“Enamorarse es sentirse encantado por algo,

y algo solo puede encantar si es o parece ser

perfección.”

José Ortega y Gasset

 

-Buenos días, ayer retiré este libro pero no me fije que está prácticamente ilegible, ¿es posible cambiarlo? –Le dije a la chica con gafas que estaba tras el mesón de la biblioteca.

-Mmm déjame verlo… -Dijo tomándolo en su mano y revisando algo en la computadora -No, disculpa se los llevaron todos ayer, tienes dos días para devolver este ejemplar o renovar el préstamo.

-¿Segura que no puedo…?

-No, ¿alguna otra cosa?

-No, gracias –Contesté con desgano pasándome la mano por la cabeza.

Me sentí derrotada, nunca he sido descuidada con mis estudios y tenía tantas expectativas con esta asignatura que no esperé encontrarme con un problemita como ese; crucé el amplio pasillo hasta mi mesa, la del rincón en donde había más tranquilidad, y me senté con el libro frente a mí pensando cómo resolver la situación, ¡ahora sí que estaba en problemas!; estudié la portada de cartulina vieja y amarillenta, deteriorada en los bordes por el uso y el paso de los años, y pase la mirada de hoja en hoja esperando que un rayo de iluminación divina me concediera un don de las lenguas antiguas o un sexto sentido que me hiciera comprender, aquel montón de palabras desconocidas bailaban frente a mis ojos  haciendo burla de mi total falta de interpretación. Y entonces de nuevo ese aroma… tan fresco como cuándo vas al páramo y respiras profundo el aire puro de las montañas metiéndosete muy hondo en los pulmones.

-Buenos días, ¿interrumpo? –Dijo aquella voz que aunque solo la había escuchado un par de veces por el acento ya era para mí, totalmente inconfundible - ¿Puedo hacerte compañía?, estoy por pensar que la biblioteca es tu segunda casa, de las tres veces que te he visto, dos han sido aquí.

¡Hay no!, él no por favor, era la clase de distracción que no necesitaba justo ahora en semejante embrollo, estaba segura que se me metería en la cabeza el resto del día, ¡o quizás el resto de la semana! si tenía un poco más de trato con él, además hace algún tiempo había hecho la firme decisión de no ilusionarme con nadie mientras no estuviera más avanzada en la carrera, ya había visto bastante de eso con mis compañeras que perdían el semestre y reprobaban por un mal del corazón, en los mejores casos, o aquella que por un embarazo debió abandonar la facultad, además, no es como si yo fuese a encajar como pareja de un monumento como ese, sacudí la cabeza para ordenar mis pensamientos.

Cuatro veces -Para mis adentros- te he visto cuatro veces.

-Hola –Contesté con desanimo.

-¿Que estás leyendo? –Dijo sentándose a la mesa.

-En realidad nada –Como podía estar leyendo si no entendía ni la “O” por lo redonda -Pedí prestado este libro ayer para la clase de literatura española, pero no me di cuenta que está en castellano medieval… y ahora no sé qué hacer, ya no quedan más ejemplares en la biblioteca.

-¿Me permites? –Dijo tomando el libro de mis manos- ¡Oh, Mio Cid! veamos… Cantar Primero, Camino del Destierro:

“Los ojos de Mio Cid van fuertemente llorando;

Hacia atrás vuelve la vista y se quedaba mirándolos.

Vio como estaban las puertas abiertas y sin candados,

Vacías quedan las perchas ni con pieles ni con mantos,

Sin halcones de cazar y sin azores mudados.

Suspira el Mio Cid porque va de pesadumbre cargado.

Y habló, como siempre habla, tan justo y tan mesurado:

¡Bendito seas, Dios mío, Padre que estás en lo alto!

Contra mi tramaron esto mis enemigos malvados…”

-¿Qué fue eso?  –Dije con la boca abierta-  ¿Cómo lo haces? -¿Cómo era posible que supiera leer eso?, ¿Habría cursado clases de castellano antiguo?, ¿Pero dónde?, no he visto ningún curso como ese en la Facultad.

-Bueno sucede que entiendo algo de romance antiguo.

-¿Algo? Pero si lo leíste perfectamente, o ¿lo estabas inventando?

-No lo inventé, eso es lo que dice –Esbozando una perfecta sonrisa.

-Quisiera poder leerlo como tú, así tendría asegurado mi examen.

-Bueno te debo un favor, ¿Qué tal si te lo retribuyo ayudándote con esto? igual yo también tengo que leerlo –Enarcando una ceja.

Me quedé mirándolo sin saber qué hacer, por un lado sería fantástico tener como tutor a la personificación misma de Adonis, además de asegurar mi calificación, pero por el otro no sabía nada sobre él ni siquiera nos habíamos presentado formalmente.

-Entonces ¿Qué dices? –Me dijo moviendo el libro de un lado al otro.

-Que primero necesito saber tu nombre.

-Oh, perdona mi falta de educación, soy Máximo Aquila Ignis, pero puedes decirme Max ¿y tú eres…?

-Zoe León, mucho gusto.

-La que da vida… -Comentó mirándome de nuevo de una forma un poco inquietante.

-¿Qué?

-El significado de tu nombre.

-Ah sí, eso.

-Bueno habiendo pasado por las formalidades que tal si nos tomamos algo y comenzamos nuestra sesión de lectura –Propuso de buen talante.

-Perfecto, vamos entonces –Deseosa de poder aprender algo sobre el bendito libro que pudiera asegurarme aprobar en el primer control de lectura –Pero que sea café y bien cargado.

Pasamos la mañana tomando café, comiendo galletas y leyendo, bueno él, y yo escuchando, era un excelente lector y acompañado de su voz cualquier poema te puede transportar en el tiempo, además hacia pausas para explicarme el significado de algunas frases o de las antiguas costumbres de la época, de modo que pudiera meterme en el contexto del libro.

Al medio día almorzamos juntos y regresamos a tiempo para las clases de la tarde, a mi amiga se le iban saliendo los ojos de sus órbitas cuándo me vio entrar al salón en semejante compañía, sin mencionar que él llevaba mis libros, me hizo señas de que me sentara con ella pero ya Máximo me había ofrecido una silla, como todo un caballero -pensé- así que me senté de nuevo con él. Al terminar la tarde caminamos hacia la parada del autobús y nos siguió  mi amiga muy de cerca, esperando tal vez que estuviéramos por fin a solas un momento para hacerme el examen de conciencia correspondiente al caso, cosa que hizo sin perder tiempo tan pronto él se despidió.

-Hey ¿a qué va todo eso?, ¿Quién es él?

-El nuevo –Le dije tratando de quitarle hierro al asunto.

-¿Y cómo hiciste para andar con él?, ¿Desde cuándo lo conoces?, ¿Y de dónde venían cuando llegaron a clases?, está uff… ¡cuéntamelo todo!   

-Nos conocimos ayer, está con nosotras en clase, pero claro como no habías venido…

-Es que el primer día siempre es más de lo mismo.

-Ni tanto, nos dieron la bibliografía a investigar para el semestre ¡hay mucho que leer! y tengo varios apuntes…

-No te salgas por la tangente, no estábamos hablando de las clases, y… ¿Cómo se llama ese bombón?

-Máximo

-¡Qué cuerpazo tiene ese hombre!

-Johanna…

-Está bien, voy a cerrar la boca… –Haciendo un ademán de cerrar una cremallera sobre sus labios -Te escucho cuéntame.

Respiré profundo y proseguí a darle solo una parte del informe del día para que me dejara en paz.

 

Después de cenar con papá, salí al balcón a refrescarme un poco, me gusta la vista que tengo, desde allí se ve el Pico Bolívar aunque de noche está muy nublado pero aun así me gusta observarlo, es la única montaña con nieves perpetuas en Venezuela y la tenía justo frente a mi ventana, no podía pedir mejor vista que esa, respiré aire fresco por un rato y regresé de nuevo al calor de mi sencilla habitación de estudiante que consta de una cama individual con colchas muy gruesas y mesitas de noche a los lados, un espejo de cuerpo completo, un mueble para colocar los libros y mi mesa de la computadora, tomé mi morral y busqué los libros, no podía darme el lujo de que se me acumularan los deberes así que saque todo y lo coloque sobre mi cama, un pequeño sobre se escapó de mi cuaderno y voló hasta debajo de la cama, lo recogí y algo captó mi atención, esa caligrafía impecable con pluma que ya había visto antes, saque el papel doblado en el que se leía:

 

      Para: Zoe;

 

     Nada mejor hay que observar al ser que brilla

delante de ti con luz propia,

aquella beldad que con su risa fina

te ensancha el corazón cuando sonríe su boca.

Disfruté mucho hoy de tu compañía,

y espero que no me prives de ella ahora

que he llegado un poco a conocerte

belleza mía de mejillas rosa.

Mañana te espero frente a la entrada,

en medio del tumulto de ruidos y cosas

estando bien atento por si acaso

quieres volver a verme entre libros y rosas.

Hasta entonces, Max.

 

Debo confesar que me sorprendió muchísimo encontrar esa nota, pero igual había disfrutado de nuestra sesión de lectura juntos, tanto o más que él, me tumbé sobre la cama y me dormí con el poema entre mis manos.

Por la mañana, después de mi rutina de aseo, busqué en el armario algo apropiado para ponerme, no conocía bien a Máximo, así que no tenía ni idea de cuál era su color favorito o que blusa iba a gustarle más, de modo que lancé la ropa sobre la cama y comencé a escoger de entre la pila de piezas de vestir lo que iba a ponerme, -¿qué me está pasando, esta no soy yo?- discutí conmigo misma al notar mi cambio de intereses,  nunca me ha importado lo que la gente piense sobre mi ropa pero me había levantado haciendo inventario de cómo me vería mejor, si con esta falda o aquella, finalmente me decidí por lo de siempre, jeans, una camiseta y mis botas, esta vez trabajé un poco más para ponerme algo de maquillaje –no mucho- pensé… -no quiero parecer desesperada. Al bajar mi padre aún estaba en la cocina tomando café.

-Buenos días hija,… ¿gustas? –Me dijo extendiéndome una taza llena con el líquido humeante.

-Buen día papi, gracias pero no… –Le conteste al momento en que le daba un beso de despedida en la mejilla -Estoy retrasada.

-Tú te la pierdes… -Me gritó cuando yo ya cruzaba la puerta de salida hacia la calle.

De camino a la parada tuve una extraña sensación de estar siendo vigilada, sentía el peso invisible de una mirada inquisitiva sobre mí y un desagradable escalofrío recorrió mi nuca, observé hacia arriba y abajo de la calle, solo había un par de chicas de uniforme escolar y un joven con sudadera cuya capucha le cubría la mitad del rostro nada fuera de lo común, sin embargo la sensación  de desasosiego permanecía insistente como una corazonada de que algo iba mal, esperé el autobús universitario y cada minuto que transcurría me parecía una eternidad, al fin lo divisé cruzando la esquina y me preparé para abordarlo, me faltaba aire –calma- me dije a mi misma –no es nada. Al subir me sentí más tranquila,  Johanna estaba al lado de una de las ventanillas y levantó la mano para que la viera.

-Hey, ¡aquí Zoe!

Caminé hasta el lugar en donde estaba y me senté con ella.

-Que tal… buenos días.

-¿Leíste algo de lo que mandaron para el lunes? –Levantando sus expresivos ojos almendrados de su bolsito de maquillaje.

-Pues… poco –Contesté, no quería darle muchas explicaciones sobre mi manera peculiar de conocer el contenido del libro que nos habían asignado.

-Que mal, esperaba que me dijeras de que trata, yo tampoco he leído nada… estás agitada ¿te pasa algo? –Dijo al notar que se me dificultaba tomar aire.

-No es nada, ¿Y por qué no estudiaste, no tuviste tiempo? –Cambié el tema, ¿Qué iba a decirle? ¿Que sentía como alguien invisible me estaba mirando?

-Pues…no, es que salí con Julián anoche y llegué muy tarde a la casa… y no has hablado con… ¿Cómo era? –Dijo mientras se empolvaba la nariz.

-¿Máximo?

-Sí, él, dime por favor que no lo dejarás ir.

-¿Qué te pasa? apenas lo conozco, y bueno, me está ayudando con lo de literatura española.

-¿Cómo que te está ayudando?, tu jamás has necesitado ayuda de nadie, te recuerdo que soy yo la que siempre te pide ayuda a ti –Replicó mirándome con firmeza.

-Pues aunque no lo creas esta vez sí necesité ayuda, ese bendito libro esta inentendible, y resultó que él lee en romance o en lo que sea que este escrito muy bien.

Se me quedó mirando sin tragarse del todo el cuento, terminó de maquillarse e hizo ademan de pasarme el polvo compacto.

-Mmm ya estás maquillada, te caíste de la cama por lo que veo… dime la verdad hay algo más…-Acomodándose un mechón achocolatado detrás de la oreja.

-Quedamos en vernos hoy para estudiar –Recordando la nota que estaba en mi cuaderno.

-¡Lo sabía!, y ¿Qué más?

-Bueno, hasta ahora solo eso –Dije con un gesto de no darle mucha importancia, aunque en realidad había estado esperando ese encuentro, él me estaba gustando en serio.

 

Bajamos del autobús y comenzamos a caminar hacia la facultad, estaba muy emocionada de poder pasar buena parte del día en compañía de Máximo,  sin embargo hacia un gran esfuerzo para que mi amiga no lo notara, al pasar por la entrada de la escuela él estaba esperando parado junto a la pared, tal como dijo que lo haría,  con sus jeans descoloridos, un suéter azul oscuro que se ceñía a su bien esculpido torso, botas de cuero y chaqueta en mano, me saltó el corazón al verlo.

-¡Hay amiga!, mira quién está allá –Dijo Johanna entre risitas -Es tu maestro privado.

-Espera –Tomándole el brazo- ¿Qué hago?

-¿Cómo que qué haces?, caminar y saludar como si nada.

-¡En serio! él me está esperando.

-¿Estás segura?

-Sí, él me escribió un… -Pero antes de dejarme terminar la frase ella continuó.

-Entonces amiga aquí es en donde nos separamos, tú te vas con él y yo te busco después de clases para que  hablemos –Dijo mientras se alejaba sin perder la sonrisa pícara de sus labios.

Seguí caminando con timidez en dirección a él mientras levantaba lentamente el rostro bajo su rubio cabello despeinado y me sorprendían esos hermosos ojos verdes, hoy tenía una expresión risueña y al acercarme para saludar sacó de entre la chaqueta un botón de rosa roja, “entre libros y rosas” –pensé- tal como lo describió, sentí un palpitar desbocado en el pecho y el calor comenzó a inundarme subiendo desde el cuello cuesta arriba hasta mi rostro, imaginé que me vería como un cono de tránsito.

-Hola –Fue todo lo que pude articular.

-Buenos días -Me contestó tomando con suavidad mi mano e inclinándose para besarla.

Me quedé inmóvil, ¿Qué estaba haciendo?, ¿Era acaso una broma o de verdad me estaba alagando?

-Te he traído algo –Dijo, y extendió gentilmente la rosa hacia mí -¿Te gusta?

-He… si… gracias es muy linda –Esto no era lo que esperaba, ni en un millón de años se me habría ocurrido que nuestro día de estudio comenzaría tan… ¿cursi?

-No tanto como tú –Contestó al tiempo que me lanzaba una mirada ensoñadora, provocando que se me olvidara respirar.

Comenzamos a caminar y muy caballerosamente me pidió mis cosas para llevarlas. Al llegar a clase algunos de nuestros compañeros esperaban al profesor en el salón, Adriana y algunas de sus amigas nos cerraron el paso intencionalmente esperando que el joven las viera, se apostaron a lo ancho del pasillo de modo que su cabecilla pudiera insinuarse lo suficiente como para que cualquiera cayera en su treta, cualquiera excepto él… él no era cualquier chico,  pareció no prestarles mucha atención, tomó mi mano y las rodeó para entrar en el aula, Máximo no encaja en los parámetros comunes de los otros muchachos –pensé- él es diferente, único, guapo, extremadamente guapo, servicial, caballeroso al punto de rayar en lo clásico, chapado a la antigua y rodeado de un cierto misterio que lo hace interesante y que da la impresión de que hay algo más detrás de su fachada, como si ocultara algo… ¿será verdad tanta perfección? -dudé-, decidí solo disfrutar el momento y pasarle por un lado a la viuda negra en su compañía.

Ya durante la clase, me impresionó lo bien que intervenía cuándo el profesor preguntó si teníamos alguna idea de cómo era la sociedad española del siglo XII y XIII, a la que pertenece la obra que hemos estado leyendo, mi acompañante aportó datos interesantes sobre el contexto histórico de la sociedad medieval que el mismo profesor supo apreciar y poner luego como ejemplo para sus explicaciones, sumé inteligente a mi lista de sus características.

-¿Cómo sabes tanto sobre el tema? –Le interrogue al terminar la jornada de clases.

-He vivido muy de cerca todo lo concerniente a… esa… época, quiero decir que me llama mucho la atención y he leído sobre ella.

-Y ¿En dónde has estudiado?, porque no te había visto nunca antes en la Facu…- continué con intención de conocer más de él.

-Digamos que un tiempo aquí y otro allá… -Contesto sin dar más explicaciones.

Es muy reservado –para mis adentros- pero que importa si no me quiere decir donde estudió, lo importante es que está aquí ahora ya habrá tiempo de sacarle más información.

-¿Comenzamos con lo nuestro? –Mostrándome aquel libro amarillento que conocía bien.

-Por supuesto –Y nos sentamos en la que ya no sería mi mesa sino nuestra mesa de la biblioteca. Pasó la mano por su cabello que caía hasta sus pómulos tomando un mechón rubio y lanzándolo hacia atrás, necesitaba un corte ese estilo rebelde no le luce bien a todo el mundo, sin embargo a él le sienta de maravilla, deslizó su mano hasta la base del cuello sin darse cuenta trazando con los dedos las letras sobre la piel con lentitud.

–Te gustan los tatuajes…-Comenté casualmente.

-¿Qué?

-Tienes tu apellido tatuado en el cuello –Dije señalando el lugar donde se leía Aquila.

-Es una mancha de tinta –Contesto con picardía –Me han dicho que es sexi… -Esperando mi reacción.

-¿Y el águila de tu muñeca? –Devolviendo el golpe como si no hubiera prestado atención a su comentario.

-Me gustan las águilas, soy como ellas en muchas formas, bueno de hecho  apellido de mi familia significa águila de fuego, pero este –mostrándome su antebrazo- no es un tatuaje común, nací con él.

               Un frío recorrió mi estómago, nadie más que mi papa y Johanna sabían de mi marca de nacimiento, no había manera de que él, a quién apenas estaba conociendo lo supiera y quisiera jugarse con eso.

-Ah… si muy interesante… ¿podemos comenzar ya? –Dándole vueltas involuntariamente a mi muñequera.

 

 

Así transcurrieron varias semanas, entre las viejas páginas del Cantar del Mio Cid, las risas, las tazas de café, las clases y las miradas furtivas que me dejaban sin aliento cada vez que sus verdes ojos buscaban los míos, poco a poco su presencia se me hizo más y más necesaria hasta que ya no imaginaba mis días sin él, sin darme cuenta me estaba enamorando.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Almas de papel: liber primus
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