SYRAH

—Joder, ya voy, te prometo que estoy a cinco minutos de llegar a tu casa —dije un poco exaltada.

—Eso me dijiste hace media hora —sonaba molesta. —¿En dónde estás?

—Es verdad estoy a nada de llegar —soné la bocina. —Imbécil, quítate de mi camino.

—Si no llegas en cinco minutos, me voy.

—Mierda, Ruth créeme que es jodidamente difícil conducir con una pierna llena de yeso —le grité.

—Vale, cinco minutos.

Colgó mientras aventaba el celular al otro lado. —¡Joder!

Bajé lo más rápido que pude del auto e intenté subir las escaleras pero en el primer piso ya me encontraba agotada.

—Abre, necesito sentarme —en ese momento no me importa suplicarle.

Tardó un poco pero por fin salió mi mejor amiga, al instante ingresé y en el primer sillón me derrumbé, la maldita pierna me estaba matando.

—Claro, pasa Sy —me dijo irónicamente.

—Gracias —le respondí con el mismo tono. —¿No pueden poner un elevador en este maldito lugar?

Colocó una taza de café frente a mí, se lo agradecí en silencio mientras se sentaba a mi lado, me conocía lo suficiente para saber cuando no me encontraba bien.

—¿Ahora sí me contarás la verdad? —suspiré.

—Estoy enamorada de Daniel Taylor —sentí que me quitaba un gran peso de encima al decirlo en voz alta.

—Ya lo sabía —me giré rápidamente hacía ella. —No me mires así, literal se volvió loco cuando no sabía en donde te habías metido y esta mañana bueno simplemente perdió la cabeza, joder pensé que en cualquier momento rompería algo.

Solté una carcajada por lo paradójico de esta situación, terminamos partiéndonos de la risa aunque estando una vez tranquilas le conté como ha surgido todo, me escuchó y por momentos noté la incertidumbre en sus ojos.

—Entonces, ¿están juntos? —preguntó por tercera vez.

—Sí pero tengo que alejarme de él por lo que falta del semestre.

—¿Cómo? No puedes irte sin más —se levantó. —¿A dónde irás? ¿Con quién? ¿Por qué, Syrah?

—No podemos estar juntos mientras sea mi profesor —me recargué en el sillón y cerré los ojos.

—Maldición, es cierto, tendrían graves problemas si alguien se da cuenta y lo llega a comentar.

—Exactamente, por esa misma razón tengo que alejarme de él por estos meses —continuo con los ojos cerrados.

—Entiendo, supongo que ya tienes un plan —asiento. —Entonces te vuelvo a preguntar: ¿a dónde irás? ¿con quién?

—¿Recuerdas a Shuarma? —le pregunto mientras me incorporo y termino el poco café que me queda.

—Por supuesto, como olvidar a ese bombón —sonrío. —Es tan malditamente caliente — afirma.

—Lo sé —digo en un susurro. —Bueno que tiene una gira por algunos estados del país, hablé con él por la mañana y aceptó que le acompañara, joder sonaba demasiado entusiasmado con la idea y simplemente creo al final imagino que sería la mejor compañía que puedo llegar a conseguir para mantenerme alejada de Daniel el tiempo que sea necesario —le digo con voz cansada.

—Estás loca —afirma. —Pero soy consiente que diga lo que diga no te haré cambiar de opinión, prométeme que me llamarás a diario Syrah.

—Por supuesto —le dio un abrazo enorme. —Regresaré pronto, te lo prometo.

—Más te vale, pero ¿qué pasará con el yeso de tu pierna? —me pregunta un poco alarmada.

—El médico a dicho que lo tengo que llevar por dos meses, por lo que coincide con mi regreso, no tendré mayor problema con esa situación —afirmo y estoy siendo completamente sincera.

—Joder, no me entusiasma distanciarme de ti pero nada puedo hacer, cuídate mucho por favor, te quiero amiga —se le corta la voz.

—No, no llores. Es hora de irme, tengo que hacer las maletas pero sobre todo contarle a Daniel, ruego porque no se suba por las paredes y pueda entender mi punto.

—Si te ama como dice hacerlo entonces entenderá tus razones para alejarte por un tiempo.

—Tienes razón —le dio un último abrazo. —Te llamaré en cuanto llegue al cuarto de hotel.

Quise quedarme con el optimismo de Ruth mientras bajo las escaleras, tal vez la que se estaba subiendo por las paredes soy yo. Estaba a pocas horas de averiguarlo y aunque Daniel decidiera montarme una escena igualmente me iría, ya no había vuelta atrás.

El viento me golpeó en cuanto abrí la puerta de la calle, ya había anochecido y estaba lloviznando, joder continuaba aterrada pero suprimiendo todo lo que sentía comencé el camino a casa.

La noche se ha instalado y la luna brilla desde su punto más alto pero no puedo describir cómo me impresionaban el eterno parpadear de las estrellas y el menor soplo de viento, que me atemorizaba como si estuviese destinado a consumirme, la opresión en mi pecho crecía a la misma velocidad que dejaba atrás los árboles.

Sonó mi celular: papá.

Solté de golpe el aire que estaba reteniendo. —¡Hola papá! —intenté sonar alegre.

—¡Hola hermosa! ¿Cómo estás?

—Bien —bajé la velocidad. —¿Qué tal van las vacaciones?

—No quiero hablar de eso, ¿me puedes explicar por qué me llamaron los del seguro del auto? —su tono de voz era severo.

—Tuve un pequeño accidente pero estoy bastante bien.

—¿Por qué pasaste un tiempo en el hospital? —ahora sonaba preocupado.

—Bueno, querían tenerme en observación, ya sabes como son los doctores de exagerados.

—En verdad, ¿te encuentras bien? —escuché a lo lejos a mi mamá.

Mi mamá no podía estar enterada de lo sucedido o de lo contrario le hubiera exigido regresar para cuidarme. ¡Gracias papá!

—Por supuesto, papá —sonreí. —No fue nada grave, no te preocupes, ¿vale?

—Está bien —suspiró. —Cuando regresemos a México le dirás a tu madre, no quiero que se vuelva loca ahora mismo.

Solté una carcajada. —Me parece bien, ¿cuándo tienen planeado regresar?

—No lo sé, pequeña, tu mamá añade destinos cada día pero probablemente en tres o cuatro meses, ¿estarás bien todo ese tiempo?

—Ya sabes que sí, papá —bajé aún más la velocidad. —Disfruten esas merecidas vacaciones, dale saludos a mamá y Fernando, mi odioso hermano.

—Claro, cuídate, te llamo mañana preciosa.

Terminé por estacionarme, faltaba relativamente poco para llegar a casa. Hablar con mi padre me distrajo un poco pero no lo suficiente.

—Vamos, Syrah —comencé a decir. —No eres una cobarde, termina con esto de una vez.

El resto del viaje ya no quise pensar en nada más o me volvería loca, entré en el camino secundario aferrándome al volante y una vez en el garaje me hundí en el asiento.

—Mierda —dije cuando apagué el motor. —Es ahora o nunca.

Bajé tranquilamente, no podía parecer tensa frente a Daniel, me dirigí a la cocina necesitaba un trago.

—¡Hola cariño! —dijo cuando terminé de servir el whisky.

—¡Hola! —le contesté mientras tomaba un sorbo.

—¿Qué tal te fue con Ruth? —sentí sus pasos tras de mí amenazando con acercarse.

—Bien, hablamos mucho y ahora sabe lo de nosotros —las palabras brotaron de mis labios.

—No puedo creer que hicieras eso —casi gritó.

—Joder Daniel, tenía que decirle a alguien de nuestra situación o me volvería loca —clavé la mirada en el vaso de mi mano y continué. —Tengo algo más que decirte —terminé con el líquido del vaso.

—¿Qué podría ser peor? —cruzó los brazos sobre su pecho.

—¿Por donde comienzo? —dije por lo bajo. —No puedo seguir con las clases ahora que estamos juntos.

—¿Cómo? —me giró hasta que nuestras miradas se encontraron. —¿Qué estás diciendo?

—Me voy de viaje hasta que terminen las clases, me cambiaré de plantel a mi regreso hasta terminar la carrera y de esa manera ya no existirá ningún problema en el futuro con nosotros.

El silencio inunda la habitación, siento como se me congela la sangre y mi corazón palpita como loco amenazando con salir de mi pecho. Daniel mira hacia ningún sitio excepto a mí.

Joder, esto no es nada bueno.

—No puedo verte y sentirte tan cerca sin desear acercarme a ti —comienzo a decir. — Además nunca podremos salir de este lugar sin temer que alguien nos reconozca y odiaría que tuviéramos que conducir por horas para hacer algo tan cotidiano como ir al cine o a cenar —comencé a caminar por la cocina. —O algo tan simple como caminar por la calle o sentarnos en el parque —al decir aquello las dudas sobre mi viaje se disiparon, sin duda tenía que alejarme de él hasta que ya no estuviéramos en peligro.

Estaba haciendo todo mi esfuerzo por no llorar y controlar mi voz para sonar decidida, aunque me dolía horriblemente tenía que hacerlo porque los dos arriesgábamos demasiado con una relación así y al mismo tiempo la distancia nos serviría para averiguar si en verdad sentíamos algo tan intenso por el otro o era simplemente un ―capricho‖.

—No puedo dejar que te vayas, que pierdas ese tiempo —seguía distanciado.

Sí, lamentablemente sentía como con cada minutos que pasaba nos distanciábamos cada vez más, aquello no iba bien, temía que prefiriera dar por terminada nuestra historia que apenas comenzaba.

—Ya está hecho —volví a la botella, mierda el alcohol me daría valor, ¿cierto? —Mañana muy temprano sale mi vuelo.

—¿Por qué lo haces? —me asusté al ver sus ojos, estaba muy enfadado.

—Porque pienso en ti cada día desde aquella mañana de agosto reinventada cuando irrumpí en el salón, porque quiero pasar más noches a tu lado que lejos de ti —le coloqué la mano en su mejilla. —Sacrificaré un par de meses para permanecer más tiempo a tu lado aunque cada día de ese tiempo lejos moriré por estar cerca de ti.

Salí de la cocina y me desplomé en el sillón, dos segundos después apareció Daniel, coloqué la cabeza entre mis manos.

—Joder Daniel, tengo que poner distancia de por medio para no salir a buscarte —sentí como se alejaba de mí, probablemente sería el fin. —Yo no sé cómo abrazarme a tus brazos y no sufrir, no creo ser capaz de no observarte descaradamente en el salón o sonreír como una estúpida —cerré los ojos. —Sin duda es la mejor opción para que en un futuro podamos estar bien.

Levanté la mirada y noté que estaba a punto de salir de la habitación, me estaba dejando.

—Lo siento Syrah, esto no va a funcionar.

—¿Estás terminando lo que acaba de comenzar? —pregunté mientras sentía como se formaban las lágrimas y simplemente asintió. —Perfecto, tú no sabes quedarte. Llegas, desordenas mi vida y te vas: lo tuyo no es amor. Es turismo emocional —sin importarme el dolor que sentía por toda su actitud continué diciendo: —Siempre te he amado, y cuando amas a alguien, amas a la persona entera, al igual que él o ella es, y no como te gustaría que fuera. Lo lamento Daniel pero no quiero que pierdas todo por mí y si lo que deseas es mandar todo al carajo, adelante, al final me alegro que seas sincero, al menos me iré sabiendo que no tengo por quien regresar —me levanté del sillón, no podía continuar viéndolo. —Cierra la puerta al salir.

Mientras subía las escaleras sonó mi celular: Shuarma.

—¡Hola! —dice en cuanto atendí a su llamada.

—¡Hola! —respondí. —¿Cómo estás?

—Feliz por saber que en nada nos veremos de nuevo —quisiera tener el mismo entusiasmo. —¿A qué hora te recojo en el aeropuerto? —desearía que Daniel sonara como él.

—Espero no tener ningún retraso, sobre las 11:00 —le digo mientras controlo mi voz.

—Genial preciosa, si tienes algún problema no dudes en llamarme, ¿vale? —no espera mi respuesta. —Ten un lindo viaje, besos hermosa.

Se corta la llamada y me siento en la escalera sin percatarme que Daniel continua allí, necesito hablar con alguien, me decido por Ruth, la única con quien puede ser sincera.

—¿Qué tal te ha ido? —dice al instante.

—Ha sido una mierda, hemos terminado —no dejo que las lágrimas salgan.

—¿Te quedarás? —pregunta insegura.

—No, no me quedaré acabo de colgar con Shuarma y le confirmé la hora que llega mi vuelo —recuerdo que estaba con George. —Te llamo mañana, disfruta el resto de la noche.

Cuelgo sin más y dejo salir las lágrimas, ahora todo ha cambiado de curso una vez más por lo que utilizaré ese tiempo lejos de todo esto para intentar olvidarle, tal vez será más sencillo teniendo a Shuarma cerca pero joder lo último que deseo es enamorarme de alguien ahora mismo. No, no, mierda Syrah no vayas por ese camino de nuevo.

—¿Te vas con Shuarma?

Abrí de golpe los ojos, no lo había sentido acercarse pero su voz se había suavizado y cuando nuestras miradas se encontraron pude ver su preocupación mezclado con ternura y una gota de amor.

Maldición. Daniel me volvería loca si continuaba actuando de esa manera.

 

**CAPITULO VEINTITRÉS**