mano se posó con suavidad en mi hombro y me hizo saltar al instante -Soy yo, tranquila ya se fue -Prosiguió Max con cuidado.

-¿Se fue a dónde? -Mirándolo con los ojos rojos por el llanto y el rostro ceniciento.

-A las montañas creo...

-¿Así no más? -Incrédula.

-Así no más, se detuvo y se quedó como escuchando algo, después salió volando, no sé qué paso pero sea lo que sea es bueno porque se fue.

-Hey -Lanzó Lucio que venía cojeando hasta nosotros -¿Estas bien?

-Creo que si -Si al estar petrificada de miedo se le puede llamar estar bien, tirando de Max hacia mí para intentar ponerme en pie.

-Bien... entonces no perdamos tiempo, ¿quieres ir delante o nos vamos todos juntos? -Mirando a Max.

-Creo que mientras más seamos más llamaremos la atención, ya ves lo que acaba de pasar.

-¡Si pero si hubieran estado solos no estarían vivos! -Replicó Lucio.

-¡Paren ya! -Solté fastidiada- ¿Ustedes son así siempre?

-No, en realidad generalmente somos peores -Con una sonrisa socarrona que iluminó sus ojos grises.

-Está bien Lucio, vendrás con nosotros pero en cuanto a los demás se irán al castillo, no quiero una nube de polvo tras nosotros delatando nuestra posición.

-Sus deseos son ordenes alteza -Haciendo una corta reverencia delante de su primo sin perder su sonrisita burlona.

Lucio se apresuró a pasar revista de los sobrevivientes y heridos, los organizó por grupos y los envió de regreso, mientras Max me estrechaba con dulzura para tranquilizarme.

-Todo estará bien ya verás -Con tono suave y ojos melancólicos.

-No entiendo cómo pueden estar tan tranquilos Lucio y tú...

-Son muchos años de guerra, muchas... batallas...

-Y muchos horrores -Interrumpió Lucio acercándose junto a nosotros -Al final... te acostumbras a ello.

-Nunca me acostumbraré a ver a hombres peleando a muerte -Recordando los miembros cercenados bajo el frio hierro de los oscuros y sintiendo arcadas en el estómago -Creo que voy a vomitar.

 

Aun atontada por lo que acababa de suceder, subí al caballo y corrimos a todo galope a través de los árboles hasta estar fuera del radar de los oscuros.

Cabalgamos por la orilla del mar hasta llegar a una abertura en los acantilados, estaba ubicada de tal forma que solo estando a un par de metros de ella era visible, nos adentramos en la amplia caverna avanzando hacia el interior húmedo y lúgubre.

-Ilumina el camino con el cristal –Me pidió Max deteniendo el caballo en mitad de la nada.

-¿Cómo? –Pregunté

-Solo dale la orden –Devolviéndome una sonrisa juguetona –Tomé la gema entre mis dedos y pensé en un faro que expedía mucha luz.

-¡Funcionó! -Dije atónita.

-¿Ves? Es muy fácil.

Seguimos caverna adentro hasta un lugar en donde había un lago subterráneo de aguas límpidas que expedían una luz similar a la del medallón por lo que no necesité iluminar más con él, Max tomó sus alforjas, dejamos los caballos y caminamos un par de metros hasta la orilla.

-¿Y ahora qué hacemos? el camino se acaba aquí.

Lucio se volteó hacia a los caballos y les asestó un golpe en los muslos para hacerlos regresar, me le quedé mirando.

-¿Qué, pasa algo?

-¿Los vas a enviar solos?

-Conocen el camino, estarán bien, ¿siempre eres así?

-Qué curioso ¡me preguntaba lo mismo de ti! -Lance de vuelta- ¡Espera se llevan mis cosas! –Grité pero ya era tarde, el animal había salido a todo galope, ¡que estúpida! Cómo pude distraerme así.

-Jajajaja -Escuché su risa  por lo bajo, es realmente irritante de una manera atractiva.

-Ven -Dijo Max sin quitar la vista del agua -Esperamos a alguien.

-Oh si... quiero ver tu rostro ahora niña -Continuo Lucio, ¿siempre tiene que ser tan odioso? lo miré de reojo, la poca luz de la estancia hacia su perfil  hermoso.

Levanté mi vista al techo de la cueva y detallé las viejas y extrañas inscripciones rúnicas en la piedra que iban de un lado al otro formando círculos, de pronto el fulgor que provenía del agua se hizo más fuerte y el vital líquido comenzó a elevarse desde el centro del pozo hasta el techo, las inscripciones se iluminaron al entrar en contacto con el agua y una criatura encantada emergió de las profundidades, mitad mujer, mitad pez, de ojos esmeralda, piel extremadamente pálida y delicados rasgos además de una hermosísima cola granate, sus largos cabellos del color del oro caían a ambos lados de sus hombros hasta más abajo de la cintura cubriendo sus pechos. Apreté fuerte el brazo de Max y él me confortó para tranquilizarme.

-Es una amiga del reino –Me susurró al oído.

-Alteza –Su voz pareció el rumor de miles de ecos suspendidos en aire.

-Leucosia es un gusto volver a verte, Ella es Zoe…

-Se quién es, la sangre de un Rey corre por sus venas –Dijo con tono seguro- ¿Qué os trae hasta aquí? –Dibujando la más exquisita sonrisa.

-Estamos buscando el camino a la Biblioteca.

-Hace mucho que nadie va… -La sirena comenzó a moverse hacia nosotros, conforme estaba más cerca de la orilla su cola se transformaba en unas largas y hermosas piernas, avanzó sobre la arena dejando un par de pisadas tras de sí, las escamas mudaron a una especie de tupida red de algas que la cubrían desde la cadera hasta los muslos desde donde el fino tejido comenzaba a abrirse en flecos hasta unos centímetros debajo de las rodillas, extendió su brazo señalando hacia una balsa que flotaba sobre la superficie -¿Qué me darán a cambio? –Preguntó mirado a Max con ojos lujuriosos.

-No sabía que debía darte algo –Respondió el Príncipe en tono serio.

-Todo el que pide ayuda a una ninfa debe pagar un precio, más aun cuando quieres ver al guardián de la Biblioteca, los seres mágicos estamos obligados a protegerla.

-¿Y qué es lo que quieres? –Lanzó Lucio de modo arrogante.

-Una gota de sangre y un beso.

-¿Qué? ¿Qué clase de pago es ese? –Repliqué.

-Uno muy valioso que me garantiza que ustedes, niños herederos estarán en paz con mi pueblo y mis dominios siempre, una ninfa tiene mucho que cuidar del mundo mágico y más ahora con la amenaza que se avecina.

-Jamás te haríamos daño o a tu raza, ¿Qué te hace pensar eso? –Pregunté exasperada.

-Algunos de tus antepasados no pensaban lo mismo que tú.

-¿Y por qué?

-Porque no son de fiar, porque pueden engañarte con su belleza y su canto –Soltó Lucio molesto -¡Por eso!

-Está bien, te pagaremos –Dijo Max –La Sangre –Levantándose la manga de la camisa.

-Oh no mi adorado Príncipe, no la tuya, la de ella –Clavando su fría mirada en mí.

-¿Qué? ¡No, nunca!

-¡Entonces podéis iros por donde vinisteis!

-Max es una gota no me pasará nada, no es como si fuera a desangrarme –Lo tranquilicé  –Dame mi daga lo haré yo misma.

-Estás loca, estarás haciendo un pacto de sangre con ella.

-Por mantener la paz… un pacto se hace entre dos partes, no soy la única que estará pactando, ella debe jurar lealtad a Líber también o no hay trato –Dije mirándola con la misma frialdad con la que ella lo había hecho.

-Por supuesto Alteza –Respondió con voz cantarina.

Lucio me extendió la daga luego de habérsela arrancado a su primo de las manos, me acerqué a Leucosia he hice un pequeño corte en la palma de mi mano.

-¿Qué quieres que haga ahora? –Pregunté.

-Deja caer una gota sobre el agua.

Apreté mi mano hasta que de ella salió un hilo de sangre que dejé caer como ella pidió, en la superficie clara del estanque.

-Ahora tú  –Le dije poniéndole la daga en frente –Es un pacto de ambas partes ¿recuerdas?

-Claro –Dijo clavando la daga en su pierna y sacándola de nuevo, la herida cerró casi de inmediato y la sangre corrió por su piel hasta caer en el agua –Mi segunda parte del pago –Dejando caer la daga y pasando a mi lado para detenerse frente a Max, Lucio se acercó a mí y levantó con prontitud la daga del estanque antes de que el agua lavara la sangre por completo.

Leucosia posó su labios sobre los de Max, mi Max, lo abrazó con fuerza y lo besó con pasión como si nunca fuera a soltarlo, sentí una furia incontenible quería lanzarme sobre ella y arrancárselo de las manos, ¡cómo se atrevía! ¡bruja!; de pronto se detuvo como si algo estuviera mal y se volvió hacia Lucio mirándolo con firmeza.

-Qué curioso… creo que voy a asegurarme de que el reino del sur haga su pacto –Y comenzó a caminar hacia Lucio que estaba petrificado junto a mí.

-Pero… Máximo es el heredero al trono del Sur… -Soltó Lucio con un hilo de voz.

-Si pero uno nunca sabe que podría pasar, ¿no es cierto príncipe Lucio y segundo en la línea sucesoria al trono? –Lucio palideció y me tomó del brazo para sujetarse cuando Leucosía lo beso de tal forma que el chico se tambaleó hacia atrás a punto de caer al suelo.

 –Suban, las aguas los llevarán en la dirección correcta –Señalando de nuevo a la balsa con una encantadora y angelical sonrisa como si no hubiera pasado nada.

-¿No vendrás con  nosotros? -Preguntó Max con cautela a la Ninfa de las aguas.

-Los acompañaré por un tramo -Dijo mientras se sumergía con gracia de nuevo en el estanque y su cuerpo recuperaba su forma natural -Estarán bajo mi protección mientras estén en mis dominios, pero al salir del agua es poco lo que puedo hacer por ustedes personalmente; dale mis saludos a Alain.

-Menos mal que es amiga del reino –Susurré a Lucio a mi lado enfurruñada –No quiero ni pensar en que nos habría pedido si no lo fuera.

Abordamos la balsa y Max se ayudó de una vara para empujarla y sacarla de la orilla, como había dicho la sirena las aguas hicieron el resto, nuestro pequeño navío se adentró al menos un kilómetro hacia el corazón de la montaña a través de un pasaje que fue a desembocar a un pequeño paraíso, ella nos acompañó nadando tras la balsa por un rato hasta desaparecer sin decir nada, tomé la mano de Max y me acurruqué junto a él durante el trayecto, sus fuertes brazos rodearon mis hombros con gentileza podría quedarme así por siempre, junto a él lejos del peligro, lejos de todo... el viento fresco sobre mi rostro me saco de mi ensoñación y la luz del día se hizo cada vez más clara, el techo comenzó a abrirse como el cráter de un volcán, se divisaba el cielo despejado de un lindo día soleado, el agua se extendía más allá hasta toparse con las arenas blancas, paredes de roca rodeaban el paraje por completo elevándose hasta la boca del cráter que después de haber sufrido el embate de los siglos de erosión mostraba irregulares los bordes de la cima.

Me quitó el aliento ver tanta belleza y lamenté la situación que nos había traído hasta aquí, tal vez si todo salía bien podría regresar algún día bajo otras circunstancias, al desembarcar desee haber venido con mi ropa de diario más cómoda que lo que traía puesto, unas botas de piel no son exactamente el calzado más idóneo para caminar sobre la arena o mojar tus pies en el agua de la orilla, al menos no cedí ante la idea de deshacerme de mis jeans pero en cambio debí usar un corsé con mangas bombachas, hacía calor y me estaba asando dentro de él, recogí mi cabello y halé las mangas desde la costura de los hombros hacia abajo hasta desprenderlas, una y luego la otra –Ya está, perfecto ¡más cómoda!, me dije a mi misma.

-¿Qué haces? -Lanzó Lucio.

-Quitarme de encima lo que me estorba –Contesté como si fuera obvio.

-La idea de que vinieras vestida así es que te mezclaras…

-Bueno eso no ayudó mucho cuando nos atacó esa cosa –poniendo mis manos en jarra.

-Tienes un punto… -Aceptó Max -Pero si piensas hacer otro cambio avísame antes –pasando sus dedos sobre mi brazo con cariño.

-Está bien –Haciendo un puchero con mi boca y acercándome más a él. 

-Si sigues así vas a hacer que nos maten -Dijo Lucio clavando su mirada gris sobre mí.

-Hay que continuar -Susurró el príncipe poniendo su frente sobre la mía -No le hagas caso nació amargado –Y me beso suavemente.

-Si claro, ¿podrían esperar hasta que estén solos?  ¡Me empalagan!

Salimos de allí por una gran hendidura en la pared de la montaña y caminamos durante unas dos horas a través del sendero en medio de un ambiente selvático.

-¿En qué piensas? –Rompió el silencio.

-En ellos, ¿crees que estén bien? –Estaba realmente preocupada.

-Deben estarlo o no se los hubieran llevado con vida.

-Es verdad, los necesitan para algo o ya estarían muertos -Lucio siempre tan “sutil”- Allá, mira –Dijo señalando hacia un lado -Estamos cerca.

Voltee para ver, se divisaba una construcción antigua solo algunas partes se mantenían en pie, llegamos hasta el arco de la entrada en cuya parte más alta se leía en letras borrosas: “OCULUS”.

Ya dentro de las ruinas Max y Lucio comenzaron a llamar a Alain alzando la voz pero nadie respondió, revisamos cada rincón del lugar y no había nadie, me senté sobre un bloque de piedra y noté que como en la caverna y el portal las ruinas también estaban grabadas con símbolos, busqué alguno que me fuera familiar rodee la construcción y al fondo en frente de la pared más elevada cuatro escalinatas subían hasta un pequeña terraza con columnas a cada lado cuyos capiteles terminaban en una alta cornisa, en el suelo justo debajo de ella de nuevo los grabados rúnicos formaban círculos superpuestos, me agaché para observarlos mejor y limpié el polvo y las hojas secas de los árboles con las manos, seguí limpiando uno y otro y otro círculo hasta tener una vista clara de todo el grabado, en uno de ellos el que estaba más hacia el frente había una ranura tomé mi medallón y lo introduje cuidadosamente el cristal encajó a la perfección y tal como pensé las runas reaccionaron a su poder, frente a mí se levantó una especie de espejo líquido en donde comenzó a emerger la silueta de un hombre de barba y cabellos blancos como la nieve, ojos vivos y rostro amigable con ropas de época de principios de la edad media, cuando la imagen fue completamente nítida el hombre salió del espejo hacia donde me encontraba.

-¿Me ha llamado Princesa?  -Preguntó con voz ronca y profunda, infundía respeto y un aire de misterio lo envolvía.

-¿Quién eres? –Pregunté a la defensiva.

-Alain, su alteza se encuentra en “El Ojo”.

-Zoe –Gritó Max quién venía corriendo con la espada desenfundada listo para atacar.

-¡Max no!,  ¡detente! es Alain.

-¿Eres Alain? –Preguntó al honorable anciano.

-Lo soy.

-Entonces dime quien soy y porqué he venido hasta aquí –Sin bajar su arma -Si eres quién dices deberías saberlo.

-Eres el heredero del trono del Sur y estas aquí buscando respuestas -Max bajó los brazos con lentitud, enfundó la espada y se acercó un poco más confiado -Pasen a mi morada aquí no están del todo seguros, en ninguna parte de Líber lo estarán mientras los Oscuros no sean desterrados.

Lucio se nos unió mientras yo recogía el medallón y seguimos al anciano al otro lado del espejo e inmediatamente estuvimos en una pequeña sala tibia y acogedora con cómodos sillones de madera y cojines por todos lados, en la chimenea crepitaban algunos troncos bajo el fuego abrazador, y un exquisito olor provenía de la cocina.

-¿Qué es este lugar? –Max quiso saber.

-Es mi casa, mi santuario, aquí puedo meditar sin que nadie me interrumpa, la entrada está encantada para que solo gente de fiar pueda encontrarla, ¿Gustan un poco de sopa? –Al fin preguntó Alain amablemente.

-Si por favor –Me adelanté a decir no había probado bocado desde la noche anterior y mis alforjas se había ido con el caballo además me sentía muy cansada, Lucio asintió con la cabeza. Mientras comíamos la conversación se dirigió hacia lo que queríamos saber.

-¿Qué eres exactamente? –Me aventuré a interrogar.

-Dependiendo de la cultura he recibido diferentes nombres: oráculo, sabio, profeta, guardián por ejemplo, sin embargo solo soy un bibliotecario.

-¿Qué son exactamente los Oscuros? –Continuó Max tomando un sorbo de su taza- ¿por qué son casi invencibles?

-Ellos no fueron creados en los mundos de ficción, es por eso que son tan fuertes.

-¿Quieres decir que son reales? ¿Del otro lado? –Continué sin entender totalmente lo que acababa de escuchar.

-Sí, pertenecen al mundo real.

-Pero… si son del mundo real ¿porque nunca habíamos sabido de ellos y por qué no hacen estragos allá sino aquí? –Pude ver la confusión en el rostro de Lucio.

-Ellos han estado entre los humanos desde el comienzo de los tiempos, y han sido los causantes de muchas de sus desgracias, se mezclan entre la gente y la incitan a provocar homicidios, separaciones familiares, suicidios, guerras y mucho derramamiento de sangre a través de todas las edades, su padre es padre de la mentira y su único fin es matar y destruir… -Con tono melancólico -Pero siempre han tenido oposición, no toda la humanidad se ha rendido a sus dominios y ahora están buscando otro medio para vencer.

-¿Y qué papel juega Líber en todo esto? –Prosiguió Max.

-Su naturaleza es espiritual, no son seres materiales se mueven entre las sombras, en el mundo real se les llama de muchas formas: demonios, ángeles caídos, espíritus del mal… han atacado desde el plano espiritual pero ahora quieren hacerlo desde el físico –Explicó- Líber es un mundo intermedio entre la realidad y la ficción, es la puerta entre ambos, cualquier ser que pase desde aquí a la tierra de los humanos se materializará, su plan es traer hasta aquí a legiones de ellos y hacerlos cruzar al otro lado de carne y hueso.

-Se oye macabro –Puntualicé con temor.

-¿Y qué hay de su poder? –Continuó Lucio interesado.

-Buena pregunta –Levantándose de la mesa -¿Un poco más de sopa? –Y volvió a llenar nuestro tazas mientras continuaba hablando -Sin los medallones serían iguales a cualquier humano común, salvo por el hecho de convertirse probablemente en los peores malhechores que se hayan visto, pero con los años morirían por el deterioro de sus cuerpos físicos y eso supone un gran problema para ellos, harán lo que sea por apoderarse del último medallón.

-Hay algo más… ¿Líber es también un libro? Quiero decir… ¿También fue creado por un humano? ¿Hay forma de reescribir nuestra historia para deshacernos de los Oscuros? –Supe hacia donde se dirigía Max con esa pregunta.

-No se sabe a ciencia cierta de donde surgió Líber pero fue creada para proteger al mundo real de sus propias invenciones, al principio el hombre usó su imaginación para crear mundos hermosos y personajes con alto valor moral, como proponía Aristóteles, usar el arte no solo para entretener sino para educar, pero con el tiempo ese propósito fue olvidado y la imaginación dio paso a los mundos siniestros y a los personajes más depravados y crueles, Líber los mantendría sujetos a sus planos gracias a los portales pero jamás se pensó que las cosas se dieran al contrario, que cruzaran desde la realidad para acá.

-¿Pero cómo llegaron hasta aquí? Hasta hace poco no tenían los medallones, ¿Cómo pudo Damian vivir tanto tiempo en Líber sin ser descubierto?

-Damian… su verdadero nombre es Azrael y es peligroso muy peligroso, ha estado tratando de escalar posición desde hace siglos, no es tan joven como se ve, ha sido el sabueso del Señor Oscuro, su lugar teniente y mejor ficha en todo este juego para ganar poder –Suspiró -Se ufana de ser su príncipe o principal perro de caza… su estrategia fue entrar a Líber a través de la tinta y el papel que es la otra forma de entrar a éste lado sin usar los portales, aprovechó el hecho de que además de ser completamente real también es personaje de un libro –Hasta este punto ya estábamos bastante enredados pero ahora sí que me había perdido por completo- Vengan conmigo –Dijo poniéndose de pie.

Lo seguimos por un estrecho pasillo hasta una enorme puerta de madera con cerrojos metálicos, Alain pronunció unas palabras inentendibles y la hoja se abrió para nosotros, unos muros colosales resguardaban la biblioteca más grande que jamás se halla imaginado, filas y filas de estantes con montones y montones de libros de todas los colores y tamaños, mi vista no alcanzaba a divisar el fin de las estanterías repletas, a un lado los muebles del catálogo de la biblioteca contenían las miles de fichas en cientos de cajones de madera y muy cerca de la puerta estaban unas cómodas mesas con sillas acojinadas dispuestas para la lectura.

-Wao… -Solté sin respirar –Esto se parece mucho a mi paraíso personal…

-Señorita creo que le ha gustado mi biblioteca –Comentó el anciano.

-¡Es fantástica! –Dije emocionada -Podría quedarme a vivir aquí.

-Creo que no ha podido calificarla usted con una palabra más precisa, esta biblioteca contiene solo libros de ficción, nada más.

-¿Nada de historia o ciencia?

-No, solo ficción…

-¿Y alguno de estos libros puede ayudarnos a identificar el lado débil de los oscuros? –Preguntó Lucio sin quitar la vista de los estantes.

-Hay un libro que habla del Príncipe Oscuro y cuenta cómo él y su Señor fueron expulsados del cielo junto a las legiones que ahora comandan, ahora nos sería de mucha ayuda pero por desgracia no se encuentra en esta biblioteca.

-¡La Biblia! –Dije por fin siendo iluminada por un rayo de luz -Por eso mi tío la traía cuándo se lo llevaron.

-Sí, pero como ya dije solo hay fantasía en esta biblioteca.

-Pero tenemos una –Continué.

-¿Ustedes tienen una, en serio? –Preguntó Alain con emoción.

-Si Max la trae entre sus cosas –Contestó Lucio.

-Hubieran empezado por ahí.

-Realmente no pensé que fuera tan importante –Dijo Max poniendo el libro en manos del anciano.

-Valla… es magnífica… -Comenzó a pasar las páginas con respeto y admiración -Si pudiera encontrar un pasaje que nos explique  su lado débil…

-¿Crees que eso sea posible? –Preguntó Max ansioso caminando de un lado a otro del salón –¡No quisiera tener que encontrarme otra vez con su mascota!

-¿Su mascota? –Alzando la vista hacia Max.

-Si el enorme dragón que estuvo a punto de convertirnos en asado –Siguió Lucio.

-¿Y cómo era ese dragón? –Inquirió Alain.

-Pues muy grande como un edificio, de piel escamosa y verde… -Expliqué.

-¿Cómo la de un lagarto?

-No, como la de una serpiente.

-¿Y qué otra cosa recuerdan?

-¡Que importa! Casi nos mata –Soltó Lucio.

-Es muy importante, según sus características puedo saber de quién se trata, de donde viene –Señalando a los libros detrás de él –Y también como vencerlo.

-Pues era la bestia más aterradora que he visto en mi vida –Continuó con su mirada gris sobre el sabio.

-Por lo que dices es uno muy poderoso, te aseguro… –Dijo con voz trémula y se dirigió hacia los estantes.

Estuvimos sentados por un buen rato mientras Alain rebuscaba por aquí y por allá, no pude evitar darme cuenta de que Lucio me miraba cada vez que Max no lo hacía, me sentí incomoda, no sé qué le pasa a este chico, realmente debo caerle muy mal o… no, no creo, él sabe que Max me ama y no se enfrentaría a su primo por alguien a quien apenas conoce, sin embargo no puedo negar que es intenso en su forma de ser además de guapo, pero mi corazón solo tiene un dueño, Máximo.

-Aquí esta -Dijo trayendo unos viejos tomos titulados “Clases de Dragones” –Y comenzó a hojear uno de ellos lleno de imágenes de bestias horripilantes y terribles.

-¿Se parece a este? –Preguntó mostrándonos la ilustración.

-No.

-¿Y a este?

-Tampoco.

Y así nos hizo ver todos y cada uno de los grabados en cada página de aquellos “Libros Gordos de Petete”. Alain cerró el último volumen y se quedó pensativo.

-En estos libros se encuentran todos los dragones de los mundos fantásticos, y si no está aquí solo queda una clase de animal que existió en el mundo real, pero me parece casi imposible que se trate de él, sin embargo… -Y tomó la vulgata una vez más entre sus manos –Leamos la descripción a ver si les es familiar –Dijo buscando un pasaje en el libro de Job y leyéndolo en voz alta:

“…numquid implebis sagenas pelle eius et gurgustium piscium capite illius

pone super eum manum tuam memento belli nec ultra addas loqui

ecce spes eius frustrabitur eum et videntibus cunctis praecipitabitur…”

 

Para traducirlo luego:

-¿Puedes atravesarle la piel con lanzas, o la cabeza con arpones?, si llegas a ponerle la mano encima, ¡jamás te olvidarás de esa batalla, y no querrás repetir la experiencia!, vana es la pretensión de llegar a someterlo; basta con verlo para desmayarse… -Respiró hondo y continuó:

 

…portas vultus eius quis aperiet per gyrum dentium eius formido

corpus illius quasi scuta fusilia et conpactum squamis se prementibus

una uni coniungitur et ne spiraculum quidem incedit per eas

una alteri adherebunt et tenentes se nequaquam separabuntur

sternutatio eius splendor ignis et oculi eius ut palpebrae diluculi

de ore eius lampades procedunt sicut taedae ignis accensae

de naribus eius procedit fumus sicut ollae succensae atque ferventis

halitus eius prunas ardere facit et flamma de ore eius egreditur

in collo eius morabitur fortitudo et faciem eius praecedet egestas

membra carnium eius coherentia sibi mittet contra eum fulmina et ad locum alium non ferentur…

 

-¿Quién se atreve a abrir el abismo de sus fauces, coronadas de terribles colmillos? Tiene el lomo recubierto de hileras de escudos, todos ellos unidos en cerrado tejido; tan juntos están uno al otro que no dejan pasar ni el aire; tan prendidos están uno del otro, tan unidos entre sí, que no pueden separarse. Resopla y lanza deslumbrantes relámpagos; sus ojos se parecen a los rayos de la aurora. Ascuas de fuego brotan de su hocico; chispas de lumbre salen disparadas. Lanza humo por la nariz, como olla hirviendo sobre un fuego de juncos. Con su aliento enciende los carbones, y lanza fuego por la boca.  En su cuello radica su fuerza; ante él, todo el mundo pierde el ánimo. Los pliegues de su piel son un tejido apretado; firmes son, e inconmovibles…

-Es él –Máximo aseguró.

-¿Qué es? –Preguntó su primo.

-Es un Leviatán, una criatura que según los antiguos textos sagrados caminó sobre el mundo real, ya extinto en estos tiempos pero Damian pudo haberlo traído del mismo modo que trajo a sus tropas, a través de la tinta y el papel.

-¿Y cómo vamos a vencerlo? –Prosiguió Lucio.

-Con otro ser que le sea equiparable.

-¿Otro dragón? –Pregunté conteniendo el aliento, no creo que fuera capaz de ver de nuevo a aquella bestia u otra parecida.

-¿Y qué hay de los oscuros? –Interrumpió Lucio ojeando un libro.

-Por ahora nuestra prioridad será deshacernos del dragón que es por lo que sabemos su arma más agresiva, ya después habrá que hacer investigación para saber los que haremos y en eso jóvenes ustedes están desde ya apuntados… con respecto a tu pregunta Zoe, no tiene que ser necesariamente un dragón, verán hay en las montañas heladas un mito muy antiguo según el cual cinco águilas de hielo cubrieron de nieve esos parajes –El bibliotecario trajo otro libro y pidió a Max que lo leyera.

No podía creer que estuviera hablando de la historia con la que crecí, un hermoso poema de Febres Cordero plasma de manera perfecta el mito andino, a mi mente llegaron los recuerdos de mi tío leyéndome en la noche antes de dormir, de niña tomaba un libro y me leía, me parecía estar escuchando la voz de Aurelio recitar:

Cinco águilas blancas volaban un día por el azul del firmamento; cinco águilas enormes, cuyos cuerpos resplandecientes producían sombras errantes sobre los cerros y las montañas, ¿venían del norte? ¿Venían del sur? … Caribay vio volar por el cielo las enormes águilas blancas, cuyas plumas brillaban a la luz del sol como láminas de plata, y quiso adornar su coraza con tan raro y espléndido plumaje. Corrió sin descanso tras las sombras errantes que las aves dibujaban en el suelo; salvó los profundos valles, subió a un monte y otro monte, hasta dominar las alturas; llegó fatigada a la cumbre solitaria de las montañas andinas. Las pampas, lejanas é inmensas, se divisaban por un lado; y por el otro, una escala ciclópea, jaspeada de gris y esmeralda, la escalada que forman los montes, iba a morir en lontananza bañada por la onda azul del Coquivacoa…

     

Mientras Max leía el poema yo imaginaba la voz de quien de niña lo hacía:

 

…las misteriosas aves revolotearon por encima de las crestas desnudas de la cordillera, y se sentaron al fin, cada una sobre un risco, clavando sus garras en la viva roca; y se quedaron inmóviles, silenciosas, con las cabezas vueltas hacia el Norte, extendidas las gigantescas alas en actitud de remontarse nuevamente el firmamento azul… la luna se oscurece de pronto, golpea el huracán con siniestro ruido los desnudos peñascos, y las águilas blancas despiertan. Erízanse furiosas, y a medida que sacuden sus monstruosas alas, el suelo se cubre de copos de nieve y la montaña toda se engalana con el plumaje blanco.

 

-Léemelo otra vez papá, si por favor…

-Ya es hora de dormir, mañana tienes que ir a la escuela –Me había dicho Aurelio aquella noche cuando tenía unos ocho años.

-Pero papi…

-Mañana si quieres lo leemos de nuevo –Y se había acercado a darme el beso de las buenas noches –Te quiero, descansa princesa.

 

Máximo ha terminado de leer, y me ha sacado de mis recuerdos.

-¿Estas proponiendo que ataquemos a un dragón con unos pájaros? –Preguntó Lucio desconcertado.

-No son aves comunes, ¡son monstruosas!, pero además nobles de corazón y honorables, y no es la única arma que tienen…

-¿Qué quieres decir? –Solté sacudiendo mis pensamientos.

-Hay una sexta águila, muchos de sangre real la han portado sin saberlo, otros la han despertado desde sus entrañas para librar grandes batallas, es muy poderosa… pero ese poder tiene un precio.

-Un momento –Dijo Max entendiendo algo que nosotros no –¿Mi nombre tiene que ver con eso?

-¿Y de que otra forma podrías llamarte Máximo Aquila Ignis si no tuvieras nada que ver? -Los miré interrogativamente.

-Ven tenemos que hablar –Y ambos desaparecieron entre los cerros de libros de las repisas.

-¿Sabes algo que yo no? –Pregunté a Lucio que tomaba un libro entre sus manos.

-No, iba a hacerte la misma pregunta –Levantando su mirada escrutadora hacia mí.

-No me gusta esto –Murmuré por lo bajo.

-A mí tampoco –Soltando un hondo resoplido.

Luego de un largo rato Alain y Max aparecieron de nuevo de entre los pasillos.

-Ya es hora de irse –Comentó el viejo con tono casual.

-¿Max que te ha dicho? –Le inquirió su primo.

-Nada, no hay de qué preocuparse…

Todo comenzó a darme vueltas, el techo alto de cristal por donde pasaban los rayos de luz, las estanterías repletas de libros, los tres hombres parados en torno a mí, nada se quedaba quieto, las cosas giraban a mí alrededor vertiginosamente hasta que solo vi oscuridad. Soñé que estaba en una habitación circular de paredes de piedra con una pequeña ventana enrejada, estaba sentada en una silla de madera con las manos atadas a la espalda, Damian caminaba a mí alrededor como una fiera en torno a su presa sonriendo maliciosamente, aun llevaba puesto el disfraz de la fiesta de cumpleaños de Carlos, se acercó a mí y se quitó el antifaz.

-Vengo a hacer un trato contigo querida mía… -Susurro en mi oído, su aliento frío recorrió mi nuca.

-No hago tratos con el enemigo –Bufé.

-¿Oh estas segura que no quieres escuchar mi trato? Porque creo que podría interesarte, claro si te importa la vida de tu querido Aurelio.

-Estoy soñando.

-Sí y yo estoy en tu sueño -Tomando un mechón de mi cabello y acercándolo a su nariz he inspirado profundamente, ladee la cabeza rechazándolo -Veamos, voy a ilustrarte preciosa... Aurelio y tu amiga recibirán la visita de mi nueva adquisición a menos que tu decidas darme el colgante, ¿creo que ya lo conociste no? es una monada, escupe fuego y todo.

-No lo harías -Dije con un hilo de voz.

-Oh si, ten la seguridad de ello, pero tú puedes impedirlo.

-¿Por qué quieres hacer un trato hasta ahora?, ¿por qué no lo hiciste antes?

-Porque ahora estas en suelo neutral y solo ahí podía manipular tu mente para comunicarme contigo alteza.

-¿En suelo neutral?

-La biblioteca es suelo neutral Líber no, tan pronto como pusiste un pie en ella pude sentirte y decidí que ya era hora de que hiciéramos negocios.

-¿Que garantía tengo de que dices la verdad, que los liberarás si te entrego el medallón?

-Básicamente ninguna garantía, solo  confiar en mi palabra.

-Como si valiera mucho -Solté fastidiada.

-Pues es lo único que tienes -Torciendo su sonrisa en una mueca tosca.

Sopesé mis opciones, no podía perder la oportunidad de saber dónde los ocultaba así que me jugué la mejor carta que tenía.

-¿Cuándo y dónde? -Dije enfrentando su mirada lo más fríamente posible.

-En el bosque helado, mañana al atardecer -Y cortó las amarras de mis manos –Ah y Zoe... no quiero sorpresas, si algo no me gusta soltaré al dragón –Y salió cerrando la puerta tras de sí.

 

Dos pares de ojos insistentes se posaban sobre mí.

-Despertaste –Me dijo con delicadeza poniéndome un paño húmedo en la frente –Haz tenido mucha fiebre.

-Max.

-Estoy aquí, tranquila no estás sola –Intentó tranquilizarme.

-¿Dónde estamos?

-En la biblioteca, bueno en las habitaciones.

-Tuve una pesadilla, estaba con Damian en alguna parte y...

-¿Soñaste con Damian? -Pregunto Lucio -¿Qué te dijo?

-Me ofreció un trato –con voz cansina.

-¿Qué clase de trato? -Continuó Max.

-Quiere intercambiar el medallón por mi tío y Johanna.

-No puedes dárselo, los matará de todas formas -Respondió Lucio pasándose las manos por su cabello azabache.

-¡Gracias por ser tan esperanzador! -Lancé a la defensiva.

-No entiendes… ¿Por qué no lo propuso antes? –Devolvió el golpe.

-Dijo algo sobre que estábamos en terreno neutral que Líber no lo era, pero seguimos estando en Líber ¿verdad?

-De hecho no, la biblioteca no está en Líber -Apuntó Max.

-Oh.

-¿Y qué respuesta le diste? –El jade de sus ojos me escudriñó curioso.

-Le pregunté dónde se haría el cambio, me dijo que en el bosque helado mañana al atardecer, y que no quería sorpresas o nos enviaría al Leviatán.

-Iremos -Dijo resuelto.

-¡Es una locura! -Protestó Lucio.

-¿De qué lado estas? -Grité sintiendo las ascuas correr por mi rostro.

-¡No del lado que nos llevará a pelear solos contra esa cosa invencible y eso sin mencionar que perderemos el único medallón que está en poder de Líber!

-¡Cobarde! -Seguí gritando.

-Zoe cálmate, él tiene razón...

-Pero los matará Max, me lo advirtió -Llorosa me colgué de su cuello.

-Tenemos que idear una estrategia, por ahora descansa, no podemos hacer nada a estas horas, mañana tendremos la mente más clara para pensar, ¿está bien?

-Está bien... -Contesté sin animo, Max se recostó a mi lado acunándome en sus fuertes brazos, inspiré profundo su olor a pino y  a brisa tranquilizando mis sentidos.

 

En la mañana estaba sola en la habitación, salí a buscar a los chicos pero por más vueltas que di no los encontré, subí y bajé escaleras, abrí puertas caminé pasillos una y otra vez y nada, entré en la biblioteca y  hallé al anciano sentado hojeando unos libros.

-Buenos días Zoe, ¿Cómo haz dormido?

-Bien, creo, ¿dónde están los chicos?

-Salieron muy temprano.

-¿A dónde? -Proseguí temiendo la respuesta.

-Al bosque helado, a encontrarse con el Príncipe Oscuro, intentarán rescatar a tu tío. -El pecho se me oprimió de pronto y creí desfallecer, ¿cómo habían podido ir solos?, ¿acaso estaba pintada? bueno literalmente lo estaba, no era más que una gota de tinta en medio de un inmenso mar de páginas, y más páginas de un libro del que nadie había oído hablar pero eso no les daba derecho a dejarme por fuera, me habían dejado por fuera, Max  me había dejado por fuera.

-¿Y qué haremos? -Pregunte alterada.

-Esperar -Respondió Alain naturalmente.

-¿Solo eso?

-Mientras puedes ayudarme con esto –Señalando la vulgata sobre la mesa.

Rumié mi suerte, no había nada peor que esperar, y cuando sabes que los que amas están en peligro la desesperación aparece intermitente, quemé tiempo leyendo, indagando, mirando páginas sin ver, esperando noticias, las que fueran algunos dicen que es mejor caer que estar colgando, pero todo depende de cómo caigas.

Alain estaba convencido de que en alguna parte de esa vieja biblia se encontraba la clave para vencer a los Oscuros, me recosté sobre la mesa y comencé a tararear la canción que siempre escuchaba en mis sueños: “…el amor y el perdón son la fuerza más poderosa que existe…”, El bibliotecario se giró para verme.

-¿Dónde has oído esa canción?

-En mis sueños –Contesté levantando los hombros –Siempre sueño con una mujer que me canta esa melodía…

-Esa era la tonada favorita de tu madre –Impasible.

-¿Si? –Logro captar mi interés.

-Ella creía que en el amor se encontraba un inmenso poder –Pensativo –Se me ocurre que podemos ver que habla la biblia a cerca de eso ¿no crees?

-¿Y por qué ese tema precisamente?

-Tengo una corazonada –Contestó sin dar más explicación.

Me senté junto al anciano y dediqué mis fuerzas durante horas a leer y a buscar aquí y allá de una página a otra algo que nos sirviera, la fuerza del amor, el poder del perdón o lo que se le pareciera.

-Mira aquí hay algo –Dije apuntando con el dedo sobre la página –“omnis enim lex in uno sermone impletur diliges proximum tuum sicut te ipsum” no logro traducirlo del todo pero tiene que ver con una ley de amar a los demás creo…

-Déjame verlo –Acercándose un poco –Mmm si la traducción correcta sería algo así como “toda la ley se resume en un solo mandamiento: Ama a tu prójimo como a ti mismo”

-No veo como esto nos sirva de algo…

-Vamos a seguir buscando –Al cabo de largo rato:

-Aquí hay otro: “timor non est in caritate sed perfecta caritas foras mittit timorem quoniam timor poenam habet qui autem timet non est perfectus in caritate”.

-“…el amor perfecto echa fuera el temor. El que teme espera el castigo, así que no ha sido perfeccionado en el amor” –Tradujo Alain sin problema.

-El que teme espera el castigo… dudo mucho que Damian le tema a algo.

-Puede ser, sin embargo… también dice que el amor echa fuera el temor, Damian es incapaz de amar a alguien, y sus hombres tampoco tienen más sentimientos que el desprecio y el odio, tal vez si le tema a algo después de todo, marquemos el texto puede que nos sea útil en algún momento.

Llegada la noche me movía de un lado a otro de los pasillos de la biblioteca tratando de calmar mi ansiedad, cuando escuché voces que venían de fuera, al principio lejanas y luego iban en ascenso, voces familiares, voces como… ¿Johanna? ¿tío?, corrí por las estanterías tropezándome con las pilas de libros que estaban en el suelo a medio poner y lanzándolos en todas direcciones, seguí derecho y doblé a la izquierda, luego a la derecha hasta tener en frete a unos cuanto metros la vista de las mesas en donde había estado casi todo el día, y entonces los vi.

-¡Tío, tío! –Grité de alegría, casi no lo podía creer –Tío –Y me lancé a su cuello.

-¡Mi princesa, Zoe, hija! –Elevándome del suelo y dándome la vuelta con efusión.

-Dios, que alegría pensé que no volvería a verlos –Mientras estrechaba también a mi amiga entre mis brazos -¿Estas bien?

-Si ahora ya estamos bien –Contestó entre sollozos.

-¿Les hicieron daño?

-No realmente, nos encerraron en un lugar oscuro y húmedo pero no nos golpearon ni nada –Limpiándose la nariz, Lucio se detuvo debajo del umbral de la puerta, sus ropas estabas rasgadas y tenía heridas en todas partes, brazos, piernas y un pequeño tajo en la mandíbula.

-¡Luc estas bien!, ¿Y Max, dónde está? –Dije mirando detrás del chico para ver si Max estaba allí.

-Zoe él… él no lo logró… -Con cuidado –No pudo salir, lo han tomado prisionero –Dejó salir apenas con un murmullo y sus hermosos ojos grises llenos de lágrimas.

De nuevo el suelo dejó de ser sólido y todo giró a mi alrededor, Aurelio me sostuvo e impidió que me estrellara contra el piso, el pecho me oprimía de tal modo que pensé que iba a partirse en pedazos y comencé a sudar frío, lloré, lloré mucho, el llanto brotaba de mis ojos como nunca, como si las fuentes del mundo entero estuvieran en mis ojos, las lágrimas no se secaban seguían saliendo a raudales, no hubo forma en que alguien me hiciera entrar en razón, lo único que veía en mi mente era a Max prisionero de Damian, siendo torturado.

No pude dormir, Johanna y Lucio pasaron a mi lado toda la noche haciendo turnos para vigilarme y que no hiciera alguna locura, ella dormitó un rato sobre el cómodo sillón de la esquina de la habitación mientras Lucio ocupaba su puesto sentado a mi lado, se recostó junto a mí y comenzó a acariciarme la cabeza con delicadeza, hundiendo sus ágiles dedos en mi pelo, canturreando una nana, nunca antes lo había escuchado cantar tenía buena voz, dulce y profunda, me aferré a su mano libre con tal fuerza que mis nudillos blanquearon.

-¿Qué haremos ahora? –Logré articular.

-Descansa, Zoe.

-No me pidas que descanse Luc, no puedo simplemente dormir mientras Max está allá con ese loco.

-Debemos recuperarnos, estamos agotados y así es muy difícil poder hacer algo.

-¿Estás muy herido? –Pregunté dándome cuenta que los demás la habían pasado peor que yo, y que sin embargo estaban aquí para mí, y yo ¿Qué había estado haciendo? portándome como una chiquilla desconsiderada sin poder ver el dolor emocional y físico de los demás.

-Un poco –Acomodándose mejor sobre la almohada con dificultad, giré para ver mejor su cara y pude ver que disimulaba el dolor, me incorporé y detallé en su rostro angulado el tajo que aún estaba abierto en la mandíbula y ya no sangraba, busqué con una mirada rápida cualquier otra herida pero ya se había lavado y cambiado de ropa así que estarían cubiertas fuera de mi vista.

-¿Qué otra herida tienes?

-No importa, ya duérmete –Tomándome por los hombros para hacer que me recostara de nuevo.

-Lucio, dime ¿qué otra herida tienes? –Mirándolo firmemente.

-Eres insufrible Zoe, ¿No puedes solo dormirte y ya?

-No, muéstrame –Dije con autoridad, puso los ojos en blanco y levantó su camisa despacio, con cuidado haciendo un gesto de dolor, contuve el aliento al ver en su torso una herida larga y medianamente profunda suturada con puntadas vastas y muy poco prolijas, había mucha inflamación y el tono rojo violeta que empezaba a adquirir la piel del contorno no pintaba nada bueno –Esta horrible y afiebrada.

-He estado peor –Con una sonrisa forzada.

-¡Tus brazos! –Viendo otras heridas sobre su hombro y brazos  -Lucio ¿Y tus piernas?

-¿Eso es lo mejor que tienes para pedirme que me quite los pantalones?

-Muy gracioso, dime que no son como esta –Poniendo con cuidado las puntas de mis dedos sobre la inflamación.

-No están tan mal.

-¿Quién te curó eso? –Pregunté horrorizada al detallar el desastre de sutura –Te va a quedar una cicatriz espantosa, claro si no se te infecta antes aunque creo que ya lo está, tienes fiebre -Sintiendo el calor de su frente en la palma de mi mano.

-Gracias por el cumplido a mi trabajo como médico –Contestó mirándome fijamente.

-¿Tú mismo lo cosiste? –Y mi mandíbula cayó por la impresión.

-¿Y quién más esperabas que lo hiciera Zoe?, ¿Alain, un bibliotecario? ¿O tu amiguita la que por poco se desmaya cuando vio como un Oscuro casi me parte a la mitad, o mejor tu tío? –El dolor invadió de nuevo mi pecho, tenía este chico ante mí, herido horriblemente y ardiendo en fiebre por salvar a quienes más amaba, era un pesado lo sabía, pero no conocía este lado noble y arriesgado, este lado heroico incluso capaz de coser su propia carne desgarrada, no pude sentir por él más que admiración, incluso en algún lugar recóndito de mi cerebro titiló la posibilidad de que en un supuesto negado de que no hubiera conocido nuca a Max me habría gustado estar al lado de un hombre como Lucio, acaricie la idea en silencio.

-¿En qué piensas? –Me dijo a media voz.

-En ti, voy a hacer una prueba –Dije quitándome el colgante y poniéndolo entre su mano y la mía –Veamos si puedo hacer esto –Recordando como Max lo había hecho ya conmigo, cerré mis ojos y mentalmente invoqué los poderes de la joya, con cuidado puse mis dedos sobre la carne pasándolos desde un extremo de la herida hasta el otro, la piel sanaba con forme la iba tocando dejando solamente una fina línea blanquecina donde estuvo cortada, respiré de satisfacción al ver el milagro en su cuerpo e hice lo mismo con sus brazos y sus piernas aunque tuve que convencerlo a regañadientes de quitarse los pantalones, dejé la del rostro para el final, me sentía cansada todo el proceso y lo que había vivido durante el día me drenaron las fuerzas. Coloqué mis dedos sobre su rostro y tracé la línea firme de su mandíbula iluminándola con la luz del medallón, sentí temblar a Lucio bajo mi toque, cerró los ojos y contuvo el aliento mientras la piel era restaurada.

-Ya está –Dije aliviada de poder ayudarlo a sanar –¿Cómo te sientes?

-El dolor se ha ido, y creo que la fiebre también gracias… -Pero podía sentirlo temblar todavía, pasé mis dedos debajo de su barbilla y se estremeció, tomó mi rostro con ambas manos y se acercó mirando mis labios, lo único que supe después de eso es que nos estábamos besando con fuerza y desesperación como si con ello pudiéramos alejar el dolor interno, como si con ello pudiéramos sanar nuestras heridas del alma esas que incluso el poder de la joya no podían sanar; sus labios eran suaves y carnosos y sus manos dudosas e inexpertas, era obvio que Lucio no es el tipo de hombre mujeriego, que se había estado guardando para alguien especial, pero ese alguien no podía ser yo, mientras lo besaba mi mente me gritaba que parara, que amaba a Max, que estaba mal lo que estaba haciendo y que era una perdida por haber caído en esta situación, pero la otra Zoe la egoísta que quería un poco de atención no quería que parara, él era tan cálido, tan apuesto, tan dulce, ¡tan primo de Max!, lo solté de golpe.

-Lucio esto está mal –Dije ahogada.

-Zoe, te amo –Me dijo- Te amo casi desde que te vi, no tienes idea de lo que ha sido verte, estar cerca de ti y saber que jamás podría tenerte, me siento horrible por esto nunca quise sentirme así a cerca de ti, nunca le haría daño a Max deliberadamente, pero no puedo cambiar lo que siento.

-Luc yo…

-Perdóname, fue mi culpa te prometo que jamás volveré a tocarte si no quieres –Con una mirada de arrepentimiento que me heló el corazón –Te dejo con tu amiga ella podrá cuidarte el resto de la noche  –Y se levantó.

-¡No!, no te vallas, no ha sido tu culpa, también fue mía, quédate por favor no tienes que irte… -Y dudoso volvió a acomodarse en un lado de la cama tan rígido como una estatua, mantuve mi distancia, él pronto cedió al cansancio y se quedó dormido aunque seguía sin moverse un solo centímetro desde que se recostó, en la madrugada me levanté con cuidado esperando no despertar a nadie, aún no aclaraba el día, tenía un gran lío en la cabeza, amaba a Max, no tenía la menor duda de ello, lo amaba como nunca antes pensé que podría amar  a alguien, pero Lucio el chico intrépido y altivo había dejado ver su lado noble y me gustaba demasiado, me gustaba la sensación de seguridad que me daba y sus manos en mi cabello, tal vez me estaba volviendo loca o me estaba convirtiendo en una pésima versión de Adriana que podía tener dos o tres novios a la vez, ¿será que se puede querer a dos personas al mismo tiempo?, por otro lado no era justo para ninguno de ellos, ambos se merecían lo mejor, eran buenas personas, leales y de buenos sentimientos y yo iba a terminar haciéndole daño a uno de los dos, lo pensé por un largo rato antes de decidirme a irme por mi cuenta e intentar buscar a Max, que más podía hacer, ¿quedarme a esperar que Damian lo matara? o seguir al lado de Lucio tentando a la suerte… me vestí y Salí al pasillo, caminé unos metros y encontré a Alain junto a una ventana alta con molduras y tallados en piedra, el hombre observaba a través del vidrio hacia la oscuridad de la noche.

-¿Tampoco puedes dormir? –Preguntó amablemente.

-No, nada en toda la noche –Contesté cansada.

-Ven sígueme –Y tiró de mi brazo con suavidad, caminamos por unos pasillos mal iluminados hasta llegar de nuevo a la biblioteca, nos adentramos en medio de las estanterías de libros hasta una sección de mesas colocadas en forma circular con un atril en el centro, me tomo del codo con cuidado y me llevó hasta ella.

-Él te muestra lo que quieres ver –Acercándome hasta el atril en donde descansaba un libro enorme de bordes de oro y cubierta de piel finamente grabada con símbolos dorados, abrió el libro, tomó la pluma y después de sumergirla en el tintero la colocó sobre la hoja en blanco, esta comenzó a escribir suspendida en la nada, las palabras surgían sobre el papel borrándose casi al instante en que brotaban de la tinta, la pluma se detuvo y cayó al suelo, Alain cerró los ojos, se estremeció un poco y los abrió de nuevo –Ahora tú -Me paré a su lado he hice lo que él, introduje la punta de la pluma en el tintero, la coloqué sobre la hoja en blanco y esperé, al instante las palabras cobraron vida sobre el papel, formándose vertiginosamente una a una para desaparecer casi de inmediato sin darme tiempo de terminar de leerlas.

-¿Pero cómo puedo saber lo que dice si desaparecen tan rápido? -Protesté.

-Cierra los ojos y espera a que te muestre -Cerré los ojos, y como si fuera una película vi a Max caminando sobre la nieve, rodeado de grandes abetos cuyas ramas semi congeladas caían pesadamente hacia los lados, estaba en un bosque eso era seguro pero ¿Dónde?, de inmediato ante esta interrogante la imagen cambio dándome la vista aérea del lugar, Max estaba subiendo la colina de una de las montañas heladas, sentí un pinchazo en el estómago al advertir que la cumbre de una de ellas se asemejaba a una enorme águila congelada, así que era verdad, el corazón se me aceleró pensando en el peligro al que él estaría expuesto.

-¿Qué viste? –Preguntó Alain.

-A Max, subiendo las montañas en medio de la nieve, cerca de las cumbres de una de las águilas de hielo… ¿y usted?

-La confusión de tu corazón –Un río de lava subió desde mi cuello hasta el rostro, me sentí como una traicionera, como el peor ser humano, indigna de tantos honores a los que había sido llamada, al amor de Max tan puro, al hecho de que fuera del linaje de mi Padre, sangre noble, que tan noble podría ser si era capaz de traicionarme a mí misma y a lo que sentía por Max, Alain me observo por un momento con expresión inescrutable –Lo que viste, es el lugar en donde Damian ha puesto a Máximo, él seguirá dando vueltas en círculos en ese lugar hasta agotarse o volverse loco, tomará el mismo camino una y otra y otra vez, y una y otra y otra vez llegará al mismo punto.

-¿Qué podemos hacer? –Pregunté limpiándome el sudor de las manos con la ropa.

-¿Qué estás dispuesta a dar por él? –Preguntó el anciano.

-Mi vida, en todo caso no es como si valiera mucho, solo soy una gota de tinta que cayó por error en alguna página de Líber –Haciendo una mueca.

-Entonces sígueme –Y se adentró aún más en la biblioteca que parecía no tener fin, Alain busco libros aquí y allá y finalmente nos acomodamos en una mesa.

-Toma –Me dijo dándome un libro abierto –Revisa esto un momento -Comencé a hojear el tomo grueso de páginas amarillentas y manchadas, la imagen de cinco Águilas enormes con garras afiladas volando sobre una cordillera montañosa captó mi atención, pasé la página y había otro grabado en el papel, la sexta águila, una criatura hermosa de grandes dimensiones, su plumaje formado por ascuas de fuego, debajo del dibujo en caracteres latinos estaba la inscripción: Máxima Aquila Ignis, “gran águila de fuego”, solté un grito ahogado y mis manos viajaron instintivamente hasta la inscripción, pase la punta de los dedos sobre el grabado mientras los ojos comenzaban a picarme.

-Máximo es heredero de un gran poder que se otorga a la familia real del Sur para proteger a Líber ante cualquier circunstancia.

-¿Y qué es exactamente lo que Max ha heredado? –Dije poniéndome de pie de un salto.

-La facultad para invocar desde sus entrañas al Águila de Fuego y despertar a las otras cinco en las montañas de hielo.

-¿Y eso significa…? -Totalmente descompuesta.

-¡Que Max cambiará su forma, de manera que pueda despertar a las cinco águilas blancas y las guíe a pelear contra esa bestia horripilante!

-¿Cambiar de forma?, ¿pero cómo? –Sentí que las piernas me fallaban y hube de sentarme de nuevo.

-Debe ir hasta la cumbre de una de las montañas heladas, hasta el lugar en donde descansa una de las águilas de hielo y despertarla, pero eso solo sucederá si ya ha tomado su forma interior o no servirá, pero para que Max cambie es necesario que al menos uno de los medallones este allí, y ahí es donde tu entras, debes llevárselo o no habrá más que hacer.

-¿Y él estará bien?

-Probablemente.

-¿Cómo estas tan seguro? –Ya no podía contener mis lágrimas.

-Nada es seguro querida Princesa, hagamos votos porque sea así –Respondió el bibliotecario.

-Dijiste que ya antes otros habían tenido ese poder, ¿cómo resultó para ellos, cómo puede resultar para Max?.

-No puedo responderte eso.

-¿Por qué?

-Porque es diferente para cada uno, depende de la pureza de su corazón.

-Entonces él estará bien –Dije confiada, nadie podía tener un corazón más puro que el de Max.

-Debes irte ya, necesitarás un transporte que te lleve con prontitud ¿qué tan acostumbrada estas a volar? –Abrió otro libro y tronó los dedos de su mano derecha despidiendo pequeñísimos destellos de colores como los de los fuegos artificiales navideños, las chispas envolvían al libro y ante mi asombro saltó fuera de entre sus páginas un magnífico corcel alado del color del ébano de pelaje brillante y fuertes músculos  -Te presento a Pegaso.

-¿De verdad es Pegaso?, es decir… ¿el mismo Pegaso que ayudó a Belerofonte a matar a Quimera?

-Si el mismo –Escuché una voz dentro de mi cabeza.

-¿Puedes hablar? –Casi grité posando mis ojos sobre el magnífico animal.

-Me comunico a través de la mente –Prosiguió Pegaso.

-¡Impresionante!

-Bueno, hechas las presentaciones correspondientes es momento de que se vallan, he preparado algunas cosas en esta bolsa que pueden serte útiles –Poniendo sobre mis hombros una capa gruesa y cálida y en mis manos una bolsa de tela anudada con cordones, caminamos hasta un balcón amplio con columnatas alrededor desde donde se comenzaba a vislumbrar el amanecer en el horizonte, Aurora pintaba con sus dedos de intensos colores el cielo de rosa fuerte, amarillo y naranja en medio de un lienzo azul claro y despejado, colgué la bolsa sobre la cabalgadura y me permití disfrutar de la vista por escasos instantes.

–No me respondiste si estas acostumbrada a volar.

-Practiqué vuelo en parapente con mi tío muchas veces pero sinceramente creo que esto será diferente –Con el estómago un poco revuelto.

-No tengo idea de lo que sea un parapente pero espero que te sirva para volar sobre Pegaso, sube ya no pierdas más tiempo –Ordenó el anciano ayudándome a acomodarme sobre el lomo del rocín mientras me daba las últimas recomendaciones de lo que tendría que hacer al encontrarme con Max.

-¿Zoe? –Me giré para enfrentar a un par de ojos grises -¿Qué está pasando aquí a donde va ella? –Continuó con su mirada fija en mí.

-Es imperante que se valla no la detengas Lucio.

-Ella no puede hacer esto sola –Subiendo su voz en una octava.

-Puede y debe –Contestó Alain con autoridad.

-Yo iré con ella, no vas a impedírmelo.

-No, no irás, no voy a arriesgar al segundo al trono si algo sale mal, te quedarás aquí y esa es mi última palabra –Y le asestó sendo golpe a Pegaso en un muslo haciéndolo correr y elevarse por los aires.

-¡Zoe! ¡No! ¡Regresa! –La voz de Lucio se apagaba a medida que nos elevábamos sobre los campos verdes y los arroyuelos, la brisa fresca enredaba mi pelo y lo lanzaba a latigazos a uno y otro lado sobre mi rostro, no pude mirar hacia atrás, no quise distraerme con la visión de Luc gritando mi nombre sobre el balcón, era preciso que me concentrara en Max, solo en él, en el objetivo de este viaje y en lo mucho que lo extrañaba.

Pegaso sobrevoló territorios extensos, aldeas, ríos, playas, castillos, cultivos, campos infinitos, bosques, montañas… las montañas heladas más allá de los reinos del norte y del sur. Al principio el olor fresco de los abetos lo inundaba todo pero al atravesar una facción del bosque el aire cambió, advertí la pestilencia al acercarnos a la bruma espesa y gris, el horizonte no se divisaba con la misma facilidad, Pegaso perdió altura para poder ubicarse mejor hasta llegar en horas de la tarde a nuestro límite, las montañas de hielo, la temperatura bajó precipitadamente y el frío se  metió en cada uno de mis poros haciéndome erizar, cruzamos sobre un lago cristalino a orillas de los grandes montes que se reflejaban en la superficie de las heladas aguas.

-Estás temblando –Susurro el corcel en mi mente.

-Hace mucho frío –Respondí mentalmente.

-Ya estamos cerca, mira hacia tu derecha –Giré hacia las montañas y la silueta gélida de una enorme ave se cernía frente a nosotros, respiré profundo para infundirme valor, Pegaso descendió con gracia sobre una explanada muy cerca de la cumbre a la sombra de unos pinos que nos protegían de las fuertes ráfagas de viento.

-Hasta aquí puedo volar princesa, los vientos son muy fuertes y fríos, el resto del camino deberá ser a pie.

-Has hecho un excelente trabajo, gracias –No había terminado la frase cuándo de la nada apareció Damian sonriendo con satisfacción.

-¡Zoe querida, que maravillosa sorpresa! –Clavando sus negros ojos en mi –¿A qué debo tu visita? Oh si claro, ¿no pudiste intercambiar el medallón por tu tío pero lo harás por Máximo no es así? –No lo esperaba, pensé que llegaría, encontraría a Max, le entregaría el medallón y le explicaría todo lo que Alain había dicho, pero no estaba pensando en Damian en lo más mínimo. Piensa Zoe que vas a decirle.

-Sí, lo haré, pero primero llévame con él –Ordené.

-Está muy cerca de aquí en la ladera de esa montaña cerca del punto más alto, me sorprende que aún no se halla congelado se ha mantenido en movimiento durante todo este tiempo es igual de obstinado que tú, lo tengo bajo un hechizo mientras más se mueva menos avanzará.

Me estremecí, debía estar totalmente agotado, exhausto por el esfuerzo y confundido.

-Eres un desgraciado Damian.

-Los insultos sobran Zoe, dame el medallón.

-Libéralo primero y llévame con él o nunca lo tendrás sabes que no puedes arrebatármelo ni siquiera muerta, así que haz lo que te digo si lo quieres.

-Veo que tienes las garras más afiladas desde nuestro último encuentro, haaa el aroma de tu cabello lo recuerdo muy bien, me pregunto… si el resto de tu cuerpo olerá igual…

-No vas a intimidarme, haz lo que te he dicho o te olvidas del medallón.

-Y tú de Máximo.

-¿Y si no me importara tanto como tú piensas?

-A mí no me engañas, no estarías aquí de no ser así –Había confusión en su expresión.

-Tal vez conocí a otra persona y mis razones para venir son muy diferentes a las que tú crees –No tenía ni idea de lo que estaba haciendo pero parecía que tenía confundido a Damian así que seguí el juego -¿Quieres el medallón o no?

-Vamos te llevare con él –Receloso -¿Puedo preguntar quién te ha hecho cambiar de parecer?.

-El hombre que salvó la vida de mi tío –Contesté lo más fríamente que pude.

-¿Y para qué entonces quieres a Máximo?-Realmente curioso.

-A ti no te importa -Contesté con sequedad –Pero como quieres saber te lo diré, hay algo que él tiene y yo lo quiero, o qué ¿pensaste qué realmente quería quedarme en este mundo anticuado?

-¿No?

-No, y para salir bien de todo esto necesito asegurar mi futuro antes de que todos ustedes se maten entre sí.

-¿Ah sí? ¿Y cómo?

-Con el águila de fuego.

Almas de papel: liber primus
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