SYRAH
Los besos insistentes de Daniel me despertaron esa mañana, su mirada coqueta me decía que no encontraba las palabras adecuadas para describir lo que había sido la pasada noche, cuando estaba por lanzarle un piropo me calló con un beso.
—¿Quieres que vayamos a Gijón? —preguntó tranquilamente.
Ciertamente tenía planeado ir al norte de España para alejarme de él, sabía que no me encontraría ya que la casa de Shuarma se encontraba en pleno bosque y pocas personas en el pueblo sabían la localización exacta pero como todo se había modificado una vez más también mi perspectiva se unía al nuevo panorama.
—Sí, vamos después de todo podremos estar allí sin que nadie nos moleste.
Soltó una enorme carcajada y adoré la forma en que brillaban sus ojos, joder sin duda estaría con él el resto de mi vida, nunca me aburriría y disfrutaría de su cercanía, no quisiera…
—¿Qué sucede? —su voz interrumpió el hilo de mis pensamientos.
Sonreí de una manera boba, siempre había logrado que me perdiera en su mirada, incluida su sonrisa pero no le dije lo que estaba pensando pero sí que me lancé a su cuello mientras le daba pequeños besos por la cara y cuello.
—Syrah —susurró contra mis labios. —Tenemos que irnos si queremos tomar el vuelo.
No pude evitar sonreír porque aunque decía que teníamos que darnos prisa no hacía el mínimo esfuerzo por retirar sus manos de mis caderas, mis manos se apartaron de su cuello para colocarlas en su pecho, mierda estaba perdida, adoraba cada parte de su cuerpo.
Como una ráfaga comencé a recordar la noche pasada, cada toque, caricia y besos. Recordé el primer beso que me dio en el cuello y como me estremecí, sus manos se encontraban justamente donde terminaba la blusa así que lo besé con más intensidad, gimió mientras su mano izquierda se colaba bajo la blusa, ¡estábamos perdidos!
Necesitaba sentirlo aún más cerca aunque sabía que ya no había forma pero en mi mente podía imaginar como nos fusionábamos, sin pensarlo un segundo más levanté su playera, rompió el beso mientras se la quitaba para lanzarla hacia ningún sitio en específico.
—Te he deseado todo este tiempo en silencio —dijo con voz ronca.
Mi blusa desapareció en un segundo y me percaté del deseo en su mirada aunque apostaría lo que fuera al decir que yo estaba igual.
—Eres preciosa, cariño.
No permitió que dijera una palabra porque volvió a besarme con mayor intensidad, aún nos encontrábamos en la sala cuando quise dar un paso atrás para ir al dormitorio sentí como me punzaba la pierna por el yeso y como era de esperarse se percató pero estábamos decididos a hacer el amor, me cargó para dirigirse a la cama, lo rodeé con mis brazos y aunque no era tan grande la distancia lo torturé con mordidas en el cuello, era increíble sentir el calor que emanaba de su cuerpo.
—Para Syrah o perderé la cabeza —susurró en mi oído.
Me dejó en la cama con sumo cuidado cómo si temiera que me fuera a romper, adoraba la forma en que se comportaba, subió a la cama colocándose encima de mi.
Se inclinó para besarme una vez más, joder me podía besar cada segundo y por mí estaría estupendo.
—Syrah —dijo apartándose de mi y en ese momento dejé de recordar la noche pasada. — Cariño, vamos que es muy tarde.
Asentí y con pesar me levanté, tenía razón era bastante tarde, me metí a bañar rápidamente y mientras me arreglaba, Daniel también hizo lo mismo era su turno. Llamé para que nos subieran el desayuno y mientras dejaba todo ordenado en las maletas, desayunamos para después partir hacia Gijón.
Lo cierto es que no habíamos dormido así que recargué la cabeza en su hombro y dormí lo que duró el vuelo.
—Despierta, preciosa —sentí como tocaba mi cabello. —Hemos llegado.
La estúpida sonrisa sabía que no iba a abandonar mi cara y le di un pequeño beso, después de varios minutos bajamos del avión para después esperar la salida de las maletas.
—¿Recuerdas la dirección, cariño? —preguntó mientras miraba un mapa.
—Sí, ya estuve allí antes —le contesté pero odié la mirada que me regresó. —Vamos a ver Daniel, Shuarma es un buen amigo, no te voy a negar que me sentí atraída por él pero que te quede algo muy clarito —lo atraje hacía mi y lo rodeé por la cintura. —Te amo y ni Shuarma ni ningún otro me importa, ¿te ha quedado claro?
—Entonces, ¿me quieres decir que estás colada por mí? —una sonrisa bailo en su boca.
—No, tan solo te quiero para pasar el rato —le contesté mientras lo soltaba.
Me tomó del brazo para girarme y ahora era él quien me abrazaba.
—Nunca has sido buena para mentir, mi amor.
—Eres un tonto.
Soltamos enormes carcajadas, así es como la vida volvía a teñirse de hermosos colores, verlo reír, sentir sus ardientes miradas, entre otras cosas era lo mejor.
Es cierto que la casa de Shuarma se localizaba a dos horas del centro de Gijón, en pleno bosque, la única vez que estuve allí me quedé fascinada porque al despertar me encontré con una vista increíble, el sol iluminaba la habitación y se escuchaba el canto insistente de los pájaros…
—¿A dónde vamos? —preguntó Daniel.
—Al estacionamiento —respondí mientras comenzaba a caminar.
Noté la duda impregnada en su rostro, vale tampoco le había especificado la situación por lo que me detuve para girar hacia él.
—Shuarma siempre deja un auto en el estacionamiento porque no hay taxi que quiera llevarte hasta esa parte del bosque.
Conocía esos detalles porque Shuarma habló conmigo para convencerme que era adecuado llegar a ese sitio o a cualquier otro porque en ese momento pensábamos que era correcto alejarme de Daniel, Shuarma se aseguró de hacerme saber que en Gijón no me faltaría nada sumado a que podría tomar lo que necesitara, ahora se lo agradecía.
Por su parte, Daniel ya no dijo nada solo se limitó a caminar a mi lado, una vez que localicé las llaves en la cartera junto con el papel que contenía las indicaciones comenzamos el viaje, tal cómo dijo Shuarma nos hicimos dos horas hasta la pequeña cabaña.
Recordaba un poco del lugar, después de todo habían pasado bastantes años pero me sentía cansada al manejar, el viaje y lo poco que había dormido debido a la noche que pasé con Daniel.
—¿Quieres comer alguna cosa? —preguntó Daniel.
—No, ahora mismo deseo dormir, necesito descansar.
—Vale, cariño —respondió.
Avancé por el pasillo hasta llegar al dormitorio principal, joder la cama se veía tan apetecible que sin dudarlo me lancé, me acomodé y antes de pensar en cualquier cosa me quedé profundamente dormida.
Han pasado casi cinco semanas desde que llegamos a este lugar, estado actual: Infinidad de sonrisas.
Peleas cada tanto.
Noches enteras haciendo el amor.
Pero también lo he querido matar porque alborota todos mis sentidos aunque me he percatado que se siente de la misma manera, su mirada lo delata, aunque todo ha cambiado porque desde hace casi dos semanas recibió una llamada de su antiguo jefe, tuvo una reunión con él y cuando llegó me informó que volvería a su antiguo empleo con la diferencia que radicaría en Gijón ya que en los últimos años habían abierto una sucursal allí, tengo que admitir que al principio no me agradó la idea pero al verlo tan entusiasmado no me quedó otra opción que esbozar una sonrisa y regarle un beso mientras le decía que contaba con mi apoyo.
—Cariño, estoy en casa —escuché que gritó desde la puerta.
—Vale, en el estudio cielo.
Apareció en el umbral con una caja de pizza y un bote de helado, adoraba sus gestos ya que cada día llegaba con algo diferente de hecho cuando notaba que las flores del buró comenzaban a marchitarse esa misma noche recibía un nuevo ramo.
—¿Tienes hambre? —me preguntó mientras se sentaba a mi lado.
—La verdad es que no, tengo ansiedad.
—¿Por qué? —me quitó el libro que tenía en las manos.
—¿Recuerdas que mañana tengo la cita para que me quiten el yeso? —simplemente asintió. —En realidad tengo miedo que me duela —confesé con la voz entrecortada.
Se puede decir que nunca he sido muy valiente, una parte de mí ya quería deshacerse del maldito yeso pero ganaba la otra parte haciéndole callar con el argumento que dolería muchísimo.
—Sy, todo va a estar bien —pasó su brazo sobre mí para poder atraerme hacía él —no te dolerá —continuó diciendo —así podrás moverte mejor.
Sabía que tenía razón pero algo que me decía que nada iría bien, sentía unas ganas enormes de llorar y una presión enorme en el pecho.
—Vamos a cenar porque la pizza se enfría.
Quise quitarle importancia a la situación después de todo estaba exagerando como siempre me sucedía después de todo, ¿qué era lo peor que podía ocurrir?
Cenamos mientras Daniel ponía cualquier película, la verdad no le presté demasiada atención pero en todo ese tiempo no lo solté por un minuto, la presión en el pecho cada vez se hacía más intensa y llegó un momento en el que casi no podía respirar.
—Es tarde Sy, vamos a dormir —dijo Daniel cuando la película había terminado.
Asentí y con mucho trabajo me obligué a soltarlo, mientras recogía su voz me llegó desde la sala.
—Mañana tengo una junta importante, vienen unos inversionistas alemanes y aunque lo intenté no logré zafarme —me comentó tranquilamente.
Al instante cerré los ojos porque sabía que eso significaba que iría sola a la cita con el doctor pero tampoco le podía montar una escena ya que era por trabajo, traté de resignarme al momento después de todo no tenía nada que hacer.
—Suerte, espero les vaya bien con los alemanes cariño.
Me abrazó y aunque lleváramos poco tiempo juntos sabía que no estaba a gusto con lo que hacía.
—Haré todo lo posible por salirme antes, Sy —me dio un beso en la cabeza. —Quiero estar a tu lado para que no tengas miedo.
Asentí, no quise hablar porque las lágrimas caerían sin piedad alguna, me moví y minutos después escuché el sonido que arrojaba la televisión desde el dormitorio.
Fue la peor noche que pasé, todo el tiempo estuve intranquila y aunque hice de todo para terminar cansada no lo logré, por lo que a las 12:30 me encontraba en el patio trasero observando a ningún lado en específico, la luna se encargaba de iluminar todo.
Para las 3:00 me decidí a entrar y tomé el primer libro que se me puso enfrente, tal vez si lo hubiera tomado en otro momento la historia me habría atrapado pero en ese momento simplemente me aburrió por lo que me harté y me preparé un café.
Fastidiada de sentirme prisionera en mi propio cuerpo preferí ponerme los audífonos, al parecer fue lo funcionó porque sobre las 6:00 me despertó Daniel, intentando adivinar porqué me encontraba en el sillón y no con él en la cama pero no tenía ganas de hablar y en su lugar me metí a bañar, con un poco de suerte el agua caliente me aligeraría el paso, antes de salir escuché la voz de Daniel.
—Syrah, me tengo que ir, es tarde —volví a sentir pesar pero continuó —te dejo el auto, Pedro ha venido a recogerme.
Cerré los ojos pero los abrí de golpe cuando escuché la puerta del baño al abrirse.
—Cariño, ¿me has escuchado? —dijo del otro lado del cristal.
—Sí, amor —callé por unos segundos. —¿Es necesario que vayas?
Fue imposible no preguntarle, joder no quería que se separara de mi lado.
—Lo siento, Sy pero sí porque Pedro confía en mí pero no te preocupes si necesitas cualquier cosa, me llamas y en pocos minutos estaré contigo.
—Necesito que no me dejes —dije internamente. Tenía un miedo atroz.
Abrió la puerta, me dio un beso y se marchó, nunca me imaginé que sería el peor día de mi vida porque el miedo estaba allí susurrándome al oído, asegurándome que nada estaría bien.
**CAPITULO VEINTINUEVE**