J. R. Ward
Amante mío
Hermandad de la daga negra 08
Dedicado a ti:
No puedo creer que tú y yo hayamos llegado tan lejos
Tu libro no es un adiós, más bien solo otro comienzo
Pero tú estás acostumbrado a eso…
Glosario de Términos y Nombres Propios
Ahstrux nohtrum (n.) Guardia privado con licencia para matar que es nombrado para ese puesto por el Rey. Puede ser hombre o mujer.
Ahvenge (v.) Acto de mortal retribución típicamente llevado a cabo por el ser querido de un macho.
Attendhente (n.) Elegida que sirve a la Virgen Escriba de una manera particularmente cercana.
Black Dagger Brotherhood - La Hermandad de la Daga Negra (pr n.) Guerreros vampiros altamente entrenados que protegen a los de su especie contra la Sociedad Lessening. Como consecuencia de la selección genética de su raza, los Hermanos poseen una inmensa fuerza física y mental, así como una extraordinaria capacidad regenerativa -pudiendo recuperarse de sus heridas de una manera asombrosamente rápida. Normalmente no están unidos por vínculos de parentesco, y son introducidos en la Hermandad mediante la propuesta de otros Hermanos. Agresivos, autosuficientes y reservados por naturaleza, viven separados del resto de los civiles, manteniendo apenas contacto con los miembros de otras clases, excepto cuando necesitan alimentarse. Son tema de leyenda y objeto de reverencia dentro del mundo de los vampiros. Sólo pueden ser muertos por heridas muy serias, por ejemplo, un disparo o puñalada en el corazón, etc.
Blood Slave - Esclavo de sangre (n.) Hombre o mujer vampiro que ha sido subyugado para cubrir las necesidades alimenticias de otro vampiro. La costumbre de poseer esclavos de sangre fue suspendida hace mucho tiempo, y recientemente fue prohibida.
Chrih (n.) Símbolo de muerte honorable, en la Antigua Lengua.
The Chosen- Las Elegidas(pr n.) Mujer vampiro que ha sido criada para servir a la Virgen Escriba. Se las considera miembros de la aristocracia, aunque se enfoquen más en asuntos espirituales que en temporales. Su interacción con los hombres es prácticamente inexistente, pero pueden emparejarse con Hermanos por orden de la Virgen Escriba para propagar su especie. Algunas poseen el don de la videncia. En el pasado, eran usadas para cubrir las necesidades de sangre de los miembros no emparejados de la Hermandad, y esa práctica ha sido reinstaurada por los Hermanos.
Cohntehst (n.) Conflicto entre dos machos compitiendo por el derecho de ser el compañero de una hembra.
Dhunhd (pr n.) Infierno.
Doggen (n.) Constituyen la servidumbre del mundo vampírico. Tienen antiguas tradiciones conservadoras sobre cómo servir a sus superiores y obedecen un solemne código de comportamiento y vestimenta. Pueden caminar bajo la luz del sol pero envejecen relativamente rápido. Su media de vida es de aproximadamente unos quinientos años.
Ehros (n.) Una Elegida entrenada en materia de artes sexuales.
Exhile dhoble (pr. n.) El gemelo malvado o maldito, es el que nace en segundo lugar.
El Fade (pr n.) Reino atemporal donde los muertos se reúnen con sus seres queridos para pasar juntos el resto de la eternidad.
First Family - Familia Principal (pr n.) Compuesta por el Rey y la Reina de los vampiros y su descendencia.
Ghardian (n.) Custodio de un individuo. Hay varios grados de ghardians, siendo el más poderoso el de una hembra sehcluded, también llamado whard.
Glymera (n.) El núcleo social de la aristocracia, equivalente aproximadamente al ton del período de la regencia en Inglaterra.
Granhmen (n.) Abuela.
Hellren (n.) Vampiro macho que se ha emparejado con una hembra. Los machos pueden tomar a más de una hembra como compañera.
Leahdyre (n.) Una persona de poder e influencia.
Leelan (adj. n.) Adjetivo cariñoso que se traduce como el/la más querido/a.
Lessening Society (pr. n.) Orden u organización de asesinos reunida por el Omega con el propósito de erradicar las especies vampíricas.
Lesser (n.) Humanos sin alma, miembros de la Lessening Society, que se dedican a exterminar a los vampiros. Permanecen eternamente jóvenes y sólo se les puede matar clavándoles un puñal en el pecho. No comen ni beben y son impotentes. A medida que transcurre el tiempo, su piel, pelo y ojos, pierden pigmentación hasta que se vuelven completamente albinos y pálidos, hasta los ojos empalidecen. Huelen a talco de bebés. Cuando ingresan en la Sociedad -introducidos por el Omega- se les extrae el corazón y se conserva en un tarro de cerámica.
Lewlhen (n.) Regalo.
Lheage (n.) Un término respetuoso que usan los que son sometidos sexualmente refiriéndose al que los domina.
Lys (n.) Herramienta de tortura usada para extirpar los ojos.
Mahmen (n.) Madre. Usado de ambas formas para identificarlas y cariñosamente.
Mhis (n.) El enmascaramiento de un ambiente físico dado; la creación de un campo de ilusión
Nalla (hembra) oNullum (macho) (adj.) Amada/o
Needing period -Período de celo. (pr n.) Período de fertilidad de las mujeres vampiro. Suele durar dos días y va acompañado de un fuerte deseo sexual. Se produce, aproximadamente, cinco años después de la transición femenina y, posteriormente, una vez cada diez años. Durante el período de celo, todos los machos que estén cerca de la hembra responden, en mayor o menor medida, a la llamada de la hembra. Puede ser un momento peligroso ya que puede provocar conflictos y reyertas entre machos que compitan, especialmente cuando la hembra no está emparejada.
Newling (n.) Una virgen.
El Omega (pr n.) Ente místico y malévolo que quiere exterminar a la raza vampírica por el resentimiento que tiene hacia la Virgen Escriba. Existe en un reino atemporal y posee enormes poderes, aunque no el de la creación.
Pheursom o Pherarsom (adj.) Término que se refiere a la potencia de los órganos sexuales del macho. La traducción literal sería algo como «digno de penetrar a una mujer».
Princeps (n.) El rango más alto de la aristocracia vampírica, sólo superado por los miembros de la Familia Principal o por las Elegidas de la Virgen Escriba. Es un rango que se tiene por nacimiento, sin que pueda ser concedido con posterioridad.
Pyrocant. (n.) Término referido a la debilidad crítica que puede sufrir cualquier individuo. Esta debilidad puede ser interna, como por ejemplo una adicción, o externa, como un amante.
Rahlman (n.) Salvador.
Rythe. (n.) Rito por el que se intenta apaciguar a aquel/lla cuyo honor ha sido ofendido. Si el rythe es aceptado, el ofendido escoge arma y golpeará con ella al ofensor, que acudirá desarmado.
The Scribe Virgen - La Virgen Escriba. (pr n.) Fuerza mística consejera del Rey, guardiana de los archivos vampíricos y dispensadora de privilegios. Existe en un reino atemporal y tiene enormes poderes. Se le concedió el don de un único acto de creación que fue el que utilizó para dar vida a los vampiros.
Sehclusion (n.) A petición de la familia de una hembra el Rey puede conferirle este estado legal. Coloca a la hembra bajo la autoridad exclusiva de su whard, que generalmente es el macho mayor de la familia. Su whard tiene el derecho de determinar su forma de vida, restringiendo a voluntad toda interacción que ella tenga con el resto del mundo.
Shellan (n.) Vampiro hembra que se ha emparejado con un macho. Las mujeres vampiros no suelen emparejarse con más de un compañero debido a la naturaleza dominante y territorial de estos.
Symphath (n.) Subespecie del mundo vampírico caracterizada, entre otras peculiaridades, por su habilidad y deseo de manipular las emociones de los demás (con el propósito de un intercambio de energía). Históricamente, han sido discriminados y durante ciertas épocas, cazados por los vampiros. Están cercanos a la extinción.
Tahlly (n.) Un término cariñoso, flexiblemente traducido como «querida».
The Tomb - La Tumba (pr n.) Cripta sagrada de la Hermandad de la Daga Negra. Utilizada como emplazamiento ceremonial así como almacén para los tarros de los lessers. Las ceremonias allí realizadas incluyen iniciaciones, funerales y acciones disciplinarias contra los Hermanos. Nadie puede entrar, excepto los miembros de la Hermandad, la Virgen Escriba, o los candidatos a la iniciación.
Trahyner (n.) Palabra usada entre machos que denota mutuo respeto y afecto. Traducida libremente como «querido amigo».
Transition - Transición (n.) Momento crítico en la vida de un vampiro en el que él o ella se transforman en adulto. Después de la transición, el nuevo vampiro debe beber sangre del sexo opuesto para sobrevivir y, a partir de ese momento, no pueden soportar la luz del sol. Suele producirse a la edad de veinticinco años. Algunos vampiros no sobreviven a este momento, especialmente los machos. Previamente a la transición, los vampiros son débiles físicamente, sexualmente ignorantes e incapaces de desmaterializarse.
Vampire - Vampiro (n.) Miembro de una especie distinta a la humana. Para sobrevivir deben beber de la sangre del sexo opuesto. La sangre humana los mantiene con vida, aunque la fuerza que les otorga no dura mucho tiempo. Una vez que superan la transición, son incapaces de exponerse a la luz del sol y deben alimentarse obteniendo la sangre directamente de la vena. Los vampiros no pueden transformar a los humanos con un mordisco o a través de una transfusión, aunque en muy raras ocasiones pueden reproducirse con miembros de otras especies. Pueden desmaterializarse a voluntad, pero para ello deben estar calmados, concentrados y no llevar nada pesado encima. Son capaces de borrar los recuerdos de los humanos, siempre que dichos recuerdos no sean lejanos. Algunos vampiros pueden leer la mente. La esperanza de vida es mayor a los mil años, y en algunos casos incluso más larga.
Wahlker (n.) Un individuo que ha muerto y vuelto a la vida desde el Fade. Se les otorga un gran respeto y son reverenciados por sus tribulaciones.
Whard (n.) Equivalente al padrino o a la madrina de un individuo.
Prólogo
CAMPAMENTO DE GUERRA DEL BLOODLETTER, ANTIGUO PAIS, 1644.
D eseó tener más tiempo.
Aunque a decir verdad, ¿qué cambiaría eso? El tiempo sólo importaba si uno hacía algo con él y aquí dentro él ya había hecho todo lo que podía.
Darius, hijo engendrado por Tehrror, hijo despreciado por Marklon estaba sentado en el suelo de tierra con su diario abierto sobre la rodilla y una vela de cera de abeja delante de él. La iluminación no era más que una pequeña llama que oscilaba con las ráfagas de aire y su habitación consistía en la esquina alejada de una cueva. Su ropa estaba hecha de cuero áspero y preparado para la batalla y las botas eran de la misma hechura.
En su nariz, el hedor a sudor de macho y tierra acre se mezclaba con el dulce de la descomposición de sangre de lesser.
Cada aspiración que hacía parecía amplificar el hedor.
Pasando las páginas de pergamino, volvió atrás en el tiempo, retrocediendo los días uno por uno hasta que ya no estuvo aquí en el campamento de guerra.
Añoraba el «hogar» con un dolor físico, su estancia en este campamento era una amputación más que una reubicación.
Había sido criado en un castillo donde la elegancia y la gracia habían constituido el verdadero tejido de la vida. Dentro de las firmes paredes que habían protegido a su familia de humanos y lessers por igual, cada noche había sido tan cálida y fragante como las de julio, los meses y años pasaban tranquila y despreocupadamente. Las cincuenta habitaciones por las cuales había vagado libremente habían estado equipadas con satenes y sedas, muebles fabricados con maderas preciadas y alfombras tejidas, no de juncos. Con pinturas al óleo que relucían en sus marcos dorados y estatuas de mármol en poses dignas, era un engaste de platino para anclar el diamante de su existencia.
Y así habría sido inimaginable en ese entonces que en algún momento pudiera encontrarse donde estaba ahora. Sin embargo, había existido una debilidad vital en los cimientos de aquella vida suya.
El latir del corazón de su madre le había dado derecho a estar bajo ese techo y le había mantenido dentro de ese mimado hogar. Y cuando ese afectuoso órgano vital se había detenido dentro de su pecho, Darius había perdido no sólo a su mahmen de nacimiento, sino el único hogar que alguna vez había conocido.
Su padrastro había renegado de él y le había relegado de allí, una enemistad largamente oculta había sido expuesta y se había actuado en consecuencia.
No había tenido tiempo de llevar luto por su madre. Ni tiempo para asombrarse por el repentino odio del macho que lo había hecho todo por él salvo engendrarlo. Ni tiempo para abatirse por la identidad que había tenido como macho de buena cuna dentro de la glymera.
Había sido tirado en la entrada de esta caverna como un humano que hubiera sucumbido a la plaga. Y las batallas habían comenzado antes de que siquiera pudiera ver a un lesser o empezar el entrenamiento para luchar contra los asesinos. En su primera noche y día dentro de las entrañas de este campamento, había sido atacado por compañeros de entrenamiento que habían visto su ropa fina, la única que se le había permitido llevar con él, como prueba de debilidad.
Durante esas horas sombrías los había sorprendido no sólo a ellos, sino a sí mismo.
Y fue entonces cuando se dio cuenta, al igual que ellos, que a pesar de haber sido criado por un macho aristocrático, en la sangre de Darius estaban presentes los componentes de un guerrero. De hecho, no sólo los de un soldado. Más aún, los de un Hermano. Sin haber sido instruido, su cuerpo había sabido qué hacer y había respondido a la agresión física con reacciones escalofriantes. Incluso mientras su mente luchaba contra la brutalidad de sus acciones, sus manos, pies y colmillos habían sabido con precisión qué esfuerzo era necesario.
Había existido otra faceta en él, ignorada, desconocida… que de algún modo parecía más «él» que el reflejo que tanto había contemplado dentro de cristal emplomado.
Con el correr del tiempo, se había vuelto aún más diestro en la lucha… y su horror ante sí mismo había disminuido. A decir verdad, no había ningún otro camino a seguir: la semilla de su verdadero padre y del padre de su padre y del abuelo de su progenitor habían determinado su piel, sus huesos y sus músculos, el linaje puro de guerrero le había transformado en una fuerza poderosa.
Y en un adversario cruel y mortífero.
Desde luego, encontraba altamente perturbador tener esta otra identidad. Era como si a su paso proyectara dos sombras sobre el suelo, como si dondequiera que fuera hubiera dos fuentes de luz distintas iluminando su cuerpo. Y aún así, aunque comportarse de manera tan odiosa y violenta ofendía la sensibilidad que le había sido inculcada, sabía que era parte de un propósito más elevado que estaba destinado a servir. Y le había salvado una y otra vez… de aquellos que buscaban dañarle dentro del campamento y del que parecía desearles la muerte a todos. Ciertamente se suponía que el Bloodletter era su whard, pero actuaba más bien como un enemigo, incluso mientras les instruía en las artes de la guerra.
O tal vez ese era el objetivo. La guerra era horrorosa sin importar la faceta exteriorizada, ya fuera que se tratara de la preparación o de la participación.
Las enseñanzas del Bloodletter eran brutales y sus sádicos mandatos exigían acciones en las que Darius no tomaría parte. En verdad, Darius siempre era el ganador en las competiciones entre reclutas… pero no tomaba parte de las violaciones que eran el castigo infringido a aquellos que resultaban vencidos. Era el único cuya negativa era respetada. Su negativa había sido desafiada una vez por el Bloodletter y como Darius casi le había ganado, nunca se había aproximado otra vez.
Los que perdían contra Darius, entre los cuales se contaban todos en el campamento, eran castigados por otros y era durante esas veces, cuando el resto del campamento estaba ocupado con el espectáculo, cuando con más frecuencia obtenía consuelo en su diario. En verdad, en este momento, no podía permitirse ni siquiera una mirada en dirección a la fogata principal, donde estaba teniendo lugar una de las sesiones.
Odiaba haber sido la causa de que los acontecimientos se sucedieran una vez más… pero no tenía elección. Tenía que entrenar, tenía que luchar y tenía que ganar. Y el resultado final de esa ecuación estaba determinado por la ley del Bloodletter.
Desde la fogata, se alzaron gruñidos y risas de lujuriosa burla.
Su corazón se condolió tanto ante el sonido que cerró los ojos. El que en ese momento imponía el castigo en lugar de Darius era un macho cruel, cortado del mismo patrón que el Bloodletter. Se ofrecía con frecuencia a llenar la vacante ya que disfrutaba administrando dolor y humillación tanto como de su aguamiel.
Pero tal vez ya no se prolongaría mucho más. Al menos para Darius.
Esta noche sería su examen en el campo. Después de haber estado entrenando durante un año, iba a salir no sólo con guerreros, sino con Hermanos. Era un raro honor… y una señal de que la guerra contra la Sociedad Lessening era, como siempre, desesperada. La innata pericia de Darius había ganado fama y Wrath, el Rey Justo, había decretado que fuera sacado del campamento para que pudiera desarrollarse aún más con los mejores luchadores que tenía la raza vampiro.
La Hermandad de la Daga Negra.
Sin embargo todo podía ser en vano. Si esta noche demostraba que estaba capacitado únicamente para entrenar y pelear con otros de su misma clase, sería enviado de vuelta a esta caverna para más «enseñanzas» con el sello del Bloodletter.
Los Hermanos nunca volverían a ponerle a prueba y sería relegado a servir como soldado.
Con la Hermandad se tenía una sola oportunidad y el examen de este anochecer iluminado por la luna no trataría sobre estilos de lucha o armamento. Era una prueba de corazón. ¿Podría mirar los pálidos ojos del enemigo, oler su dulce hedor y mantener la mente serena mientras su cuerpo actuaba sobre aquellos asesinos…?
Los ojos de Darius se levantaron de las palabras que había puesto en el pergamino hacía una eternidad. Un grupo de cuatro permanecía en la entrada más recóndita de la caverna, eran altos, de hombros fornidos y estaban fuertemente armados.
Integrantes de la Hermandad.
Sabía el nombre del cuarteto: Ahgony, Throe, Murhder, Tohrture.
Darius cerró el diario, lo deslizó en una fisura de la roca y lamió el corte que se había hecho en la muñeca para crear «tinta». Su pluma hecha de la pluma de la cola de un faisán se estaba estropeando rápidamente y no estaba seguro de si alguna vez volvería aquí para usarla, pero también la guardó.
Al tomar la vela y alzarla hacia su boca, le sorprendió la cualidad aceitosa de la luz. Había pasado tantas horas escribiendo con esa iluminación tan suave y tenue… de hecho, ese parecía ser el único lazo entre su vida pasada y su existencia actual.
Apagó la pequeña llama con un solo soplido.
Poniéndose en pie, recogió sus armas: una daga de acero que le habían dado después de sacarla del cuerpo que se enfriaba de un recluta muerto y una espada que provenía de la armería de entrenamiento comunal. Ninguna de las dos empuñaduras eran adecuadas para su palma, pero a la mano que las esgrimía no le importaba.
Cuando los Hermanos miraron en su dirección y no le brindaron ni su saludo ni su rechazo, deseó que entre ellos estuviera su padre verdadero. Qué diferente se sentiría todo esto si tuviera a su lado a alguien a quien le importaría su resultado: no buscaba que le dieran cuartel y no ambicionaba ningún tratamiento especial, pero ahora siempre estaba solo, apartado de los que le rodeaban, separado por una división a través de la cual podía ver pero nunca recorrer.
Estar sin familia era una prisión extraña e invisible, los barrotes de la soledad y el desarraigo le rodeaban cada vez más firmemente a medida que acumulaba años y experiencia, aislando a un macho de tal forma que no tocaba nada y nada le tocaba a él.
Mientras caminaba hacia los cuatro que habían venido a buscarle, Darius no miró atrás hacia el campamento. El Bloodletter sabía que iba a salir al campo de batalla y no le importaba si volvía o no. Y los demás reclutas eran igual.
Mientras se aproximaba, deseó haber tenido más tiempo para prepararse para este examen de voluntad, fuerza y valor. Pero era aquí y ahora.
En verdad, el tiempo avanzaba incluso aunque quisieras ralentizarlo hasta que se arrastrara.
Deteniéndose ante los Hermanos, anheló una palabra de ánimo o un deseo de buena suerte o una expresión de fe de parte de alguien. Como no llegó nada, ofreció una breve plegaria a la sagrada madre de la raza:
Queridísima Virgen Escriba, por favor, no permitas que falle en esto.
Capítulo 1
Otra jodida mariposa.
Cuando R.I.P. vio lo que estaba entrando por la puerta de su salón de tatuajes, supo que iba a terminar haciendo otra jodida mariposa. O tal vez dos.
Sí. Dado el par de rubias, altas y burbujeantes que soltaban risitas tontas de camino hacia su recepcionista, no era probable que fuera a grabar ninguna mierda de calavera con huesos en sus pieles.
Estas Paris Hiltons y su excitación a la somos-tan-malas le hicieron mirar el reloj… y desear cerrar ya, en vez de a la una de la mañana.
Joder… la mierda que tenía que hacer por dinero. La mayor parte del tiempo podía mostrar una actitud de sí, lo que sea respecto a los pesos livianos que entraban a marcar su piel, pero esta noche las brillantes ideas de niñatas le fastidiaban. Era difícil entusiasmarse con el set Hello Kitty cuando acababa de pasar tres horas haciendo un retrato conmemorativo para un motorista que había perdido a su mejor amigo en la carretera. Uno era la vida real, la otra una caricatura.
Mar, su recepcionista, se acercó a él.
- ¿Tienes tiempo para uno rapidito? -Sus cejas perforadas se alzaron cuando puso los ojos en blanco-. No debería llevar mucho.
- Sí. -Asintió hacia su silla acolchada-. Trae acá a la primera.
- Quieren hacerlo juntas.
Por supuesto.
- Bien. Trae el taburete de la parte de atrás.
Mientras Mar desaparecía tras una cortina y él se preparaba, las dos que estaban junto a la caja registradora se sostenían las manos la una a la otra y cuchicheaban nerviosamente sobre los formularios de consentimiento que tenían que firmar. De vez en cuando, las dos le lanzaban furtivas miradas, como si con todos sus tatuajes y su metal, él fuera un tigre exótico que hubieran venido a admirar al zoo… y al que aprobaban totalmente.
Uh-huh. Seguro. Se cortaría sus propias pelotas antes de soltarles siquiera un polvo por compasión.
Después de que Mar aceptara su dinero, las trajo y se las presentó como Keri y Sarah. Lo cual fue más de lo que él esperaba. Se había estado preparando para Tiffany y Brittney.
- Quiero una carpa arcoiris -dijo Keri mientras se colocaba en la silla adoptando lo que claramente pretendía ser una curva seductora-. Justo aquí.
Se subió la ceñida camisita, bajó la cremallera de sus vaqueros y empujó hacia abajo la parte alta del tanga rosa. Su ombligo tenía un aro con un diamante falso en forma de corazón rosa colgando y estaba claro que se hacía la depilación al laser.
- Bien -dijo R.I.P-. ¿Cómo de grande?
Keri la Seductora pareció desinflarse un poco… como si su tasa de un indudable cien por ciento de éxito con jugadores de fútbol universitarios la hubiera llevado a asumir que él jadearía ante los atributos que le estaba mostrando.
- Um… no demasiado grande. Mis padres me matarían si supieran que estoy haciendo esto… así que no puede asomar por encima de la línea del bikini.
Por supuesto que no.
- ¿Dos centímetros? -Alzó su mano tatuada y le dio una sensación de dimensión.
- Tal vez… un poco más pequeño.
Con un bolígrafo negro, hizo un boceto sobre su piel, y después de que ella le pidiera que permaneciera dentro de esos límites, se puso los guantes negros con un chasquido, tomó una aguja nueva y encendió su pistola.
Aproximadamente un segundo y medio después Keri ostentaba lágrimas y se colgaba de la mano de Sarah como si estuviera dando a luz sin epidural. Y esa era la diferencia, ¿no? Había una gran división entre los duros y los aspirantes. Las mariposas, las carpas y los bonitos corazoncitos no eran…
La puerta del salón se abrió de par en par… y R.I.P. se enderezó un poco sobre su taburete con ruedas.
Los tres hombres que entraron no llevaban uniformes militares, pero definitivamente no eran civiles. Vestían cuero negro desde las chaquetas, a los pantalones y las shitkickers, eran hombres enormes que absorvian las paredes del salón y encogían el techo. Había montones de protuberancias ocultas bajo esos abrigos. Del tipo que formaban las armas y tal vez cuchillos.
Con un sutil cambio de postura, R.I.P. se movió en dirección a su mostrador, donde estaba el botón de alarma.
El de la izquierda tenía ojos dispares, piercings de bronce y una fría mirada de asesino. El de la derecha parecía un poco más cercano a lo convencional, con su cara de niño bonito y el cabello rojo… excepto por el hecho de que se comportaba como alguien que hubiera estado en la guerra y hubiera regresado.
El del medio, sin embargo, era un problema. Ligeramente más alto que sus amigos, tenía cabello castaño oscuro corto y un rostro apuesto de rasgos clásicos… pero sus ojos azules estaban muertos, con tanto reflejo como el asfalto viejo.
Un muerto ambulante. Sin nada que perder.
- Ey -les saludó R.I.P- ¿Necesitáis algo de tinta, chicos?
- Él. -El de los piercings señaló con la cabeza a su amigo de ojos azules-. Y tiene el diseño. Es un trabajo para el hombro.
R.I.P. dio oportunidad a sus instintos de sopesar el proyecto. Los hombres no habían mirado a Mar inapropiadamente. No habían ojeado la caja registradora y ninguno había intentado sacar su arma. Esperaban cortésmente… pero expectantes. Como viendo si hacía lo que querían o si iban a buscar a alguien más para que lo hiciera.
Volvió a relajar su posición, pensando que eran colegas.
- De acuerdo. Esto no me llevará mucho tiempo.
Mar intervino desde detrás del mostrador.
- Se supone que cerramos en menos de una hora…
- Pero te haré el trabajo -dijo R.I.P. al del centro-. No te preocupes por la hora.
- Y creo que yo me quedaré -dijo Mar, examinando al de los piercings.
El tipo de ojos azules levantó las manos y las movió con gestos precisos. Después de que acabara, el de los piercings tradujo.
- Te lo agradece. Y dice que ha traído su propia tinta, si te parece bien.
No era exactamente lo habitual e iba en contra del código de salud, pero R.I.P. no tenía ningún problema en ser flexible con el cliente adecuado.
- No hay problema, colega.
Volvió al trabajo con la carpa y Keri reasumió su rutina de morderse el labio y gemir como una niñita. Cuando hubo terminado, no le sorprendió en absoluto que Sarah, después de haber observado la «agonía» de su amiga, decidiera que quería un reembolso en vez de una bonita tinta coloreada propia.
Lo cual eran buenas noticias. Significaba que podría ponerse a trabajar en el tipo de los ojos muertos enseguida.
Mientras se quitaba los guantes negros y limpiaba, se preguntaba qué aspecto tendría el maldito bosquejo. Y exactamente cuánto tiempo le llevaría a Mar meterse dentro de los pantalones del de los piercings.
Lo primero sería probablemente un trabajo medianamente bueno.
Y lo último… le daba alrededor de diez minutos, porque ella había captado la atención de su mirada dispar y Mar era una trabajadora rápida… no sólo detrás del mostrador.
* * *
Al otro lado de la ciudad, lejos de los bares y salones de tatuaje de Trade Street, en un enclave de piedra arenisca y sendas empedradas, Xhex estaba de pie ante una ventana que sobresalía y contemplaba fijamente a través de un cristal antiguo y sinuoso
Estaba desnuda, fría y magullada.
Pero no impotente.
Allá abajo, en la acera, una humana recorría la calle con un perrito chillón de la correa y un teléfono móvil en la oreja. Enfrente, dentro de otros apartamentos elegantes la gente estaba bebiendo, comiendo y leyendo. Los coches avanzaban lentamente ya fuera por respeto hacia los vecinos o por temor por sus sistemas de suspensión en la calle accidentada.
La audiencia de miserables homo sapiens no podía verla ni oírla. Y no sólo porque las capacidades de esa otra raza fueran tan reducidas en comparación con las de los vampiros.
O en su caso, vampiros medio-symphath.
Aunque encendiera la luz del techo y gritara hasta que sus cuerdas vocales se agotaran, aunque ondeara los brazos hasta que se desprendieran de sus articulaciones, los hombres y mujeres que estaban a su alrededor simplemente seguirían con lo que fuera que estuvieran haciendo, sin advertir que ella estaba atrapada en este dormitorio, justo en medio de ellos. Y no era como si pudiera levantar la cómoda o la mesilla de noche para romper el cristal. Tampoco podía derribar la puerta de una patada ni arrastrarse por la ventilación del baño.
Ya había intentado todo aquello.
La asesina dentro de ella no podía evitar sentirse impresionada por la naturaleza impenetrable de su celda invisible: no había realmente, forma de sortearla, atravesarla o salir de ella.
Dando la espalda a la ventana, caminó alrededor de la cama king-size con sus sábanas de seda y sus horribles recuerdos… pasó frente al baño de mármol… y continuó caminando para pasar frente a la puerta que daba al pasillo. Dada la forma en que habían ido las cosas con su captor, no era como si necesitara más ejercicio, pero no podía quedarse quieta, su cuerpo temblaba y zumbaba.
Ya antes había pasado por esta cosa de contra-su-voluntad. Sabía que después de un tiempo la mente, como un cuerpo famélico, podía comerse a sí misma si no la alimentabas con algo que masticar.
¿Su distracción favorita? Mezclar bebidas. Después de haber trabajado en clubs durante años, conocía legiones de cocktails y brebajes y los recorría mentalmente, visualizando botellas y vasos, la forma de servirlas, el hielo y los aromas.
Esa rutina de Barmanpedia la había mantenido cuerda.
Hasta ahora, había contado con que hubiera un error, un desliz, una oportunidad para escapar. No se había producido ninguno y esa esperanza comenzaba a decaer, exponiendo un enorme agujero negro que estaba listo para devorarla. Así que simplemente seguía haciendo bebidas mentalmente y buscando su oportunidad.
Y de un modo extraño, su experiencia pasada ayudaba. Fuera lo que fuera lo que pasara aquí, por malo que fuera, por mucho que doliera físicamente, no era nada comparado con lo que había pasado antes.
Esto era poca cosa.
O… al menos eso se decía a sí misma. Algunas veces se sentía peor.
Continuando con el paseo, pasó los dos ventanales de delante, la cómoda, y luego volvió a rodear la cama. Esta vez entró en el baño. No había hojas de afeitar ni cepillos ni peines, sólo algunas toallas ligeramente húmedas y una o dos barras de jabón.
Cuando Lash la había secuestrado, utilizando el mismo tipo de magia que la mantenía en estas habitaciones, la había traído a esta elegante guarida suya y su primer noche y día juntos habían sido un indicativo de cómo serían las cosas.
Se vio a sí misma en el espejo que había sobre los lavabos dobles, y efectuó una desapasionada revisión de su cuerpo. Tenía magulladuras por todos lados… cortes y arañazos también. Él era brutal en lo que hacía y ella luchaba porque maldita fuera si le permitía matarla… así que era difícil decir qué marcas había hecho él y cuales habían sido secundarias a lo que ella le había hecho al bastardo.
Que pusieran su culo desnudo delante de algún espejo y estaba dispuesta a apostar su último aliento a que él no tenía mucho mejor aspecto que ella.
Ojo por ojo.
La desafortunada consecuencia era que a él le gustaba que ella respondiera al fuego con fuego. Cuanto más luchaban, más se excitaba él y le daba la sensación de que le sorprendían sus propias emociones. Durante el primer par de días, había estado en modo castigo, intentando hacerle pagar por lo que le había hecho ella a su última novia… evidentemente, esas balas que había metido en el pecho de la zorra realmente le habían cabreado. Pero luego las cosas habían cambiado. Había empezado a hablar menos de su ex y más sobre partes del cuerpo y fantasías que involucraban un futuro donde se la incluía para engendrar a su prole.
Confidencias de almohada para el sociópata.
Ahora cuando venía a ella sus ojos brillaban por otra razón y si la dejaba sin sentido, habitualmente recuperaba la conciencia con él enroscado alrededor de su cuerpo.
Xhex dio la espalda a su reflejo y se quedó congelada antes de dar otro paso.
Había alguien abajo.
Saliendo del baño, fue a la puerta que conducía al pasillo e inhaló lenta y profundamente. Cuando un olor a animal atropellado y sudoroso flotó en el aire hasta sus fosas nasales, le quedó claro que quien rondaba por ahí abajo era un lesser… pero no era Lash.
No, este era su esbirro, el que venía cada noche antes de que llegara su captor, para hacerle de comer. Lo que significaba que Lash estaba de camino a la casa de piedra arenisca.
Joder, maldita fuera su suerte: había sido secuestrada por el único miembro de la Sociedad Lessening que comía y follaba. El resto de ellos eran impotentes como un anciano de noventa años y existían a base de una dieta de aire, ¿pero Lash? El cabrón era completamente funcional.
Volviendo a la ventana, extendió la mano hacia el cristal. El límite que marcaba su prisión era un campo de energía que se sentía como una ardiente picazón cuando se entraba en contacto con él. La maldita cosa era como una valla invisible para cosas más grandes que un perro… con el beneficio añadido de no requerir ningún collar.
Había cierta elasticidad en él… cuando presionaba hacia delante, había un indicio de flexibilidad, pero sólo hasta cierto punto. Luego las moléculas que habían sido agitadas se reagrupaban y la sensación de quemazón era tan aguda que tenía que sacudir la mano y alejarse del dolor.
Mientras esperaba que Lash volviera a ella, su mente vagó hasta el macho en el que intentaba no pensar jamás.
Especialmente si Lash estaba cerca. No estaba claro cuánto podía penetrar su captor dentro de su mente, pero no quería arriesgarse. Si el bastardo sospechaba que el soldado mudo era la fuente-del-alma, como lo llamaba su gente, lo utilizaría contra ella… y contra John Matthew.
Una imagen del macho vino a su mente, sus ojos azules resonando en su memoria tan claramente, que pudo ver las motas de azul marino que había en ellos. Dios, esos hermosos ojos azules.
Podía recordar la primera vez que le había visto, cuando era un pretrans. La había mirado con tal respeto y admiración, como si ella fuera más grande que la vida, una revelación. Por supuesto, en ese momento, todo lo que ella distinguió fue que él estaba entrando armado en el ZeroSum, y como jefa de seguridad del club, se había empeñado en desarmarle y ponerle de patitas en la calle. Pero luego se había enterado de que el Rey Ciego era su whard y eso lo había cambiado todo.
De acuerdo con las oportunas nuevas noticias sobre quien estaba a cargo de sus asuntos, John no sólo había sido bienvenido a entrar armado; era un invitado especial, junto con sus dos amigos. Después de eso, había venido regularmente y siempre la observaba, esos ojos azules la seguían a donde quiera que fuera. Y luego había pasado la transición. Santo infierno, se había convertido en un gigante y de repente esa mirada tenía algo tórrido que añadir a la gentil timidez.
Había hecho falta mucho para matar esa bondad. Pero fiel a su naturaleza asesina, ella se las había arreglado para estrangular la calidez de… la forma en que la miraba.
Concentrándose en la calle de abajo, pensó en ese momento que habían pasado juntos en su casa del sótano. Después del sexo, él había intentado besarla, cuando sus ojos azules habían resplandecido con la característica vulnerabilidad y compasión que había llegado a asociar a él, ella se había apartado y le había rechazado.
Fue un caso de pérdida de valor. Simplemente no podía soportar la presión de todo ese asunto de los corazones-y-las-flores… o la responsabilidad que conllevaba el estar con alguien que sentía eso por ella… o la realidad de que se sentía capaz de responder a su amor.
La consecuencia había sido la muerte de esa mirada especial.
Se consolaba pensando que John no formaría parte de la cruzada de los machos que probablemente intentaran llegar a ella… Rehvenge, iAm, y Trez… la Hermandad. Si la estaba buscando, era porque como soldado debía hacerlo y no porque se sintiera compelido a hacerlo como parte de una misión suicida personal.
No, John Matthews no se pondría en pie de guerra debido a sus sentimientos por ella
Y habiendo ya observado a un macho de valía destruirse a sí mismo intentando rescatarla, al menos no tenía que volver a hacerlo.
Cuando el olor a carne asada impregnó la casa, silenció sus pensamientos y se rodeó de su voluntad como si se tratara de una armadura.
Su «amante» llegaría en cualquier momento, así que necesitaba asegurar sus compuertas mentales y prepararse para la batalla de esa noche. El excesivo cansancio la agobiaba, pero su voluntad ahuyentaba a ese peso muerto de una patada en el culo. Necesitaba alimentarse, incluso más de lo que necesitaba un descanso apropiado, pero ninguna de esas cosas ocurriría en un futuro cercano.
Era cuestión de poner un pie delante del otro hasta que algo se rompiera.
Eso y cargarse al macho que se atrevía a retenerla contra su voluntad.
Capítulo 2
Cronológicamente hablando, Blaylock hijo de Rocke conocía a John Matthew desde hacía sólo un año.
Pero eso no era un auténtico reflejo de su bromance [1]. Había dos líneas temporales en la vida de la gente: la absoluta y la perceptiva. La absoluta era el ciclo universal día-y-noche que en su caso sumaba algo así como trescientos sesenta y cinco. Luego estaba la forma en que pasaba ese período de tiempo, los eventos, las muertes, la destrucción, el entrenamiento, la lucha.
Creía que, considerándolo todo… para ellos eso suponía alrededor de cuatrocientos mil años.
Y seguía corriendo, pensó al mirar a su amigo.
John Matthew estaba mirando los bocetos en tinta que había en las paredes del salón de tatuajes, sus ojos pasaban sobre las calaveras, dagas, banderas americanas y símbolos chinos. Con su tamaño, empequeñecía absolutamente la tienda de tres habitaciones a tal punto que era como si viniera de otro planeta. En contraste con su estado pretrans, el tipo ahora tenía la masa muscular de un luchador profesional, aunque como su esqueleto era tan grande, el peso se extendía sobre huesos largos, dándole una apariencia más elegante que la de esos humanos hinchados que vestían mallas. Se había cortado el cabello oscuro al ras y esto hacía que los rasgos de su rostro parecieran crueles en vez de apuestos… con los círculos oscuros bajo sus ojos proporcionando al aspecto duro un respaldo serio.
La vida le había molido a palos, pero en vez de plegarse, cada golpe y cada puñetazo lo había forjado más duro, más fuerte y más resistente. Ahora era puro acero, nada quedaba del chico que había sido una vez.
Pero eso te hacía la madurez. No sólo cambiaba tu cuerpo; tu cabeza también lo hacía.
Mirando a su amigo, la pérdida de la inocencia parecía un crimen.
Y hablando de eso, la recepcionista que había tras el mostrador captó la atención de Blay. Estaba apoyada sobre el cristal del expositor de existencias de piercings, sus pechos se hinchaban contra el sujetador negro y la camiseta negra y ajustada que llevaba. Tenía dos tatuajes que le cubrían los brazos, uno negro y blanco y otro negro y rojo; aros de bronce gris en la nariz, las cejas, y ambas orejas. En medio de todos los bocetos de tatuajes de las paredes, era un ejemplo vivo del trabajo que podías lograr si querías. Un ejemplo muy sexy y extremadamente gráfico… que tenía labios del color del vino tinto y cabello del color de la noche.
Todo en ella hacía juego con Qhuinn. Era como un él femenino.
Y como no. Los ojos dispares de Qhuinn ya se habían fijado en los de ella y estaba sonriendo plenamente de esa forma característica en él que significaba te-tengo.
Blay deslizó una mano en su chaqueta de cuero y tanteó su paquete de Dunhill rojos.
Joder, nada le hacía anhelar más un pitillo que la vida amorosa de Qhuinn.
Y estaba claro que esa noche encendería otro par de clavos de ataúd: Qhuinn caminó lentamente hacia donde estaba la recepcionista y se la bebió como si fuera una larga y alta cerveza recién salida del barril y él hubiera estado trabajando al sol durante horas. Sus ojos se fijaron en los pechos mientras intercambiaban sus nombres y ella le ayudó a tener una imagen más clara de sus activos inclinándose hacia delante sobre los antebrazos.
Menos mal que los vampiros no tenían cáncer.
Blay dio la espalda al Canal Picante junto a la caja registradora y se acercó a John Matthew.
- Esta está genial -dijo Blay señalando el boceto de una daga.
¿Vas a ponerte tinta alguna vez? gesticuló John.
- No sé.
Dios sabía que le gustaba verla sobre la piel…
Su mirada volvió a Qhuinn. El enorme cuerpo del tipo se arqueaba hacia el de la mujer humana, garantizándole con sus amplios hombros, sus caderas estrechas y sus largas y poderosas piernas una cabalgada de mil demonios.
Era increíble en el sexo.
No es que Blay lo supiera de primera mano. Lo había visto y oído… y había imaginado cómo sería. Pero cuando se había presentado la oportunidad, había sido relegado a una clase escasa y especial: denegado.
En realidad, era más una categoría que una clase… porque él era el único con quien Qhuinn no practicaría el sexo.
- Um… ¿esto va a escocer siempre? -preguntó una voz femenina.
Cuando una profunda voz masculina replicó, Blay miró hacia la silla de tatuaje. La rubia a la que le acaban de hacer un trabajo estaba metiendo cautelosamente la camisa dentro del pantalón, por encima del vendaje de celofán y miraba al tipo que la había tatuado como si fuera un médico que estuviera refiriéndole las probabilidades de sobrevivir a la rabia.
Luego el par de chicas se acercó a la recepcionista, donde la no tatuada, la que había cambiado de idea obtuvo su reembolso y las dos le echaron un vistazo a Qhuinn.
Donde quiera que él fuera siempre ocurría lo mismo y solía ser el tipo de cosas que hacían que Blay idolatrara a su mejor amigo. Ahora, era un rechazo interminable: cada vez que Qhuinn decía sí, hacía que ese único no sonara más alto.
- Estoy listo si lo estáis vosotros, colegas -llamó el artista del tatuaje.
John y Blay se dirigieron a la parte posterior de la tienda y Qhuinn abandonó a la recepcionista como a un mal hábito y los siguió. Una cosa buena que tenía era la seriedad con que se tomaba su papel como ahstrux nohtrum de John: se suponía que tenía que estar con él las veinticuatro horas de los siete días a la semana y esa era una responsabilidad que se tomaba incluso más en serio que el sexo.
Cuando John se sentó en la silla acolchada en el centro del espacio de trabajo, sacó un trozo de papel y lo desplegó sobre el mostrador del artista.
El hombre frunció el ceño y estudió lo que John había bosquejado.
- ¿Entonces son estos cuatro símbolos a través de la parte superior de los hombros?
John asintió e indicó por señas. Puedes embellecerlos como quieras, pero tienen que estar claros.
Después de que Qhuinn tradujera, el artista asintió.
- Genial. -Agarró un bolígrafo negro y empezó a enmarcar el simple diseño con elegantes arabescos-. Por cierto ¿Qué son estas cosas?
- Sólo símbolos -respondió Qhuinn.
El artista asintió de nuevo con la cabeza y siguió dibujando.
- ¿Qué tal te parece esto?
Los tres se inclinaron sobre él.
- Tío-dijo Qhuinn suavemente-. Es brutal.
Lo era. Era absolutamente perfecto, el tipo de cosa que John llevaría en la piel con orgullo… no es que nadie fuera a ver los caracteres en el Antiguo Idioma o todo ese espectacular trabajo de arabescos. Lo que allí estaba deletreado no era algo que quisiera que se supiera, pero esa era la cuestión con los tatuajes: no tenían que ser públicos y Dios sabía que el tipo tenía bastantes camisetas para cubrirse.
Cuando John asintió con la cabeza, el artista se puso de pie.
- Déjame traer el papel de calcar. No tardaré mucho en copiarlo sobre ti y luego nos pondremos manos a la obra.
Mientras John ponía un tarro de cristal con tinta sobre el mostrador y empezaba a quitarse la chaqueta, Blay se sentó en un taburete y extendió los brazos. Dada la cantidad de armas que llevaba John en los bolsillos, no sería buena idea colgar su mierda de un gancho.
Cuando estuvo sin camisa, John se inclinó hacia delante y se acomodó apoyando sus fuertes brazos sobre una barra acolchada. Después de que el tatuador pasara la imagen al papel de calco, alisó la hoja sobre la parte alta de la espalda de John y luego el tipo la retiró.
El diseño formaba un arco perfecto a través de la extensión de músculo, ocupando toda la considerable envergadura de John.
Blay pensó que el Antiguo Idioma era realmente hermoso.
Mirando los símbolos, por un breve y ridículo momento imaginó su propio nombre a través de los hombros de Qhuinn, grabado en esa piel suave según la costumbre ritual de emparejamiento.
Nunca ocurriría. Estaban destinados a ser los mejores amigos… lo cual, comparado con ser extraños, ya era mucho. ¿Comparado con amantes? Era el lado frío de una puerta cerrada con llave.
Miró a Qhuinn. El tipo tenía un ojo en John y otro en la recepcionista… que había echado la llave a la puerta delantera y había ido a pararse a su lado.
Tras la cremallera de sus pantalones de cuero, el bulto que estaba luciendo era obvio.
Blay bajó la mirada al revoltijo de ropa que tenía en su regazo. Una por una, dobló cuidadosamente la camiseta interior, la de manga larga y luego la chaqueta de John. Cuando levantó la mirada, Qhuinn pasaba lentamente la punta del dedo por el brazo de la mujer.
Iban a terminar zambulléndose tras esa cortina que había a la izquierda. La puerta delantera de la tienda estaba asegurada, la cortina era medianamente delgada y Qhuinn se lo haría con las armas encima. Así que John estaría a salvo todo el tiempo… y esa comezón sería rascada.
Lo cual significaba que Blay sólo tendría que sufrir oyéndolos.
Mejor que el espectáculo completo. Especialmente porque Qhuinn era hermoso de observar cuando practicaba el sexo. Simplemente… hermoso.
En los tiempos en los que Blay le había dado una oportunidad a la cuestión hetero, los dos habían formado equipo para tirarse juntos a un buen número de mujeres humanas… no es que pudiera evocar las caras, cuerpos o nombres de ninguna de las mujeres.
Para él siempre se había tratado de Qhuinn. Siempre.
* * *
El dolor mordiente de la aguja de tatuar era un placer.
Mientras cerraba los ojos y respiraba profunda y lentamente, pensó en la confluencia del metal y la piel, cómo lo agudo se adentraba en la suavidad, cómo fluía la sangre… cómo sabías exactamente dónde se producía la penetración.
Como en ese instante, el artista estaba directamente en lo alto de su espina dorsal.
John tenía un montón de experiencia con toda esa mierda de cortar-y-rebanar… solo que a escala mucho mayor y más como perpetrador que como receptor. Claro, había sufrido cortes en el campo de batalla un par de veces, pero había dejado más que su justa parte de agujeros tras él y como el tatuador, siempre llevaba con él su equipo de trabajo: su chaqueta cargaba con todo tipo de dagas y navajas, incluso un trozo de cadena. También un juego de pistolas idénticas sólo-por-si-acaso.
Bueno… todo eso y un par de cilicios con púas.
Aunque no tenía intención de utilizar esos con el enemigo.
No, esos no eran armas. Y aunque ya hacía casi cuatro semanas que no ceñían el muslo de nadie, no eran inútiles. Actualmente, funcionaban como una especie de jodido manto de confianza. Sin ellos, se sentía desnudo.
La cuestión era, que estas ataduras brutales eran el único vínculo que tenía con aquella a la que amaba. Lo cual, considerando el modo en que habían quedado las cosas entre ellos, tenía un sentido cósmico.
No obstante, en su opinión no habían ido lo suficientemente lejos. Lo que Xhex había llevado alrededor de las piernas para amansar su lado symphath no ofrecía el tipo de permanencia que él estaba buscando y eso había sido lo que le condujera hacia su propia convención de metal-sobre-piel. Cuando hubiera acabado aquí, ella siempre estaría con él. En su piel al igual que bajo ella. En sus hombros al igual que en su mente.
Con suerte ese humano estaba haciendo un buen trabajo con el diseño.
Cuando los Hermanos necesitaban tatuajes por cualquier razón, era Vishous el que manipulaba la aguja y el tipo era un profesional en ello… demonios, la lágrima roja en el rostro de Qhuinn y el pergamino con la fecha negra en su nuca eran una pasada. El problema era qué si acudía a V con un trabajo como este, de repente todo serían preguntas… no sólo por parte de él, sino de todos los demás.
No había muchos secretos en la Hermandad y por ahora John prefería mantener sus sentimientos por Xhex para sí.
La verdad era que… estaba enamorado de ella. Era el tipo de mierda que estaba totalmente por encima de cualquier límite, sin vuelta atrás, del tipo de ni-siquiera-la-muerte-los-separaría. Y aunque sus corazones y flores no habían sido correspondidos, eso no importaba. Había hecho las paces con el hecho de que aquella a la que deseaba no le deseaba a él.
Con lo que no podía vivir era con que estuviera siendo torturada o sufriendo una muerte lenta y penosa.
O con no ser capaz de darle un entierro apropiado.
Estaba obsesionado con su desaparición. Emperrado hasta el punto de la autodestrucción. Sería brutal e inclemente con el que se la había llevado. Pero eso no era asunto de nadie más.
Lo único bueno en la situación era que la Hermandad estaba igualmente comprometida a averiguar qué demonios le había ocurrido a Xhex. Los Hermanos no abandonaban a nadie durante una misión y cuando habían ido a sacar a Rehvenge de la colonia symphath, Xhex había sido enteramente un miembro del equipo. Cuando se hubo aclarado el alboroto y ella había desaparecido por completo, se asumió que había sido abducida y había dos caminos posibles a seguir: symphaths o lessers.
Lo cual era como decir, ¿quieres que caiga con polio o con ébola?
Todo el mundo, incluyendo a John, Qhuinn y Blay, estaba en el caso. ¿Resultado? Parecía que buscarla era parte del trabajo de John como soldado en guerra.
El zumbido de la aguja se detuvo y el artista le limpió la espalda.
- Tiene buen aspecto -dijo el tipo, reasumiendo su trabajo-. ¿Quieres hacerlo en dos sesiones o sólo en esta?
John miró a Blay y gesticuló.
- Dice que quiere hacerlo esta noche si tienes tiempo -tradujo Blay.
- Sí, puedo hacerlo. ¿Mar? Llama a Rick y dile que voy a llegar tarde.
- Marcando mientras hablamos -respondió la recepcionista.
No, John no iba a dejar que los Hermanos vieran este tatuaje… sin importar lo magnífico que estuviera.
Tal como él lo veía, había nacido en una estación de autobuses y le habían dado por muerto. Arrojado al sistema de protección de menores humano. Recogido por Tohr y su compañera, sólo para que la mataran y el tipo desapareciera. Y ahora Z, que había sido asignado para ocuparse de él, estaba comprensiblemente atareado con su shellan y su nueva hija.
Incluso Xhex le había rechazado antes de la tragedia.
Así que captaba una indirecta. Además, era curiosamente liberador que no te importara una mierda la opinión de nadie. Le liberaba para dar alas a su violenta obsesión de rastrear al secuestrador y arrancarle las extremidades una a una.
- ¿Te importa decirme qué es esto? -preguntó el tatuador.
John alzó los ojos y supuso que no había ninguna razón para mentir al humano. Además, Blay y Qhuinn sabían la verdad.
Blay pareció un poco sorprendido, pero luego tradujo.
- Dice que es el nombre de su chica.
- Ah. Sí, me lo imaginaba. ¿Os vais a casar?
Después de que John gesticulara, Blay dijo:
- Es en conmemoración.
Hubo una pausa y luego el tatuador dejó su pistola en la mesa de ruedas donde estaba la tinta. Después de subirse la manga de su camisa negra, puso el antebrazo delante de John. En él había una imagen de una mujer preciosa, parecía que su cabello agitado por la brisa lo lanzaba por encima del hombro y tenía los ojos enfocados de tal forma que parecía mirar hacia fuera de la piel.
- Era mi chica. Ella tampoco está aquí ya. -Con un rotundo tirón, el tipo cubrió la imagen-. Así que lo entiendo.
Cuando la aguja volvió al trabajo, John se dio cuenta que le era difícil respirar. La idea de que Xhex probablemente ya estuviera muerta se lo comía vivo… y lo que era peor era imaginar la forma en que podía haber muerto.
John sabía quién se la había llevado. Sólo había una única explicación lógica: cuando ella había entrado al laberinto y ayudado a liberar a Rehvenge, había aparecido Lash y cuando él había desaparecido ella también. No era una coincidencia. Y aunque nadie había visto nada, había habido alrededor de un centenar de symphaths en la caverna donde había estado Rehv y estaban pasando un montón de cosas… y Lash no era un lesser común y corriente.
Oh, no… al parecer era el hijo del Omega. El mismísimo vástago del mal. Y eso significaba que el chupapollas tenía sus trucos.
Durante la pelea en la colonia, John había visto unas cuantas de sus triquiñuelas de cerca y de forma personal: si el tipo podía sacarse bombas de energía de la palma de la mano y enfrentarse nariz con nariz con la bestia de Rhage, ¿cómo no iba a poder llevarse a alguien justo bajo las narices de todos? La cuestión era que si Xhex hubiera muerto esa noche, habrían encontrado un cuerpo. Si respiraba, pero estaba herida, se habría extendido telepáticamente hacia Rehvenge de symphath-a-symphath. Y si estaba viva, pero necesitando unas pequeñas vacaciones, se habría marchado sólo después de asegurarse de que todos habían regresado a casa a salvo.
Los Hermanos estaban trabajando sobre las mismas suposiciones lógicas, así que todos estaban buscando lessers. Y aunque después de los asaltos, la mayor parte de los vampiros había abandonado Caldwell dirigiéndose a sus refugios de fuera del estado, la Sociedad Lessening, bajo el mando de Lash, se había dedicado al tráfico de drogas para vivir y este aquí en la ciudad se desarrollaba principalmente alrededor de los clubs, en la calle Trade. Patrullar los callejones sórdidos era el nombre del juego, con todo el mundo buscando cosas que estuvieran no-muertas y olieran como un cruce entre una mofeta desangrada y un Aromatizador Glade.
Cuatro semanas y lo único que habían encontrando eran señales de que los lessers estaban moviendo mercancía en la calle abasteciendo a humanos.
John se estaba volviendo loco, principalmente por todo el no-saber y el miedo, pero parcialmente por tener que contener su violencia. Aunque era asombroso lo que podías hacer cuando no tenías elección… tenía que aparentar normalidad y una cabeza fría si quería ser parte de esto, así que eso era lo que fingía.
¿Y este tatuaje? Era una estaca clavada en el terreno en el que se encontraba. Su declaración de que incluso si Xhex no le había deseado, ella era su pareja y él la honraría, viva o muerta.
Esta era la cuestión: la gente sentía lo que sentía y no era culpa suya o tuya si la conexión era unilateral. Simplemente… sucedía.
Dios, deseaba no haber sido tan frío cuando habían mantenido relaciones sexuales la segunda vez.
Esa última vez.
Bruscamente, cortó sus emociones, metiendo ese genio de tristeza, arrepentimiento y rechazo de vuelta en su botella. No podía permitirse derrumbarse. Tenía que seguir adelante, seguir buscando, seguir poniendo un pie delante del otro. El tiempo avanzaba incluso aunque él quisiera ralentizarlo para que tuvieran una mejor posibilidad de encontrarla viva.
El reloj no estaba interesado en sus opiniones, sin embargo.
Dios querido, pensó. Por favor, no permitas que falle en esto.
Capítulo 3
- ¿Inducción? ¿Qué, como si fuera un jodido club?
Mientras las palabras rebotaban en el interior del Mercedes, Lash apretó las manos sobre el volante y miró por el parabrisa. Tenía un cuchillo con resorte en el bolsillo interior de su traje Canali y la urgencia de sacar la hoja y rebanar la garganta de este humano era endemoniadamente tentadora.
Por supuesto, luego tendría un cadáver del que ocuparse y sangre por toda la tapicería de cuero.
Dos cosas que le aburrían.
Miró a través de los asientos. El que había escogido de un casting de cientos era el típico camello, muerto de hambre, hijo de puta de ojos nerviosos. La historia de niño que había sufrido abusos estaba escrita en la vieja cicatriz circular de su cara… perfectamente redonda y del tamaño del extremo encendido de un cigarrillo… y su dura vida en las calles estaba en sus ojos astutos y nerviosos. Su avaricia se mostraba en la forma en que miraba alrededor en el interior del coche, como si estuviera intentando averiguar como hacerse con uno propio y su inventiva era obvia por lo rápidamente que se había hecho un nombre como distribuidor.
- Más que un club -dijo Lash en voz baja-. Mucho más. Has conseguido un futuro en este negocio y yo te lo estoy ofreciendo en bandeja de plata. Haré que mis hombres te recojan aquí mañana por la noche.
- ¿Y si no aparezco?
- Es tu elección. -Por supuesto, entonces el cabrón iba a despertar muerto a la mañana siguiente, pero detalles, detalles…
El crío sostuvo la mirada de Lash. El humano no tenía constitución de luchador; era más de la talla de alguien que había conseguido que le pegaran las nalgas con cinta adhesiva en el vestuario de la escuela. Pero había quedado ampliamente claro que la Sociedad Lessening necesitaba dos tipos de miembros ahora: fabricantes de dinero y soldados. Después de hacer que el señor D examinara el Xtreme Park y vigilara quien estaba moviendo la mayoría del producto, esta pequeña mierda flacucha con mirada de reptil estaba en lo alto del montón.
- ¿Eres marica? -dijo el crío.
Lash permitió que una de sus manos abandonara el volante y se introdujera en su chaqueta.
- ¿Por qué lo preguntas?
- Hueles como uno. También vistes como uno.
Lash se movió rápido, su objetivo no tuvo oportunidad de inclinarse hacia atrás en el asiento. Con una estocada rápida, accionó el interruptor y colocó la hoja afilada contra el pulso vital que latía en el costado del cuello blanco.
- La única cosa que hago con hombres es matarlos -dijo Lash-. ¿Quieres que te jodan así? Porque yo estoy listo si quieres.
Los ojos del crío se salieron de sus órbitas como los de una caricatura y su cuerpo tembló bajo las ropas sucias.
- No. No tengo ningún problema con los maricas.
El idiota pasaba por alto la cuestión, pero qué importaba.
- ¿Tenemos un trato? -dijo Lash, presionando la punta de su cuchillo hacia delante. Cuando avanzó, la sangre manó en una burbuja y se detuvo durante una fracción de segundo, como si estuviera intentando decidir si derramarse hacia abajo por el metal brillante o por la suave columna de piel.
Escogió la hoja, vagando sin rumbo hacia adelante en una corriente color rojo rubí.
- Por favor… no me mates.
- ¿Qué respondes?
- Sí. Lo haré.
Lash presionó más fuerte, observando correr la sangre. Quedó momentáneamente cautivado por la realidad de que si tomaba el arma y la empujaba más profundamente a través de la carne, este humano cesaría de existir, como un aliento de aire despareciendo en una noche fresca.
Disfrutaba de sentirse como un dios.
Cuando un lloriqueo se abrió brecha entre los labios agrietados del chico, Lash se aplacó, retirándose. Con un lametazo rápido, limpió la hoja y cerró el arma.
- Va a gustarte donde terminarás. Te lo prometo.
Dio al tipo oportunidad de recobrarse y supo que no iba a hacer falta mucho rato para que el crío recuperara su rutina. Los lameculos como este tenían egos del tamaño de balones. La presión, particularmente del tipo que venía con un cuchillo en la garganta, provocaba que se derrumbaran. Pero en el instante en que el estrés se aliviaba, rebotaban, volviendo a ocupar su lugar.
El crío se bajó de un tirón su miserable chaqueta de cuero.
- Me gusta bastante donde estoy.
Bingo.
- ¿Entonces por qué estás mirando mi coche como si lo quisieras en tu garaje?
- Tengo un bólido mejor que este.
- Oh. Claro. -Lash escudriñó al perro de pies a cabeza-. Viniste aquí esta noche en una BMX. Tus vaqueros están desgastados y no porque sean de diseño. ¿Cuántas chaquetas tienes en el armario? Oh, espera, guardas tu mierda en una caja de cartón bajo el puente. -Lash puso los ojos en blanco cuando todo tipo de sorpresas bulleron en el asiento del pasajero-. ¿Crees que no te hemos controlado? ¿Crees que somos estúpidos?
Lash señaló con un dedo hacia el Xtreme Park, donde los patinadores parecían metrónomos en las rampas, arriba y abajo, arriba y abajo.
- Eres la leche en este campo de juegos de ahí. Bien. Felicidades. Pero queremos que vayas más lejos. Únete a nosotros, tendrás músculos detrás… dinero, producto, protección. Da el golpe con nosotros, vas a ser algo más que un camello de tres al cuarto balanceando tu polla alrededor de un aparcamiento de hormigón. Te conseguiremos un futuro.
La mirada calculadora del crío recorrió su pequeño pedazo de territorio en Caldwell y luego flotó sobre el horizonte donde los rascacielos que se erguían amenazadoramente. La ambición estaba allí y por eso le había escogido. Lo que este pequeño bastardo necesitaba era un empujón y una salida.
El hecho de que tendría que vender su alma para hacerlo iba a hacerse evidente sólo cuando fuera demasiado tarde, pero así funcionaba la Sociedad. Desde que Lash había sido puesto al día por los lesser que ahora comandaba, se había acabado eso de la divulgación plena antes de ser iniciado… y era entendible. Como si alguno de ellos fuera a creerse que el mal estaba esperando al otro lado de la puerta a la que estaban llamando. Como si alguno de ellos fuera a ofrecerse voluntario para aquello en lo que se estaban metiendo.
Sorpresa, cabrón. Esto no es Disneylandia y una vez subes abordo, nunca, nunca, te podrás bajar.
Sin embargo Lash no tenía ningún problema con el engaño.
- Estoy listo para mierdas más grandes -murmuró el crío.
- Bien. Ahora saca el puto culo de mi coche. Mi socio te recogerá mañana por la noche a las siete.
- Guay.
Con los negocios concluidos, Lash estaba impaciente por sacarse de encima al pequeño bastardo. El crío olía a alcantarilla y pedía a gritos una ducha… necesitaba que le regaran con una manguera como a la mierda de la acera.
Tan pronto como la puerta se cerró, Lash salió marcha atrás del aparcamiento y cogió la carretera que corría paralela al río Hudson. Se dirigía a casa, sus manos aferraban el volante por otra razón distinta a la urgencia de matar.
La urgencia de follar era un motivador igual de fuerte para él.
La calle en la que vivía en Old Caldwell tenía casas victorianas de piedra arenisca por toda ella, aceras con árboles y el valor de las propiedades no bajaba del millón de dólares. Los vecinos recogían tras sus perros, nunca se hacía ningún ruido y ponían su basura sólo en los callejones y sólo en los días correctos. Mientras conducía pasando su casa de la ciudad y cortaba alrededor de la manzana hacia el garaje, le deleitó pensar que todos esos BPA de culo apretado tenían un vecino como él: podía parecerse y vestir como ellos, pero su sangre corría negra y tenía tan poca alma como una estatua de cera.
Cuando golpeó el mando de la puerta del garaje, sonrió y sus colmillos, un regalo por parte de madre, se alargaron mientras preparaba su mierda de Hola, Lucy-estoy-en-casa.
Nunca perdía su encanto. Volver a Xhex nunca perdía su encanto.
Después de haber aparcado el AMG, salió y tuvo que estirar el cuerpo. Ella le pasaba por un exprimidor de ropa, desde luego y le encantaba cómo le dejaba tieso… y no solo la polla.
Nada como una buena oponente para alegrarle el día.
Acortó por el jardín trasero y entró en la casa a través de la cocina, olió solomillo asado a la parrilla y pan fresco.
No estaba para comidas en ese momento, pensó. Gracias a la conversación del parque, ese pequeño patinador de mierda iba a ser su primera inducción, el primer ofrecimiento que llevaba a su padre, el Omega. Y eso le hacía ansiar algo de sexo.
- ¿Listo para comer? -preguntó el señor D desde los fogones mientras daba la vuelta a un trozo de carne. El pequeño texano había probado ser útil no sólo como guía inicial a través de la Sociedad Lesseging, sino también como asesino y cocinero a medias decente.
- No, voy a subir ahora. -Lanzó sus llaves y su móvil sobre el mostrador de granito-. Deja la comida en la nevera y cierra la puerta detrás de ti.
- Ajá.
- Tenemos fiesta mañana por la noche. Recoge al objetivo a las siete. Ya sabes donde llevarle.
- Siseñó.
Esa palabra de tres sílabas era la respuesta favorita del HDP…otra razón por la cual permanecía entero y era el segundo de abordo.
Lash se paseó a través de la despensa y el comedor y dio un giro hacia la escalera tallada. Cuando había visto por primera vez el lugar, había estado vacío, sin nada más que los restos de un gracioso comedor dejados atrás: papel de seda en las paredes, cortinas de damasco y un sillón de orejas. Ahora, la casa estaba llena de antigüedades, estatuas y alfombras apropiadas. Iba a llevar más de lo que había pensado llegar a lo que tenía que ser, pero no podías llenar una casa de mierdas de la noche a la mañana.
Al subir las escaleras, sus pies eran ligeros y su cuerpo zumbaba mientras se desabotonaba el abrigo y luego la chaqueta.
Cuando se acercaba a Xhex, era bien consciente de que lo que para él había comenzado como una venganza se había convertido en una adicción: lo que le esperaba al otro lado de la puerta de su dormitorio era mucho más de lo que había negociado.
Había sido tan simple al principio: Se la había llevado a causa de lo que ella le había quitado. Cuando había aparecido en aquella caverna de la colonia, había apuntado su arma, apretado el gatillo y bombeado un cargamento de plomo en el pecho de su zorra. No era aceptable. Ella le había robado su juguete favorito y él era exactamente ese tipo de gilipollas para el que ojo por ojo era su tema musical.
Cuando la había traído aquí y encerrado en su habitación, su meta había sido hacerla pedazos, romper su mente en añicos, sus emociones y su cuerpo, hacerla pasar a través de tanta mierda que iba a doblarla hasta que se partiera.
Y luego, como a cualquier cosa rota, iba a tirarla.
Al menos, ese había sido el plan. Estaba quedando bastante claro, sin embargo, que los bordes de esta hembra no perdían el filo.
Oh, no. Esta era de titanio. Sus reservas de fuerza estaban probando ser inagotables y Lash tenía magulladuras que lo probaban.
Cuando llegó a la puerta, se detuvo para quitarse toda la ropa. Generalmente hablando, si le gustaban los trapos que llevaba encima, éstos tenían que tocar el suelo antes de que entrara, porque se destrozaban bastante rápidamente en el momento en que se acercaba a ella.
Sacándose la camisa con cuello de botones de los pantalones, se soltó los gemelos, los dejó en la mesa del pasillo y se quitó la camisa de seda.
Tenía marcas por todas partes. De los puños de ella. De sus uñas. De sus colmillos.
La punta de la polla le zumbó mientras se examinaba sus varias heridas y magulladuras. Sanaba rápidamente, gracias a que la sangre de su padre corría espesa por sus venas, pero a veces el daño que producía ella duraba y eso le emocionaba hasta el túetano.
Cuando eres el hijo del mal, hay poco que no puedas hacer, poseer o matar y aunque ella era mortal en sí misma era un elusivo trofeo que él podía tocar, pero no podía poner en su estante.
Esto la hacía rara. Esto la hacía preciosa.
Esto le hacía… amarla.
Tanteando una contusión negroazulada en el interior de su antebrazo, sonrió. Tenía que acudir a su padre esta noche para confirmar la inducción, pero primero se tomaría un kit-kat con su hembra y aumentaría su colección de arañazos. Y antes de marcharse, dejaría algo para alimentarla.
Como todo animal preciado, ella necesitaba ser alimentada.
Extendió la mano hacia el pomo de la puerta y frunció el ceño mientras pensaba en el importante asunto de la alimentación.
Ella era solo medio symphath y ese lado vampiro suyo le preocupaba. Antes o después, iba a necesitar conseguirle algo que no se pudiera comprar en el Hannaford local… y no era algo que él pudiera darle.
Los vampiros necesitaban tomar de la vena del sexo opuesto. Eso era inmutable. Si tenías esa biología en ti, morías a menos que te consiguieras el hardware necesario y tragaras sangre fresca. Y ella no podía obtener eso de su cuerpo… todo en él corría negro ahora. Como resultado de ello, sus hombres, que pocos le habían quedado, estaban buscando un macho de edad adecuada, pero no habían dado con nada. Caldwell estaba casi vacía en lo que a vampiros civiles se refería.
Aunque… tenía a aquel en el congelador.
El problema era, que conocía a ese hijo de puta de su antigua vida y la idea de que ella tomara de la vena de alguien que había sido su amigo simplemente le revolvía toda la mierda.
Además el bastardo era hermano de Qhuinn… así que sí, no era una ascendencia sanguínea con la que quisiera que ella tuviera nada que ver.
Lo que sea. Tarde o temprano, sus hombres iban a dar con algo… simplemente tenían que hacerlo. Porque su juguete favorito era el tipo de cosa que quería tener alrededor durante un tiempo muy largo.
Cuando abrió la puerta, empezó a sonreír.
- Hola, cariño, estoy en casa.
* * *
Al otro lado de la ciudad, en el salón de tatuajes, Blay permanecía concentrado en lo que se estaba haciendo en la espalda de John. Había algo sencillamente hipnótico en observar esa aguja pasar sobre las líneas azules del papel carbón. De tanto en tanto, el artista hacía una pausa para limpiar la piel con una toalla de papel blanca antes de reasumir la tarea y el sonido silbante de la pistola llenaba el silencio una vez más.
Desafortunadamente, por cautivador que fuera todo, todavía le quedaba suficiente atención para ser muy consciente de cuando Qhuinn decidió follarse a la mujer humana: después de que la pareja charlara suavemente e intercambiara un montón de caricias casuales por los brazos y hombros, esos asombrosos ojos disparejos vagaron hasta la puerta principal.
Y un momento después, Qhuinn se acercó a zancadas y comprobó para asegurarse de que estaba cerrada. La mirada verde-y-azul no se cruzó con la de Blay mientras volvía al sillón de tatuajes.
- ¿Qué tal te va? -preguntó a John.
Cuando John levantó la mirada y asintió con la cabeza, Qhuinn indicó rápidamente por señas, ¿Te importa si hago un poco de ejercicio detrás de esa cortina?
Por favor, di que sí, que te importa, pensó Blay. Por favor, dile que se quede aquí.
En absoluto, indicó John. Ocúpate de ti mismo.
Estaré listo si me necesitas. Aunque tenga que salir con la polla fuera.
Sí, apreciaría que pudiéramos evitar eso.
Qhuinn rió un poco.
- Muy justo. -Hubo una pausa de un latido de corazón; luego se alejó sin mirar a Blay.
La mujer entró primero en la otra habitación y dada la forma en que estaba moviendo sus caderas; estaba tan lista para lo que estaba a punto de pasar como Qhuinn. Entonces los grandes hombros de Qhuinn cambiaron de posición mientras se agachaba fuera de la vista y el velo volvía a caer en su lugar.
La luz superior de la habitación y las anoréxicas fibras de la cortina proporcionaban bastantes pistas, así que Blay consiguió una imagen destilada de Qhuinn extendiendo la mano y tirando de ella por la nuca.
Blay dirigió sus ojos al tatuaje de John, pero la reconcentración no duró. Dos segundos después estaba atrapado en el espectáculo erótico, no tanto observando lo que pasaba como absorbiendo los detalles. Al modo típico de Qhuinn, la mujer estaba ahora de rodillas y el tío tenía las manos enterradas en su cabello. Se estaba trabajando su cabeza, sus caderas flexionando y soltando mientras le taladraba la boca.
Los sonidos amortiguados eran tan increíbles como la visual y Blay tuvo que cambiar de posición en su asiento, su cuerpo se endurecía. Deseaba estar ahí, de rodillas, conducido por las manos de Qhuinn. Deseaba ser él quien tuviera la boca llena. Deseaba ser el responsable de hacer que Qhuinn jadeara y se esforzara.
No estaba escrito.
Tío, ¿qué demonios? El tipo follaba con gente en clubs, baños, coches, callejones y ocasionalmente en camas. Se lo había hecho con miles de extraños, hombres y mujeres y machos y hembras por igual… era Wilt Chamberlain con colmillos. Ser rechazado por él era como que te echaran de un parque público.
Blay intentó de nuevo apartar la mirada, pero la onda de un profundo gemido llevó sus ojos una vez más a…
La cabeza de Qhuinn se había girado de forma que estaba mirando por fuera de la cortina. Y cuando los ojos de ambos se encontraron, su mirada desigual centelleó… casi como si estuviera más sintonizado con quien estaba mirando, que con quien se estaba tirando.
El corazón de Blay se detuvo. Especialmente cuando Qhuinn arrastró a la mujer hacia arriba, le dio la vuelta, y la inclinó sobre el escritorio. Un tirón y los tejanos estaban en las rodillas de ella. Y entonces fue… Jesucristo. ¿Era posible que su mejor amigo estuviera pensando lo que él?
Sólo que entonces Qhuinn empujó la parte superior de la mujer contra su pecho. Después le susurró algo al oído, ella rió y giró la cabeza de costado para que él pudiera besarla.
Lo cual hizo.
Estúpido cabrón, pensó Blay para sí mismo. Estúpido hijo de puta.
El tío sabía exactamente lo que estaba haciendo… y quien no era.
Sacudiendo la cabeza, masculló:
- John, ¿te importa si voy a echarme un cigarro fuera?
Cuando John sacudió la cabeza, Blay se puso en pie y colocó la ropa en el asiento. Al tatuador le dijo:
- ¿Abro el cerrojo sin más?
- Claro y puedes dejarla abierta si te quedas justo fuera de la puerta.
- Gracias, tío.
- No hay problema.
Blay se alejó del zumbido de la pistola de tatuar y la sinfonía de gemidos detrás de esa cortina, deslizándose fuera de la tienda y apoyándose contra el edificio justo junto a la entrada. Palpó una plana cajetilla de Dunhill rojos, retiró un cigarrillo, se lo puso entre los labios y lo encendió con su encendedor negro.
La primera calada fue el cielo. Siempre la mejor de todas las que la seguían.
Mientras exhalaba, odió leer entrelíneas, ver conexiones donde no las había, malinterpretar acciones y miradas y toques casuales.
Patético, de verdad.
Qhuinn no había levantado la mirada mientras le hacían una mamada para encontrar los ojos de Blay. Había estado comprobando a John Matthew. Y había girado a esa mujer y la había tomado desde atrás porque así era como le gustaba.
Joder. La… esperanza no florecía eterna cuando la ahogaban el sentido común y la autoconservación.
Inhalando con fuerza, estaba tan enmarañado en sus propios pensamientos que pasó por alto la sombra en lo alto del callejón al otro lado de la calle. Sin ser consciente de estar siendo observado, siguió fumando, la fresca noche primaveral tragándose las bocanadas que ascendían de sus labios.
La comprensión de que no podía seguir más así fue una brisa profunda que le caló hasta los huesos.
Capítulo 4
- Vale, creo que hemos acabado.
John sintió un último tirón a través de los hombros y luego la pistola se quedó en silencio. Irguiéndose del reposabrazos contra el que había estado recostado durante las últimas dos horas, estiró los brazos sobre la cabeza y echó el torso hacia atrás estirándose.
- Dame un segundo y te limpiaré.
Mientras el macho humano rociaba algunas toallitas de papel con líquido antibacteriano, John apoyó el peso en la espina dorsal otra vez y dejó que el hormigueo del trabajo de la aguja reverberara a través de todo su cuerpo.
En ese momento de calma, le llegó un extraño recuerdo, uno en el que no había pensado durante años. Era de sus días en el orfanato de Nuestra Señora, allá cuando no había sabido quién era realmente.
Uno de los benefactores de la iglesia había sido un hombre rico que poseía una gran casa en la costa del Lago Saranac. Cada verano, se invitaba a los huérfanos a pasar un día, jugar en su césped del tamaño de un campo de fútbol, dar una vuelta en su precioso bote de madera y comer sandwiches y sandía.
John siempre se quemaba. No importaba cuanto mejunje le pusieran encima, su piel siempre se quemaba hasta achicharrarse… hasta que finalmente le relegaron a quedarse a la sombra del porche. Obligado a esperar a que pasara algo fuera del campo, había observado a los demás chicos y chicas hacer cosas, escuchado las risas rodar por la brillante hierba verde, le traían la comida y comía solo, haciendo de testigo en vez de tomar parte.
Divertido, volvía a sentir ahora la piel como entonces: tirante y picante, especialmente cuando el tatuador golpeaba los puntos crudos con la tela húmeda y trazaba círculos sobre la tinta fresca.
Joder, John podía recordar temer esa ordalía anual al lago. Había deseado tan condenadamente estar con los otros… aunque para ser honesto, había sido menos por lo que estaban haciendo y más porque estaba desesperado simplemente por encajar. Por amor de Díos, podrían haber estado masticando cristal roto y ensangrentando la pechera de las camisetas y todavía habría querido apuntarse.
Aquellas seis horas en ese porche sin nada excepto un libro de comics o tal vez el nido de un pájaro caído que inspeccionar y reinspeccionar habían parecido tan largas como meses. Demasiado tiempo para pensar y sentir nostalgia. Siempre había tenido la esperanza de ser adoptado y en momentos solitarios como ese, el ansia le había consumido. Incluso más que estar entre los demás chiquillos, deseaba una familia, una auténtica madre y un padre, no sólo guardianes a los que se les pagaban para que le criaran.
Quería pertenecer. Quería que alguien dijera, eres mío. Por supuesto, ahora que sabía lo que era… ahora que vivía como un vampiro entre vampiros, entendía la cuestión de la "posesión" mucho más claramente. Claro, los humanos tenían un concepto de unidad familiar, matrimonio y toda esa mierda, pero su auténtica raza se parecía más a una manada de animales. Los lazos de sangre y emparejamiento eran mucho más viscerales y absorbentes.
Cuando pensaba en su yo más joven y triste, le dolía el pecho… aunque no porque deseara poder volver atrás en el tiempo y decirle a ese pequeño que sus padres vendrían a por él. No, le dolía porque precisamente lo que había deseado, casi le había destruido. Su adopción desde luego había llegado, pero la "posesión" no arraigó. Wellsie y Tohr habían entrando bailando el vals en su vida, le habían dicho qué era, le habían proporcionado un breve vistazo de hogar… y luego habían desaparecido.
Así que podía decir categóricamente que era mucho peor haber tenido y perdido unos padres, que no haberlos tenido en absoluto.
Sí, claro, Tohr estaba técnicamente de vuelta en la mansión de la Hermandad, pero para John estaba más lejos que nunca: aunque ahora dijera las cosas correctas, habían sido demasiadas decepciones, era demasiado tarde. John había terminado con todo ese asunto de Tohr.
- Aquí tienes un espejo. Revisa, colega.
John asintió un gracias y fue al espejo de cuerpo entero de la esquina. Mientras Blay volvía de su larga pausa para el cigarrillo y Qhuinn emergía de detrás de la cortina de la habitación lateral, John se dio la vuelta y captó una vistazo de lo que tenía en la espalda.
Oh, Dios. Era exactamente lo que quería. Y los adornos eran de primera. Asintió con la cabeza mientras movía el espejo de mano alrededor, comprobando cada ángulo. Tío, era una especie de vergüenza que ningún otro aparte de sus chicos fuera a ver esto. El tatuaje era espectacular. Y lo más importante era, sin importar lo que ocurriera a continuación, ya encontraran a Xhex viva o muerta, que ella siempre estaría con él.
Maldito fuera, estas cuatro semanas desde su abducción habían sido las más largas de su vida. Y había tenido algunos días jodidamente largos antes de esta mierda. No saber dónde estaba ella. No saber lo que le había ocurrido. Tener que perderla… Se sentía como si hubiera sido mortalmente herido, aunque su piel estaba intacta, sus brazos y piernas ilesos y el pecho impenetrado por bala u hoja.
Pero una vez más, en su corazón, estaba ella. E incluso si conseguía recuperarla para que pudiera vivir una vida que no le incluyera a él, no pasaba nada. Sólo la quería a salvo y viva.
John miró al artista, se puso la mano en el corazón y se inclinó profundamente. Cuando se alzó de su posición de gratitud, el tipo extendió la palma hacia afuera.
- De nada, hombre. Significa mucho que lo apruebes. Ahora déjame cubrirlo con algo de crema y un vendaje.
Después de que se estrecharan las manos, John hizo señas y Blay tradujo.
- No es necesario. Sana a velocidad de vértigo.
- Pero va a necesitar tiempo…
El tatuador se inclinó y luego frunció el ceño mientras inspeccionaba la zona donde había trabajado.
Antes de que el tipo empezara a hacer preguntas, John retrocedió y agarró su camisa de las manos de Blay. El hecho era, que la tinta que habían traído había sido escamoteada del alijo de V… lo cual significaba que parte de su composición incluía sal. Ese nombre y aquellos fabulosos remolinos eran permanentes… y su piel ya estaba sanando.
Lo cual era una de las ventajas de ser un vampiro casi pura raza.
- El tatuaje mola -dijo Qhuinn-. Es puro sexo.
Como convocada, la mujer que Qhuinn había estado beneficiandose salió de detrás de la cortina y fue difícil no advertir la expresión dolida de Blay. Especialmente cuando ella deslizó un trozo de papel en el bolsillo trasero de Qhuinn. Indudablemente su número estaba en él, pero en realidad no debía hacerse ilusiones. Una vez el tío tenía a alguien, era todo… como si los compañeros de sexo fueran una comida que no podía repetirse y nunca quedaban sobras.
Desafortunadamente la doble de Kat von D [2] tenía estrellas en los ojos.
- Llámame -le murmuró con una confianza que se desvanecería con el paso de los días.
Qhuinn sonrió un poco.
- Cuídate.
Ante el sonido de esa palabra, Blay se relajó, sus grandes hombros se relajaron. En Qhuinnlandia, cuídate era sinónimo de, nunca volveré a verte, llamarte o follarte.
John sacó su cartera, que estaba a reventar de toneladas de billetes y ninguna identificación en absoluto y sacó cuatro de cien. Lo cual era dos veces el coste del tatuaje. Cuando el artista comenzó a sacudir la cabeza y decir que era demasiado, John asintió hacia Qhuinn.
Los dos alzaron las palmas derechas hacia los humanos y luego se extendieron hasta el interior de sus mentes y cubrieron los recuerdos del último par de horas. Ni el artista ni la recepcionista tendrían ningún recuerdo concreto de lo que había pasado. Y como mucho, podían tener sueños nebulosos. Al final, tendrían un dolor de cabeza.
Mientras la pareja se deslizaba en su trance, John, Blay y Qhuinn salieron por la puerta de la tienda y se mantuvieron en las sombras. Esperaron hasta que el artista se sacudió y se reenfocó, se acercó a la puerta y echó el cerrojo… y entonces fue momento de volver a los negocios.
- ¿Sal's? -preguntó Qhuinn, su voz era más baja de lo habitual debido a la satisfacción postcoital.
Blay encendió otro Dunhill mientras John asentía con la cabeza e indicaba por señas, Nos están esperando.
Uno tras otros, sus chicos desaparecieron en la noche. Pero antes de desvanecerse, John se detuvo un momento, sus instintos resonaban.
Mirando a derecha e izquierda, sus ojos agudos como lasers penetraron la oscuridad. La calle Trade tenía un montón de luces de neón y había coches pasando porque eran sólo las dos de la mañana, pero él no estaba interesado en las partes iluminadas.
Los callejones oscuros eran la cuestión.
Alguien los estaba vigilando.
Metió la mano dentro de su chaqueta de cuero y cerró la palma alrededor de la empuñadura de su daga. No tenía ningún problema en matar al enemigo, especialmente ahora, cuando sabía endemoniadamente bien quien tenía a su hembra… y esperó a que algo que olía como un ciervo muerto hacía una semana se lanzara sobre él.
No tuvo tanta suerte. En vez de eso, su móvil sonó con un silbido. Sin duda Qhuinn y/o Blay se estaban preguntando dónde coño estaba.
Esperó un minuto más y decidió que la información que esperaba obtener de Trez y iAm era más importante que clavarle los nudillos a quien fuera el asesino que acechaba en las sombras.
Con la venganza fluyendo espesa por sus venas, John se desmaterializó en el mismo aire y tomó forma de nuevo en el aparcamiento del restaurante Sal's. No había ningún coche alrededor y las luces que normalmente brillaban fuera del edificio de ladrillo estaban apagadas.
Las puertas dobles bajo la marquesina se abrieron al instante y Qhuinn asomó la cabeza.
- ¿Por qué demonios has tardado tanto?
Paranoia, pensó John.
Volviendo a comprobar mis armas, indicó por señas mientras caminaba.
- Podrías haberme pedido que esperara. O hacerlo aquí.
Sí, Mamá.
El interior del lugar estaba decorado al viejo estilo Rat Pack con empapelado saturado y alfombra de felpa hasta donde alcanzaba la vista. Todo, desde los asientos del club, hasta las mesas cubiertas de lino, pasando por los platos y la platería era una reproducción de lo que había sido en los sesenta y Dean Martin había vuelto a la vida: refinado, rico y clasista al estilo Sands Casino.
Incluso el Viejo Ojos Azules estaba cantando Fly me to the Moon.
Los altavoces probablemente se negarían a reproducir otra cosa.
Los tres pasaron el atril de la recepcionista y fueron al bar, donde el acre aroma de los cigarros persistia a pesar de las leyes antihumo de Nueva York. Blay siguió hasta detrás del mostrador de teca y se sirvió una Coca-Cola y John se paseó, con las manos en las caderas, los ojos en el suelo de mármol, delineando el sendero marcado por los reservados de cuero que estaban dispuestas rodeando el local.
Qhuinn tomó asiento en uno de ellos.
- Nos dijeron que nos dejáramos caer y tomáramos un trago. Vendrán en cualquier…
En ese momento, desde la única sala de personal en la parte de atrás, un thump-thump y un gemido cortó la cháchara de Sinatra. Con una maldición, John siguió el ejemplo de Qhuinn y aparcó enfrente del tío. Si las Sombras estaban trabajándose a algún Pedazo De Mierda, probablemente sería más de un segundo.
Cuando Qhuinn estiró las piernas bajo la mesa negra y tensó la espalda, todavía estaba encendido, las mejillas sonrojadas por el esfuerzo, los labios hinchados de besar. Por un momento, John estuvo tentado a preguntar por qué el tío insistía en follarse gente delante de Blay, pero se repensó la Gran Pregunta mientras examinaba la lágrima roja que llevaba tatuada el tipo en la mejilla.
¿De qué otro modo iba a tener relaciones sexuales el bastardo? Estaba literalmente unido a la cadera con John y todo lo que hacían era salir y luchar… con Blay como miembro de su equipo.
Blay volvió con su Coca-Cola, se sentó junto a John y se quedó callado.
Muy embarazoso, pensó John cuando ninguno de ellos dijo nada.
Diez minutos después, la puerta marcada como SÓLO PERSONAL se abrió de par en par y Trez salió de la parte de atrás.
- Lamento la espera. -Agarró una toalla de mano de detrás de la barra y se limpió la sangre de los nudillos-. iAm está acabando de tirar algo de basura en el callejón. Estará aquí en un instante.
John dijo por señas, ¿Sabemos algo?
Después de que Qhuinn tradujera, las cejas de Trez cayeron y los ojos de la Sombra se volvieron calculadores.
- ¿De qué?
- Xhex -dijo Qhuinn.
Trez realizó un elaborado trabajo volviendo a doblar la toalla ahora manchada de rojo.
- Lo último que supe, es que Rehv estaba viviendo con vosotros en el complejo.
- Lo está.
El Sombra plantó sus palmas sobre la teca y se inclinó hacia delante, los músculos de su hombro se hincharon.
- ¿Entonces por qué tenéis que preguntarme a mí sobre su búsqueda y rescate?
Tú la conoces muy bien, indicó John.
Después de la traducción, los ojos de Trez centellaron de un verde brillante.
- Sí. Es mi hermana, aunque no de mi sangre.
¿Entonces cuál es el problema? señaló John.
Cuando Qhuinn vaciló, como si quisiera asegurarse de que John realmente tenía que decirle eso a una Sombra, John le hizo una seña para que siguiera hablando.
Qhuinn sacudió un poco la cabeza.
- Dice que entiende eso. Sólo quiere asegurarse de que todas las posibilidades están cubiertas.
- Habla claro, no creo que sea eso lo que ha dicho. -La sonrisa de Trez era fría-. Y he aquí mi problema. Venís aquí y os ponéis chulitos sugiriendo que vosotros y vuestro rey no confías en que Rehv os diga como va la cosa… o no creéis que se esté dejando las pelotas para encontrarla. Y ¿sabéis?… esa mierda no va conmigo.
iAm entró a través de la puerta de personal y simplemente asintió mientras se aproximaba a su hermano… lo cual era toda la bienvenida que podía esperarse jamás de él. No desperdiciaba palabras. Ni golpes, dada la cantidad de sangre que manchaba su camiseta gris. Y el tipo no pidió un resumen de la reunión hasta el momento. Parecía totalmente puesto al día, lo que significaba que o había visto algo en una cámara de seguridad en la parte de atrás o era agudo leyendo la tensión en el poderoso cuerpo de su hermano.
No hemos venido aquí a pelear u ofender. Indicó John por señas. Sólo queremos encontrarla.
Hubo una pausa después de que Qhuinn hiciera su parte. Y luego Trez hizo la pregunta de los sesenta y cuatro mil dólares.
- ¿Sabe tu rey que estás aquí?
Cuando John sacudió la cabeza, Trez entrecerró los ojos aún más.
- ¿Y qué esperas conseguir exactamente de nosotros?
Cualquier cosa que sepáis o creáis que sea cierta sobre dónde está Xhex. Y cualquier información sobre el tráfico de drogas aquí en Caldwell. Esperó a que Qhuinn se pusiera al corriente, luego continuó. Asumiendo que Rehv tenga razón y Lash fuera el que acabó con los distribuidores en la ciudad, es endemoniadamente obvio que él y la Sociedad Lessening llenarán el vacío creado. Otra pausa para Qhuinn. ¿Así que, adónde va la gente a comprar, aparte de a los clubs de la parte baja de Trade? ¿Hay una ruta del crack? ¿Y quienes son los grandes distribuidores con los que trabajaba Rehv? Si Lash está intentando traficar, tiene que estar consiguiendo la mierda de alguien. Un último respiro para Qhuinn. Hemos estado en los callejones, pero hasta ahora, eso no nos ha llevado a ninguna parte. Sólo humanos traficando con humanos.
Trez retiró su peso de las palmas de las manos y prácticamente podías oler a madera quemándose mientras su cerebro trabajaba.
- Déjame preguntarte algo.
Claro, gesticuló John.
Trez miró alrededor y luego volvió a encontrar la mirada de John.
- En privado.
Capítulo 5
Cuando la Sombra lanzó la demanda, John vio que Qhuinn y Blay se tensaban y supo por dónde iban a salir sus chicos. Trez era un aliado, pero también era peligroso por definición. Las Sombras seguían su propio código y el de nadie más y eran capaces de cosas que dejarían en bragas a los symphats.
Pero cuando se trataba de Xhex, estaba dispuesto a atravesar un anillo de fuego.
Mientras tenga lápiz y boli, nos irá bien, señaló John. Cuando ni Blay ni Qhuinn tradujeron, frunció el ceño y les codeó a ambos.
Qhuinn se aclaró la garganta y miró a Trez a través de la barra.
- Como su ahstrux nohtrum, yo voy donde va él.
- En mi casa no, ¿está claro? Ni en la de mi hermano.
Qhuinn se alzó sobre sus pies, como si fuera a enzarzarse con la Sombra si hiciera falta.
- Así es como funciona.
John se deslizó fuera del reservado y plantó su cuerpo en el camino de Qhuinn antes de que el hijo puta se pusiera en modo defensa de rugby. Con un gesto de la cabeza hacia la parte de atrás, donde asumía que irían él y Trez, esperó a que la Sombra abriera camino.
Naturalmente, Qhuinn tenía que abrir la bocaza.
- Joder, John.
John se dio la vuelta y dijo por señas, ¿Tengo que darte una puñetera orden? Voy a ir con él y tú te quedas aquí. Punto. Final.
Que te jodan, deletrearon las manos de Qhuinn. No me pego a ti por puro gusto y risitas.
El sonido de un timbre cortó la discusión mientras ambos miraban a las Sombras. Después de que iAm comprobara el monitor de seguridad que había bajo la barra, dijo:
- Nuestra reunión de las dos treinta está aquí.
Cuando rodeó el mostrador a zancadas y se dirigió a la puerta principal, Trez se concentró en Qhuinn durante un largo momento, luego dijo a John:
- Dile a tu chico que es difícil proteger a alguien cuando estás muerto.
La voz de Qhuinn se volvió dura como un puñetazo.
- Iría a la muerte por él.
- Mantén esa actitud y eso no será hipotético.
Qhuinn desnudó los colmillos y siseó guturalmente desde su garganta, convirtiéndose en el mortífero animal sobre el que los humanos habían imaginado todo tipo de mitología de horror. Cuando miraba a Trez, estaba bastante cristalino en su mente, que ya estaba encaramándose a la barra y yendo a por la garganta de la Sombra.
Trez sonrió fríamente y no se movió un centímetro.
- Un tipo duro, ¿eh? ¿O eres todo fachada?
Difícil saber a que luchador secundar. La Sombra tenía una reserva de trucos en la manga, pero aún así Qhuinn parecía una apisonadora preparada para echar abajo un edificio. Fuera como fuera, esto era Caldwell, no Las Vegas y John no era un corredor de apuestas.
La respuesta correcta era no permitir que la fuerza imparable se encontrara con el objeto inamovible. John cerró el puño y lo estampó contra la mesa. El crujido fue tan ruidoso, que hizo que se girara la cabeza de todo el mundo y Blay tuvo que atrapar su Coca-Cola en el aire cuando ésta rebotó hacia arriba en una curva ascendente.
Después de que John consiguiera la atención absoluta de los combatientes, levantó dos dedos y dirigió uno en cada dirección: siendo mudo, era lo más cerca que iba a estar de decirles que relajaran esa mierda.
La mirada dispareja de Qhuinn se lanzó de vuelta a la Sombra.
- Es lo que harías tú por Rehv. No se me puede culpar por ello.
Hubo una pausa… y luego la Sombra aflojó un poco.
- Muy cierto. -Mientras la testosterona se desvanecía hasta convertirse en un rugido sordo, Trez asintió con la cabeza-. Sí… muy cierto. Y no voy a hacerle daño. Si él es un caballero, yo seré un caballero. Te doy mi palabra.
Quédate con Blay, indicó John antes de darse la vuelta y dirigirse hacia la Sombra.
Trez se encaminó hacia un pasillo que era amplio y estaba lleno de pilas de cajas de cerveza y licor. La cocina estaba en el extremo más alejado, separada por un par de puertas batientes que no hicieron ningún sonido cuando las atravesaron.
Brillantemente iluminada con un suelo de azulejo rojo, el corazón del restaurante estaba pulcro como una patena y tenía el tamaño de una casa, con un banco de fogones, una cámara de carne y metros y metros de mostradores de acero inoxidable. Colgaban cacerolas arriba y abajo y algo delicioso se estaba cocinando en uno de los quemadores delanteros.
Trez se acercó y alzó la tapa. Después de una profunda inhalación, levantó la mirada con una sonrisa.
- Mi hermano es un magnífico cocinero.
Claro, pensó John. Aunque con las Sombras siempre tenías que preguntarte qué eran las proteínas. Se rumoreaba que les gustaba comerse a sus enemigos.
El tipo volvió a colocar la tapa y extendió la mano hacia un montón de libretas. Tomando una de la pila, la deslizó a través del mostrador y sacó un boli de una taza.
- Esto es para ti. -Trez cruzó los brazos sobre su enorme pecho y se apoyó hacia atrás contra los fogones-. Cuando llamaste y pediste vernos, quedé sorprendido. Como dije, Rehv vive bajo el mismo techo que tú, así que no es como que no fueras consciente de lo que está haciendo en el norte, en la colonia. Por tanto debes saber, como saben tus jefes, que está registrando el norte… hasta la más pequeña esquina del laberinto esta semana… y debes ser consciente también de que no ha encontrado absolutamente, positivamente nada que le conduzca a creer que Xhex fue capturada por un symphath.
John no hizo ningún movimiento, ni afirmando ni negando.
- Y también encuentro curioso que quieras preguntarme sobre el tráfico de drogas, dado que Rehv lo sabe todo sobre el tráfico aquí en Caldwell.
En este punto, iAm entró en la cocina. Fue a la cazuela y la revolvió un poco también, luego se plantó junto a su hermano, asumiendo la misma pose. John no había oído que fueran gemelos, pero demonios, te lo preguntabas.
- ¿Así que, qué pasa, John? -murmuró Trez-. ¿Por qué tu rey no sabe que estás aquí y por qué no estás hablando con mi colega Rehvenge?
John se enfrentó a la pareja y luego recogió el boli y escribió un poco. Cuando lanzó la libreta hacia delante, los Sombras se inclinaron sobre ella.
Sois perfectamente conscientes de lo que está pasando aquí. Dejad de malgastar nuestro tiempo.
Trez rió y iAm incluso sonrió.
- Sí, podemos leer tus emociones. Sólo imaginábamos que podrías querer explicarte. -Cuando John sacudió la cabeza, Trez asintió-. Vale, muy justo. Y voy a respetar tu política nada-de-tonterías. ¿Quién más sabe que esto es personal para ti?
John volvió a la rutina boli-papel. Rehv, principalmente, ya que es un symphath. Qhuinn y Blay. Pero ninguno de los Hermanos.
iAm habló.
- Así que ese tatuaje que acabas de hacerte… ¿tiene algo que ver con ella?
John quedó momentáneamente sorprendido, pero luego se figuró que podían oler la tinta fresca o sentir las reverberaciones del dolor leve.
Con un tranquilo garabateo, escribió. Eso no es asunto de nadie.
- De puta madre, puedo respetar eso -dijo Trez-. Escucha… sin ofender, pero ¿por qué no puedes confiar en los Hermanos con esta mierda? ¿Es porque ella es una symphath y te preocupa como se lo tomarán? Porque con Rehv lo han llevado bien.
Usa la cabeza. ¿Les anuncio en grandes titulares lo de ella y la encontramos? Todo el mundo en esa casa va a esperar una ceremonia de emparejamiento como bienvenida. ¿Crees que ella lo apreciará? ¿Y si está muerta? No quiero mirar al otro lado de la mesa cada mañana a un puñado de gente que está esperando ver si me ahorco en el baño.
Trez ladró una risa.
- Bueno… ahí tienes razón. No puedo discutir la lógica de eso.
Así que necesito vuestra ayuda. Ayudadme a ayudarla.
Las dos Sombras se miraron el uno al otro y se produjo un largo momento de quietud. El cual John se tomó como que estaban teniendo una conversación materia-gris-a-materia-gris.
Después de un momento, volvieron a mirarle y como de costumbre fue Trez el que habló.
- Bueno, ahora… dado que has tenido la cortesía de cortar con la mierda, nosotros haremos lo mismo. Hablar así contigo nos pone en una posición difícil. Nuestra relación con Rehv es estrecha, como ya sabes y él está tan personalmente involucrado en esto como tú. -Justo cuando John estaba intentando encontrar un modo de sortear todo eso, Trez murmuró-. Pero te diremos… que ninguno de nosotros ha captado nada de ella. En ninguna parte.
John tragó con fuerza, pensando que esas no eran buenas noticias.
- No, no lo son. O está muerta… o está siendo retenida en alguna parte con un bloqueo. -Trez maldijo-. Yo también creo que la tiene Lash. Y me trago totalmente la idea de que está trabajándose las calles en busca de efectivo y ese es el único modo de encontrarle. Si tuviera que suponer, diría que está probando a camellos humanos antes de convertirlos a la Sociedad Lessening… y me juego las pelotas a que está empezando a inducirlos TPCSP. Querrá tener control total sobre su equipo de reventa y la única forma de que lo consiga es convirtiéndolos. Por lo que respecta a los semilleros de tráfico, los mercados están siempre saltando. Está el instituto, aunque eso va ser difícil a causa de tus problemas diurnos. Zonas de construcción municipal, también… los vendedores de esos camiones de catering siempre solían vender para nosotros. Además, ese parque de skate, el Xtreme. Un montón de mierda va a parar allá abajo. Y bajo los puentes… aunque esos son principalmente indigentes, lo más bajo de la sociedad, así que el ratio de efectivo probablemente será demasiado bajo para que les ataque duro.
John asintió con la cabeza, pensando que esta era precisamente la información que esperaba conseguir. ¿Qué hay de los proveedores? escribió. Si Lash se calza los zapatos de Rehv, ¿no necesitará relaciones con ellos?
- Sí. Sin embargo el mayor de la ciudad, Ricardo Benloise, es puñeteramente reservado. -Trez miró a su hermano y se produjo otro silencio. Cuando iAm asintió, Trez se giró-. Vale. Veremos si podemos conseguir alguna información sobre Benloise… al menos lo suficiente para que puedas rastrear su culo por si acaso se reúne con Lash.
John hizo señas sin pensar. Muchas gracias.
Los dos asintieron, y luego Trez dijo:
- Dos advertencias.
Con las manos, John animó al tipo a continuar.
- Una, mi hermano y yo no ocultamos nada a Rehv. Así que vamos a contarle que has venido a vernos. -Cuando John frunció el ceño, Trez sacudió la cabeza-. Lo siento. Así son las cosas.
iAm intervino.
- Nos parece bien que estés cavando hondo. No es que los Hermanos no lo estén haciendo, sólo que cuando más manos en cubierta, mejores probabilidades tiene ella.
John no podía ver como hacerlo, pero todavía quería mantener el asunto en privado. Antes de que pudiera garabatear, Trez siguió.
- Y dos, debes mantenernos completamente informados de cualquier cosas que consigas. Rehvenge, ese puñetero bastardo fanático del control, nos ha ordenado quedarnos fuera de esto. ¿Tu visita? Bueno, simplemente es un modo conveniente para nosotros de involucrarnos.
Mientras John se preguntaba por qué demonios ataría Rehv las manos de los dos guerreros, iAm dijo:
- Se figura que conseguiremos que nos maten.
- Y a causa de nuestra… -Trez hizo una pausa, como si buscara la palabra correcta-…"relación" con él, estamos obligados.
- Bien podría habernos encadenado a la jodida pared.
Trez se encogió de hombros.
- Razón por la cual consentimos en reunirnos contigo. En el momento en que enviaste el mensaje de texto, supimos…
- … que aquí estaba la abertura que…
- … estábamos buscando.
Mientras las Sombras completaban cada uno las frases del otro, John hizo una profunda inspiración. Al menos entendían a donde quería llegar.
- Totalmente. -Trez ofreció los nudillos y, cuando John le dio un golpecito, el tío asintió con la cabeza-. Y mantendremos esta pequeña conversación en la trastienda en privado.
John se inclinó sobre el papel. Esperad, creía que habíais dicho que le ibais a contar a Rehv que estuve aquí.
Trez leyó por encima la escritura y rió de nuevo.
- Oh, vamos a contarle que viniste de visita y tomaste algo.
iAm sonrió oscuramente.
- Pero no tiene que saber el resto.
* * *
Después de que Trez y John fueran a la trastienda, Blay terminó su Coca-Cola y rastreó a Qhuinn con su visión periférica. El tipo se estaba paseando alrededor de la zona del bar como si le hubieran cortado las uñas y no apreciara el arreglo.
Simplemente no podía quedarse fuera de ninguna mierda. Ya fuera una cena, una reunión o una pelea, él prefería acceso total a la vida.
Su silenciosa energia en movimiento era peor que maldecir, francamente.
Blay se levantó y fue detrás de la barra con su vaso vacío. Mientras rellenaba su Coca-Cola y observaba la capa de espuma golpear el hielo, se preguntó por qué se sentía tan atraído por el tipo. Él era un macho del tipo por-favor-y-gracias. Qhuinn era más del tipo follar-y-morir.
Suponía que los opuestos se atraían. Al menos por su parte…
iAm volvió a entrar y llevaba con él lo que sólo podía ser descrito como a un macho de valía: El tipo iba vestido impecablemente, desde el corte de su abrigo gris oscuro al brillo de sus zapatos de punta y en vez de una corbata, tenía un pañuelo. Llevaba el espeso cabello rubio corto en la parte de atrás y largo por delante y sus ojos eran del color de las perlas.
- Jodido Jesucristo, ¿qué demonios estás haciendo tú aquí? -La voz de Qhuinn resonó mientras iAm desaparecía en la parte de atrás-. Bastardo escurridizo.
La primera respuesta de Blay fue tensarse completamente. Lo último que necesitaba era otra vuelta en el tiovivio de espectador, asumiendo que Qhuinn se sintiera atraído por el tipo.
Excepto que luego frunció el ceño. ¿Podría ser…?
El macho que acababa de llegar rió mientras abrazaba a Qhuinn.
- Tienes tal facilidad de palabra, primo. Yo diría… entre camionero y marinero cruzado con un niño de doce años.
Saxton. Era Saxton, hijo de Tyhm. Blay podía recordar haberse encontrado con él una o dos veces antes.
Qhuinn se apartó.
- En realidad joder es una coma. ¿No te enseñaron esa mierda en Harvard?
- Estaban más preocupados por los contratos legales. Las responsabilidades, las cuales cubrían agravios contra otros, por cierto. Me sorprendió que no salieras en el examen final.
Los colmillos de Qhuinn centellearon brillantes y blancos cuando sonrió verdaderamente.
- Eso es ley humana. No pueden conmigo.
- ¿Y quién puede?
- Bueno, ¿qué estás haciendo tú aquí?
- Transacciones de propiedad para los hermanos Sombra. No pensarás que aprendí toda esa jurisprudencia humana por gusto. -Los ojos de Saxton se movieron y encontraron los de Blay. Al instante, la expresión del tipo cambió a algo serio y especulativo-. Vaya, hola.
Saxton dio la espalda a Qhuinn y se acercó con una concentración que hizo que Blay comprobara a su espalda.
- Blaylock, ¿no? -El macho extendió su brazo elegante por encima de la barra-. No te había visto en años.
Blay siempre se había sentido un poco cohibido en presencia de Saxton porque el "bastardo escurridizo" siempre tenía una réplica. Y te daba la vibración de que no sólo tenía la respuesta correcta para todo sino que podía escoger no hacerte partícipe del secreto si no alcanzabas sus estándares.
- ¿Cómo estás? -dijo Blay cuando sus palmas se encontraron.
Saxton olía realmente bien y tenía un apretón de manos firme.
- Has crecido mucho.
Blay se encontró sonrojándose mientras recuperaba su mano.
- Tú estás igual.
- ¿Yo? -Esos ojos perlados destellearon-. ¿Eso es bueno o malo?
- Oh… bueno. No quería decir…
- Bueno, cuéntame como has estado. ¿Te has emparejado con alguna hembra agradable que tus padres te hayan endilgado?
La risa de Blay fue aguda y dura.
- Dios, no. Nada de eso para mí.
Qhuinn se introdujo en la conversación, todo excepto poner su cuerpo entre ellos.
- Entonces, ¿cómo te va, Sax?
- Bastante bien. -Saxton ni siquiera miró a Qhuinn mientras respondía, su atención estaba fija en Blay-. Aunque mis padres me quieren fuera de Caldwell. Sin embargo yo no me siento inclinado a marcharme.
Necesitando mirar a otro sitio, Blay se ocupó de beber su refresco y contar los cubitos de hielo que flotaban en él.
- ¿Y qué estás haciendo tú aquí? -preguntó Saxton.
Hubo una larga pausa y finalmente, Blay volvió a levantar los ojos mientras se preguntaba por qué no había contestado Qhuinn.
Oh. Vale. Saxton no se estaba dirigiendo a su primo.
- Vas a tener que atender, Blay -advirtió Qhuinn con un ceño.
Por primera vez desde… dios, ¿nunca?, por lo que parecía… tuvo intención de encontrar la mirada de su mejor amigo.
Aunque no es que llegara a necesitar tanta preparación. Como siempre, esos ojos desiguales estaban fijos en algún otro: Saxton estaba recibiendo una mirada que habría acobardado a machos lesser varios centímetros más altos. Pero el primo de Qhuinn no era consciente de ello o posiblemente no le importaba.
- Respóndeme, Blaylock -murmuró el macho.
Blay se aclaró la garganta.
- Estamos aquí para ayudar a un amigo.
- Admirable. -Saxton sonrió, mostrando un juego de dientes que relucían-. ¿Sabes?, creo que deberíamos salir algún día.
La voz de Qhuinn se volvió más afilada.
- Claro. Suena genial. Aquí está mi número.
Justo cuando recitaba sus dígitos, John, Trez y iAm volvieron a entrar. Hubo algunas presentaciones y conversación, pero Blay permaneció fuera de ella, puliéndose la Coca-Cola y poniendo el vaso en el lavavajillas. Cuando rodeaba el bar y pasaba junto el tipo, Saxton extendió el brazo.
- Encantado de volver a verte.
Por reflejo, Blay estrechó la palma que se le ofrecía… y tras el apretón, comprendió que había una tarjeta de visita en su mano. Mientras él cubría su sorpresa, Saxton simplemente sonrió. Blay se metió la tarjeta en el bolsillo, Saxton giró la cabeza y miró fijamente a Qhuinn.
- Te haré una llamada, primo.
- Sí. Claro.
La despedida fue considerablemente menos amigable por parte de Qhuinn, pero una vez más a Saxton pareció importarle una mierda o no notarlo… lo último sería difícil de creer.
- Si me perdonáis -dijo Blay, a nadie en particular.
Abandonó el restaurante el primero y cuando salió bajo la marquesina, encendió un cigarrillo y se recostó contra el ladrillo fresco, apoyando la suela de una bota en el edificio.
Sacó la tarjeta mientras fumaba. Material grueso y cremoso. Grabada, no impresa… naturalmente. Negra, letra antigua. Cuando alzó la cosa hasta su nariz, pudo oler esa colonia.
Agradable. Muy agradable. Qhuinn no creería en esas cosas… simplemente olía a cuero y sexo la mayor parte de las veces.
Mientras se metía la tarjeta dentro de la chaqueta, tomó otra calada y exhaló largo y lento. No estaba acostumbrado a que le miraran así. O a que le abordaran. Siempre era él quien hacía las insinuaciones y Qhuinn había sido el objetivo desde que podía recordar.
Las puertas se abrieron de golpe y sus chicos salieron.
- Tío, odio el humo de cigarro -masculló Qhuinn, ondeando la mano para alejar la nube que Blay acababa de exhalar.
Blay apagó su Dunhill en el talón de la bota y se metió la colilla por la mitad en el bolsillo.
- ¿Adónde vamos?
El Xtreme Park, indicó John. El que está cerca del río. Y nos han dado otra pista, lo cual va a llevar un par de días.
- ¿El parque no es territorio de bandas? -preguntó Blay-. ¿No hay un montón de policía alrededor?
- ¿Por qué preocuparse por los polis? -Qhuinn rió, con una dura expresión-. Si nos metemos en líos con el DPC, Saxton siempre puede venir a sacarnos bajo fianza. ¿Verdad?
Blay le miró apresuradamente y esta vez, debería haberse preparado. La mirada verde-azul de Qhuinn estaba fija en él y, como se registró, aquella vieja y familiar emoción lamió en su pecho.
Díos… por esto le amaba, pensó. Y siempre lo haría.
Era el empuje de esa mandíbula terca y las cejas oscuras y mordaces y esos piercings en su oreja y en el lleno labio superior. Era ese espeso y lustroso cabello negro y la piel dorada y ese cuerpo fuertemente musculado. Era la forma en que reía y el hecho de que nunca, jamás lloraba. Eran las cicatrices en su interior de las que nadie sabía nada y la convicción de que siempre sería el primero en correr al interior de un edificio en llamas o a una lucha sangrienta o un coche destrozado.
Eran todas las cosas que Qhuinn había sido y siempre iba a ser. Pero las cosas nunca iban a cambiar.
- ¿Qué no va a cambiar? -dijo Qhuinn con un ceño.
Oh, mierda. Había hablado en voz alta.
- Nada. ¿Nos vamos, John?
John miró atrás y adelante entre ellos. Luego asintió. Tenemos sólo tres horas antes del amanecer. Apresurémonos.
Capítulo 6
- Me encanta la forma en que me miras.
Desde la esquina opuesta de la habitación, Xhex no respondió a las palabras de Lash. Por el modo en que estaba desplomado delante del escritorio, con uno de los hombros más alto que el otro, pensó que muy posiblemente le había dislocado el hombro. Y esa no era su única lesión. Sangre negra le goteaba por la barbilla desde el labio que le había partido e iba a caminar cojeando después de que le hubiera mordido en el muslo.
Sus ojos vagaron sobre ella pero no se molestó en taparse con las manos. Si estaba listo para una segunda ronda, necesitaba todas las fuerzas que le quedaban. Y además, la modestia sólo contaba si te importaba una mierda tu cuerpo y ella hacía mucho tiempo que había perdido esa conexión.
- ¿Crees en el amor a primera vista? -le preguntó él. Con un gruñido, se levantó del suelo y necesitó apoyarse en el borde de la cómoda mientras hacía algunos experimentos con su brazo.
- ¿Lo haces? -la urgió.
- No.
- Cínica -fue cojeando hasta el dintel de la puerta del baño.
De pie entre las jambas, apoyó una mano en la pared, se puso mirando a la izquierda y aspiró profundamente.
Con un tirón brusco, volvió a colocar el hombro en su lugar y el crujido y la maldición fueron fuertes. A medida que se deslizaba hacia abajo, respirando con dificultosas inspiraciones, los cortes de su cara dejaron marcas negras de sangre lesser en la moldura blanca. Se volvió hacia ella y le sonrió.
- ¿Te hace una ducha conmigo? -Cuando se quedó callada, sacudió la cabeza-. ¿No? Una pena.
Desapareció en la extensión de mármol y después de un momento, se abrió el agua.
Sólo después de que pudiera oírlo lavándose y oler la fragancia de aquel jabón fue cuando recolocó cuidadosamente piernas y brazos.
Ninguna debilidad. No le mostraba ninguna debilidad. Y no era sólo por querer aparentar fortaleza para que se lo pensara dos veces antes de volver ponerse a bailar el tango con ella. Su naturaleza se negaba a ceder ni ante él ni ante nadie. Moriría luchando.
Era simplemente el modo en que estaba programada: era invencible… y no era su ego el que hablaba. La suma de su experiencia le decía que sin importar lo que le hicieran, podría manejar la situación.
Pero, Dios querido, cuánto odiaba luchar contra él. Odiaba toda esta mierda.
Cuando él salió un poco más tarde, estaba limpio y sanando ya, sus moretones se desvanecía, los arañazos desaparecían, los huesos se recolocaban como por arte de magia.
Menuda suerte la suya. El maldito conejito de Duracell.
- Me voy a ver a mi padre. -A medida que se le acercaba, ella desnudó sus colmillos y él pareció momentáneamente complacido-. Me encanta tu sonrisa.
- No es una sonrisa, capullo.
- Lo llames como lo llames, me gusta. Y algún día te presentaré a mi querido papaito. Tengo planes para nosotros.
Lash fue a inclinarse, sin duda para tratar de besarla, pero como ella siseó desde lo más profundo de la garganta, se detuvo y se lo repensó.
- Volveré -susurró-. Mi amor.
Él sabía que odiaba toda esa mierda de “amor”, así que tuvo cuidado de tragarse la reacción. Tampoco lo insultó cuando se dio la media vuelta y se fue.
Cuanto más se negaba a entrar en el juego, más se enredaba él y más se le aclaraba a ella la cabeza.
Oyéndolo moverse por la habitación de la puerta de al lado, se lo imaginó vistiéndose. Guardaba la ropa en la otra habitación, habiéndolas trasladado después de que quedara claro cómo iban a ser las cosas entre ellos: él odiaba el desorden y era puntilloso con sus trapos.
Cuando las cosas se calmaron y le oyó bajar las escaleras, respiró hondo y se arrastró hasta levantarse del suelo. El baño todavía estaba empañado y el aire húmedo por su ducha y aunque odiaba usar su mismo jabón, le disgustaba todavía más lo que tenía en la piel.
En cuanto se metió bajo el chorro caliente de la ducha, el mármol a sus pies se volvió rojo y negro mientras los dos tipos de sangre se diluían de su cuerpo y desaparecían por el desagüe. Se dio prisa con la espuma y el aclarado, porque Lash se había ido hacía sólo un momento y no te podías fiar de él. A veces volvía justo a continuación. Otras veces no aparecía en un día entero.
La fragancia de esa mariconada francesa que Lash insistía en almacenar en su baño le daba arcadas, aunque se suponía que la mayoría de las hembras habría disfrutado de la mezcla de lavanda y jazmín. Hombre, ojalá tuviera a mano una dosis del buen y viejo Dial de Rehv. Aunque sin duda escocería como el demonio en los cortes, no le importaba la agonía y la idea de rasparse la piel hasta dejarla en carne viva le parecía atractiva.
Cada pasada hacia arriba por el brazo o abajo por la pierna le provocaba dolores cuando se inclinaba hacia el lado o hacia delante y, sin motivo aparente, se puso a pensar en los cilicios que siempre había llevado para controlar su naturaleza symphath. Con tanta pelea en ese dormitorio, ya había tenido suficiente dolor en el cuerpo para apagar sus inclinaciones malignas… no es que importara, en realidad. No estaba cerca de gente “normal”. Y esa parte oscura la ayudaba a tratar con esta situación.
Sin embargo, después de dos décadas de llevar los pinchos, era extraño no llevarlos consigo. Se había dejado el par de cadenas de púas en la mansión de la Hermandad… en el escritorio de la habitación en la que se había quedado el día antes de que fueran a la colonia. Había tenido toda la intención de volver al final de la noche, ducharse y ponérselas de vuelta… pero ahora estarían sin duda acumulando polvo mientas esperaban su regreso.
Estaba perdiendo la fe en que tendría un feliz reencuentro con esas cabronas.
Es gracioso cómo se puede interrumpir tu vida: te vas de casa esperando a volver, pero entonces el camino por el que ibas en vez de llevarte a la derecha va y gira a la izquierda.
¿Cuánto tiempo guardarían sus cosas los Hermanos? se preguntó. ¿Cuánto antes de que sus escasas pertenencias, ya fuera que estuvieran en la mansión de la Hermandad, en su cabaña de caza, o en su sótano, fueran relegadas a nada más que una pila desordenada? Dos semanas máximo probablemente… aunque como nadie más excepto John sabía de su escondrijo subterráneo, aquellas cosas durarían un poco más.
Después de un par de semanas sin duda relegarían su mierda a un armario. Luego a una pequeña caja en el ático. O tal vez sencillamente la tirarían a la basura.
Eso era lo que pasaba cuando moría la gente, ¿no? Lo que había sido una posesión se convertía en basura… a menos que la mierda fuera adoptada por otra persona.
Y no es que hubiera una gran demanda de cilicios.
Cerrando el agua, salió, se envolvió en una toalla y volvió a entrar en el dormitorio. En cuanto se sentó junto a la ventana, la puerta se abrió y el pequeño lesser que llevaba la cocina, entro con una bandeja repleta de comida. Siempre parecía confundido cuando ponía lo que había preparado sobre el escritorio y miraba alrededor… como si después de todo este tiempo, todavía no tuviera ni idea de por qué demonios estaba dejando comidas calientes en una habitación vacía. También inspeccionaba las paredes, trazando con un dedo los nuevos desgarrones y vetas de sangre negra. Por lo pulcro que parecía, sin duda estaba deseando llevar a cabo un trabajito de bricolaje casero… Cuando Xhex había llegado por primera vez, el papel de seda había estado en perfectas condiciones. Ahora parecía como si lo hubieran pasado por un escurridor.
Al acercarse a la cama y arreglar el edredón revuelto y las almohadas dispersas, dejó la puerta abierta y ella miró hacia el pasillo y las escaleras.
No había motivo para correr. Y atacarle tampoco habría funcionado. Y menos aún la ruta symphath, porque estaba bloqueada tanto mental como físicamente.
Lo único que podía hacer era observarlo y desear poder llegar a él de algún modo. Dios, esta ansia impotente de matar debía ser igual que para los leones del zoo cuando sus cuidadores entraban en la jaula con escobas y comida: el otro tipo podía ir y venir y cambiar tu entorno, pero tú estabas atrapada.
Como para darte ganas de morder algo.
Cuando él se fue, se acercó a la comida. Enfadarse con el filete no la ayudaría y necesitaba las calorías para defenderse, por lo que se comió todo lo que había. Para su lengua, toda esa mierda sabía a cartón y se preguntó si alguna vez volvería a tomar algo porque lo deseara y le gustara el modo en que estaba condimentado.
Toda la cuestión la-comida-es-combustible era lógica, pero seguro como el demonio que no te daba nada que esperar con ansia a la hora del almuerzo.
Cuando terminó, volvió a la ventana, se instaló en el sillón orejero y recogió las rodillas contra el pecho. Mirando a la calle, no estaba descansando en absoluto, sino simplemente inmóvil.
Incluso después de todas estas semanas, buscaba una escapatoria… y así sería hasta que expirara su último aliento.
De nuevo, como su necesidad de luchar contra Lash, esa urgencia que la empujaba no era algo relacionado con sus circunstancias, si no con lo que era como hembra y darse cuenta de ello le hizo pensar en John.
Había estado tan decidida a alejarse de él.
Pensó en cuando habían estado juntos… no la última vez, cuando él le había pagado con la misma moneda por todos sus rechazos, sino en aquella vez en su sótano. Después del sexo, él hizo ademán de darle un beso… estaba claro que quería algo más que un polvo rápido y duro. ¿Su respuesta? Se apartó y se fue al baño, donde se lavó como si él la hubiera ensuciado. Luego le dio puerta.
Así que no lo culpaba por cómo había transcurrido su último adiós.
Estudió su prisión verde oscuro. Probablemente iba a morir aquí. Probablemente pronto, además, ya que hacía tiempo que no había tomado de una vena y estaba bajo un gran estrés físico y emocional.
La realidad de su propia muerte la hizo pensar en las muchas caras que había observado mientras la vida se esfumaba de sus cuerpos y sus almas volaban libres. Como asesina, la muerte había sido su trabajo. Como symphath, había sido una especie de llamada.
El proceso siempre la había fascinado. Cada una de las personas que había matado había luchado contra la marea, a pesar de que sabían, mientras ella estaba plantada de pie con cualquiera que fuera el arma que tuviera en la mano, que si se las apañaban para salir de la espiral, ella volvería a golpear de nuevo. Pero no parecía importar. El horror y el dolor habían actuado como una fuente de energía, alimento para su lucha y ella sabía lo que era eso. Cómo luchabas por respirar a pesar de no poder hacer que el aire atravesara tu garganta. Cómo se sentía el sudor frío sobre la piel recalentada. Cómo tus músculos se volvían débiles, pero aún así les gritabas moveos, moveos, maldición, moveos.
Sus captores previos la habían llevado al borde del rigor mortis un buen número de veces.
Aunque los vampiros creían en la Virgen Escriba, los symphaths no tenían concepto de vida tras la muerte. Para ellos, la muerte no era una vía de salida a otra autopista, sino una pared de ladrillos contra la que estrellarse. Después de lo cual no había nada.
Personalmente, pasaba de forma olímpica de toda esa mierda de la santa-deidad y ya fuera por crianza o intelecto, el resultado era el mismo. La muerte era cenizas, fin de la historia. Joder, la había visto de cerca tantas veces… después de tanta lucha venía… la nada. Sus víctimas habían dejado de moverse sin más, congelados en la posición en que hubieran estado cuando sus corazones se habían detenido. Y tal vez algunas personas murieran con una sonrisa en el rostro, pero en su experiencia, era una mueca, no una sonrisa.
Uno pensaría que si ibas a conseguirse montonazos de luz blanca brillante y basura tipo reino-de-los-cielos estarías radiante como si hubieras ganado la lotería.
Sólo que tal vez la razón por la que se los veían tan puteados, tenía más que ver con dónde estaban, que con adónde iban a ir.
Los remordimientos… pensabas en los remordimientos…
Aparte del hecho de que deseaba haber nacido en circunstancias diferentes, había dos pecados entre los muchos que había cometido que pesaban más que todos los demás.
Lamentaba no haberle contado a Murhder, hacía tantos años, que era medio symphath. De esa manera, cuando se la llevaron a la colonia, él no habría venido a rescatarla. Habría sabido que era inevitable que la otra parte de su familia viniera a reclamarla y entonces no habría acabado como lo hizo.
También deseaba poder volver atrás y decirle a John Matthew que lo sentía. Aún lo habría apartado de ella, porque era la única forma constructiva de que no repitiera los errores de su otro amante. Pero le habría dicho que no era por él. Era ella.
Por lo menos él iba a salir con bien de todo esto. Tenía a los Hermanos y al rey de la raza para cuidar de él y, por cortesía del corte que le había dado, no haría ninguna estupidez.
Estaba sola en esto y la cosa acabaría como acabaría. Habiendo llevado una vida de violencia, no sorprendía en absoluto que acabara encontrando un final violento… pero fiel a sí misma, estaba segura de que, joder, iba a llevarse uno o dos kilos de carne de camino a la salida.
Capítulo 7
Mierda, estaban perdiendo la oscuridad.
Cuando John miró su reloj, comprobar el tiempo fue malgastar esfuerzos. El picor en los ojos le decía todo lo que necesitaba saber sobre cuan poca noche quedaba.
Hasta la promesa de luz diurna bastaba para hacerle parpadear rápidamente.
Por otra parte, la actividad en el Parque Xtreme se había reducido progresivamente durante la noche, los drogatas rezagados estaban en vertical sobre los bancos o escondidos en los cuartos de baño públicos para un último chute. A diferencia de los demás parques de Caldwell, éste estaba abierto veinticuatro horas al día, siete días por semana, con luces fluorescentes en postes altos para iluminar la extensión de hormigón. Era difícil decir en que habían estado pensando los urbanistas con lo de abierto las 24 horas, porque eso era lo que tenían aquí. Un Abierto las 24 horas. Con todas las drogas que cambiaban de mano, el lugar era como un bar lejos de los bares del centro en Trade.
Aunque sin lessers. Sólo humanos haciendo tratos con humanos que utilizaban las sombras. Aún así, prometía. Si Lash no se había infiltrado en la zona todavía, iba a hacerlo. Aún con los polis haciendo sus pasadas en coches marcados, había mucha intimidad y mucha información. El parque estaba diseñado como una terraza inmensa, con huecos en el suelo alternando con rampas y vallas. En conclusión, la gente podía ver llegar a los del DPC y agacharse detrás o meterse en toda clase de refugios.
Y tío, estaban bien entrenados. Desde su posición aventajada detrás del cobertizo, él y sus chicos habían visto como sucedía una y otra vez. En cierto modo le hacía preguntarse por qué el DPC no enviaba agentes de incógnito o infiltrados con ropa normal.
O quizá ya lo hacían. Quizá había otros que, como John, eran invisibles a la multitud. Bueno, no exactamente como él, Qhuinn y Blay. No había manera de que ni siquiera un miembro completamente entrenado y condecorado del DPC pudiera ocultarse en la nada… que era lo que John y sus compañeros llevaban haciendo durante las tres últimas horas. Cada vez que alguien pasaba, le borraban la memoria.
En cierto modo era extraño estar en un lugar, pero no ser… presentido, no ser visto.
- ¿Vamos a convertirnos en fantasmas? -preguntó Qhuinn
John levantó la mirada al cielo que se aclaraba y se dijo que en aproximadamente trece horas esa jodida lámpara de calor que era el sol volvería a ocultarse y ellos podrían reanudar la vigilancia en su pequeño escondite y esperar otra vez.
Maldición.
- ¿John? Vamos.
Durante una fracción de segundo, casi le arrancó la cabeza a su compañero, levantó las manos y se preparó para gesticular toda clase de que-te-jodan, no-eres-mi-niñera-de-mierda.
Lo que le detuvo fue el hecho de que por muy larga que fuera la espera eso no iba a hacer que Lash apareciera, gritarle a Qhuinn tampoco iba a conseguir que estuvieran más cerca de avistarle.
Asintió una vez y echó una última mirada alrededor. Había un solo camello que parecía ser el mandamás y el crío apuraba el tiempo hasta el final. Estaba reclinado contra la rampa central, lo cual era inteligente… significaba que podía ver todo el parque, desde los rincones distantes, a la carretera por la que los polis iban y venían.
El chico parecía tener alrededor de diecisiete o dieciocho y la ropa le colgaba floja sobre el cuerpo, cosa que formaba parte del estilo skate y también probablemente cumplía una función en cuanto a lo que vendía. Parecía necesitar que le restregaran un par de veces con un cepillo de coche, pero estaba alerta y era inteligente. Y parecía trabajar solo. Lo cuál resultaba interesante. Para dominar un territorio de droga, generalmente el traficante en cuestión tenía matones para apoyarlo, de lo contrario era asaltado a causa de su producto o su dinero. Pero este joven… estaba solo todo el tiempo.
O tenía algún músculos en las sombras o estaba a punto de ser derribado.
John se enderezó de donde había estado apoyado contra el costado del edificio anexo y asintió hacia sus chicos. Vámonos.
Cuando se materializaron otra vez, la grava crujió bajo su shitkickers a medida que su peso se volvía real y una brisa fresca le golpeaba directamente en la cara. El patio de la mansión de la Hermandad estaba demarcado por el flanco delantero la fachada de la casa y los muros de seis metros de altura que recorrían la propiedad. La fuente blanca de mármol en el centro todavía tenía que ser llenada y encendida… cosa que ocurría durante los meses más cálidos y la media docena de coches que estaban aparcados en fila también esperaban entrar en acción.
El cuchicheo de engranajes bien engrasados le hizo levantar la cabeza. En un descenso coordinado, las persianas de acero bajaban sobre las ventanas, los paneles se desplegaban y cubrían los cristales emplomados como los párpados de muchos ojos cerrándose para dormir.
Temía entrar dentro. Aunque debía haber como cincuenta habitaciones por donde vagabundear, el hecho de tener que permanecer inmóvil hasta la puesta de sol hacía que sintiera la mansión como una caja de zapatos.
Cuando Qhuinn y Blay se materializaron a ambos lados de él, subió los escalones hasta las inmensas puertas dobles y se abrió paso hasta el primer vestíbulo de entrada.
Dentro, presentó su jeta a la cámara de seguridad. Instantáneamente, la cerradura saltó y entró en un vestíbulo sacado de la Rusia zarista. Columnas de malaquita y mármol color Burdeos soportaban un techo pintado de tres pisos de altura. Los candelabros de pan de oro y los espejos generaban y reflejaban una miríada de luces que enriquecían aún más los colores. Y la escalera… era como una pista de aterrizaje alfombrada que se estiraba hacia los cielos, la balaustrada dorada se dividía en lo alto para formar los anclajes del balcón abierto del segundo piso.
Su padre no había escatimado gastos y obviamente tenía un don para lo dramático. Todo lo que necesitabas era el respaldo de una orquesta y podías imaginarte a un rey flotando hacia abajo con una toga.
Wrath apareció en lo alto, su inmenso cuerpo vestido de cuero negro, el largo cabello negro le caía alrededor de los formidables hombros. Las gafas de sol envolventes estaban en su lugar y aunque estaba en lo alto de una vasta extensión como para caerse de culo, no miró abajo. No había ninguna razón. Sus ojos estaban ahora totalmente ciegos.
Pero no carecía de visión. A su lado, George tenía cubiertos todos los flancos. El perro lazarillo controlaba al rey, los dos estaban unidos por la correa que rodeaba el pecho y las patas del Golden Retriever. Eran como Mutt y Jeff [3], un buen samaritano canino con aspecto de participante de un concurso de belleza y un guerrero brutal que obviamente era capaz de desgarrarte la garganta por capricho. Pero trabajaban bien juntos y Wrath estaba bastante encariñado con su animal: el perro era tratado como la mascota real que era… al cuerno con los Royal Canin; George comía lo que comía su amo, lo cual quería decir carne de vaca y cordero de primera. Y se decía que el retriever dormía en la cama con Beth y Wrath… aunque eso tenía todavía que ser verificado por una fuente independiente, ya que nadie tenía permiso para entrar en las habitaciones de la Primera Familia.
Cuando Wrath comenzó a bajar al vestíbulo, caminaba cojeando, resultado de algo que hacía en el Otro Lado, donde la Virgen Escriba. Nadie sabía a quién veía o por qué lucía un ojo morado o un labio partido con regularidad, pero todos, incluido John, se alegraban de esas sesiones. Mantenían a Wrath en equilibrio y lejos del campo de batalla.
Con el rey bajando y parte del resto de los Hermanos entrando por la puerta que John acababa de utilizar, tenía que escapar. Si esas Sombras habían presentido la tinta fresca, la gente que se estaba reuniendo para la última comida lo percibiría al segundo si se acercaban lo suficiente.
Afortunadamente, había un bar surtido en la biblioteca y John fue hacia allí, se ayudó con un lingotazo de Jack Daniel. El primero de muchos.
Mientras comenzaba a hacer depósitos en su cuenta de tragos, se apoyó en el trozo de mármol y deseó jodidamente tener una máquina del tiempo… aunque era difícil saber si escogería avanzar o ir hacia atrás.
- ¿Quieres algo de comer? -dijo Qhuinn desde la puerta.
John no miró en dirección del tipo, sólo negó con la cabeza y vertió algo más de líquido calmante en el vaso.
- Bueno, te traeré un bocadillo.
Con una maldición, John se dio la vuelta y gesticuló, he dicho que no.
- ¿Rosbif? Bueno. Y te engancharé algo de pastel de zanahoria. Te dejaré la bandeja en tu cuarto. -Qhuinn se giró-. Si esperas aproximadamente cinco minutos más aquí dentro, todos estarán sentados a la mesa, así tendrás el camino despejado a las escaleras.
El tipo se largó, lo cual quería decir que aparte de abrirle la cabeza con el vaso, no había ninguna otra manera de expresar su opinión de soy-una-isla.
Aunque en realidad, sería malgastar un buen trago… Qhuinn era tan cabeza dura que podías golpearle en el lóbulo frontal con una palanca y no hacerle mella en absoluto.
Afortunadamente, el alcohol comenzaba a surtir efecto, una manta insensible se asentó sobre los hombros de John primero, antes de subir y bajar por su cuerpo. La mierda no hacía nada por calmar su mente, pero los huesos y músculos se le aflojaron.
Después de esperar los sugeridos cinco minutos, John tomó el vaso y la botella y subió la escalera de dos en dos. Mientras subía, las voces amortiguadas del comedor le siguieron, pero eso era todo lo que había. Últimamente, no había mucho de que reírse en las comidas.
Cuando llegó a su cuarto, abrió la puerta y entró en una jungla. Había ropa tirada en cada superficie concebible, la cómoda, el sofá, la cama, la televisión de pantalla de plasma. Era como si su armario hubiera vomitado por todas partes. Botellas vacías de Jack llenaban las dos mesitas de la cabecera y los botes de cerveza estaba esparcidos por todas partes como soldados muertos, agrupados en el suelo y anidando entre las sábanas revueltas y el colchón.
No había permitido entrar a Fritz y su equipo de limpieza en dos semanas y al paso que iban las cosas, iban a necesitar una excavadora cuando finalmente les abriera las puertas.
Desnudándose, dejó la ropa de cuero y la camisa donde cayeran, pero con la chaqueta tuvo cuidado. Por lo menos, hasta que se quitó las armas, luego la dejó caer en la esquina de la cama. En el cuarto de baño, volvió a comprobar sus dos hojas y luego limpió rápidamente las armas con el kit que había dejado en el segundo lavabo.
Sí, había dejado que sus estándares de higiene cayeran por debajo de los niveles de un chico de fraternidad, pero sus armas eran diferentes. Las herramientas necesitaban mantenimiento.
Su ducha fue rápida y mientras se frotaba el jabón por el pecho y los abdominales, rememoró cuando hasta el roce del agua caliente sobre su polla era suficiente para ponerle duro. Ya no. No había tenido una erección… Desde la última vez que había estado con Xhex.
No tenía el menor interés… ni siquiera en sueños, lo cual era nuevo. Demonios, antes de su transición, cuando se suponía que no tenía ningún conocimiento de su sexualidad, su subconsciente había tramado todo tipo de sueños calientes y pesados. Y esas sexo-fiestas habían sido tan reales, tan detalladas, que era como si fueran recuerdos y no productos inducidos por el REM.
¿Ahora? Todo lo que se mostraba en su pantalla interna eran escenas de persecución tipo Proyecto de la Bruja de Blair donde él corría atacado por el pánico pero no sabía que había detrás de él… o si estaría a salvo alguna vez.
Cuando salió del cuarto de baño, se encontró una bandeja con un bocadillo de rosbif y un trozo de pastel de zanahoria tan grande como su cabeza. Nada de bebida, pero Qhuinn sabía que sólo tomaba refresco líquido del señor Daniels.
John comió de pie delante del escritorio, desnudo como el día que nació y cuando el alimento le golpeó el estómago, le chupó la energía, drenándolo todo de su cabeza. Se limpió la boca con la servilleta de lino, puso la bandeja en el pasillo y se dirigió al cuarto de baño, donde se cepilló los dientes sólo por costumbre.
Fuera luces en el baño. Fuera luces en el cuarto.
Él y Jack sentados en la cama.
Por agotado que estuviera, no estaba ansiando acostarse. Había una relación inversa entre su nivel energético y la distancia entre sus orejas y el suelo: aunque estuviera bizco, en el segundo en que su cabeza golpeaba la almohada, sus pensamientos comenzaban a girar e iba a acabar despierto y mirando al techo, contando horas y dolores.
Se pulió lo que le quedaba en el vaso y apoyó los codos en las rodillas. En cuestión de momentos estaba dando cabezadas, se le bajaban los párpados. Cuando comenzó a inclinarse a un lado, se dejó ir aunque no estaba seguro de en qué dirección iba, hacia las almohadas o al edredón revuelto.
Almohadas.
Subiendo los pies a la cama, tiró de las mantas sobre sus caderas y tuvo un momento de colapso dichoso. Quizá esta noche se rompería el ciclo. Quizá este glorioso hundimiento de alivio le succionaría al agujero negro que estaba esperando. Quizá…
Sus ojos se abrieron de golpe y miró fijamente en la densa oscuridad.
No. Estaba agotado hasta el punto de la inquietud, no sólo despierto… pero le picaba el culo de lo alerta que estaba. Mientras se frotaba la cara se figuró que este estado contradictorio de las cosas era el equivalente cognitivo a los abejorros siendo capaces de volar: los físicos mantenían que no era posible pero aún así sucedía todo el tiempo.
Rodó de espaldas, cruzó los brazos sobre el pecho y bostezó con tanta fuerza que le crujió la mandíbula. Era difícil saber si encender la luz. La oscuridad amplificaba el remolino de su cráneo, pero la lámpara hacía que le picaran los ojos hasta que sentía como si llorara arena. Generalmente, alternaba entre encender y apagar la bombilla.
Desde el pasillo de estatuas, oyó a Zsadist, Bella y Nalla pasar hacia su cuarto. Mientras la pareja hablaba sobre la cena, Nalla chapurreaba del modo en que hacen los bebés cuando sus tripas están llenos y sus padres con ellos.
Blay pasó luego. Aparte de V, él era la única otra persona que fumaba en la casa, así fue cómo John supo que era él. Y Qhuinn estaba con el tipo. Tenía que estar. De otro modo Blay no hubiera encendido el cigarro fuera de su propio cuarto.
Era el pago por esa recepcionista del salón de tatuajes y ¿quién podía culparle?
Se produjo un largo silencio fuera. Y luego otro par de botas.
Tohr se dirigía a la cama.
Resultaba obvio quién era por la calma más que por el sonido… las pisadas eran lentas y relativamente ligeras para un Hermano: Tohr trabajaba en volver a poner su cuerpo en forma, pero no le habían dado el visto bueno para el trabajo de campo, lo cual tenía sentido. Debía ganar otros veinticinco kilos de músculo antes de meterse en cualquier asunto cara a cara con el enemigo.
No quedaba nadie más por pasar. Lassiter, también conocido como la sombra dorada de Tohr, no dormía, así que el ángel permanecía generalmente en la sala de billar y veía televisión para intelectuales. Como las pruebas de paternidad de Maury, Tribunal popular con el juez Milian y maratones de Verdaderas Amas de casa.
Silencio… Silencio… Silencio…
Cuando el sonido del latido de su corazón comenzó a molestarle, John maldijo y se estiró, encendiendo la luz. Se recostó contra las almohadas y dejó que sus brazos cayeran pesadamente. No compartía la fascinación de Lassiter por la caja tonta, pero cualquier cosa era mejor que el silencio. Pescando entre las botellas vacías, encontró el mando y cuando presionó el botón de encendido, hubo una pausa como si la cosa hubiera olvidado para que servía… pero entonces la imagen estalló.
Linda Hamilton corría por un pasillo, su cuerpo rebotaba de poder. A lo lejos, se abría un ascensor… revelando a un chico de cabello oscuro corto y a Arnold Schwarzenegger.
John presionó el botón de encendido y mató la imagen.
La última vez que había visto esa película había sido cuando Tohr y él lo habían hecho juntos… cuando el Hermano le había sacado de su lastimosamente triste existencia y le había mostrado quien era realmente… antes de que todas sus costuras en ambas vidas hubieran reventado.
En el orfanato, en el mundo humano, John siempre había sido consciente de que era diferente… y el Hermano le había proporcionado el "por qué" esa noche. El destello de colmillos lo había explicado todo.
Ahora bien, naturalmente, había habido un mogollón de ansiedad proveniente de averiguar que no eras quién o lo qué siempre habías asumido que eras. Pero Tohr se había quedado a su lado, relajado y mirando la televisión, aunque había estado en rotación para luchar y también tenía una shellan embarazada a la que cuidar.
Lo más amable que nadie había hecho jamás por él.
Volviendo a la realidad, John tiró el mando a la mesita y este rebotó, golpeando una de las botellas vacías. Cuando los últimos tres centímetros de bourbon se derramaron, se estiró y recogió una camisa para limpiar el lío. Lo cual, teniendo en cuenta el desastre que era el resto del cuarto, fue como rematar un Big Mac con una Coca Cola light.
Pero lo que sea.
Secó la superficie de la mesa, levantando las botellas de una en una y luego abrió el pequeño cajón para afanarse por dentro…
Tirando la camiseta al suelo, alcanzó un antiguo libro encuadernado en cuero.
El diario ya llevaba aproximadamente seis meses en su posesión, pero no lo había leído.
Era lo único que tenía de su padre.
Sin nada más que hacer y ningún lugar al que ir, abrió la cubierta delantera. Las páginas estaban hechas de vitela y olían a viejo, pero la tinta era todavía totalmente legible.
John pensó en esas notas que había escrito para Trez e iAm en Sal’s y se preguntó si su escritura y la de su padre eran similares. Como las entradas del diario estaban hechas en el Antiguo Idioma, no había modo de saberlo.
Enfocando los cansados ojos, comenzó a examinar cómo estaban formados los caracteres, cómo la tinta acariciaba la forma de los símbolos, como no había errores ni tachaduras, cómo aunque las páginas no tenían líneas, su padre sin embargo, había escrito filas pulcras y ordenadas. Se imaginó a Darius agachado sobre las páginas y escribiendo a la luz de una vela, mojando una pluma…
Un extraño destello atravesó a John, del tipo que le hizo preguntarse si iba a ponerse enfermo… pero la náusea pasó mientras le venía una imagen a la cabeza.
Una inmensa casa de piedra no muy diferente de ésta donde vivían ahora. Un cuarto equipado con cosas hermosas. Una entrada apresurada en estas páginas, en el escritorio antes del gran baile.
La luz de la vela, cálida y suave.
John se sacudió y siguió pasando las páginas. En algún momento empezó no sólo a comparar las líneas de caracteres, sino a leerlas…
El color de la tinta había cambiado del negro al marrón desde que su padre escribiera acerca de su primera noche en el campamento de guerreros. Cuanto frío tenía. Cuan asustado estaba. Cuanto echaba de menos su casa.
Cuán solo se sentía.
John empatizó con el macho hasta el punto de parecer como si no hubiera separación entre el padre y el hijo. A pesar de los muchos, muchos años y de un continente entero de distancia, era como si estuviera en los zapatos de su padre.
Bueno, lógico. Estaba exactamente en la misma situación: una realidad hostil con muchos rincones oscuros… y ningún padre para apoyarlo ahora ya que Wellsie estaba muerta y Tohr era un fantasma viviente que respiraba.
Difícil saber cuándo bajaron los párpados y permanecieron así.
Pero en algún punto se durmió con lo poco que tenía de su padre sostenido reverentemente en sus manos.
Capítulo 8
1671, PRIMAVERA, EL VIEJO PAÍS
Darius se materializó en un tramo del espeso bosque, tomando forma junto a la entrada de una cueva. Mientras escudriñaba la noche, escuchó cualquier sonido digno de notarse… Había venados andando sigilosamente en torno a la tranquila corriente, la brisa silbaba entre las agujas de pino y podía oír su propia respiración. Pero no había humanos ni lessers.
Un momento más… y luego se deslizó bajo el alero de piedra y entró a un espacio natural creado hacía siglos. Se adentró más y más profundamente, el aire se espesó con un olor que despreciaba: la tierra mohosa y la humedad fría le recordaban al campamento de guerreros e incluso aunque llevaba veintisiete años fuera de aquel lugar infernal, los recuerdos de ese tiempo con el Bloodletter eran suficiente para hacerle retroceder incluso ahora.
En la pared distante, pasó la mano sobre la piedra mojada y desigual hasta que encontró la el tirador de hierro que liberaba el mecanismo oculto de cierre de la puerta. Hubo un chirrido amortiguado cuando las bisagras giraron y luego una porción de la roca se deslizó a la derecha. No esperó a que el panel retrocediera completamente, sino que entró tan pronto como pudo introducir el grueso pecho lateralmente. Al otro lado, accionó una segunda palanca y esperó hasta que la sección se asegurara de vuelta en el lugar.
El largo camino al sanctum sanctorum de la Hermandad estaba iluminado con antorchas que ardían ferozmente y lanzaban duras sombras que saltaban sobre el áspero suelo y el techo. Estaba a medio camino cuando las voces de sus hermanos alcanzaron sus oídos.
Claramente, había muchos de ellos en la reunión, dada la sinfonía de tonos bajos y masculinos que se superponían y acometían por el aire.
Probablemente era el último en llegar.
Cuando llegó a la verja de barras de hierro, sacó una llave pesada del bolsillo del pecho y la empujó en la cerradura. Abrirla exigía fuerza, incluso para él, la inmensa puerta se balanceó en su anclaje como sí quien intentara entrar pudiera mostrarse digno si lograba forzarla.
Cuando bajó por el espacio abierto en lo profundo de la tierra, la Hermandad estuvo al completo y con su aparición comenzó la reunión.
Mientras tomaba asiento al lado de Ahgony, las voces callaron y Wrath el Justo miró a los allí reunidos. Los Hermanos respetaban al líder de la raza, aunque no fuera un guerrero entre ellos, era un macho regio de valor, cuyo sabio consejo y prudente restricción eran de gran valía en la guerra contra la Sociedad Lessening.
- Mis guerreros -dijo el rey-. Me dirijo a vosotros esta víspera con noticias serias y una petición. Un emisario doggen vino a mi casa particular durante la luz del sol y pidió una audiencia personal. Después de negarse a presentar su causa a mi asistente, se derrumbó y lloró.
Cuando los ojos verdes claros del monarca recorrieron las caras, Darius se preguntó a donde conducía esto. A nada bueno, pensó.
- Fue entonces que intercedí. -Los párpados del rey bajaron brevemente-. El amo del doggen le había enviado a mí con las peores noticias posibles. La hija sin emparejar de la familia ha desaparecido. Habiéndose retirado temprano, todo parecía estar bien hasta que su criada le llevó un tentempié de mediodía por si le apeteciera sustento. La habitación estaba vacía.
Ahgony, el líder lego de la Hermandad, habló en voz alta.
- ¿Cuándo fue vista por última vez?
- Antes de la Última Comida. Fue donde sus padres y les informó de que no tenía apetito y necesitaba una siesta. -El rey continuo mirando alrededor-. Su padre es un macho justo que me ha rendido favores personales. De mayor peso, sin embargo, es el servicio que ha ofrecido a la raza como leahdyre íntegro del Concilio.
Cuando resonaron maldiciones por toda la cueva, el rey asintió.
- En verdad, es la hija de Sampsone.
Darius cruzó los brazos sobre el pecho. Esto eran muy malas noticias. Las hijas de la glymera eran como finas joyas para sus padres… hasta el momento en que pasaban al cuidado de otro macho acaudalado, quien las trataría de igual modo. Esas hembras estaban vigiladas y enclaustradas… No desaparecían de las casas de sus familias.
Sin embargo, podían ser tomadas.
Como todas las rarezas, las hembras bien educadas tenían muy alto valor y como siempre que se trataba de la glymera, el individuo era menos importante que la familia: los rescates se pagaban no para salvar la vida de la hembra, sino la reputación de su linaje de sangre. De hecho, no era raro oír que para una hembra tan virginal la mera posibilidad de ser secuestrada y retenida a cambio de dinero, causaba el terror social.
La Sociedad Lessening no era la única fuente de mal en el mundo. Los vampiros eran conocidos por atacar a los suyos.
La voz del rey resonó por toda la cueva, profunda y exigente.
- Como mi guardia privada, acudo a vosotros para proporcionar reparación ante esta situación. -Esos ojos reales se centraron en Darius-. Y hay uno entre vosotros a quien pediré que se adelante y arregle esta injusticia.
Darius hizo una profunda reverencia antes de que la petición se desvaneciera. Como siempre, estaba absolutamente preparado para desempeñar cualquier deber para con su rey.
- Gracias, guerrero mío. Tu habilidad política será de gran valor bajo el techo de esa familia ahora devastada, como lo será tu sentido del protocolo. Y cuando descubras al maleante, no dudo de tu capacidad para asegurar un resultado… apropiado. Válete de los que están hombro con hombro contigo y sobre todo encuéntrala. Ningún padre tendría que soportar este horroroso vacío.
Darius no podía estar más de acuerdo.
Y era una misión encomendada por un rey sabio. Darius era un estadista, cierto. Pero tenía un compromiso particular hacia las hembras tras haber perdido a su madre. No era que los demás Hermanos no se hubieran entregado con una dedicación semejante… excepto por Hharm, quizás, que tenía una opinión bastante débil del valor de una hembra. Pero Darius era el que sentiría más esta responsabilidad y el rey no podía haberlo calculado mejor.
Dicho sea de paso, iba a necesitar ayuda y echó una mirada a sus hermanos para determinar a quién escogería, examinando las caras serias, ahora conocidas. Dejó de buscar cuando vio el semblante de un extraño entre ellos.
Al otro lado del altar, el Hermano Hharm estaba de pie junto a una versión más joven y delgada de sí mismo. Su chico tenía el cabello oscuro y ojos azules como su señor, compartía el potencial de los hombros amplios y el pecho ancho característicos de Hharm. Pero ahí acababa la similitud. Hharm estaba repantigado con una inclinación insolente contra la pared de la cueva, lo cual no era una sorpresa. El macho prefería el combate a la conversación, teniendo poco tiempo o capacidad de concentración para malgastar en lo último. El chico, sin embargo, estaba comprometido hasta el punto de estar completamente paralizado, con sus inteligentes ojos centrados con admiración en el rey.
Tenía las manos detrás de la espalda.
A pesar de su apariencia exterior de calma, se retorcía esas manos donde nadie podía verlas, el movimiento de los antebrazos revelaba su nerviosismo.
Darius podía comprender cómo se sentía el muchacho. Tras este discurso, todos saldrían al campo y el hijo de Hharm sería probado por primera vez contra el enemigo.
No estaba armado apropiadamente.
Recién llegado del campamento guerrero, sus armas no eran mejores de lo que habían sido las de Darius… sólo trastos desechados por el Bloodletter. Lo cuál era deplorable. Darius no había tenido un padre que le proveyera, pero Hharm debería haberse encargado de su hijo, dándole instrumentos bien equilibrados y tan bien hechos como los de él mismo.
El rey levantó los brazos y miró al techo.
- Qué la Virgen Escriba cuide de los aquí reunidos con toda la gracia y bendiciones destinada a soldados de valor que parten a los campos en conflicto.
El grito de guerra explotó desde los Hermanos y Darius se unió a él con todo su aliento, el rugido resonó, rebotó y continuó como un cántico. Mientras el sonido atronador se elevaba más y más alto, el rey tendió la palma a un lado. Desde las sombras, el joven heredero al trono avanzó, con una expresión más vieja que sus siete años. Wrath, hijo de Wrath, era, como Tohrment, el vivo retrato de su señor, pero allí terminaba la comparación entre las dos parejas. El rey en ciernes era sagrado, no sólo para sus padres, sino para la raza.
Este pequeño macho era el futuro, el líder venidero… evidencia de que, a pesar de las afrentas cometidas por la Sociedad Lessening, los vampiros sobrevivirían.
Y no tenía miedo. Mientras muchos pequeñines se encogían detrás de un padre cuando se enfrentaban a un solo Hermano, el joven Wrath estaba al lado del suyo, mirando fijamente a los machos que tenía ante él como si supiera, a pesar de su tierna edad, que él comandaría las espaldas fuertes y los brazos luchadores de aquellos que estaban ante él.
- Marchad, mis guerreros -dijo el rey-. Marchad y esgrimid vuestras dagas con intención mortífera.
Palabras sanguinarias para decir ante orejas tiernas, pero en medio de la guerra, no había ventajas en proteger a la siguiente generación de la realeza. Wrath, hijo de Wrath, nunca acudiría al campo de batalla, era demasiado importante para la raza, pero sería entrenado para apreciar aquello a lo que se enfrentaban los machos que tenía bajo su autoridad.
Cuando el rey bajó la mirada a su descendencia, los ojos del anciano se empañaron de orgullo, alegría, esperanza y amor.
Cuán diferente a Hharm y su hijo. Ese joven estaba al lado de su progenitor de sangre, pero por la atención que éste le prestaba, podría haber estado junto a un extraño.
Ahgony se inclinó hacia Darius.
- Alguien debe vigilar a ese chico.
Darius asintió.
- Aye.
- Le he traído del campamento guerrero esta noche.
Darius echó un vistazo a su hermano.
- ¿De verdad? ¿Dónde estaba su señor?
- Entre las piernas de una doncella.
Darius maldijo para sí. En verdad, el Hermano tenía una constitución brutal a pesar de su crianza y por cortesía de sus bajos instintos tenía hijos en abundancia, lo cual podría haber explicado, aunque ciertamente no disculpaba, su falta de consideración. Por supuesto, sus otros hijos no eran elegibles para la Hermandad porque sus madres no eran de sangre Elegida.
Sin embargo, Hharm aparentaba despreocupación.
Mientras el pobre chico permanecía tan separado, Darius recordó bien su primera noche en el campo: cómo no había estado unido a nadie… cómo había temido enfrentarse al enemigo sin nada más que sus habilidades y el poco entrenamiento que tenía para fortalecer su valor. No era que los Hermanos no se hubieran preocupado para nada de sus miedos. Pero habían tenido que cuidar de sí mismos y él había tenido que probar que podía valerse sólo.
Este joven macho estaba claramente en el mismo apuro, sólo que él tenía a un padre que debería haberle facilitado el camino.
- Cuídate, Darius -dijo Ahgony cuando la realeza se mezcló con los Hermanos, estrechando manos y preparando su partida-. Yo escolto el rey y al príncipe.
- Cuídate, hermano. -Los dos se abrazaron rápidamente y luego Ahgony se unió a los Wrath y salió con ellos de la cueva.
Mientras Tohrture ascendía y comenzaba a repartir territorios para la noche, se empezaron a formar las parejas y Darius buscó entre las cabezas al hijo de Hharm. El chico se había marchitado contra la pared y estaba tenso, todavía con esas manos detrás de la espalda. Hharm parecía poco interesado en cualquier otra cosa excepto en intercambiar exageraciones con los demás.
Tohrture se llevó dos dedos a la boca y silbó.
- ¡Hermanos! ¡Atención! -Sobre la cueva cayó un silencio pesado-. Gracias. ¿Tenemos claros los territorios?
Hubo una afirmación colectiva y los Hermanos comenzaron a salir, Hharm ni siquiera miró a su hijo. Simplemente fue a la salida.
A su estela, el chico llevó las manos hacia delante y se las frotó. Dando un paso adelante, pronunció el nombre de su padre una vez… dos veces.
El Hermano se volvió, su expresión era similar a la de alguien que se enfrentaba a una obligación inoportuna.
- Bien, vamos, entonces…
- Si me permites -dijo Darius, dando un paso entre ellos-. Sería en placer para mí aceptar su ayuda en mi tarea. Si ello no ofende.
La verdad era que no le importaba para nada si ofendía. El chico necesitaba más de lo que su padre le daría y Darius no era del tipo que se sentaba a un lado mientras se cometía una injusticia.
- ¿Crees que no puedo cuidar a los de mi sangre? -exclamó Hharm con brusquedad.
Darius se giró hacia el macho y quedaron nariz con nariz. En lo que se refería a conflictos él prefería la negociación, pero con Hharm no había manera de razonar. Y Darius estaba bien dotado para enfrentar la fuerza con fuerza.
Mientras la Hermandad se quedaba congelada en torno a ellos, Darius dejó caer su voz aunque todos los allí reunidos oyeron cada palabra.
- Entrégame al muchacho y lo devolveré entero al alba.
Hharm gruñó, el sonido fue el de un lobo entre sangre fresca.
- Yo también, hermano.
Darius se inclinó más cerca.
- Si lo llevas a luchar y muere, cargarás esa vergüenza sobre tu linaje para siempre. -Aunque la verdad, era difícil saber si la conciencia del macho se vería afectada-. Entrégamelo y te libraré de esa carga.
- Nunca me has gustado, Darius.
- Aun así allá en el campamento estuviste más que dispuesto a servirte de aquellos a los que vencí. -Darius mostró sus colmillos-. Dado lo mucho que disfrutaste de ello, cualquiera pensaría que me tendrías en mejor consideración. Y que sepas esto, si no me permites supervisar al chico, te derribaré en este suelo y te golpearé hasta que cedas ante mí.
Hharm rompió el contacto visual, alzando su mirada por encima del hombro de Darius mientras el pasado arrastraba hacia atrás al Hermano. Darius supo el momento que estaba rememorando. La noche que Darius le había vencido en el campamento… y cómo Darius se había negado a castigar la deficiencia, Bloodletter lo había hecho. Brutal era una palabra pálida para describir aquella sesión y aunque Darius era reacio sacarlo a colación, la seguridad del muchacho era un objetivo digno que bien valía los medios indignos.
Hharm sabía quién ganaría en un concurso de puños.
- Llévatelo -dijo el macho con rotundidad-. Y haz lo que quieras con él. Por la presente renuncio a él como mi hijo.
El Hermano giró y salió a zancadas…
Y se llevó todo el aire de la cueva con él.
Los guerreros le observaron marchar, su silencio más fuerte de lo que había sido el grito de guerra. Repudiar a tu vástago era antiético en la raza, tanto como lo sería la luz del día en una comida familiar: era la ruina.
Darius fue donde el joven macho. Esa cara… Querida Virgen Escriba. La cara gris congelada del chico no estaba triste. Ni angustiada. Ni siquiera avergonzada.
Sus rasgos eran una verdadera máscara mortuoria.
Tendiendo la palma, Darius dijo:
- Saludos, hijo. Soy Darius y funcionaré como tu whard en la lucha.
Los ojos del joven parpadearon una vez.
- ¿Hijo? Pronto iremos a los acantilados.
Bruscamente, Darius fue objeto de una aguda evaluación, el chico buscaba claramente signos de obligación y compasión. Sin embargo, no encontraría ninguno. Darius conocía con precisión la tierra yerma y dura que yacía bajo las botas del muchacho y por lo tanto era bien consciente de que cualquier tipo de suavidad ofrecida sólo tendría como resultado una vergüenza adicional.
- ¿Por qué? -llegó una pregunta ronca.
- Vamos a los acantilados a encontrar a esa hembra -dijo Darius con calma-. Por eso.
Los ojos del chico recorrieron a Darius. Luego el joven se colocó la mano sobre el pecho. Con una reverencia dijo:
- Intentaré ser de algún valor en vez de una carga.
Era tan duro que te rechazaran. Más duro todavía mantener la cabeza alta tras semejante insulto.
- ¿Cuál es tu nombre? -preguntó Darius.
- Tohrment. Soy Tohrment, hijo de… -Se aclaró la garganta-. Soy Tohrment.
Darius se colocó junto al joven macho y le puso la palma sobre un hombro que todavía tenía que rellenarse en todo su potencial.
- Ven conmigo.
El chico le siguió con determinación… fuera de la audiencia de la Hermandad… fuera del santuario… fuera de la cueva…hacia la noche.
El cambio dentro del pecho de Darius sucedió en algún momento entre ese paso adelante inicial y el momento en que se desmaterializaron juntos.
Verdaderamente se sentía como si por primera vez tuviera una familia propia… porque aunque el chico no fuera suyo por sangre, había asumido su cuidado.
Por consiguiente, se interpondría ante una hoja que pretendiera ir contra el joven si llegaba el caso, sacrificándose a sí mismo. Tal era el código de la Hermandad… pero sólo hacia los hermanos de uno. Tohrment no entraba todavía en esa categoría; era sólo un iniciado por virtud de su línea de sangre, lo cual le había ganado el acceso a la Tumba y nada más. Si fallaba al probarse a sí mismo, sería excluido para siempre de allí.
Desde luego, en lo que se refería al código, el chico bien podía ser asesinado en el campo de batalla y dejado por muerto.
Pero Darius no lo permitiría.
Siempre había deseado un hijo propio.
Capítulo 9
A TREINTA Y DOS KILÓMETROS A LAS AFUERAS DE CHARLESTON, CAROLINA DEL SUR.
- Santa… Mierda. Qué pedazo de árboles tienen aquí.
Vale, sí, eso lo resumía. Cuando la furgoneta con conexión vía satélite de Investigadores Paranormales salía de la Ruta Rural SC 124, Gregg Winn frenó y se inclinó sobre el volante.
Jodidamente… perfecto.
La entrada a la casa de la plantación estaba señalada a ambos lados por robles vivos del tamaño de una casa rodante y colgaba musgo español de todas esas ramas enormes, meciéndose con la suave brisa.
Al final del camino enmarcado, como a un kilómetro de distancia, se asentaba la mansión con columnas, linda como una señorita en una silla, con el sol del mediodía pintando su rostro de claro amarillo limón.
Desde atrás, la “presentadora” de IP, Holly Flete, se inclinó hacia él.
- ¿Estás seguro de esto?
- Es un B&B, ¿verdad? -Gregg le dio caña al gas-. Abierto al público.
- Llamaste cuatro veces.
- No dijeron que no.
- No te devolvieron las llamadas.
- Lo que sea -Necesitaba que esto saliera bien. Los especiales de IP estaban a punto de pasar al siguiente nivel de precio por anuncios de la cadena. No estaban en territorio Ídolo Americano, es verdad, pero le habían pateado bien el culo al episodio más reciente de Magia al Descubierto y si continuaba la tendencia, el dinero iba a ser más espeso que la sangre.
La larga carretera hasta la casa era como un rastro que conducía no sólo al interior de la propiedad, sino atrás en el tiempo. Por el amor de Dios, mientras miraba en torno a los patios cubiertos de maleza, esperaba ver soldados de la Guerra Civil y a una Vivian Leigh de antes de la guerra paseándose bajo los árboles velados.
El camino de grava llevó a los visitantes directamente a la entrada delantera formal y Gregg aparcó a un lado por si acaso otros coches necesitaran pasar.
- Vosotros dos os quedáis aquí. Yo voy a entrar.
Mientras salía de detrás del volante, se cubrió su camiseta Ed Hardy con un cortavientos negro y se puso la manga del mismo por encima del Rolex. La furgoneta con el logo de IP que mostraba una lupa sobre un fantasma negro y sombrío ya era lo suficientemente llamativa y sin duda la casa pertenecía a un personaje local. La cuestión era que el estilo hollywoodiense no era necesariamente apreciado más allá de L.A. y este hermoso lugar estaba tan alejado como era posible de la cirugía plástica y los bronceados de spray.
Sus mocasines Prada avanzaron sobre las piedrecillas del sendero mientras caminaba hacia la entrada. La casa blanca era una simple construcción de tres pisos en forma de caja con porches en el primer y segundo nivel, y un tejado inclinado con buhardillas, pero la elegancia de las proporciones y el puro tamaño de la maldita cosa eran lo que la convertía sin duda alguna en una mansión. Y para rematar la imagen de gran dama, todas las ventanas estaban enmarcadas en el interior por cortinas de colores de gemas preciosas, y a través del cristal emplomado, podían verse los candelabros colgando de los altos techos.
Joder con el Bed and Breakfast.
La puerta delantera era lo suficientemente grande como para pertenecer a una catedral y el llamador era una cabeza de león de latón que parecía casi de tamaño natural. Levantando el peso, lo dejó caer de vuelta a su posición. Mientras esperaba, comprobó que Holly y Stan estuvieran donde los había dejado. Refuerzos era lo último que necesitaba cuando estaba en lo que equivaldría a una llamada comercial, especialmente cuando el hola-mi-nombre-es no era bienvenido. Y la verdad era que, si no hubieran estado precisamente por Charleston, probablemente no hubiera intentado un cara-a-cara, pero por media hora de carretera que ni siquiera estaba fuera de su ruta, valía la pena el esfuerzo. No se les esperaba en Atlanta para el montaje del especial hasta dentro de un par de días, así que tenían tiempo para esto. Mejor dicho, mataría por…
La puerta se abrió del todo y tuvo que sonreír a lo que había al otro lado. Tío… esto se ponía cada vez mejor. El tipo tenía las palabras Mayordomo Inglés estampadas por todas partes, desde sus zapatos brillantes a su chaleco y chaqueta negros.
- Buenas tardes, señor -Y tenía acento. Pero no británico, ni francés… de clase alta europea-. ¿En qué puedo ayudarle?
- Gregg Winn -extendió la mano-: Creo que he llamado un par de veces. No estoy seguro de que le llegaran los mensajes.
- En efecto.
Gregg se esperó a que el otro hombre continuara. Cuando vio que no había nada más, se aclaró la garganta.
- Ah… esperaba que nos permitiera hacer algo de investigación en su encantadora casa y en los terrenos. La leyenda de Eliau Rathboone es bastante notable, quiero decir… los informes de sus huéspedes son increíbles. Mi equipo y yo…
- Permítame que le interrumpa. No habrá grabaciones ni filmaciones…
- Podríamos pagar.
- …en ningún caso -el mayordomo sonrió tensamente-. Estoy seguro que entiende que preferimos nuestra privacidad.
- Francamente, no. ¿Qué mal hay en permitir que echemos un vistazo? -Gregg bajó la voz y se inclinó hacia delante-. A menos que, por supuesto… ¿sea usted mismo el que va haciendo esos ruidos de pisadas en mitad de la noche? ¿O sujetando una vela en esa habitación de arriba con un hilo de pescar?
El rostro del mayordomo no cambió y sin embargo, desprendía desprecio.
- Creo que ya se iba.
No fue un comentario. Ni una sugerencia. Fue una orden. Pero que le den, Gregg había tratado con cosas más duras que este maricón vestido de pingüino.
- ¿Sabe? Deben tener cantidad de gente que viene por aquí gracias a esas inquietantes historias -Gregg bajó la voz incluso más-. Nuestra audiencia en la televisión es enorme. Si cree que ya tiene visitantes ahora imagínese cómo iría si su negocio se conociera a escala nacional. Aun si se está inventando usted mismo el asunto ese de Rathboone, podemos trabajar con usted, en vez de contra usted. Si sabe a lo que me refiero.
El mayordomo dio un paso atrás y comenzó a cerrar la puerta.
- Buenos días, señor.
Gregg interpuso su cuerpo. Aunque no había tenido pensado hacer una comprobación exhaustiva, lo del no tajante no iba con él. Y como siempre, que le dieran un portazo afilaba su interés como nada.
- Entonces nos gustaría pasar aquí la noche. Estamos haciendo algunas pruebas en localizaciones de la Guerra Civil de por aquí y necesitamos un sitio para instalarnos.
- Me temo que estamos al completo.
En ese momento, como un don divino, una pareja bajó la graciosa escalera, con las maletas en la mano. Gregg sonrió y miró por encima del hombro del mayordomo.
- No tan completos como antes -dando un giro por sus múltiples personalidades, puso por delante su mejor cara de no-voy-a-ser-un-problema-. No es no, me doy cuenta de ello. Así que no grabaremos nada, ni audio ni video. Lo juro por la vida de mi abuela. -Levantando la mano para saludar dijo en voz alta-: Ey muchachos, ¿disfrutasteis de vuestra estancia?
- ¡Dios mío fue increíble! -dijo la novia, esposa, rollo de una noche, lo que fuera-. ¡Eliahu es de verdad!
El novio, marido, rollo de una noche, asintió.
- Yo no la creía. Quiero decir que… fantasmas, venga ya. Pero sí… lo oí.
- También vimos la luz. ¿Has oído lo de la luz?
Gregg se puso la mano en el pecho como en estado de shock.
- No, ¿qué luz? Contádmelo todo…
Mientras se volcaban en una detallada explicación de todas esas “cosas increíbles y alucinantes” de las que habían sido “increíbles y alucinados testigos” durante su “increíble, etc.”, el mayordomo entrecerró los ojos hasta convertirlos en dos rayas. Estaba claro que su necesidad imperiosa de matar se veía dominada por los buenos modales mientras se apartaba para dejar que Gregg se reuniera con la pareja que se iba, pero la temperatura del vestíbulo había bajado a niveles árticos.
- Espera… eso es… -el huésped masculino frunció el ceño y se inclinó a un lado-. Mierda santa, eres de ese programa…
- Investigadores Paranormales -completó Gregg-. Soy el productor.
- Y la presentadora… -el tipo miró a su amiguita-. ¿También está aquí?
- Claro. ¿Quieres conocer a Holly?
El chico dejó la maleta en el suelo para meterse mejor en los pantalones el polo que llevaba puesto.
- Sí. ¿Podría?
- Estábamos a punto de irnos -le interrumpió su media naranja-. ¿Verdad? Dan.
- Pero si… si… tenemos la oportunidad de…
- Si salimos ahora, estaremos en casa al atardecer -se volvió hacia el mayordomo-. Gracias por todo, señor Griffin. Nuestra estancia ha sido encantadora.
El mayordomo se inclinó con soltura.
- Por favor, vuelvan en otra ocasión, señora.
- Oh, lo haremos. Este sitio sería perfecto para nuestra boda en septiembre. Es increíble.
- Alucinante -añadió su prometido, como si quisiera resarcirse.
Gregg no insistió en que conociera a Holly mientras la pareja salía por la puerta delantera, aunque el chico le miró como si estuviera deseando que Gregg los siguiera.
- Pues entonces iré a por nuestras maletas -dijo Gregg al mayordomo-. Y puede prepararnos la habitación, señor Griffin.
El aire que rodeaba al hombre pareció espesarse.
- Tenemos dos cuartos.
- Está bien. Ya que veo que es usted un hombre con valores, le diré que Stan y yo compartiremos habitación. Para mantener las formas.
El mayordomo alzó las cejas.
- Muy bien. Si usted y sus amigos son tan amables de esperar en la sala a su derecha, haré que el ama de llaves prepare sus habitaciones.
- Fantástico -Gregg le dio al hombre una palmadita en el hombro-. No se dará ni cuenta de que estamos aquí.
El mayordomo dio un paso atrás.
- Sólo un consejo por su bien.
- Ilumíneme.
- No vayan al tercer piso.
Vaya, ¿no era eso una invitación?… y una frase sacada de una de las pelis de Scream.
- Por supuestísimo que no. Se lo juro.
El mayordomo salió del vestíbulo y Gregg se dirigió a la puerta delantera, yendo hacia su equipo. Al salir Holly del coche, su doble copa D se balanceó bajo la camiseta negra que llevaba puesta y sus Sietes [4] estaban tan bajos que su barriga plana y morena se veía claramente. La había contratado no por su cerebro, sino por sus medidas de Barbie y sin embargo había resultado ser más de lo que esperaba. Como un montón de tontitas, no era completamente estúpida, solamente muy estúpida y tenía una capacidad casi mágica para colocarse siempre en la mejor posición para su carrera.
Stan deslizó la puerta corredera de la furgo y salió, parpadeando fuertemente y apartándose el largo y greñudo cabello. Perpetuamente colocado, era la persona perfecta para este trabajo: técnicamente apto, pero tan tranquilito que asumía bien las órdenes. Lo último que quería Gregg era a un artista a cargo de las cámaras.
- Coged el equipaje -les gritó Gregg. Lo que en su código significaba: Traed no sólo para pasar la noche, también el equipo pequeño.
Este no era el primer sitio donde les había tenido que dar esa orden.
Mientras volvía dentro, la pareja que acababa de irse pasó por su lado conduciendo un Sebring convertible, el chico observaba a Holly inclinarse hacia la furgo en vez de mirar por dónde estaba yendo.
Ella tendía a tener ese efecto en los hombres. Otro motivo para tenerla en el equipo.
Bueno, eso y que no tenía problemas con el sexo esporádico.
Gregg entró en el salón y echó un vistazo dando un giro de 180 grados. Las pinturas al óleo eran como de museo, las alfombras eran persas, las paredes estaban pintadas a mano con una escena pastoral. Había candelabros de plata en cada superficie lisa y ni una sola pieza del mobiliario era ni del siglo veintiuno ni del veinte… o tal vez ni del diecinueve.
El periodista en él se puso alerta y a dar gritos. Los B&B, incluso los de primera categoría, no estaban decorados de esta forma. Así que aquí estaba sucediendo algo.
O eso o la leyenda de Eliahu estaba haciendo que una cantidad ingente de cabezas reposaran en estas almohadas cada noche.
Gregg se acercó a uno de los retratos más pequeños. Era de un hombre a mitad de la veintena y pintado en otro tiempo, otro lugar. El sujeto estaba sentado en una silla tapizada, con las piernas cruzadas a la altura de las rodillas, sus elegantes manos apartadas hacia un lado. El cabello negro estaba echado atrás y atado con una cinta, revelando un rostro que era deslumbrante. Las ropas eran… bueno, Gregg no era un historiador, así que, qué coño sabría él, pero estaba claro como el agua que se parecían a lo que llevaban George Washington y su clan.
Este era Eliahu Rathboone, pensó Gregg. El abolicionista secreto que siempre había dejado encendida una luz para animar a aquellos que tenían que escapar para llegar hasta él… el hombre que había muerto para proteger una causa antes incluso de que ésta se arraigara en el Norte… el héroe que había salvado a tantos, sólo para que sesgaran su joven vida.
Este era su fantasma.
Gregg formó un marco con los dedos y recorrió la estancia como si llevara una cámara antes de enfocar en aquel rostro.
- ¿Es él? -la voz de Holly llegó desde atrás-. ¿Es verdaderamente él?
Gregg sonrió abiertamente por encima del hombro, su cuerpo hormigueaba.
- Y yo que pensaba que las fotos de internet eran buenas.
- Bueno es… guapísimo.
Y también eran hermosos su historia, su casa y toda esa gente que salía de aquí hablando de apariciones.
A tomar por culo el viaje a Atlanta y su asilo. Este iba a ser su nuevo especial.
- Quiero que te trabajes al mayordomo -dijo Gregg suavemente-. Ya sabes a lo que me refiero. Quiero acceso a todo.
- No me voy a acostar con él. Tracé la línea divisoria en la necrofilia y ese es más viejo que Dios.
- ¿Acaso te he pedido que te tumbes de espaldas? Hay otras maneras. Y tienes esta noche y mañana. Quiero hacer aquí el especial.
- Quieres decir…
- Vamos a salir en directo desde aquí en diez días -caminó hacia la ventana que daba al camino de los árboles y con cada paso que daba, las tablas de madera crujían. Día de los Emmys, allá vamos, pensó Gregg.
Jodidamente perfecto.
Capítulo 10
John Matthew despertó con la mano en la polla. O más bien, medio despertó. Lo que tenía en la palma estaba completamente dispuesto, sin embargo.
En su mente nebulosa, imágenes de él y Xhex le iluminaban de dentro a fuera… Los veía en la cama de ella en aquel sótano suyo y había mucha desnudez, ella montando a horcajadas sus caderas, él extendiendo la mano para tocar sus pechos. La sentía bien y sólida encima suyo, el centro femenino ardiente y húmedo contra su erección, el cuerpo poderoso arqueándose y relajándose mientras se frotaba a sí misma sobre lo que anhelaba penetrarla.
Necesitaba entrar en ella. Necesitaba dejar algo de sí mismo atrás.
Necesitaba marcarla.
El instinto era abrumador hasta el punto de la compulsión… y aún así su conciencia lo aguijoneaba cuando se sentó y tomó uno de los pezones en su boca. Mientras atraía la carne entre sus labios, succionando, acariciándola con la lengua, mordisqueándola tan gentilmente, a algún nivel sabía que esto no estaba pasando realmente… y que incluso siendo una fantasía, estaba mal. No era justo para la memoria de ella, aunque las visiones tenían demasiado ímpetu y su palma mientras trabajaba con sí mismo tenía demasiado agarre… y el momento era demasiado innegable y eléctrico para volverse atrás.
No había vuelta atrás.
John imaginó que rodaba hasta ponerla de espaldas y se erguía sobre ella, bajando la mirada a esos ojos gris bronce. Los muslos se separaban a ambos lados de sus caderas, el exuberante sexo listo para lo que él quería darle, la esencia de ella enterrándose en su nariz hasta que supo que era suya. Pasando las palmas sobre esos pechos y hacia abajo por el estómago, se maravilló de cuán similares eran sus cuerpos. Ella era más pequeña comparada con él, pero sus músculos eran iguales, duros y tonificados, listos para utilizar, fuertes como hueso cuando estaban enlazados. Adoraba lo inquebrantable que era bajo esa piel lisa y suave, adoraba lo fuerte, lo resistente…
La deseaba con locura.
Excepto que de repente no podía ir más allá.
Fue como si la fantasía se hubiera atascado, la cinta rota, el DVD arañado, el archivo digital corrupto. Y todo lo que le había quedado eran su atracción y su calentón, un éxtasis al límite que iba a volverlo loco.
Xhex le alzó la cara y la acunó y con ese contacto gentil de repente le controló totalmente, su cabeza, cuerpo y alma: le poseía a él y a todo lo suyo, desde los ojos a los muslos. Era suyo.
- Ven a mí -le dijo, inclinando la cabeza a un lado.
Las lágrimas volvieron borrosa su visión. Finalmente iban a besarse. Finalmente, lo que le había negado iba a ocurrir…
Cuando se inclinó hacia abajo… ella volvió a guiar su boca hasta un pezón.
Sintió una momentánea puñalada de rechazo, pero luego este extraño júbilo le golpeó. El rechazo era tan propio de ella, que se figuró que quizás esto no fuera un sueño. Tal vez estaba pasando realmente. Empujando a un lado su tristeza, se concentró en lo que ella estaba dispuesta a darle.
- Márcame -dijo Xhex con voz profunda.
Desnudando los colmillos, pasó una blanca punta afilada alrededor de la aureola, trazando un círculo, acariciando. Quiso preguntarle si estaba segura, pero ella respondió a la pregunta por sí misma. Con un rápido movimiento, se impulsó excitada desde el colchón y le tiró de la cabeza hacia abajo, hacia su piel, de forma que la penetró y una astilla de sangre corrió.
John se echó atrás de repente, temiendo haberle hecho daño… pero no y cuando ella se arqueó en una ola erótica, la fuente que refulgía con su vida lo llevó al orgasmo.
- Toma de mí -exigió ella mientras su polla se sacudía y pulsos ardientes se le vertían sobre los muslos-. Hazlo, John. Ahora.
No tuvo que pedírselo dos veces. Estaba cautivado por la gota de rojo profundo que florecía y con lenta gracia resbalaba por el pálido costado del pecho. Dirigiendo su lengua, capturó el rastro y lo siguió de vuelta a su hogar con un lametón que terminó en el pezón.
Su cuerpo entero brilló tenuemente ante el sabor de ella, otra liberación lo estremeció y marcó la piel de la hembra mientras John caía entre la agonía de otra liberación. La sangre de Xhex era descarada y pesada en su boca, una adicción totalmente creada al primer intento, un destino que no quería abandonar jamás ahora que estaba allí. Mientras saboreaba lo que había tomado, creyó oír una risa femenina de satisfacción, luego estuvo perdido en lo que ella le daba.
Su lengua se arrastró sobre ambos, pezón y corte y luego sus labios formaron un sello y se amamantó de ella, tomando su oscuro sabor en la garganta y las entrañas. La comunión con ella era todo lo que había deseado alguna vez y ahora que se estaba alimentando de ella, el júbilo le alcanzó junto con la energía nuclear que provenía de su sangre.
Deseando darle algo a cambio, movió el brazo hacia abajo de forma que su mano pasara sobre las caderas y entre los muslos. Trazando los músculos tensos encontró su centro… Oh, Dios, estaba resbaladiza, tersa y maravillosamente ardiente, lista y anhelando recibirlo. Y aunque no sabía una mierda de anatomía femenina, dejó que los gemidos de ella y sus embates le dijeran adónde deberían ir sus dedos y qué deberían estar haciendo.
No costó mucho que los dedos con los que la tocaba estuvieran tan húmedos como lo que tocaban y fue entonces cuando deslizó profundamente su dedo medio. Utilizando el pulgar, le masajeó el clítoris y encontró un ritmo que igualaba los embates que estaba marcando en el pecho.
La estaba trayendo al borde, llevándola con él, devolviéndole tanto como estaba consiguiendo, cuando sabía que necesitaba más. Deseaba estar con ella cuando llegara. Luego estaría completo de alguna forma etérea, entero dentro de su piel.
Era el instinto de un hombre vinculado y necesitado. Lo que tenía que hacer para sentir paz.
Alzando los labios del pecho, arrastró la mano del sexo de ella y se recolocó para que su satinada polla estuviera posicionada sobre las piernas abiertas de ella. Le sostuvo la mirada en ese momento incendiario, le acarició el cabello corto alrededor de la cara. Lentamente, dejó caer su boca hacia abajo…
- No -dijo ella-. Esto no va de eso.
John Matthew se incorporó de repente, la fantasía del sueño destrozada, su pecho anudado en frígidas cuerdas de dolor.
Con disgusto, dejó pasar su erección… no es que estuviera duro ya. Su polla se había marchitado completamente, a pesar del orgasmo que había estado preparado para salir del glande.
No va de esto.
Al contrario que en el sueño, que había sido totalmente hipotético, esas palabras eran las que ella le había dicho realmente… y precisamente en ese contexto sexual.
Cuando recorrió con la mirada su cuerpo desnudo descubrió que, las liberaciones que había tenido, las que había imaginado que tenía sobre ella, estaban por todo su abdomen y las sábanas.
Por qué demonios podía correrse solo como ninguna otra cosa. Por qué demonios esas palabras le afectaban como ninguna otra cosa podía hacerlo.
Examinando el reloj, vio que se había dormido a pesar de la alarma. O más probablemente no se había molestado en ponerla. Un beneficio del insomnio era que no necesitabas recargar tu teléfono por tener que apagar todos esos zumbidos.
En la ducha se lavó rápidamente, y empezó con la polla. Odiaba lo que había hecho en esa extraña zona semi-dormida. Sentía que masturbarse estaba totalmente mal considerando la situación y desde ahora iba a dormir en vaqueros si tenía que hacerlo.
Aunque conociendo a su mano, la maldita probablemente terminaría bajando la cremallera de todos modos.
Joder, se iba a encadenar la muñeca al puñetero cabecero.
Después de afeitarse, que al igual que lavarse los dientes era más un hábito que orgullo por su apariencia, apoyó las palmas sobre el mármol y se inclinó hacia el chorro principal, dejando que el agua le resbalara por encima.
Los lessers son impotentes. Los lessers… son impotentes.
Dejando colgar la cabeza, sintió la corriente caliente sobre la parte de atrás del cráneo.
Para él el sexo sacaba a patadas todo tipo de cosas malas y cuando la imagen de un hueco de escalera roñoso floreció como una mancha en su cerebro, volvió a encasquetarse sus protecciones y se arrastró de vuelta al presente. No es que fuera una mejora.
Habría experimentado lo que le había ocurrido un millar de veces para salvar a Xhex de ser maltratada de aquella manera una vez más.
Oh… Dios.
Los lessers eran impotentes. Siempre lo habían sido.
Moviéndose como un zombie, salió, se secó y se dirigió al dormitorio para vestirse. Justo cuando se ponía los pantalones de cuero, su teléfono sonó y extendió la mano hasta la chaqueta para pescarlo.
Lo abrió… encontró un mensaje de texto de Trez.
Todo lo que decía era: 189 avenida st. francis 10 esta noche.
Al cerrar el teléfono, su corazón latía con intención brutal. Cualquier grieta en los cimientos… sólo estaba buscando una pequeña grieta en el mundo de Lash, una fisura, algo en lo que pudiera meter una cuña y volar toda la puñetera cosa en pedazos.
Xhex bien podría estar muerta y esta nueva realidad sin ella podía ser su futuro, pero eso no significaba que no pudiera vengarla.
En el baño, se ciñó su pistolera de pecho, se armó y después de agarrar la chaqueta salió al pasillo. Haciendo una pausa, pensó en toda la gente que estaría reunida abajo… así como en la hora. Las persianas estaban todavía bajadas.
En vez de ir a la izquierda hacia la grandiosa escalera y el vestíbulo, fue a la derecha… y caminó silenciosamente a pesar de sus shitkickers.
* * *
Blaylock salió de su habitación poco antes de las seis porque quería echar un vistazo a John. Normalmente el tipo daba señal alrededor de la hora de comer, pero hoy no. Lo cual significaba qué o estaba muerto o borracho hasta las trancas.
En la puerta de su colega, se detuvo y se apoyó en ella. Del otro lado no llegaba nada que pudiera oír.
Después de un golpe suave no respondido, dejó escapar un joder y abrió la puerta. Tío, el lugar parecía registrado, con ropa por todas partes y una cama que posiblemente podía haber sido utilizada como pista de carrera de coches.
- ¿Está ahí?
Ante el sonido de la voz de Qhuinn, se puso tenso y tuvo que contenerse para no darse la vuelta. No había ninguna razón. Sabía que el tipo llevaría solo alguna especie de camiseta de Sid Vicious o Nine Inch Nail o Slipknot metida en sus pantalones de cuero negros. Y que su cara dura estaría pulcramente afeitada y muy lisa. Y que su cabello negro de punta estaría ligeramente húmedo por la ducha.
Blay entró en el dormitorio de John y se dirigió al baño, figurándose que sus acciones responderían bastante bien a la pregunta.
- ¿J? ¿Dónde estás, J?
Cuando se abrió paso con dificultad hasta todo ese mármol, el aire estaba denso por la humedad y olía a jabón Ivory, que era el que utilizaba John. Había una toalla húmeda sobre la encimera.
Cuando se dio la vuelta, se estampó contra el pecho de Qhuinn.
El impacto fue como estrellarse con un coche y su mejor amigo extendió la mano para estabilizarle.
Oh, no. Nada de tocar.
Blay retrocedió rápidamente y miró hacia el dormitorio.
- Lo siento. -Hubo una pausa rara-. No está aquí.
Por supuesto, Sherlock.
Qhuinn se inclinó hacia un lado y puso su cara, esa hermosa cara, en la línea de visión de Blay. Cuando el tipo se enderezó, los ojos de Blay lo siguieron porque tenían que hacerlo.
- Ya no me miras.
No, no lo hacía.
- Sí, te miro.
Desesperado por alejarse de esa mirada azul-y-verde, se dio un respiro y fue a por la toalla. Haciéndola una bola, la empujó hacia abajo por el tobogán del lavadero y maldita sea si el movimiento no ayudó un poco.
Especialmente cuando imaginó que era su propia cabeza la que era empujada por el agujero.
Blay estaba más tranquilo cuando se dio la vuelta. Sostuvo la mirada de esos ojos.
- Voy a bajar a cenar.
Se sentía bastante orgulloso de sí mismo cuando pasó junto…
La mano de Qhuinn salió disparada y aterrizó en su antebrazo, deteniéndole al instante.
- Tenemos un problema. Tú y yo.
- No lo tenemos. -No era una pregunta. Porque esta era la única conversación que él no tenía ningún interés en promover.
- ¿Qué demonios pasa contigo?
Blay parpadeó. ¿Qué pasaba con él? Él no era el que iba follándose a cualquier cosa con un agujero. No, él era el idiota patético que se consumía por su mejor amigo. Lo cual lo ponía en territorio llorica. Mucho más nenaza y habría tenido que cargar Kleenexs escondidos en la manga para secarse las lágrimas.
Desafortunadamente, el destello de furia decayó rápido y le dejó hueco.
- Nada. No pasa nada malo.
- Y una mierda.
Vale. De acuerdo. Esto no era justo. Ya habían pasado por este territorio y Qhuinn podía ser una guarra, pero la memoria del tipo era perfectamente funcional.
- Qhuinn… -Blay se pasó una mano por el cabello.
En ese preciso instante, esa jodida canción de Bonnie Raitt se disparó en su cerebro, su rica voz cantando… “No puedo hacer que me ames si no me amas… No puedes hacer que tu corazón sienta algo que no siente.”
Blay tuvo que reír.
- ¿Qué tiene tanta gracia?
- ¿Es posible ser castrado sin ser consciente de ello?
Ahora fue Qhuinn quien parpadeó.
- No a menos que estés real y puñeteramente borracho.
- Bueno, estoy sobrio. Mortalmente sobrio. Como es habitual. -Y ya que estábamos, tal vez necesitaba tomar ejemplo de John y empezar a emborracharse-. Sin embargo, creo que podría tener que cambiar eso. Perdona…
- Blay…
- No. No me vengas con "Blay". -Apuntó un dedo hacia la cara de su mejor amigo-. Vete a lo tuyo. Eso es lo que se te da mejor. Déjame en paz.
Salió, con la cabeza hecha un lío pero los pies compasivamente concentrados.
Tomando el pasillo de las estatuas hacia la escalera grande, pasó junto a las obras maestras grecorromanas y recorrió con la mirada esos cuerpos masculinos. Naturalmente, colocó con el photoshop la cabeza de Qhuinn en lo alto de cada una.
- No tienes que cambiar nada. -Qhuinn estaba justo a su estela, las palabras fueron bajas.
Blay llegó a lo alto de la escalera y miró abajo. El abismal vestíbulo resplandeciente ante él era como un regalo que abrías con tu cuerpo cuando entrabas, cada paso hacia delante te llevaba a un abrazo visual de color y oro.
El lugar perfecto para una ceremonia de emparejamiento, pensó sin ninguna razón en particular.
- Blay. Vamos. No ha cambiado nada.
Él miró sobre el hombro. Las cejas perforadas de Qhuinn estaban tensas, sus ojos eran feroces. Pero por muy claro que estuviera que el tío quería seguir hablando, Blay había acabado.
Empezó a bajar los escalones, moviéndose rápido.
Y no fue ninguna sorpresa que Qhuinn siguiera pegado a él… y a la conversación.
- ¿Qué demonios se supone que significa eso?
Oh, vale, como si necesitaran hacer esto delante de la gente del comedor. A Qhuinn le parecía bien tener audiencia para este tipo de cosas, pero Blay no encontraba útil en lo más mínimo contar con un gallinero.
Volvió a subir dos escalones, hasta que estuvieron cara a cara.
- ¿Cuál era su nombre?
Qhuinn respingó hacia atrás.
- ¿Perdón?
- El nombre de la recepcionista.
- ¿Qué recepcionista?
- La de anoche. En el salón de tatuajes.
Qhuinn puso los ojos en blanco.
- Oh, vamos…
- Su nombre.
- Dios, no tengo ni puñetera idea. -Qhuinn levantó las palmas, el idioma universal para qué más da-. ¿Qué importa?
Blay abrió la boca, al borde de deletrear que lo que no había significado nada para Qhuinn había sido un infierno de observar. Pero luego comprendió que sonaría posesivo y estúpido.
En lugar de hablar, metió la mano en su bolsillo, extrajo sus Dunhills y sacó uno.
Se lo echó a la boca y lo encendió mientras miraba a esos ojos dispares.
- Odio cuando fumas -masculló Qhuinn.
- Supéralo -dijo Blay, dando media vuelta y dirigiéndose hacia abajo.
Capítulo 11
- ¿Adónde vas, John?
Abajo, en la entrada de la parte de atrás de la mansión, John se quedó congelado con la mano en una de las puertas que conducía al garaje. Demonios… una casa tan grande, cualquiera pensaría que podías salir sin ser visto. Pero no… había ojos por todas partes. Opiniones… por todas partes.
Era como el orfanato en ese aspecto.
Se giró y enfrentó a Zsadist. El Hermano tenía una servilleta en una mano y un biberón en la otra, dejando patente que acaba de levantarse de la mesa del comedor y venía de la cocina. Y caray, suponía que… la siguiente persona que atravesó la puerta fue Qhuinn y llevaba un muslo de pavo a medio comer con él como si esta fuera su última esperanza de alimentarse en, más o menos, las próximas diez horas.
La llegada de Blay lo convirtió en una jodida convención.
Z asintió con la cabeza hacia el agarre de John sobre el picaporte, arreglándoselas de algún modo para parecer un asesino en serie a pesar de la parafernalia de bebé. Probablemente fuera la cicatriz de la cara. Más probablemente aún los ojos que emitían un brillo negro.
- Te he hecho una pregunta, chico.
Estoy sacando la puñetera basura.
- ¿Y dónde está el cubo?
Qhuinn se pulió su cena y luego se acercó deliberadamente a los cubos de basura para tirar el hueso limpio.
- Sí, John. Vas a tener que responder a eso.
No, no tenía que hacerlo, joder.
Me largo de aquí, dijo por señas.
Z se inclinó hacia delante y plantó una palma sobre los paneles de la puerta, la servilleta colgaba suelta como una bandera.
- Has estado saliendo cada vez más y más temprano cada noche, pero te has pasado de la raya. No vas a marcharte tan pronto. Te quemarás como una patata frita. Y p.d. si alguna vez se te vuelve a ocurrir salir sin tu guardia privada, Wrath va a utilizar tu cara de martillo, ¿me captas?
- Puñetero Jesucristo, John. -La voz de Qhuinn era un gruñido de disgusto y tenía una expresión en la cara como si alguien hubiera limpiado un baño con sus sábanas-. Nunca te he detenido. Jamás. ¿Cómo coño me tratas así?
John miró a algún punto sobre la oreja izquierda de Z. Sintió la tentación de señalar lo que había oído cuando el Hermano había estado buscando a Bella, se había puesto salvaje como la mierda y había hecho todo tipo de locuras. Excepto que traer a colación la abducción de esa shellan era agitar un capote rojo delante de un toro y John ya estaba metiendo bastante la pezuña con una hembra. Dos sería matador.
La voz de Z cayó.
- ¿Qué pasa, John?
Él se quedó callado.
- John. -Z se inclinó aún más-. Te sacaré la respuesta a golpes si tengo que hacerlo.
Sólo me equivoqué de hora. La mentira apestaba, porque si fuera cierto, habría intentado salir por la puerta delantera y no habría cubierto su rastro con la historia de la basura. Pero honestamente le importaba un pimiento si el cubo donde llevaba su mierda tenía un agujero en el fondo.
- No me lo trago. -Z se enderezó y comprobó su reloj-. Y no vas a salir en otros diez minutos.
John cruzó los brazos sobre el pecho para abstenerse de comentarios sobre la clausura y el tema musical de ¡Jeopardy! resonó en su cabeza, se sentía como si fuera a explotar.
La mirada dura de Z desde luego no ayudaba.
Diez minutos después, el sonido de las persianas levantándose por toda la mansión rompió la tregua y Z asintió con la cabeza hacia la puerta.
- Vale, ahora vete si quieres. Al menos ya no te freirás. -John se dio la vuelta-. Si te vuelvo a pillar otra vez sin tu ahstrux nohtrum, te delato.
Qhuinn maldijo.
- Sí y entonces me despedirán. Lo cual significa que V se pondrá con mi culo en plan Donald Trump con una daga. Muchas gracias.
John aferró el pomo y salió bruscamente de la casa, sentía la piel demasiado tensa. No quería problemas con Z porque respetaba al tipo, pero se sentía extremadamente volátil y la tendencia sugerida sólo iba a volverse más verdadera.
En el garaje, torció a la izquierda y se dirigió afuera por la puerta que había en la pared trasera. Mientras seguía adelante, se negó a mirar los ataúdes que estaban apilados por todo el camino. No. No necesitaba la imagen de ni siquiera uno de ellos en su cabeza ahora mismo. ¿Dieciséis?
Lo que fuera.
Abriendo la puerta de acero, salió al largo y ondulado césped que se extendía alrededor de la piscina vacía y disminuía hacia el linde del bosque y el muro de retención.
Sabía que Qhuinn estaba justo en su culo por el aroma a desaprobación que contaminaba el aire fresco, claro como moho en un sótano. Y Blay estaba con ellos también, por lo que se desprendía de la colonia.
Justo cuando estaba a punto de desmaterializarse, le agarraron del brazo con fuerza. Cuando se giró para decir a Qhuinn que se jodiera a sí mismo, se detuvo.
Había sido Blay el que le retenía y los ojos azules del pelirrojo estaban ardiendo.
El tipo habló por señas como opuesto a hacerlo en voz alta, probablemente porque eso obligaba a John a prestar atención.
Quieres que te maten, bien. En este punto, me estoy resignando a esa posibilidad. Pero no pongas en peligro a otros. No lo voy a permitir. No vuelvas a salir sin Qhuinn.
John miró a Qhuinn sobre el hombro del tipo, tenía aspecto de querer golpear algo de lo frustrado que estaba. Ah, así que por eso Blay estaba hablando por señas. No quería que la tercera rueda de su triunvirato disfuncional viera lo que se estaba diciendo.
¿Nos entendemos? indicó Blay.
Era una rareza que Blay diera alguna vez un puñetazo en la pared de la opinión. Y eso hizo que John se explicara.
No puedo prometer que no necesitaré escapar, indicó John. Simplemente no puedo. Pero prometo que se lo diré. Al menos así podrá salir de la casa.
John…
Él sacudió la cabeza y apretó el brazo de Blay.
Sencillamente ya no puedo prometer eso. No sé dónde está mi cabeza. Pero no saldré sin decirle adónde voy o cuando volveré.
La mandíbula de Blay se movió, tensándose y relajándose. Sin embargo no era estúpido. Sabía cuando había una cuestión no negociable sobre la mesa. Vale. Puedo vivir con eso.
- Eh, vosotros dos, ¿queréis compartir algo de amor? -exigió Qhuinn.
John retrocedió e indicó por señas, vamos al parque Xtreme hasta las diez. Luego vamos a la avenida St. Francis. Trez me envió un mensaje de texto.
Se desmaterializó, viajando al sur y al oeste, tomando forma detrás del cobertizo que habían rondado la noche anterior. Cuando su tripulación apareció tras él, ignoró la tensión que espesaba y emborronaba el aire.
Mirando más allá del hormigón, rastreó a los diversos jugadores. Ese joven astuto con los bolsillos ocupados todavía estaba justo en medio de todo, recostado contra una de las rampas, accionando un encendedor que chispeaba pero no encendía. Había alrededor de media docena de patinadores recorriendo la piedra dura, otra docena charlando y girando las ruedas de sus tablas. Siete coches cualesquiera de diversas descripciones estaban aparcados en el estacionamiento y cuando la policía pasó lentamente y siguió adelante, John tuvo la sensación de que era una colosal pérdida de tiempo. Tal vez si se dirigieran más profundamente hacia el centro y patrullaran los callejones tendrían más…
Un Lexus había entrado en el estacionamiento pero no ocupó ninguno de los espacios. Se detuvo en perpendicular a esos siete parachoques traseros… y lo que salió de detrás del volante parecía un crío de instituto, debido a los tejanos abolsados y el sombrero de cowboy. Pero la brisa que flotaba olía a morgue sin aire acondicionado central.
Y además… ¿Old Spice?
John se enderezó, su corazón corría a toda velocidad. Su primera idea fue abalanzarse y acometer al bastardo, pero Qhuinn le cogió del brazo.
- Espera -dijo el tipo-. Mejor averiguar los porqués.
John sabía que el tío tenía razón, así que tiró del freno de mano de su cuerpo y se ocupó en memorizar la matrícula del LS 600H cromado.
Las demás puertas del sedan se abrieron y salieron tres tipos. No eran tan pálidos como los lessers realmente viejos, pero tenían un ligero tono de chico blanco, eso seguro y apestaban a rayos.
Tío, esa mierda de polvo de talco se te metía asquerosamente en la nariz.
Con un asesino quedándose atrás para vigilar el paseo, los otros dos se colocaron en formación con el pequeño cowboy de delante. Mientras caminaban por el hormigón, todos los ojos del parque estaban fijos en ellos.
El crío de la rampa de en medio se enderezó y se metió el encendedor en el bolsillo.
- Mierda, desearía que tuviéramos mi jodido bólido -susurró Qhuinn.
Muy cierto. A menos que hubiera un rascacielos cerca desde donde pudieran conseguir una vista de pájaro, no habría forma de seguir al Lexus.
El camello no se movió mientras se aproximaban y no pareció sorprendido por la visita, así que había buenas probabilidades de que esto fuera una visita arreglada. Y como ya se sabe, después de algo de conversación, los asesinos rodearon al tipo y la panda volvió a caminar hacia el sedan.
Todos excepto un lesser entraron en el coche.
Momento de decidir. ¿Se hacían con un vehículo, lo puenteaban y partían en persecución? ¿Se materializaban sobre el capó del puñetero Lexus y peleaban? El problema era que ambas soluciones entrañaban el riesgo de una seria perturbación de la paz… y había sólo una cierta cantidad de limpieza mental que pudieras hacer a un grupo de veinte humanos.
- Creo que uno se queda atrás -murmuró Qhuinn.
Sí. El guapito de cara se quedaba en el aparcamiento mientras el Lexus giraba en U y comenzaba a marcharse. Dejar que el coche se fuera fue la cosa más dura que John había tenido que hacer jamás. Pero la realidad era, que la pandilla de bastardos sólo había recogido a uno de los principales camellos del territorio… así que iban a volver. Y habían dejado a un lesser atrás.
Así que había bastante para mantenerlos a él y a sus chicos ocupados.
John observó al asesino entrar caminando en el parque. A diferencia del tipo cuyo lugar estaba tomando, él vagaba, paseándose por el perímetro, sosteniendo la mirada de todo el mundo que le miraba a él. Estaba claro que ponía nerviosos a los patinadores y un par de ellos que habían comprando la noche antes se fueron. Pero no todo el mundo era cauteloso… o estaba lo bastante sobrio para preocuparse.
Cuando se oyó un suave golpeteo, John bajó la vista y se miró. Su pie estaba golpeando la tierra, subiendo y bajando tan rápido como el de un conejo.
Pero no iba a estallar. Esperó detrás del cobertizo… y esperó… y esperó.
Le llevó casi una jodida hora trasladar su asqueroso culo hasta allí, pero cuando estuvo finalmente a tiro, todo ese golpeteo de pies valió la pena.
Con un rápido disparo de voluntad mental, John apagó la farola más cercana y les proporcionó un poco de privacidad. Y cuando el bastardo levantó la mirada, John salió de detrás del cobertizo.
La cabeza del lesser giró de golpe y claramente reconoció que la guerra acababa de llegar y llamaba a su puerta: el hijo de puta sonrió y se metió la mano en la chaqueta.
A John no le preocupaba que fuera armado. La única regla de compromiso era no hacerlo delante de humanos.
Una automática apareció y siguió su rápido uno-dos, la descarga de disparos arrancó con un pop que resonó ruidoso mientras una maldición atravesaba el parque.
John se lanzó a cubierto, todo un montón de que-coño le dio alas. Y luego más balas pasaron volando, la ráfaga rebotaba sobre hormigón mientras los humanos gritaban y se alejaban gateando.
Detrás del cobertizo, aplastó la espalda contra la madera y sacó su propia artillería. Cuando Blay y Qhuinn estuvieron a cubierto, hubo una décima de segundo de "¿quién está sangrando?" que coincidió con una pausa en la lluvia de balas.
¿En qué coño estás pensando? dijo Qhuinn por señas. ¿Con tanto público?
Se aproximaban unos pasos pesados y se oyó el chasquido de un cartucho de munición siendo cargado. John miró fijamente a la puerta del cobertizo. El candado Master Lock en la cadena era un don del cielo y extendió la palma, abriendolo mentalmente y deslizándolo hasta abandonar los eslabones de forma que colgara suelto.
Rodead la siguiente esquina, dijo John a sus chicos. Y haced como que estáis heridos.
Oh, demonios, no…
John apuntó el cañón de su arma hacia la cara de Qhuinn.
Mientras el tipo respingaba hacia atrás, John simplemente miró directo a los ojos azul y verde de su colega. Esto iba a hacerse al modo de John: Iba a ser él quien se ocupara del asesino.
Fin de la discusión.
Que. Te. Jodan, dibujó Qhuinn con la boca antes de que él y Blay se desmaterializaran.
Con un ruidoso gemido, John se permitió caer con fuerza de costado, su cuerpo golpeó la tierra como una enorme bolsa de cemento. Despatarrado sobre su estómago, mantuvo su SIG bajo el pecho con el seguro quitado.
Las pisadas se acercaron. Y también una risa baja, como si el lesser estuviera pasando el mejor momento de su vida.
* * *
Cuando Lash volvió de la casa de su padre, tomó forma en el dormitorio junto al que retenía a Xhex. Por mucho que deseara verla, permaneció lejos. Cada vez que volvía del Dhunhd, quedaba agotado durante una buena media hora y no iba a ser tan estúpido como para darle una oportunidad de matarlo.
Porque lo haría. ¿No era dulce?
Tendido en la cama y con los ojos cerrados, su cuerpo estaba pesado y frío y cuando respiraba profundamente, sentía como si se estuviera descongelando como un trozo de carne picada. No es que hiciera frío en el otro lado. De hecho, las guaridas de su padre eran calentitas y estaba bien amuebladas… asumiendo que te gustara esa mierda de estilo Liberance.
Papaíto casi no tenía mobiliario, pero si suficientes candelabros para hundir un barco. Los escalofríos parecían tener algo que ver con el salto de vuelta a esta realidad, cada vez que volvía a este lado, era más una lucha que un rebote. Las buenas noticias eran que no creía que fuera a tener que volver allí en mucho tiempo. Ahora que su bolsa de trucos hacía sido completamente explorada y dominada, no había en realidad ninguna necesidad y la verdad era, que el Omega no era exactamente una compañía estimulante.
Era un caso de me-importa-un-bledo-lo-que-pienses-de-mí. E incluso si se dejaba a un lado el hecho de que la demanda de ego-masturbación estaba siendo emitida por un declaradamente poderoso y malvado cabrón que por casualidad era tu padre, uno se cansaba.
Lash ni siquiera sabía qué eran las puñeteras cosas que había en esa cama. Bestias negras, sí, pero su sexo era tan imposible de discernir como su especie y la forma en que se deslizaban por ahí era espeluznante. Además siempre estaban buscando un polvo aunque hubiera compañía presente.
Y su padre nunca decía que no.
Cuando sonó un pitido, Lash introdujo la mano en la chaqueta de su traje buscando su teléfono.
Era un mensaje del señor D: De camino. Tenemos al tipo.
Lash miró al reloj y medio se irguió, pensando que la hora no podía estar bien. Había vuelto hacía dos horas… ¿tanto había perdido la noción del tiempo?
Al ponerse en vertical su estómago se revolvió y levantar las manos para frotarse la cara requirió más esfuerzo del que debía. El peso muerto de su cuerpo, acoplado a los achaques, le hizo recordar los tiempos en los que había tenido resfriados y gripes. La misma sensación. ¿Era posible que se estuviera poniendo enfermo? Le hizo preguntarse si alguien habría dado con un producto como el Muertofeno o alguna mierda así.
Probablemente no.
Dejando que los brazos le cayeran sobre el regazo, miró el baño. La ducha parecía a kilómetros de distancia y no valía realmente el esfuerzo.
Le llevó otros diez minutos poder sacudirse el letargo y cuando se puso en pie, se estiró con fuerza para lograr que su sangre negra fluyera. El baño pasó a estar no a kilómetros sino a cuestión de metros y con cada paso se sentía más fuerte. Dirigiéndose a abrir el agua caliente, se admiró a sí mismo en el espejo y comprobó su colección de magulladuras. La mayor parte de las de la noche anterior habían desaparecido, pero sabía que habría más…
Lash frunció el ceño y levantó el brazo. La escocedura del interior del antebrazo era más grande, no más pequeña.
Cuando la aguijoneó con el dedo, no dolió, pero la cosa parecía sucia como la mierda, una herida abierta y plana que estaba gris en el medio y bordeada por una línea negra.
Su primer pensamiento fue que tenía que ir a ver a Havers… solo que era ridículo y nada más que un remanente de su vieja vida. ¿Cómo iba a aparecer en la clínica y ponerse en plan, “Ey, me puedes salvar el culo”? Además, no sabía a dónde se había mudado la maldita clínica. Era el problema de un asalto exitoso. Tu objetivo se tomaba en serio la amenaza y se enterraba profundamente.
Metiéndose bajo el chorro caliente, se frotó cuidadosamente el punto con algo de jabón, figurándose que si era algún tipo de infección eso ayudaría; luego pensó en otras cosas.
Tenía por delante una noche de narices. La inducción era a las ocho. Reunión con Benloise a las diez.
De vuelta aquí para algo más de amor.
Cuando salió, se secó e inspeccionó la escocedura. La maldita parecía estar cabreada por la atención que le había dedicado, un fino pus negra brotaba en su superficie.
Oh, esa cosa iba a ser difícil de sacar de sus jodidas camisas de seda.
Se encasquetó una tirita del tamaño de una ficha sobre la cosa y pensó que tal vez esta noche él y su novia jugarían limpio.
La ataría para variar.
No le llevó nada de tiempo ponerse un dulce traje Zegna y marcharse.
Cuando pasaba junto al dormitorio principal, hizo una pausa y llamó.
Golpeando ruidosamente la madera como para despertar a los muertos, sonrió:
- Volveré pronto y traeré cadenas.
Esperó una respuesta. Cuando no hubo ninguna, extendió la mano hacia el pomo y poso la oreja en la puerta. El sonido de ella sólo respirando era tan suave y gentil como una corriente de aire, pero ahí estaba. Vivía. Y seguiría viva todavía cuando volviera.
Con deliberado autocontrol, soltó el pomo. Si abría la puerta, perdería otro par de horas y su padre no iba a esperar. Abajo en la cocina, buscó algo que comer y no dio con nada. La cafetera había estado programada para hacía dos horas, así que un vistazo rápido bajo la tapa de la jarra mostró algo cercano al aceite de cárter. Y abriendo un poco el frigorífico, no vio nada apetecible, si bien se sentía hambriento. Lash terminó desmaterializándose de la cocina con las manos vacías y un agujero en la barriga. No era una gran combinación para su humor, pero no iba a perderse la fiesta… si no por otra cosa, al menos para ver lo que le habían hecho a él durante su inducción.
La granja estaba al norte y al este de la casa de piedra arenisca y en el instante en que tomó forma sobre el césped, supo que su padre estaba dentro: Un extraño estremecimiento en su sangre burbujeaba cada vez que estaba alrededor del Omega, como un eco en un espacio cerrado… aunque no estaba seguro de si él era el sonido y su padre la caverna o al revés. La puerta delantera estaba abierta y mientras se encaramaba a los escalones del porche y entraba en el pequeño vestíbulo asqueroso, pensó en su inducción.
- Cuando te convertiste verdaderamente en mío.
Lash se giró. El Omega estaba en el salón, su túnica blanca le cubría la cara y las manos, su energía negra rezumaba sobre el suelo, una sombra oscura formada sin ninguna iluminación.
- ¿Estás excitado, hijo mío?
- Sí. -Lash miró sobre su hombro a la mesa del comedor. El cubo y los cuchillos que habían usado con él estaban allí mismo. Listos y dispuestos.
El sonido de grava aplastada bajo neumáticos le hizo girarse hacia la puerta.
- Aquí están.
- Hijo mío, me gustaría que me trajeras más. Me encuentro hambriento de nuevas presas.
Lash fue hacia el umbral.
- No hay problema.
En esto al menos, estaban totalmente de acuerdo. Más inducidos significaba más dinero, más pelea.
El Omega apareció detrás de Lash y hubo un suave roce de movimiento cuando una mano negra se le deslizó hacia abajo por la espina dorsal.
- Eres un buen hijo. -Durante una fracción de segundo, el corazón oscuro de Lash dolió. La frase era exactamente la que el vampiro que le había criado había dicho de cuando en cuando.
- Gracias.
El señor D y los otros dos salieron del Lexus… y trajeron al humano.
Aun no se había hecho evidente para el pequeño bastardo que estaba a un par de vaqueros y una camiseta de ser un cordero para el sacrificio. Pero en el instante en que echara un buen vistazo al Omega, la mierda iba a volverse clara como el cristal.
Capítulo 12
Mientras John yacía boca abajo y el ruido de los pasos de su enemigo se acercaba, respiró por la nariz y captó el olor a tierra fresca. Por lo general, hacerse el muerto no era una idea brillante, pero este hijo de puta de dedo epiléptico no se ajustaba al perfil de alguien que fuera a ser muy cuidadoso por si había dado en el blanco o no.
¿Desatar un tiroteo en mitad de un parque público?
¿El idiota nunca había oído hablar del Departamento de Policía de Caldwell? ¿Del Caldwell Courier Journal?
Las botas se detuvieron y ese aroma dulce y asfixiante que los lessers llevaban en la piel casi lo hizo vomitar. Sin embargo, era curioso cómo la vida y la muerte llamaban la atención de su esófago.
Sintió algo contundente que le empujaba el brazo izquierdo, como si el asesino estuviera comprobando con la bota para ver si estaban en territorio de etiquetar el dedo del pie. Y entonces en ese preciso momento, Qhuinn dejó escapar un gemido bajo y patético desde más allá del cobertizo.
Como si el hígado se le estuviera escapando por el colon.
Las botas pasaron más allá del cuerpo de John mientras el bastardo se adelantaba para investigar y John abrió un ojo apenas una rendija. El asesino mantenía una postura a lo Hollywood, la pistola agarrada con ambas manos extendidas en línea recta, el cañón del arma se movía de lado a lado con más afecto que efecto. Sin embargo, aunque con ese movimiento teatral pareciera totalmente ridículo en plan Crockett y Tubs,los de Miami Vice, las balas eran balas y sólo haría falta un rápido cambio de dirección para que John quedara al alcance de los disparos.
Menos mal que no le importaba una mierda. El hijo de puta desfiló hacia los gemidos de Qhuinn como si se acercara al altar, una imagen de la cara de Xhex hizo que John saltara levantándose del suelo con un único y ágil movimiento. Aterrizó sobre la espalda ancha del lesser, aferrándose con el brazo libre y ambas piernas mientras ponía la pistola sobre la sien pálida.
El asesino se quedó congelado durante una fracción de segundo y John silbó entre dientes, la señal a Qhuinn y Blay para que salieran.
- Hora de dejar caer el arma, gilipollas -dijo Qhuinn cuando reapareció. Luego, sin darle al bastardo tiempo para obedecer, alargó las manos, las cerró sobre el antebrazo del asesino e hizo como si estuviera partiendo una ramita.
El crujido de los huesos fue más fuerte que el silbido de John y el resultado fue una muñeca floja y una Glock que ya no estaba bajo el control del enemigo.
Mientras el lesser corcoveaba de dolor, sonaron sirenas a lo lejos… y se estaban acercando.
John arrastró al bastardo de regreso a la puerta de doble hoja del cobertizo y después de que Blay entrara abriendo camino, sacó a su presa fuera de la vista.
Formando mudamente las palabras con la boca, dijo a Qhuinn, Ve a buscar el Hummer.
- Si esos policías vienen por nosotros, tendremos que salir pitando.
Nada de largarse. Consigue el Hummer.
Qhuinn sacó las llaves y se las lanzó a Blay.
- Ve. Y enciérranos dentro, ¿me has entendido?
Blay no perdió un segundo, se retiró y cerró la puerta. Se oyó el sonido sutil del metal tintineando cuando volvió a colocar la cadena y luego el chasquido de ese candado Master puesto rápidamente en su lugar.
El lesser estaba comenzando a luchar con mayor fuerza, pero eso no era malo… la consciencia era lo que estaban buscando.
John lanzó al cabrón sobre su estómago y le echó el cuello hacia atrás hasta que la columna vertebral fue como una galleta salada en forma de lazo.
Qhuinn sabía exactamente qué hacer. Arrodillándose, puso la cara directamente frente a la del asesino.
- Sabemos que tenéis prisionera a una hembra. ¿Dónde está?
Mientras el sonido de las sirenas se intensificaba, el asesino logró emitir sólo una serie de gruñidos, entonces John se aplacó un poco y dejó entrar algo de aire a los pulmones.
Qhuinn echó la palma de la mano hacia atrás y abofeteó al lesser.
- Te he hecho una pregunta, perro. ¿Dónde está?
John aflojó un poco más, pero no tanto como para ofrecer una ruta de escape. Con la libertad de movimiento adicional, el lesser se estremeció de miedo, demostrando que mientras el hijo de puta se había mostrado muy profesional en su aparatoso tiroteo, a la hora de la verdad no era más que un joven punk metido en una situación que lo superaba.
La segunda bofetada de Qhuinn fue más dura.
- Respóndeme.
- Ninguna… Prisionera.
Cuando Qhuinn echó la mano hacia atrás, el asesino reculó… sí, aunque los hijos de puta estaban muertos, sus receptores del dolor funcionaban bien.
- La hembra secuestrada retenida por tu Fore-lesser. ¿Dónde está?
John se adelantó, le dio su arma a Qhuinn y luego se llevó la mano ahora libre a la parte baja de la espalda y sacó el cuchillo de caza. Se sobreentendía que él era el único que iba a infringir algún daño verdadero, acercó la hoja y la puso directamente ante los ojos del lesser. El salvaje corcoveo siguió, pero la lucha se detuvo rápidamente, el enorme cuerpo de John cubría como una manta lo que estaba debajo de él.
- Vas a desear hablar -dijo Qhuinn ráridamente-. Confía en mí.
- No sé nada de ninguna hembra. -Las palabras no fueron más que un siseo, debido a la tráquea constreñida por el antebrazo de John.
John dio un tirón hacia atrás y el asesino gritó:
- ¡No!
Las sirenas chillaban ahora y afuera en el estacionamiento se oyeron múltiples chirridos de neumáticos.
Era hora de actuar con cautela. El lesser ya había demostrado un desprecio absoluto por la única regla de la guerra, así que mientras con cualquier otro asesino podías estar seguro de que permanecería en silencio, no estaba tan claro con el señor Click-click-bang-bang.
John sostuvo la mirada dispareja de Qhuinn, pero el tipo ya estaba en ello. Alcanzando una pila de trapos viejos manchados de aceite, agarró uno y rellenó la boca del lesser. Entonces llegó la hora de jugar a las estatuas.
Desde afuera, las voces de los policías llegaban amortiguadas:
- Cúbreme.
- Entendido.
Cuando John guardó el cuchillo para poder sujetarlo bien con ambas manos, había un montón de arrastrar de pies, la mayoría de los cuales estaban lejos. Pero sin duda, finalmente se acercarían.
Mientras los uniformados se dispersaban, las radios de los coches patrullas proporcionaban un seguimiento sonoro informal a su operación de búsqueda y rastreo. Que no llevó mucho rato. En un par de minutos, los policías estaban reuniéndose alrededor de los coches, justo al lado del cobertizo.
- Unidad dos cuarenta a base. El área es segura. Ninguna víctima. Ningún resp…
Con una patada rápida, el lesser aplastó una lata de gasolina con la bota. Y prácticamente pudieron oírse todos los cañones de las pistolas del Departamento de Policía de Caldwell volver a subir y apuntar al cobertizo.
* * *
- ¿Qué coño?
Lash sonrió cuando los ojos del crío se fijaron en el Omega. Aunque absolutamente todo estaba tapado con tela, tendrías que ser un completo gilipollas para no darte cuenta de que allí había algo fuera de lugar… y ding, ding, ding, teníamos un ganador en la lotería del saber.
Cuando esos pies comenzaron a retroceder hacia fuera de la casa, los asesinos de reserva del señor D flanquearon al pequeño bastardo y lo agarraron de los brazos.
Lash cabeceó hacia la mesa del comedor.
- Mi padre le hará ahí dentro.
- ¿Hará qué?-Ahora había pánico total, con el chaval moviéndose agitadamente como un cerdo destripado. Lo que, en realidad, no era nada menos que un buen ejercicio para lo que se avecinaba.
Los asesinos lo forzaron y lo lanzaron sobre la madera picada, sujetándole los pies y los tobillos mientras el Omega se adelantaba en medio de todo ese chillido y aleteo de extremidades.
Cuando el mal se alzó la capucha, todo quedó en silencio.
Y luego el grito que salió de la boca del humano rasgó el aire, haciendo eco hasta el techo, llenando la decrépita casa con el estrépito.
Lash se quedó rezagado y dejó trabajar a su padre, observando como la ropa del humano se hacía pedazos con una mera pasada de esa palma negra y transparente. Y luego llegó la hora del cuchillo, la hoja reflejaba la luz de la araña barata que colgaba del roñoso cielorraso.
El señor D fue el único que ayudó con los tecnicismos… ubicando los baldes debajo de los brazos y las piernas, corriendo de acá para allá.
Lash había estado muerto cuando sus venas se drenaron; había revivido sólo cuando una descarga que se había generado de sólo Dios sabía dónde, atravesó su cuerpo. Así es que era interesante ver cómo se desarrollaba todo: Cómo se vaciaba la sangre del cuerpo. Cómo se abría el pecho y el Omega se rajaba la muñeca para que chorreara aceite negro en la cavidad. Cómo el mal convocaba una bola de energía por arte de magia y la enviaba dentro del cadáver. Cómo se llevaba a cabo la reanimación efectuada por lo que había sido proporcionado a cada vena y arteria. El paso final era la extracción del corazón, el órgano marchitándose en la palma del Omega antes de ser puesto en un recipiente de cerámica.
Mientras Lash recordaba su propio retorno-de-la-muerte, rememoró a su padre arrastrando al señor D hasta él para que le sirviera como fuente de alimento. Había necesitado la sangre, pero una vez más, a esas alturas él llevaba muerto un rato… y al fin y al cabo era medio vampiro. Este humano, por el contrario, se despertó con poco más que un jadeo, boqueando como un pez y un montón de confusión.
Lash se llevó la mano al pecho y sintió el latido del corazón… Algo estaba goteando. En su manga.
Mientras el Omega comenzaba a hacer perversiones al iniciado, Lash trotó escaleras arriba hasta el cuarto de baño. Se quitó la chaqueta del traje, la dobló por la mitad… y se dio cuenta que no había ningún lugar donde apoyarla. Todo estaba cubierto por dos décadas de valiosa mugre.
Cristo, ¿por qué no había enviado a alguien a limpiar el lugar?
Terminó colgando la chaqueta de un gancho y…
Oh, mierda.
Cuando levantó el brazo, había una mancha negra directamente donde se había puesto el vendaje y en la parte inferior del codo tenía una zona húmeda.
- Maldita sea.
Arrancándose los gemelos, se desabotonó la camisa y se quedó congelado cuando bajó la mirada a su pecho.
Alzó los ojos hacia el espejo mugriento, como si eso fuera a cambiar lo que estaba viendo y se inclinó hacia el cristal. Tenía otra llaga en el pectoral izquierdo, de la misma forma plana y tamaño que la primera. Y una tercera en el ombligo.
Se aferró al lavabo, sintiendo un leve mareo mientras el pánico desplegaba sus alas dentro de su cabeza. Su primer pensamiento fue correr al Omega y pedirle ayuda, pero se refrenó… por lo que se desprendía de los gritos y gemidos escaleras abajo, ciertas actividades serias estaban teniendo lugar en el comedor y sólo un idiota interrumpiría eso.
El Omega era voluble por naturaleza, pero tenía un TOC para ciertas cosas.
Afirmando las manos sobre el lavabo, Lash dejó caer la cabeza mientras su estómago se revolvía y ardía. Tenía que preguntarse cuántas más de estas manchas tenía… y no quería conocer la respuesta.
Su inducción, su renacimiento, lo que sea, se suponía era permanente. Es lo que su padre le había dicho. Había nacido del mal, engendrado a partir de un pozo de oscuridad que era eterno.
La putrefacción de la piel no había sido parte del trato.
- ¿Todo bien ahí?
Lash cerró los ojos, el sonido de la voz tejana fue como garras arañándole la espalda. Solo que simplemente no tenía energías para mandar a la mierda al tipo.
- ¿Cómo van las cosas abajo? -preguntó en cambio.
El señor D se aclaró la garganta. Y aún así la desaprobación le hizo atragantarse con las palabras.
- Creo que queda un rato aún, señor.
Fenomenal.
Lash obligó a su columna vertebral a enderezarse y se volvió para enfretarser a su segundo.
Con una acometida brusca, los colmillos irrumpieron en su boca y, por un momento no pudo entender por qué. Entonces se percató de que sus ojos se habían fijado en la yugular del tipo.
Profundamente en el vientre de Lash, el hambre se volvía más y más punzante, descalabrando, azotando y agujereando sus entrañas.
Sucedió demasiado rápido para detenerse, cuestionarse o pensar. En un segundo estaba arraigado delante del lavabo. Al siguiente estaba sobre el señor D, empujando la espalda del lesser contra la puerta y adentrándose duramente en la garganta del tipo.
La sangre negra que golpeó su lengua era el tónico que necesitaba y la extrajo con desesperación, aún cuando el tejano forcejeó y luego quedó inmóvil. Pero el hijo de puta no tenía que preocuparse. No había nada sexual en la chupada. Era alimento, así de simple.
Y cuanto más tragaba, más necesitaba.
Manteniendo al asesino apretado contra su pecho, se alimentó como un hijo de puta.
Capítulo 13
Una vez el sonido de la bota del asesino contra esa lata de combustible se hubo desvanecido, Qhuinn se agachó y se sentó sobre las piernas del hijo de puta. El bastardo podía haber conseguido dar una patada, pero no tendría una segunda oportunidad.
Fuera, los polis humanos se reunieron alrededor del cobertizo.
- Está cerrado -dijo uno de ellos mientras sacudía la cadena.
- Tengo casquillos por ahí.
- Un momento, hay algo adentro… puf, tío, que peste.
- Sea lo que sea, lleva muerto al menos una semana. Eso huele… supera incluso a al guiso de atún de mi suegra.
Hubo una ola de asentimiento.
En la oscuridad, John y Qhuinn cerraron los ojos y esperaron. La única solución si la puerta se abría era desmaterializarse y dejar atrás al lesser; no había forma de mover el peso del asesino a través de mismo aire. Pero posiblemente ninguno de esos policías tendría la llave… así que quedaba abrirse camino disparando como su única opción.
Y había buenas probabilidades de que asumieran que derribar la puerta sólo para entrar en el cobertizo no merecía la pena el papeleo.
- Sólo un tirador, según la llamada al nueve-uno-uno. Y no puede estar ahí dentro.
Hubo una tos y una maldición.
- Si está, se le habrá caído la nariz por el hedor.
- Llama al encargado de pista de deportes -dijo una voz profunda-. Alguien tiene que sacar ese animal muerto de ahí. Entretanto, vamos a hablar con el vecindario.
Hubo más charla y ruido de pasos. Algo más tarde, uno de los coches se marchó.
- Tenemos que librarnos de él -susurró Qhuinn sobre el hombro de John-. Coge ese cuchillo, eliminémosle y saquemos al muy cabrón fuera de aquí.
John negó con la cabeza. De ningún modo iba a perder su premio.
- John, no vamos a salir con él. Mátale para que podamos salir pitando.
Si bien Qhuinn no podía ver sus labios, John articuló con la boca: Jódete. Es mío.
Dejar escapar esta fuente de información era algo que no iba a ocurrir. Sobre todo, si podía tratarse mentalmente… o físicamente con la policía humana si llegaba a darse el caso.
Se oyó el suave sonido de un cuchillo siendo desenfundado.
- Lo siento, John, nos largamos.
¡No! gritó John silenciosamente por encima del hombro.
La mano de Qhuinn se cerró sobre el cuello de la chaqueta de John y le hizo perder el equilibrio, de modo que se vio en el caso de soltar el cuello del asesino o separarle la jodida cabeza de la columna vertebral. Puesto que un lesser incapacitado no podría hablar, John liberó su agarre… y se sostuvo a sí mismo plantando la palma sobre el cemento frío.
No había ni una jodida manera de que dejara que su amigo le arrebatara esto.
Mientras se lanzaba sobre el macho, se armó un gran alboroto. Él y Qhuinn forcejearon por el control de la daga, chocando contra bastantes más cosas que una lata de combustible y el lesser rodó libre y se lanzó hacia la puerta. Mientras los polis comenzaban a gritar, el asesino golpeaba la madera para salir.
El siguiente sonido que se hizo oír sobre el estrépito fue un disparo. Al que siguió un repiqueteo metálico.
La policía había volado el Master Lock.
Desde el suelo, John balanceó el brazo hasta la parte baja de su espalda y mientras giraba sobre sus rodillas, él y Qhuinn lanzaron sus cuchillos en sincronía, sus hojas recorriendo el escaso espacio de lado a lado.
Las penetraciones fueron tan fuertes que si bien entraron en el torso del asesino entre los omóplatos, claramente una o ambas dieron en el blanco: con un destello brillante similar a un relámpago y un fuerte estampido supersónico suficiente como para hacer estallar los oídos, el lesser volvió con su creador, desapareciendo con tan sólo un hedor humeante… y un hueco del tamaño de un refrigerador en la puerta del cobertizo.
Con la adrenalina a tope, ni él ni Qhuinn podían desmaterializarse, así que se levantaron de un salto y retrocedieron a ambos lados de la abertura, permaneciendo atentos cuando un primer cañón y luego otro se internaron dentro.
Los antebrazos fueron lo siguiente.
Luego perfiles y hombros. Y linternas.
Afortunadamente, los humanos entraron del todo.
- Psst. Se te va a escapar el pajarito. -Cuando los polis se volvieron ante la agudeza de Qhuinn, John desenfundó sus SIGs, y con un rápido golpe cruzado en las cabezas, los mejores hombres del DPC vieron las estrellas y cayeron al suelo.
Momento preciso en el que Blay apareció con el Hummer.
John saltó sobre los policías y se lanzó a toda prisa hacia el SUV con Qhuinn justo detrás de él, con esas New Rocks que el muy cabrón insistía en llevar puestas golpeando la tierra con fuerza. John se encaminó hacia la puerta trasera, que Blay había abierto de golpe, atrapando la manilla y lanzándose adentro mientras Qhuinn se deslizaba en el asiento trasero.
Mientras Blay se ponía en marcha, acelerando el motor y saliendo disparado de allí, John se alegró de que hubieran tenido que lidiar con sólo una pareja de policías… aunque seguro como la mierda que los otros dos tipos con placa volverían TPCFP.
Se dirigían al norte, hacia la autopista, cuando John se abrió camino hasta el asiento trasero… y cerró sus manos alrededor de la garganta de Qhuinn.
Al ver que volvían a ello, Blay gritó desde la parte delantera:
- ¿Qué diablos os pasa a vosotros dos?
No había tiempo para contestar a eso. John estaba ocupado apretando y Qhuinn estaban intentando ponerle un ojo morado… y consiguiéndolo.
A ciento y pico kilómetros por hora. Y camino del centro. Con una posible identificación del Hummer si cualquiera de esos polis se hubiera recuperado lo suficiente como para enfocar sus pupilas mientras Blay los sacaba de Dodge City.
Y metidos en una pelea.
Más tarde, John se daría cuenta de que, por supuesto, sólo había un lugar al que Blay pudiera ir.
Para cuando el tipo aparcó en el estacionamiento de Sal’s… en la parte de atrás del restaurante, donde no había luces… John y Qhuinn estaban ambos sangrando. Y la pelea acabó sólo cuando John fue sacado bruscamente por la puerta por Trez… lo cual sugería que el pelirrojo había llamado por adelantado. Qhuinn fue manipulado de forma similar por iAm.
John escupió para limpiarse la boca y les fulminó a todos con la mirada.
- Creo que lo dejaremos en un empate, chicos -dijo Trez con una media sonrisa-. ¿Qué os parece?
Aunque John estaba libre, la furia le hacía temblar. Ese asesino podría haber sido lo único que necesitaban para averiguar la localización… la historia… cualquier cosa. Y como Qhuinn había insistido en desperdiciar al muy bastardo, no estaban más cerca de donde tenían que estar. Además estaba el hecho de que el lesser hubiera muerto tan fácilmente. Simplemente un pinchazo en la cavidad cardíaca y había vuelto a casa libre… o al menos de regreso al Omega.
Qhuinn se limpió la boca con el dorso de la mano.
- ¡Me cago en la puta, John! ¿Crees qué no quiero encontrarla? ¿Crees qué me importa una mierda? Cristo, he estado fuera todas las noches contigo, observando, buscando, rezando por una pista. -Le apuntó con el dedo-. Así que entiende bien esto. Que una panda de humanos nos hubiera encerrado a ambos junto con un lesser escurridizo no habría ayudado a nadie. ¿Quieres contarle a Wrath cómo te metiste en eso? Yo no. Y si alguna vez vuelves a ponerme un arma en la cara, te joderé sin importar cual sea mi trabajo.
John no confiaba en sí mismo para responder. Una cosa estaba clara, no obstante: si no tuviera la esperanza de sacar algo de la dirección de Benloise en St. Francis, ahora estaría machacando a alguien sin importar quien intentara detenerle, Sombra o lo que fuera.
- ¿Me estás escuchando? -exigió Qhuinn-. ¿He sido lo bastante claro para ti?
John se paseó en círculos, con las manos en las caderas y la cabeza baja. Cuando su temperamento comenzó a calmarse, su lado lógico supo que su amigo tenía razón. También era muy consciente de que había perdido temporalmente el maldito juicio en ese cobertizo. ¿De verdad había puesto una cuarenta en la jeta a su amigo?
Su repentina revelación hizo que se le encogiera el estómago.
Si no terminaba con esto aquí, iba a tener problemas más serios que una hembra desaparecida. Iba a acabar muerto, ya fuera por mostrarse negligente en el combate o porque a Wrath le diera un ataque serio de darle-una-patada-en-el-culo.
Miró a Qhuinn. Tío, la expresión dura en esa cara perforada estaba justo al borde del punto donde una amistad no podía recuperarse… era el tipo de cosa que no tenía que ver con que Qhuinn fuera un tipo duro, sino más bien con que John fuera el tipo de gilipollas con quien nadie quería juntarse.
Se acercó al tipo y no se sorprendió cuando Qhuinn se mantuvo firme a pesar del tira y afloja del coche. Cuando dejó ver su mano, hubo una larga pausa.
- Yo no soy el enemigo, John.
John asintió, concentrando la atención en esa lágrima tatuada bajo el ojo del tipo. Replegando su mano, indicó por señas, Lo sé. Yo simplemente… Necesito encontrarla. ¿Y qué pasa si ese asesino era el modo de hacerlo?
- Tal vez lo fuera… pero la situación se pondrá crítica y vas a tener que escogerte a ti mismo por encima de ella algunas veces. Porque si no lo haces, no hay forma de que puedas averiguar lo que sucedió. No puedes buscarla desde el interior de un ataúd.
No pudo encontrar forma de discutir eso.
- Así que escucha, jodido loco, estamos juntos en esto -dijo Qhuinn con suavidad-. Y estoy aquí para asegurarme que no te despiertas muerto. Si tengo que tomar el control, lo hago. Pero tú tienes que trabajar conmigo.
Voy a matar a Lash, afirmó John de pronto. Voy a sujetar su garganta entre mis manos y voy a mirarlo a los ojos mientras muere. No me importa cuánto me cueste… Pero sus cenizas estarán esparcidas sobre la tumba de ella. Lo juro por…
¿Qué tenía él por lo que jurar? Su padre no. Ni su madre.
…lo juro por mi vida.
Cualquier otro podría haber tratado de aplacarle con un montón de mierda sobre la confianza, idioteces como tienes-que-tener-fe. Pero Qhuinn le dio un golpe en el hombro.
- ¿Te he dicho últimamente cuánto te quiero?
Todas las noches sales afuera conmigo para ayudar a encontrarla.
- Eso no es por el jodido trabajo.
Esta vez cuando John extendió su mano, su amigo la usó para unirlos en un fuerte abrazo. Luego Qhuinn lo apartó y comprobó el reloj de pulsera en su muñeca.
- Deberíamos dirigirnos a St. Francis Avenue.
- Tenéis diez minutos. -Trez rodeó con el brazo al tipo y comenzó a caminar hacia la puerta trasera de la cocina-. Vamos a limpiaros a los dos. Podéis dejar el Hummer en nuestro muelle de carga y yo cambiaré las matrículas por vosotros mientras estáis fuera.
Qhuinn miró a Trez.
- Eso sería de veras puñeteramente amable por tu parte.
- Sí, soy todo un príncipe, de acuerdo. Y para probarlo, incluso os contaré todo lo que sé de Benloise.
Mientras John los seguía adentro, el hecho que no hubiera sacado nada del asesino le enfocó, le fortaleció, le impulsó aún más.
Lash no iba a abandonar Caldwell. No podía. Mientras fuera el cabecilla de la Sociedad Lessening, iba a estar nariz con nariz con la Hermandad y los Hermanos no se moverían de la ciudad… la Tumba estaba aquí. Así que aunque los vampiros civiles se hubieran dispersado, Caldie seguiría siendo el epicentro de la guerra, porque no habría victoria para el enemigo si los Hermanos todavía respiraban.
Tarde o temprano, Lash iba a meter la pata y John iba a estar allí.
Pero joder, la espera podía agotar a un tipo, de veras. Arrastrar cada noche sin nada nuevo y nada tangible que seguir… era una eternidad en el infierno.
Capítulo 14
Cuando Lash por fin soltó la vena del señor D, lo apartó como a un plato sucio tras una comida. Apoyándose en la encimera, se deleitó en el hecho de que su hambre estaba saciada y su cuerpo ya parecía más fuerte. Pero ahora estaba jodidamente amodorrado, cosa que siempre le pasaba después de alimentarse.
Había estado tomando de vez en cuando de la garganta de Xhex sólo por placer y diversión, pero estaba claro que eso no era lo que necesitaba para llenarse el estómago.
Lo cual le dejaba viviendo de… ¿lessers?
No, no iría por ese camino. Nunca. Joder, de ninguna manera iba a estar pegado a las gargantas de tíos con cierta regularidad.
Levantando los brazos, comprobó su reloj. Las diez y diez. Y tenía el aspecto de un tipo hogareño. También se sentía como uno.
- Límpiate -le dijo al señor D-. Tengo mierda que necesito que hagas.
Cuando empezó a dar las órdenes, su boca tropezaba con las palabras que estaba pronunciando.
- ¿Lo tienes? -dijo.
- Sí, señor. -El tejano recorrió el baño con la mirada como si estuviera buscando una toalla.
- Abajo -espetó Lash-. Cocina. Y tienes que ir a conseguirme una muda de ropa y traérmela aquí. Oh y mientras estés en la casa, dispón de más comida en el dormitorio.
El señor D simplemente asintió y salió, caminando sobre las flojas piernas.
- ¿Le conseguiste el teléfono móvil al nuevo recluta? ¿La identificación? -Gritó Lash tras él.
- Están a bajo en la mochila. Y te mandé un mensaje con el número.
El cabrón realmente era un AP excelente.
Cuando se metió en la ducha y manipuló los grifos en la pared de baldosas, no se habría sorprendido si no hubiera salido nada o sólo un fino rastro de mugre marrón. Aunque tuvo suerte. Agua fresca y limpia cayó de la alcachofa de la ducha y rápidamente se desvistió.
Se sentía bien al lavarse, algo así como si reiniciara su cuerpo.
Después de que acabara, utilizó la camisa para secarse y luego se tambaleó hasta el dormitorio. Tendiéndose, cerró los ojos y se puso la mano en el estómago, encima de donde estaban las úlceras. Lo cual era estúpido. No es que necesitara protegerlas de nada.
Cuando los sonidos del piso de abajo parecieron indicar que las cosas estaban progresando, se sintió aliviado… y se sorprendió un poco. Los ruidos ya no eran todos desagradables y de temor; se adentraban en el territorio porno, ahora los gruñidos y gemidos se alzaban como consecuencia de orgasmos.
¿Eres maricón? recordó la pregunta del chico.
Tal vez había sido más del estilo espero-que-sí.
Pues vale. Lash no quería estar completamente fuera de juego con su padre, así que con un poco de suerte el nuevo recluta sería útil durante un tiempo.
Lash cerró los ojos e intentó desconectar la cabeza. Planes para la Sociedad, pensamientos sobre Xhex, frustración por todo el asunto de la alimentación… Las ondas de su cerebro se fusionaron en un remolino, pero su cuerpo estaba demasiado exhausto para mantener el conocimiento.
Lo cual era lo mismo que…
Fue cuando se hundió en el sueño que tuvo la visión. Surgió definida y clara, no desde su interior, entró en su mente desde algún otro lugar, sacando de en medio todas las demás preocupaciones.
Se vio a sí mismo caminando por los terrenos de la propiedad en la que había crecido, cruzando el césped hacia la magnífica casa. Dentro, las luces estaban encendidas y la gente andaba por allí… exactamente como la noche que había entrado y asesinado a aquellos dos vampiros que lo habían criado. Sin embargo, esos no eran los perfiles de la gente que él conocía. Eran diferentes. Eran los humanos que habían comprado la casa.
A la derecha estaba el lecho de hiedra en el que había enterrado a sus padres.
Se vio a sí mismo de pie en el lugar dónde había excavado el agujero y arrojado los cuerpos. Todavía estaba ligeramente irregular, aunque algún jardinero había plantado encima nuevos brotes de hiedra.
Arrodillándose, alargó la mano hacia adelante… sólo para ver que el brazo no era el suyo.
Era como su verdadero padre existía: una sombra negra y brillante.
Por alguna razón, la revelación lo aterrorizó e intentó despertarse. Se azotó la piel inerte.
Pero había caído demasiado bajo para liberarse del influjo.
* * *
La galería de arte de Ricardo Benloise estaba en el centro, cerca del complejo del hospital St. Francis. El elegante edificio de seis plantas se erguía sobre su hermano de 1920… era un “rascacielos” gracias a una reforma que lo dejó con un exterior de acero inoxidable y ventanas del tamaño de la puerta de un granero.
Parecía una joven estrella sentada junto a un grupo de matronas. Cuando John y los chicos aparecieron en la acera al otro lado de la fachada, el lugar bullía de actividad. A través de aquellos enormes paneles de cristal, John pudo ver a hombres y mujeres vestidos de negro llevando consigo copas de champán mientras examinaban las obras de arte de las paredes. Las cuales, al menos desde la calle parecían ser una fusión entre una pintura hecha por un niño de cinco años con los dedos y el trabajo de un sádico con un fetiche por los clavos oxidados.
John no se dejaba impresionar por la culta rutina vanguardista… y como siempre, no tenía ni idea por qué tenía una opinión sobre arte. Cómo si algo de esto importara
Trez les había dicho que se dirigieran a la parte de atrás, así que él y sus chicos recorrieron la manzana y acortaron por el callejón que pasaba por detrás de la galería. Mientras la parte frontal era muy llamativa y acogedora, la parte opuesta estaba a la altura de los negocios de mierda. Sin ventanas. Todo pintado de negro mate. Dos puertas empotradas y un muelle de carga más firmemente cerrado que un cinturón de castidad.
Según la información de Trez, las pobres excusas de “arte” como las que estaban siendo discutidas por esos engreídos aspirantes a Warhol no eran los únicos productos que entraban y salían del lugar. Lo cual estaba claro porque había un jodido cargamento de cámaras de seguridad instaladas sobre la salida trasera.
Afortunadamente, había sombras más que suficientes para ocultarse y en lugar de pasar delante de esas lentes, se desmaterializaron hasta lo alto de un montón de palés de madera en un rincón oscuro.
A esta hora la ciudad estaba todavía llena de vida, los cláxones sordos de los coches, las sirenas lejanas de la policía y los gruñidos torpes de los autobuses municipales dejaban huella en el aire fresco con una sinfonía urbana…
Al final del callejón, un coche giró y apagó las luces como si se dirigiera a la galería.
- Justo a tiempo -susurró Qhuinn-. Y es su Lexus.
John tomó una profunda bocanada y rogó porque dieran con una pista antes de perder su apreciada cabeza.
El sedan rodó hasta detenerse en paralelo al muelle de carga y se abrió la puerta. Cuando la luz interior se encendió…
El pequeño lesser del parque, el que olía a Old Spice, salió de un coche por lo demás vacío. Sin Lash.
El primer instinto de John fue saltar sobre el asesino… pero según Trez, se suponía que Lash asistiría a la reunión. Si interrumpían una afluencia de llegadas concertada, había posibilidades de que fuera avisado.
Y dado su abanico de trampas, la sorpresa era misión vital.
Durante un instante, John se preguntó si debía enviar mensaje a los Hermanos. Ponerles al corriente. Conseguir refuerzos en serio… salvo que al instante en que se le ocurrió, su venganza se incorporó y rugió.
Razón que precisamente le hizo meter la mano en el bolsillo y sacar el teléfono. Mientras el asesino se dirigía dentro, el texto que le envió a Rhage fue corto y conciso: 189 St . Francis. Lash de camino. Los 3 en el callejón trasero.
Cuando se puso de nuevo el teléfono en el bolsillo, pudo sentir a Blay y a Qhuinn mirando sobre su hombro. Uno de ellos le dio un apretón de aprobación.
La cuestión era que Qhuinn tenía razón. Si el objetivo verdadero era derrotar a Lash, había más posibilidades de pillar al tipo si tenía ayuda. Y tenía que ser listo en esto, porque la estupidez evidentemente no iba a llevarle a dónde necesitaba estar.
Un momento después, Rhage se materializó al principio del callejón con Vishous y la pareja se acercó a zancadas. Hollywood era el tipo al que acudir cuando se trataba de Lash porque el Hermano llevaba encima la única arma que podía hacer frente al bastardo: Ese dragón suyo iba a donde quiera que iba él.
Los dos aparecieron justo al lado de John y antes de que ninguno de ellos pudiera preguntar, él comenzó con el lenguaje de signos:
Tengo que ser yo el que mate a Lash. ¿Entendéis? Tiene que ser mío.
Inmediatamente Vishous asintió y dijo con signos: Conozco tu historia con ese pedazo de mierda. Pero si llega al punto dónde eres tú o el cabrón, tu honor se va al banquillo y vamos a interceder. ¿Está claro?
John hizo una profunda aspiración, pensando que la extrapolación surtía bastante efecto con un porqué.
Voy a lograrlo, así que no tienes que preocuparte por ello.
Está bien.
Todos se quedaros inmóviles cuando el lesser que había conducido el Lexus salió, se puso tras el volante… y se fue como si la reunión hubiera sido cancelada.
- Al tejado -dijo Rhage, desapareciendo.
Con una maldición interna, John aceptó el consejo y adoptó forma en lo alto del edificio de Benloise, mirando por encima del borde y observando como el sedán se detenía en la calle St. Francis. Afortunadamente, el asesino era respetuoso con la ley y puso el intermitente izquierdo, así que John dispersó sus moléculas y se fusionaron dos edificios más abajo. Mientras el coche avanzaba, lo repitió una y otra vez hasta que el lesser giró a la derecha, hacia la parte más antigua de Caldwell. Dónde se acababan los tejados planos y todo en lo que podías aterrizar era un manojo de mierda puntiaguda de estilo victoriano.
Menos mal que las suelas de las shitkickers tenían algo de agarre.
Como una gárgola, John se posó sobre torrecillas, buhardillas y alfeizares, siguiendo a su presa por el aire… hasta que el Lexus giró en un callejón y se escondió tras una hilera de casas de piedra arenisca.
John conocía el barrio sólo de nombre, tras su único viaje al sótano de Xhex, que estaba cerca, pero no era el territorio habitual de la Sociedad Lessening. Normalmente sus bases estaban en códigos postales de muy bajo perfil.
Así que solo había una explicación. Era dónde Lash se alojaba.
Un tipo como él, que había crecido entre joyas, ropas y toda esa mierda, necesitaría un trasplante de personalidad para ser capaz de asentarse en algo menos que una buena propiedad. Había crecido rodeado de esto e indudablemente lo vería justo.
El corazón de John comenzó a latir rápido y con fuerza.
El Lexus se detuvo frente a un garaje, y cuando se abrió la puerta, entró. Un momento después, el pequeño asesino atravesó un jardín hacia la parte trasera de una de las casas más bonitas.
Rhage apareció justo al lado de John y le habló por signos:
Tú a la parte trasera conmigo. Vishous y los chicos van a desmaterializarse entrando por la puerta principal. V ya está en el porche y dice que no hay artillería.
Cuando John asintió, los dos bajaron, apareciendo en una terraza de pizarra, justo cuando el lesser abría la puerta hacia lo que parecía una cocina de gourmet.
Esperaron un momento, congelados en el tiempo y el espacio, mientras el asesino desconectaba el sistema de seguridad.
El hecho de que fuera necesario desconectar el sistema no significaba necesariamente que Lash no estuviera dentro. Los Lessers requerían descansos frecuentes para recargar y solo un gilipollas se dejaría a sí mismo sin seguridad.
John simplemente tenía que creer que lo que estaba buscando estaba en esa casa.
Capítulo 15
Xhex estaba sentada en el sillón de orejas junto a la ventana cuando oyó ruido arriba en el tejado. El bump-bump era amortiguado pero lo bastante alto como para arrancarla de los ejercicios aeróbicos mentales que hacía para mantenerse alerta.
Miró al techo.
En el piso de abajo, el sistema de seguridad se desconectó y su precisa audición captó el bip-bip-bip-bip-bip al ser desactivado. Y luego se oyeron los pasos ligeros del lesser que le traía la comida…
Algo no iba bien. Algo… no estaba bien.
Inclinándose hacia delante en el sillón, se puso tensa desde el cuello hasta los pies y extendió sus sondeos mentales. Aunque no podía enviar señales symphath, su habilidad para sentir redes emocionales estaba disminuida pero funcionaba… y así fue como supo que había alguien en la casa aparte del asesino.
Varios cuerpos. Dos en la parte trasera. Tres en la delantera. Y las emociones de los individuos que habían rodeado la casa eran propias de soldados: calma letal, concentración total.
Pero no eran lessers.
Xhex se levantó disparada.
Jesu… cristo. La habían encontrado. Joder, los Hermanos la habían encontrado.
Y la emboscada fue ejecutada en perfecta coordinación. En el piso de abajo, oyó un grito de sorpresa y una refriega de cuerpos. Luego el golpear de botas mientras se lanzaban al combate cuerpo a cuerpo y los refuerzos entraban rugiendo desde otra dirección.
A pesar de que nadie excepto Lash podía oírla, comenzó a gritar tan alto como pudo con la esperanza de que por una vez, pudiera extenderse más allá de las paredes invisibles de su jaula.
* * *
John Matthew no podía creer que el lesser no hubiera sabido que estaban allí. A menos que el cabrón estuviera disminuido de alguna manera, debería haberle afectado el hecho de que hubiera vampiros por todo el lugar. Pero, oh, no… iba a su rollo, entrando mientras dejaba abierta la maldita puerta.
La primera ley de la infiltración era el control y tan pronto como John traspasó el umbral de la casa, sometió al lesser doblándole los brazos al bastardo por detrás de la espalda, forzándolo de cara a las baldosas y sentándose sobre su culo como si fuera un piano de cola. Mientras tanto, Rhage pasó como una ráfaga con pies sorprendentemente ligeros justo cuando V y los otros chicos aparecían en la cocina desde el comedor.
Mientras la primera planta de la casa era registrada con rapidez, John sintió un cosquilleo bajándole por la espalda… como si un cuchillo de hoja afilada le trazara la columna. Mirando alrededor, no pudo descubrir el origen de la sensación, así que capeó el instinto.
- El sótano -siseó Rhage.
Vishous se dirigió hacia abajo con el Hermano.
Con sus chicos guardándole las espaldas, John fue capaz de concentrar su atención en el lesser debajo de él. El cabrón estaba demasiado tranquilo, demasiado quieto. Respiraba, pero eso era todo.
¿Se había golpeado con algo de camino al suelo? ¿Estaba desangrándose? Normalmente contraatacaban.
Pateando latas de combustible, por poner un jodido ejemplo.
Mientras buscaba señales de pérdida de sangre u otras lesiones, John movió la cabeza sin dar al asesino la oportunidad de liberarse. Agarrando al cabrón del cabello, lo levantó…
Encontró algo, de acuerdo… pero seguro como la mierda que no había sido causado por el placaje. En el costado izquierdo del cuello del asesino, había dos heridas de pinchazos y un moretón circular provocado por succionar.
Qhuinn llegó y se arrodilló.
- ¿Quién ha estado trabajándose tu cuello, tiarrón?
El lesser no contestó. Entretanto, V y Rhage se desmaterializaron arriba desde el sótano y se dirigieron a la segunda planta.
Mientras los Hermanos se movían silenciosamente por la casa, Qhuinn asió la mandíbula del asesino.
- Estamos buscando a una hembra. Y puedes hacer esta mierda más fácil para ti si nos dices dónde está.
El lesser frunció el ceño… y lentamente movió los ojos hacia arriba.
Eso fue todo lo que John necesitó.
Se lanzó hacia delante, agarrando la palma de Blay y tirando de ella hacia abajo, hacia el asesino. Cuando la posesión cambió de manos, John dio un brinco y atravesó corriendo el comedor y el vestíbulo delantero. El hueco de la escalera era amplio y enmoquetado, lo cual significaba que tenía una adherencia excelente cuando subías los escalones de tres en tres. Cuanto más subía, más gritaban sus instintos.
Xhex estaba en la casa.
Justo cuando llego arriba, Rhage y V aparecieron frente a él, bloqueándole el camino.
- La casa está vacía…
John cortó a Rhage.
Ella está aquí. Está aquí en algún lugar. Lo sé.
Rhage le atrapó el brazo.
- Bajemos y preguntemos al asesino. Conseguiremos más de ese modo…
¡No! ¡Ella está aquí!
Vishous se acercó a la cara de John, su mirada era un diamante incandescente.
- Escúchame, hijo. Prefieres volver abajo.
John entrecerró los ojos. No sólo querían que bajara abajo. No lo querían aquí arriba.
Qué habéis encontrado. Nadie contestó. ¡Qué habéis encontrado!
Librándose de ambos, oyó la maldición de Rhage mientras V saltaba delante de una puerta.
La voz de Hollywood sonó apagada.
- No, V, suéltalo. Déjale… ya odia a Lash bastante para toda una vida.
La mirada de V destelló como si fuera a discutir, pero luego sacó un pitillo de la chaqueta y se hizo a un lado con una maldición.
Con la parte trasera del cuello tan tensa como un puño, John reventó la puerta y derrapó al detenerse abruptamente. La tristeza en la habitación era un umbral tangible que tuvo que violar. Su cuerpo penetró el frío muro de desolación sólo porque obligó a sus pies a avanzar hacia delante.
Aquí había estado retenida.
Xhex había estado retenida aquí… y la habían lastimado en este lugar.
Abrió los labios y respiró a través de la boca mientras sus ojos trazaban los arañazos de las paredes. Había legiones de ellos, junto con manchas negras… y otras de sangre seca.
Que era de un intenso rojo púrpura.
John analizó y recorrió con las manos un boquete que era tan profundo, que el empapelado de seda había cedido paso a los listones y al yeso de debajo.
Sus inhalaciones se hicieron más bruscas y sus exhalaciones más cortas mientras recorría la habitación. La cama era un auténtico desastre, las almohadas esparcidas por el suelo, el nórdico un enmarañado…
Había sangre en él.
Alargando la mano, recogió una de las almohadas y la sujetó con ternura. Llevándosela a la nariz, inhaló… y captó una versión más fuerte de aquello con lo que soñaba cada noche: el aroma de Xhex.
Se le aflojaron las rodillas y se hundió como una piedra a través del agua inmóvil, desplomándose junto al colchón. Enterrando la cara en la suavidad de la almohada, se la metió dentro, su fragancia persistía como un recuerdo, tangible y escurridizo a la vez.
Ella había estado aquí. Recientemente.
Echó un vistazo a las sábanas ensangrentadas. Las paredes ensangrentadas.
Había llegado demasiado tarde.
El rostro de John se humedeció y sintió algo que le goteaba por la barbilla, pero le importaba una mierda. Estaba consumido por el pensamiento de que había estado tan cerca de salvarla… pero no había llegado a tiempo.
El sollozo que se abrió paso por su garganta realmente produjo un sonido.
* * *
En toda su vida, el corazón de Xhex no había sido propenso a romperse. Durante mucho tiempo había sospechado que era resultado de su lado symphath, una especie de enfermedad congénita que la endurecía contra cosas que a la mayoría de las hembras las perdía.
No obstante resultó que estaba equivocada.
Mientras permanecía junto a John Mathew y observaba su enorme cuerpo derrumbado junto a la cama, el órgano que latía detrás de su esternón se hizo añicos como un espejo.
Nada más que fragmentos.
Estaba total y completamente destruida mientras él acunaba esa almohada como si fuera un recién nacido y en este momento de total desesperación, habría hecho cualquier cosa para calmar su dolor. A pesar de que no tenía ni idea de por qué él lo sentía de manera tan evidente. Las razones no tenían importancia.
El sufrimiento de John era supremo.
Flaqueando, se arrodilló junto a él, sus ojos enviando una imagen trágica de él que cortó directamente hasta la parte más profunda de su cerebro.
Parecía que habían pasado siglos desde que lo viera por última vez y Dios, todavía era tan guapo, incluso más de lo que recordaba en sus momentos de tranquilidad. Con su perfil fuerte y duro y sus extraordinarios ojos azules. Su rostro era el de un guerrero y tenía un cuerpo enorme a juego, sus hombros eran tres veces los suyos. Sus ropas eran de cuero excepto por la camiseta debajo de la chaqueta y el cabello estaba esencialmente rasurado, como si hubiera acabado importándole una mierda y se lo hubiera cortado con una maquinilla eléctrica.
Había sangre de lesser bajándole por la pechera de la chaqueta y en su camiseta.
Había matado esta noche. Y tal vez así la había encontrado.
Bueno, casi la había encontrado.
- ¿John? -dijo en tono bajo una voz masculina.
Xhex se volvió hacia la entrada, aunque él no lo hizo. Qhuinn estaba de pie con los Hermanos Rhage y Vishous. Acababa de unirse a ellos.
De un modo ausente, notó la sorpresa en el rostro de los Hermanos… y tuvo la sensación de que no habían adivinado que había una conexión seria entre ella y John. Aunque ahora lo sabían. Alto y claro.
Cuando Qhuinn dio un paso dentro y se aproximó a la cama, su tono siguió siendo suave.
- John, llevamos aquí media hora. Si vamos a interrogar a ese lesser de abajo sobre ella, tenemos que trasladarlo rápidamente. No queremos hacerlo aquí y sé que quieres estar al mando.
Oh, Dios… no…
- Llévame contigo -susurró Xhex con desesperación-. Por favor… no me dejes aquí.
De repente, John alzó la mirada hacia Xhex, como si oyera su ruego.
Pero no, simplemente miraba a su amigo a través de ella.
Cuando él asintió, memorizó su rostro, sabiendo que era la última vez que lo vería. Cuando Lash descubriera el allanamiento, la mataría en el acto o la trasladaría a algún otro lugar… y había muchas probabilidades de que no sobreviviera lo bastante para ser encontrada de nuevo.
Alzando la mano, a pesar de que no haría ningún bien, la posó en un costado del rostro de John y pasó el pulgar una y otra vez por los rastros de sus lágrimas. Se imaginó que casi podía sentir la calidez de su piel y la humedad en sus mejillas.
Habría dado cualquier cosa por ser capaz de tomarlo entre sus brazos y abrazarlo. Todavía más, por irse con él.
- John… -dijo con voz ronca-. Oh, Dios… ¿por qué te estás haciendo esto?
Él frunció el ceño, pero sin duda fue por algo que Qhuinn estaba diciendo. Salvo que entonces su propia palma se alzó y la colocó dónde ella le estaba tocando.
Pero fue sólo para secarse las lágrimas. Cuando se levantó, se llevó la almohada con él y pasó directamente a través de Xhex.
Xhex observó la retirada mientras la sangre le tronaba en los oídos. Esto era, en cierto modo, un eco del proceso de muerte, pensó. Poco a poco, palmo a palmo, lo que la ataba a la vida desaparecía, se marchaba, partía. Con cada paso que John daba hacia la puerta, la respiración se evaporaba de sus pulmones. Su corazón se estaba deteniendo. Su piel se enfriaba.
Su oportunidad de rescate se estaba alejando. Su oportunidad…
Fue entonces cuando supo por lo que había estado luchando todo ese tiempo, y por una vez, no sintió la inclinación de ocultar sus emociones. No había necesidad. Aunque permanecía con ella, estaba completamente sola y separada de él, es más, su propia mortalidad aclaraba sus prioridades.
- John -dijo suavemente.
Él se detuvo y miró por encima del hombro hacia la cama.
- Te amo.
Su atractivo rostro se tensó de dolor y se frotó en medio del pecho, como si alguien le hubiera dado un puñetazo en el corazón y lo apretujara hasta la muerte.
Y luego se alejó.
El cuerpo de Xhex hizo caso omiso de su mente. Con un salto desesperado, corrió hacia la puerta abierta, con los brazos extendidos, la boca completamente abierta.
Cuando golpeó los confines de su prisión, oyó un ruido fuerte, como una sirena… o el estridente silbido de fuegos artificiales después de encenderlos… o tal vez fuera el sonido de la alarma de seguridad.
Pero no era ninguna de esas cosas.
Era ella misma gritando a pleno pulmón.
Capítulo 16
John tuvo que arrancarse de aquella habitación. Si no hubiera sido por la lógica aplastante y la necesidad de partir en dos a ese lesser, no habría sido capaz de mover sus botas ni un milímetro.
Habría jurado sentir la presencia de ella… pero sabía que eso era una trampa mental nacida de su búsqueda. Ella no estaba en la habitación. Había estado en la habitación. Dos cosas totalmente distintas… y su única oportunidad de averiguar qué le había sucedido estaba abajo, en la cocina.
Mientras se dirigía al primer piso, se frotó los ojos y el rostro, descubriendo que su mano quería entretenerse en su mejilla. La piel de allí le hormigueaba… algo así como cuando Xhex lo había tocado en una de esas raras ocasiones.
Dios… la sangre en esa habitación. Toda esa sangre. Ella se había defendido de Lash y aunque era una fuente de orgullo pensar que había rajado al cabrón un buen número de veces, no pudo soportar la realidad de lo que había acaecido en ese dormitorio.
John giró a la izquierda y caminó airado a través del comedor, intentando concentrarse de nuevo en la partida mientras sentía como si le hubieran arrancado la piel y arrojado en carne viva al océano. Empujó la puerta de servicio de la cocina.
En el instante en que sus ojos se centraron sobre el lesser, un terremoto lo arrasó y su firmamento se rompió hasta su mismísimo centro. Estiró la boca completamente abierta y soltó un rugido mudo.
Cuando se abalanzó hacia adelante, su furia hizo estallar los colmillos en su boca y su cuerpo funcionó con el piloto automático. Se desmaterializó en el espacio, tomando forma delante del bastardo. Empujó a Blay lejos del asesino y el vampiro vinculado en John atacó con un tipo de ferocidad de la que sólo había oído hablar… pero nunca había visto.
Y desde luego nunca experimentado.
Con la vista completamente en su blanco y los músculos vigorizados por la rabia, era todo acción, nada de pensamiento mientras atacaba. Con las manos en forma de garras, los colmillos cortantes como dagas y su ira interior tan intensa que le convertía en un animal.
No tenía ni idea de cuánto tiempo tardó… ni de lo que hizo. Lo único que registró fue la vaga conciencia de que todo lo que podía oler era un hedor dulzón.
Algún tiempo después… mucho después… una vida después… se detuvo para tomar aliento y se encontró a cuatro patas, con la cabeza colgando y los pulmones ardiendo por el esfuerzo. Tenía las palmas plantadas en las baldosas resbaladizas por la sangre negra, algo le goteaba del cabello y le salía por la boca.
Escupió un par de veces intentando deshacerse del repúgnate sabor, pero fuera lo que fuera, la mierda no estaba sólo en su lengua y sus dientes, le bajaba por la garganta hasta el estómago. Además le escocían los ojos y los tenía borrosos.
¿Estaba llorando otra vez? Ya no sentía tristeza… sólo vacío.
- Jesu… cristo… -dijo alguien en voz baja.
De repente se sintió exhausto, John dejó que su codo se relajara y cambió su peso al costado. Posando la cabeza en un charco refrescante, cerró los ojos. No tenía fuerzas. Todo lo que podía hacer era respirar.
Un rato después, oyó a Qhuinn hablándole. Por mera cortesía, más que por tener idea de lo que estaba pasando, asintió cuando se hizo una pausa.
Quedó momentáneamente sorprendió cuando sintió manos en sus hombros y piernas. Sus párpados se las arreglaron para parpadear cuando fue levantado.
Qué raro. Las encimeras y los armarios habían sido blancos cuando entraron por primera vez. Ahora… estaban pintados de un negro muy brillante.
Desvariando, se preguntó por qué alguien habría hecho aquello.
El negro no era precisamente un color acogedor.
Cerrando los ojos, sintió golpes y trompazos mientras era trasladado fuera y luego se produjo un levantamiento final seguido por el aterrizaje de su cuerpo en una pila desmadejada. Se encendió el motor del coche y se cerraron las puertas.
Estaban en camino. Sin duda de regreso al complejo de la Hermandad.
Antes de desmayarse del todo, alzó la mano y se la llevó a la mejilla. Lo cual le hizo darse cuenta de que se había olvidado la almohada.
Despertándose de golpe, se levantó, como Lázaro regresando de la muerte.
Sin embargo, Blay estaba justo allí con lo que se había llevado.
- Aquí tienes. Me aseguré de que no nos fuéramos sin esto.
John agarró aquello que todavía olía a Xhex y acurrucó su enorme cuerpo alrededor. Y eso fue lo último que recordaría del viaje de regreso a casa.
* * *
Cuando Lash despertó, estaba exactamente en la misma posición en que había estado cuando cayó dormido: de espaldas con los brazos cruzados sobre el pecho… como un cadáver dispuesto en un ataúd. Antes, cuando había sido un vampiro, se removía durante el día, despertándose normalmente de lado con la cabeza debajo de la almohada.
Cuando se incorporó, lo primero que hizo fue examinar las lesiones de su pecho y estómago. Sin cambios. No peor, pero sin cambios. Y su nivel de energía no había mejorado de manera significativa.
A pesar del hecho de que había dormido… Jesucristo, ¿tres horas? ¿Qué demonios?
Jodidas gracias que había tenido el sentido común de posponer esa cita con Benloise. No te encontrabas con un hombre así cuando tenías este aspecto y te sentías como si hubieras estado de juerga una semana y media.
Sacando las piernas fuera de la cama, se apoyó y empujó su culo fuera del colchón, poniéndose derecho. Mientras su cuerpo serpenteaba, no oyó nada excepto silencio en el piso de abajo. Oh… espera. Alguien estaba vomitando. Lo que significaba que el Omega había acabado su asuntillo con el nuevo recluta y el chico estaba comenzando de seis a diez divertidas horas de vómitos.
Lash recogió la camisa manchada y el traje, preguntándose dónde demonios estaba su muda de ropa. Al señor D no le llevaría tres horas llevar su culo a casa de Benloise, cambiar la cita, luego dirigirse a la casa para alimentar a Xhex y elegir un nuevo juego de trapos del armario.
En su camino de descenso por las escaleras, Lash marcó el número del idiota, y cuando saltó el buzón, espetó:
- Joder, ¿dónde está mi ropa, gilipollas?
Colgó y miró al interior del comedor a través del pasillo. El nuevo recluta ya no estaba sobre la mesa. Estaba parcialmente debajo y agachado sobre un balde, con arcadas secas como si tuviera una rata en las tripas que no pudiera encontrar la salida.
- Aquí te dejo -dijo Lash en voz alta.
Esto provocó una pausa y el recluta levantó la mirada. Tenía los ojos inyectados en sangre y algo parecido a agua sucia de lavar los platos saliéndole por la boca abierta.
- ¿Qué… me está pasando? -Voz pequeña. Pequeñas palabras.
La mano de Lash fue hacia la llaga en su pecho y se le hizo difícil respirar mientras pensaba una vez más que a los reclutas nunca se les explicaba la historia completa. Nunca sabían qué esperar ni el valor total de lo que entregaban o recibían.
Nunca antes había pensado en sí mismo como un recluta. Era el hijo, no otro piñón en la maquinaria del Omega. ¿Pero cuánto sabía en realidad?
Se obligó a alejar la mano de la lesión.
- Vas a ponerte bien -le dijo con rudeza-. Todo… va a salir bien. Vas a desmayarte un rato y cuando te despiertes… te volverás a sentir tú mismo, sólo que mejor.
- Esa cosa…
- Es mi padre. Todavía vas a trabajar para mí, como dije. Eso no ha cambiado -se dirigió hacia la puerta cuando el impulso de huir se hizo demasiado fuerte para combatirlo-. Te enviaré a alguien.
- Por favor… no me dejes -imploraron unos acuosos ojos y una mano manchada se extendió-. Por favor…
Las costillas de Lash se agarrotaron, comprimiendo sus pulmones hasta el punto de funcionar mal, hasta que no pudo arrastrar más aire por la garganta.
- Alguien vendrá por ti.
Fuera de la puerta, fuera de la casa, fuera del lío. Se metió rápidamente en el Mercedes, detrás del volante y se encerró en el coche. Salió disparado por el corto camino de entrada de la granja. Le llevó unos tres kilómetros poder respirar correctamente y no fue hasta que vio los rascacielos del centro que se sintió más cómo él mismo.
Mientras se dirigía a la casa de piedra arenisca, llamó al señor D dos veces más, saltó el buzón de voz y luego… el buzón de voz.
Bajó por la derecha del callejón hacia el garaje. Estaba listo para arrojar el teléfono por la ventana de pura frustración.
Levantando el pie del acelerador, dejó que otro coche lo pasara… pero no disminuyó la velocidad sólo por cortesía hacia el Porsche de su vecino.
La puerta del garaje de la casa estaba abierta de par en par y el Lexus del señor D estaba aparcado dentro. Sin ningún protocolo.
Eso y todas las llamadas sin respuesta fueron una bandera roja del tamaño de Texas y el primer pensamiento de Lash fue para Xhex. Si esos cabrones de los Hermanos se la habían llevado, iba a estacarlos sobre el césped y dejaría que el sol se ocupara de ellos bien y despacito.
Cerrando los ojos, envió sus instintos al exterior… y tras un momento, pudo sentir al señor D, pero las señales eran muy débiles. Casi imperceptibles. El cabrón evidentemente había sido apaleado, pero estaba sin rematar aún.
Cuando un coche se puso detrás de él y tocó el claxon, se dio cuenta de que se había parado en seco en medio de la calle.
Normalmente, su primer movimiento habría sido meter el Mercedes en el garaje y entrar como un rayo en la casa con los puños en alto… pero estaba a media asta en el mejor de los casos, flojo y mareado. Y si los Hermanos estuvieran todavía dentro, ahora no era el momento de encarar a su enemigo.
Incluso los lessers podían despertarse muertos. Incluso el hijo del mal podría ser enviado a casa.
¿Pero qué pasaba con su hembra?
Perseguido por un extraño y frío terror, Lash pasó de largo el callejón, tomó la primera a la derecha y luego otra vez. Mientras circulaba por delante de su casa, rogó como una putita para que ella todavía estuviera…
Alzó la mirada hacia las ventanas de la segunda planta, la vio en la habitación y su alivio fue tan potente que la respiración le abandonó en un resuello. No importaba qué hubiera sucedido en esa casa, no importaba quién se hubiera infiltrado, Xhex todavía estaba dónde la había dejado. Su rostro estaba claro para él y sólo para él. Podía ver al otro lado del cristal sus ojos alzados hacia el cielo y su mano en la garganta.
Qué imagen tan encantadora, pensó. Le estaba creciendo el cabello, comenzaba a rizarse y con la luz de la luna en lo alto de sus pómulos y labios perfectos era francamente una imagen romántica.
Todavía era suya.
Lash se obligó a seguir conduciendo. La cuestión era que ella estaba a salvo dónde estaba… Su prisión invisible era impenetrable para cualquier vampiro, humano o lesser, ya fuera un Hermano o simplemente cualquier tipo con una pistola y huevos.
¿Y si entraba y tenía una escaramuza con los Hermanos? ¿Y si resultaba herido? Iba a perderla, porque el hechizo en el que ella estaba atrapada le restaba energías para mantenerlo. Ya estaba teniendo bastantes problemas convocando la fuerza suficiente para que siguiera funcionando… y aunque despreciaba su debilidad, era un puñetero realista.
Mantenerlo funcionando le mataría. Le mataría absolutamente
Pero era la decisión correcta. Si quería retenerla, tenía que dejarla atrás hasta que el amanecer despejara esa casa.
Le llevó un rato comprender de que estaba conduciendo sin rumbo fijo. Pero la verdad era que la idea de regresar y quedarse en uno de esos pequeños ranchos de mierda que la Sociedad Lessening tenía en propiedad le hacía desear arrancarse la piel del rostro a tiras.
Tío, ¿no iba a amanecer nunca?
Hasta cierto punto, no podía creer que fuera tan cobarde como para estar largándose. Pero por otro lado, estaba teniendo problemas para mantener la cabeza despejada y los ojos abiertos al volante. Cuando volvió al principio del puente de Caldwell en dirección oeste, no sólo era la rutina del cansancio. Las llagas bien podían ser de las batallas con Xhex, pero el agotamiento era…
La respuesta se le ocurrió mientras echaba un vistazo a las calles en dirección este. Era tan obvio y aún así lo golpeó con tal fuerza que levantó el pie del acelerador.
Este y oeste. Izquierda y derecha. Noche y día.
Por supuesto que alimentarse del señor D sólo lo había ayudado teóricamente.
Necesitaba una hembra. Una hembra lesser.
¿Por qué no había caído en la cuenta antes? Los vampiros varones se fortalecían sólo con la sangre del sexo opuesto. Y aunque el lado de su padre era muy dominante en él, claramente había colmillo de sobra ahí al que tenía que alimentar.
Después de tomar la vena del señor D sólo se había sentido parcialmente satisfecho.
Bien, esto lo cambiaba todo… y le brindaba a Xhex todo un nuevo futuro.
Capítulo 17
Los ruidos de la sangrienta refriega del piso de abajo llegaron hasta los oídos de Xhex y dado el hedor que ya llegaba a la entrada de la habitación, sólo podía suponer lo que le habían hecho a ese pequeño lesser que le traía la comida.
Por lo visto parte de la primera planta había sido redecorada con estampado de asesino.
La sorprendía que los Hermanos hubieran decidido descuartizar al bastardo miembro a miembro en la casa. Por lo que ella sabía, normalmente Butch O’Neal, inhalaba a los asesinos para evitar que volvieran al Omega. ¿Pero lo del piso de abajo? Le sorprendería si quedaba algo que pudieras recoger sin una fregona.
A menos que fuera un mensaje para Lash.
Tras el ruidoso caos de la carnicería, se produjo un extraño período de silencio y luego muchas pisadas. Se marchaban ahora que ya no quedaba nada que matar.
El pánico se alzó de nuevo en su pecho y el esfuerzo de volver a calmarse fue casi físico… pero maldita sea, no iba a desquiciarse. Lo único que tenía en esa situación era a ella misma. Ella era su arma; su mente y su cuerpo eran lo único que Lash no podía quitarle.
Si las perdía, podía darse por muerta.
A la mierda con eso, si las perdía no podría llevarse a Lash con ella de paso.
La realidad de la situación era dónde encontraría fuerzas para continuar adelante, continuar con el peso de reprimir sus emociones cuando de otro modo lo habrían hecho volar todo por los aires llevándose consigo la lógica. Lo guardó todo bajo llave, apagando todo lo que había sentido cuando estuvo junto a John Matthew.
Nada pasaría. Nada emanaría.
Pasando a modo guerra, se dio cuenta de que no había oído un estallido o visto el eco de un destello, así que no habían apuñalado al asesino. Y el olor era tan intenso, que apostaba a que habían dejado el cuerpo atrás.
Joder, Lash iba a perder los putos estribos. Le había oído interactuar con el pequeño tejano y aunque él lo negaría, le tenía apego al bastardo. Todo lo que tenía que hacer era explotar esta debilidad suya. Llevándole incluso más lejos cuando se cabreara. Tal vez se rajaría de alguna manera esencial…
Entre el silencio y el dulce hedor, se paseó por allí y acabó en la ventana. Sin pensar en el campo de fuerza, levantó ambas manos y las apoyó contra el marco.
Xhex dio un brinco hacia atrás, esperando una oleada de dolor.
En su lugar… solo sintió un hormigueo.
Había algo diferente en su prisión.
Manteniendo un ojo atento, regresó a la barrera con las palmas extendidas, presionándolas contra su contención. Objetividad total y absoluta era lo que necesitaba para evaluar las cosas… pero resultó, el cambio era tan obvio que incluso distraída lo habría detectado. Había una debilidad en el tejido extensible del hechizo. Una debilidad inconfundible.
La pregunta era por qué. Y tanto si iba a debilitarse más o no, esta irregularidad era algo que tenía que aprovechar en este momento.
Sus ojos evaluaron la ventana. Visualmente, no había nada fuera de lo normal en su prisión y levantó la mano hacia el cristal, sólo para asegurarse… sí, tenía razón.
¿Habría muerto Lash? ¿Habría resultado herido?
En ese momento, un gran Mercedes negro se detuvo delante de la casa y presintió al hijo de puta dentro. Y ya fuera porque hubiera estado tomado de su vena o porque la barrera se estuviera debilitando, la rejilla emocional del mamón era cristalina para su lado symphath: Se sentía aislado. Preocupado. Y… débil.
Bueno, bueno, bueno…
Eso daba credibilidad al debilitamiento que había sentido. Y una idea de por qué no venía a por ella en plan Johnny-el-rápido. Si ella fuera Lash y no se sintiera particularmente fuerte, esperaría a que llegara el amanecer antes de entrar.
Eso o se largaría a buscar numerosos refuerzos.
Pero claro, para eso estaban los teléfonos móviles, ¿no?
Cuando el Mercedes abandonó el vecindario y no mostró señales de volver, Xhex retrocedió dos pasos de la ventana. Tensó los muslos, se agachó en una posición de combate, cerrando los puños y posicionando el cuerpo ligeramente hacia atrás por las caderas. Respiró profundamente, se concentró y…
Soltando el puño derecho con toda la fuerza de su hombro, dio a la barrera un puñetazo lo bastante fuerte como para romper en pedazos a la muy cabrona si hubiera sido la mandíbula de un macho.
El hechizo la pinchó en respuesta, pero en toda la habitación, aparecieron ondas, su celda titilaba como si se recalibrara después de un daño. Antes de que pudiera recomponerse por completo, lanzó otro puñetazo.
El cristal al otro lado de la barrera estalló con el impacto.
Al principio, se quedó parada como una estúpida… incluso cuando sintió la brisa en el rostro y bajó la mirada a sus nudillos, ahora sangrantes, para confirmar que no había otra razón por la que la ventana se hubiera roto.
Santa… mierda.
Rápidamente consideró sus estrategias potenciales de salida, miró por encima del hombro hacia la puerta que John y los Hermanos habían dejado abierta.
Lo último que quería era atravesar la casa, porque no conocía la distribución y no tenía ni idea de con qué se iba a topar a lo largo del camino. Pero el instinto le decía que seguramente estaba demasiado débil para desmaterializarse… así que si intentaba atravesar la ventana, no sabía si sería capaz de llevar a cabo una desaparición en el aire.
En cuyo caso se haría papilla en el pavimento de abajo.
La puerta abierta era su mejor opción. Podía utilizar su propio cuerpo como un puño y cogiendo carrerilla, tendría incluso más potencia respaldándola.
Dando media vuelta, puso los omóplatos contra la pared, aspiró una profunda bocanada… y cruzó corriendo la habitación, con las puntas de los pies llevando su peso sobre el suelo y los brazos en movimiento.
Golpeó la barrera y el dolor fue incandescente, disparándose a través de cada una de las células de su cuerpo, encendiéndola de adentro hacia fuera. La agonía la cegó en el mismo instante en que el hechizo la retenía en el lugar, atrapándola dentro de los confines y sometiéndola a darse por muerta.
Salvo que entonces se produjo un desgarrón cuando su velocidad triunfó sobre los barrotes invisibles de la prisión… y maldita sea si no terminaba al otro lado de esa habitación.
Cuando su cuerpo se liberó, golpeó la pared del pasillo, hasta el punto que esperaba quitar una capa de pintura con rostro y pecho mientras se deslizaba hacia el suelo.
Con la cabeza dándole vueltas y los ojos llenos de luces intermitentes, se pateó el culo para ponerse en marcha. Estaba fuera, pero no estaba libre.
Echando un vistazo atrás, observó la ondulación del hechizo mientras se rehacía a sí mismo… y se preguntó si la brecha no enviaría algún tipo de señal a Lash.
¡Vamos… ahora… sal… corre!
Levantándose a rastras del suelo, bajó por el pasillo y golpeó las escaleras con piernas poco fiables, corrió a toda velocidad, tropezando. En el vestíbulo de abajo, la peste a sangre lesser la asfixió hasta el punto de provocarle arcadas y se alejó de ella, aunque no a causa de su nariz. Todas las entradas y salidas en la casa se producían por la parte de atrás. Si no tenía mucho tiempo de su parte, necesitaba concentrarse en encontrar otra forma de salir.
Delante, la puerta principal era una cosa maciza, ornamentada y tallada, con cristal en el que había barrotes de hierro incrustados. Pero todo lo que tenía como cerradura era un simple pestillo.
Hora de-quitarle-el-caramelo-al-niño.
Se acercó, puso la mano en el mecanismo Schlage y concentró lo que le quedaba de energía en mover las clavijas. Una… dos… tres… y la cuarta.
Abriendo la puerta de par en par, tenía un pie fuera cuando oyó el crujido de alguien entrando en la cocina.
Oh mierda, Lash estaba de vuelta. Había regresado a por ella.
Desapareció en un instante, el pánico le dio alas de las que su mente concentrada hizo buen uso. Dada la condición en la que estaba, sabía que no iba a llegar muy lejos y decidió que la mejor opción era su sótano. Al menos allí, estaría a salvo mientras se recuperaba.
Xhex tomó forma en el protegido hueco que bajaba hasta su estudio, e hizo saltar los cerrojos de cobre con la mente. Mientras atravesaba la puerta, las luces controladas por sensores de movimiento se encendieron en el pasillo encalado y levantó el brazo para protegerse los ojos mientras bajaba las escaleras dando tumbos. Cerrando la puerta con sus pensamientos, tropezó hacia delante, siendo sutilmente consciente de que cojeaba.
¿El impacto contra la pared? ¿El barullo bajando las escaleras? Quién coño lo sabía o le importaba.
Logró llegar a su dormitorio y se encerró. Cuando las luces automáticas se encendieron, miró hacia la cama. Sábanas blancas y limpias. Almohadas bien ordenadas. Nórdico sin arrugas.
No logró llegar al colchón. Cuando las rodillas le fallaron, se dejó ir, su esqueleto se desplomó sobre sí mismo hasta que sólo fue un montón de huesos cubiertos de piel.
No fue el sueño lo que la reclamó cuando golpeó el suelo. Pero no pasaba nada.
De todos modos la inconsciencia funcionaba mejor.
* * *
Blaylock volvió a entrar en la casa con Rhage y Vishous apenas unos veinte minutos después de que se fueran con John. Tan pronto como lo hubieron llevado a salvo de vuelta al complejo, regresaron para acabar el registro del lugar: esta vez, buscaban cosillas como identificaciones, ordenadores, efectivo, drogas, cualquier cosa que les proporcionara información.
Habiendo visto la carnicería que John Matthew había montado, cuando Blay entró en la cocina apenas registró los daños e inmediatamente comenzó a abrir los armarios y cajones. Vishous subió a la segunda planta mientras Rhage indagaba en la parte delantera de la casa.
Acababa de comenzar con su rutina cuando Rhage gritó:
- La puerta delantera está abierta de par en par.
Así que alguien había vuelto aquí desde que partieran con John. ¿Lessers? No era probable ya que jamás lo hubieran dejado todo sin protección. ¿Tal vez un ladrón humano? Los Hermanos no habían cerrado con llave la puerta trasera cuando se largaron así que quizás alguien había entrado tan frescamente.
Si había sido un humano, menuda vista le habían proporcionado. Tal vez eso explicaría la salida precipitada por la otra puerta.
Blay sacó su hierro por si hubiera alguien en la casa y con la mano libre, se dio prisa revolviendo las cosas. Encontró dos teléfonos móviles en un cajón con los cuchillos, ninguno de los cuales tenía cargador… pero V lo solucionaría. También había algunas tarjetas de visita junto al teléfono, pero eran todas de contratistas humanos… que seguramente habían sido utilizados para trabajar en la casa.
Estaba abordando los armarios de debajo del mostrador cuando frunció el ceño y levantó la mirada. Directamente frente a él había un cuenco con manzanas frescas.
Mirando hacia abajo en dirección a los fogones vio algunos tomates. Y una barra de pan francés envuelta en papel.
Enderezándose, se dirigió a la nevera y la abrió. Leche orgánica. Comida para llevar de Whole Foods. Un pavo fresco listo para ser cocinado. Tocino ahumado canadiense.
No era precisamente la comida de un prisionero.
Blay miró hacia el techo, dónde sonaban fuertes pisadas mientras V iba de habitación en habitación. Luego sus ojos rastrearon la cocina al completo, desde el abrigo de cachemira que cubría un taburete, a las cacerolas de cobre amontonadas en la estantería abierta, hasta la cafetera que tenía un brebaje en su barriga.
Todo era de marca, nuevo y más ordenado que en una foto de catálogo.
Realmente estaba la altura de los estándares de Lash… pero se suponía que los lessers no podían comer. Así que a menos que estuviera tratando a Xhex como a una reina, lo cual era altamente improbable… alguien estaba comiendo con regularidad en esta casa.
La despensa estaba a parte de la cocina y Blay dio un paso a través de los restos húmedos del asesino para echar una ojeada a la estancia: suficiente comida en lata para mantener a una familia durante un año.
Estaba saliendo cuando sus ojos captaron algo en el suelo: Había una sutil serie de arañazos a través del parqué por lo demás perfecto como un espejo… y estaban dispuestos en forma de media luna.
Las rodillas de Blay crujieron cuando se puso en cuclillas y empujó a un lado un mango de aspiradora. La pared contrachapada parecía alineada y no se la veía interrumpida por ninguna junta que no debiera estar, pero una rápida exploración con los nudillos y encontró un espacio hueco. Sacando el cuchillo, utilizó la empuñadura como sonar para determinar las dimensiones precisas del agujero oculto; luego giró el arma y penetró el diseño machihembrado con la punta de la hoja.
Forzando la tapa, cogió una linterna y la proyectó al interior.
Una bolsa de basura. De la marca Hefty y del color de la sangre de lesser.
Arrastrándola hacia fuera, abrió los cordeles de un tirón.
- Santa… mierda.
Rhage apareció detrás de él.
- ¿Qué tienes?
Metió la mano dentro y sacó un puñado de billetes arrugados.
- Efectivo. Un montón de efectivo.
- Agárralo. V encontró arriba un portátil y una ventana rota que antes no lo estaba. Cerré la puerta principal para que ningún humano fisgoneara. -Comprobó su reloj-. Tenemos que salir pitando antes de que salga el sol.
- Roger a eso.
Blay agarró la bolsa y dejó el espacio abierto y violado, imaginando que cuantas más evidencias de robo mejor. Aunque no era como si los restos y pedazos del lesser pudieran ser ignorados.
Si tan sólo pudiera ver el rostro de Lash cuando el cabrón volviera a casa.
El grupo salió por la parte de atrás hacia el jardín, él y Rhage se desmaterializaron mientras Vishous le hacía un puente al Lexus del garaje para poder confiscarlo.
Huelga decir que se habrían quedado y esperado para ver que aparecía. Pero no había negociación que valiera con el amanecer.
De vuelta a la mansión de la Hermandad, Blay entró en el vestíbulo con Hollywood y allí había un comité de bienvenida esperándolos. Todo el botín fue entregado a Butch para procesarlo en el Pit y tan pronto como Blay pudo escaparse, subió a la habitación de John.
Su golpe en la puerta fue contestado con un gruñido; cuando abrió y entró, vio a Qhuinn sentado en un sillón orejero junto a la cama. La lámpara sobre la mesita que había a su lado proyectaba un charco amarillo en la oscuridad, iluminándolos a ambos, a él y a la montaña acostada bajo la nórdica.
John estaba fuera de combate.
Qhuinn, por otra parte, atacaba el Herradura, con la botella de Selección Suprema en el codo y un vaso de cristal lleno del extraordinario tequila que últimamente se había convertido en su bebida favorita.
Cristo, con él sorbiendo eso y John tragando Jack, Blay estaba pensando que tenía que subir de categoría su bebida habitual. La cerveza de repente parecía infantil.
- ¿Cómo está? -preguntó Blay bajito.
Qhuinn tomó un sorbo y tragó.
- Bastante agitado. Llamé a Layla. Tiene que alimentarse.
Blay se aproximó a la cama. Los ojos de John estaban tan cerrados como una celda de máxima seguridad, las cejas tan tensa que parecía estar intentando resolver una ley de la física en sueños. Su rostro estaba sobrenaturalmente pálido, el cabello parecía más oscuro en contraste y su respiración era demasiado superficial. Le habían quitado la ropa y la mayor parte de la sangre del lesser había sido limpiada.
- ¿Tequila? -preguntó Qhuinn.
Blay tendió la mano hacia el tío sin mirar, todavía concentrado en su colega. Lo que le golpeó en la palma fue el vaso en vez de la botella, pero no le importó y tomó un largo trago.
Bien, al menos sabía por que a Qhuinn le gustaba esa cosa.
Cuando devolvió el vaso, cruzó los brazos sobre el pecho y escuchó el sonido tranquilo y gorgoteante mientras volvían a llenarlo. Por alguna razón, el flojo y encantador sonido de esa bebida cara pegando contra el cristal tallado lo calmó.
- No puedo creer que llorara -murmuró Blay-. Quiero decir… puedo, pero fue una sorpresa.
- Evidentemente la habían retenido en esa habitación. -El Herradura fue puesto de vuelta en la mesita lateral con un golpe sutil-. Y acabamos de perderla.
- ¿Ha dicho algo?
- No. Ni siquiera cuando lo empujé a la ducha y entré con él.
Vale, esa era una imagen sin la que Blay podía vivir. Menos mal que a John no le iba eso.
Hubo un suave golpe en la puerta, luego una bocanada de canela y especias. Blay fue hacia allí y dejó entrar a Layla, haciéndole una reverencia por respeto.
- ¿Cómo puedo ser de…? - La Elegida frunció el ceño y echó un vistazo hacia la cama-. Oh, no… ¿está herido?
Mientras iba hacia John Matthew, Blay pensó, Sí, pero en su mayor parte por dentro.
- Gracias por venir -dijo Qhuinn mientras se levantaba de la silla. Inclinándose sobre John, empujó el hombro del tío con delicadeza-. Eh, socio, ¿puedes despertarte durante un segundo?
John se alzó como si estuviera luchando contra un tsunami, levantando la cabeza lentamente, los párpados se abrieron y cerraron como si tuviera un torrente de agua en la cara.
- Hora de alimentarse. -Sin echar un vistazo sobre el hombro, Qhuinn hizo gestos a Layla con la mano tendida-. Necesitamos que te concentres un poco más y luego te dejaremos en paz.
La Elegida se detuvo… luego dio un paso hacia delante. Tomó la palma extendida lentamente, deslizando su piel contra la de Qhuinn, adelantándose con una especie de hermosa timidez que hizo que Blay sintiera lástima por ella.
Viendo el rubor que de repente le encendió las mejillas, Blay tuvo el presentimiento de que ella, como todos los demás, al parecer, se sentía atraída por Qhuinn.
- John… ¿socio? Vamos, necesito que prestes atención. -Qhuinn tiró de Layla a fin de que la Elegida tomara asiento en la cama y en el instante en que ella echó un buen vistazo a John, se centró en él.
- Señor… -Su voz fue tranquila e increíblemente amable mientras se subió la manga de la túnica-. Señor, despierte y tome lo que puedo darle. Verdaderamente lo necesita.
John comenzó a negar con la cabeza, pero Qhuinn estaba al loro.
- ¿Quieres ir a por Lash? No podrás en este estado. No puedes levantar la jodida cabeza… perdona el lenguaje, Elegida. Necesitas algo de fuerza… Vamos, no seas gilipollas, John.
Los ojos disparejos de Qhuinn se dispararon hacia Layla mientras formaba un Lo siento con la boca. Y ella debió sonreírle porque por un momento, él inclinó la cabeza como si le hubiera golpeado.
O tal vez simplemente ella había articulado con la boca algo en respuesta.
Tenía que ser eso.
De verdad.
Y entonces ambos bajaron bruscamente las cabezas, Layla soltó un grito ahogado cuando los colmillos de John se clavaron profundamente y comenzó a tomar lo que ella le ofrecía. Evidentemente satisfecho, Qhuinn volvió adónde había estado sentado y rellenó el vaso. Después de beberse la mitad, se lo tendió a Blay.
La mejor idea que alguien había tenido en años. Blay se posicionó contra el respaldo alto del sillón orejero, pasando un brazo a lo largo de la parte superior mientras tomaba un largo trago y luego otro, antes de devolver el tequila.
Permanecieron así, compartiendo la bebida mientras John se alimentaba de Layla… y en algún momento durante el proceso de ambas alimentaciones, fue consciente de que estaba poniendo los labios en el mismo borde del que Qhuinn estaba bebiendo.
Tal vez fuera el alcohol. Tal vez fuera el vaso. Tal vez fuera el hecho de que desde dónde estaba, con cada aliento que tomaba olía el oscuro aroma de Qhuinn…
Supo que tenía que irse.
Quería apoyar a John, pero a cada minuto que pasaba, se inclinaba más y más cerca y… más cerca de Qhuinn. Hasta el punto de que su mano colgaba sobre el sillón, casi estaba acariciando ese espeso cabello negro.
- Tengo que irme -dijo bruscamente, devolviendo el vaso una última vez y dirigiéndose hacia la puerta.
- ¿Estás bien? -le gritó Qhuinn.
- Sí. Que duermas bien y cuídate, Layla.
- ¿No tienes que alimentarte? -exigió Qhuinn.
- Mañana.
La Elegida dijo algo encantador y agradable, pero él no se dio la vuelta. No. No podía darse la vuelta.
Y por favor, Dios, no dejes que me tope con nadie en el pasillo.
No había comprobado lo grave que era, pero sabía cuando estaba excitado… y eso era algo que, sin importar cuán educado fuera un macho, no podía esconderse en el cuero apretado.
Capítulo 18
En el Otro Lado, Payne se paseaba por la fuente de su madre y sus pies formaban círculos en el estanque que recogía el agua que caía. Mientras chapoteaba, sostenía su túnica en alto y escuchaba a los coloridos pájaros que se posaban en el árbol blanco que había en una esquina. Los pequeñines gorjeaban y se trasladaban de rama en rama picoteándose entre ellos y alborotando con sus plumas.
Cómo demonios consideraban que una actividad tan limitada hacía que valiera la pena despertarse cada día era algo que no comprendía.
En el Santuario no existía la concepción del tiempo, a pesar de ello deseó tener un reloj de bolsillo o un reloj despertador para saber cuanto se retrasaba el Rey Ciego. Tenían una sesión de entrenamiento todas las tardes.
Bueno, la tarde para él. Para ella, atrapada aquí de este lado, era perpetuamente de día.
Se preguntó cuánto tiempo habría transcurrido exactamente desde que su madre la había sacado de su estado de suspensión profunda y le había permitido algo de libertad. No había forma de saberlo. Wrath había comenzado a aparecer regularmente hacía aproximadamente… quince veces ya y había sido reanimada quizás… bueno, mucho antes de eso. Así que tal vez ¿más de seis meses?
La auténtica pregunta era cuánto tiempo la habían mantenido en su confinamiento helado… pero no era como si fuera a ir a preguntarle a su madre al respecto. No se hablaban. Hasta que la hembra “sagrada” que la había dado a luz estuviera preparada para dejarla marchar, Payne no tenía nada que decir.
A decir verdad, el tratamiento de silencio no parecía estar marcando ninguna diferencia, pero ella tampoco había esperado que lo hiciera. Cuando tu yegua-madre era la creadora de la raza y no respondía ante nadie, ni siquiera ante el rey…
Era bastante fácil quedarte atrapada en tu propia vida.
Cuando su andar a través de la fuente se volvió más intenso y su túnica comenzó a empaparse, saltó fuera del estanque y comenzó a trotar, levantando los puños frente a ella, sondeando el aire con los puñetazos que arrojaba.
Ser una Elegida buena y obediente no formaba parte de su naturaleza y esa era la raíz de todos los problemas entre ella y su madre. Oh, qué desperdicio. Oh, qué decepción.
Oh, supéralo ya, querida madre.
Esas pautas de comportamiento y fe eran para otras personas. Y si la Virgen Escriba había estado buscando a otro fantasma con túnica que flotara por el lugar como una silenciosa ráfaga a través de una habitación templada, debería haber elegido otro padre para su hija.
Payne tenía el temperamento enérgico del Bloodletter, los rasgos del padre se habían transmitido a la siguiente generación.
Payne se giró rápidamente y enfrentó el golpe de puño de Wrath bloqueándolo con el antebrazo y dirigiendo un golpe de tijera hacia su hígado. El rey fue rápido en tomar represalias y el poderoso codazo que le devolvió acarreaba la posibilidad de ocasionar una concusión.
Agachándose rápidamente apenas logró apartarse de su camino. Otro de sus golpes hacia el rey hizo que éste saltara hacia atrás… a pesar de ser ciego tenía una capacidad infalible para saber precisamente dónde se encontraba ella.
Y eso significaba que adivinaría que le atacaría por el flanco. De hecho, ya estaba girando, listo para golpearla con la suela de la bota en la espalda.
Payne cambió de opinión, se arrojó al suelo y deslizó ambas piernas haciendo un barrido hacia fuera, dándole en el tobillo y haciéndole perder el equilibrio. Moviéndose rápidamente hacia la derecha quedó fuera del camino del enorme cuerpo que se tambaleaba; dando otro salto se aferró a su espalda mientras él aterrizaba con fuerza, con el cuello atrapado dentro de los límites de la curva del codo de ella que lo sujetaba sofocándolo. Para ganar fuerza extra en la palanca que ejercía al tirar de su garganta, se agarró la otra muñeca aprovechando así el otro bíceps.
¿Cómo hizo el rey para lidiar con ello? Dio una vuelta de campana.
Su increíble fuerza bruta le proporcionó el poder suficiente para poner sus pies bajo el peso de ambos y levantarse. Luego saltó en el aire y aterrizó con ella debajo, aplastada contra el mármol.
Endemoniada plataforma de súplicas… prácticamente podía sentir cómo se le doblaban los huesos. Sin embargo el rey era, ante todo, un macho de valía y en deferencia a su musculatura inferior nunca la mantenía debajo de él durante mucho tiempo. Lo cual la fastidiaba. Hubiera preferido una competición de habilidades sin contenciones, pero había diferencias que atenían al sexo que no eran negociables y simplemente los machos eran más grandes y por lo tanto más fuertes.
Por más que se resintiera contra ese hecho biológico, no había nada que pudiera hacerse al respecto.
Y cada vez que debido a su rapidez superior ella lograba asestarle un buen golpe, era extra agradable.
El rey se puso de pie con un salto ágil y se giró repentinamente, su largo cabello negro se extendió en círculo abriéndose en abanico, antes de volver a posarse sobre el judogui blanco. Con el par de lentes oscuros sobre los ojos y esa formidable extensión de músculos, se le veía magnífico, lo mejor y más puro del linaje vampiro sin mezcla de humano o ninguna otra cosa.
Aunque eso era parte de su problema. Había oído que esa ceguera era el resultado de toda esa sangre pura.
Cuando Payne intentó incorporarse, sintió un espasmo en la espalda, pero ignoró el agudo tirón y se enfrentó a su oponente una vez más. Esta vez, fue ella la que se adelantó balanceándose y lanzando golpes y para ser un macho ciego, la habilidad de Wrath para eludirla era francamente asombrosa.
Tal vez fuera ese el motivo por el cual nunca se quejaba de su discapacidad. Por otra parte, no hablaban mucho, lo que a ella le iba bien.
Aunque Payne se preguntaba cómo sería su vida al Otro Lado.
Cómo envidiaba su libertad.
Continuaron luchando, abriéndose camino alrededor de la fuente y luego a través de las columnas hacia la puerta que llevaba al santuario. Y de regreso otra vez. Y volvieron a empezar.
Al final de la sesión ambos estaban magullados y sangrando, pero no les molestaba. En cuanto sus manos cayeran a los lados y dejaran de intercambiar golpes, las heridas comenzarían a sanar.
El último puñetazo lo lanzó ella y fue un gancho abrumador que golpeó la barbilla del rey como una bola con cadena, enviando su cabeza hacia atrás y haciendo volar su cabello una vez más.
Siempre parecían estar de acuerdo, sin hablar, sobre el momento de finalizar.
Se enfriaban caminando lado a lado hacia la fuente, estirando sus músculos y haciendo chasquear sus cuellos para devolverlos a su lugar. Juntos, se lavaban el rostro y los puños en el agua limpia y clara y se secaban con paños suaves que Payne pedía que hubiera a su disposición.
A pesar del hecho de que intercambiaban puñetazos y no palabras, había llegado a pensar en el rey como en un amigo. Y a confiar en él como tal.
Era la primera vez que tenía algo parecido.
Y era verdaderamente sólo amistad. Por más que pudiera admirar de lejos sus considerables atributos físicos, no había chispa de atracción entre ellos… y esa era en parte la razón por la que funcionaba. De otra forma no se hubiera sentido cómoda.
No, no estaba interesada en nada sexual con él ni con nadie más. Los machos vampiros tenían tendencia a dominar, especialmente los de clase alta. No podían evitarlo… era, una vez más, un caso en el que lo que se llevaba en la sangre determinaba el comportamiento. Ya tenía más que suficiente con una persona que opinara acerca de su vida. Lo último que necesitaba era otra más.
- ¿Estás bien? -preguntó Wrath mientras se sentaban en el borde de la fuente.
- Sí. ¿Y tú? -No le molestaba que siempre le preguntara si se hallaba bien. El primer par de veces la había ofendido… ¿como si ella no pudiera soportar los dolores post-entrenamiento? Pero luego se había dado cuenta que no tenía nada que ver son su sexo, se lo hubiera preguntado a cualquiera que se hubiera ejercitado de esa forma con él.
- Me siento genial -dijo y su sonrisa reveló unos tremendos colmillos-. A propósito, esa llave con el brazo del principio fue grandiosa.
Payne sonrió tan ampliamente que le dolieron las mejillas. Esa era otra de las razones por las que le gustaba estar con él. Como no podía ver, no había razón para ocultar sus emociones… y nada la hacía sentir más feliz que él le dijera que le había impresionado.
- Bueno, Su Alteza, sus vueltas de campana siempre me liquidan.
Ahora fue él quien sonrió aún más ampliamente y se sintió momentáneamente conmovida al pensar que su alabanza significaba algo para él.
- El peso muerto tiene sus ventajas -murmuró.
Abruptamente, se volvió hacia ella, las gafas oscuras que siempre usaba, le hicieron pensar, una vez más, que tenía aspecto cruel. Sin embargo había probado, una y otra vez que ese no era el caso.
Se aclaró la garganta.
- Gracias por esto. Las cosas en casa están mal.
- ¿Cómo es eso?
Él miró a lo lejos, como si estuviera observando el horizonte. Actitud que probablemente fuera una reminiscencia de cuando apartaba los ojos para ocultar sus emociones a los demás.
- Hemos perdido a una hembra. El enemigo la tenía. -Sacudió la cabeza-. Y uno de los nuestros está sufriendo por ello.
- ¿Estaban emparejados?
- No… pero se comporta como si lo estuvieran. -El Rey se encogió de hombros-. No percibí la conexión que había entre ellos. Nadie la percibió. Pero… ahí está y esta noche surgió a lo grande.
Un ansia por lo de abajo, por las vidas terrenales que eran traumáticas pero vívidas, hizo que se inclinara hacia delante.
- ¿Qué sucedió?
El rey se apartó el cabello hacia atrás dejando ver el severo pico de viuda que se le formaba en la frente tan en contraste con su piel dorada.
- Esta noche masacró a un lesser. Asesinó directamente al bastardo.
- Ese es su deber ¿no?
- No fue en el campo de batalla. Fue en la casa donde los asesinos habían retenido a la hembra. El bastardo tendría que haber sido interrogado, pero John simplemente cayó sobre él. John es un buen chico… pero este tipo de mierda de macho emparejado… puede ser mortal y no en el buen sentido, ¿entiendes?
Recuerdos de estar en el Otro Lado, de corregir errores y luchar, de…
La Virgen Escriba salió a través de las puertas de sus aposentos privados con su túnica negra flotando levemente sobre el suelo de mármol.
El rey se puso de pie e hizo una reverencia… y no obstante de alguna forma logró no mostrar una actitud servil. Otra razón para que le agradara.
- Querida Virgen Escriba.
- Wrath, hijo de Wrath.
Y eso fue… todo. Como se suponía que no debías hacer preguntas a la madre de la raza y como la madre de Payne permaneció en silencio después de eso, no ocurrió nada más.
Sí, porque… que las parcas nos libraran… a nadie se le ocurriría imponerle ninguna pregunta a esa hembra. Y quedaba claro el motivo de la interrupción. Su madre no deseaba un cruce entre Payne y el mundo exterior.
- Me retiraré ahora -le dijo Payne al rey. Porque no se hacía responsable de lo que saldría por su boca si su madre se atrevía a decirle que se retirara. El rey adelantó su puño.
- Adiós. ¿Mañana?
- Será un placer.
Payne golpeó los nudillos contra los de él, como él le había enseñado que se acostumbraba y se dirigió hacia la puerta que conducía al santuario.
Al otro lado de los paneles blancos, el brillante césped verde aturdió sus ojos y parpadeó mientras pasaba junto al Templo del Primale en dirección al alojamiento de las Elegidas. Ahora las flores amarillas, rosas y rojas crecían en manojos fortuitos, los alegres tulipanes mezclados con junquillos y lirios.
Todas floraciones de primavera, si recordaba bien de su breve estancia en la Tierra.
Aquí siempre era primavera. Siempre acercándose al verano pero sin alcanzar nunca su plena magnificencia y su impetuoso calor. O al menos… de lo que había leído acerca de cómo era el verano.
El edificio con columnas donde residían las Elegidas estaba dividido en habitaciones de forma cúbica que ofrecían algo de privacidad a sus moradoras. En ese momento la mayoría de las estancias estaban vacías y no solo debido a que las Elegidas eran una especie en extinción. Desde que el Primale las había «liberado», la colección privada de etéreas-buenas-para-nada de la Virgen Escriba estaba disminuyendo gracias a los viajes hacia el Otro Lado. Sorprendentemente, ninguna de ellas había decidido dejar de ser Elegida, pero contrariamente a lo que sucedía antes, si decidían cruzar hasta el complejo privado del Primale, les estaba permitido regresar al santuario.
Payne se dirigió directamente a los baños y sintió alivio al ver que estaba sola. Sabía que sus «hermanas» no entendían lo que hacía con el rey y así podría disfrutar del sosiego resultado del ejercicio sin sentirse observada por otras. La sala de baños comunitaria estaba erigida sobre un majestuoso espacio de mármol, la enorme piscina tenía una cascada en el extremo más alejado. Como con todo lo demás que había en el santuario, las leyes de la racionalidad no se aplicaban: el cálido y precipitado torrente que se vertía sobre el borde de la piedra blanca estaba siempre limpio, siempre fresco, aunque no tuviera origen o desagüe evidente.
Quitándose la túnica modificada, que había confeccionado imitando el judogui de Wrath, como él lo llamaba, entró caminando a la piscina con la ropa interior puesta. La temperatura era siempre perfecta… e hizo que ansiara un baño que estuviera demasiado caliente o demasiado frío.
En el centro de la gran piscina de mármol, el agua era lo suficiente profunda como para nadar y su cuerpo disfrutó del estiramiento que le proporcionaba el movimiento de sus ingrávidas brazadas. Sí, ciertamente ésta era la mejor parte del entrenamiento. Salvo por las veces en que le propinaba a Wrath un buen golpe.
Cuando llegó a la cascada, caminó por el agua hacia ella y deshizo las trenzas de su cabello. Era más largo que el de Wrath y había aprendido no sólo a trenzarlo, también a recogérselo en la base del cuello. De otra forma, era como entregarle una cuerda con la que tirar de ella.
Bajo las finas gotas que caían, la esperaban barras de jabón de dulce aroma y utilizó una para enjabonarse todo el cuerpo. Cuando se giró para enjuagarse, se dio cuenta de que ya no estaba sola.
Pero al menos la figura vestida de negro que había entrado cojeando, no era su madre.
- Hola -gritó Payne.
No’One hizo una reverencia, pero como era su costumbre, no respondió y de repente Payne lamentó haber dejado su túnica en el suelo.
- Yo me ocupo de eso -dijo y su voz hizo eco a lo largo de la caverna.
No’One simplemente sacudió la cabeza y levantó la prenda. La doncella era muy amable y silenciosa, hacía sus tareas sin quejarse aún cuando tenía algún tipo de discapacidad.
A pesar de que nunca hablaba, no era difícil adivinar cuál era su triste historia. Otro motivo para despreciar a aquella que había dado origen a la raza, pensó Payne. Las Elegidas, al igual que la Hermandad de la Daga Negra, habían sido engendradas dentro de ciertos parámetros con la intención de obtener el resultado deseado. Mientras los machos debían ser de buena sangre y espalda fuerte, agresivos y honorables en la batalla, las hembras debían ser inteligentes y alegres, capaces de controlar los instintos más primitivos de los machos y civilizar a la raza. El Yin y el Yang. Dos partes de un todo, con el requerimiento de la alimentación a base de sangre asegurando que los sexos estuvieran unidos para siempre.
Pero no todo iba bien dentro del plan divino. La verdad era que la crianza había ocasionado problemas y aunque en el caso de Wrath las leyes estipulaban que, como hijo del rey, debía asumir el trono tuviera o no alguna discapacidad, las Elegidas no eran tan afortunadas. Los defectos eran rechazados por las leyes de crianza. Siempre lo habían sido. Por lo que alguien como No’One, que era minusválida, se veía relegada a servir a sus hermanas debajo de una capa… una vergüenza que se ocultaba y de la cual no se hablaba pero que no obstante era contemplada con «amor».
O sería más indicado decir «lástima».
Payne sabía exactamente cómo debía sentirse la hembra. No en cuanto a tener un defecto físico, sino por ser relegada a un conjunto de expectativas a la altura de las cuales una no podía vivir.
Y hablando de expectativas…
Layla, otra de las Elegidas, entró en el baño y se quitó la túnica, entregándosela a No’One con la sonrisa gentil que era su rasgo distintivo. Cuando bajó los ojos y entró en el agua perdió esa expresión. Verdaderamente la hembra parecía estar enredada en pensamientos no muy agradables.
- Saludos, hermana -dijo Payne.
Layla giró la cabeza alzando vivamente las cejas.
- Oh… en verdad no me di cuenta que estabas aquí. Saludos, hermana.
Después de que la Elegida hiciera una profunda reverencia, se sentó en uno de los bancos de mármol sumergidos y aunque Payne no era conversadora, algo en el profundo silencio de la otra hembra la atrajo.
Terminó de enjuagarse, se acercó nadando a Layla que estaba lavándose las heridas punzantes que tenía en la muñeca y se acomodó a su lado.
- ¿A quién alimentaste? -preguntó Payne.
- A John Matthew.
Ah, sí, sería tal vez el macho al que había aludido el rey.
- ¿Todo salió como debía?
- Ciertamente. Así fue, de verdad.
Payne reclinó la cabeza apoyándola contra el borde de la piscina y examinó la rubia belleza de la Elegida. Después de un momento, murmuró:
- ¿Puedo hacerte una pregunta?
- Por supuesto.
- ¿Por qué tanta tristeza? Siempre te acompaña… vuelves apenada. -A pesar de que lo sabía. Para una hembra ser forzada a practicar el sexo y a proveer alimento sólo porque era tradición era una violación injusta.
Layla contemplaba las marcas de pinchazos sobre su vena con una especie de fría abstracción, como si estuviera especulando sobre las heridas de otra persona. Y luego sacudió la cabeza.
- No debo lamentar la gloria que me ha sido otorgada.
- ¿Gloria? En verdad, parece que te hubieran dado algo totalmente distinto. -Una maldición sería más adecuado decir.
- Oh, no, es una gloria ser de utilidad…
- De verdad, no te ocultes detrás de tales palabras cuando tu aspecto contradice a tu corazón. Y como siempre, si tienes una crítica a la Virgen Escriba en los labios, ven a sentarte a mi fogón. -Cuando un par de conmocionados ojos verde claro se alzaron, Payne se encogió de hombros-. Nunca he ocultado lo que siento. Jamás.
- No… realmente no lo has hecho. Es sólo que parece tan…
- ¿Poco femenino? ¿Inapropiado? -Payne hizo crujir sus nudillos-. Qué pena.
Layla exhaló larga y lentamente.
- Yo he sido adecuadamente entrenada, sabes. Como ehros.
- Y eso es lo que no te gusta…
- En absoluto. Es lo que no conozco y desearía conocer.
Payne frunció el ceño.
- ¿No eres utilizada?
- A decir verdad, fui rechazada por John Matthew la noche de su transición, después de haberle ayudado a atravesar el cambio. Y cuando voy a alimentar a los Hermanos, siempre permanezco intacta.
- Ruego me perdones… -¿Estaba oyendo bien?-. Deseas tener sexo. Con uno de ellos.
El tono de Layla se volvió agudo.
- Seguramente tú de entre todas mis hermanas puedes entender lo que es no pasar de ser un potencial.
Bueno… lo había entendido todo mal.
- Con todo el debido respeto, no puedo comprender por qué podrías querer… eso… con uno de esos machos.
- ¿Por qué no habría de quererlo? Los Hermanos y esos tres machos más jóvenes son hermosos, criaturas fuertes y phearsom. Y dado que el Primale nos ignora a todas… -Layla sacudió la cabeza-. Habiendo sido bien instruida, habiéndolo visto descrito en los libros y habiendo leído acerca del acto… quiero experimentarlo por mí misma. Aunque sea una sola vez.
- Realmente, no puedo convocar la más mínima inclinación, nunca la sentí y no creo que nunca la sienta. Prefiero luchar.
- Entonces te envidio.
- ¿Eh?
Los ojos de Layla parecían ancianos.
- Es mucho mejor sentir desinterés que insatisfacción. Lo primero es un alivio. Lo otro es un vacío que te pesa profundamente.
Cuando apareció No’One con una bandeja de fruta cortada y zumo fresco, Payne dijo:
- No’One ¿querrías unirte a nosotras?
Layla le sonrió a la criada.
- Claro. Por favor hazlo.
Con una sacudida de cabeza y una inclinación, No’One dejó el refrigerio que tan atentamente había preparado y fue a ocuparse de sus asuntos, cojeando a través de la arcada para salir de los baños
El ceño de Payne se mantuvo en su lugar mientras que ella y la Elegida Layla permanecían en silencio.
Rumiando sobre el intercambio que habían tenido, le resultaba difícil entender cómo podían tener opiniones tan absolutamente contrarias… y ambas tener razón. Por el bien de Layla, Payne deseó estar equivocada; qué decepcionante debía ser desfallecer por algo que estuviera muy, muy por debajo de lo que las expectativas le atribuían ser.
Capítulo 19
- Una hembra… - la voz suave y reverberante del Omega llegaba más lejos de lo que su volumen podría haber sugerido, las dos palabras se difundieron a todos los rincones de la habitación de piedra pulida que conformaba su cámara privada.
Lash hizo lo que pudo por aparentar indiferencia apoyándose despreocupadamente contra una de las paredes negras.
- La necesito para que me provea de sangre.
- ¿De veras?
- Es algo biológico.
Con su túnica blanca, el Omega exhibía una figura impresionante al circular por el lugar. Con la capucha puesta, los brazos cruzados y las manos metidas dentro de las mangas vaporosas, parecía el alfil de un juego de ajedrez.
Salvo, por supuesto, que aquí abajo era el rey.
La zona de recepción del mal era aproximadamente del tamaño de un salón de baile y estaba adornada como tal, con abundancia de arañas negras y candelabros que sostenían legiones de velas negras. No obstante estaba lejos de ser austera. Por un lado, las mechas arrojaban llamas rojas. Y para colmo, las paredes, el suelo y el techo estaban confeccionados del mármol más extraordinario que Lash hubiera vista jamás. Desde un ángulo era negro, del otro de un rojo sangre metalizado y dado que la fuente de iluminación oscilaba constantemente, captabas ambos colores a tu alrededor al mismo tiempo.
No era difícil imaginar el motivo de la decoración. Ya que el guardarropa del Omega, que se limitaba a esas cosas que parecían ventiscas de nieve colgantes, eso le convertía en el foco principal, lo único que destacaba. El resto era telón de fondo.
También gobernaba su mundo de esa forma.
- ¿Y ella sería una pareja para ti, hijo mío? -preguntó el Omega desde el otro lado de la habitación.
- No -mintió Lash-. Solo una fuente de sangre.
No dabas al Omega más información de la debida: Lash era bien consciente de cuán voluble podía ser su padre y era clave mantenerlo en la ignorancia.
- ¿No te he proporcionado la fuerza suficiente?
- Esto concierne a mi naturaleza vampírica.
El Omega se volvió y enfrentó a Lash. Después de una pausa, esa voz distorsionada susurró:
- Ciertamente. Entiendo que esa es la verdad.
- La llevaré ante ti -dijo Lash, apartándose de la pared-. A la granja. Esta noche. La convertirás y yo tendré lo que necesito.
- ¿Y yo no puedo proveerte de ello?
- Me lo estarías suministrando. Tú la induces y yo obtengo la fuente de sangre requerida para ganar poder.
- ¿Así que dices que estás débil?
Joder, maldita sea, debía ser obvio que lo estaba. El Omega podía percibir cosas y seguramente ya debía hacer un tiempo que se le notaba la debilidad.
Cuando Lash permaneció en silencio, el Omega flotó hacia delante hasta que estuvieron cara a cara.
- Nunca he inducido a una hembra.
- No será necesario que forme parte de la Sociedad Lessening. Será sólo para mí.
- Para ti.
- No hay razón para que salga a luchar.
- Y esta hembra. ¿Ya la has elegido?
- Así es. -Lash rió brevemente, pensando en Xhex y en el daño que era capaz de infligir-. Estoy seguro que contará con tu aprobación.
- Estás muy seguro.
- Tengo muy buen gusto.
A su alrededor las llamas rojas temblaron en sus mechas, como si una brisa las hubiera perturbado.
Bruscamente, la capucha del Omega se alzó, revelando el rostro tenebroso y traslucido que tenía los mismos ángulos que la versión de carne y hueso de Lash.
- Regresa por donde viniste -pronunció el Omega alzando la mano oscura y humeante. Tras acariciar la mejilla de Lash, el mal se volvió-. Regresa por donde viniste.
- Te veré al anochecer -dijo Lash-. En la granja.
- Al. Anochecer.
- ¿Prefieres que sea más tarde? ¿Qué te parece a la una? Nos veremos entonces.
- Me verás, ciertamente.
- Gracias, Padre.
Mientras el Omega atravesaba el suelo flotando, su capucha se reacomodaba en el lugar por voluntad propia y al otro lado de la habitación se deslizó un panel, abriéndose. Un momento después, Lash estaba solo.
Respirando hondo, se frotó el rostro y observó las llamas rojas y las espectaculares paredes que había a su alrededor. En cierta forma el lugar parecía un útero.
Con un destello de voluntad, se impulsó a sí mismo fuera del Dhunhd y de regreso a la desagradable choza que se había visto obligado a usar como plataforma de lanzamiento. Cuando se despertó dentro de su forma corporal, odió el hecho de estar tendido en un sofá cuyo cobertor tenía un estampado cursi de hojas otoñales. Y Dios, las hebras del tejido parecían el pelo rapado de un perro… y en verdad olía de la misma forma.
Asumiendo que el susodicho cuadrúpedo cabrón se hubiera revolcado en un cenicero mojado.
Alzando la cabeza, se levantó la camiseta hasta el cuello. Aún estaban allí. Las lesiones aún estaban ahí y agrandándose. Y se sentía como el culo.
Cuando se incorporó le temblaban las manos y cuando comprobó su teléfono, vio que no había recibido ninguna llamada. No tenía mensajes de voz del señor D ni de otros asesinos informando. Ambas cosas tenían sentido. Todo el mundo y todos los asuntos pasaban a través de su segundo al mando por lo que si el HDP había muerto, la Sociedad no podía contactar con Lash.
Tal vez el pequeño tejano había sido un AP demasiado eficiente.
Aguijoneado por el hambre, revolvió la cocina y abrió la puerta del frigorífico. Vacío. A excepción de una caja de bicarbonato de sodio Arm& Hammer que debería haberse utilizado en aquel sofá.
Cerrando el frigorífico de golpe, sintió un desprecio absoluto por el mundo y todos sus habitantes… aunque era principalmente el resultado de no tener sus huevos con tocino listos y esperándole.
Además, las casas decrépitas podían hacerle eso a un tío. La casa tipo rancho era una nueva adquisición y sólo había estado allí una vez antes… demonios, ni siquiera el señor D sabía que era propiedad de la Sociedad. La cuestión era que Lash, la había comprado en una ejecución hipotecaria porque iban a necesitar lugares para fabricar meta y el pedazo de mierda tenía un gran sótano. Era asombroso que quienquiera que hubiera sido el dueño no hubiera podido pagar los gastos de la hipoteca. Esta mierda solo estaba un escalón por encima de un retrete exterior.
Quizás medio escalón por encima.
Salió, se encaminó hacia el garaje y fue un jodido alivio estar de regreso en el Mercedes… aunque se sintió mortificado al tener que pasar por un autoservicio de MacDonald’s en busca de un Egg McMuffin y un café. Incluso había tenido que hacer fila junto a un grupo de tipos con camionetas y madres en monovolúmenes.
Al regresar a su casa de piedra, su humor se hundió aún más al entrar en territorio Charles Manson… y luego se fue directamente por el sumidero cuando entró en el garaje. La puerta seguía abierta, pero el Lexus ya no estaba.
Estacionando el Mercedes a cubierto, lo cerró con el control remoto y salió del garaje. El jardín de atrás estaba relativamente tranquilo, pero pudo oler al lesser en el mismo instante en que…
Deteniéndose en la terraza, sus ojos se dispararon hacia el segundo piso. Oh, Dios…
Reactivado por el pánico, Lash comenzó a correr a toda velocidad y subió los escalones de atrás de un solo salto, irrumpiendo por la puerta…
Sus mocasines patinaron mientras se detenía al ver la carnicería. Jesús…
Cristo… su cocina.
Parecía que hubieran rociado el lugar con una lluvia de aceite. Y, obviamente, no quedaba mucho del señor D. El torso del asesino estaba en medio de la habitación, al lado de la isleta, pero sus brazos y piernas estaban desparramados por todos lados… y sus tripas era como macramé colgando de los pomos de las puertas de la alacena.
Milagrosamente, la cabeza del tipo seguía adherida al torso y cuando vio que ya no estaba solo sus ojos se desorbitaron y comenzó a mover la boca; de sus labios brotó una suplica gutural y sangre negra coagulada.
- Jodido marica -escupió Lash-. Mírate. ¡Me cago en la puta! -Y maldita sea, tenía problemas más grandes que el hecho de que su segundo al mando hubiera sido descuartizado. Saltó por encima del desastre, atravesó el comedor a toda velocidad y subió corriendo las escaleras.
Al irrumpir en el dormitorio que compartía con Xhex, no encontró nada más que un enorme vacío… y una ventana con un agujero.
- ¡Hija de puta!
Girando sobre sí mismo, miró a través de la puerta abierta y vio la marca que había fuera, en la pared del pasillo. Se acerco a zancadas, presionó la nariz contra el papel de seda e inhaló. Su esencia estaba en las fibras del tejido. Se había fugado a base de fuerza física.
No obstante, todavía estaba en la habitación después de que el señor D hubiera sido atacado. ¿Los Hermanos habían regresado y la habían ayudado a escapar?
Después de un rápido recorrido por la casa el humor de Lash pasó de malo a tóxico. Portátil: desaparecido. Móviles: desaparecidos.
Hijos de puta.
En la cocina, se dirigió a la despensa en busca de…
- ¡Oh, coño!
Agachándose, se fijó en el panel que había sido roto y abierto. ¿Su botín había desaparecido también? ¿Cómo demonios lo habían encontrado? Pero por otro lado, el señor D tenía aspecto de haber ilustrado una clase de anatomía.
Tal vez hubiera hablado. Y eso significaba que Lash no podía estar seguro de que otras direcciones podía haber comprometido.
En un arranque de furia, lanzó un puñetazo y al hacer volar su puño con fuerza golpeó algo en el camino.
Un enorme tarro de aceitunas.
Aquello se rompió, el jugo se derramó por todas partes y esas pequeñas cositas parecidas a ojos golpearon el suelo y rodaron en todas direcciones corriendo por su libertad. Lash regresó a zancadas a la cocina y se acercó al señor D. Cuando esa boca ensangrentada comenzó a moverse otra vez, su penosa lucha le resultó definitivamente nauseabunda.
Estirándose hacia el mostrador, Lash sacó un cuchillo Henckels, lo tomó por el mango y se agachó.
- ¿Les dijiste algo?
Cuando el señor D sacudió la cabeza, Lash lo miró fijamente a los ojos. La parte blanca estaba oscureciéndose, adoptando una tonalidad gris y las pupilas estaban dilatadas a tal punto de que ya casi no tenían iris. Sin embargo y aunque parecía estar a punto de morir, abandonado a su suerte el señor D languidecería y se pudriría eternamente en esa condición. Sólo había una forma de «matarlo».
- ¿Estás seguro? -murmuró Lash-. ¿Ni siquiera cuando te arrancaron los brazos de las articulaciones?
El señor D movió la boca, los sonidos gorgoteantes se asemejaban a comida de perro cayendo fuera de la lata.
Con una maldición asqueada, Lash apuñaló el pecho vacío del lesser, librándose al menos de esa parte del desastre. Tanto el sonido como el destello se extinguieron rápidamente y luego Lash se encerró dentro, cerrando la puerta trasera antes de dirigirse nuevamente al segundo piso.
Le llevó media hora hacer las maletas y mientras bajaba las escaleras acarreando seis bolsas Prada, no podía recordar que alguna vez hubiera tenido que cargar con su propio equipaje.
Después de alinear su carga en los escalones traseros, dispuso la alarma de seguridad, cerró las puertas y metió sus cosas en el Mercedes.
Mientras se alejaba conduciendo, detestó la idea de tener que regresar al jodido rancho. Pero por el momento, no tenía más opciones… y tenía otras cosas en las que ocupar su jodida atención antes de pensar en el lugar donde viviría.
Tenía que encontrar a Xhex. Si había escapado sola era imposible que hubiera llegado lejos. Estaba demasiado débil. Así que debía tenerla la Hermandad.
Jesús bendito… con su padre acudiendo a la una de la madrugada para inducirla, debía apresurarse a recuperarla. O eso o encontraba a alguien con quien conformarse.
* * *
El golpe que despertó a John fue un verdadero rebote de nudillos, ruidoso como un disparo. En el instante en que lo escucho, se irguió por completo. Mientras se frotaba los ojos, silbó un «entre» y rezó por que no fuera más que Qhuinn trayendo una bandeja con la Primera Comida. La puerta no se abrió.
John frunció el ceño y bajó las manos.
Poniéndose de pie, tomó un par de vaqueros y se los subió hasta las caderas, luego se acercó a la puerta y… de pie en el umbral estaba Wrath con George a su lado y no estaba solo. Sus amigos y Rehvenge estaban con él, así como todos los Hermanos incluyendo a Tohr.
Oh… Dios… no.
A pesar de que su corazón se detuvo en seco, sus manos gesticularon rápidamente: ¿Dónde fue encontrado el cuerpo?
- Está viva -respondió Rehvenge mientras le tendía un teléfono-. Acabo de recibir el mensaje. Presiona el cuatro.
A John le llevó un segundo procesar la información. Luego arrebató el móvil de la mano del macho y presionó la tecla. Se oyó un pitido y luego…
Santa mierda… su voz. Su voz…
- Rehv… estoy fuera. Logré escapar. -Se oyó un suspiro bajo y profundo-. Estoy bien. Intacta. Estoy fuera. -Hubo una larga pausa. Al punto que John estaba a punto de comprobar que no…-Necesito algo de tiempo. Estoy a salvo… pero no regresaré por un rato. Necesito algo de tiempo. Cuéntaselo a todo el mundo… cuéntaselo… a todos. Me mantendré en contacto. -Otra pausa y luego la voz se volvió más fuerte, al borde de la furia-. En cuanto pueda… Lash es mío. ¿Me entiendes? Nadie, que no sea yo lo liquidará.
El mensaje terminó.
John volvió a presionar el cuatro y escuchó.
Tras la segunda vez, se lo devolvió a Rehv y enfrentó la mirada amatista. Era bien consciente de que hacía años y años que Rehv conocía a Xhex. Sabía que el tipo no sólo compartía experiencias con ella sino la sangre symphath que en muchos aspectos lo cambiaba todo. Sabía que el macho era más viejo y más sabio y toda esa mierda. Pero cuando se trataba de ella, el macho emparejado que había en John los dejaba en igualdad de condiciones. E incluso le daba ventaja.
¿Dónde podría haber ido? gesticuló.
Después de que Qhuinn tradujera, Rehv asintió.
- Tiene una cabaña de caza aproximadamente a veinticuatro kilómetros al norte de aquí. Sobre el Río Hudson. Creo que está allí. Tiene acceso a un teléfono y es un lugar seguro. Al anochecer iré allí solo. A menos que tú quieras acompañarme.
A nadie pareció sorprenderle el intercambio de palabras… pero luego John comprendió que su secreto debía haber salido a la luz. Tras la forma en que se había comportado en el dormitorio de aquella casa… por no hablar de como había destrozado a ese lesser, todos sabían lo que sentía por Xhex.
Esa era la razón de que hubieran acudido en grupo. Estaban reconociendo su estatus, prestándole el respeto debido. Los derechos y límites de los machos emparejados eran respetados en lo que concernía a sus hembras.
John miró a Qhuinn y gesticuló: Dile que iré.
Después de que su amigo tradujera, Rehv asintió y se volvió hacia Wrath.
- Iré con él y sólo con él. No puede traer a Qhuinn. Ya vamos a tener suficientes problemas con ella al llegar nosotros dos sin ser anunciados.
Wrath frunció el ceño.
- Maldición, Rehv…
- Corremos el riesgo de que huya. Ya una vez he pasado por esto con ella. Si viene alguien más, se va a dar a la fuga y no volverá a llamar. Además, John… me seguirá de cualquier forma, ¿No es así hijo? Te desharás de Qhuinn y me seguirás igual.
John no dudo en asentir.
Mientras Qhuinn maldecía como un hijo de puta, Wrath sacudió la cabeza.
- ¿Para qué demonios te lo asigné como ahstrux…?
Se produjo un momento de tenso silencio, durante el cual el Rey midió tanto a John como a Rehv. Luego dijo:
- Oh, que diablos, está bien… por esta vez te dejaré ir sin protección, pero no te enfrentarás al enemigo. Irás a esa cabaña y sólo allí y luego regresarás a buscar a Qhuinn antes de acudir al campo de batalla. ¿Está claro?
John asintió y se giró para encaminarse al cuarto de baño.
- Diez minutos -dijo Rehv-. Tienes diez minutos y luego nos iremos.
John estuvo listo en cuatro y paseándose por la planta baja, en seis. Estaba completamente armado, de acuerdo al protocolo y cubierto de cuero protector. Y aún más que eso, se sentía vivo al punto del frenesí, la sangre le zumbaba con la intensidad de un tornado.
Mientras se paseaba, sentía que le miraban. Desde el salón de billar. Desde el comedor. Desde el balcón del segundo piso. Las bocas estaban silenciosas, pero los ojos no se perdían nada.
La Hermandad y los demás habitantes de la casa evidentemente alucinaban ante su conexión con Xhex y creía poder entenderlo. ¡Sorpresa! Se había vinculado con una symphath.
Pero no podías evitar de quien te enamorabas… ni cambiar los sentimientos de alguien que no te correspondía.
Dios, no es que eso importara. ¡Estaba viva!
Rehvenge bajó la escalera principal, con el bastón rojo golpeando los escalones alfombrados cada vez que adelantaba el pie derecho. No estaba vestido para la guerra, sino para mantenerse abrigado, con su abrigo de marta hasta el suelo rozando los cordones de la parte superior de sus zapatos y los puños de su elegante traje negro.
Cuando se acercó a John, simplemente hizo un gesto afirmativo con la cabeza y abrió camino hacia el vestíbulo. Juntos, atravesaron la puerta y penetraron en la noche fría.
El aire olía a limpio y a tierra mojada.
El perfume de la primavera. El mismísimo aroma de la esperanza y el renacimiento.
Acercándose al Bentley, John absorbió la fragancia en sus pulmones y la contuvo allí mientras se decía a sí mismo que Xhex estaba haciendo exactamente lo mismo, esa misma noche.
Y que no estaba enterrada bajo tierra.
Las lágrimas ardieron en los ojos mientras la gratitud inundaba todas y cada una de sus venas, bombeada por un corazón feliz.
No podía creer que fuera a verla… Dios, verla una vez más. Mirar esos ojos acerados. Poder…
Mierda, iba a ser difícil no rodearla con los brazos y mantenerla abrazada hasta mañana por la mañana. O quizás hasta la semana que viene.
Cuando entraron al coche, Rehv encendió el motor, pero no arrancó. Simplemente se quedó mirando a través del parabrisas al camino de guijarros que tenían delante. Con voz queda dijo:
- ¿Cuánto hace que te sientes así? Respecto a ella.
John sacó el pequeño bloc que había llevado y escribió: Desde el momento en que la vi por primera vez.
Después de que Rehv leyera los rápidos garabatos, frunció el ceño.
- ¿Ella siente lo mismo?
John no bajó los ojos al negar con la cabeza. No tenía sentido esconder ese tipo de mierda. No con un symphath.
Rehv asintió una vez.
- Típico de ella. Maldita sea… esta bien, hagámoslo.
Con un rugido, partieron hacia la noche.
Capítulo 20
La esperanza es una emoción traicionera.
Ya habían pasado dos noches cuando Darius entró finalmente en la casa de la familia de la hembra secuestrada, cuando la enorme puerta se abrió para él y Tohrment, se reunieron con un doggen cuyos ojos estaban llenos de trágica esperanza. En verdad, la expresión del mayordomo era casi de veneración, evidentemente creía estar dando la bienvenida a los salvadores de la casa de su amo, en vez de a mortales.
Sólo el tiempo y los caprichos de la fortuna probarían si su fe era adecuada o estaba fuera de lugar.
Con presteza, Darius y Tohrment fueron conducidos a un estudio formal y el caballero que se levantó de una silla tapizada en seda tuvo que estabilizar su peso.
- Bienvenidos, sires, gracias por venir -dijo Sampsone mientras extendía ambos brazos para estrechar la mano de Darius-. Lamento no haberos recibido estas dos últimas noches. Mi amada shellan…
La voz del macho se rompió y en el silencio, Darius se hizo a un lado.
- Permítame que le presente a mi colega, Tohrment, hijo de Hharm.
Cuando Tohrment se inclinó con la mano en el corazón, quedó claro que el hijo tenía los modales que le faltaban a su padre.
El dueño de la casa devolvió la deferencia.
- ¿Les apetece alguna bebida o algo de comer?
Darius negó con la cabeza y tomó asiento. Mientras Tohrment se situaba de pie detrás de él, dijo:
- Gracias. Pero sería preferible que pudiéramos hablar sobre lo qué ocurrió dentro de esta casa.
- Sí, sí, claro está. ¿Qué puedo contarles?
- Todo. Cuéntenoslo… todo.
- Mi hija… mi luz en la oscuridad… -El macho sacó un pañuelo-. Es una hembra de valía y virtud. La hembra más compasiva que jamás conocerán….
Darius, consciente de que ya habían perdido dos noches, permitió al padre algún tiempo para recordar antes de reconducirlo.
- Y esa noche, señor, esa terrible noche -interrumpió cuando se produjo una pausa- ¿Que sucedió aquí, en el interior de la casa?
El macho asintió y parpadeó.
- Se despertó de su sueño sintiendo una cierta inquietud y se le recomendó retirarse a sus habitaciones privadas por bien de su salud. Le llevaron una comida a medianoche y después otra justo antes de la llegada del amanecer. Fue la última vez que la vieron. Sus habitaciones privadas están arriba, pero también tiene, como con el resto de familia, habitaciones subterráneas. A menudo elegía no bajar con nosotros durante el día, sin embargo y como teníamos acceso a ella a través de los pasadizos interiores, asumimos que estaría lo suficientemente a salvo.
El macho se atragantó en ese punto.
- Cómo desearía haber insistido.
Darius podía entender muy bien el remordimiento.
- Encontraremos a su hija. De una forma u otra, la encontraremos. ¿Nos permitiría ir ahora a su dormitorio?
- Por favor háganlo-. Cuando el macho inclinó la cabeza hacia su doggen, el mayordomo respondió a la orden-. Silas estará encantado de escoltarles. Yo… esperaré aquí.
- Por supuesto.
Cuando Darius se puso en pie, el padre extendió el brazo y cogió su mano.
- ¿Una palabra, si me lo permite? Entre usted y yo.
Darius accedió y después de que Tohrment y el doggen salieran, el dueño de la casa volvió a derrumbarse en su sillón.
- En verdad… mi hija es una mujer de valía. De virtud. No ha sido tocada por…
En la pausa que siguió, Darius supo la razón por la que el macho estaba preocupado: si no la recuperaban en su condición virginal, su honor, así como también el de su familia, corría peligro.
- No puedo decir esto delante de mi amada shellan -continuó el macho-. Pero nuestra hija… Si ha sido mancillada… quizá valdría más dejar…
Los ojos de Darius se entornaron.
- Preferiría usted que no fuera encontrada.
Las lágrimas brotaron de esos ojos pálidos.
- Yo… -Bruscamente, el macho negó con la cabeza-. No… no. Quiero recuperarla. No importan las consecuencias, no importa su condición… por supuesto que quiero a mi hija.
Darius no se sentía dispuesto a ofrecerle apoyo; que semejante negación de la hija de su sangre hubiera cruzado siquiera por la mente del macho era grotesco.
- Me gustaría ir a su habitación ahora.
El dueño de la casa chasqueó los dedos y el doggen retrocedió hasta el pasillo del estudio.
- Por aquí, señor -dijo el mayordomo.
Mientras él y su protegido eran conducidos a través de la casa, Darius estudió las puertas y ventanas reforzadas. Había acero por todas partes, ya fuera separando los paneles de cristal o para reforzar los gruesos paneles de roble. Entrar sin invitación no sería fácil… y estaba dispuesto a apostar a que cada habitación del segundo y tercer piso estaría equipada de modo semejante, al igual que las habitaciones de los sirvientes.
También evaluó cada pintura, cada alfombra y cada objeto precioso mientras ascendían. Esta familia estaba muy arriba dentro de la glymera, con cofres repletos de monedas y una ascendencia envidiable. Por tanto, el hecho de que su hija no emparejada desapareciera afectaba a algo más que simplemente a sus lazos afectivos: ella era un activo comercializable. Con este tipo de antecedentes, una hembra en edad de tomar compañero era un objeto de belleza… a parte de las implicaciones sociales y financieras.
Y eso no era todo. Al igual que con valoraciones semejantes, el reverso era también cierto: tener una hija arruinada, ya sea de hecho o por un rumor, era una mancha que tardaría generaciones en atenuarse. El dueño de esta mansión sin duda amaba a su hija honestamente, pero el peso de todo esto distorsionaba la relación.
Darius realmente creía que, a los ojos del macho, era mejor que ella volviera a casa en una caja de pino antes que respirando pero habiendo sido mancillada. Lo último era una maldición, lo primero una tragedia que generaría mucha simpatía.
Darius odiaba a la glymera. De veras la odiaba.
- Aquí están sus habitaciones privadas -dijo el doggen, abriendo una puerta.
Mientras Tohrment entraba en el cuarto iluminado por velas, Darius preguntó:
- ¿Las han limpiado? ¿Han sido ordenadas desde que ella estuvo en su interior?
- Por supuesto.
- Déjenos, ¿quiere?
El doggen se inclinó profundamente y desapareció.
Tohrment vagabundeó, observando los tapices de seda y la sala de estar bellamente decorada. Había un laúd en un rincón y una labor de costura terminada a medias en otro. Los libros de autores humanos estaban apilados pulcramente en estantes, junto con papiros en el Antiguo Idioma.
Lo primero que saltaba a la vista era que no había nada fuera de lugar. Pero si era cosa del personal o una circunstancia de la desaparición, era algo difícil de saber.
- No toques nada, ¿vale? -le dijo Darius al muchacho.
- Por supuesto.
Darius entró en el lujoso dormitorio. Los cortinajes estaban hechos de grueso y pesado tejido de tapicería, de modo que la luz del sol no pudiera penetrar y la cama estaba rodeada por más de lo mismo, grandes lienzos de tela colgando del baldaquín.
Dirigiéndose al armario, tiró de las puertas talladas. Primorosos vestidos de noche adornados con zafiros, rubíes, citrinos y esmeraldas colgaban juntos, dignos de una belleza en potencia. Y una única percha vacía descansaba sobre un gancho en el interior de los paneles, como si ella hubiera descolgado la elección de la noche de las perchas acolchadas.
En el tocador había un cepillo de pelo y varios frascos de ungüentos, aceites aromáticos y polvos de color. Todo dispuesto en filas ordenadas.
Darius abrió un cajón… y dejó escapar un juramento en voz baja. Estuches de joyería. Joyeros de final piel. Cogió uno, pulsó el broche de oro y levantó la tapa.
Los diamantes brillaron a la luz de las velas.
Mientras Darius devolvía la caja junto con sus compañeras, Tohrment se detuvo en la puerta, con los ojos fijos en la tupida alfombra tejida en colores melocotón, amarillo y rojo.
El rubor apenas perceptible en la cara del macho entristeció a Darius por alguna razón.
- ¿Nunca habías estado en el tocador de una hembra?
Tohrment enrojeció aún más.
- Ah… no, señor.
Darius le hizo una seña con la mano.
- Bien, esto son negocios. Deja a un lado cualquier timidez.
Tohrment se aclaró la voz.
- Sí. Por supuesto.
Darius fue hacia los dos juegos de ventanales. Ambos se abrían hacia una terraza y salió fuera con Tohrment pegado a los talones.
- Se puede ver a lo lejos a través de los árboles -murmuró el muchacho, caminando hacia el balcón.
Ciertamente se podía. A través de los espigados brazos de las ramas sin hojas, se veía la mansión de otra propiedad. La gran casa era semejante en distinción y tamaño, con un elaborado forjado en sus torrecillas y elegantes jardines… pero por lo que Darius sabía, no estaba habitada por vampiros.
Se marchó dando media vuelta y avanzó a lo largo de la terraza, inspeccionando todas las ventanas, todas las puertas y todos los picaportes, goznes y cerrojos.
No había señales de allanamiento y dado el frío que hacía, ella no hubiera dejado algo abierto a los elementos.
Lo que quería decir que o había salido por propia voluntad… o permitido que alguien se la llevara. Asumiendo que la entrada se hubiera producido por aquí.
Miró a través del cristal hacia las habitaciones, intentando imaginar qué había ocurrido.
Al diablo con la entrada, la salida era más importante, sin duda. Era altamente improbable que el secuestrador la hubiera sacado por la fuerza atravesando la casa: debía desaparecer durante las horas de oscuridad o ella habría ardido hasta convertirse en cenizas y siempre había vigilancia fuera y cerca durante las horas nocturnas.
No, pensó él. Tenían que haber salido por esta suite.
Tohrment elevó la voz.
- No hay nada fuera de lugar, dentro o fuera. Ningún arañazo en el suelo o marcas en la pared, lo que significa…
- Que bien pudo haberlos dejado entrar o no haber luchado demasiado.
Darius regresó adentro y recogió el cepillo del pelo. Delgadas hebras de cabello pálido estaban atrapadas entre las rígidas cerdas. No era una sorpresa, puesto que ambos padres eran rubios.
La pregunta era, ¿qué provocaría que una hembra de valía se escapara de la casa de su familia justo antes de amanecer, sin dejar nada a su paso… y sin llevarse nada?
Una respuesta le vino a la mente: un macho.
Los padres no lo sabían necesariamente todo de las vidas de sus hijas, ¿verdad?
Darius se quedó mirando hacia la noche, rastreando los jardines y los árboles… y la mansión de al lado. Conexiones… había conexiones con el misterio aquí dentro.
La respuesta que buscaba estaba aquí en alguna parte. Sólo tenía que juntar todas las piezas.
- ¿Hacia dónde? -preguntó Tohrment.
- Hablaremos con los sirvientes. En privado.
En la mayoría de los casos, en casas como esta, el doggen nunca soñaría con expresar públicamente nada fuera de lugar. Pero éstas no eran circunstancias normales y eso hacía enteramente posible que la piedad y la compasión hacia la hembra superasen la reticencia del personal.
Y algunas veces la parte de atrás de la casa sabía cosas que la parte delantera no conocía.
Darius se giró y se encaminó hacia la puerta.
- Ahora nos vamos a perder.
- ¿A perdernos?
Salieron juntos y Darius miró arriba y abajo por el pasillo.
- Sin duda. Ven por aquí.
Escogió la izquierda, porque en dirección opuesta había un juego de ventanales que conducían a otra terraza del segundo piso… así que era obvio que el hueco de la escalera del personal no estaba allá abajo. Mientras caminaban, pasando por muchas habitaciones bien amuebladas, el corazón le dolía como si le costara respirar. Después de dos decenios, sus pérdidas se dejaban sentir todavía, su descenso de estatus reverberaba aún en los huesos de su cuerpo. Su madre era lo que más añoraba, a decir verdad. Y detrás de ese dolor estaba la desaparición de la vida refinada que una vez había vivido.
Cumplía con el deber con la raza para el que había nacido y se le había adiestrado, se permitía ciertas… indulgencias y se había ganado el respeto de sus camaradas de guerra. Pero no había alegría para él en esta existencia. Ninguna sorpresa. Ninguna fascinación.
¿Para él era todo cuestión solo de cosas bellas? ¿Tan superficial era? Si algún día llenaba una casa grande y hermosa con incontables habitaciones llenas de chucherías ¿se aligeraría su corazón?
No, pensó. No si no había nadie bajo los altos techos.
Añoraba gente de mentes similares viviendo juntos, una comunidad protegida por gruesas paredes, un grupo que fuera familia tanto por sangre como por elección. Ciertamente, la Hermandad no cohabitaba, Wrath el Justo lo veía como un riesgo para la raza… si su posición quedara comprometida de algún modo ante el enemigo, todos quedarían al descubierto.
Darius podía entender la idea, pero no estaba seguro de estar de acuerdo con ella. Si los humanos podrían vivir en castillos fortificados en medio de sus campos de batalla, los vampiros también podían.
Aunque la Sociedad Lessening era una enemiga mucho más peligrosa, para ser justos.
Tras continuar por el corredor durante algún tiempo, finalmente encontraron lo que estaba esperando: un panel basculante hacia una escalera trasera sin ningún adorno.
Siguiendo hacia abajo los escalones de pino, entraron en una pequeña cocina y su aparición detuvo la comida que tenía lugar en la larga mesa de roble que había enfrente. Los doggen allí reunidos dejaron caer sus jarras de cerveza y los trozos de pan y se levantaron de golpe.
- Por favor, reanudad vuestras libaciones -dijo Darius, urgiéndolos con las manos a sentarse de nuevo-. Quisiéramos hablar con el lacayo del segundo piso y la doncella personal de la hija.
Todos recobraron sus lugares a lo largo de los bancos excepto dos, una hembra de cabello blanco y un joven macho con una cara amable. Darius preguntó al lacayo-: ¿Podrías sugerir un lugar que nos ofreciera algo de privacidad?
- Tenemos una salita por allí. -Señaló con la cabeza hacia una puerta cercana a la chimenea-. Encontrarán lo que buscan ahí dentro.
Darius asintió y se dirigió a la doncella, que estaba pálida y temblorosa, como si se hubiera metido en problemas.
- No has hecho nada malo, querida. Ven, será rápido e indoloro, te lo aseguro.
Mejor empezar con ella. No estaba seguro de que la hembra pudiera soportar esperar a que terminaran con el lacayo.
Tohrment abrió la marcha y los tres entraron a una sala que tenía tanto carácter como un fajo de pergaminos en blanco.
Como ocurría siempre en las grandes mansiones, las estancias de la familia estaban decoradas de forma lujosa. Y las del personal no tenían nada salvo lo básico.
Capítulo 21
Cuando el Bentley de Rehv abandonó la Ruta 149 Norte y entró con cuidado en un camino de tierra estrecho, John se inclinó hacia delante sobre el parabrisas. Los faros golpeaban los troncos desnudos de árboles mientras el sedán serpenteaba más y más cerca del río, el paisaje estaba cubierto de hierba y resultaba poco acogedor.
La pequeña cabaña de caza que se reveló era absoluta y positivamente poco remarcable. Pequeña, oscura y sencilla, con un garaje separado, era rústica, pero estaba en perfectas condiciones.
Abrió la portezuela del coche antes de que el Bentley entrara en el aparcamiento y ya caminaba hacia la entrada principal antes de que Rehv saliera de detrás del volante. La sensación primordial de temor que tenía era en realidad una buena señal. Había sentido lo mismo en el campamento symphath y tendría sentido que ella protegiera su espacio privado con un campo de fuerza parecido.
El ruido de las botas sonó fuerte a sus oídos mientras cruzaba el camino de tierra y luego todo quedó en silencio cuando pisaron la destartalada hierba marrón del césped superficial. No llamó, sino que alcanzó el picaporte y ordenó a la cerradura que se abriera.
Sólo que… no se movió.
- No vas a poder entrar ahí con la cabeza. -Rehv se acercó con una llave de cobre, la utilizó y se abrió paso.
Cuando la puerta robusta y sólida se apartó, John frunció el ceño en la oscuridad y ladeó la cabeza, esperando que sonara una alarma.
- Ella no cree en esas cosas -dijo Rehv calladamente… antes de agarrar a John cuando iba a entrar corriendo. En voz alta el macho gritó- ¿Xhex? ¿Xhex? Baja el arma… somos John y yo.
En cierto modo su voz no suena del todo bien, pensó John.
Y no hubo respuesta.
Rehv encendió las luces y soltó el brazo de John mientras entraban. La cocina no era nada excepto un tramo de mostrador y alacenas con lo esencial: fogones de gas, un frigorífico viejo, un fregadero de acero inoxidable funcional, nada elegante. Pero todo estaba inmaculado y no había ningún desorden. Nada de correo, nada de revistas. Ni armas a la vista.
Mohoso. El aire estaba inmóvil y mohoso.
Enfrente, había un solo cuarto grande con una hilera de ventanas que daban al agua. Los muebles eran los mínimos, nada excepto dos sillas de mimbre, un sofá de ratan y una mesita.
Rehv caminó directo hacia a la única puerta cerrada a la derecha.
- ¿Xhex?
Otra vez con esa voz. Y entonces el macho puso la palma en la jamba y se inclinó sobre los paneles, cerrando los ojos.
Con un estremecimiento, los hombros inmensos de Rehv bajaron.
Ella no estaba aquí.
John le adelantó a zancadas y fue hacia la manilla, empujando para abrirse paso hasta el dormitorio. Vacío. Al igual que el cuarto de baño de más allá.
- Maldición. -Rehv giró sobre sus talones y salió a zancadas. Cuando una puerta golpeó en el lado de la cabaña que daba al río, John se figuró que el tipo había salido al porche y miraba fijamente al agua.
John maldijo en su cabeza mientras echaba una mirada alrededor. Todo estaba pulcro y ordenado. Nada fuera de lugar. Ninguna ventana entreabierta para que entrara aire fresco o puertas recientemente abiertas.
El polvo fino en los picaportes y cerraduras lo confirmaban también.
Quizá hubiera estado allí pero ya se había ido. Y si había venido no se había quedado mucho tiempo ni había hecho mucho, porque no podía detectar para nada su olor.
Se sentía como si la hubiera perdido de nuevo.
Cristo, había creído que el que estuviera viva sería suficiente para sustentarle… pero la idea de que estuviera en algún lugar del planeta, aunque no con él era extrañamente agobiante. Además se sentía cegado por la situación, todavía no sabía los cómos, qué y dónde de nada.
Apestaba que te dejaran de lado, para ser honesto.
Finalmente, salió para reunirse con Rehv en el pequeño porche. Agarró la libreta, garabateó rápidamente y rezó como el demonio porque el symphath pudiera comprender de qué iba la cosa.
Rehv lo miró por encima del hombro y leyó lo que John le tendía. Después de un momento, dijo:
- Sí. Claro. Les diré que no estaba aquí y te viniste conmigo a tomar algo a casa de iAm. Eso te dará unas buenas tres o cuatro horas mínimo.
John se puso la palma sobre el pectoral y se inclinó profundamente.
- No vayas a luchar. No necesito saber a donde vas, eso es asunto tuyo. Pero si consigues que te maten, tendré montones de problemas y tú serás el mayor de ellos. -Rehv volvió a mirar al río-. Y no te preocupes por ella. Ya antes ha pasado por esto. Esta es la segunda vez que la han… retenido de ese modo.
La mano de John salió disparada y agarró con fuerza el antebrazo del macho. Rehv ni siquiera se estremeció… por otra parte, había rumores de que no podía sentir nada a causa de lo que hacía para controlar su lado symphath.
- Sí. Esta es la número dos. Ella y Murhder habían estado juntos. -Cuando los colmillos de John hicieron su aparición, Rehv sonrió un poco-. Fue hace mucho. No hay necesidad de preocuparse. Pero ella acabó acudiendo a la colonia por razones familiares. Sin embargo se la jugaron y no la dejaban marchar. Cuando Murhder fue a por ella, los symphaths le cogieron también y la mierda se puso crítica. Tuve que hacer un trato para sacarlos a ambos, pero su familia la vendió en el último segundo, directamente bajo mis narices.
John tragó con dificultad e hizo gestos sin pensar. ¿A quién?
- Humanos. Se liberó, como ha hecho esta vez. Y luego se marchó por un tiempo. -Ahora los ojos amatista de Rehv brillaban-. Siempre había sido dura, pero después de lo que esos humanos le hicieron, se volvió de acero.
¿Cuándo? articuló John.
- Hace unos veinte años. -Rehv volvió a mirar fijamente al agua-. PTI, no bromeaba en ese mensaje. No apreciará que nadie venga y se haga el héroe con Lash. Va a tener que hacerlo ella misma. ¿Quieres ayudar con la situación? Deja que sea ella la que acuda a ti cuando esté preparada… y mantente fuera de su camino.
Sí, bueno, probablemente no vaya a perder el culo por mandarme un mensaje, pensó John. ¿Y en cuanto a la cuestión de Lash? No estaba seguro de poder dejarlo pasar. Ni siquiera por ella.
Para cortar sus propios pensamientos, John extendió la palma. Se encontraron pecho con pecho en un abrazo breve y luego John se desmaterializó.
Cuando tomó forma, estaba de regresó en el Parque Xtreme, detrás del cobertizo, mirando a las rampas y pozos vacíos. El camello jefe no había vuelto. Ningún patinador, tampoco. Ambas cosas tenían sentido. ¿Redada la noche antes con un mogollón de polis? ¿Por no hablar de la lluvia de balas?
El lugar iba a ser un pueblo fantasma durante un rato.
John se inclinó contra la madera áspera, con los sentidos alerta. Era consciente del paso del tiempo, a causa de la posición de la luna moviéndose en arco por encima de su cabeza y porque su cerebro había pasado de giros maníacos a una agitación más razonable. Lo cuál todavía apestaba pero era más fácil de llevar.
Ella estaba ahí fuera y ni siquiera sabía en que condición estaba. ¿Estaba herida? ¿Necesitaba alimentarse? ¿O…?
Vale. Hora de detener ese círculo vicioso.
Y probablemente debiera retirarse. Wrath había sido condenadamente claro sobre el asunto de no-pelear-sin-Qhuinn y esto todavía sería considerado un lugar caliente en cuanto al enemigo.
Bruscamente, se dio cuenta de adonde tenía que ir.
Impulsándose para enderezarse, se detuvo y echó una mirada alrededor con un ceño. La sensación de ser vigilado, de que le seguían, le abrumó una vez más… justo como había pasado en aquel salón de tatuajes.
Esta noche, sin embargo, no tenía energías para apoyar una buena dosis de paranoia, así que se desmaterializó simplemente, figurándose que quienquiera o lo que fuera le rastrearía otra vez o los perdería en el éter… no le importaba que fuera una cosa u otra.
Estaba hecho polvo de cojones.
Cuando tomó forma otra vez, estaba a un puñado de manzanas de donde había hecho el numerito con el lesser la noche antes. Del bolsillo interior de la chaqueta de cuero, sacó una llave de cobre como la que Rehv había utilizado en la cabaña de caza.
La tenía desde hacía cerca de mes y medio. Xhex se la había dado la noche que le había dicho que podía confiar en él con su secreto de symphath y como sus cilicios, la llevaba encima a dondequiera que iba.
Se agachó bajo la escalera de una casa de piedra rojiza, insertó el trozo de metal y abrió la puerta. Las luces del pasillo del sótano se activaban con el movimiento y el tramo de piedra blanqueada se iluminó instantáneamente.
Tuvo cuidado de cerrar tras de él y luego bajó hacia la única puerta.
Ella le había ofrecido santuario en este lugar privado una vez. Le había otorgado acceso a su sótano cuando había necesitado estar solo. Y cuando él se había aprovechado de tamaña hospitalidad, aquello lo había conducido a la pérdida de su propia virginidad.
Aunque ella se había negado a besarlo.
La misma llave valía para la puerta del dormitorio, el mecanismo de cierre se movió suavemente. Cuando abrió los paneles de metal, la luz se encendió y entró.
John murió un poco ante lo que vio en la cama, el corazón se le paró y se quedó sin respiración, las ondas cerebrales cesaron y la sangre se le congeló en las venas.
El cuerpo desnudo de Xhex estaba acurrucado entre las sábanas.
Cuando el cuarto se inundó de luz, la mano de Xhex se tensó sobre el arma que yacía sobre el colchón y apuntó hacia la puerta.
No tenía la fuerza para levantar ni la cabeza ni el arma, pero estaba sumamente seguro de que podía apretar el gatillo.
Levantando los brazos y mostrando las palmas, John dio un paso a un lado y cerró la puerta de una patada para protegerla.
La voz de ella fue apenas un cuchicheo.
- John…
Una lágrima roja solitaria brotó del ojo que John podía ver y la observó avanzar lentamente por el puente de la nariz y gotear sobre la almohada.
Ella retiró la mano del arma y se la llevó a la cara, moviéndose centímetro a centímetro, como si le hiciera falta toda la fuerza que tenía para levantarla. Se cubrió de la única manera que podía, el escudo formado por la palma y los dedos le ocultó las lágrimas.
Estaba marcada por todas partes con verdugones y magulladuras en varias etapas de curación y había perdido tanto peso, que los huesos parecían abrirse camino a través de la carne. La piel estaba gris en vez de un saludable rosa y su olor natural era casi inexistente.
Se estaba muriendo.
El horror de todo aquello hizo que le fallaran las rodillas hasta el punto de que perdiera el equilibrio y tuviera que sujetarse contra la puerta.
Pero incluso mientras se tambaleaba, su mente entró en acción. Doc Jane tenía que venir a examinarla y Xhex necesitaba alimentarse.
No tenían mucho tiempo.
Si iba a vivir, él tendría que tomar el control aquí.
John se arrancó la chaqueta de cuero y se subió la manga de un tirón mientras se dirigía a ella. Lo primero que hizo fue cubrir gentilmente su desnudez colocándole por encima la sábana superior. La segunda fue empujar la muñeca derecha ladeada hasta su boca… y esperó a que los instintos de Xhex tomaran el control.
Puede que su mente no le deseara, pero su cuerpo no iba a poder resistirse a lo que tenía para ofrecerle.
La supervivencia siempre triunfaba sobre los asuntos del corazón. Él era la prueba evidente de ello.
Capítulo 22
Xhex sintió un suave roce en hombro y cadera mientras John le ponía la sábana a su alrededor.
Tras el refugio de su mano, inhaló y todo lo que olió fue a macho bueno, limpio y sano… y el olor agitó el hambre en las profundidades de su estómago, su apetito y necesidades despertaron de su sueño con un rugido.
Y eso fue antes de que John pusiera la muñeca tan cerca que podría haberla besado.
Sus instintos symphath serpentearon y leyeron las emociones de él.
Tranquilo y decidido. Totalmente hermético en su cabeza y corazón, John iba a salvarle el culo aunque fuera lo último que hiciera en la vida.
- John… -susurró.
El problema de esta situación… bueno, uno de ellos… era que él no era el único que sabía cuán cerca estaba de la muerte.
Su ira hacia Lash había sido su sustento mientras había estado encarcelada y maltratada y había creído que así seguiría siendo cuando saliera. Pero en el instante en que hizo la llamada a Rehv, toda su energía se había desvanecido y la había dejado con nada más que un latido de corazón. Y no mucho de eso tampoco.
John movió la muñeca aún más cerca… de forma que su piel le rozara la boca.
Los colmillos de Xhex se alargaron en un empuje lento al mismo tiempo que su corazón hipaba como si no funcionara bien.
Tenía una elección en este momento tranquilo y cargado: tomar la vena y quedarse. Rechazarle y morir delante de él en más o menos la siguiente hora. Porque él no iba a irse a ninguna parte.
Apartando la mano de la cara, le recorrió con la mirada. Era tan hermoso como siempre, el tipo de cara con la que las hembras soñaban.
Levantando la palma, se estiró hacia él.
La sorpresa llameó los ojos de John y luego se agachó para que la mano aterrizara contra la mejilla cálida. El esfuerzo de mantener el brazo alzado resultó ser demasiado, pero cuando los dedos le temblaron, él puso su propia palma sobre la de ella, manteniéndola en el lugar.
Los profundos ojos azules de John eran una especie de paraíso, el color era como el de un cálido y oscuro cielo.
Había una decisión que tomar aquí. Tomar la vena o…
Cuando no pudo encontrar la energía necesaria para terminar el pensamiento, se sintió como si se hubiera perdido: a juzgar por el hecho de que parecía estar consciente, suponía que estaba viva… pero no ya en su propia piel. Su lucha había pasado hacía mucho, habiéndose evaporado aquello que más la definía. Lo cual tenía sentido. Ya no tenía interés en vivir y no podía fingir eso, ni por él, no por sí misma.
Dos viajes alrededor del parque de atracciones para prisioneros habían sido demasiado.
Entonces… qué hacer, qué hacer.
Se lamió los labios secos. No había nacido en términos que ella hubiera elegido o para los que se hubiera ofrecido voluntaria y su tiempo respirando, comiendo, luchando y follando no había supuesto una mejoría del punto de partida. Podía, sin embargo, irse bajo sus propios términos… y hacerlo tras haber enderezado las cosas.
Sí, esa era la respuesta. Gracias a las últimas tres semanas y media, tenía una lista tremenda de cosas que hacer antes de morir. Claro que sólo había una entrada en ella, pero a veces eso era suficiente para motivarte.
En una ráfaga de resolución, su dura capa exterior se reafimó, la extraña sensación de flotar que la había empañado se disipó y dejó a su paso una aguda conciencia. Bruscamente, sacó la mano de debajo de la de John y la retirada clavó un estallido de puro temor en la rejilla emocional de él. Pero entonces Xhex atrajo la muñeca hacia ella y desnudó los colmillos.
El triunfo de John fue una ola de calor.
Por lo menos hasta que se hizo patente que no tenía fuerza para desgarrar la piel… los incisivos no hicieron mas que arañar la superficie. Sin embargo, John estaba atento. Con un movimiento rápido, pinchó su propia vena y llevó la fuente a sus labios.
El primer trago fue… una transformación. Su sangre era tan pura que le quemaba en la boca y la garganta… y el fuego que se le encendió en el estómago desgarró su cuerpo, deshelándola, avivándola. Salvándola.
Con succiones ávidas, tomó de él para revitalizarse, cada trago una balsa salvavidas a la que arrastrarse, cada extracción una cuerda arrojada sobre el precipicio de su fallecimiento, cada succión de la vena la brújula que necesitaba para encontrar el camino de vuelta a casa.
Y él se entregaba sin expectativas, esperanza o indicios de emociones.
Lo cual incluso en medio de su frenesí, le causó dolor. Le había roto el corazón a conciencia. No le había dejado nada que esperar. Pero a él no lo había roto… y eso le hacía respetar al tipo como nada más podía haberlo logrado.
Mientras se alimentaba, el tiempo fluía como lo hacia la sangre, hacia el infinitio y el interior de ella.
Cuando finalmente quedó llena, liberó la succión sobre su piel y lamió para cerrar la herida.
Los temblores comenzaron poco después. Empezaron en las manos y pies y rápidamente se centralizaron en el pecho, temblores irrefrenables que hicieron que le castañetearan los dientes, el cerebro y la visión hasta que se sintió como un calcetín suelto tirado en la secadora.
A través del temblor, vislumbró a John sacando el teléfono móvil de la chaqueta.
Trató de cogerle de la camisa.
- N-n-n-no. N-n-n-n…
Él la ignoró, ladeando la maldita cosa y tecleando.
- J-j-jo-der… -gimió.
Cuando él cerró el teléfono dijo:
- I-i-i-intentar ll-ll-llevarme a H-H-Havers ahora n-n-no f-f-funcio-o-o-nará.
Su temor a las clínicas y procedimientos médicos iba a hacerla traspasar el límite y gracias a él, ahora tenía energía para hacer algo con su pánico. Y para todos ellos no iba a ser una alegría controlarla.
John sacó un libreta y garabateó algo. Le dio la vuelta y salió poco después, todo lo que ella pudo hacer fue cerrar los ojos cuando la puerta se cerró.
Separando los labios, respiró por la boca y se preguntó si tenía suficiente energía para levantarse, vestirse y salir antes de que la brillante idea de John apareciera. Un chequeo rápido le dijo que era un imposible. Si no podía levantar la cabeza y sacarla de la almohada más de segundo y medio, estaba jodida en cuanto a ponerse en posición vertical.
A John no le llevó mucho regresar con Doc Jane, la médico personal de la Hermandad de la Daga Negra. La hembra fantasmal llevaba consigo una bolsa negra y exudaba la clase de competencia médica que Xhex valoraba… pero que habría preferido infinitamente que aplicara en otros y no en ella.
Doc Jane se acercó y dejó sus cosas en el suelo. La chaqueta blanca y el uniforme de médico eran sólidos a la vista, aunque las manos y la cara eran traslúcidas. Todo eso cambió, sin embargo, cuando se sentó en el borde de la cama. Todo en ella tomó forma y la mano que colocó sobre el brazo de Xhex era cálida y pesada.
No obstante, incluso la compasiva doctora hacía que le picara la piel. Realmente no quería que nadie la tocara.
Cuando la buena doctora quitó la mano, tuvo la sensación de que la hembra lo sabía.
- Antes de que me digas que me vaya, hay unas cuantas cosas que deberías saber. Ante todo, no comunicaré tu paradero a nadie y no compartiré lo que sea que me digas o encuentre con nadie. Tendré que informar a Wrath de que te he examinado, pero cualquier hallazgo clínico es tuyo y sólo tuyo.
Sonaba bien. En teoría. Pero no quería a la hembra en ningún lugar cerca de ella con lo que hubiera en esa bolsa negra.
La Doc Jane siguió.
- Segundo, no sé una mierda sobre symphaths. Así que si hay algo anatómicamente distinto o significativo en esa mitad tuya… No sabré necesariamente cómo tratarlo. ¿Aún así consientes en que te examine?
Xhex se aclaró la garganta e intentó bloquear los hombros para no temblar tanto.
- No q-quiero que me examinen.
- Eso es lo que dijo John. Pero has pasado por un trauma…
- No f-f-fue tan malo. -Desde el rincón, presintió la respuesta emocional de John a eso, pero no tenía energía suficiente para desentrañar los detalles de lo que él estaba sintiendo-. Estoy b-b-bien.
- Entonces deberías ver esto simplemente como una formalidad.
- ¿Parezco a-a-alguien formal?
La mirada verde bosque de la Doc Jane se entrecerró.
- Pareces alguien a quien han dado una paliza. Que no se ha alimentado apropiadamente. Y no ha dormido. ¿A menos que quieras decirme que esa magulladura púrpura del hombro es maquillaje? ¿Y esas ojeras son un espejismo?
Xhex estaba bien familiarizada con la gente que no aceptaba un no por respuesta… hay que joderse, llevaba años trabajando con Rehv. Y a juzgar por el tono duro y equilibrado, quedaba puñeteramente claro que la doctora iba a hacerlo a su manera o no se iba a marchar. Jamás.
- M-m-m-maldición.
- PTI, cuando antes comencemos, antes se acabará.
Xhex miró a John, pensando que si tenían que reconocerla, él no iba a ser precisamente un valor añadido. En realidad John no necesitaba saber nada más de que lo que probablemente había adivinado sobre la condición en que estaba.
La doctora miró por encima del hombro.
- John, ¿te importa esperar en el pasillo, por favor?
John agachó la cabeza y se retiró de la habitación, la tremenda extensión de su espalda desapareció por la puerta. Cuando el cerrojo chasqueó al volver a su lugar, la buena doctora abrió esa jodida bolsa suya y lo primero en salir fueron el estetoscopio y el aparato para medir la tensión.
- Sólo voy a escuchar tu corazón -dijo la hembra, poniéndose el estetoscopio en las orejas.
La visión de los instrumentos médicos fue gasolina para los temblores de Xhex y tan fuera de sí como estaba, se encogió acobardada.
Doc Jane se detuvo.
- No voy a hacerte daño. Y no haré nada que no quieras que haga.
Xhex cerró los ojos y se giró de espaldas. De repente cada músculo del cuerpo le dolía.
- Acabemos con esto.
Cuando la sábana fue levantada, una corriente de aire frío le rozó la piel y el disco frío fue colocado contra su esternón. Los flashbacks amenazaron con enviarla a una montaña rusa de gritos y miró fijamente hacia el techo, tratando de evitar levitar del puñetero colchón.
- R-rápido, D-d-doc. -No podría contener el pánico durante mucho tiempo.
- ¿Podrías respirar hondo para mí?
Xhex hizo cuanto pudo y acabó dando un respingo. Claramente, tenía rotas una o más costillas, probablemente de golpear la pared al salir de ese dormitorio.
- ¿Puedes incorporarte? -preguntó Doc Jane.
Xhex gimió una maldición cuando intentó levantar el torso de la cama y falló. Doc Jane acabó por tener que ayudarla y cuando la doctora se fijó en su espalda, silbó un poco.
- No duele tanto -espetó Xhex.
- Déjame que lo dude. -Otra vez el disco metálico rondó de acá para allá-. Respira tan profundo como puedas sin hacerte daño.
Xhex lo intentó y se sintió aliviada cuando la mano amable de la doctora la exhortó volver a las almohadas y la sábana flotó de vuelta a su lugar una vez más.
- ¿Puedo comprobar tus brazos y piernas en busca de heridas? -Cuando Xhex se encogió de hombros, Doc Jane dejó el estetoscopio y bajó de la cama. Hubo otra corriente cuando retiró la sábana… y entonces la otra hembra vaciló.
- Marcas muy profundas de ataduras alrededor de los tobillos -murmuró la doctora, casi para sí misma.
Bien, eso era porque Lash la había atado con alambre a veces.
- Muchos moratones…
Xhex detuvo la inspección cuando la sábana fue alzada hasta las caderas.
- Digamos solamente que siguen su camino al norte, ¿vale?
Doc Jane volvió a colocar la sábana donde había estado.
- ¿Puedo palparte el vientre?
- Adelante.
Xhex se tensó ante la idea de ser destapada otra vez, pero Doc Jane sólo estiró la sábana y empujó y pinchó. Desafortunadamente, no había modo de ocultar los respingos, especialmente cuando las cosas se dirigieron estómago abajo.
La doctora se recostó y miró directamente a los ojos de Xhex.
- ¿Alguna posibilidad de que me permitas hacerte un examen interno?
- Interno como en… -Cuando captó el significado, Xhex sacudió la cabeza-. No. Eso no va a suceder.
- ¿Fuiste asaltada sexualmente?
- No.
Doc Jane asintió una vez.
- ¿Hay algo que deba saber que no me hayas dicho? ¿Dolor en algún lugar concreto?
- Estoy bien.
- Estás sangrando. No estoy segura de que seas consciente de ello. Pero sangras.
Xhex frunció el entrecejo y se miró los brazos temblorosos.
- Hay sangre fresca en el interior de tus muslos. Por eso te he preguntado si podía hacer el examen interno.
Xhex sintió que una oleada de terror la cubría.
- Te lo preguntaré un vez más. ¿Has sido asaltada sexualmente? -No había emoción detrás de las palabras clínicas y la doctora había supuesto bien. Xhex no habría estado interesada en histerias ni niñerías y sobre todo para nada en la compasión.
Cuando no contestó, Doc Jane leyó el silencio correctamente y dijo:
- Alguna posibilidad de que pudieras estar embarazada.
Oh… Dios.
Los ciclos symphath eran raros e imprevisibles y ella había estado tan ensimismada en el drama de su captura y cautiverio, que ni había pensado en las repercusiones.
En ese momento, despreció ser una hembra. De veras que sí.
- No lo sé.
Doc Jane asintió una vez más.
- ¿Cómo puedes saber si lo estás?
Xhex sacudió la cabeza.
- No hay manera de que lo esté. Mi cuerpo ha pasado por demasiado.
- Permíteme hacer el examen interno, ¿vale? Sólo para estar seguras de que no está pasando nada por dentro que yo pueda sentir. Y luego me gustaría llevarte al complejo de la Hermandad y hacerte un ultrasonido. Estarás realmente incómoda cuando revise tu vientre. Tengo a V viniendo en coche… ya casi debería estar aquí.
Xhex apenas oía una palabra de lo que le decía. Estaba demasiado ocupada rememorando el último par de semanas. Había estado con John el día antes del secuestro. Esa última vez. Quizá…
Si estaba embarazada, se negaba de plano a creer que tuviera algo que ver con Lash. Eso sería demasiado cruel. Jodidamente cruel.
Además, quizá había otra razón para el sangrado.
Como un aborto, insistió en indicar parte de su cerebro.
- Hazlo -dijo Xhex-. Pero hazlo rápido. No me manejo bien con esta mierda y voy a perder la chaveta si tarda más que unos pocos minutos.
- Seré rápida.
Mientras cerraba los ojos y se preparaba, una rápida exposición de diapositivas se instaló en su cabeza. Destello: su cuerpo en una mesa de acero inoxidable en un cuarto alicatado. Destello: tobillos y muñecas atados. Destello: médicos humanos ojos crueles y curiosos acercándose a ella. Destello: una videocámara en la cara y moviéndose lentamente hacia abajo. Destello: un escalpelo atrapando la luz desde arriba.
Chasquido. Chasquido.
Abrió los párpados ante los sonidos porque no estaba segura de si lo que había oído estaba en su cabeza o en el cuarto. Era lo último. Doc Jane se había puesto guantes de látex.
- Seré suave -dijo Jane.
Lo cuál era un término relativo, por supuesto.
Xhex apretó las sábanas entre los puños y sintió como los músculos del interior de los muslos sufrían espasmos mientras se ponía rígida de la cabeza a los pies. Las buenas noticias sobre el acto de petrificarse fueron que le curó los temblores.
- Preferiría que fueras rápida.
- Xhex… quiero que me mires. Ahora.
La mirada dispersa de Xhex giró por todas partes.
- ¿Qué?
- Sostenme la mirada. Aquí. -La doctora se señaló a los ojos-. Sostenla. Concéntrate en mi cara y sabrás que a mí también me han hecho esto, ¿vale? Sé exactamente lo que estoy haciendo y no sólo porque haya sido entrenada.
Xhex se obligó a enfocar y… Jesús, ayudó. Sostener esa mirada verde ayudó.
- Lo sentirás.
- ¿Disculpa?
Xhex se aclaró la garganta.
- Si estoy… embarazada, lo sentirás.
- ¿Cómo?
- Cuando… habrá una patrón. Dentro. No… -Tomó un aliento superficial, recurriendo a los cuentos que había oído a la gente de su padre-. Las paredes no serán lisas.
Doc Jane ni siquiera parpadeó.
- Lo capto. ¿Lista?
No.
- Sí.
Xhex tenía sudores fríos para cuanto todo acabó y la costilla que se había roto chillaba a causa de su fuerte respiración entrecortada.
- Dime -dijo con voz ronca.
Capítulo 23
- Te lo estoy diciendo… Eliahu está vivo. Eliahu Rathboone… está vivo.
De pie en su habitación de la mansión Rahtboone, Gregg Winn miraba por la ventana a alguna especie de liquen español distintivo de Carolina del Sur. A la luz de la luna, esa mierda era tan espeluznante como una sombra lanzada por un objeto no discernible… o un cuerpo.
- Gregg, ¿me oyes?
Después de frotarse el sueño de los ojos, miró sobre su hombro a su joven y guapa narradora. Holly Fleet estaba justo dentro de la puerta, con su largo cabello rubio echado hacia atrás desde su cara apenas maquillada, sus ojos no era tan grandes o cautivadores sin las falsas pestañas o el brillo que llevaba ante la cámara. Pero la bata rosa de seda no hacía nada, absolutamente nada por ocultar su cuerpo excitante.
Y estaba prácticamente vibrando, la vibración provenía de su interior como si ella fuera una campana y un maldito campanero la hubiara golpeado.
- Eres consciente -Gregg arrastró las palabras-, de que el HDP murió hace ciento cincuenta años.
- Entonces su fantasma está realmente aquí.
- Los fantasmas no existen. -Gregg dio la espalda a la vista-. Tú más que nadie deberías saberlo.
- Este sí.
- ¿Y me despiertas a la una de la madrugada para decirme esto?
No era un buen movimiento por su parte. Se habían pasado la noche antes casi sin dormir y él se había pasado el día trasteando por teléfono con L.A. Había golpeado la cama hacía una hora sin esperar dormir… pero afortunadamente su cuerpo tenía otros planes.
O eso o su cerebro le estaba diciendo que lo dejara porque la mierda no iba a seguir viento en popa. Ese mayordomo era inamovible en cuestión de permisos; ambos avances de Gregg hacían sido rechazados, el del desayuno cortésmente declinado, el de la cena ignorado.
Entretanto tenían algún metraje fenomenal que ya había enviado. Gracias a disparos evocativos captados a escondidas, la plana mayor le había dado el visto bueno para cambiar la localización especial… pero le estaban presionando para un corte promocional que poder emitir TPCSP.
Lo cual no podía ocurrir hasta que el mayordomo se ablandase.
- ¿Hola? -exclamó Holly-. ¿Me estás escuchando?
- ¿Qué?
- Quiero irme.
Él frunció el ceño, pensando que la chica no tenía cerebro suficiente para estar asustada por nada menor que un trailer de dieciocho ruedas con su nombre escrito en la parrilla delantera.
- ¿Ir adónde?
- De vuelta a L.A.
Casi respingó hacia atrás.
- ¿L.A? Estás bromeando… Vale, eso no va a pasar. A menos que quieras acudir a Orbitz [5] y facturarte de vuelta como equipaje. Tenemos trabajo que hacer aquí.
Lo cual dado pelaje del culo de ese mayordomo incluía un montón de peloteo y súplicas. Lo último era especialidad de Holly. Y en realidad… si estaba asustada, sería una ventaja. Podría aprovecharlo con el tío. Normalmente los hombres respondían bien a ese tipo de cosas… especialmente el tipo de hombre adecuado que seguramente canalizaba caballerosidad a través de cada uno de sus huesos secos y larguiruchos.
- Estoy realmente… -Holly tiró de las solapas de seda más cerca de su cuello… de forma que la delantera de la bata se estiró contra sus pezones duros-. Estoy aterrada.
Hmm. Si era un juego para llevarlo a la cama… no estaba tan cansado.
- Ven aquí.
Estiró los brazos y cuando ella se adelantó y puso su cuerpo contra el de él, sonrió mientras miraba sobre su cabeza. Dios, olía bien. No a esa mierda florida que normalmente llevaba encima, sino a algo más oscuro. Agradable.
- Nena, sabes que tienes que quedarte con nosotros. Necesito que obres tu magia.
Fuera, el musgo español ondeaba en la brisa, la luz de la luna lo captaba y creaba la ilusión de gasa, así que los árboles parecían estar engalanados.
- Algo no va bien aquí -dijo ella en su pecho.
Abajo, en el césped, una figura solitaria paseó tranquilamente a la vista. Estaba claro, Stan iba a dar un paseo alcohólico.
Gregg sacudió la cabeza.
- Lo único que no está bien es ese maldito mayordomo. ¿No quieres ser famosa? Un especial aquí va a abrirte las puertas. Podrías estar presentando Bailando con las Estrellas a continuación. O Gran Hermano.
Pudo decir que había captado su atención, porque su cuerpo se relajó y para ayudarla a seguir por ahí, le frotó la espalda.
- Esa es mi chica. -Observó a Stan vagar por ahí, con las manos en los bolsillos, alejándose de la casa, su cabello largo moviéndose al viento. Otro par de metros y estaría bañado por la luz de la luna cuando saliera de debajo de los árboles-. Ahora, quiero que te quedes aquí conmigo… como ya he dicho, tú de entre todos deberías saber que esas historias de fantasmas nunca son nada más que suelos de madera que rechinan. Tenemos trabajo sólo porque la gente quiere creer en esa mierda espeluznante.
En ese preciso instante alguien subió las escaleras, las pisadas suaves venían acompañadas por auténticos efectos especiales Vincent Price, quejidos y gemidos de madera vieja que penetraban la quietud.
- ¿Es de eso de lo que tienes miedo? ¿Sólo algunos ruidos en la noche? -dijo, apartándose y bajando la mirada hacia ella. Sus labios regordetes trajeron de vuelta algunos recuerdos muy buenos y le rozó la boca con el pulgar, pensando que tal vez se había puesto más silicona. Parecían extra hinchados y bonitos.
- No… -susurró ella-. No es eso.
- ¿Entonces por qué crees que hay un fantasma?
Sonó un golpe en la puerta y la voz de Stan llegó amortiguada.
- ¿Estáis follando o puedo irme a la cama ya?
Gregg frunció el ceño y giró la cabeza hacia la ventana. Esa figura solitaria salió al haz de luz de luna… y desapareció directamente en el aire.
- Porque acabo de acostarme con él -dijo Holly-. Acabo de acostarme con Eliahu Rathboone.
Capítulo 24
Fuera, en el pasillo del sótano de la casa de Xhex, John estaba desgastando una senda en el suelo de piedra. Arriba y abajo. Arriba y abajo. Mientras, no se oía absolutamente nada a través de la puerta del dormitorio.
Lo cual suponía que era bueno… ni gritos ni maldiciones, con suerte eso significaba que el examen de Doc Jane no estaba provocando dolor.
Había enviado un mensaje a Rehvenge y le había dicho al macho que Xhex había sido encontrada y que iba a intentar llevarla de vuelta al complejo. Sin embargo no mencionó el sótano.
Estaba claro que ella quería proteger su privacidad, porque si Rehv hubiera sabido de él, el tipo habría insistido en venir aquí tras no encontrarla en la cabaña de caza.
Después de comprobar su reloj, John se pasó la mano por el cabello otra vez y se preguntó cómo hombres vinculados como Wrath, Rhage y Z manejaban una mierda así… Cristo, Z había tenido que pasar por ver a Bella dando a luz. ¿Cómo demonios lo hacían?
La puerta se abrió y él se giró, sus suelas chirriaron sobre el suelo.
Doc Jane se mostraba sombría.
- Está de acuerdo en ir al complejo. V debe estar fuera esperando en el Escalade… ¿puedes comprobar si está ahí?
John dijo por señas, ¿Ella está bien?
- Ha pasado por mucho. Ve a comprobar si el coche está ahí, ¿vale? Y vas a tener que llevarla en brazos, ¿de acuerdo? No quiero que camine y no voy a utilizar una camilla porque no hay necesidad de montar una escena en la calle.
John no dio más la lata y salió desbocado del sótano. Con el freno puesto, con las luces apagadas pero el motor en marcha, estaba el SUV. Detrás del volante, se produjo un destello de naranja cuando V dio una calada a su cigarrillo liado a mano.
El Hermano bajó la ventanilla.
- ¿Nos la llevamos?
John asintió con la cabeza una vez y se apresuró a volver adentro.
Cuando llegó a la puerta de la habitación de Xhex, ésta estaba cerrada, así que llamó suavemente.
- Un minuto -dijo Doc Jane, con voz amortiguada-. Vale.
Abrió y encontró a Xhex todavía de costado. Le habían envuelto una toalla alrededor y una sábana nueva la cubría de la cabeza a los pies. Cristo… deseó que su piel ofreciera un poco más de contraste con toda esa mierda blanca.
John se aproximó y pensó que era raro. Nunca antes se había visto a sí mismo más alto que ella. Ahora él descollaba y no sólo porque ella estuviera postrada.
Ahora voy a recogerte, indicó mientras movía los labios formando las palabras.
Los ojos de Xhex se fijaron en los suyos y luego asintió e intentó sentarse. Mientras luchaba por hacerlo, él se inclinó y la cogió en sus brazos.
No pesaba lo suficiente.
Cuando se enderezó, Doc Jane lanzó rápidamente las colchas de la cama sobre el colchón y le hizo una seña hacia la puerta.
La rigidez del cuerpo de Xhex le estaba costando energías y deseó decirle que se relajara, pero incluso si hubiera tenido voz, habría sido un desperdicio. Ella no era del tipo que se dejaba llevar en brazos bajo ninguna circunstancia, por nadie.
Al menos… normalmente.
El pasillo pareció tener dos kilómetros de longitud y fuera, los tres metros que le llevó cruzar la acera hasta el SUV fueron dos veces esa distancia.
V saltó de detrás del volante y abrió la puerta trasera.
- Puede estirarse aquí. Puse mantas antes de salir.
John asintió con la cabeza y fue a tenderla en el suave nido al que habían dado forma.
La mano de ella se alzó y se cerró sobre su hombro.
- Quédate conmigo. Por favor.
Se quedó congelado una fracción de segundo… y luego a base de pura fuerza bruta, subió y entró mientas todavía la mantenía sujeta. Colocarse fue torpe… pero finalmente consiguió situarles contra la pared interior del coche con sus piernas flexionadas por las rodillas y ella en su regazo, acunada contra el pecho.
Las puertas se cerraron y luego se produjeron dos golpes más y un rugido del motor.
A través de las ventanas ahumadas, las luces centelleaban y se retiraban mientras atravesaban la ciudad a toda prisa.
Cuando Xhex comenzó a temblar, él envolvió los brazos más firmemente a su alrededor, conservando el calor de ella contra su cuerpo y animando a su propia calidez a entrar en ella. Y tal vez funcionara, porque después de un momento, apoyó la cabeza contra sus pectorales y el temblor cesó.
Dios… llevaba tanto tiempo desando tenerla entre sus brazos. Había imaginado y visualizado escenarios donde ocurriría.
Este no era ninguno de ellos.
Inhaló profundamente, con intención de dejar escapar un suspiro… y captó la fragancia que estaba exudando. Especias oscuras. De la clase que olía en los Hermanos cuando sus shellans estaban alrededor. Del tipo que significaba que tu cuerpo estaba sopesando sus emociones y no había vuelta atrás.
Maldito fuera, no había forma de ocultar el vínculo y ninguna de detenerlo. Todo el tiempo, desde que la había conocido por primera vez, se había estado acercando centímetro a centímetro a este acantilado y estaba claro que se había inclinado por el borde cuando ella se había alimentado de él.
- ¿John? -susurró ella.
Le dio un ligero golpe en el hombro para que supiera que la había oído.
- Gracias.
Posó la mejilla en su cabello y asintió con la cabeza para que ella pudiera sentirlo.
Cuando Xhex se apartó quitándose de debajo, no le sorprendió… al menos no hasta que comprendió que era porque quería mirarle.
Oh, Jesús, odiaba la expresión en su cara delgada. Miedo hasta el punto del terror, los ojos gris profundo mostraban el color del asfalto apagado.
Estás bien, dibujó él con la boca. Vas a estar bien.
- Lo estoy. -Cerró los ojos con fuerza-. De veras lo estoy.
Si estaba en su mano hacer algo al respecto, mierda, sí.
Los labios de Xhex se abrieron de nuevo.
- Lo siento mucho -dijo roncamente.
¿El qué?
- Todo. Haberte tratado como lo hice. Ser quien soy. Tú mereces algo mucho mejor. Yo… lo siento de veras.
Su voz se rompió al final y cuando empezaba a parpadear, volvió a posar la cabeza y le puso la palma justo sobre el corazón palpitante.
Era en momentos así cuando deseaba desesperadamente poder hablar. Después de todo, no iba a moverla de acá para allá para sacar su puñetera libreta.
Al final, simplemente la abrazó con cuidado porque era todo lo que tenía que ofrecer.
Y no iba a confundir este cambio con lo que no era. Una disculpa no era una declaración de amor y ni siquiera era necesaria, porque de todos modos él se lo había perdonado todo.
Aunque ayudaba, en cierto modo. Todavía había una gran distancia a la forma en que había esperado que las cosas fueran entre ellos, pero era condenadamente mejor que nada.
John le sujetó la sábana más alto sobre el hombro, luego dejó caer la cabeza hacia atrás. Mirando por la ventana ahumada, sus ojos buscaron las estrellas que punteaban el negro denso y aterciopelado del cielo nocturno.
Curioso, sentía como si el cielo estuviera contra su pecho en vez de sobre todo el mundo.
Xhex estaba viva. Y en sus brazos. Y la estaba llevando a casa.
Sí. Teniéndolo todo en cuenta, las cosas podrían haber salido puñeteramente peor.
Capítulo 25
Lash reflexionaría más tarde sobre como uno nunca sabía con quién se iba a cruzar. Nunca se sabía cómo una simple decisión entre ir a izquierda o derecha en un cruce podía cambiar las cosas. A veces las decisiones no tenían importancia. Otras… te llevaban a lugares inesperados.
En el momento actual, sin embargo, aún no había alcanzado esa revelación. Estaba simplemente conduciendo por una zona de granjas, circulando, pensando en el tiempo.
En el pasado más reciente para ser exactos.
- ¿Cuánto falta?
Lash miró a través del habitáculo del Mercedes. La prostituta que había recogido en un callejón del centro era bastante guapa y tenía la suficiente silicona como para dedicarse al porno, pero la adicción a las drogas de Plástica-Fantástica la había dejado huesuda y nerviosa.
Desesperada, también. Tan colgada que sólo le había costado cien dólares subirla al AMG para ir a una "fiesta".
- No mucho -replicó, volviendo a centrar la atención en la carretera que tenía delante.
Estaba desilusionado como la mierda. Cuando había pintado todo esto en su cabeza, Xhex estaba atada y amordazada en el asiento trasero… mucho más romántico. En lugar de eso, tenía que cargar con ésta muñeca hinchable fea como una rata. Pero no podía luchar contra la situación en la que estaba: necesitaba alimentarse, su padre esperaba que se cerraran algunos negocios y encontrar a Xhex iba a requerir más tiempo del que había pensado.
Y la peor de todas las concesiones era que ésta zorra que llevaba de copiloto era humana: Mucho menos útil que un vampiro hembra, pero tenía la esperanza de que esos ovarios trabajaran a su favor cuando le chupara la sangre.
Es más, no había sido capaz de encontrar a un miembro de su raza con faldas.
- ¿Sabes? -dijo ella arrastrando las palabras-, solía trabajar de modelo.
- ¿De verdad?
- Abajo, en Manhattan. Pero ya sabes, esos bastardos… en realidad no se preocupan por ti. Sólo quieren usarte, ya sabes.
Vale. Lo primero, tenía que olvidarse de que había escuchado alguna vez la frase ya sabes. Y segundo, ¿cómo iba a estar haciendo algo mucho mejor aquí abajo en Caldwell?
- Me gusta tu coche.
- Gracias -masculló él.
Ella se inclinó, sus pechos sobresaliendo del corpiño rosa que llevaba. El trapo tenía manchas de grasa en los costados, de manos sucias, como si no lo hubieran lavado en un par de días y olía a cerezas falsas, sudor y humo de crack.
- ¿Sabes? me gustas….
La mano de ella fue a su muslo y luego bajó la cabeza hacia su regazo. Cuando la sintió hurgar alrededor de su cremallera, le agarró un puñado de la maraña rubia oxigenada y tiró bruscamente hacia arriba.
Ella ni siquiera notó el dolor.
- No empecemos aún -dijo él-. Ya casi llegamos.
La mujer se relamió los labios.
- Claro. Vale.
Los campos cosechados a cada lado de la carretera estaban bañados por la luz de la luna y las casas de madera que punteaban los terrenos desolados brillaban blancas. La mayoría de ellas tenían un porche iluminado y eso era todo. Por aquí, cualquier cosa después de la medianoche era muuuuuuy pasada la hora de irse a la cama.
Esa era en parte la razón de que tuviera sentido tener un puesto de avanzada aquí, en la tierra de la tarta de manzana y las banderas americanas.
Cinco minutos después, giraron hacia una granja y aparcaron cerca de la puerta principal.
- Aquí no hay nadie más -dijo ella-. ¿Somos los primeros?
- Sí -apagó el motor-. Vamos.
El clic que sonó junto a su oreja lo dejó helado.
La voz de la prostituta ya no era confusa.
- Sal del coche, hijoputa.
Lash giró lentamente la cabeza y casi da un beso de tornillo a una nueve milímetros. Al otro extremo del arma, las manos de la puta eran firmes como rocas y sus ojos ardían con la clase de inteligencia aguda que uno tenía que respetar.
Sorpresa, sorpresa, pensó él.
- Sal. Fuera -dijo ella bruscamente.
Él sonrió lentamente.
- ¿Has disparado esa cosa alguna vez antes?
- Montones -Ella ni se inmutó-. Y no tengo problemas con la sangre.
- Ah. Bueno, bien por ti.
- Sal.
- Así que éste era el plan. Sacarme del coche. Dispararme en la cabeza y dejarme por muerto. ¿Te llevarás el Mercedes, mi reloj de pulsera y mi cartera?
- Y lo que hay en tu maletero.
- ¿Necesitas una rueda de repuesto? ¿Sabes?, puedes comprar una en cualquier tienda Firestone o Goodyear. Sólo PTI.
- ¿Crees que no sé quién eres?
Oh, estaba jodidamente seguro de que no tenía ni idea.
- Por qué no me lo dices tú.
- He visto este coche. Te he visto. He comprado tus drogas.
- Una clienta. Qué dulce.
- Sal. Fuera.
Como él no se movió, la puta desvió la pistola unos milímetros hacia un lado y apretó el gatillo. Cuando la bala reventó la ventana a su espalda, se cabreó. Una cosa era divertirse. Otro causar daños a la propiedad.
Ella situaba el punto de mira de la nueve milímetros de nuevo entre sus ojos, cuando se desmaterializó.
Tomando forma real al otro lado del coche, observó como la puta flipaba en el asiento, mirando a todas partes, su pelo crispado volando en todas direcciones.
Preparado para enseñarle un par de cosas sobre planes, abrió la puerta de un tirón y la sacó a la fuerza por el brazo. Hacerse con el control de la pistola y de ella fue cosa de un momento, solamente con agarrar y tirar. Y luego se metió la nueve milímetros en la cinturilla y la hizo girar aplastándola contra su pecho.
- ¿Qué… qué?
- Me dijiste que saliera del coche -le dijo en la oreja-. Así que lo hice.
Su cuerpo delgado era débil como una hoja al viento, nada más que un estremecimiento con ropa de puta barata. Comparado con las peleas físicas con Xhex, esto era como un suspiro contra un huracán. Qué aburrimiento.
- Vamos dentro -murmuró, bajando la boca por su garganta y recorriéndole la yugular con los colmillos-. El resto de invitados deben estar esperándonos.
Mientras se apartaba, ella giró la cara y él sonrió, mostrando su equipamiento. El grito espantó a un búho en su rama y para asegurarse de que cortaba el ataque a lo Hitchcock que le había dado, la abofeteó en los morros con la mano que tenía libre y la obligó a dirigirse hacia la puerta principal.
Dentro, el lugar olía a muerte gracias a la inducción de la noche anterior y a toda la sangre de los cubos. Sin embargo había una ventaja residual. Cuando encendió las luces y el chochito tuvo una visión del comedor, se quedó rígida de miedo y luego se desmayó.
Maldita fuera. La colocó sobre la mesa y la ató bien despatarrada.
Después de recobrar el aliento, cogió los cubos de la cocina, los aclaró en el fregadero, limpió los cuchillos y deseó como el demonio que el señor D estuviera todavía aquí para ocuparse del trabajo de mierda.
Estaba justo cerrando el grifo cuando se dio cuenta de que el lesser que había creado la noche anterior no estaba a la vista.
Llevando los cubos al comedor, los colocó bajo las muñecas y los tobillos de la zorra y luego hizo una rápida verificación del primer piso. Cuándo todo lo que consiguió fue un montón de nada-por-aquí, subió corriendo hasta el segundo piso.
La puerta del armario del dormitorio estaba abierta y había una percha en la cama en la que había habido una camisa. La ducha del baño tenía agua fresca chorreando por las paredes.
¿Qué coño pasaba?
¿Cómo demonios se había largado ése tipo? No había coche, así es que la otra opción era caminando por el sendero. Y luego haciendo autostop. O haciéndole el puente al tractor de un granjero.
Lash bajó por la escalera y se encontró con que la puta había vuelto en sí y estaba luchando contra la mordaza que tenía en boca, se le salían los ojos de las órbitas y se contorsionaba sobre la mesa.
- No durará mucho -le dijo él, recorriendo con la mirada sus piernas larguiruchas. Tenía tatuajes en las dos, pero eran un amasijo sin ningún orden, sólo manchas al azar… algunas de la cuales tal vez se pudieran identificar, otros estaban arruinados por habérselos retocado mal o por cicatrices.
Un grupo de mariposas de neón, suponía. Tal vez ese había sido el plan inicial.
Dio unas vueltas, yendo a la cocina, volviendo al comedor y saliendo otra vez hasta el vestíbulo. El sonido agudo de los tacones golpeando la mesa y el roce de la piel desnuda se desvanecía en la distancia mientras se preguntaba dónde demonios estaba el nuevo recluta y por qué se retrasaba su padre.
Media hora después todavía tenía un montón de cosas sin hacer y envió una llamada mental al otro lado.
Su padre no contestó.
Lash subió arriba y cerró la puerta, pensando que tal vez no se concentraba lo suficiente porque estaba muy cabreado y frustrado. Sentándose en la cama, se puso las manos sobre las rodillas y se calmó. Cuando sus latidos fueron lentos y estables, inspiró profundamente, envió la señal otra vez… y no consiguió nada.
¿Tal vez le había pasado algo al Omega?
En un arranque de emoción, decidió ir al Dhunhd él mismo.
Sus moléculas se disolvieron bastante bien, pero cuando intentó volver a tomar forma en el otro plano de la existencia, fue bloqueado. Cerrado. Desautorizado.
Fue como golpear una pared sólida y mientras rebotaba hacia el cutre dormitorio de la granja, su cuerpo amortiguó la sacudida con una oleada de náuseas.
Qué. Coño.
Cuando su móvil vibró, lo sacó de su abrigo y frunció el ceño al ver el número.
- ¿Hola? -dijo.
La risita que le llegó era juvenil.
- Hola, capullo. Soy tu nuevo jefe. ¿Adivinas a quién acaban de ascender? Por cierto, tu papi dice que no lo molestes más. Mal movimiento preguntar sobre chicas… deberías conocer a tu padre un poco mejor. Oh y se supone que ahora debo matarte. ¡Nos vemos pronto!
El nuevo recluta comenzó a reírse, el sonido atravesó la conexión, taladrando la cabeza de Lash mientras se cortaba la llamada.
Por la otra parte.
* * *
No estaba embarazada. Al menos, no que Doc Jane supiera. Pero gracias a esa pequeña pausa en Pánicoville, Xhex no recordaría nada del trayecto hasta el complejo. La idea de que hubiera una mínima posibilidad de poder estar…
Después de todo, no llevaba sus cilicios… y el propósito de los mismos era matar sus tendencias symphath, incluyendo la ovulación.
¿Qué hubiera hecho?
De acuerdo, punto final, tenía que cortar ésta mierda ya mismo. Dios sabía que ya tenía bastante por lo que preocuparse en la categoría de “cosas que están pasando en éste momento”.
Respirando profundamente, inspiró el aroma de John y se concentró en el fuerte y firme latido del corazón que había bajo su oreja. No fue ni un minuto después cuando el sueño la atacó con fuerza, la combinación de cansancio excesivo, languidez posterior a la alimentación y necesidad de tener paz en su vida durante un rato, la llevó a un estado de sueño profundo en la parte trasera del SUV.
Despertó con la sensación de estar siendo levantada y abrió los ojos.
John la llevaba a través de algún tipo de aparcamiento que, dado el aspecto de los muros y del techo que eran oscuros y cerrados, debía de ser subterráneo. Una puerta maciza de metal fue abierta por Vishous, quien parecía estar de un humor sorprendentemente colaborador y al otro lado… había una pesadilla.
El largo y anónimo pasillo tenía baldosas pálidas en el suelo, paredes de bloques de hormigón y un techo bajo con luces fluorescentes.
El pasado se deslizó en su lugar, el filtro de la anterior experiencia reemplazando lo que ocurría actualmente por la pesadilla recordada. En brazos de John, su cuerpo pasó de la debilidad a la locura y comenzó a oponerse a su sujeción, luchando por liberarse. La conmoción fue instantánea, gente corriendo hacia ella, un sonido agudo como el de una sirena.
Cuando notó débilmente que le dolía la mandíbula, se percató de que era ella gritando.
Y entonces repentinamente todo lo que vio fue la cara de John.
De alguna forma había conseguido girarla en sus brazos y ahora estaban nariz-con-nariz, ojo-con-ojo, se le clavaban sus manos en los costados y las caderas. Con la visión de ese corredor institucional sustituida por su mirada azul, la garra del pasado se rompió y quedó atrapada en él.
Él no dijo nada. Sólo se quedó quieto y dejó que ella lo mirara.
Era exactamente lo que necesitaba. Se centró en sus ojos y los utilizó para apagar su cerebro.
Cuando él asintió, ella le devolvió el gesto y él comenzó a avanzar otra vez. De vez en cuando, su mirada se apartaba de la de ella para comprobar por dónde iban, pero siempre volvía.
Siempre volvía.
Había voces, un buen número de ellas y un montón de aperturas y cierres de puertas y después un montón de baldosas verde claro: Estaba en una sala de reconocimiento, con una lámpara equipada con un montón de luces sobre ella y toda clase de suministros médicos en estanterías con puertas de cristal miraras donde miraras.
Cuando John la dejaba en la camilla, perdió el control de sus riendas otra vez. Sus pulmones se negaban a hacer su trabajo, como si el aire estuviera envenenado y sus ojos se dirigían a todas partes, encontrando todo tipo de disparadores del pánico como el equipamiento, el instrumental y la camilla… la camilla.
- Vale, estamos perdiéndola de nuevo. -El tono de voz de Doc Jane era implacablemente tranquilo-. John, ven aquí.
La cara de John volvió a acercarse y Xhex se aferró a sus ojos.
- ¿Xhex? -la voz de la Doc Jane llegó desde la izquierda-. Voy a darte un tranquilizante.
- ¡Sin drogas! -La respuesta salió rápida de su boca-. Prefiero estar aterrada… que indefensa…
Su respiración era dolorosamente entrecortada y cada tirón impotente de su caja torácica la convencía más y más de que la vida era cuestión de sufrimiento más que de alegría. Habían sido demasiados de esos momentos, demasiadas veces el dolor y el miedo habían tomado el control, demasiadas sombras oscuras que no es que estuvieran al acecho, si no que absorbían toda la iluminación de la noche en la cual ella existía.
- Deja… Déjame que me vaya… -Cuando los ojos de John se abrieron de golpe, Xhex se dio cuenta de que había encontrado una de sus dagas, la había desenvainado y estaba intentando ponérsela en la mano-. Por favor déjame ir… No quiero estar más aquí… Acaba para siempre, por favor...
Un montón de cuerpos se quedaron congelados a su alrededor y la falta de movimiento la centró un poco. Rhage y Mary estaban en la esquina. Rehv estaba ahí. Vishous y Zsadist. Nadie hablaba o se movía un milímetro.
John le quitó la daga de la mano y eso fue lo que la hizo llorar. Porque él no iba a utilizarla. No contra ella. Ni ahora… ni nunca.
Y ella no tenía fuerza para hacerlo por sí misma.
Al mismo tiempo, una tremenda emoción bulló en sus entrañas y mientras se expandía y la presión aumentaba en su interior, miró alrededor frenéticamente a la par que los estantes comenzaban a traquetear y el ordenador de la esquina empezaba a saltar sobre el escritorio.
Sin embargo John estaba al tanto. Y fue rápido. Comenzó a hacer gestos con el mismo tipo de urgencia que ella sentía y un momento más tarde todo el mundo había salido.
Excepto él.
Intentando desesperadamente no explotar, Xhex bajó la mirada hacia sus manos. Temblaban tanto, eran como las alas de una mosca… Y fue cuando clavó los ojos en ellas cuando tocó fondo.
El grito estalló en su interior y el sonido fue completamente extraño, tan agudo y horrorizado.
John se mantuvo en su sitio. Incluso cuando ella gritó otra vez.
No iba a ir a ningún sitio. No se puso nervioso. Simplemente se quedó… Allí.
Agarrando la sábana que la rodeaba, Xhex la apretó contra su cuerpo, muy consciente de que estaba sufriendo una crisis nerviosa, de que la fisura había sido taponada durante ése recorrido por el pasillo y ahora se había agrietado. De hecho, sentía como si hubiera dos ella en el cuarto, la loca de la mesa gritando, habiendo perdido la cabeza y llorando lágrimas de sangre… Y la otra, cuerda, tranquila en la otra esquina, observándose a sí misma y a John.
¿Se unirían las dos partes otra vez? ¿O estaría siempre así, hecha pedazos?
Su mente escogió al personaje observador sobre el histérico y se retiró a ese lugar insondable donde se veía a sí misma sollozar hasta el punto de asfixiarse. Los regueros de sangre que bajaban por sus mejillas pálidas como el papel no le disgustaban, ni tampoco los ojos como platos o los temblores epilépticos de sus brazos y piernas.
Sentía lástima por la hembra que había sido conducida a tal extremo. Que se había mantenido apartada de cualquier emoción.
La hembra que había nacido bajo una maldición. La hembra que había hecho daño y se lo había hecho a sí misma. La hembra que se había endurecido, convirtiendo su mente y sus emociones en acero. La hembra que había estado equivocada sobre lo de cerrarse, lo de esa autocontención.
No era cuestión de fuerza, como siempre se había dicho a sí misma.
Era estrictamente supervivencia… y simplemente ya no podía soportarlo más.
Capítulo 26
- Te has… acostado con Eliahu Rathboone.
Gregg apartó a Holly y la miró fijamente a la cara, pensando que había perdido la maldita cabeza… bueno, la poca que tenía. Y ya serían dos, porque evidentemente él había imaginado lo que acababa de «ver» afuera.
Solo que los ojos de ella estaban completamente claros y sin malicia.
- Vino a mí. Me había quedado dormida…
Otra tanda de golpes en la puerta cerrada y a continuación se oyó la voz de Stan.
- ¿Hola? ¿En qué habitación tengo…?
- Más tarde, Stan -replicó Gregg. Mientras los refunfuños se desvanecían, los pasos en el pasillo se alejaron hacia la habitación de Holly y una puerta se cerró de golpe.
- Ven aquí. -Atrajo a Holly hacia la cama-. Siéntate y cuéntame… qué diablos crees que ha ocurrido.
Fijó la atención en sus labios hinchados mientras ella hablaba.
- Bueno, acababa de salir de la ducha. Estaba exhausta y me tendí en la cama para descansar los ojos antes de ponerme el camisón. Debí quedarme dormida… Porque lo siguiente que supe es que tenía este sueño…
Oh, por amor de Dios.
- Holly, sólo porque tuviste una pesadilla no quiere decir…
- No he acabado -replicó ella-. Y no fue una pesadilla.
- Creía que estabas aterrada.
- Lo espeluznante vino luego. -Ella arqueó una ceja-. ¿Vas a dejarme hablar?
- Vale. -Pero sólo con la esperanza de conseguir que su boca hiciera alguna otra cosa más tarde. Maldita sea, sus labios eran preciosos…-. Ve al grano
El grano. Uf. En eso estaba pensando.
- Comencé a tener este sueño en que ese hombre entraba en mi habitación. Era muy alto y musculoso… Uno de los hombres más grandes que haya visto nunca. Iba vestido de negro y se erguía sobre mi cama. Olía maravillosamente… Y entonces clavó la mirada en mí. Yo… -Se envolvió la mano alrededor del cuello y la bajó deslizándola lentamente entre sus senos-. Me quité la toalla y tiré de él hacia mí. Fue… Indescriptible….
Eso era una buena noticia. Porque de pronto no quería oír nada de lo que sucedió después.
- Me poseyó. -Hizo más de esa cosa con la mano en el cuello-. Como nunca antes había sido poseída. Era tan…
- … enorme como una manguera de incendios y llegaste de doce formas distintas al éxtasis. Felicidades. Tu subconsciente debería dirigir porno. ¿Y qué tiene que ver eso con Eliahu Rathboone?
Holly le miró encolerizada… Y luego bruscamente hizo a un lado la solapa de la bata.
- Porque cuando me desperté, tenía esto. -Lucía lo que ciertamente parecía un chupetón en el cuello-. Y realmente había tenido relaciones sexuales.
Gregg frunció el ceño con fuerza.
- Tú… ¿Cómo lo sabes?
- Como ya supondrás.
Gregg se aclaró la voz.
- ¿Estás bien? -Le apoyó la mano en el brazo-. Quiero decir… Ah, ¿quieres llamar a la policía?
La risa de Holly fue baja y dolorosamente sexy.
- Oh, fue consentido. Fuera lo que fuera. -Su expresión perdió brillo-. Esa es la cuestión… No sé lo que fue. Creí que lo había soñado. No pensé que fuera real hasta…
Hasta que hubo una prueba innegable de lo contrario.
Gregg le peinó los mechones rubios sobre sus hombros.
- ¿Seguro que estás bien?
- Supongo que sí.
Tío, no tardó ni un momento en tomar una decisión.
- Bueno, ya está. Nos vamos mañana.
- ¿Qué? Oh, Dios mío, Gregg… No tenía intención de causar problemas… -Frunció el ceño-. Tal vez… Tal vez soñé la parte de después de despertar. Tomé otra ducha… tal vez nada de eso ocurrió realmente.
- Joder, llamaré a Atlanta por la mañana y les diré que volvemos. No voy a quedarme donde no estés a salvo.
- Jesús, quiero decir, es muy caballeroso por tu parte, pero… no sé. Todo es tan confuso, y ahora me pregunto si me sentiré mejor por la mañana. Estoy realmente confundida… Fue raro. -Se llevó las puntas de los dedos hasta las sienes y comenzó a frotarlas en círculos, como si le doliera la cabeza-. Te diré que quise que ocurriera, cada paso del camino…
- ¿Tu puerta estaba cerrada con llave? -Quería una respuesta a la pregunta, pero tampoco necesitaba oír hablar del Fantasma y sus hazañas, muchas gracias.
- Siempre cierro la puerta de las habitaciones de hotel antes de darme una ducha.
- ¿Y las ventanas?
- Cerradas. Supongo que con pestillo. No sé.
- Bueno, te quedas conmigo esta noche. Aquí estarás a salvo. -Y no sólo porque no iba a hacerle insinuaciones amorosas ahora. Llevaba un arma consigo. Siempre. Tenía licencia y sabía cómo usarla: antes cuando en L.A. la gente había empezado estallar por cuestiones de tráfico, había decidido armarse.
Se tendieron juntos en la cama.
- Dejaré la luz encendida.
- Está bien. Simplemente cierra la puerta con llave.
Él asintió y salió de la cama, echó el cerrojo y también la cadena; luego hizo un repaso rápido a las ventanas para inspeccionar los pestillos. Cuando se acostó, ella se acurrucó bajo su brazo y suspiró.
Inclinándose, sacó el edredón de debajo de sus piernas y lo extendió sobre ellos, apagó la lámpara y se recostó de nuevo en las almohadas.
Pensó en ese hombre de afuera que caminaba por el jardín y casi gruñó. Joder. Qué. Mierda. Podría ser un vecino de la localidad con una llave maestra o un miembro del personal que hubiera forzado el cerrojo.
Suponiendo que hubiera ocurrido algo después de todo. Ella parecía cada vez menos segura de…
Lo que fuera. Se irían por la mañana y ya está.
Frunció el ceño en la oscuridad.
- ¿Holly?
- ¿Sí?
- ¿Por qué pensaste que era Rathboone?
Ella bostezó ampliamente.
- Porque era exactamente como el retrato del salón.
Capítulo 27
Abajo, en de la sala de reconocimiento de la clínica subterránea, John estaba de pie delante de Xhex y se sentía completamente impotente para ayudarla. Mientras ella estaba sentada en la mesa de acero inoxidable, gritando con los brazos tensos mientras agarraba la sábana, con la cara tensada al máximo, su boca completamente abierta, lágrimas rojas derramándose de sus ojos y cayendo por sus blancas mejillas…. él no podía hacer nada al respecto.
Conocía el peligroso lugar en el que ella estaba. Sabía que posiblemente no podría alcanzarla en el pozo en cuyo fondo se hallaba: él mismo había estado allí. Sabía exactamente lo que era tropezar, caer y sufrir la agonía del duro impacto… Aunque técnicamente tu cuerpo no había ido a ningún lugar.
La única diferencia era que Xhex tenía una voz para dar alas a su dolor. Mientras sus oídos zumbaban y su corazón se quebraba por ella, se mantuvo en pie contra la fuerza del vendaval al que ella daba rienda suelta. Después de todo, había una razón por la que las palabras aquí y oír [6] estuvieran separadas tan sólo por un pequeño sonido. Ejerciendo de testigo, él la oía y estaba allí para ella porque eso era todo lo que se podía hacer cuando alguien se rompía en pedazos.
Pero, por Dios, le atormentaba ver cómo sufría. Apenado y concentrado, la cara de Lash se representaba como un fantasma tomando forma física en el ojo mental de John. Mientras ella gritaba y gritaba, juró vengarse hasta que su corazón ya no bombeó sangre, sino necesidad de venganza.
Y entonces Xhex tomó una serie de inhalaciones profundas. Y un par más.
- Creo que he terminado con eso -dijo con dificultad.
Él esperó un momento para asegurarse. Cuando ella asintió, sacó su libreta y escribió rápidamente.
Al entregarle la página, los ojos de Xhex fueron a la escritura y necesitó un par de intentos para entender.
- ¿Me puedo lavar la cara primero?
Él asintió y fue al fregadero de acero inoxidable. Dejando correr el agua fresca, cogió una toalla limpia de una pila y la mojó antes de regresar hasta ella. Cuando ella extendió las manos, le puso la tela húmeda en las palmas y observó mientras se la presionaba lentamente contra la cara. Era difícil verla tan débil y recordó cómo la había conocido siempre: fuerte, poderosa y afilada.
El cabello le había crecido y comenzaba a rizarse en las puntas, sugiriendo que si no se lo cortaba, tendría una gruesa onda a lo largo. Dios, quería tocar esa suavidad.
Sus ojos bajaron hasta la mesa y se abrieron al máximo de pronto. La sábana estaba retorcida por debajo de ella… y había una mancha oscura en las toallas que tenía envueltas alrededor de las caderas.
Cuando respiró profundamente, captó el perfume de la sangre fresca y se sorprendió de no haberlo hecho antes. Sin embargo, había estado jodidamente distraído.
Oh… Cristo. Estaba sangrando…
La golpeó ligeramente en el brazo y pronunció, Doc Jane.
Xhex asintió.
- Sí. Terminemos con esto.
Frenético, John se lanzó a la puerta de la sala de reconocimiento. Fuera, en el pasillo, había un ejército de caras preocupadas, con Doc Jane a la cabeza.
- ¿Está lista para mí? -Cuando John dio un paso a un lado e hizo un gesto de urgencia con el brazo, la doctora avanzó.
Él la detuvo, no obstante. Dando la espalda a Xhex, señaló: Está herida en alguna parte. Está sangrando.
Doc Jane le puso la mano en el hombro y lo hizo girar en círculo hasta que intercambiaron lugares.
- Lo sé. ¿Por qué no esperas fuera? Cuidaré bien de ella. ¿Ehlena? Si no te importa entrar… voy a necesitar un segundo par de manos.
La shellan de Rehvenge entró en la sala de reconocimiento y John vio por encima de la cabeza de la doctora cómo la hembra comenzaba a lavarse las manos.
¿Por qué no está Vishous ayudando?, inquirió.
- Sólo vamos a hacer un ultrasonido para asegurarnos de que está bien. No voy a operar. -Doc Jane le sonrió de forma profesional… lo que extrañamente daba miedo. Y luego le cerró la puerta en las narices.
Se volvió a mirar a los demás. Todos los machos estaban en el pasillo. Sólo las hembras estaban allí dentro con ella.
Su mente comenzó a dar vueltas y no le llevó mucho tiempo llegar a una conclusión que no era posible que fuera cierta.
Una mano pesada aterrizó en su hombro y oyó hablar a V en voz baja.
- No, tienes que quedarte aquí afuera, John. Vamos.
Entonces fue cuando se percató de que su mano había agarrado el pomo de la puerta. Bajando la mirada, se ordenó a sí mismo soltar su agarre… y tuvo que enviar la orden dos veces antes de soltar el metal.
No hubo más gritos. Ningún sonido en absoluto.
Esperó. Y esperó. Y caminó y esperó un poco más. Vishous encendió otro cigarrillo liado a mano. Blay se unió a él, encendiendo un Dunhill. Qhuinn se daba golpecitos en el muslo. Wrath acariciaba la cabeza de George mientras el Golden Retriever observaba a John con sus amables ojos castaños.
Finalmente, Doc Jane asomó la cabeza por la puerta y miró a su pareja.
- Te necesito.
Vishous apagó su cigarro en la suela de la bota y se guardó la colilla en el bolsillo de atrás.
- ¿Ropa de quirófano?
- Sí.
- Deja que me cambie.
Mientras el macho trotaba hacia el vestuario, Doc Jane miró a John a los ojos.
- Cuidaré bien de ella…
¿Qué pasa? ¿Por qué está sangrando?, preguntó por señas.
- Cuidaré de ella.
Y luego la puerta se cerró otra vez.
Cuando V regresó, tenía todo el aspecto de un guerrero, aunque se había quitado las prendas de cuero y John esperaba como el infierno que la aptitud del tipo en el campo de batalla se trasladara al área médica.
Esos ojos de diamante brillaron y palmeó a John en el hombro antes de meterse silenciosamente en la sala de reconocimiento… que evidentemente ahora servía como quirófano.
Cuando la puerta se cerró, John tuvo ganas de gritar a su vez.
En lugar de ello, siguió caminando, subiendo y bajando por el pasillo. Arriba y abajo. Arriba… y abajo. Finalmente, los demás se dispersaron, dirigiéndose a un aula cercana, pero él no soportaba unirse a ellos.
Con cada pasada frente a la puerta que estaba cerrada para él, iba alargando más el camino, hasta que el viaje lo llevó hasta la salida que daba al aparcamiento y luego de regreso al vestuario. Sus largas piernas se comían la distancia, convirtiendo lo que eran unos buenos cuarenta y cinco metros en unos pocos centímetros.
O al menos eso parecía.
En lo que debía ser su quinto viaje hacia el vestuario, John dio media vuelta y se encontró frente a la puerta de cristal de la oficina. El escritorio, los archivadores y el ordenador parecían implacablemente normales y encontró un extraño consuelo en estos objetos inanimados.
Pero la tranquilidad se perdió cuando entró una vez más.
Con el rabillo del ojo, vio las grietas en la pared de hormigón de enfrente, las fisuras que provenían de una única fuente de impacto.
Recordó la noche en que se habían producido. Esa noche horrible.
Él y Tohr estaban sentados juntos en la oficina, él haciendo sus tareas escolares, el Hermano intentando mantener la calma mientras llamaba a casa una y otra vez. Cada vez que Wellsie no contestaba, cada vez que le saltaba el buzón de voz, la tensión iba a más… hasta que Wrath apareció con la Hermandad detrás de él.
La noticia de que Wellsie había muerto fue trágica… pero cuando Tohr supo “cómo”: No porque estuviera embarazada de su primer hijo, sino porque un lesser la había matado a sangre fría. La había asesinado. Llevándosela y a su bebé con ella.
Aquello había sido lo que causara estas marcas.
John se acercó y pasó las yemas por las finas líneas del cemento armado. La furia había sido tan grande, que Tohr literalmente había explotado como una supernova, la sobrecarga emocional lo había desmaterializado hacia algún otro lugar.
John nunca supo adónde había ido.
La sensación de estar siendo observado le hizo levantar la cabeza y mirar por encima del hombro. Tohr estaba al otro lado de la puerta de cristal, de pie en la oficina, mirando fijamente.
Los dos cruzaron las miradas y fue algo de macho a macho, no de adulto a joven.
John tenía una edad diferente ahora. Y como tantas cosas en esta situación, no había vuelta atrás.
- ¿John? -La voz de Doc Jane llegó desde el fondo del vestíbulo y él dio media vuelta y corrió hacia a ella.
¿Cómo está? ¿Qué ha pasado? ¿Está…?
- Se pondrá bien. Se está despertando de la anestesia. Voy a mantenerla en cama durante las siguientes seis horas, más o menos. ¿Supongo que se alimentó de ti? -Él mostró la muñeca y la doctora asintió-. Bien. Me gustaría que te quedaras con ella por si lo necesita otra vez.
Como si quisiera estar en algún otro lugar.
Cuando John iba a entrar a la sala de reconocimiento, se movió de puntillas porque no quería molestar, pero ella no estaba allí.
- La hemos trasladado a otra habitación -dijo V por encima del autoclave.
Antes de salir por la puerta del fondo, John se quedó mirando las secuelas de lo que se le había hecho a Xhex. Había un alarmante montón de gasas ensangrentadas en el suelo y más sangre sobre la camilla en la que Xhex había estado. La sábana y las toallas en las que había estado envuelta estaban apartadas a un lado.
Tanta sangre. Tan reciente.
John silbó tan fuerte que V levantó la mirada. ¿Puede alguien decirme qué diablos ha pasado aquí dentro?
- Puedes hablar con ella al respecto. -Mientras el Hermano sacaba una bolsa naranja para desechos biológicos y comenzaba a recoger la gasa usada, V hizo una pausa, pero no miró a John a los ojos-. Se pondrá bien.
Y fue entonces cuando John lo supo con seguridad.
Por muy mal que él hubiera pensado que la habían tratado, había sido peor. Mucho peor.
Por lo general, cuándo se producían lesiones en combate o en el campo, la información pasaba de un lado a otro sin pensar: un fémur roto, costillas aplastadas, puñaladas. Pero ¿una hembra ingresa, es examinada sin ningún macho presente y nadie dice una palabra de por qué ha sido intervenida quirúrgicamente?
Sólo porque los lessers fueran impotentes no quería decir que no pudieran hacer otras cosas con…
La brisa fría que pasó como un relámpago por el quirófano hizo que V levantara la cabeza otra vez.
- Un consejo, John. Yo que tú me guardaría las suposiciones para mí mismo. Supongo que quieres ser el que mate a Lash, ¿no? No querrás que Rehv o las Sombras, por mucho que los respete, hagan lo que es tu derecho.
Dios mío, el Hermano era fantástico, pensó John.
Asintiendo con la cabeza una vez más, fue al cuarto de Xhex, pensando que esos machos no eran la única razón para pasar por alto el asunto. Xhex no necesitaba saber hasta dónde iba a llegar, tampoco.
* * *
Xhex se sentía como si alguien hubiera estacionado un autobús Volkswagen en su útero.
La presión era tan grande, que de hecho levantó la cabeza y observó su cuerpo para ver si se había hinchado hasta las dimensiones de un garaje.
No. Plano como siempre.
Dejó caer la cabeza hacia atrás.
A cierto nivel, no podía creer dónde estaba ahora: transcurrida la operación, yaciendo en una cama con los brazos, piernas y cabeza todavía unidas… y el desgarro de su pared uterina reparado.
Cuando estaba bajo los efectos de su fobia médica, no podía ver más allá de lo que su cerebro había marcado como mortal. Para ella, en ese estado enloquecido, no estaba en un ambiente seguro, rodeada de personas que conocía y en las que podía confiar.
Ahora, habiendo pasado a través del fuego, el hecho de estar sana y salva le proporcionaba un extraño chute de endorfinas.
Se oyó un golpe suave y supo quién era por el perfume bajo la puerta.
Tocándose el cabello, se preguntó cómo diablos se vería y decidió que era mejor no saberlo.
- Pasa.
La cabeza de John Matthew asomó con las cejas levantadas en un arco que preguntaba ¿cómo te sientes?
- Estoy bien. Estoy mejor. Atontada por las drogas.
Él se deslizó dentro y se apoyó contra la pared, metiéndose las manos en los bolsillos y colocando una de sus pesadas botas sobre la otra. Su camiseta era una simple Hanes blanca, lo que probablemente era una buena cosa, puesto que estaba manchada de sangre de lesser.
Olía como debía oler un macho. A jabón y a sudor limpio.
Y tenía el aspecto que debía tener un macho. Alto, ancho y mortal.
Dios, ¿de verdad se había derrumbado de mala manera delante de él?
- Llevas el cabello más corto -dijo, sin ninguna razón en particular.
Él sacó una de sus manos y se acarició torpemente el cogote. Con la cabeza inclinada, los poderosos músculos que recorrían sus hombros hasta el cuello se flexionaron bajo la piel dorada.
De repente, Xhex se preguntó si alguna vez volvería a tener relaciones sexuales.
Fue un extraño pensamiento, eso seguro. Considerando cómo había pasado las últimas…
Frunció el ceño.
- ¿Cuántas semanas he estado fuera?
Él sostuvo en alto cuatro dedos y luego hizo un movimiento como si pellizcara.
- ¿Casi cuatro? -Cuando él asintió, ella enderezó cuidadosamente el pliegue de la sábana que le cruzaba su pecho-. Casi… Cuatro.
Bueno, los humanos la habían retenido meses antes de poder escapar de ellos. Sólo cuatro semanas deberían ser una bicoca que superar.
Ah, pero no debía ir por ahí, claro. No había nada que “superar”. Todo había “acabado”.
- ¿Quieres sentarte? -dijo, señalando una silla al lado de la cama. Era una cosa estándar e institucional, lo que significaba que parecía casi tan confortable como una estaca en el culo, pero no quería que se fuera.
Las cejas de John se alzaron otra vez y asintió con la cabeza mientras se acercaba. Acomodando su enorme cuerpo en el pequeño asiento, trató primero de cruzar las piernas sobre las rodillas, luego por los tobillos. Terminó sentado con la silla puesta al revés, con las shitkickers bajo la cama y los brazos sobre el respaldo de la silla.
Ella toqueteó la maldita sábana.
- ¿Puedo preguntarte algo?
Con el rabillo del ojo lo vio asentir, luego enderezarse y sacar una libreta y un bolígrafo del bolsillo de atrás.
Aclarándose la voz, se preguntó cómo expresar exactamente su pregunta.
Al final, se rindió y siguió con algo impersonal.
- ¿Dónde vistéis a Lash por última vez?
Él asintió y se inclinó sobre el papel, escribiendo rápidamente. Mientras sus palabras tomaban forma real en la página blanca, ella siguió observándole… Y se dio cuenta de que no quería que se fuera nunca. Lo quería aquí, a su lado para siempre.
A salvo. Estaba verdaderamente a salvo con él cerca.
Él se enderezó y le tendió la libreta. Luego pareció quedarse congelado.
Por alguna razón, Xhex no podía enfocar la atención en lo que él había escrito y se tensó.
John bajó lentamente el brazo.
- Espera, no lo he leído. Podrías… Qué. ¿Qué pasa? -Maldita sea, ahora sus ojos se negaban a verlo claramente.
John se inclinó a un lado y ella oyó un suave roce. Luego le pusieron delante un Kleenex.
- Oh, joder. -Tomó lo que le ofrecía y se lo presionó contra ambos ojos-. Odio ser una chica. Es puñeteramente aborrecible ser una chica.
Mientras comenzaba a despotricar sobre el estrógeno, las faldas, el esmalte de uñas rosa y los malditos tacones, él le proporcionó un pañuelo de papel detrás de otro, recogiéndolos a medida que los iba usando.
- Yo nunca lloro, tú lo sabes. -Lo miró enfadada-. Nunca.
Él asintió. Y le dio otro pañuelo para sonarse.
- Jesucristo. Primero me da un ataque de gritos, ahora estúpidos lloros. Podría matar a Lash sólo por esta gilipollez.
Una ráfaga helada recorrió la habitación como un relámpago y ella miró a John… sólo para dar un respingo hacia atrás. Había pasado de compasivo a sociópata en un segundo. Dado el punto donde ella estaba, casi seguro que él no era consciente de que había dejado al descubierto sus colmillos.
Su voz bajó a un susurro y lo que realmente había querido preguntar surgió.
- ¿Por qué te quedaste? En la SR, antes. -Apartó la mirada de la de él, enfocándola en los manchones rojos que había hecho en el pañuelo que acababa de usar-. Te quedaste y… parecías simplemente entenderlo.
En el silencio que siguió, se dio cuenta de que conocía el contexto de su vida muy bien: con quién vivía, lo que hacía en el campo de batalla, cómo peleaba, donde pasaba el tiempo. Pero no conocía ningún detalle específico. Sus antecedentes era un agujero negro.
Y por alguna razón, necesitaba iluminarlo.
Joder, sabía exactamente por qué: En medio de ese horror incandescente que había afrontado en la SR, la única cosa que la había ligado a la tierra había sido él y era extraño, pero ahora se sentía unida a él a algún nivel esencial. La había visto en su peor, más débil y demente momento y no había apartado la mirada. No se había largado, no la había juzgado y no se había quemado.
Era como si en el calor de su fusión los hubieran fundido juntos.
Esto era más que emoción. Era una cuestión de alma.
- ¿Qué demonios te ocurrió, John? En tu pasado.
Las cejas de él se juntaron y cruzó los brazos sobre el pecho como si ahora fuera él quien intentara dilucidar cómo expresarse. Más aún, su rejilla emocional de repente se iluminó con toda clase de cosas oscuras y ella tuvo la impresión de que pensaba en escapar.
- Mira, no quiero presionarte. -Mierda. Joder-. Y si quieres negar que hayas tenido nada salvo perfección en tu vida, lo aceptaré y seguiré adelante. Pero yo sólo… La mayoría de la gente al menos se habría sobresaltado. Demonios, hasta Doc Jane entró de puntillas después de que enloqueciera. Pero ¿tú, en cambio? Simplemente te mantuviste firme allí dentro. -Estudió su rostro tenso y cerrado-. Te miré directamente a los ojos, John y había algo más que una hipotética comprensión en ellos.
Después de una larga pausa, él pasó una página nueva en la libreta y escribió con rapidez. Cuando le tendió lo que había escrito, ella pudo entender sus razones, pero quiso maldecir:
Dime lo que hicieron en la SR. Primero cuéntame lo que te pasaba.
Ah, sí, el clásico toma y daca.
* * *
A Lash sólo le llevó alrededor de una hora trasladarse a sí mismo, a la puta y al Mercedes, desde la granja de vuelta al rancho en la ciudad. Estaba de lleno en modo supervivencia, moviéndose rápida y decididamente, haciendo sólo un alto en el camino.
Y ése fue en una cabaña del bosque, donde recogió una mierda crítica para la misión.
Cuando entró en el garaje del rancho, esperó hasta que la puerta estuvo cerrada antes de salir y sacar a rastras a la prostituta del asiento trasero. Mientras cargaba con el cuerpo que se retorcía a través de la cocina, lanzó una buena dosis de aquello con lo que había encarcelado a Xhex.
Sin embargo la barrera mágica no era para Plástica-Fantástica.
El Omega sabía dónde estaban sus lessers en este lado. Podría sentirlos como ecos de su propia existencia. Y siguiendo esas líneas, los asesinos podrían captar a sus compinches.
Así que la única oportunidad que tenía Lash de mantenerse oculto era de hecho encarcelarse a sí mismo. El señor D no había sabido que Xhex estaba en ese dormitorio, su confusión había sido obvia cada vez que le ordenaban dejar comida allí.
Por supuesto, la gran pregunta era si el enmascaramiento mantendría a raya al Omega. Y durante cuánto tiempo.
Lash metió a la puta en el baño con la cautela y preocupación que demostraría por un bolsa barata llena de ropa sucia. Cuando ella aterrizó con fuerza en la bañera y gimió contra la cinta adhesiva que le cubría la boca, él regresó al coche.
Desempaquetar le llevó aproximadamente veinte minutos y puso la mierda en el sótano sobre el suelo de hormigón: siete escopetas recortadas. Una bolsa de plástico Hannaford llena de dinero en efectivo. Un kilo y medio de explosivo plástico C4. Dos detonadores a distancia. Una granada de mano. Cuatro cargadores automáticos. Municiones. Municiones. Municiones.
Después de subir las escaleras y apagar la luz del sótano, fue hacia la puerta trasera, la abrió y sacó la mano. El aire fresco de la noche apenas atravesaba el escudo, pero su palma sintió la restricción. Era fuerte… pero tenía que ser más fuerte.
Hooolaaaaa, ratas callejeras.
Lash cerró la puerta, echó el pestillo y entró al acecho en el cuarto de baño.
Era todo frialdad mientras sacaba el cuchillo, rasgando las ataduras que sujetaban las muñecas de ella detrás de su espalda y…
Ella se sacudió hasta que él le dio de puñetazos en la cabeza, dejándola sin sentido. Cuchillada. Cuchillada. Cuchillada. Le hizo tres cortes profundos en las muñecas y cuello y luego se recostó para observar la sangre abandonarla en un perezoso charco.
- Vamos… sangra, perra, sangra.
Cuando comprobó su reloj de pulsera, pensó que tal vez debería haberla mantenido consciente, porque eso habría asegurado una tasa superior de pulso y presión sanguínea. Y acortaría esta espera inútil mientras se desangraba.
Observando el proceso, no tenía ni idea de cuán seca tenía que estar, pero el charco rojo debajo ella aumentaba y su corpiño rosa se iba oscureciendo.
Su pie estaba dando golpecitos a mil por hora mientras el tiempo pasaba… Y entonces notó que la piel ya no era simplemente pálida, sino gris y la sangre en realidad ya no subía más alto en las paredes de la bañera. Dando el asunto por terminado, le cortó el corpiño, exponiendo un juego verdaderamente horrible de implantes y le abrió el pecho de una cuchillada, dirigiendo la hoja de su cuchillo directamente a lo largo del esternón.
El siguiente corte que hizo fue en su propia carne.
Manteniendo la muñeca sobre el hueco que había abierto, observó la caída de las negras gotas sobre el corazón inmóvil. Una vez más, no estaba seguro de cuánto debería darle y prefirió pasarse en vez de quedarse corto. Después fue cosa de concentrar energía en su palma, que su voluntad forzara a las moléculas del aire a girar formando un tornado, hasta que se convirtió en una unidad de poder cinético que podía controlar.
Lash bajó la mirada hacia la puta, a su cuerpo todo manchado, el maquillaje embadurnaba sus mejillas, el cabello asqueroso era una peluca más horrorosa que cualquier cosa que esperarías ver en la calle.
Necesitaba que esto funcionara. En realidad, con nada más que la barrera erigida y esa pequeña bola de fuego en su mano, ya podría sentir como su fuerza se retraía.
Joder, tenía que funcionar.
Lanzó una explosión hacia la cavidad torácica y las yermas extremidades se sacudieron contra los lados de la bañera como la cola de un pez. Entonces el destello de luz se apagó y luego se dispersó, él esperó… rezando para…
El jadeo que dejó escapar ella fue atroz. Y también una bendición.
Observó fascinado como el corazón comenzaba a bombear y su sangre negra era absorbida por la carne abierta de la caja torácica, la reanimación hizo que su polla diera un brinco de excitación.
Esto es poder, pensó. Lo que el jodido dinero de mierda no podía comprar.
Él era realmente un dios, igual que su padre.
Lash se sentó sobre los talones y observó cómo el color regresaba a la piel de la puta. Mientas la vida volvía a ella, sus manos se crisparon contra del borde de la bañera y los músculos marchitos de sus muslos se sacudieron.
El siguiente paso era algo que él no entendía por completo, pero que no iba a cuestionar. Cuando ella pareció estar definitivamente de regreso en el mundo de los vivos, extendió la mano desnuda y le arrancó el corazón directamente del pecho.
Más jadeos. Más asfixia. Bla, bla, bla.
Estaba fascinado por lo que había logrado, especialmente cuando puso la palma sobre su esternón y ordenó que la carne se reparase a sí misma: qué cosas pasan, la mismísima piel y huesos obedecieron su voluntad y la puta quedó otra vez como antes.
Sólo que mejor. Porque ahora le era útil.
Extendió la mano a un lado y conectó la ducha, el chorro golpeó el cuerpo de ella y su cara, sus ojos parpadearon contra la lluvia fría y sus manos se agitaron lastimosamente.
¿Cuánto tiempo tendría que esperar ahora?, se preguntó. ¿Cuánto tiempo hasta que pudiera ver si estaba un paso más cerca de lo que en verdad iba a sustentarle?
Cuando una oleada de agotamiento ascendió por su columna vertebral y le ofuscó el cerebro, se derrumbó contra los armarios que había bajo el lavabo. Cerrando la puerta de una patada, apoyó los antebrazos en las rodillas y se quedó mirando mientras la prostituta se agitaba.
Tan débil.
Tan jodidamente débil.
Debería haber sido su Xhex. Debería haberle hecho esto a ella y no una puta humana cualquiera.
Llevándose las manos a la cara, dejó colgar la cabeza mientras la euforia lo abandonaba. Esto no era como se suponía que iba a ser. Esto no era lo que había planificado.
En la carretera. Cazado. Luchando solo en el mundo.
Qué demonios iba a hacer sin su padre.
Capítulo 28
Mientras John esperaba a que Xhex respondiera a su pregunta, se concentró en las palabras que había escrito, trazándolas con su boli, oscureciéndolas mientras las repasaba una y otra vez.
Probablemente él no debería estar haciendo demandas dada la baja forma de ella, pero necesitaba algo por su parte. Si se iba a exponer a pecho descubierto, no podía ser el único que alcanzara ese tipo de desnudez.
En realidad también quería saber que estaba pasando con ella y era la única que podía decírselo.
Mientras el silencio se extendía, todo lo que podía pensar era que… mierda, me está cerrando la puerta. Otra vez. A cierto nivel no era tan sorprendente y por eso no debería haber importado. Dios sabía que había sido el receptor final de sus rechazos suficientes veces.
La realidad era que sentía como otra muerte enfrentarse a…
- Te vi. Ayer.
Su voz hizo que subiera la cabeza de un tirón.
¿Qué? vocalizó.
- Me retenía en aquel dormitorio. Te vi. Entraste y fuiste a la cama. Te marchaste con una almohada. Estuve… junto a ti todo el tiempo que estuviste allí.
La mano de John se alzó hasta su propia mejilla y ella sonrió un poco.
- Sí, te toqué la cara.
Jesucristo…
¿Cómo?, articuló.
- No estoy segura exactamente de cómo lo hace. Pero así es como me cogió en primer lugar. Estábamos todos en aquella caverna donde Rehv estaba siendo retenido en la colonia. Los symphats habían llegado y Lash me cogió… ocurrió tan condenadamente deprisa. De repente estaba fuera de mis pies, siendo arrastrada, pero no podía luchar y nadie podía oírme gritar. Es como un campo de fuerza. Si estás dentro e intentas abrir una brecha, la sacudida es dolorosa y rápida… pero es más que aversión. Hay una barrera física. -Alzó la palma y empujó el aire-. Una ola. Lo raro, sin embargo, es que puede haber otra gente en el mismo lugar. Como cuando tú entraste.
John era débilmente consciente de que las manos le dolían por alguna razón. Bajando la vista, vio que las había cerrado en puños y que la libreta se le estaba enterrando en la carne. Así como el Bic con el que había estado escribiendo.
Pasando una nueva página garabateó.
Desearía haber sabido que estabas allí. Habría hecho algo. Juro que no lo sabía.
Cuando ella leyó lo que había escrito, extendió el brazo y le puso una mano en el antebrazo.
- Lo sé. No es culpa tuya.
Ese sería su epitafio. Haber estado justo con ella y no tener ni idea de que estaba… Oh. Mierda.
Escribió rápido, luego lo mostró.
¿Volvió? ¿Después de que estuviéramos allí?
Cuando Xhex sacudió la cabeza, su corazón comenzó a latir de nuevo.
- Pasó por delante, pero siguió sin detenerse.
¿Cómo escapaste?, indicó por señas sin pensar.
Mientras garabateaba en una página nueva, ella dijo:
- ¿Cómo conseguí escapar? -Cuando él asintió, rió-. ¿Sabes?, vas a tener que enseñarme el lenguaje de signos.
Él parpadeó. Luego vocalizó.
Vale.
- Y no te preocupes. Aprendo rápido. -Hizo una profunda inspiración-. La barrera había sido lo bastante fuerte para retenerme desde el momento en que me cogió. Pero después de que vinieras y te fueras y… -Frunció el ceño-. ¿Fuiste tú quien le hizo eso al asesino de abajo?
A la vez que los colmillos le brotaban en la boca, él formó con la boca las palabras, Joder, sí.
La sonrisita de Xhex tenía el filo de una daga.
- Bonito trabajo. Oí todo el asunto. Sea como sea, fue después de que todo pasara y supe que tenía que salir o…
Morir, pensó él. Por lo que él había hecho en aquella cocina.
- Así que estaba…
John mantuvo la mano en alto para detenerla, luego escribió rápido. Cuando empujó hacia ella sus palabras, Xhex frunció el ceño y sacudió la cabeza.
- Oh, por supuesto que no lo habrías hecho si hubieras sabido que yo estaba allí. Pero no lo sabías. Y sonó como si no pudieras evitarlo. Confía en mí, soy la última persona con la que tienes que disculparte por descuartizar a uno de esos bastardos.
Cierto, pero él todavía tenía un ataque de sudores fríos pensando en como la había puesto inadvertidamente en peligro.
Ella hizo otra larga inspiración.
- Entonces como sea, después de que te fueras, se volvió patente que la barrera se estaba debilitando y cuando fui capaz de perforar la ventana con el puño, supe que tenía una posibilidad. -Alzó una de sus manos y se examinó los nudillos-. Terminé tomando carrerilla para atravesar la puerta. Me figuré que iba a necesitar fuerza extra para ayudarme y tenía razón.
Xhex cambió de posición en la cama, haciendo una mueca.
- Creo que fue ahí donde me hice la laceración. En mi interior. Me retorcí terriblemente al escapar… fue como tirar de mi cuerpo a través de hormigón casi a punto de secar. También golpeé con fuerza la pared del pasillo.
John sintió la tentación de creer que las magulladuras que había visto en su piel eran resultado de su escapada. Pero conocía a Lash. Había mirado fijamente a la cara de la crueldad del tipo suficientes veces como para estar absolutamente seguro de que ella había pasado por mucho a manos del enemigo.
- Por eso necesité ser operada.
La declaración fue expresada de un modo claro y llano. El problema era, que no le sostenía la mirada.
John pasó una nueva página, escribió siete letras en mayúsculas y las enfatizó con un signo de interrogación. Cuando giró la libreta, ella a penas miró el ¿DE VERDAD?
Esa mirada gris bronce suya se apartó y se fijó en la esquina más alejada.
- Podría haber sido una herida producida por mi lucha sostenida contra él. Pero no sangraba internamente antes de salir, así que… ahí tienes.
John exhaló y pensó en aquellas paredes arañadas y manchadas que había visto en aquella habitación.
Lo que escribió a continuación le dolió.
Cuando ella miró lo que había puesto en la página, su cara se tensó hasta el punto del anonimato. Fue como si estuviera mirando a una extraña.
Bajó la mirada a sus palabras.
¿Cómo fue de malo?
No debería haber preguntado. Había visto en qué condición estaba. La había oído gritar en la SR y había estado justo delante de ella mientras sufría un ataque de nervios. ¿Qué más necesitaba saber?
Estaba garabateando un lo siento cuando ella habló con un hilo de voz.
- Fue… vale. Quiero decir…
Fijó los ojos en su perfil y la animó a continuar.
Ella se aclaró la garganta.
- No creo en engañarme a mí misma. No sirve a ningún propósito. Tenía bastante claro el hecho de que si no conseguía salir, iba a morir pronto. -Sacudió lentamente la cabeza atrás y adelante sobre la almohada blanca-. Me estaba quedando de veras endemoniadamente débil por la falta de sangre y la lucha. Lo cosa es, que en realidad estaba del todo conforme con la parte de morir. Todavía lo estoy. La muerte no es más que un proceso, si bien uno típicamente doloroso. ¿Una vez se acaba y está hecho? Estás bien porque no existes y toda la mierda se acaba.
Por alguna razón, el hecho de que ella fuera tan indiferente le ponía nervioso y tuvo que reacomodarse a sí mismo sobre la pequeña silla para evitar pasearse.
- ¿Si fue malo? -murmuró ella-. Soy luchadora por naturaleza. Hasta cierto punto no fue nada especial. Nada con lo que no pudiera arreglármelas. Quiero decir, soy dura. Perdí los nervios en la clínica porque odio la basura médica, no por Lash.
Ese pasado suyo, pensó para sí mismo.
- Te diré algo. -Disparó sus ojos de vuelta a los de él y John realmente se apartó de un tirón ante el ardor en esa mirada-. ¿Sabes qué lo haría malo? ¿Qué haría que las tres últimas semanas fueran totalmente insoportables? Si no le mato. Eso será insoportable para mí.
El macho vinculado en su interior se sentó erguido y aulló, hasta el punto de preguntarse si ella sabía que no sería capaz de dejarla ser la que acabara con el hijo de puta. Los machos protegían a sus hembras. Era la ley universal si tenías polla y huevos.
Además la idea de que se acercara en lo más mínimo a ese tío le volvía loco. Lash ya la había cogido una vez. ¿Y si ponía en marcha su mierda encubridora otra vez?
No iban a tener una segunda oportunidad de recuperarla. De ningún modo.
- ¿Entonces? -dijo ella-. Yo te mostré el mío. Tu turno.
Vale. De acuerdo.
Ahora fue él quien miró a la esquina más alejada. Jesucristo. Por donde empezar.
Pasó una página nueva de su libreta, bajó la punta del Bic, y…
Un montón de nada vino a él. El problema era, que había demasiado que escribir, también mucho que contarle y eso era deprimente como la mierda.
Un golpe agudo hizo que se giraran las cabezas de ambos.
- Maldita sea -dijo ella por lo bajo-. ¡Un minuto!
El hecho de que hubiera alguien esperando audiencia al otro lado de la puerta no le ponía exactamente de humor para compartir sentimientos. Así, sumadas las barreras de comunicación y su innata tendencia reservada, hicieron que le zumbara la cabeza.
- Quienquiera que sea puede quedarse fuera toda la noche y todo el día por lo que a mí me importa. -Ella se alisó la manta sobre el estómago-. Quiero oír lo que tienes que decir.
Curioso, eso fue lo que le desbloqueó y escribió rápidamente.
Sería más fácil mostrártelo.
Las cejas de ella se unieron cuando leyó eso y luego asintió.
- De acuerdo. ¿Cuándo?
Mañana por la noche. Si tienes vía libre para salir.
- Es una cita. -Xhex alzó la mano… y la posó ligeramente sobre su antebrazo-. Quiero que sepas…
El golpe la interrumpió y ambos maldijeron.
- ¡Necesitamos un minuto! -exclamó antes de volver a concentrarse en él-. Quiero que sepas… que puedes confiar en mí.
John le sostuvo la mirada e instantáneamente se vio transportado a un plano diferente de existencia. Podría haber sido el cielo otra vez. ¿Quién coño lo sabía o le importaba? Todo lo que sabía era que estaban sólo ella y él juntos, el resto del mundo se había difuminado en una niebla.
¿Es posible enamorarse de alguien dos veces?, se preguntó débilmente.
- ¿Qué demonios estáis haciendo ahí dentro?
La voz de Rehv al otro lado de la puerta rompió el momento, pero no lo borró.
Nada podría hacerlo, pensó John, mientras ella se echaba hacia atrás y él se ponía en pie.
- Entra, capullo -chasqueó Xhex.
Al instante el macho del mohawk entró en la habitación, John sintió el cambio en el aire y supo, mientras se miraban el uno al otro y se extendía el silencio, que se estaban comunicando como hacían los symphaths.
Para darles privacidad, se dirigió a la puerta, y justo cuando la atravesaba, Xhex dijo:
- ¿Volverás?
Al principio, pensó que estaba hablando con Rehv, pero entonces el macho le cogió del brazo y le detuvo.
- ¿Compañero? ¿Volverás?
John miró fijamente a la cama. Se las había arreglado para olvidar su libreta y boli en la mesilla, así que simplemente asintió.
- ¿Pronto? -dijo Xhex-. Porque no me siento cansada y quiero aprender el lenguaje de signos.
John asintió de nuevo y luego chocó ligeramente los nudillos con Rehv antes de dirigirse fuera de la SR.
Al pasar junto a la camilla vacía, le alegró de que V hubiera terminado de limpiar y no estuviera por allí. Porque aunque le fuera la vida en ello, no habría podido ocultar la sonrisa en su cara.
* * *
En silencio, Blay caminaba codo a codo con Qhuinn a través del túnel subterráneo que conducía del centro de entrenamiento al vestíbulo de la mansión.
Los sonidos de los dos juegos de shitkickers se entremezclaban, pero eso era todo. Ni él ni Qhuinn decían nada. Y no había ningún contacto físico.
Absolutamente ningún contacto físico.
Tiempo atrás, antes de su gran admisión, antes de que las cosas se hubieran roto entre ellos, Blay simplemente habría preguntado qué pasaba por la mente de Qhuinn porque estaba claro que estaba rumiando algo. Ahora, sin embargo, lo que una vez habría sido sólo una ocurrencia parecía una intromisión inadecuada.
Mientras salían a través de la puerta oculta bajo la grandiosa escalera de la mansión, Blay se encontró temiendo el resto de la noche.
Claro está, no quedaba mucho de ella, pero dos horas podían parecer una vida bajo las circunstancias adecuadas. O las erróneas, como era el caso.
- Layla debería estar esperando por nosotros -dijo Qhuinn mientras iba hacia la parte baja de las escaleras.
Oh… genial. Justo el tipo de diversión que andaba buscando.
No. Después de haber visto la forma en que esa Elegida miraba a Qhuinn, no se sentía con ganas de otra carga de ese tímido enamoramiento. Especialmente no esta noche. El casi fallo con Xhex le había dejado curiosamente sensible.
- ¿Vienes? -preguntó Qhuinn, su ceño tiraba del piercing de su ceja izquierda.
Blay disparó la mirada hasta el aro que rodeaba el lleno labio inferior del tipo.
- ¿Blay? ¿Estás bien? Mira, creo que necesitas alimentarte, colega. Han pasado muchas cosas últimamente.
Colega… Cristo, odiaba esa palabra.
Pero que le jodieran, tenía que tomárselo con calma.
- Sí. Claro.
Qhuinn le dedicó una extraña mirada.
- ¿Mi dormitorio o el tuyo?
Blay rió ásperamente y comenzó a subir las escaleras.
- ¿Importa realmente?
- No.
- Exacto.
Cuando llegaron al segundo piso, pasaron frente al estudio de Wrath, las puertas del cual estaban cerradas y se dirigieron hacia el pasillo de estatuas.
La habitación de Qhuinn fue la primera a la que llegaron, pero Blay siguió adelante, pensando que algo podía hacerse finalmente en su terreno, bajo sus términos.
Abriendo la puerta de par en par, dejó el tema como estaba e ignoró el suave chasquido de la puerta cuando Qhuinn los encerró a los dos dentro.
En el baño, Blay fue al lavabo, abrió el grifo y se inclinó, lanzándose agua a la cara. Se estaba secando cuando captó la fragancia a canela y supo que Layla había llegado.
Apoyando con fuerza las palmas sobre el mármol, se inclinó sobre los brazos y se encorvó. Fuera en su habitación, oyó sus voces entremezclándose, la más baja y la más alta intercambiando lugares por momentos.
Tirando la toalla, se dio la vuelta y fue a enfrentar el baile: Qhuinn estaba sobre la cama, con la espalda apoyada contra el cabecero, las botas cruzadas, los dedos entrelazados sobre el grueso pecho mientras sonreía hacia la Elegida. Layla estaba ruborizada de pie junto a él, con los ojos en la alfombra, sus manos más pequeñas y delicadas retorciéndose delante de ella.
Cuando Blay entró, los dos le miraron. La expresión de Layla no cambió. La de Qhuinn, sin embargo, se cerró.
- ¿Quién va primero? -preguntó Blay, aproximándose a ellos.
- Tú -masculló Qhuinn-. Adelante.
Blay no estaba por la labor de saltar sobre la cama, así que fue al diván y se sentó al pie del mismo. Layla vagó hacia allí y se sentó de rodillas ante él.
- Sire -dijo, ofreciendo la muñeca.
La TV se encendió y los canales comenzaron a cambiar mientras Qhuinn apretaba el mando hacia la pantalla. Se quedó en Spike y una retransmisión de UFC 63 Hughes vs. Penn [7].
- ¿Sire? -dijo Layla.
- Perdona. -Blay se inclinó, tomando el esbelto antebrazo en sus grandes palmas, sujetando firmemente pero sin demasiada presión-. Te agradezco tu regalo.
Golpeó tan gentilmente como pudo e hizo una mueca cuando ella saltó, aunque muy ligeramente. Habría retirado los colmillos a modo de disculpa, pero eso habría requerido otro pinchazo cuando reanudara el beber de su vena.
Mientras se alimentaba, sus ojos fueron a la cama. Qhuinn estaba absorto en la lucha AMM de la pantalla, su mano derecha estaba alzada y cerrada en un puño.
- Joder -masculló el tío-. ¡De eso es de lo que estoy hablando!
Blay se concentró en lo que estaba haciendo y terminó rápidamente. Cuando la soltó, miró a la adorable cara de Layla.
- Has sido muy generosa, como siempre.
Su sonrisa fue radiante.
- Sire… como siempre servirte es una alegría.
Él extendió la palma y la ayudó a levantarse, aprobando su gracia innata. Y Dios, la fuerza que ella le proporcionaba era nada menos que milagrosa. Podía sentirla revitalizándole incluso ahora mismo, su cabeza enturbiada en deferencia a la concentración de su cuerpo en lo que acababa de dársele.
Lo que le había dado Layla.
Qhuinn estaba todavía con la pelea, sus colmillos desnudos, no por Layla, sino por quien fuera que estuviera perdiendo. O ganando. O lo que sea.
La expresión de Layla decayó a una de resignación que él conocía demasiaaaado bien.
Blay frunció el ceño.
- Qhuinn… ¿Vas a alimentarte?
Los ojos disparejos de Qhuinn se mantuvieron en la pantalla hasta que el árbitro declaró empate, luego los iris azul y verde se deslizaron hasta Layla. Con una oleada sensual, el tipo cambió de posición sobre la cama, dejando espacio para ella.
- Ven aquí, Elegida.
Las tres palabras, respaldadas por esa mirada de párpados bajos, fueron un golpe bajo para Blay… el problema era que Qhuinn no estaba mirando a Layla de ninguna forma especial. Simplemente así era él.
Sexo en cada aliento, cada latido, cada movimiento.
Layla pareció sentir lo mismo, porque sus manos revolotearon sobre la túnica, primero hacia el nudo del cinto y luego a las solapas.
Por alguna razón, Blay comprendió por primera vez que estaba totalmente desnuda bajo esos pliegues blancos.
Qhuinn extendió la mano y la palma de Layla tembló mientras la ponía en la que él le ofrecía.
- ¿Tienes frío? -preguntó, sentándose erguido. Bajo la camiseta apretada, sus abdominales se tensaban en una tableta de chocolate.
Cuando ella sacudió la cabeza, Blay entró en el baño, cerró la puerta y abrió la ducha. Después de desnudarse, se puso bajo el chorro e intentó olvidar todo lo que estaba ocurriendo en su cama.
Tuvo éxito sólo hasta el punto de sacar a Layla de la imagen.
Su cerebro se quedó atascado en una fantasía de él y Qhuinn estirados juntos, con las bocas en el cuello del otro, los colmillos rompiendo la superficie de piel aterciopelada, los cuerpos….
Era bastante común en los machos que se les pusiera dura después de alimentarse. Especialmente si estaban pensando en todo tipo de cosas desnudas. Y el jabón no ayudaba.
Y tampoco las imágenes que vendrían después de que los dos se penetraran las gargantas.
Blay plantó una palma en el mármol resbaladizo y la otra en su polla rígida.
Lo que hizo fue rápido y más o menos tan satisfactorio como un trozo de pizza fría; bueno, sí, pero ni de lejos una auténtica comida.
El segundo viaje en el tiovivo no mejoró la situación y negó a su cuerpo la oportunidad de un tercero. Porque honestamente. Qué sórdido. ¿Qhuinn y Layla se estaban ocupando de sus asuntos al otro lado de la puerta mientras él se ponía en plan Johnny Memonic bajo el agua caliente? Argh.
Saliendo, se secó, se puso su bata y comprendió que no había traído nada para vestirse. Mientras giraba el pomo de la puerta, rezó porque las cosas estuvieran donde las dejó.
Y lo estaban, gracias, Virgen Escriba: Qhuinn tenía la boca en la otra muñeca de Layla y estaba tomando lo que necesitaba mientras la Elegida permanecía arrodillada junto a él.
Nada abiertamente sexual.
El alivio que clavó las uñas en el pecho de Blay le hizo comprender lo furioso que había estado… no sólo por esto sino por todo lo que tenía que ver con Qhuinn.
De veras no era sano. Para nadie.
Y además, cuando todo se calmaba, ¿estaba mal que Qhuinn sintiera lo que sentía? No puedes evitar por quién te sientes atraído… y por quién no.
Del armario, Blay sacó una camisa de botones y unos pantalones negros de combate. Justo cuando giraba la cabeza hacia el baño, Qhuinn alzó la boca de la vena de Layla. El macho dejó escapar un gemido saciado y extendió la lengua hacia las heridas que había hecho con los colmillos. Cuando un destello de plata refulgió, las cejas de Baly se alzaron. El piercing de la lengua era nuevo y se preguntó quién se lo habría hecho.
Probablemente Vishous. El par estaba pasando un montón de tiempo junto y así es como habían conseguido la tinta del tatuaje de John… Qhuinn había mangado la botella.
La lengua de Qhuinn lamió la piel de la Elegida, ese metal guiñando con cada pasada.
- Gracias, Layla. Eres buena con nosotros.
Le dedicó una rápida sonrisa y luego sacó las piernas de la cama, claramente para marcharse.
Layla, por otro lado, no se movió. En vez de seguir su ejemplo y salir, su cabeza bajó y concentró la mirada en su regazo…
No, en sus muñecas, que relucían bajo los puños abiertos de su túnica. Cuando la vio tambalearse, Blay frunció el ceño.
- ¿Layla? -dijo, yendo hacia ella-. ¿Estás bien?
Qhuinn se giró hacia la cama.
- ¿Layla? ¿Qué pasa?
Ahora eran ellos los arrodillados ante ella.
Blay habló claramente.
- ¿Hemos tomado demasiado?
Qhuinn se adelantó y centró su propia muñeca, ofreciéndosela.
- Utilízame.
Mierda, ella había alimentado a John la noche antes. ¿Tal vez había sido demasiado pronto?
Los ojos verde pálido de la Elegida se alzaron hasta la cara de Qhuinn y no había ninguna desorientación en su mirada. Sólo un anhelo triste y ancestral.
Qhuinn retrocedió.
- ¿Qué he hecho?
- Nada -dijo ella en una voz que era demasiado profunda-. Si me perdonáis, me retiraré al santuario una vez más.
Layla fue a levantarse, pero Qhuinn le atrapó la mano y tiró de ella hacia abajo.
- Layla, ¿qué pasa?
Dios, esa voz suya. Tan suave y tan amable. Y también lo fue la mano que subió y sujetó la barbilla, alzándole los ojos hacia los suyos.
- No puedo hablar de ello.
- Sí, puedes. -Qhuinn asintió con la cabeza en dirección a Blay-. Él y yo guardaremos tu secreto.
La Elegida hizo una profunda inspiración y su exhalación fue de derrota, como si se hubiera quedado sin gas, sin opciones, sin fuerzas.
- ¿De veras? ¿Permaneceréis en silencio?
- Sí. ¿Blay?
- Sí. Absolutamente. -Se puso la mano en el corazón-. Lo juro. Haremos cualquier cosa por ayudarte. Cualquier cosa.
Ella se concentró en Qhuinn, su mirada sosteniendo la de él.
- ¿Soy desagradable a tus ojos, sire? -Cuando él frunció el ceño, ella se señaló los pómulos, la frente-. ¿Me desvío hasta tal punto del ideal de moda que me desapro…?
- Dios, no. ¿De qué estás hablando? Eres hermosa.
- Entonces… ¿por qué sigo sin ser llamada?
- No entiendo… te llamamos. Regularmente. Yo mismo, Blay y John. Rhage y V. Tú eres la única a la que pedimos porque…
- Ninguno me utiliza para nada salvo la sangre.
Blay se alzó de las rodillas y retrocedió hasta que sus piernas golpearon el diván y se encontró sentado. Cuando su trasero rebotó sobre el cojín, la expresión de la cara de Qhuinn casi le hizo reír. Al tipo nunca le pillaban con la guardia baja. En parte por haber estado tan expuesto en su relativamente corta vida, a la vez por elección y por maldición. Y en parte por su personalidad. Se las arreglaba bien en todas las situaciones. Punto.
Excepto en esta, evidentemente. Qhuinn tenía pinta de que le hubieran machacado la parte de atrás de la cabeza con un taco de billar.
- Yo… -Qhuinn se aclaró la garganta-… yo… yo…
Y sí, otra primera vez. Tartamudeando.
Layla llenó el silencio.
- Sirvo a los hombres y a los Hermanos de esta casa con orgullo. Doy sin recibir nada a cambio porque es mi entrenamiento y mi placer hacerlo así. Pero os digo esto porque lo habéis preguntado y… me parece que debo. Cada vez que vuelvo al santuario o a casa del Primale, me encuentro progresivamente más vacía. Hasta el punto en que creo que podría hacerme a un lado. Verdaderamente… -Sacudió la cabeza-. No puedo seguir haciendo esto aunque es todo lo que siempre supe que conllevaban mis obligaciones. Es sólo… mi corazón no puede continuar.
Qhuinn dejó caer las manos y se frotó los muslos.
- ¿Quieres… querrías seguir si pudieras?
- Por supuesto. -Su voz fue fuerte y segura-. Estoy orgullosa de servir.
Ahora Qhuinn se pasó la mano por el espeso cabello negro.
- ¿Eso te… satisfaría?
Era como observar un tren ruinoso descarrilar. Blay debería haber salido, pero no podía moverse; simplemente tenía que presenciar la colisión.
Y naturalmente el brillante sonrojo de Layla la hacía incluso más hermosa. Entonces sus encantadores labios llenos se separaron. Se cerraron. Se separaron… se cerraron de nuevo.
- Está bien -susurró Qhuinn-. No tienes que decirlo en voz alta. Sé lo que quieres.
Blay sintió un sudor frío romper en su pecho y sus manos se retorcieron sobre la ropa que había cogido para sí mismo.
- ¿Quién? -preguntó Qhuinn roncamente-. ¿A quién quieres?
Hubo otra larga pausa y luego ella dijo una palabra.
- A ti.
Blay se levantó.
- Os dejaré solos.
Estaba absolutamente ciego cuando partió rumbo a la salida y agarró la chaqueta de cuero de camino por instinto.
Cuando cerraba la puerta, oyó a Qhuinn decir.
- Iremos muy lentamente. Si vamos a hacer esto. Iremos muy lentamente.
Fuera en el pasillo, Blay puso rápida distancia entre él mismo y su dormitorio y no fue hasta que llegó a las puertas dobles que conducían a las habitaciones del servicio cuando comprendió que iba caminando por ahí en bata. Se deslizó por el tramo de escaleras que conducían a la sala de cine del tercer piso y se cambió de ropa delante de la máquina de palomitas inactiva. La cólera que ardía a fuego lento en sus entrañas era una especie de cáncer, comiéndoselo. Pero carecía tanto de base. Era tan inútil.
Blay estaba de pie ante los estantes de DVDs, los títulos de las carátulas no eran nada más que un patrón visual para sus ojos.
Sin embargo lo que terminó encontrando no fue una película.
Sino un trozo de papel en el bolsillo de su abrigo.
Capítulo 29
Cuando la puerta de la sala de recuperación se cerró, Xhex sintió que debía decir algo. En voz alta. A Rehvenge.
- Entonces. Ah. -Se apartó el pelo-. ¿Qué tal…?
Él cortó sus torpes divagaciones acercándose a zancadas hasta ella, su bastón rojo clavándose en las baldosas, sus mocasines taconeando talón-punta, talón-punta. Su expresión era fiera, sus ojos violeta ardían.
Era suficiente para acomplejarla a una.
Levantando más la sábana, Xhex masculló.
- ¿Qué demonios te pa…? -Rehv se lanzó en picado con sus largos brazos y la arrastró contra él, arropándola con todo el cariño contra su pecho. Apoyando la cabeza contra la de ella, su voz fue profunda y grave.
- Creí que nunca volvería a verte.
Mientras él se estremecía, ella levantó las manos hasta su torso. Tras contenerse un momento… le abrazó tan fuerte como hacia él.
- Hueles igual -dijo ella con voz ronca, colocando la nariz justo en el cuello de su fina camisa de seda-. Oh… Dios, hueles igual.
La cara colonia especiada la llevó de vuelta a los días del ZeroSum cuando estaban los cuatro: Él al mando, iAm con los libros, Trez con las operaciones y ella en la seguridad.
La fragancia fue el gancho que la arrastró y le hizo dar un paso más allá del trauma del secuestro, ligándola a su pasado, tendiendo un terrible puente sobre las últimas tres semanas.
Sin embargo no quería esa atadura. Sólo iba a hacer su marcha más difícil. Mejor centrarse en los acontecimientos y los objetivos inmediatos.
Y luego simplemente desaparecer.
Rehv se retiró.
- No quiero cansarte, así que no voy a quedarme. Pero necesitaba… Sí.
- Sí.
Al unísono, se agarraron de los brazos el uno al otro y como siempre sintió la comunión entre ellos, la mitad de la sangre que compartían estableciendo conexión a como hacían los symphaths con otro.
- ¿Necesitas algo? -preguntó él-. ¿Comida?
- Doc Jane dijo que nada de sólidos durante otro par de horas.
- Vale. Escucha, hablemos del futuro.
- En el futuro. -Mientras hablaba, proyectó en su mente una imagen de ellos dos discutiendo acaloradamente. Que se produjo solamente para despistarlo en caso de que estuviera leyéndola. No quedó claro si se lo tragó.
- Ahora vivo aquí, por cierto -dijo él.
- ¿Dónde estoy exactamente?
- En el centro de entrenamiento de la Hermandad. -Frunció el ceño-. Creía que habías estado aquí antes.
- No en esta parte. Pero sí, supongo que es aquí donde me trajeron. Ehlena fue realmente buena conmigo, por cierto. Allí dentro. -Señaló con la cabeza hacia la SR -. Y antes de que preguntes, voy a ponerme bien. Así lo ha dicho Doc Jane.
- Bien. -Él le apretó la mano-. Iré por John.
- Gracias.
En la puerta, Rehv se detuvo y luego le lanzó una mirada sobre el hombro con los ojos amatista entrecerrados.
- Escucha. -El “gilipollas” quedó implícito-. Eres importante. No sólo para mí, sino para un gran número de personas. Así es que haz lo que tengas que hacer y pon tu cabeza en orden. Pero no creas que no tengo idea de lo que tienes planeado para después.
Ella le devolvió la mirada.
- Jodido devorador-de-pecados.
- Ya sabes. -Rehv alzó una ceja-. Y te conozco demasiado bien. No seas cabrona, Xhex. Nos tienes a todos a tu lado y puedes superar esto.
Mientras él desaparecía, consideró que tanta fe en su resistencia era conmovedora. Pero no se lo tragaba.
De hecho, sólo pensar en cualquier futuro más allá del funeral de Lash enviaba una oleada de cansancio absoluto por su corriente sanguínea. Con un gemido, cerró los ojos y rezó por el amor de todo lo que fuera sagrado porque Rehvenge se mantuviera fuera de sus asuntos…
Xhex despertó con un jadeo. No tenía ni idea de cuánto tiempo llevaba dormida. O dónde estaba John… Bueno, esa estaba respondida: John estaba en el suelo frente a su cama, descansando sobre el costado, con la cabeza reposando en el interior del brazo que había doblado para usar de almohada. Parecía cansado, incluso mientras dormía; las cejas tensas, la boca contraída en una mueca de disgusto.
El consuelo que le producía mirarlo fue una sorpresa, pero no luchó contra ello. No tenía suficientes fuerzas… y además, no había testigos.
- ¿John?
En el mismo momento en que pronunció su nombre, él se levantó del linóleo, en postura de lucha, con su cuerpo de guerrero entre ella y la puerta del pasillo. Quedaba bastante claro que estaba preparado para hacer trizas a cualquiera que la amenazara.
Lo cuál era… realmente dulce.
Y mejor que un ramo de flores junto a cama que la hubiera hecho estornudar.
- John… ven aquí.
Él esperó un momento, ladeando la cabeza como si escuchara en busca de algún ruido. Luego dejó caer los puños y echó a andar. En el mismo momento en que sus ojos se volvieron hacia ella, la mirada brutal y los colmillos expuestos se desvanecieron en medio de una compasión que retorcía las tripas.
Fue directo a por su libreta, escribió algo y se lo enseñó.
- No, gracias. Todavía no tengo hambre. -Lo que siempre había sido cierto para ella. Después de alimentarse, no comía durante horas, algunas veces durante un día completo-. Lo que me encantaría…
Sus ojos se deslizaron hacia el cuarto de baño de la esquina.
Ducha, escribió él y se lo mostró.
- Sí. Jesús… Me encantaría un poco de agua caliente.
Él estaba totalmente en modo enfermera, entrando a abrir la ducha, poniendo toallas, jabón y un cepillo de dientes en la encimera.
Sintiéndose como una roñosa, se dispuso a ponerse derecha… Y le quedó claro que alguien le había amarrado una casa alrededor del pecho. Se sentía literalmente como si estuviera llevando una casa de dos pisos sobre los hombros. Lo que consiguió que sacara las piernas por un lado del colchón fue una gran cantidad de esfuerzo… y la convicción de que si como mínimo no se podía poner en posición vertical, él iba a llamar a la doctora e iba a perderse la ducha.
John llegó justo cuando las plantas desnudas de sus pies llegaban al suelo y fue de lo más solícito estabilizándola con el brazo mientras se ponía en pie. Cuando las sábanas se desprendieron de ella, ambos tuvieron un momento de… Santa-mierda-desnuda. Pero no era momento de modestias.
- ¿Qué debería hacer con el vendaje? -murmuró ella, bajando la mirada a la banda blanca que se extendía a través de su pelvis. Cuando John bajó la mirada a su cuaderno, como si estuviera tratando de decidir si lo podría alcanzar y seguir sosteniéndola, continuo-: No, no quiero a Doc Jane. Simplemente voy a quitármelo.
Buscó un extremo y mientras se asentaba sobre los pies, se imaginó que probablemente habría sido mejor para hacer esto estando tumbada… y bajo supervisión médica. Pero al carajo.
- Oh… -jadeó mientras revelaba con lentitud la línea de puntos negros-. Maldición… La hembra de V es buena con la aguja y el hilo, eh.
John tomó el puñado de gasas manchadas de sangre y lo lanzó despreocupadamente a la papelera de la esquina. Y luego simplemente esperó, como si fuera muy consciente de que ella estaba pensando en volver a la cama. Por alguna razón, la idea de haber estado abierta la hizo marearse.
- Hagámoslo -dijo bruscamente.
Él la dejó establecer el paso, lo cual resultó ser sólo ligeramente más rápido que dar marcha atrás.
- ¿Puedes apagar las luces ahí dentro? -dijo ella mientras arrastraba los pies, sus pasos como los de un bebé no abarcaban más de tres centímetros-. No quiero ver mi aspecto en ese espejo sobre el lavabo.
En el mismo momento en que lo tuvo al alcance, John extendió el brazo y pulsó el interruptor de la pared.
- Gracias.
La sensación del aire húmedo y el sonido del agua cayendo aliviaron su mente y su espina dorsal. El problema era que la tensión la había ayudado a mantenerse en pie y ahora estaba temblando.
- John… -¿Era esa su voz? Tan débil y fina-. John, ¿entrarías conmigo? Por favor.
Hablando de largos silencios. Pero entonces a la luz que se vertía desde la cama, él asintió.
- Mientras te desvistes allí fuera -dijo ella-, puedes cerrar la puerta y yo usaré el baño.
Con eso, se agarró a la barra adherida a la pared y maniobró por sí misma. Hubo otra pausa y luego John dio un paso atrás y la ligera luz se desvaneció.
Después de ocuparse de sus asuntos, se levantó tirando de sí misma y entreabrió la puerta.
Lo que obtuvo fue ese cuaderno en la cara:
Me habría dejado puestos mis boxers pero no los llevo debajo de los pantalones de cuero.
- Está bien. Difícilmente soy del tipo tímido.
Aunque eso se demostró no ser del todo cierto cuando los dos se metieron en la ducha juntos. Cualquiera pensaría que después de todo por lo que había pasado, un poco de piel, en un cuarto oscuro, con un macho en quien confiaba y con el que ya había estado no sería un gran desafío. Sin embargo, lo fue.
Especialmente cuando el cuerpo de él se rozó contra su espalda al cerrar la puerta de cristal.
Concéntrate en el agua, se dijo a sí misma, preguntándose si había perdido la maldita cabeza.
Al levantar la cabeza, comenzó a inclinarse a un lado y la enorme mano masculina se deslizó bajo su brazo para mantenerla derecha.
- Gracias -dijo torpemente.
Aunque la situación era muy incómoda, el agua caliente se sentía maravillosa empapando su pelo hasta el cuero cabelludo y la idea de poder asearse fue repentinamente más prioritaria que todo lo que John Matthew no llevaba puesto.
- Olvidé el jabón, maldita sea.
John se inclinó y la apretó de nuevo, sus caderas golpeando las de ella. Y aunque ella se tensó, preparándose para algo sexual… no estaba excitado.
Lo cual era un alivio. Después de las cosas que Lash le había hecho…
Cuando le depositó el jabón en la palma, Xhex bloqueó todos los pensamientos de lo que había pasado en aquel dormitorio y simplemente humedeció la barra bajo la ducha. Lavarse. Secarse. Volver a la cama. Eso era en todo en lo que tenía que pensar.
El olor fuerte y definido del Dial flotó en el ambiente y tuvo que parpadear rápido.
Era exactamente lo que ella habría escogido.
* * *
Asombroso, pensó John mientras permanecía de pie detrás de Xhex.
Si bajabas la mirada a tu polla y tus pelotas y les decías que si se portaban mal las cortarías en rodajas y las enterrarías en el patio trasero, realmente te escuchaban.
Iba a tener que recordarlo.
La ducha era de tamaño generoso para un macho, pero bastante estrecha para los dos y tenía que mantener el culo apretado contra las baldosas frías para estar cien por cien seguro de que el Señor Idea Brillante y sus compañeros gemelos de trabajo, Estúpido y Super Estúpido se mantenían lejos de ella.
Después de todo, la arenga había hecho maravillas, pero no iba a arriesgarse.
Además, estaba conmocionado porque Xhex estuviera tan débil que tuviera que sujetarla para que pudiera estar de pie, aun después de alimentarse. No obstante, uno no se quita cuatro semanas de infierno de encima sin más después de una siesta de dos horas. Que era el tiempo que había dormido, según su reloj.
Mientras cogía el champú, ella arqueó la espalda, su cabello mojado le rozó el pecho antes de que se diera la vuelta para aclararse. Él cambió su agarre lo necesario, sujetando primero la parte superior de su brazo izquierdo, luego el derecho.
Los problemas llegaron cuando ella se inclinó para lavarse las piernas.
- Mierda… -Ella cambió de posición demasiado rápido, se le resbalaron las manos en los bíceps enjabonados y resbaladizos y cayó contra su cuerpo.
John tuvo una breve y vívida impresión de su cuerpo resbaladizo, húmedo y cálido y luego se golpeó contra la pared y se volvió loco buscando una forma de mantenerla derecha que no implicara un contacto total.
- Ojalá hubiera un asiento aquí -dijo ella-. Me parece que no puedo mantener el maldito equilibrio.
Hubo una pausa… y luego él le cogió el jabón. Moviéndose lentamente, intercambió el sitio con ella, colocándola en la esquina en la que él había apoyado el trasero y haciendo que le apoyara las manos sobre los hombros.
Mientras se arrodillaba, dio vueltas al Dial entre las manos, consiguiendo un montón de espuma; el agua le golpeaba la parte trasera de la cabeza y caía por su columna vertebral. Las baldosas de la ducha se sentían duras bajo sus rótulas y tenía uno de los dedos de los pies colocado en el desagüe, era como si la cosa tuviera dientes y estuviera dándole un mordisco, pero no le importaba.
Estaba a punto de tocarla. Y eso era todo lo que le interesaba.
Rodeándole el tobillo con la mano, le dio un tirón gentil y después de un momento, ella apoyó el peso en el lado contrario y le dio el pie. Dejó la barra de jabón en el suelo junto a la puerta y le masajeó la planta subiendo hacia el talón, frotando, limpiando…
Adorándola sin esperar nada a cambio.
Iba despacio, especialmente cuando subía por la pierna, haciendo una pausa de vez en cuando para asegurarse de no estar apretando ninguna magulladura. El músculo de la pantorrilla estaba durísimo y los huesos que salían de la rodilla parecían tan fuertes como los de un macho pero era delicada a su modo. Al menos comparado con él.
Cuando subió aún más, por encima del muslo, se deslizó hacia el exterior. Lo último que quería era preocuparla porque se abalanzara sobre ella y cuando llegó a la cadera, se detuvo y recogió el jabón de nuevo.
Después de soltarle el pie, golpeó ligeramente el otro tobillo y sintió una punzada de alivio cuando solícitamente ella le dio oportunidad de repetir lo que había hecho.
Lentos masajes, lentas manos, lentos avances… Y sólo por fuera en la parte superior.
Cuando acabó, se levantó, las rodillas crujiéndole mientras se alzaba hasta alcanzar su altura completa y la colocó bajo el chorro de la ducha. Agarrándola por el brazo otra vez, le dio el jabón para que pudiera lavar cualquier otra cosa que fuera necesaria.
- ¿John? -dijo ella.
Como estaba oscuro, silbó un ¿Qué?
- Eres un macho de mucho valor. De verdad que sí. -Levantó las manos y le acunó la cara.
Ocurrió tan rápido, no podía creerlo. Más tarde lo reviviría y volvería a revivirlo todo una y otra vez, alargando el momento interminablemente, volviéndolo a vivir y alimentándose de forma extraña del recuerdo, una vez y otra.
Cuando realmente acabó, sin embargo, había durado sólo un instante. Un impulso por parte de ella. Un gesto casto en gratitud ante un casto regalo recibido.
Xhex se puso de puntillas y presionó su boca contra la de él.
Oh, tan suave. Sus labios eran increíblemente suaves. Y gentiles. Y muy cálidos.
El contacto fue demasiado fugaz, pero él estaba listo para que durara horas y horas y decir que no era suficiente.
- Vamos acuéstate conmigo -dijo ella, abriendo la puerta de la ducha y saliendo-. No me gusta que estés en el suelo. Te mereces mucho más que eso.
Débilmente, cerró el agua y la siguió, aceptando la toalla que ella le tendía. Se secaron juntos, ella envolviéndose entera a la altura del torso, él cubriéndose las caderas.
Una vez fuera, él subió primero a la cama de hospital y sintió que era la cosa más natural del mundo abrirle los brazos. Si lo hubiera pensado, no habría hecho el gesto, pero no estaba pensando.
Lo cual estaba bien.
Porque ella vino a él como lo había hecho el agua de la ducha, empapándole con una calidez que se filtraba por la piel hasta el tuétano.
Pero por supuesto, Xhex podía metérsele bajo la piel mucho más que eso. Siempre había podido.
Parecía como si le hubiera entregado el alma la primera vez que había puesto los ojos en ella.
Cuando apagó la luz y ella se reacomodó incluso más cerca, sintió como si se introdujera directamente en su helado corazón y acampara allí, su hoguera le descongelaba el alma hasta que dio la primera profunda inspiración de gracias-a-Dios en meses.
John cerró los ojos, sin esperar dormir.
Sin embargo, lo hizo. Y muy, muy bien.
Capítulo 30
E n la sala de personal de la mansión Sampsone, Darius concluía su reunión con la criada de la hija.
- Gracias -dijo mientras se alzaba y asentía con la cabeza hacia la hembra-. Aprecio tu franqueza.
La doggen se inclinó de modo respetuoso.
- Por favor, encuéntrela. Y tráigala a casa, sire.
- Pondremos empeño en hacer precisamente eso. -Miró fijamente a Thorment-. ¿Serías tan amable de traer al lacayo?
Thorment abrió la puerta a la mujer diminuta y ambos salieron a la vez.
En su ausencia, Darius se paseó por el suelo desnudo, con sus botas de cuero marcando un círculo alrededor del escritorio, formado por una tabla y sus soportes en el centro de la habitación. La criada no sabía nada relevante. Había sido absolutamente abierta y modesta… y no había añadido absolutamente nada al puzzle.
Thorment volvió con el lacayo y reasumió su postura junto a la puerta, quedándose en silencio. Lo cual era bueno. Generalmente hablando, durante un interrogatorio de variedad civil, no necesitabas a más de un interrogador. Sin embargo, el chico tenía otra utilidad. Sus ojos sagaces no se perdían nada, así que tal vez notaría algo que se le pasara a Darius durante el discurso.
- Gracias por hablar con nosotros -dijo Darius al lacayo.
El doggen se inclinó.
- Estaré complacido de prestarle servicio, sire.
- Desde luego -murmuró Darius mientras se sentaba en el banco duro que había utilizado cuando hablaba con la criada. Los doggen tendían a valorar el protocolo por naturaleza y por consiguiente preferían que aquel que ostentaba una posición más elevada estuviera sentado mientras ellos permanecían de pie.
- ¿Cómo te llamas, lacayo?
Otra inclinación.
- Fritzgelder Perlmutter.
- ¿Y cuánto tiempo llevas con la familia?
- Nací en su seno hace setenta y siete años. -El lacayo tenía las manos cogidas a la espalda y enderezados los hombros-. He servido a la familia con orgullo desde mi cincuenta aniversario de nacimiento.
- Larga historia. Así que conoces bien a la hija.
- Sí. Es una hembra de valía. Una alegría para sus padres de nacimiento y su linaje.
Darius estudió la cara del lacayo cuidadosamente.
- Y no eres consciente de nada… que conduciría a alguien a sospechar semejante desaparición.
La ceja izquierda del sirviente se retorció una vez.
Y se produjo un largo silencio.
Darius bajó la voz a un susurró.
- Si alivia tu conciencia, tienes mi palabra como Hermano de que ni yo mismo ni mi colega revelaremos a nadie lo que digas. Ni siquiera al propio rey.
Fritzgelder abrió la boca y respiró a través de ella.
Darius permaneció en silencio: empujando al pobre macho al lento proceso de revelación. Desde luego o hablaba o no y animarle sólo retrasaría su decisión.
El lacayo metió la mano en el bolsillo interior de su uniforme y retiró un pañuelo de un blanco brillante que estaba doblado en un cuadrado preciso. Tras secarse el labio superior, manoseó para guardar la maldita cosa.
- Nada saldrá de estas paredes -susurró Darius-. Nada.
El lacayo tuvo que aclararse la garganta dos veces antes de que su voz fibrosa se materializara.
- Verdaderamente… estaba más allá de todo reproche. De eso estoy seguro. No había ninguna… relación con un macho de la que sus padres fueran conscientes.
- Pero… -murmuró Darius.
En ese momento la puerta se abrió de par en par y el mayordomo que les había conducido al interior de la mansión apareció. No parecía nada sorprendido por la reunión y sí absolutamente desaprobador. Sin duda uno de sus subordinados le había puesto al corriente.
- Maneja un buen grupo de sirvientes -dijo Darius al hombre-. Mi colega y yo estamos muy impresionados.
La deferencia no hizo nada por aliviar la expresión de desconfianza del macho.
- Me elogia, sire.
- Debemos partir. ¿Está por aquí tu amo?
El mayordomo se enderezó y su alivio fue obvio.
- Se ha retirado y por eso he venido yo a verles. Les desea una buena partida, pero debe ocuparse de su amada shellan.
Darius se puso en pie.
- Aquí tu lacayo estaba a punto de mostrarnos los terrenos de camino a la salida. Como está lloviendo, estoy seguro de que debes preferir que un miembro del personal nos guíe sobre la hierba húmeda. Volveremos tras la puesta de sol. Gracias por vuestra conformidad ante nuestras peticiones.
No hubo ninguna respuesta salvo el consentimiento del macho:
- Por supuesto.
Fritzgelder se inclinó ante su superior y luego extendió el brazo hacia la puerta que había en la esquina más alejada.
- Por aquí.
Fuera, el aire cargaba una pequeña promesa primaveral de calidez. De hecho, era frío invierno mientras avanzaban laboriosamente a través de la niebla.
Fritzgelder sabía exactamente adónde llevarlos, el lacayo avanzó con decisión alrededor de la parte trasera de la mansión hacia la zona de los jardines a los que tenía vista el dormitorio de la hembra.
No se ha tomado tanto trabajo a la ligera, pensó Darius.
El lacayo se detuvo justo bajo la ventana de la hija de Sampsone, pero no de cara a las paredes recias de la casa. Miraba hacia fuera… a través de los lechos de flores y el laberinto de setos… hacia la finca de al lado. Y luego se giró deliberadamente de cara a Darius y Thorment.
- Alcen los ojos hasta los árboles -dijo mientras señalaba a la casa como si describiera algo pertinente… ya que sin duda estaban siendo observados desde las vidrieras de la mansión-. Examinen atentamente el claro.
Desde luego, había una brecha en la multitud de extremidades áridas de árbol… razón por la cual habían podido ver la mansión distante desde el segundo piso.
- Esa vista no fue creada por los de nuestra casa, sire -dijo el doggen suavemente-. Y reparé en ello más o menos una semana antes… de que se supiera que ella se había ido. Estaba arriba en la lavandería. La familia se había retirado bajo tierra y era un día soleado. Oí el ruido de madera rompiéndose y volví mis ojos hacia las ventanas, después de las cuales vi ramas siendo derribadas.
Darius entrecerró la mirada.
- Muy deliberado el corte, ¿no?
- Muy deliberado. Y pensé que no era nada más que insignificantes humanos residiendo allí. Pero ahora…
- Ahora te preguntas si habría un propósito aparte del paisaje. Dime, ¿a quién has mencionado esto?
- Al mayordomo. Pero me imploró que permaneciera en silencio. Es un hombre estupendo, de buen servicio a la familia. No hay nada que desee más que el que sea encontrada…
- Pero desea evitar cualquier sospecha de que podría haber caído en manos de humanos.
Después de todo, los humanos estaban a sólo una cola de ser considerados ratas por la glymera.
- Gracias por esto -dijo Darius-. Has cumplido bien con tu deber.
- Sólo encuéntrenla. Por favor. No me importa la fuente de la abducción… sólo tráiganla a su casa.
Darius se concentró en lo que podía ver de la mansión de al lado.
- Lo haremos. De una forma… u otra.
Por su bien, rezó porque los humanos de esa finca no se hubieran atrevido a tomar a uno de los suyos. Se evitaba a la otra raza por orden del rey, pero si tenían la temeridad de agredir así a un vampiro. Y una hembra noble.
Darius los masacraría uno por uno en sus camas y dejaría los cuerpos para que se pudrieran en medio del hedor.
Capítulo 31
Gregg Winn despertó con Holly acurrucada contra él, los exuberantes pechos de silicona eran un par de almohadas gemelas presionadas contra su costado.
Con un rápido vistazo al reloj vio que eran las siete de la mañana. Mejor hacer las maletas y dirigirse hacia Atlanta.
- Holly -La tocó ligeramente con la mano-. Despierta.
Holly soltó algo parecido a un ronroneo y se estiró, arqueando el cuerpo contra el suyo, transformando la erección matutina en una cruda necesidad que lo predispuso a hacer algo al respecto. Sin embargo los recuerdos de cómo había acabado ella en su cama frenaron rápidamente ese impulso.
Demostrando que en ciertos aspectos era un caballero.
- Holly. Venga. Arriba, arribaaaa. -Le apartó el cabello y se lo alisó por el hombro- Si nos damos prisa, estaremos en Atlanta a última hora de la tarde.
Lo cual, considerando que habían perdido un día persiguiendo este asunto de Rathboone, iba a venir bien.
- Bueno. Ya me levanto. Ya voy.
En realidad, él fue el único de los dos que se puso en vertical. Holly simplemente se acurrucó en el espacio tibio que había dejado él y se volvió a dormir enseguida.
Tomó una ducha y luego llenó la maleta haciendo tanto ruido como pudo pero ella estaba dormida como un tronco. Aunque no tanto como en coma.
Estaba a punto de pasarse por la habitación de Stan, que era incluso peor con todo ese asunto del despertar, cuando sonó un golpe en la puerta.
¿Estaría ya despierto el idiota emporrado?
Gregg comenzó a hablar con el cámara mientras abría la puerta.
- Escucha, vamos a recoger el…
Era el estirado del mayordomo. Con aspecto de que alguien hubiera derramado vino tinto por todo su sofá.
Gregg levantó la palma.
- Nos vamos, vale. Nos largamos. Sólo danos…
- El propietario ha decidido permitir que filmen aquí. Para su especial.
Gregg parpadeó como un idiota.
- ¿Perdón?
El tono del mayordomo se volvió incluso más indignado. Si eso era posible.
- El propietario habló conmigo esta mañana. Dijo que se les permite presentar aquí su programa.
Un día demasiado tarde, pensó Gregg con una maldición para sí mismo.
- Lo siento. Mi equipo y yo estamos…
- Encantados -acabó Holly por él.
Cuando echó un vistazo por encima del hombro, la presentadora se estaba poniendo la ropa y saliendo de la cama.
- Son unas noticias fantásticas -dijo ella deliberadamente mientras sonreía al mayordomo.
El cual pareció pasar como un yoyo entre la desaprobación y el encantamiento ante la visión de toda la confusión y calidez al natural de ella.
- Entonces muy bien -dijo el mayordomo, después de aclararse la garganta-. Háganme saber si necesitan algo.
Con una reverencia, desapareció por el pasillo.
Gregg cerró la puerta.
- Pensaba que querías salir de aquí.
- Bueno… Estuve a salvo contigo, ¿no? -Se acercó furtivamente, acariciándole el pecho-. Simplemente me quedaré contigo.
La satisfacción en su voz le hizo sospechar.
- ¿Estás jugando conmigo? ¿Respecto a todo ese asunto del sexo con… lo que fuera?
Ella negó con la cabeza sin dudar.
- No… pero realmente pienso que todo fue un sueño.
- ¿Y qué hay del hecho que dijiste que realmente habías tenido sexo?
Las cejas depiladas se arrugaron como si estuviera intentando ver a través de un cristal esmerilado.
- Es demasiado vago para haber sido verdad. Anoche estaba completamente confundida, pero a la luz del día… todo esto parece ridículo.
- Estabas bastante segura cuando entraste aquí.
Ella sacudió la cabeza lentamente.
- Nada más que un sueño verdaderamente vívido e increíble… en realidad no ocurrió.
Él examinó su rostro y no encontró más que certeza.
De repente, Holly se llevó la mano hacia la sien.
- ¿Tienes una aspirina?
- ¿Dolor de cabeza?
- Sí. Acaba de comenzar.
Fue y sacó su kit de dopaje de la maleta.
- Escucha, estoy dispuesto a intentarlo, pero si decidimos quedarnos, no hay retirada. Tenemos que llenar nuestra franja horaria, así que no podemos salir disparados hacia Atlanta en un día o dos.
Francamente, ya estaban en territorio de última hora.
- Lo entiendo -dijo ella mientras se sentaba en la cama-. Lo he pillado completamente.
Gregg le trajo la aspirina, luego entró en el baño y le agenció un vaso de agua.
- Oye, por qué no vuelves a la cama. Todavía es pronto y sin duda Stan todavía está grogui.
- ¿Qué vas a hacer? -Bostezó mientras le devolvía las Bayer y el vaso vacío.
Gregg hizo un gesto hacia el portátil.
- Llevaré esto abajo, al salón y empezaré a revisar las secuencias que tomamos anoche. Debería tener cargado todo lo de las cámaras remotas.
- Quédate aquí -le pidió Holly mientras movía los dedos de los pies con manicura bajo las sábanas.
- ¿Estás segura?
Su sonrisa cuando puso la cabeza sobre la almohada reveló unas fundas perfectas… y el lado dulce de su personalidad.
- Sí. Dormiré mejor, además hueles bien después de ducharte.
Tío, había algo en ella. Con la mirada alzada así desde su cama, haría falta un ejército para arrastrarlo fuera de la habitación.
- De acuerdo. Vete a dormir, Bombón.
Ella sonrió ante el mote cariñoso que le había puesto la primera vez que se acostó con ella.
- Lo haré. Y gracias por quedarte conmigo.
Cuando Holly cerró los ojos, fue hacia el sillón orejero que había junto a la ventana y encendió el portátil.
La grabación de las cámaras diminutas que habían escondido en el pasillo, abajo en el salón y fuera en el gran roble al lado del porche, efectivamente se había cargado.
Dado lo sucedido, deseó un huevo haber puesto una cámara remota en la habitación de Holly, pero así estaban las cosas. Como los fantasmas no existían de verdad, ¿por qué tendrían que haberse molestado? Las tomas habían sido sólo para vender la atmósfera del lugar… y para amañarlas después cuando llegara el momento de “convocar a los espíritus de la casa”
Cuando comenzó a revisar las imágenes capturadas, se dio cuenta que ¿llevaba haciendo esto durante cuánto tiempo? ¿Dos años? Y ya tendría que haber visto u oído algo que no pudiera ser explicado.
Pero no pasaba nada. No intentaba demostrar la existencia de los espíritus. Estaba decidido a vender entretenimiento.
Lo único que había aprendido durante los últimos veinticuatro meses era que menos mal que mentir no había sido nunca un problema para él. De hecho, su absoluta comodidad con la falsedad era la razón de que fuera un realizador de televisión perfecto. Para él todo giraba en torno al objetivo y los detalles, ya fueran lugares de filmación, talentos, agentes, propietarios de la vivienda o lo que fuera que estuviera filmado o grabado, no eran más que latas de sopa en un armario para ser colocadas a su voluntad. Para lograr terminar el trabajo, había mentido a cerca de contratos, fechas, horas, imágenes y sonidos. Amañaba, engañaba y amenazaba con falacias. Elaboraba, daba pie y…
Gregg frunció el ceño y se inclinó hacia la pantalla.
Moviendo el cursor hasta el botón de rebobinar del Windows Media Player, volvió a poner el segmento que se había grabado en el pasillo.
Lo que vio fue una forma oscura moviéndose por el pasillo, fuera de sus habitaciones… y que desaparecía dentro de la de Holly. La hora en la esquina inferior derecha: 12:11 a.m.
Justo unos cuarenta y cinco minutos antes de que ella acudiera a él.
Gregg volvió a pasar el segmento, observando esa sombra enorme andando por el centro del pasillo tenuemente iluminado, bloqueando la iluminación que entraba a través de la ventana del extremo opuesto.
En su mente, oyó la voz de Holly: Porque me he acostado con él.
La ira y la ansiedad se arremolinaban en su cabeza, dejó la grabación en marcha, los minutos pasaban en esa esquina derecha. Y luego allí estaba, alguien abandonando la habitación de Holly, saliendo, bloqueando la luz, unos treinta minutos después.
La figura se marchó por el lado opuesto al que había venido, casi como si supiera dónde había sido montada la cámara y no quisiera mostrar el rostro.
Justo cuando Gregg se estaba preparado para llamar a la policía local… la maldita cosa desapareció en el aire.
Qué. Coño.
Capítulo 32
John Matthew se despertó, sintió a Xhex a su lado y le entró el pánico. ¿Un sueño… esto era un sueño?
Se incorporó lentamente y cuando sintió el brazo de ella deslizándose desde su pecho hasta el vientre, lo atrapó antes de que le alcanzara las caderas. Dios, lo que sujetaba con cuidado era cálido, pesado y…
- ¿John? -dijo ella hundida en la almohada.
Sin pensar, se acurrucó su alrededor y le alisó el cabello corto. En el instante en que lo hizo, Xhex pareció volver a quedarse dormida enseguida.
Un rápido vistazo a su reloj le dijo que eran las cuatro de la tarde. Habían dormido durante horas y a juzgar por el gruñido de su propio estómago, ella también debía estar hambrienta.
Cuando estuvo seguro de que Xhex estaba otra vez fuera de combate, se liberó y se desplazó en silencio, escribiéndole una nota rápida antes de ponerse los pantalones de cuero y la camiseta.
Con los pies descalzos, salió al pasillo. Todo estaba en silencio porque aquí ya no había entrenamientos y eso era una maldita vergüenza. Deberían estar oyéndose gritos de entrenamiento desde el gimnasio, la cantinela de sermones en la clase y golpes de las taquillas al cerrarse en las duchas.
En lugar de silencio.
Pero al final resultó que Xhex y él no estaban solos.
Cuando llegó a la puerta de cristal de la oficina, se quedó congelado con la mano en el tirador.
Tohr estaba dormido en el escritorio… bueno, sobre él. Con la cabeza gacha sobre el antebrazo y los hombros caídos.
John estaba tan acostumbrado a sentir ira hacia el tipo, que fue un shock no tener nada de eso encendiéndole. En cambio… sintió una tristeza aplastante.
Esta mañana se había despertado al lado de Xhex.
Pero Tohr nunca, jamás volvería a tener eso. Jamás iba a enroscar y alisar el cabello de Wellsie. Jamás iría a la cocina a traerle algo de comer. Nunca la abrazaría o besaría.
Y en el camino había perdido a un bebé.
John abrió la puerta y esperó que el Hermano se despertara de golpe, pero Tohr no lo hizo. El macho estaba fuera de combate. Aunque tenía sentido. Había estado ocupado en recuperar la forma, comiendo y haciendo ejercicio veinticuatro horas al día siete días a la semana y el esfuerzo se notaba. Los pantalones ya no le iban holgados y las camisas no le colgaban. Pero estaba claro que el proceso era agotador.
¿Dónde estará Lassiter?, se preguntó John cuando se acercó a la mesa y entró en el armario. Normalmente el ángel estaba pegado muy de cerca al Hermano.
Inclinandose para entrar por la puerta oculta tras los estantes de suministros, recorrió el túnel hacia la casa. Al pasar, las luces fluorescentes del techo se encendía por delante de él, dando la impresión de un camino predestinado… lo cual considerando como iban las cosas era un consuelo. Cuando llegó a una serie de peldaños no muy altos, los subió, introdujo el código y subió otro tramo. Al emerger en el vestíbulo, oyó la TV en la sala de billar y se imaginó que allí era dónde estaba el ángel.
Nadie más en la casa estaría viendo Oprah. No sin una pistola apuntándole a la cabeza.
La cocina estaba vacía, sin duda los doggen estarían comiendo algo en sus alojamientos antes de tener que preparar la Primera Comida y ocuparse de la casa. Lo que estaba muy bien. En realidad no quería ayuda.
Moviéndose con rapidez, se agenció una cesta de la despensa y llenó la cabrona hasta el borde. Panecillos. Un termo lleno de café. Una jarra de ZN. Fruta troceada. Danesas. Danesas. Danesas. Taza. Taza. Vaso.
Iba a por las calorías altas y rogó porque a ella le gustaran los dulces.
Por si acaso, hizo un bocadillo de pavo.
Y por otra razón distinta añadió uno de jamón y queso.
Cruzando el comedor a zancadas, se dirigió de vuelta a la puerta de debajo de la magnífica escalera.
- Mucha comida para dos -dijo Lassiter, con su acostumbrado número de sabihondo bajado de tono.
John giró en redondo. El ángel estaba en la entrada de la sala de billar, relajado contra el arco ornamentado. Tenía una bota cruzada sobre la otra y los brazos cruzados sobre el pecho. Los piercings dorados destellaban, dando la impresión que era todo ojos, ojos que no se perdían nada.
Lassiter sonrió un poco.
- Así que ahora ves las cosas desde un ángulo distinto, ¿no?
Tan sólo la noche anterior John habría lanzado en respuesta un ¡vete a la mierda!, pero ahora se sintió inclinado a asentir. Especialmente cuando pensó en las grietas en el hormigón de la entrada que habían sido causadas por el dolor que había atravesado Tohr.
- Bien -dijo Lassiter-, ya era hora, maldita sea. Oh y no estoy con él en este momento porque todo el mundo necesita estar solo en algún momento. Además tengo que obtener mi dosis de O.
El ángel dio la vuelta, con el cabello rubio-y-negro balanceándose.
- Y ya puedes cerrar la boca. Oprah es impresionante.
John sacudió la cabeza y se encontró sonriendo. Lassiter podía ser un dolor metrosexual en el culo, pero había traído a Tohr de vuelta a la Hermandad y eso contaba para algo.
Atravesó el túnel. Salió por la parte trasera del armario. Entró en la oficina dónde Tohr estaba todavía durmiendo.
Cuando John se acercó al escritorio, el Hermano se despertó con una sacudida de-cuerpo-entero, quitando la cabeza rápidamente de la mesa. La mitad de su rostro estaba aplastado, como si alguien le hubiera atacado con un spray de almidón y planchado su jeta malamenta.
- John… -dijo bruscamente-. Eh. ¿Necesitas algo?
John metió la mano en la cesta y sacó el de jamón y queso. Colocándolo en la mesa, lo deslizó hacia el macho.
Tohr parpadeó como si nunca antes hubiera visto dos lonchas de centeno ciñendo un poco de carne.
John hizo un gesto hacia el sandwich. Come, vocalizó.
Tohr alargó la mano y la puso sobre el bocadillo.
- Gracias.
John asintió, las yemas de sus dedos se demoraron sobre la superficie de la mesa. Su adiós fue un rápido golpe de nudillos. Había demasiado que decir en el poco tiempo que tenía, siendo su mayor preocupación que Xhex no se despertara sola.
Cuando alcanzaba la puerta, Tohr dijo:
- De veras me alegro de que la trajeras de vuelta. Me alegro muchísimo.
Cuando las palabras vagaron hacia él, los ojos de John se fijaron a una de aquellas grietas del pasillo de afuera. Ese podría haber sido él, comprendió. Si Wrath y los Hermanos se hubieran presentado en su puerta con malas noticias sobre su hembra, en lugar de buenas, hubiera reaccionado exactamente de la misma manera que Tohr.
Arrancando el suelo de cuajo. Seguido por una salida a lo grande.
Por encima del hombro, John observó el rostro pálido del macho que había sido su salvador, su mentor… lo más cercano a un padre que había conocido. Tohr había ganado peso pero su rostro todavía estaba vacío y eso tal vez nunca cambiaría, por muchas comidas que tomara.
Cuando sus miradas se cruzaron, John tuvo la sensación que los dos habían pasado por mucho más que sólo la suma de los años que llevaban conociéndose el uno al otro.
John puso la cesta a sus pies.
Voy a salir con Xhex esta noche.
- ¿Sí?
Voy a enseñarle dónde crecí.
Tohr tragó con dificultad.
- ¿Quieres las llaves de mi casa?
John retrocedió. Simplemente había tenido intención de incluir al tipo en lo que pasaba con él, algo en plan meter-el-dedo-en-la-piscina para arreglar la mierda que había entre ellos.
No contaba con llevarla allí…
- Ve. Sería bueno que le echaras un vistazo. El doggen se pasa por allí una vez al mes, quizás dos. -Tohr cambió de posición y abrió uno de los cajones de la mesa. Cuando sacó un llavero, se aclaró la garganta-. Toma.
John agarró las llaves y las rodeó en un puño, la pena le encogía el pecho. Últimamente había estado ocupado cagándose en el tío y, no obstante, el Hermano se comportaba como un hombre y le ofrecía lo que tenía que ser mortal para él.
- Me alegro de que Xhex y tú os hayáis encontrado. Tiene un sentido cósmico, desde luego.
John se metió las llaves en el bolsillo para disponer de la mano.
No estamos juntos.
La sonrisa que brevemente se mostro en el rostro del tipo pareció la de antaño.
- Sí, lo estáis. Vosotros dos estáis destinados a estar juntos.
Jesús, pensó John, suponiendo que su aroma de vinculación era obvio. Aún así, no había razón para entrar en todos los porque-no que rodeaban a la pareja.
- Así que, ¿vas a Nuestra Señora? -Cuando John asintió, Tohr bajó la mano al suelo y recogió una bolsa Hefty-. Llévate esto contigo. Es dinero de las drogas confiscado de esa casa. Blay lo trajo. Supongo que les vendrá bien.
Cuando Tohr se puso en pie, dejó la pasta sobre la mesa y cogió el bocadillo, quitándole el envoltorio de plástico y dándole un mordisco.
- Buen trabajo con la mayonesa -murmuró-. Ni mucha. Ni demasiado poca. Gracias.
Tohr se dirigió al armario.
John silbó bajito y el Hermano se detuvo, pero no se dio la vuelta.
- Está bien, John. No tienes que decir nada. Simplemente mántente a salvo esta noche, ¿de acuerdo?
Con eso Tohr se agachó para salir de la oficina, dejando a John sólo a la estela de una bondad y dignidad que él sólo podía esperar alcanzar algún día.
Cuando la puerta del armario se cerró, pensó… querría ser como Tohr.
Al salir al pasillo, le resultó curioso cómo esa idea volvía una y otra vez a su cerebro y cada vez que ocurría parecía cobrar más sentido: Desde que había conocido al tipo por primera vez, ya fuera por el tamaño del Hermano, su inteligencia, la forma en que trataba a su hembra, cómo luchaba o incluso el sonido grave de su voz… John había querido ser como Tohr.
Eso era bueno.
Eso estaba… bien.
Mientras caminaba hacia la sala de recuperación, no ansiaba exactamente esta noche. Después de todo, a veces era mejor dejar enterrado el pasado… especialmente el suyo, porque apestaba.
Pero la cuestión era, que de esta manera tenía más posibilidades de distraer a Xhex, evitando que saliera disparada detrás de Lash. Ella iba a necesitar otra noche, tal vez dos, para recuperar toda su fuerza. Y debería alimentarse al menos una vez más.
De esta forma sabría dónde estaba y la mantendría a su lado durante la noche.
Sin importar lo que creyera Tohr, John no se engañaba a sí mismo. Tarde o temprano, Xhex iba a salir disparada y él no iba a ser capaz de detenerla.
* * *
En el Otro Lado, Payne daba un paseo por el Santuario, tenía cosquillas en los pies desnudos por la mullida hierba verde y la nariz colmada por los aromas de la madreselva y el jazmín.
No había dormido ni siquiera una hora desde que su madre la había reanimado y aunque al principio aquello le pareció extraño, ya no pensaba mucho en ello. Simplemente era así.
Era más que probable que su cuerpo hubiera tenido suficiente reposo para que le durara toda una vida. Cuando pasó junto al templo del Primale, no entró. Lo mismo con la entrada al patio de su madre… era demasiado pronto para que Wrath llegara y su entrenamiento con él era la única razón por la que iba allí.
No obstante, cuando llegó al templo aislado, abrió la puerta una rendija, aunque no podría haber dicho qué la arrastró a girar el pomo y traspasar el umbral.
Los cuencos de agua que las Elegidas habían usado durante tanto tiempo para de ese modo dar fe de los sucesos que ocurrían en el Otro Lado, estaban alineados en perfecto orden sobre varias mesas, los rollos de pergamino y las plumas asimismo dispuestas, listas para usar.
Su ojo captó un destello de luz y se dirigió hacia la fuente del mismo. El agua de uno de los cuencos de cristal se movía en círculos cada vez más lentos, como si hubiera sido usado justo un momento antes.
Miró alrededor.
- ¿Hola?
No hubo respuesta, sólo el olor dulce a limón, lo cual sugería que No’One había estado recientemente pasando su paño. Eso era una pérdida de tiempo en realidad. Allí no había polvo, ni mugre, ni suciedad de la que ocuparse, pero claro No’One formaba parte de la fenomenal tradición de las Elegidas, ¿no?
Nada que hacer excepto trabajo inútil que no servía para nada.
Cuando Payne se giraba para salir y pasaba junto a todas las sillas vacías, la sensación del fracaso de su madre fue tan predominante como el silencio que abundaba.
En verdad no le gustaba la hembra. Pero ahí estaba la triste realidad de todos los planes tramados que no habían llegado a nada: Diseñar un programa de reproducción para eliminar los defectos, para que la raza fuera fuerte. Enfrentar al enemigo en el campo de la Tierra y ganar. Tener muchos hijos sirviéndola con amor, obediencia y dicha.
¿Dónde estaba ahora la Virgen Escriba ? Sola. Sin ser adorada. Sin ser querida.
E incluso era menos probable que las generaciones venideras siguieran sus costumbres, dada la manera en la que muchos padres se habían desviado de la tradición.
Abandonando la habitación vacía, Payne salió a la omnipresente luz lechosa y bajó hacia la charca de meditación. Una forma de brillante amarillo se movía y bailaba como un tulipán en la brisa.
Payne fue a grandes zancadas hacia la figura y cuando logró acercarse más, decidió que evidentemente Layla había perdido la cabeza.
La Elegida estaba cantando una canción sin palabras, su cuerpo moviéndose con un ritmo que no tenía música, el cabello oscilando como una bandera.
Era la primera y única vez que la hembra no llevaba un moño al estilo de todas las Elegidas… al menos que Payne hubiera visto.
- ¡Hermana! -dijo Layla, deteniéndose-. Perdóname.
Su radiante sonrisa era más brillante que el amarillo de su toga y su aroma era más fuerte que nunca, la fragancia a canela zumbaba en el aire tan nítida como su voz encantadora.
Payne se encogió de hombros.
- No hay nada que perdonar. En verdad, tu canción es grata al oído.
Los brazos de Layla reanudaron su elegante balanceo.
- Es un día precioso, ¿no?
- Efectivamente. -Salida de la nada, Payne sintió una punzada de temor-. Tu humor ha mejorado mucho.
- Así es, así es. - La Elegida hizo piruetas, apuntando el pie en un arco encantador antes de elevarse en el aire-. Verdaderamente, es un día precioso.
- ¿Qué te ha complacido tanto? -Aunque Payne sabía la respuesta. Los cambios de humor, después de todo, raramente eran espontáneos, la mayoría requerían un detonante.
Layla ralentizó el baile, sus brazos y pelo cayeron hacia abajo hasta detenerse. Mientras los dedos elegantes se alzaban hacia su boca, pareció no saber qué decir.
Ha estado de servicio propiamente dicho, pensó Payne. Su experiencia como ehros ya no era simplemente teoría.
- Yo… -El rubor en aquellas mejillas era vibrante.
- No digas nada más, solo que sepas que estoy feliz por ti -murmuró Payne y era en gran parte verdad. Pero había una parte de ella que se sentía curiosamente abatida.
¿Ahora sólo quedaban No’One y ella sin usar? Así parecía.
- Me besó -dijo Layla, mirando hacia la charca de meditación-. Posó… su boca sobre la mía.
Con gracia, la Elegida se sentó en el borde de mármol y pasó la mano por el agua tranquila. Después de un momento, Payne se unió a ella porque a veces era mejor sentir algo, cualquier cosa. Aunque fuera un dolor.
- Lo disfrutaste, ¿no?
Layla miró fijamente su propio reflejo, el cabello rubio cayéndole más allá del hombro hasta que las puntas alcanzaron la superficie plateada de la piscina.
- Él fue… un fuego dentro de mí. Una enorme ráfaga ardiente que… me consumió.
- Así que ya no eres virgen.
- Nos detuvo después del beso. Dijo que quería que estuviera segura. -La sonrisa sensual que tocó el rostro de la hembra era un claro eco de pasión-. Yo estaba segura y todavía lo estoy. Así es él. Efectivamente, su cuerpo de guerrero estaba listo para mí. Ansioso de mí. Ser deseada de esa manera fue un regalo desmedido. Pensaba que… iba en busca de la realización por mi educación, pero ahora sé que hay mucho más esperándome en el Otro Lado.
- ¿Con él? -murmuró Payne-. ¿O a través de la búsqueda de tu deber?
Esto provocó un profundo fruncimiento de cejas.
Payne asintió.
- Adivino que buscas más en él que tu posición.
Hubo una larga pausa.
- Tal pasión entre ambos seguramente es indicativa de cierto destino, ¿no es así?
- En eso no opino. -Su experiencia con el destino la había conducido a un brillante y sangriento momento de actividad… seguido por una dominante pasividad. Ninguna de las cuales le permitían hacer comentarios sobre la clase de pasión a la que se refería Layla.
O celebrarla.
- ¿Me condenas? -susurró Layla.
Payne alzó los ojos hacia la Elegida y pensó en la vista de esa sala vacía con todas las mesas vacantes y los cuencos dejados enfriar por las bien entrenadas manos. Ahora la dicha de Layla, arraigada como estaba en tejemanejes externos a la vida de una Elegida, parecía otra deserción inevitable. Y eso no era una cosa mala.
Alargó la mano y tocó el hombro de la otra hembra.
- No del todo. Verdaderamente me alegro por ti.
El tímido placer de Layla la transformó de hermosa a algo cercano a impresionante.
- Estoy tan contenta de compartir esto contigo. Estoy a punto de reventar y aquí no hay nadie… en realidad… con quien hablar.
- Siempre puedes hablar conmigo. -Layla, después de todo, nunca la había juzgado a ella o a sus inclinaciones masculinas y se sentía muy inclinada a otorgar a la hembra la misma aprobación cortés-. ¿Regresarás pronto?
Layla asintió.
- Dijo que podía volver a él en su… ¿Cómo lo dijo? Próxima noche libre. Y así lo haré.
- Bueno, tienes que mantenerme informada. Es más… estaré interesada en oír cómo te va.
- Gracias, hermana. -Layla cubrió la mano de Payne, un brillo de lágrimas se formó en los ojos de la Elegida -. He estado tanto tiempo sin utilizar y esto… esto es lo que deseaba. Me siento… viva.
- Bien por ti, hermana. Eso es… muy bueno.
Con una sonrisa final de confort, Payne se levantó y se despidió de la hembra. Mientras volvía a los aposentos, se encontró frotándose ese dolor que se le había formado en el centro del pecho.
Por lo que a ella concernía, Wrath no llegaría lo bastante rápido.
Capítulo 33
Xhex despertó con el aroma de John Matthew.
De eso y de café recién hecho.
Cuando levantó los párpados, sus ojos lo encontraron en la sombría sala de recuperación. Él estaba de vuelta en la silla que antes había dejado, con el torso inclinado mientras vertía café de un termo verde oscuro en una taza. Se había puesto otra vez los pantalones de cuero y la camiseta, pero sus pies estaban descalzos.
Cuando se volvió hacia ella, se quedó paralizado y alzó las cejas. Y, aunque la taza había estado de camino a su boca, inmediatamente se la acercó para que la tomase ella.
Tío, eso lo resumía todo en pocas palabras.
- No, por favor -le dijo-. Es tuyo.
Él hizo una pausa como si considerase si discutir o no el punto. Pero luego se puso el borde de porcelana en los labios y dio un sorbo.
Sintiéndose un poco más estable, Xhex apartó las sábanas y deslizó las piernas fuera. Mientras se ponía de pie, la toalla cayó de su cuerpo y escuchó a John hacer una respiración silbante.
- Oh, lo siento -murmuró, inclinándose y aferrando la tela de la toalla.
No le culpaba por no querer echarle un vistazo a la cicatriz que aún estaba sanado en la parte baja de su vientre. No era algo que necesitaras ver justo antes del desayuno.
Envolviéndose, se encaminó al baño, utilizó las instalaciones y se lavó la cara. Su cuerpo estaba recuperándose bien, su colección de moratones estaba desapareciendo y sentía las piernas más fuertes bajo el peso de su cuerpo. Gracias al descanso y a haberse alimentado de él, sus dolores ya no eran tan intensos, sino más bien una serie de molestias vagas.
Cuando salió del baño, dijo:
- ¿Crees que puedo pedir prestada algo de ropa a alguien?
John asintió, pero señaló a la cama. Era evidente que quería que comiese primero y ella estaba de acuerdo con dicho plan.
- Gracias -dijo, apretando la toalla alrededor de sus pechos-. ¿Qué tienes ahí?
Mientras se sentaba, él le ofreció una variedad de cosas y ella tomó el sándwich de pavo porque la necesidad de proteínas era un anhelo que no podía rechazar. Desde su silla, John la observó comérselo, tan solo bebiendo su café y, en el segundo en que hubo terminado, sacó un pastel que resultó ser demasiado tentador.
La combinación de cereza y dulce glaseado le hizo desear un poco de café. Y mira tú por dónde que John estaba justo allí con una taza, como si le estuviera leyendo el pensamiento.
Despachó una segunda Danesa y un bagel. Y un vaso de zumo de naranja. Y dos tazas de café.
Y fue curioso. Su silencio tenía un extraño efecto sobre ella. Normalmente, era callada en este tipo de situaciones, prefiriendo seguir su propio consejo y no compartir sus pensamientos sobre nada. Pero, con la presencia muda de John, se sentía curiosamente obligada a hablar.
- Estoy llena -dijo, recostándose de nuevo contra las almohadas. Cuando él alzó una ceja y levantó la última Danesa, ella sacudió la cabeza-. Dios… no. No podría apañármelas con nada más.
Y fue sólo entonces cuando él comenzó a comer.
- ¿Esperaste por mí? -dijo, frunciendo el ceño. Cuando él esquivó su mirada y se encogió de hombros, Xhex maldijo en voz baja-. No tenías que hacerlo.
Otro encogimiento de hombros.
Mientras lo miraba, murmuró:
- Tienes unos modales magníficos en la mesa.
El rubor de él fue de color San Valentín y Xhex tuvo que decir a su corazón que se calmase de una puñetera vez, ya que había empezado a latir rápidamente.
Por otra parte, quizá estaba teniendo palpitaciones porque se había arrojado cerca de dos mil calorías al estómago vacío.
O no. Cuando John comenzó a lamerse la escarcha de la yema de los dedos, vislumbró su lengua y, por un momento, sintió una agitación en el cuerpo…
Los recuerdos de Lash aplastaron la frágil vibración que nacía entre sus piernas, las imágenes la llevaron de vuelta a aquella habitación, de espaldas y con él encima, obligándola a abrir las piernas con sus manos duras…
- Oh, joder… -saltando de la cama, se apresuró a ir al baño y apenas logró llegar a tiempo.
Todo salió. Las dos Danesas. El café. El sándwich de pavo. Una completa evacuación de todo lo que había comido.
Mientras lo tiraba, no sentía el vómito. Sentía las horribles manazas de Lash sobre su piel… su cuerpo dentro de ella, empujando una y otra vez…
Yyyy allá iba el zumo de naranja.
Oh, Dios… ¿cómo había pasado por eso con el bastardo una y otra vez? Los puños, la lucha y los mordiscos… luego el sexo brutal. Una y otra y otra vez… después las consecuencias. Lavándoselo de encima. Sacandolo de su interior.
Joder…
Otra ola de arcadas cortó sus pensamientos y, aunque odiaba vomitar, el bloqueo mental fue todo un alivio. Era casi como si su cuerpo estuviese intentando exorcizar el trauma físico, sencillamente librándose de él para que pudiese empezar de nuevo.
Un reinicio a través de un encendido, por así decirlo.
Cuando lo peor de los vómitos pasó, se hundió sobre los talones y apoyó la frente sudorosa en el brazo. Mientras el aliento rasgaba arriba y abajo la garganta, su reflejo nauseabundo tembló como si estuviese considerando reagruparse de nuevo.
No hay nada más, dijo a la maldita cosa. A menos que quisiera intentar la limpieza de primavera de sus pulmones.
Mierda, odiaba esta parte. Justo después de que hubieses atravesado el infierno, tu mente y tu entorno estaban llenos de minas y nunca sabías qué podría provocar una explosión. Claro, con el tiempo, eso desaparecería, pero la vuelta a la vida normal era una putada y media.
Levantó la cabeza y tiró de la cisterna.
Cuando un paño frío le rozó la mano, dio un salto, pero sólo era John, nada por lo que asustarse.
Y, tío, él tenía la única cosa que realmente quería en este momento: esa toallita limpia, fría y húmeda era un regalo del cielo.
Enterrando el rostro en ella, se estremeció de alivio.
- Siento lo de esa comida. Estaba realmente buena.
* * *
Hora de llamar a Doc Jane.
Mientras Xhex se sentaba desgarbada y desnuda en el suelo frente a la taza del baño, John mantenía un ojo en ella y otro en el teléfono con el que escribía un mensaje de texto.
Un segundo después de pulsar enviar, tiró el móvil sobre el mostrador y sacó una toalla limpia de la pila que había junto al lavabo.
Quería proporcionar a Xhex algo de privacidad, pero también era duro ver cómo su columna vertebral amenazaba con abrirse paso a través de la piel de su espalda. Envolviéndola, dejó que sus manos permanecieran sobre los hombros de ella.
Quería apretarla contra su pecho, pero no sabía si ella estaría de acuerdo con…
Xhex se relajó contra él y se arregló la toalla, cruzándola por delante.
- Déjame adivinar. Se lo mandaste a la buena doctora.
Moviéndose alrededor, puso las manos en el suelo para apoyar el torso y levantó las rodillas, de forma que la acunó por todas partes. No está mal, pensó él. No tenía el retrete justo en la cara, pero si lo necesitaba, sólo tenía que incorporarse.
- No estoy enferma -dijo, con voz ronca-. Por la operación ni nada. Sólo comí demasiado rápido.
Tal vez, pensó él. Pero, bueno, no había nada malo en que Doc Jane le hiciera un chequeo.
Además, necesitaban su autorización antes de salir esta noche, suponiendo que fuera posible ahora.
- ¿Xhex? ¿John?
John silbó ante el sonido de la voz de la doctora y, un momento después, la hembra de Vishous asomó la cabeza en el baño.
- ¿Una fiesta? Y no he sido invitada -dijo, entrando.
- Bueno, técnicamente, creo que lo has sido -murmuró Xhex-. Estoy bien.
Jane se arrodilló y, aunque su sonrisa era cálida, sus ojos fueron agudos al recorrer el rostro de Xhex.
- ¿Qué está pasando aquí?
- Me puse enferma después de comer.
- ¿Te importa si te tomo la temperatura?
- Preferiría no tener nada cerca de la parte superior de mi garganta ahora mismo, si no te importa.
Jane sacó un instrumento blanco de su bolsillo.
- Puedo hacerlo por la oreja.
John se sorprendió cuando la mano de Xhex buscó la suya y se la apretó con fuerza, como si necesitara algo de apoyo. Para hacerle saber que estaba allí para lo que necesitara, le devolvió el apretón y, en el momento en que lo hizo, los hombros de ella se aflojaron y se relajó de nuevo.
- Adelante, Doc.
Xhex ladeó la cabeza, que mira tú por dónde terminó en el hombro derecho de él. Así que en realidad no pudo evitar posar la mejilla sobre los finos y suaves rizos y respirar profundamente.
En lo que a él concernía, la buena doctora trabajaba demasiado rápido. Sólo ponerlo, un pitido y ya lo estaba retirando… lo que condujo a que Xhex levantara la cabeza de nuevo.
- No hay fiebre. ¿Te importa si examino la incisión?
Xhex se destapó, separando la toalla y exponiendo su vientre y la franja que atravesaba la parte baja del abdomen.
- Tiene buen aspecto. ¿Qué comiste?
- Demasiado.
- Muy bien. ¿Algún dolor que yo deba saber?
Xhex negó con la cabeza.
- Me siento mejor. En serio. Lo que necesito es algo de ropa y zapatos… y otro intento en la Primera Comida.
- Tengo ropa de quirófano que puedes ponerte y, luego en la casa, nos encargaremos de alimentarte otra vez.
- Bien. Gracias -Xhex comenzó a ponerse de pie y él la ayudó a levantarse, sujetando la toalla en su lugar cuando resbaló-. Porque vamos a salir.
- No a pelear, no puedes.
John asintió con la cabeza y movió las manos hacia la doctora.
Sólo vamos a estirar las piernas. Lo juro.
Doc Jane entrecerró los ojos.
- Solo puedo dar mi opinión médica. Lo que pienso -echó un vistazo a Xhex-, es que deberías comer algo y pasar aquí el resto de la noche. Pero eres una adulta, así que puedes tomar tus propias decisiones. Sin embargo, sabed esto. Salid sin Qhuinn y Wrath va a tener algunos problemas serios con vosotros dos.
Está bien, indicó John con las manos. No le emocionaba esta rutina de niñera, pero no quería correr riesgos con Xhex.
No se hacía ilusiones sobre la hembra a la que amaba. Ella podría decidir largarse en cualquier momento y si la mierda llegaba a ese punto, le vendrían bien los refuerzos.
Capítulo 34
Lash despertó en la misma posición en la que se había desmayado: sentado en el suelo del cuarto de baño del rancho con los brazos entrelazados sobre las rodillas y la cabeza gacha.
Cuando abrió los ojos, echó un vistazo a su erección. Había estado soñando con Xhex, las imágenes eran tan claras, las sensaciones tan vívidas que era un milagro que no se corriera en los pantalones. Habían regresado a aquella habitación juntos, luchando, mordiendo y luego él la había tomado, forzándola sobre la cama, haciendo que le aceptara aunque ella lo odiara.
Estaba totalmente enamorado de ella.
El sonido de un gorgogeo húmedo hizo que alzara la cabeza. Plástica-Fantástica estaba volviendo en sí, con los dedos crispados, los párpados traqueteando como persianas rotas.
Al enfocar la vista en el cabello enmarañado de ella y su corpiño manchado de sangre, sintió un dolor punzante en las sienes, una resaca que a buen seguro no estaba relacionada con pasarlo bien. La zorra le daba asco, ahí tirada rodeada de su propia porquería.
Estaba claro que se le había revuelto el estómago y gracias a Dios él había estado dormido durante aquel jaleo.
Apartándose el cabello de los ojos, sintió como sus colmillos se alargaban y supo que era hora de darla un buen uso, pero maldita sea… resultaba tan atractiva como la carne podrida.
Más agua. Eso es lo que esta pesadilla necesitaba. Más agua y…
Al inclinarse para volver a abrir la ducha, los ojos de ella le recorrieron.
Soltó un grito por su boca ensangrentada que resonó entre los azulejos hasta que le repicaron los oídos como las campanas de una iglesia.
Los malditos colmillos la habían acojonado. Cuando el cabello le volvió a caer sobre los ojos, se lo echó hacia atrás y se planteó desgarrarle el cuello sólo para matar ese ruido. Pero de ninguna manera la iba a enganchar con los dientes antes de que se hubiera dado un baño…
La muy puta no le estaba mirando la boca. Sus ojos de pirada estaban abiertos de par en par clavados en su frente.
Cuando el pelo volvió a molestarlo de nuevo, se lo echó hacia atrás y algo cayó en su mano.
Con un movimiento lento, bajó la mirada.
No, no era su pelo rubio.
Su piel.
Lash se giró hacia el espejo y se oyó gritar. Su reflejo era incomprensible, el parche de carne que se había desprendido revelaba una rezumante primera capa negra sobre su cráneo blanco. Con la uña, tanteó el borde de lo que todavía estaba adherido y descubrió que todo estaba flojo; cada centímetro de su cara era solamente una capa que cubría el hueso.
- ¡No! -gritó, intentando volver a poner la mierda en su sitio mediante palmaditas.
Sus manos… ¡Oh, Dios!, ellas también, no. Los pingajos de piel colgaban del dorso de éstas y cuando tiró hacia arriba de las mangas de su camisa de cuello abotonado, lamentó no haber sido más suave, porque su epidermis se fue junto con la fina seda.
¿Qué le estaba pasando?
Detrás de él, en el espejo, vio un destello de la puta en carrera por su vida, parecía Sissy Spacek en Carrie solo que sin el vestido de la fiesta de graduación.
Con un arranque de fuerza, fue tras ella, su cuerpo se movía sin nada del poder y la gracia a la que estaba habituado. Mientras corría pesadamente tras su presa, pudo sentir la fricción de su ropa y sólo pudo imaginar el desgarramiento que se estaba produciendo sobre cada centímetro de él.
Agarró a la prostituta justo cuando ésta alcanzaba la puerta trasera y comenzaba a lidiar con las cerraduras. Estrellándose contra ella la aferró del pelo, tiró de su cabeza hacia atrás y mordió con fuerza, absorbiendo la sangre negra hasta su interior.
La liquidó, la drenó hasta que sus chupeteos ya no atrajeron nada de nada a su boca y cuando estuvo hecho, simplemente la soltó de modo que se desmoronó directamente sobre la alfombra.
Con un andar arrastrado de borracho volvió al cuarto de baño y encendió las luces que corrían a lo largo ambos lados del espejo.
Con cada prenda que se quitaba, ponía al descubierto más del horror que se exhibía ya en su cara: Sus huesos y músculos relucían con un brillo negro aceitoso bajo la iluminación de las bombillas.
Era un cadáver. Un cadáver vivito y coleando, cuyos ojos rodaban en sus cuencas sin párpados ni pestañas y una boca que mostraba solamente colmillos y dientes.
Lo que quedaba de su piel era lo que anclaba su hermoso cabello rubio a su cabeza, pero hasta esto se estaba desprendiendo por la parte de atrás, como una peluca que hubiera perdido su pegamento.
Quitó el trozo final y con sus manos esqueléticas, acarició lo que había lucido con tanto orgullo. Desde luego estaba hecho una mierda de aquella manera, con lodo negro que se coagulaba en los mechones, manchándolos, enredándolo… de modo que no estaba mucho mejor que el que todavía estaba adherido a la cabeza de aquella puta de la puerta.
Dejó caer al suelo su cuero cabelludo y se miró a sí mismo.
A través de la jaula de sus costillas, observó su propio corazón latir y se preguntó con horror entumecido qué más se le iba a descomponer… y en que se iba a quedar cuando esta transformación terminara.
- Oh, Dios… -dijo, su voz ya no sonaba bien, había un eco desplazado que rubricaba las palabras de una forma que resultaba horripilantemente familiar.
* * *
Blay estaba de pie con la puerta del armario abierta, exhibiendo toda su ropa colgada. Absurdamente, quería llamar a su madre en busca de consejo. Que era lo que siempre había hecho antes cuando iba a vestirse.
Pero esa no era una conversación que tuviera prisa por tener. Ella supondría que se trataba de una mujer y todos se entusiasmarían con el hecho de que fuera a tener una cita y se vería obligado a mentirle… o a salir del armario.
Sus padres nunca habían sido críticos… Pero él era su único hijo y no tener una hembra significaba no sólo ningún nieto, sino un golpe a la aristocracia. Como era de esperar, la glymera aprobaba la homosexualidad a condición de que te unieras a una hembra y que nunca, jamás, hablaras de ello o hicieras algo abiertamente que confirmara el modo en que habías nacido. Apariencias. Todo apariencias. ¿Y si te descubrías? Quedabas excluido.
Y tu familia también.
En cierto modo, no podía creer que estuviera a punto de ir a encontrarse con un macho. En un restaurante. Y luego marcharse a un bar after-hours con el tipo.
Al parecer su cita iba a ser asombrosa. Como siempre.
Entonces Blay sacó un traje gris de Zegna con raya diplomática de un rosa desvaído. Una fina camisa de algodón con el cuello abotonado de Burberry fue lo siguiente, el cuerpo de la camisa de un pálido tono rosáceo, con puño francés y cuello de un blanco deslumbrante. Zapatos… zapatos… zapatos…
Toc, toc, toc en la puerta.
- Soy yo, Blay.
Mierda. Ya había estirado el traje sobre la cama y estaba recién duchado, en albornoz, con gomina en el pelo.
Gomina: jodidamente obvio.
Yendo a la puerta, se la entreabrió al mamón sólo unos centímetros. En el pasillo, Qhuinn estaba listo para luchar, con el arnés de pecho para las dagas colgando de su mano, su ropa de cuero y sus New Rocks abrochadas.
Curioso, sin embargo, la rutina de guerrero no le causó mucha impresión. Blay estaba demasiado ocupado recordando la pinta que había tenido el tipo estirado en su cama la noche anterior, con sus ojos puestos en la boca de Layla.
Una metedura de pata el que esa alimentación hubiera tenido lugar en su propia habitación, pensó Blay. Porque ahora no dejaba de preguntarse hasta dónde habían llegado las cosas en su colchón entre aquellos dos.
Aunque, conociendo a Qhuinn, habría sido hasta el final. De nada.
- John me ha enviado un mensaje de texto -dijo el tipo-. Xhex y él van a Caldie y por una vez el hijo de puta está…
Los ojos disparejos de Qhuinn le recorrieron de arriba a abajo y luego se inclinó hacia un lado y miró por encima del hombro de Blay.
- ¿Qué estás haciendo?
Blay se cerró las solapas de la bata un poco más.
- Nada.
- Tu colonia es diferente… ¿Qué te has hecho en el pelo?
- Nada. ¿Qué me decías sobre John?
Hubo una pausa.
- Sí… vale. Bueno, va a salir y nosotros vamos con él. Aunque tenemos que pasar desapercibidos. Ven a querer privacidad. Pero podemos…
- Libro esta noche.
Aquella ceja perforada descendió.
- ¿Y eso?
- Y eso… que libro.
- Eso nunca ha importado antes.
- Ahora sí.
Qhuinn se movió hacia un lado otra vez y echó un vistazo en torno a la cabeza de Blay.
- ¿Te pones ese traje sólo para impresionar al equipo local?
- No.
Se hizo un prolongado silencio y luego una palabra:
- ¿Quién?
Blay dejó que la puerta se abriera de par en par y retrocedió hacia el interior de su cuarto. Si iban a entrar en materia, no tenía sentido hacerlo en el pasillo para que la gente lo viera u oyera.
- ¿Importa realmente? -dijo, con una oleada de cólera.
La puerta se cerró de golpe. Con fuerza.
- Sí. Importa.
Con un «anda y que te jodan» a Qhuinn, Blay deshizo el nudo de la bata y la dejó caer dejando su cuerpo desnudo. Y se puso los pantalones flojos… sin ropa interior.
- Sólo es un amigo.
- ¿Macho o hembra?
- Como ya dije, ¿acaso importa?
Otra pausa prolongada, durante la cual Blay se puso la camisa y se la abotonó.
- Mi primo -gruñó Qhuinn-. Vas a salir con Saxton.
- Puede. -Se acercó a la cómoda y abrió su joyero. Dentro, brillaban gemelos de todo tipo. Eligió un juego que tenía rubíes incrustados.
- ¿Esto es la revancha por lo de anoche con Layla?
Blay se quedó helado con la mano en su puño.
- ¡Jesús!
- Lo es, claro. Eso es lo que…
Blay giró en redondo.
- ¿Se te ha ocurrido alguna vez que esto no tiene nada que ver contigo? ¿Que un tipo me ha invitado a salir y quiero ir? ¿Que esto es lo normal? ¿O es que estás tan ensimismado que lo filtras todo y a todos a través de tu narcisismo?
Qhuinn dio un respingo muy leve.
- Saxton es una guarra.
- Bueno, me imagino que tú sabes bien lo que hace una.
- Es una guarrilla, una con mucha clase, una guarrilla muy elegante.
- Quizás solo quiero algo de sexo. -Blay alzó una ceja-. Para mí ha pasado mucho tiempo y aquellas mujeres con las que me lo hacía en los bares sólo para seguirte el juego no fueron tan buen comienzo. Creo que es hora de que yo consiga algo y del modo correcto.
El bastardo tuvo el descaro de palidecer. De veras que sí. Y maldita sea si no se tambaleó hacia atrás y se apoyó contra la puerta.
- ¿A dónde vais? -preguntó bruscamente.
- Va a llevarme a Sal’s. Y luego iremos a aquel bar de puros. -Blay se arregló el otro puño y se acercó al vestidor en busca de sus calcetines de seda-. Después… ¿quién sabe?
Una onda de especia oscura flotó por el aire cruzando el dormitorio y lo dejó sumido en un silencio estupefacto. De todos los posibles resultados a los que conduciría esta conversación… el desencadenar la esencia de vinculación de Qhuinn no había sido uno de ellos.
Blay giró sobre sí mismo.
Tras un largo y tenso momento, caminó hacia su mejor amigo, atraído por la fragancia. Y cuanto más se acercaba, más seguían los ojos ardientes de Qhuinn cada paso, el vínculo entre ellos, ese que había sido enterrado por ambas partes, de repente había explotado en la habitación.
Cuando estuvieron frente a frente, se detuvo, su pecho al elevarse se encontraba con el de Qhuinn.
- Di la palabra -susurró con aspereza-. Di la palabra y no me iré.
Las manos duras de Qhuinn se cerraron a los costados de la garganta de Blay, la presión le obligó a inclinar la cabeza hacia atrás y abrir la boca para poder respirar. Los fuertes pulgares ahondaron en la articulación a ambos lados de su mandíbula.
Momento eléctrico.
Potencialmente incendiario.
Vamos a terminar en la cama, pensó Blay mientras cerraba las manos sobre las muñecas gruesas de Qhuinn.
- Di la palabra, Qhuinn. Hazlo y pasaré la noche contigo. Saldremos con Xhex y John y cuando terminemos con ellos, volveremos aquí. Dilo.
Los ojos azul y verde que Blay se había pasado la vida escrutando estaban centrados en su boca y los pectorales de Qhuinn se inflaban arriba y abajo como si estuviera corriendo.
- Todavía mejor -dijo Blay arrastrando las palabras-, ¿por qué no me besas sin más…?
Blay fue arrollado de repente y empujado con fuerza contra el tocador, la cómoda de cajones golpeó con fuerza contra la pared con un estruendo. Mientras los frascos de colonia tintineaban y un cepillo golpeaba el suelo, Qhuinn bajó sus labios con fuerza contra los de Blay, sus dedos se clavaban en la garganta de Blay.
Sin embargo eso no importaba. Duro y desesperado era todo lo que quería del tipo. Y Qhuinn estaba claramente a favor, su lengua salió disparada, tomando… poseyendo.
Tanteando con las manos, Blay le sacó la camisa de los pantalones de un tirón y echó mano a su propia bragueta. Llevaba tanto tiempo esperando esto…
Pero acabó antes de comenzar.
Qhuinn se dio la vuelta alejándose de prisa cuando los pantalones de Blay tocaban el suelo y el tipo verdaderamente se abalanzó contra la puerta. Con la mano en el pomo, golpeó la frente contra los paneles una vez. Dos veces.
Y luego con voz apagada, dijo:
- Ve. Diviértete. Pero no corras riesgos, por favor y procura no enamorarte de él. Te romperá el corazón.
En un abrir y cerrar de ojos, Qhuinn abandonó el cuarto cerrando la puerta sin un ruido.
Tras la salida, Blay se quedó de pie donde lo habían abandonado, con los pantalones alrededor de los tobillos, su marchita erección era una vergüenza absoluta aunque estuviera completamente solo. Cuando el mundo comenzó a ondularse y el pecho se le encogió en un puño, parpadeó rápido e intentó que las lágrimas no mojaran sus mejillas.
Como un macho viejo, se inclinó despacio y tiró hacia arriba de la cinturilla de los pantalones, sus manos tantearon la cremallera y los botones. Sin meterse por dentro la camisa, se acercó y se sentó en la cama.
Cuando su teléfono sonó en la mesilla de noche, se dio la vuelta y miró la pantalla. En cierto modo, esperaba que fuera Qhuinn, pero él era la última persona con la que quería hablar y dejó a quienquiera que fuera dejar un mensaje de voz.
Por alguna razón, pensó en la hora que había pasado en el cuarto de baño preocupándose en nimiedades como su afeitado, recortándose las uñas y arreglándose el pelo con la maldita gomina. Después el tiempo frente al armario. Ahora le parecía un desperdicio.
Se sentía mancillado. Completamente mancillado.
Y no iba a salir ni con Saxton ni con nadie esta noche. No con el humor del que estaba. No había razón para someter a un tipo inocente a semejante toxicidad. Dios…
Maldición.
Cuando sintió que podría hablar, alargó la mano hasta la mesilla de al lado y cogió el teléfono. Levantó la tapa y vio que era Saxton quién había llamado.
¿Tal vez para anular? ¿Y no sería eso un alivio? Que te plantaran dos veces en una noche no podía ser nada bueno, pero le libraría de tener que dar una excusa al macho.
Encendiendo el buzón de voz, Blay apoyó la frente en la palma de la mano y bajó la mirada a sus pies descalzos.
- Buenas noches, Blaylock. Supongo que en este mismo momento éstas de pie frente al armario intentando decidir qué ponerte. -La refinada y profunda voz de Saxton fue un curioso bálsamo, tan sosegada y grave-. Bueno, desde luego, yo estoy ante mi propia ropa… Creo que iré con un traje y chaleco en pata de gallo. Me parece que las telas a rayas serían un buen acompañamiento por tu parte. -Se produjo una pausa y una risa-. No es que te esté diciendo qué ponerte, por supuesto. Pero te llamo por si estás indeciso. En cuanto a tu guardarropa, por supuesto. -Otra pausa y luego un tono serio-. Tengo ganas de verte. Adiós.
Blay apartó el teléfono de su oreja y cernió su pulgar sobre la opción suprimir. Siguiendo un impulso, guardó el mensaje.
Después de una larga y firme inhalación, se obligó a levantarse. Aun cuando le temblaban las manos, se metió por dentro la fina camisa y volvió al ahora desordenado tocador.
Recogió los frascos de colonia, los colocó derechos otra vez, y recuperó el cepillo del suelo. Luego abrió el cajón de los calcetines… y sacó lo que necesitaba.
Para terminar de vestirse.
Capítulo 35
D arius esperaba encontrarse con su joven protegido tras la puesta de sol, pero antes de dirigirse a la mansión humana que habían espiado por entre los árboles, se materializó en el bosque delante de la cueva de la Hermandad.
Con los Hermanos diseminados por aquí y por allá, la comunicación podría verse retardada y se había establecido un sistema para el intercambio de notas y anuncios. Todos venían aquí una vez por noche para ver qué habían dejado los demás o para dejar misivas ellos mismos.
Tras asegurarse de que no había ningún ojo puesto en él, se introdujo en el oscuro enclave, atravesó el muro de roca secreto y se abrió camino a través de una serie de puertas hasta el sanctus sanctorum. «El sistema de comunicación» era solamente un nicho asentado en el muro de roca, en el cual podía depositarse la correspondencia y debido a su simplicidad estaba al final del pasaje.
No obstante, no llegó lo bastante lejos como para ver si sus hermanos tenían algo que decirle.
Al acercarse a la verja final, sobre el suelo de piedra vio lo que a primera vista parecía ser una pila de ropa doblada junto a un saco áspero.
Cuando desenvainó su daga negra, una cabeza oscura se alzó del montón.
- ¿Tohr? -Darius bajó su arma.
- Sí. -El muchacho se dio la vuelta en su cama andrajosa-. Buenas noches, sire.
- ¿Se puede saber qué estás haciendo aquí?
- He dormido aquí.
- Eso es obvio, sin duda. -Darius se acercó y se arrodilló-. Pero ¿por qué no volviste a tu casa?
Después de todo lo habían repudiado, pero Hharm raramente iba a su domicilio conyugal. Seguramente el joven podría haberse quedado con su mahmen
El muchacho se obligó a ponerse de pie y se estabilizó apoyándose en la pared.
- ¿Qué hora podrá ser? He perdido…
Darius agarró el brazo de Tohr.
- ¿Has comido?
- ¿Voy con retraso?
Darius no se molestó en formular ninguna pregunta más. Las respuestas a lo que quería saber estaban escritas en la forma en que el muchacho se negaba a alzar los ojos: En efecto, se le había pedido que no buscara refugio en la casa de su padre.
- Tohrment, ¿cuántas noches has pasado aquí dentro? -En aquel suelo frío.
- Puedo encontrar otro lugar donde quedarme. No volveré a alojarme aquí.
Loada fuera la Virgen Escriba, ojala fuera cierto.
- Espera aquí, por favor.
Darius se escabulló por la puerta y comprobó la correspondencia. Al encontrar los mensajes para Murhder y Ahgony pensó en dejar uno para Hharm. Del tipo: ¿Cómo es posible que hayas podido dar la espalda al hijo de tu sangre hasta el punto de que se vea forzado a pasar el día sin nada salvo piedra por cama y su ropa como manta?
Gilipollas.
Darius regresó a Tohrment y descubrió que el muchacho había guardado sus cosas en la bolsa y llevaba las armas encima.
Darius se tragó una maldición.
- Iremos primero a la mansión de la hembra. Hay algo que necesito hablar con… aquel lacayo. Trae tus cosas, hijo.
Tohrment lo siguió, más alerta de lo que la mayoría estaría tras varios días sin comida o sin el debido descanso.
Se materializaron ante la mansión de Sampsone y Darius movió la cabeza hacia la derecha, indicando que debían proseguir por ahí hacia la parte trasera. Cuando llegaron a la parte de atrás de la casa, se dirigieron a la puerta por la que habían salido la tarde anterior y tocaron el estridente timbre.
El mayordomo abrió la entrada e hizo una reverencia.
- Sires, ¿podemos hacer algo para servirles en su búsqueda?
Darius dio un paso hacia el interior.
- Me gustaría hablar de nuevo con el lacayo del segundo piso.
- Por supuesto. -Otra reverencia-. ¿Quizás tuvieran a bien seguirme a la sala?
- Esperaremos aquí. -Darius tomó asiento ante la gastada mesa del personal.
El doggen palideció.
- Sire… esto es…
- Donde me gustaría hablar con el lacayo Fritzgelder. No veo ningún bien en aumentar la carga de tu amo y ama con un inesperado encuentro con nosotros en su casa. No somos invitados… Estamos aquí para serles útiles en su tragedia.
El mayordomo se inclinó hacia delante tan profundamente que fue una maravilla que no se cayera de morros.
- Ciertamente, tiene usted razón. Traeré a Fritzgelder en este mismo momento. ¿Hay algo que podamos hacer para su comodidad?
- Sí. Apreciaríamos enormemente algunas viandas y cerveza.
- ¡Ah, sire, por supuesto! -El doggen se inclinó respetuosamente mientras salía del cuarto-. Debería habérselo ofrecido yo mismo, perdónenme.
Cuando se quedaron solos, Tohrment dijo:
- No tienes por qué hacer esto.
- ¿Hacer qué? -dijo Darius arrastrando las palabras y recorriendo con la yema de los dedos la superficie mellada de la mesa.
- Conseguirme comida.
Darius echó un vistazo por encima del hombro.
- Mi querido muchacho, fue una petición calculada para tranquilizar al mayordomo. Nuestra presencia en este cuarto es fuente de gran incomodidad para él, al igual que lo es la petición de interrogar de nuevo a su personal. La petición de comida le ha supuesto un alivio. Ahora por favor siéntate y cuando las viandas y las libaciones lleguen, debes acabarlas. Yo he tenido previamente mi hartazgo.
Se oyó el sonido chirriante de una silla arrastrada hacia atrás y luego un crujido cuando el peso de Tohrment se posó en el asiento.
El lacayo llegó en seguida.
Lo cual fue embarazoso ya que Darius en realidad no tenía nada que preguntarle. ¿Dónde estaba la comida…?
- Sires -dijo el mayordomo con orgullo al abrir la puerta con un ademán ostentoso.
El personal entró en fila con toda clase de bandejas, picheles y provisiones y mientras el banquete era presentado, Darius levantó una ceja hacia Tohrment y luego intencionadamente bajó la mirada hacia los diversos comestibles.
Tohrment, siempre un macho cortés, se sirvió él mismo.
Darius inclinó la cabeza en dirección al mayordomo.
- Esta es una comida digna de semejante casa. En verdad tu amo debería estar más que orgulloso.
Después de que el mayordomo y los demás salieran, el lacayo esperó con paciencia y del mismo modo lo hizo Darius hasta que Tohrment hubo tomado todo lo que podía. Entonces Darius se puso en pie.
- En confidencia, ¿puedo pedirle un favor, lacayo Fritzgelder?
- Por supuesto, sire.
- ¿Serías tan amable de guardarnos la bolsa de mi colega durante la tarde? Volveremos tras haber llevado a cabo nuestra vigilancia.
- Oh, sí, sires. -Fritzgelder hizo una profunda reverencia-. Me tomaré el mayor de los cuidados con sus cosas.
- Gracias. Venga, Tohrment, vamos saliendo.
Para cuando llegaron afuera, podía sentir la ira del muchacho y no se sorprendió en absoluto cuando le agarró el brazo.
- Puedo cuidar de mí mismo.
Darius lo miró por encima del hombro.
- De eso no hay ninguna duda. Sin embargo, no necesito un compañero debilitado por tener la tripa vacía y…
- Pero…
- …si crees que esta familia de grandiosos recursos se resentiría por ofrecer una comida para ayudar en la búsqueda de su hija, estás confundido de cabo a rabo.
Tohrment dejó caer su mano.
- Encontraré alojamiento. Comida.
- Sí, lo harás. -Darius indicó con la cabeza al anillo de árboles alrededor de la hacienda vecina-. Y ahora ¿podemos seguir?
Cuando Tohrment asintió con la cabeza, los dos se desmaterializaron en el bosque y se abrieron paso al acecho hasta la propiedad de la otra mansión.
Con cada zancada que avanzaban hacia su destino, Darius sentía sobre él un aplastante sentimiento de temor que aumentó hasta que se encontró respirando con dificultad: el tiempo trabajaba en su contra.
Cada noche que pasaba y no la encontraban era otro paso más cerca a la muerte de ella.
Y tenían tan poco con lo que continuar.
Capítulo 36
La terminal de autobuses Greyhound de Caldwell estaba al otro lado del pueblo, en el límite del polígono industrial que se extendía al sur de la ciudad. El viejo edificio de tejado plano estaba rodeado por una alambrada de tela metálica, como si los autobuses se fueran a dar a la fuga y la puerta cochera tuviera un agujero en el medio.
Cuando John tomó forma al abrigo de un autobús aparcado, esperó a Xhex y Qhuinn. Xhex fue la primera en llegar y tío, tenía mucho mejor aspecto; al segundo intento de comer había retenido los alimentos bastante bien y su color era realmente bueno. Todavía llevaba los pantalones de quirófano que Doc Jane le había dado, pero por encima llevaba una de sus sudaderas y una de sus cazadoras.
Adoraba la vestimenta. Adoraba que ella llevara su ropa. Adoraba que fuera demasiado grande para ella.
Adoraba que pareciera una chica.
No es que no le gustaran un montón sus pantalones de cuero, sus camisetas sin mangas y su rutina de te-romperé-las-pelotas-si-te-pasas-de-la-raya. Eso era muy atractivo, también. Solo que… el aspecto que tenía ahora parecía íntimo por alguna razón. Probablemente porque estaba malditamente seguro de que no se dejaba ver así a menudo.
- ¿Por qué estamos aquí? -preguntó ella, echando un vistazo alrededor. Su voz no transmitía decepción o malestar, a Dios gracias. Simplemente curiosidad.
Qhuinn tomó forma como a unos nueve metros y cruzó los brazos sobre el pecho como si no confiara en sí mismo para no pegarle a alguien. El tipo estaba de un humor terrible. Absolutamente de perros. No había tenido ni dos palabras civilizadas que ofrecer en el vestíbulo mientras John le indicaba el orden de los sitios a los que iban y la causa no había estado clara.
Bueno… al menos no hasta que Blay se había acercado al grupo con un aspecto maravilloso en un traje gris de raya diplomática. El tipo había hecho una pausa sólo para despedirse de John y Xhex; no había dirigido ni una mirada a Qhuinn mientras abandonaba el vestíbulo y se perdía en la noche.
Llevaba puesta una colonia nueva.
Estaba claro que tenía una cita. ¿Pero con quién?
Con un siseo y un rugido, un autobús salió del montón, el humo del motor diesel hizo que la nariz de John amenazara con estornudar.
Vamos, vocalizó para Xhex, cambiándose la mochila al otro hombro y guiándola hacia adelante.
Atravesaron andando el pavimento húmedo hacia la brillante luz fluorescente de la terminal. Aunque hacía frío, John se dejó abierta la chaqueta de cuero por si acaso tenía que usar sus dagas o su arma y Xhex llevaba también las suyas.
Los lessers podían estar en cualquier parte y los humanos podían ser idiotas.
Mantuvo la puerta abierta para ella y se sintió aliviado de ver que además del vendedor de billetes tras un plexiglás antibalas, sólo había un viejo durmiendo sentado en uno de los bancos de plástico y una mujer con una maleta.
La voz de Xhex fue baja.
- Este lugar… te entristece.
Mierda, suponía que sí. Pero no era por lo que había experimentado aquí… más bien por lo que su madre había debido de sentir, sola y sufriendo dolores mientras paría.
Silbando con fuerza, sostuvo en alto la palma mientras los tres humanos levantaban la vista. Reduciendo su consciencia, les dejó en medio de un ligero trance y caminó hacia la puerta de metal que tenía una placa atornillada: MUJERES.
Plantando su mano en el frío panel, empujó un poco y escuchó. No se oía nada. El lugar estaba vacío.
Xhex pasó a su lado, sus ojos recorrieron las paredes color ceniza, los lavabos de acero inoxidable y los tres compartimentos. El lugar olía a Clorox y a piedra húmeda y mojada y los espejos no estaban hechos de cristal sino de hojas pulidas de metal. Todo estaba fijado con pernos, desde los dispensadores de jabón pasando por la señal de No Fumar hasta el cubo de basura.
Xhex se detuvo delante del compartimento para minusválidos, con mirada aguda. Cuando se aproximó a la puerta abierta, se echó impulsivamente hacia atrás y pareció confundida.
- Aquí… -ella señaló hacia abajo, en la esquina-. Aquí es donde fuiste… Donde te encontraron.
Cuando se volvió a mirarlo, él se encogió de hombros. No sabía el lugar con precisión, pero parecía sensato pensar que si ibas a tener un niño, quisieras estar en el que tenía más espacio.
Xhex le clavó la mirada como si estuviera viendo a través de él y se dio brevemente la vuelta para ver si se les había unido alguien. No. Solamente ella y él, juntos en el cuarto de baño de mujeres.
¿Qué?, vocalizó él mientras dejaba que la puerta se cerrara.
- ¿Quién te encontró? -Cuando él hizo como si limpiara el piso con una mopa, murmuró-. Un empleado de la limpieza.
Mientras asentía, se avergonzó de este lugar, de su historia.
- No. -Vino hacia él-. Créeme, no soy quién para juzgarte. Mis circunstancias no fueron mucho mejores. Demonios, fueron indiscutiblemente peores.
Siendo una mestiza symphath, John sólo podía suponerlo. Después de todo las dos razas no se mezclaban voluntariamente la mayoría de las veces.
- ¿Adónde te llevaron desde aquí?
La guió fuera del cuarto de baño y echó un vistazo alrededor. Qhuinn estaba en la otra esquina, mirando a través de las puertas de la terminal como si esperara que algo oliendo a polvos de talco entrara caminando. Cuando el tipo se giró para mirar, John asintió; después acabó con el trance, liberó las mentes de los humanos y los tres se desmaterializaron.
Cuando tomaron forma otra vez, estaban en el patio trasero del orfanato de Nuestra Señora, junto al tobogán y la caja de arena. Un viento cortante de marzo soplaba sobre los jardines de la iglesia del santuario de los no deseados, los enganches de los columpios rechinaban y las ramas desnudas de los árboles no ofrecían protección. Más allá, las filas de ventanas de cuatro paneles que marcaban los dormitorios estaban a oscuras… así como las de la cafetería y la capilla.
- ¿Humanos? -Xhex inspiró mientras Qhuinn vagaba por ahí y posaba el culo en uno de los columpios-. ¿Fuiste criado por humanos? Dios mío… Maldición.
John caminó hacia el edificio, pensando que quizás esto no había sido buena idea. Ella parecía horrorizada.
- Tú y yo tenemos más en común de lo que pensaba.
Él se detuvo en seco y ella debió leer su expresión… O sus emociones.
- También yo me crié con personas que no eran como yo. Aunque considerando lo que es mi otra mitad, eso pudo ser una bendición.
Acercándose a su lado, fijó la mirada en su cara.
- Fuiste más valiente de lo que piensas -Inclinó la cabeza hacia el orfanato-. Cuando estabas aquí adentro, eras más valiente de lo que pensabas.
No estaba de acuerdo, pero no iba a discutir su fe en él. Después de un momento, extendió la mano y cuando ella la tomó, caminaron juntos hasta la puerta trasera. Una rápida desaparición y ya estaban en el interior.
Oh, mierda, usaban el mismo fregasuelos. Limón ácido.
Y el trazado del lugar no había cambiado, tampoco. Lo cual quería decir que la oficina del director estaba todavía abajo en el vestíbulo, en la parte delantera del edificio.
Encabezando la marcha, fue hacia la vieja puerta de madera, se quitó la mochila y la colgó del pomo de latón.
- ¿Qué hay ahí por cierto?
Él sostuvo en alto la mano y se frotó los dedos contra el pulgar.
- El dinero. Del asalto en…
Él asintió.
- Buen sitio para él.
John se dio la vuelta y se quedó mirando pasillo abajo hacia donde estaba el dormitorio. Mientras los recuerdos emergían, sus pies se dirigieron en esa dirección antes de ser consciente de que iba adonde una vez había reclinado la cabeza. Era tan extraño estar aquí otra vez, recordando la soledad, el miedo y la persistente sensación de ser totalmente diferente, especialmente cuando estaba con otros niños de su misma edad.
Eso siempre lo había empeorado. Estar rodeado de aquellos a los que debía de ser básicamente idéntico era lo que más le había alienado.
* * *
Xhex siguió a John a través del pasillo, permaneciendo un poco por detrás. Él caminaba silenciosamente, apoyando del talón a la puntera de sus shitkickers y ella se tomó al pie de la letra el ejemplo, haciendo lo mismo de forma que no fueron más que fantasmas en el tranquilo pasillo. Mientras seguían, notó que aunque la planta física del edificio era vieja, todo estaba inmaculado, desde el linóleo muy encerado, pasando por las paredes muy pintadas de beige, hasta las ventanas con tela metálica en el cristal. No había polvo, ni telarañas, ni bolsas de patatas fritas o grietas en el yeso.
Eso le daba la esperanza de que las monjas y los administradores cuidaran de los niños con la misma atención que del resto de los detalles.
Mientras John y ella iban hacia un par de puertas, pudo sentir los sueños de los niños al otro lado, los pequeños remolinos de emoción que burbujeaban a través de su sueño REM cosquilleaban en sus receptores symphath.
John asomó la cabeza y mientras miraba fijamente a los que estaban donde él había estado, ella se encontró frunciendo el ceño otra vez.
Su rejilla emocional tenía… una sombra en esto. Una construcción paralela pero separada de la que había captado antes, aunque ahora la encontraba llamativamente obvia.
Nunca había sentido algo así en ningún otro y no podía explicarlo… Tampoco creía que John fuera consciente de lo que estaba haciendo. Por alguna razón, sin embargo, este viaje hacia su pasado exponía un fallo en la línea de su psique.
Así como otras cosas. Había estado como ella, perdido y apartado, cuidado por los demás por obligación, no por amor consanguíneo.
En cierta forma, creyó que debía decirle que acabara con todo esto, porque podía sentir lo mucho que le costaba… y cuánto más les faltaba por recorrer. Pero estaba cautivada por lo que le estaba mostrando.
Y no sólo porque como symphath se alimentara de las emociones de los demás.
No, quería saber más sobre éste macho.
Mientras él observaba a los niños dormidos y permanecía atrapado en su pasado, ella centró la atención en su perfil fuerte, iluminado por la luz de seguridad sobre la puerta.
Cuando levantó la mano y la apoyó sobre su hombro, él dio un pequeño salto.
Quiso decirle algo bonito y amable, juntar alguna combinación de palabras que le llegaran tan adentro como le había llegado él a ella con este viaje. Pero la cuestión era que había más coraje en estas revelaciones que el que ella hubiera demostrado alguna vez a alguien y en un mundo lleno de egoísmo y crueldad, él le estaba rompiendo el jodido corazón con lo que le estaba dando.
Había estado tan solo aquí y el eco del sufrimiento lo estaba matando. Aun así iba a seguir adelante porque le había dicho a ella que lo haría.
Los bellos ojos azules de John encontraron su mirada y cuando él inclinó la cabeza con curiosidad, se dio cuenta de que las palabras eran una sandez en momentos así.
Acercándose a su cuerpo duro, le pasó uno de los brazos por la parte baja de la espalda. Con la otra mano, se estiró y le atrapó la nuca, tirando hacia abajo.
John vaciló y luego fue voluntariamente, enlazando los brazos alrededor de su cintura y enterrando la cara en su cuello.
Xhex le abrazó, prestándole su fuerza, ofreciéndole un consuelo que era más que capaz de dar. Mientras permanecían el uno contra el otro, Xhex miró sobre sus hombros al cuarto que había tras él, a las cabecitas oscuras en sus almohadas.
En silencio, sintió como el pasado y el presente se movían y entremezclaban, pero fue un espejismo. No había forma de consolar al niño perdido que había sido en aquel entonces.
Pero tenía al macho adulto.
Le tenía justo entre sus brazos y durante un breve momento de relax, se imaginó que nunca, en la vida, iba a dejarle marchar.
Capítulo 37
Mientras estaba sentado en su habitación de la mansión Rathboone, Gregg Winn debería haberse sentido mejor de lo que lo hacía. Gracias a alguna toma evocadora sobre ese retrato expresivo del salón de abajo, emparejada a algunas imágenes fijas de los terrenos tomadas en el crepúsculo, el jefazo en L.A. estaba emocionado con el metraje preseleccionado y había acordado comenzar a emitirlo. El mayordomo también se había presentado amablemente, firmando los documentos legales que daban permiso para toda clase de acceso.
Stan, el cámara, podía realizar un examen proctológico a toda la maldita casa en busca de cualquier lugar donde pudiera meter su lente.
Pero Gregg no tenía en la boca el sabor de la victoria. No, tenía un caso de esto-no-está-bien subiéndole por las tripas y un dolor de cabeza a causa de la tensión que le subía por la base del cráneo hasta el lóbulo frontal.
El problema era la cámara oculta que habían puesto en el vestíbulo la noche anterior.
No había explicación racional para lo que había captado.
Irónico que un "cazafantasmas", cuando se enfrentaba con una figura que desaparecía en el mismo aire, necesitara aspirina y paracetamol. Cualquiera pensaría que estaría encantado de no tener que hacer que su cámara trucara el metraje.
¿En cuanto a Stan? Sólo se había encogido de hombros. Oh, creía que era un fantasma seguro… pero eso no le desconcertaba en lo más mínimo.
Por otra parte, podía haber estado en unas vías férreas en medio de algún asunto en plan Los Peligros de Pauline [8] y pensar, el momento perfecto para una siesta rápida antes de que me trituren.
Había ventajas en ser fumador de marihuana.
Cuando abajo el reloj dio las diez, Gregg se levantó del ordenador portátil y fue a la ventana. Tío, se habría sentido mejor con todo este asunto si no hubiera visto a esa figura de pelo largo vagando por los terrenos la noche anterior.
Al demonio con eso: mejor no haber visto al cabrón en el pasillo realizando el alucinante truco de ahora-lo-ves, ahora-no-lo-ves.
Detrás él en la cama, Holly dijo:
- ¿Estás esperando ver al conejito de Pascua ahí afuera?
Le echó un vistazo y pensó que tenía un aspecto genial apoyada contra las almohadas y con la nariz metida en un libro. Cuando lo había sacado, se había sorprendido al ver que era el de Doris Kearns Goodwin sobre los Fitzgerald y los Kennedy. Se había figurado que era más del tipo de chica de la biografía de Tori Spelling.
- Sí, lo que me interesa es la cola de algodón -murmuró-. Creo que voy a bajar y ver si puedo conseguir la cesta del bastardo.
- No traigas ningún malvavisco Peeps. Huevos de colores, conejitos de chocolate, esa hierba falsa… todo vale. Los Peeps me ponen frenética.
- Le diré a Stan que venga a sentarse contigo, ¿vale?
Holly levantó los ojos de los antecedentes de Camelot.
- No necesito una niñera. Sobre todo una que sería capaz de encender un porro en el cuarto de baño.
- No quiero dejarte sola.
- No estoy sola. -Cabeceó hacia la cámara en el rincón distante del cuarto-. Sólo enciende eso.
Gregg se recostó contra la jamba de la ventana. El modo en que el cabello de ella atrapaba la luz era realmente agradable. Por supuesto, el color era indudablemente un trabajo experto de tinte… pero era el contraste perfecto de rubio contra la piel.
- No estás asustada, ¿verdad? -dijo, preguntándose cuándo exactamente habían intercambiado los papeles.
- ¿Quieres decir por lo de anoche? -Sonrió-. No. Creo que esa "sombra" es Stan gastándonos una broma como pago por hacerle cambiarse de habitación. Ya sabes cómo odia mover el equipaje. Además, acabé en tu cama. Aunque no es que hayas hecho mucho al respecto.
Él cogió la cazadora y se giró hacia ella. Tomándole el mentón en la mano, la miró a los ojos.
- ¿Todavía me deseas de ese modo?
- Siempre. -La voz de Holly cayó-. Estoy maldita.
- ¿Maldita?
- Vamos, Gregg. -Cuando él se limitó a mirarla, levantó las manos-. Eres una mala apuesta. Estás casado con tu trabajo y venderías tu alma por tener éxito. Reduces todo y a todos los que te rodean al denominador común más bajo y eso te permite utilizarlos. ¿Y cuándo no son útiles? No recuerdas sus nombres.
Jesús… era más lista de lo que había pensado.
- ¿Entonces por qué quieres tener algo que ver conmigo?
- A veces… en realidad no lo sé. -Los ojos volvieron al libro, pero no siguieron las líneas. Sólo se centraron en la página-. Supongo que es porque era realmente ingenua cuando te conocí y me diste una oportunidad cuando nadie más lo hizo, me enseñaste un montón de cosas. Y ese enamoramiento inicial aguantó.
- Haces que suene como algo malo.
- Puede ser. He estado esperando madurar… y entonces haces cosas como preocuparte por mí y me veo atrapada de nuevo.
La miró fijamente, sopesando sus rasgos perfectos, la piel suave y su cuerpo asombroso.
Sintiéndose confuso y extraño, como si le debiera una disculpa, fue a la cámara que había sobre el trípode y la puso a grabar.
- ¿Tienes el móvil contigo?
Ella metió la mano en el bolsillo de la bata y sacó una Blackberry.
- Aquí mismo.
- Llámame si sucede algo extraño, ¿vale?
Holly frunció el entrecejo.
- ¿Estás bien?
- ¿Por qué lo preguntas?
Ella se encogió de hombros.
- Es sólo que nunca te he visto así de…
- ¿Ansioso? Sí, supongo que tiene algo que ver con esta casa.
- Iba a decir… conectado, en realidad. Es como si por primera vez me vieras de verdad.
- Yo siempre te he visto.
- No de este modo.
Gregg fue a la puerta y se detuvo.
- ¿Puedo preguntarte algo raro? ¿Te… tiñes el pelo?
Holly se llevó la mano a las ondas rubias.
- No. Nunca lo he hecho.
- ¿Es realmente rubio?
- Tú deberías saberlo.
Cuando ella alzó una ceja, Gregg se ruborizó.
- Bueno, las mujeres pueden teñirse ahí abajo… ya sabes.
- Bueno, pues yo no.
Gregg frunció el entrecejo y se preguntó quién coño estaría dirigiendo su cerebro: parecía tener todos estos pensamientos extraños jugando con sus ondas hertzianas, como si su estación hubiera sido asaltada. Haciéndole un pequeño gesto de despedida, bajó al vestíbulo y miró a derecha e izquierda mientras escuchaba atentamente. Ni pasos. Ni crujidos. Nadie con una sábana en la cabeza, haciendo de Casper.
Poniéndose la cazadora, bajó por la escalera y odió el eco de sus propios pasos. El sonido le hacía sentir perseguido.
Miró hacia atrás. Nada excepto el pasillo vacío.
Abajo en el primer piso, observó las luces que habían dejado encendidas. Una en la biblioteca. Una en el vestíbulo delantero. Una en el salón.
Doblando la esquina, se detuvo para comprobar el retrato de Rathboone. Por alguna razón, ya no creía que la pintura fuera tan jodidamente romántica y vendible.
Por alguna razón y una mierda. Ojalá nunca hubiera llamado a Holly para que le echara un vistazo. Quizá no se le habría grabado tanto en el subconsciente como para fantasear con que el tipo había acudido ella y se habían acostado. Tío… esa expresión en su cara cuando le había hablado del sueño. No la parte del miedo, sino la del sexo, el sexo reverberante. ¿Alguna vez había quedado así después de haberse acostado con él?
¿Se había parado alguna vez a ver si la había satisfecho de ese modo?
¿Satisfecha del todo?
Abriendo la puerta principal, salió como si tuviera una misión, cuando en realidad, no tenía ningún lugar adonde ir. Bueno, excepto lejos de ese ordenador y esas imágenes… y ese cuarto tranquilo con una mujer que tenía más sustancia de la que él siempre había pensado.
De una especie de fantasma que era real.
Dios… el aire era refrescante aquí fuera.
Se alejó de la casa y cuando estaba a un centenar de metros en el césped ondulado, se detuvo y miró atrás. En el segundo piso, vio la luz en su cuarto y se imaginó a Holly anidada contra las almohadas, con ese libro en sus largas y finas manos.
Siguió adelante, dirigiéndose a la línea de árboles y el arroyo.
¿Tenían almas los fantasmas?, se preguntó. ¿O eran almas?
¿Tenían alma los ejecutivos de televisión?
Vaya, eso era una pregunta existencial y media.
Rodeó la propiedad lentamente, deteniéndose para tirar del musgo español, sentir la corteza de los robles y oler la tierra y la niebla.
Ya volvía a la casa cuando se encendió una luz en el tercer piso… y una sombra alta y oscura pasó ante una de las ventanas.
Gregg comenzó a andar rápidamente. Luego echó a correr.
Volaba cuando saltó al porche delantero y llegó a la puerta, abriéndola de golpe y subiendo a saltos las escaleras. Le importaba una mierda todo esa advertencia de no-vayas-al-tercer-piso. Y si despertaba a la gente, bien.
Cuando llegó al segundo piso, comprendió que no tenía ni idea de qué puerta podía llevarle al ático. Avanzando rápido por el vestíbulo, se figuró que los números en las jambas eran callejones sin salida mientras dejaba atrás las habitaciones de huespedes.
Entonces llegó a Almacén. Gobierno de la casa.
Gracias, Jesús: SALIDA.
Irrumpió, subió la escalera de dos en dos. Cuando llegó arriba, encontró una puerta cerrada con un ligero resplandor en la parte de abajo.
Golpeó con fuerza. Y obtuvo un montón de nada.
- ¿Hay alguien? -gritó, tirando del picaporte-. ¿Hola?
- ¡Señor! ¿Qué está haciendo?
Gregg giró sobre sus los talones y bajo la vista a través de la escalera hacia el mayordomo, que aunque fuera tarde todavía estaba vestido de esmoquin.
Quizá no dormía en una cama, sino que se colgaba en un armario para no arrugarse por la noche.
- ¿Quién hay ahí dentro? -exigió Gregg, señalando con el pulgar por encima de su hombro.
- Lo siento, señor, pero el tercer piso es privado.
- ¿Por qué?
- Eso no es de su incumbencia. Ahora, si no le importa, voy a pedirle que vuelva a su habitación.
Gregg abrió la boca para seguir discutiendo, pero luego la cerró de golpe. Había un modo mejor de manejar esto.
- Sí. Vale. Bien.
Fingió tropezar en la escalera y rozó al mayordomo al pasar.
Luego se fue a su habitación como un huésped buenecito y se deslizó dentro.
- ¿Qué tal tu paseo? -preguntó Holly, bostezando.
- ¿Ha sucedido algo cuando me he ido? -¿Como, oh, digamos, un tipo muerto entrando aquí a follarte a lo bestia?
- No. Bueno, aparte de alguien corriendo por el pasillo. ¿Quién era?
- Ni idea -murmuró Gregg, acercándose a la cámara y apagándola-. Ni la más mínima idea…
Capítulo 38
John tomó forma junto a una farola que probablemente no tenía mucha satisfacción laboral. La iluminación que se vertía por debajo de su cuello de jirafa bañaba la parte delantera de un edificio de apartamentos que habría tenido un aspecto jodidamente mejor en absoluta oscuridad. Los ladrillos y la argamasa no eran blanquirojos, sino marrón y más marrón, las grietas en varias ventanas estaban fijadas con cinta de embalaje y mantas baratas. Incluso los escalones bajos que subían al vestíbulo eran un lío de picaduras, como si hubieran sido golpeados con una taladradora.
El lugar estaba como cuando había pasado su última noche dentro, excepto por una cosa: la nota amarilla de “Inhabitable” clavada a la puerta principal.
Archiva eso en Bueno, pues claro.
Cuando Xhex salió de entre las sombras y se le unió, hizo cuanto pudo para no proyectar nada excepto una disociación tranquila… y supo que estaba fracasando. Este gran tour por la mierda de su vida anterior era más duro de lo que había pensado, pero era como un paseo por el parque de atracciones. Una vez montabas y el carrito echaba a rodar no había modo de alcanzar el botón de parada.
Quién sabía si su existencia debería haber venido con una advertencia para señoras embarazadas y epilépticos.
Sí, no había modo de detener esto, ella le aguijonearía hasta acabarlo. Parecía saber todo lo que estaba sintiendo… y eso incluiría la sensación de fracaso que le desgarraría si se retiraba.
- ¿Acabaste aquí? -cuchicheó ella.
Asintiendo con la cabeza, la guió más allá de la fachada del edificio y girando la esquina hacia el callejón. Mientras subía por la salida de emergencia, se preguntó si el picaporte todavía estaría roto.
La barra se soltó con un poco de fuerza y entraron.
La alfombra del pasillo era más bien como el áspero suelo de tierra de cierto tipo de cabañas, toda comprimida y sellada, con manchas que se habían filtrado entre las fibras y se habían secado endureciéndola. Botellas vacías de bebidas alcohólicas, envolturas retorcidas de Twinkies y colillas de cigarrillos ensuciaban el pasillo y el aire olía como el sobaco de un vagabundo.
Tío… ni siquiera un tanque de Ambipur podría hacer mella en esta pesadilla olfativa.
Cuando Qhuinn entró por la salida de emergencia, John giró a la izquierda en el hueco de la escalera y comenzó una subida que le hizo desear gritar. A medida que subían, las ratas chillaban y correteaban saliendo de su camino y el eau a casa vecinal se volvió más espeso y más acre, como si fermentara a las altitudes más altas.
Cuando llegaron al segundo piso, se encaminó hacia el pasillo y se detuvo delante de una pauta como de lluvia de estrellas en la pared. Jesucristo… esa mancha de vino todavía estaba ahí aunque, ¿por qué cojones le sorprendía? ¿Es que la empresa de limpieza Merry Maids iba a aparecer por aquí y blanquearla?
Avanzando una poco más abajo, empujó la puerta del que una vez había sido su estudio y entró… dentro…
Dios, todo estaba como lo había dejado.
Nadie había vivido aquí desde que él se fue, lo cual, supuso, tenía sentido. La gente se había estado marchando gradualmente ya cuando él había sido arrendatario… bueno, los que podían permitirse lugares mejores se habían marchado. Los que se habían quedado eran los yonquis. Y los que habían ocupado los vacíos habían sido los sin techo que se habían infiltrado como cucarachas por las ventanas rotas y las puertas reventadas al nivel del suelo. La culminación del cambio demográfico había sido esa nota de “Inhabitable”, el edificio había sido declarado oficialmente muerto, el cáncer de las fortunas en declive lo había reclamado todo excepto el esqueleto.
Mientras se fijaba en la revista Flex que había dejado en la cama junto a la ventana, la realidad se arremolinó sobre él, arrastrándolo hacia atrás aún cuando las botas de combate estaban firmemente plantadas en el presente.
Estaba claro, cuando alcanzó y abrió el frigorífico caliente… botes de vainilla. Desde luego.
Sí, porque ni siquiera los que hurgan en la basura hambrientos y sin dinero tomarían esa mierda.
Xhex se paseó por ahí y luego se detuvo en la ventana por la que él había mirado fijamente durante tantas noches.
- Querías ser distinto a lo que eras.
Él asintió.
- ¿Cuántos años tenías cuándo fuiste encontrado?
Cuando mostró dos dedos dos veces, los ojos de ella se abrieron de par en par.
- ¿Veintidós? Y no tenías la menor idea de que fueras…
John sacudió la cabeza y fue a recoger la Flex. Hojeando las páginas, se dio cuenta de que había llegado a ser lo que siempre había deseado ser: un hijo de puta grande y cabrón. Quien lo hubiera pensado. Había sido un verdadero pretrans esquelético, a merced de tantos.
Volviendo a tirar la revista, cortó ese patrón de pensamiento con rapidez. Estaba dispuesto a mostrarle a Xhex casi todo. Pero eso no. Nunca… esa parte.
No iban a regresar al primer edificio en el que había vivido solo y ella no iba a averiguar por qué había abandonado esta dirección.
- ¿Quien te trajo a nuestro mundo?
Tohrment, articuló.
- ¿Cuántos años tenías cuándo dejaste el orfanato?
Mostró un uno y un seis.
- ¿Dieciséis? ¿Y viniste aquí? ¿Directamente desde Nuestra Señora?
John asintió y fue a las alacenas encima del fregadero. Abrió una y vio lo único que había esperado encontrar de lo que dejó atrás. Su nombre. Y la fecha.
Se apartó para que Xhex pudiera ver lo que había escrito. Recordó hacerlos, tan rápido, tan veloz. Tohr había estado esperando abajo en el bordillo y él se había escabullido para coger su bicicleta. Había garabateado las marcas como un testamento para… no sabía qué.
- No tenías a nadie -murmuró ella, mirando dentro-. A mí me pasó lo mismo. Mi madre murió en el parto y yo fui criada por una familia perfectamente agradable… con la que sabía que no tenía nada en común. Les dejé pronto y nunca volví, porque no pertenecía a aquel lugar… y algo me gritaba que era mejor para ellos que me largara. No tenía ni idea de que fuera parte symphath y no había nada en el mundo para mí… pero tenía que irme. Afortunadamente, conocí a Rehvenge y él me mostró lo que era.
Le miró por encima del hombro.
- Los “casi” de la vida… tío, son matadores, ¿verdad? Si Tohr no te hubiera encontrado…
Habría pasado por la transición y muerto en mitad de ella porque no habría tenido la sangre que necesitaba para sobrevivir.
Por alguna razón, no quería pensar en eso. O en el hecho de que él y Xhex tenían en común un solitario período de estar perdidos.
Venga, articuló. Vamos a la próxima parada.
* * *
Fuera entre los campos de maíz, Lash conducía por la senda de tierra hacia la granja. Tenía su cobertura psíquica en su lugar para que el Omega y su nuevo juguetito no pudieran tener la mira puesta sobre él y llevaba puesta una gorra de béisbol y un impermeable con el cuello levantado y un par de guantes.
Se sentía como el Hombre Invisible.
Joder, desearía ser invisible. Odiaba mirarse y después de un par de horas esperando ver qué más iba a desprenderse en su descenso a la muerte en vida, no estaba seguro de si sentirse aliviado de que pareciera haberse estancado.
En este punto estaba sólo medio fundido: los músculos todavía le colgaban de los huesos.
A medio kilómetro de su destino, aparcó el Mercedes en una arboleda de pinos y salió. Como sus poderes estaban siendo utilizados para mantenerle enmascarado, no le quedaba nada con lo que desmaterializarse.
Así que fue un paseo puñeteramente largo hasta el jodido agujero de mierda y se resintió hasta los cojones de tener que trabajar tan duramente para mover su cuerpo.
Pero cuando subió a la casa de tablones se vio golpeado por una oleada de energía. Había tres coches de camellos en el camino de entrada… todos los cuales reconoció. Los transportes a lo Willy Loman eran propiedad de la Sociedad Lessening.
¿Y sabes qué?, el lugar estaba abarrotado. Había como unos veinte tipos dentro y muchos más siguiendo la fiesta: a través de las ventanas, podía ver los barriles y las botellas de licor y por todas partes los cabrones estaban encendiendo pipas y esnifando Dios sabía qué.
Dónde estaba el pequeño bastardo.
Oh… un sentido de la oportunidad perfecto. Un cuarto coche se detuvo y no era como los otros tres. El trabajo de pintura hortera de corredor callejero era probablemente tan caro como la máquina de coser trucada que había bajo el capó y el brillo de neón en el parachoques que hacía que pareciera que estuviera aterrizando. El crío salió de detrás del volante y vaya por Dios, también estaba muy pasado de rosca; había conseguido un par de vaqueros nuevos y una chaqueta guay de cuero Affliction y encendía sus cigarrillos con algo dorado.
Bueno, esto iba ser la prueba.
Si el crío entraba y se unía a la fiesta, Lash habría estado equivocado sobre la inteligencia del gilipollas… y el Omega no habría conseguido nada excepto un buen polvo. Pero si Lash tenía razón y el HDP llevaba dentro algo más que eso, la fiesta se iba a poner interesante.
Lash se cerró las solapas sobre la herida abierta que ahora tenía por cuello e intentó ignorar cuan celoso estaba. Había estado en el lugar dulce donde estaba ahora ese crío. Deleitándose en el yo-soy-especial y asumiendo que ese brillo duraría para siempre. Pero como fuera. Si el Omega estaba dispuesto a lanzar a la cuneta de una patada a su propia sangre y carne, ese pedazo de mierda anteriormente humano no iba a durar mucho.
Cuando uno de los borrachos de dentro miró por la ventana en dirección a Lash, este supuso que estaba corriendo un riesgo al acercase al epicentro, pero le importaba tres cojones. No tenía nada que perder y en realidad no esperaba pasar el resto de sus días como nada más que cecina animada de carne de vaca.
Feo, débil y agujereado no era lo que molaba más.
Cuando el viento frío le hizo castañetear los dientes, pensó en Xhex y se calentó con los recuerdos. A cierto nivel, no podía creer que su tiempo con ella hubiera pasado hacía apenas hace unos días. Se sentía como si hubieran pasado años desde que la había tenido debajo de él. Joder, encontrar esa primera lesión en el antebrazo había sido el principio del fin… sólo que no lo había sabido en aquel momento.
Solo un rasguño.
Sí, claro.
Al levantar la mano para apartarse el pelo, golpeó la visera de la gorra de béisbol y se acordó de que ya no tenía nada con lo que juguetear. Todo lo que le quedaba era una cúpula de huesos.
Si hubiera tenido más energía, habría empezado a despotricar y a delirar sobre la injusticia y crueldad de su destino putrefacto. No se suponía que la vida fuera a ser así. No se suponía que él fuera a estar mirando desde el exterior. Siempre había sido el centro, el conductor, el especial.
Por alguna estúpida razón, pensó en John Matthew. Cuando el hijo de puta entró en el programa de entrenamiento para soldados, había sido un pretrans especialmente pequeño con nada excepto un nombre de la Hermandad y una cicatriz en forma de estrella en el pecho. Había sido el objetivo perfecto para el ostracismo y Lash se lo había pasado de miedo haciendo la puñeta al chico.
Tío, en aquellos tiempos, no tenía la menor idea de cómo era ser el raro que se queda fuera. Cómo te hacía sentirte como una mierda sin valor. Cómo mirabas al resto de la gente que molaba y darías lo que fuera por estar con ellos.
Lo bueno era que no había tenido ni idea de cómo sería. O podría habérselo pensado dos veces antes de joder al chupapollas.
Y ahora mismo, apoyado contra la corteza áspera y fría de un roble y mirando por las ventanas de la granja como algún otro niño mimado vivía su vida, sintió que su planes cambiaban.
Aunque fuera la última cosa que hiciera, iba a derrotar a ese mierdecilla.
Era aún más importante que Xhex.
Ese tipo que se había atrevido a marcar a Lash por muerto no era el conductor. Era la necesidad de enviar un mensaje a su padre. Después de todo, él era la manzana podrida que no caía lejos del árbol y la venganza era una puta.
Capítulo 39
- Esta es la antigua casa de Bella -dijo Xhex tras tomar forma en una pradera junto a John Matthew.
Cuando él asintió, miró alrededor de la bucólica extensión. La granja blanca de Bella con su porche cerrado y su chimenea roja era un dibujo perfecto a la luz de la luna y parecía vergonzoso que el lugar estuviese vacío con nada más que las luces de seguridad exteriores.
El hecho de que hubiese un Ford F-150 aparcado fuera de la casa en el camino de grava y ventanas que brillaban, parecía hacer que la sensación de abandono aún más aguda.
- ¿Bella fue la primera que te encontró?
John hizo un inequívoco movimiento con la mano y señaló hacia otra casita en el camino. Comenzó a hablar por signos y luego paró, su frustración a causa de la barrera de comunicación era evidente.
- Alguien en esa casa… ¿los conociste y ellos te pusieron en contacto con Bella?
Él asintió mientras metía la mano en su chaqueta y sacaba lo que parecía ser un brazalete hecho a mano. Cogiéndolo, ella vio que había símbolos en el Antiguo Idioma tallados en el cuero.
- Tehrror. -Cuando él se tocó su propio pecho, ella dijo-. ¿Tu nombre? ¿Pero cómo lo supiste?
Él se tocó la cabeza, luego se encogió de hombros.
- Vino a ti. -Xhex se concentró en la casita. Había una piscina en la parte de atrás y sintió que los recuerdos eran más agudos allí, porque cada vez que sus ojos pasaban por esa terraza, su rejilla emocional se encendía, un cuadro de distribución con un montón de circuitos estallando. Había venido aquí en un principio para proteger a alguien. Bella no había sido la razón.
Mary, pensó. La shellan de Rhage. Mary. ¿Pero cómo se habían conocido?
Extraño… eso era una pared en blanco. Él la aislaba de esa parte.
- Bella se puso en contacto con la Hermandad y Tohrment vino a por ti.
Cuando él asintió de nuevo, le devolvió el brazalete y mientras él toqueteaba los símbolos, Xhex se maravilló por la relatividad del tiempo. Desde que habían dejado la mansión, sólo había pasado una hora, pero sentía como si hubiesen pasado un año juntos.
Dios, él le había dado más de lo que había esperado… y ahora sabía exactamente por qué se había mostrado tan servicial cuando ella había enloquecido en la SR.
Había soportado un infierno, no tanto por haber vivido su juventud como por haber sido arrastrado a través de ella.
La pregunta era, ¿cómo se había perdido en el mundo humano en primer lugar? ¿Dónde estaban sus padres? El Rey había sido su whard cuando era un pretrans… eso era lo que ponía en sus papeles cuando lo había visto por primera vez en el ZeroSum. Ella había asumido que su madre estaba muerta y la visita a la estación de autobuses no había desmentido eso… pero había huecos en la historia. Algunos de los cuales tenía la impresión de que eran deliberados y otros parecía que él no pudiera llenarlos.
Con el ceño, tuvo la sensación de que su padre todavía estaba con él y sin embargo no parecía haber conocido nunca al tipo.
- ¿Me vas a llevar al último lugar? -murmuró ella.
Pareció que echaba un último vistazo y luego se desmaterializó y ella le siguió gracias a toda la sangre de él que llevaba en sus venas.
Cuando tomaron forma estaban delante de una casa moderna despampanante, la tristeza le abrumó hasta tal punto que su superestructura emocional realmente comenzó a derrumbarse sobre sí misma. Sin embargo, a base de fuerza de voluntad, se las arregló para detener la desintegración a tiempo, antes de que no pudiera ser reparada.
Una vez tu rejilla se venía abajo, estabas jodido. Perdido con tus demonios interiores.
Lo qué la hizo pensar en Murhder. Podía recordar exactamente el aspecto de su construcción emocional el día que averiguó su verdad: De las vigas de acero que eran la base de su salud mental, no había quedado más que un caos desmoronado.
Ella había sido la única que no se había sorprendido cuando se volvió loco y se largó.
Haciéndole un gesto con la cabeza, John se acercó a la solemne puerta principal, introdujo la llave y abrió camino. Una corriente de aire llegó hasta ellos y pudo oler el polvo y la humedad que indicaban que ésta era otra construcción vacía. Pero a diferencia del antiguo edificio de apartamentos de John, dentro no había nada decrépito.
Cuando John encendió la luz del vestíbulo, ella casi jadeó. En la pared, a la izquierda de la puerta, había un rótulo en el Antiguo Idioma que proclamaba que aquella era la casa del Hermano Tohrment y su shellan emparejada, Wellesandra.
Lo cual explicaba por qué a John le dolía tanto estar aquí. El hellren de Wellesandra no era el único que había salvado al pretrans de las viviendas de protección.
La hembra había sido importante para John. Muchísimo.
John caminó por el vestíbulo y encendió más luces a su paso, sus emociones eran una combinación de cariño agridulce y rugiente dolor. Cuando llegaron a una cocina espectacular, Xhex fue hacia la mesa de la habitación.
Él estuvo sentado aquí, pensó, poniendo sus manos en el respaldo de una de las sillas… en su primera noche en esta casa, había estado sentado aquí.
- Comida mexicana -murmuró ella-. Tenías mucho miedo de ofenderles. Pero entonces… Wellesandra…
Al igual que un sabueso siguiendo un rastro fresco, Xhex persiguió lo que sentía de sus recuerdos.
- Wellesandra te sirvió arroz con jengibre. Y… pudín. Te sentiste lleno por primera vez y el estómago no te dolía y tú… estabas tan agradecido que no sabías como manejarlo.
Cuando miró en dirección a John, vio que su cara estaba pálida y sus ojos un poco demasiado brillantes y supo que estaba de vuelta en su pequeño cuerpo, sentado a la mesa, completamente encogido dentro de sí mismo… abrumado por la primera amabilidad que alguien le había mostrado en mucho tiempo.
Unos pasos en el vestíbulo hizo que Xhex levantase la cabeza y se dio cuenta de que Qhuinn aún estaba con ellos, el tipo merodeaba, su mal humor era una sombra tangible a su alrededor. Bueno, no tendría que seguir pisándole los talones mucho más tiempo. Este era el final del camino, el último capítulo en la historia de John, de lo cual prácticamente se había puesto al corriente. Y desafortunadamente, significaba que debían volver a la mansión porque era lo correcto y apropiado… donde sin duda John haría que comiese un poco más e intentaría hacer que se alimentase otra vez.
No quería volver allí, pensó, no todavía. En su mente, había decidido tomarse una noche libre, por lo tanto estas eran sus últimas pocas horas antes de seguir el camino de la venganza… y de perder esta suave conexión entre ella y John, este profundo entendimiento que tenían ahora el uno con el otro.
Porque no iba a engañarse a sí misma: la triste realidad era que el poderoso lazo que los unía era, no obstante, tan frágil, que no dudaba de que se rompería una vez el presente volviese a enfocarse mejor que el pasado.
- Qhuinn, discúlpanos, por favor.
Los ojos disparejos del tipo se dispararon hacia John e intercambiaron entre ellos una serie de movimientos con la mano.
- Que te jodan -escupió Qhuinn antes de girarse sobre sus talones y salir airado por la puerta principal.
Después de que el portazo dejase de resonar a través de la casa, ella miró fijamente a John.
- ¿Dónde dormías?
Cuando barrió con la mano hacia el pasillo, fue con él pasando muchas habitaciones que tenían mobiliario moderno y arte antiguo. La combinación hacía que el lugar pareciese un museo de arte en el que podrías vivir y exploró un poco, asomando la cabeza por las puertas abiertas de salas y dormitorios.
La habitación de John estaba en el otro extremo de la casa y cuando entró allí, sólo pudo imaginar el choque cultural. De la miseria al esplendor, todo en el cambio de código postal: a diferencia del apartamento cutre, este era un refugio azul marino con un lustroso mobiliario, un baño de mármol y una alfombra que era tan densa y gruesa como el corte a cepillo de un marine.
Además tenía una puerta corrediza de cristal que conducía a una terraza privada.
John fue al otro lado y abrió el armario y ella miró por encima de su fuerte y pesado brazo hacia las pequeñas ropas que colgaban en perchas de madera.
Cuando él clavó la mirada en las camisetas y los jerséis y los pantalones, tensó los hombros y una de sus manos se cerró en un puño. Estaba arrepentido de algo que había hecho o de la manera en que había actuado y no tenía nada que ver con ella…
Tohr. Esto era por Tohr.
Lamentaba como habían sido las cosas entre ellos últimamente.
- Habla con él -dijo ella suavemente-. Dile lo que está pasando. Ambos os sentiréis mejor.
John asintió y ella pudo sentir su determinación afilándose.
Dios, no estaba del todo segura de como sucedió… bueno, la mecánica era condenadamente simple, pero lo que fue sorprendente era el hecho de que lo estaba haciendo de nuevo, se encontró a sí misma yendo hacia él y abrazándole, envolviendo los brazos alrededor de su cintura desde atrás. Colocando la mejilla entre sus omoplatos y se alegró cuando sintió las manos de él cubriendo las suyas.
John se comunicaba de muchas formas diferentes, ¿no? Y a veces, para decir lo que querías, el contacto era mejor que las palabras.
Mientras le miraba, él vocalizó, ¿Qué?
- ¿Seguro que quieres que siga por allí? -Cuando asintió, ella le miró directamente a los ojos-. Sé que has omitido algo. Puedo sentirlo. Hay un vacío entre el orfanato y el edificio de apartamentos.
John no movió ni contrajo ningún músculo de la cara y tampoco parpadeó. Pero la fachada de un macho hábil para cubrir sus reacciones era irrelevante. Ella sabía lo que sabía de él.
- Está bien, no voy a preguntar. Y no voy a presionar.
Su leve sonrojo fue algo que recordaría mucho después de que hubiera pasado… y la idea de dejarle fue lo que llevó la punta de sus dedos a los labios de él. Cuando se apartó bruscamente por la sorpresa, ella se centró en su boca.
- Quiero darte algo de mí -dijo en voz baja y profunda-. Sin embargo no es por igualar la puntuación. Es simplemente porque quiero.
Después de todo, hubiese sido genial poder llevarle a los lugares importantes de su vida y guiarle a través de la misma, pero que supiera más sobre su pasado sólo haría su misión suicida más dura para él: no importaba lo que sintiese por John, ella iría tras su captor y no iba a engañarse en cuanto a las probabilidades de sobrevivir a ese enfrentamiento.
Lash tenía trucos.
Malos trucos con los que hacía cosas malas.
Los recuerdos del hijo de puta volvieron a ella, los recuerdos horribles que hacían que le temblaran los muslos, los desagradables que a pesar de todo servían para empujarla a algo para lo que podía no estar preparada en realidad. Pero no podía irse a la tumba habiendo sido Lash el último.
No cuando tenía delante al único macho al que alguna vez hubiera amado.
- Quiero estar contigo -dijo con voz ronca.
Los sorprendidos ojos azules de John le recorrieron la cara como si estuviera buscando señales de haber entendido mal. Y entonces una lujuria caliente y fuerte se abrió paso a través de todas sus emociones, destrozándolas sin dejar nada atrás excepto el deseo de un macho de pura raza por emparejarse.
Había que decir en su favor, que hizo todo lo posible por contener el instinto y aferrarse a algo parecido a la racionalidad. Pero todo eso significó que fue ella la que terminó la batalla entre el sentido y la sensibilidad… poniendo su boca contra la de él.
Oh… Dios, sus labios eran suaves.
A pesar del estruendo que sentía en la sangre de John, él se mantuvo a raya. Incluso cuando deslizó su lengua dentro de él. Y esa contención le hizo las cosas más fáciles cuando su mente fluctuó de un lado a otro entre lo que estaba haciendo ahora…
Y lo que habían hecho con ella pocos días atrás.
Para ayudarse a concentrarse, buscó su pecho y pasó las palmas de las manos por sus pectorales. Empujándole de espaldas sobre el colchón, inspiró su esencia y olió la vinculación que sentía por ella. La oscura especia era única de él y lo más opuesto que podrías encontrar del nauseabundo olor de un lesser.
Lo que la ayudaba a separar esta experiencia de otras más recientes.
El beso comenzó como una exploración, pero no continuó de esa manera. John se acercó más, balanceando su enorme cuerpo contra el suyo, subiendo su fuerte pierna hasta que su peso la empujó hacia abajo. Al mismo tiempo, sus brazos se envolvieron alrededor de ella, atrayéndola firmemente.
Se estaba moviendo lentamente, al igual que ella.
Y Xhex estuvo bien hasta que él deslizó la mano sobre su pecho.
El contacto la trastornó, arrancándola de esa habitación y esa cama, llevándola lejos de John y del momento con él y dejándola de vuelta en el infierno.
Luchando contra la deserción de su mente, intentó permanecer conectada al presente, a John. Pero cuando un pulgar le rozó el pezón, tuvo que obligar a su cuerpo a permanecer quieto.
A Lash le había gustado dominarla y prolongar lo inevitable marcándola y pateándola, porque por mucho que disfrutara de los orgasmos, disfrutaba aún más del juego previo de joder su cabeza.
Un rasgo psicótico por su parte. Ella infinitamente habría preferido sacárselo de encima…
John empujó la erección contra su cadera.
Crac.
Su auto-control no dio más de sí, alcanzó a su límite y se rompió por la mitad: Con un arranque, su cuerpo escapó por propia voluntad, rompiendo la comunión con él, reventando el momento.
Cuando Xhex saltó de la cama, pudo sentir el horror de John, pero estaba demasiado ocupada recuperándose de su propio miedo para ser capaz de explicarse. Paseando alrededor, intentando desesperadamente aferrarse a la realidad, inspiró profundamente, no por la pasión sino por el pánico derivado.
Bueno, ¿no era esto una putada?
Jodido Lash… iba a matarle por esto. No por lo que estaba pasando ella, sino por la situación en la que ella misma había puesto a John.
- Lo siento -gruñó-. No debería haber empezado. Lo siento mucho.
Cuando fue capaz, se detuvo delante de la cómoda y miró en el espejo que colgaba en la pared. John se había levantado mientras ella daba vueltas y se había parado ante la puerta corrediza de cristal, con los brazos cruzados sobre el pecho, la mandíbula apretada con fuerza mientras miraba la noche.
- John… no eres tú. Te lo juro.
No la miró cuando sacudió la cabeza.
Mientras se frotaba la cara, el silencio y la tensión entre ellos se amplificó tanto que la impulsó a correr. Simplemente no podía tratar con nada de esto, con lo que estaba sintiendo y con lo que le había hecho a John y toda esa mierda con Lash.
Sus ojos fueron hacia la puerta y sus músculos se tensaron buscando la salida. Lo cual estaba sacado directamente en su libro de jugadas. Durante toda su vida, siempre había contado con su habilidad para escurrir el bulto, salir sin dar explicaciones, si rastros, nada más que aire diluido.
Lo que le había venido bien como asesina.
- John…
Él giró la cabeza y cuando se encontró con su mirada en el vidrio emplomado, ésta ardía.
Mientras él esperaba a que hablara, Xhex supuso que contárselo era mejor que irse. Se suponía que tenía que lanzar otra disculpa de mierda y luego desmaterializarse fuera de la habitación… fuera de su vida.
Pero todo lo que pudo pronunciar fue su nombre.
Él giró la cabeza hacia ella y vocalizó, Lo siento. Vete. Está bien. Vete.
Sin embargo, no pudo moverse. Y entonces su boca se abrió. Cuando se dio cuenta de lo que había en la parte posterior de su garganta, no pudo creer que fuera a ponerlo en palabras. La revelación iba en contra de todo lo que sabía de sí misma.
Por amor de Dios, ¿realmente iba a hacer esto?
- John… Yo… Yo fui…
Cambiando el enfoque de sus ojos, evaluó su propio reflejo. Sus pómulos hundidos y la extrema palidez eran el resultado de mucho más que la falta de sueño y alimentación.
Con un súbito destello de ira, soltó:
- Lash no era impotente, ¿vale? No era… impotente…
La temperatura de la habitación cayó en picado tan rápido y tan lejos, que su respiración provocó nubes de vapor.
Y lo que vio en el espejo la hizo girarse y dar un paso hacia John: Sus ojos azules brillaban con una luz demoníaca y su labio superior se había curvado hacia arriba para revelar unos colmillos tan afilados y largos que parecían dagas.
Todos los objetos alrededor de la habitación comenzaron a vibrar: las lámparas en las mesillas de noche, las ropas en las perchas, el espejo en la pared. La vibración colectiva en crescendo producía un rugido apagado y tuvo que agarrarse a la cómoda o correr el riesgo de golpearse el trasero.
El aire estaba vivo. Sobrecargado. Electrizante.
Peligroso.
Y John era el centro de esta energía arrasadora, sus manos se cerraban en puños con tanta fuerza que le temblaban los antebrazos, sus muslos se tensaban sobre los huesos mientras él se ponía en posición de lucha.
La boca de John se estiró ampliamente mientras su cabeza salía disparada hacia delante… y dejaba escapar un grito de guerra…
El sonido explotó alrededor de ella, tan fuerte que tuvo que taparse los oídos, tan poderoso que sintió la explosión contra su cara.
Por un momento, pensó que él había encontrado su voz… solo que no eran cuerdas vocales lo que producía ese grito afilado.
El cristal de las puertas corredizas estalló detrás de él, las hojas se rompieron en miles de pedazos que volaron libremente por la casa, los fragmentos se deslizaron sobre la pizarra y reflejaron la luz como gotas de agua…
O como lágrimas.
Capítulo 40
Blay no tenía ni idea de qué le había dado Saxton exactamente.
Bueno, sí, era un puro y sí, era caro, pero el nombre no se le había quedado en la cabeza.
- Creo que va a gustarte -dijo el macho, volviendo a reclinarse en el sillón de cuero y encendiendo su propio tabaco-. Son suaves. Oscuros, pero suaves.
Blay encendió la llama de su mechero Montblanc y se inclinó hacia adelante para inhalar. Mientras aspiraba el humo, pudo sentir cómo Saxton enfocaba su atención en él.
Otra vez.
No estaba acostumbrado a ser el centro de atención, así que dejó que su mirada recorriera el lugar: la bóveda verde oscura, las brillantes paredes negras, las sillas de cuero color rojo sangre y las mesas con bancos. Un montón de humanos con ceniceros junto a sus codos.
Resumiendo: Ninguna distracción que pudiera compararse con los ojos de Saxton o a su voz o su colonia o…
- Así que dime -dijo el macho, exhalando una perfecta nube azul que momentáneamente eclipsó sus rasgos-, ¿te pusiste el traje de raya diplomática antes o después de que te llamara?
- Antes.
- Sabía que tenías estilo.
- ¿Ah, sí?
- Sí -Saxton lo miró fijamente a través de la pequeña mesa de caoba que los separaba-. O no te habría pedido que cenaras conmigo.
La comida que habían compartido en Sal’s había sido… adorable, en realidad. Habían comido en la cocina, en una mesa privada e iAm les había hecho un menú especial de antipasto y pasta, con café con leche y tiramisú de postre. El vino había sido blanco para el primer plato y tinto para el segundo.
Los temas de conversación habían sido neutrales, pero interesantes… y al final no lo más importante. El hilo seremos-o-no-seremos fue el verdadero conductor de cada palabra, cada mirada y cada gesto de sus cuerpos.
Así que… esto es una cita, pensó Blay. Una negociación subyacente encubierta por una conversación sobre libros leídos y gustos musicales.
No era de extrañar que Qhuinn fuera directo a por el sexo. El tipo no hubiera tenido paciencia para este tipo de sutilezas. Ni siquiera le gustaba leer y la música que se metía en las orejas era metalcore que sólo los desquiciados o los sordos podían soportar.
Apareció un camarero vestido de negro.
- ¿Puedo traerles algo de beber?
Saxton hizo rodar su puro entre el dedo índice y el pulgar.
- Dos oportos. Croft Vintage de 1945, por favor.
- Excelente elección.
Los ojos de Saxton volvieron a Blay.
- Lo sé.
Blay miró hacia la ventana que tenían frente a donde estaban sentados y se preguntó si alguna vez dejaría de ruborizarse con éste tipo.
- Está lloviendo.
- Así es.
Dios, esa voz. Las palabras de Saxton eran tan suaves y deliciosas como el puro.
Blay movió las piernas, cruzándolas a la altura de la rodilla.
Mientras rebuscaba en su cerebro algo que acabara con el silencio, le pareció como si los comentarios del tipo no-jodas-Sherlock sobre el clima fueran lo más cercano a la inspiración que iba a llegar a estar. La cuestión era que el final de la cita se aproximaba y aunque sabía que Saxton y él estaban de luto por la pérdida de Dominick Dunne y ambos eran fans de Miles Davis, no sabía lo que iba a hacer cuando llegara el momento de separar sus caminos.
¿Sería un caso de Nos llamamos y repetimos esto? O el infinitamente más complicado, desordenado y placentero, Sí, de hecho, me dejaré caer de visita para ver tus cuadros.
Lo que obligaría a su conciencia a añadir: Aunque nunca haya hecho esto con un tipo antes y a pesar del hecho de que cualquiera que no sea Qhuinn va a ser un pobre sustituto de lo que realmente quiero.
- ¿Cuándo fue la última vez que tuviste una cita, Blaylock?
- Yo… -Blay dio una gran calada a su puro-. Hace mucho tiempo.
- ¿Qué te has estado haciendo a ti mismo? ¿Todo trabajo, nada de diversión?
- Algo así. -Vale, el amor no correspondido no entraba directamente en ninguna de esas categorías, aunque ninguna diversión lo cubría ciertamente.
Saxton sonrió un poco.
- Me alegró que me llamaras. Y me sorprendió un poco.
- ¿Por qué?
- Mi primo muestra una cierta… respuesta territorial hacia ti.
Blay giró su puro y clavó los ojos en la punta encendida.
- Creo que exageras ampliamente su interés.
- Y yo creo que me estás diciendo educadamente que me meta en mis asuntos ¿verdad?
- Ahí no hay ningún asunto. -Blay sonrió al camarero mientras éste colocaba las dos copas de oporto en la mesa redonda y se apartaba-. Créeme.
- ¿Sabes?, Qhuinn tiene una personalidad interesante. -Saxton extendió una mano elegante y cogió su oporto-. En realidad es uno de mis primos favoritos. Su inconformismo es admirable y ha sobrevivido a cosas que aplastarían a un macho inferior. Sin embargo estar enamorado de él no debe ser sencillo.
Blay no entró al trapo.
- ¿Vienes aquí muy a menudo?
Saxton se rió, sus ojos pálidos brillaron.
- No vamos a discutirlo, ¿eh? -Echó una mirada alrededor, frunciendo el ceño-. En realidad, no he salido mucho últimamente. Demasiado trabajo.
- Dijiste que eras abogado de la Antigua Ley. Debe ser interesante.
- Estoy especializado en fideicomisos y fincas así que el hecho de que el negocio vaya bien es lamentable. El Fade se ha llenado demasiado de inocentes desde el pasado verano.
En el reservado de al lado, un montón de tipos enormes con relojes de oro y trajes de seda se rieron como los borrachos fanfarrones que eran… hasta el punto de que el más escandaloso de ellos se echó hacia atrás en su asiento y golpeó a Saxton.
Lo cual no fue demasiado acertado y vino a demostrar que Saxton era un caballero, pero no una nenaza:
- Le ruego me disculpe, pero ¿le importaría bajar un poco el tono?
El desaliñado humano se dio la vuelta, la gorda barriga colgando por encima del cinturón hasta que pareció como si hubiera desentrañado el “Significado de la vida" y fuera a compartirlo con todo el lugar.
- Sí. Me importaría. -Los pálidos ojos se entrecerraron-. La gente como tú no pinta nada aquí de todas formas.
Y no estaba hablando del hecho de que fueran vampiros.
Cuando Blay dio un sorbo a su oporto, el caro licor le supo a vinagre… aunque la amarga punzada en la boca no era porque estuviera malo.
Un momento después, el tipo se lanzó hacia atrás tan fuerte que Saxton casi derramó su bebida.
- Maldita sea -masculló el macho tomando su servilleta.
El impresentable humano se inclinó hacia su reservado otra vez y uno tenía que preguntarse si ese cinturón no iba a reventar de golpe y a sacarle un ojo a alguien.
- ¿Estamos interrumpiendo a los dos niños bonitos de chupar esas cosas duras?
Saxton sonrió tensamente.
- Definitivamente está interrumpiendo.
- Oh, lo sieeeeento -El hombre hizo una brusca exhibición al levantar el meñique de su puro-. No tenía intención de ofenderos.
- Vámonos -dijo Blay mientras se inclinaba y apagaba su puro.
- Puedo conseguirnos otra mesa.
- ¿Os marcháis, chicos? -dijo el señor Bocazas arrastrando la voz-. ¿Vais a ir a alguna fiesta con todo tipo de puros? Tal vez deberíamos seguiros para asegurarnos de que llegáis bien.
Blay mantuvo los ojos fijos en Saxton.
- De todas formas se está haciendo tarde.
- Lo cual quiere decir que sólo estamos a mitad de nuestro día.
Blay se puso de pie y se metió la mano en el bolsillo, pero Saxton extendió la mano y le impidió sacar la cartera.
- No, permíteme.
Otra ronda de comentarios del grupo Súper Bowl-y-striptease estropeó el ambiente incluso más y dejó a Blay rechinando los dientes. Afortunadamente, Saxton no tardó mucho en pagarle al camarero y se encaminaron hacia la puerta.
Fuera, el aire moderadamente frío de la noche fue un bálsamo para sus sentidos y Blay inspiró profundamente.
- Éste sitio no es siempre así -murmuró Saxton-. De otra manera, nunca te habría traído.
- Está bien -Cuando Blay echó a andar sintió a Saxton ponerse justo a su lado.
Cuando llegaron a la entrada de un callejón, se detuvieron para dejar que un coche girara a la izquierda en la calle Commerse.
- ¿Cómo te sientes respecto a todo esto?
Blay miró de frente al otro macho y decidió que la vida era demasiado corta para fingir que no sabía exactamente lo que era "esto".
- Para ser sincero, me siento extraño.
- Y no por los encantadores tipo de ahí detrás.
- Te mentí. Nunca antes había tenido una cita. -Esto le consiguió un levantamiento de cejas y tuvo que reírse-. Sí, un auténtico jugador solitario.
El aire afable de Saxton desapareció y tras sus ojos, brilló verdadera calidez.
- Bueno, me alegro de ser el primero para ti.
Blay lo miró fijamente a los ojos.
- ¿Cómo supiste que era gay?
- No lo sabía. Sólo tenía la esperanza.
Blay se rió otra vez.
- Bueno, pues ahí lo tienes. -Después de una pausa, extendió la palma-. Gracias por esta noche.
Cuando Saxton deslizó la mano en la suya, un escalofrío de calor puro estalló entre ellos.
- Debes saber que normalmente las citas no acaban así. Asumiendo que ambas partes estén interesadas.
Blay descubrió que era incapaz de soltar la mano del macho.
- Oh… ¿De verdad?
Saxton asintió.
- Un beso es lo más normal.
Blay enfocó la atención en los labios del macho y de repente se preguntó cómo sabrían.
- Ven aquí -murmuró Saxton, rompiendo la conexión, arrastrándole al refugio del callejón.
Blay lo siguió a la oscuridad, envuelto en un hechizo erótico que no tenía ningún interés en romper. Cuando estuvieron bajo el cobijo de los edificios, sintió el pecho del macho apretarse contra el suyo y luego sus caderas se unieron.
Así pudo saber exactamente lo excitado que estaba Saxton.
Y Saxton supo que él estaba igual.
- Dime algo -murmuró Saxton-. ¿Has besado alguna vez a un macho antes?
Blay no quería pensar en Qhuinn justo ahora y negó con la cabeza para despejar la imagen. Al no funcionar eso y persistir los ojos azules y verdes del tipo, hizo la única cosa que le garantizaría dejar de pensar en su pyrocant.
Acortó la distancia entre la boca de Saxton y la suya.
* * *
Qhuinn sabía que debía haberse ido derecho a casa. Después de ser despedido de la casa de Thor, sin duda para que John y Xhex disfrutaran de un poco de conversación horizontal, debería haberse desmaterializado hasta la mansión, consolarse con algo de Herradura y ocuparse de sus malditos asuntos.
Pero nooooo. Había tomado forma frente al único bar de puros en Caldwell y observado… bajo la lluvia como un perdedor… como Blay y Saxton tomaban asiento frente a la ventana. Había tenido el lote de vistas completo de cómo su primo miraba a su mejor amigo con elegante lujuria y luego algunos cabeza de chorlito les habían hecho pasar un mal rato y ellos habían dejado sus puros casi sin fumar y sus oportos prácticamente llenos.
No queriendo que le pillaran jugando al escondite entre las sombras, Qhuinn tuvo que desmaterializarse al callejón de al lado… lo cual se convirtió rápidamente en un caso de lugar-equivocado-en-el-momento-equivocado.
La voz de Saxton llegó por encima de la brisa fresca.
- Debes saber que las citas normalmente no acaban así. Asumiendo que ambas partes estén interesadas.
- Oh… ¿De verdad?
- Un beso es lo más normal.
Qhuinn sintió que sus puños se tensaban y durante una fracción de segundo, realmente pensó en dar un paso adelante y salir de donde estaba de pie detrás del contenedor de basura. ¿Para hacer qué? ¿Interponerse entre ellos y ponerse todo encendido en plan, separaros-niños?
Bueno, sí. Exactamente
- Ven aquí -murmuró Saxton.
Mierda, el bastardo sonaba como el operador de una línea erótica, todo ronco y excitado. Y… oh, tío, Blay iba con él, siguiendo al tipo a la oscuridad.
Había veces en que el increíble sentido del oído de un vampiro era una verdadera putada. Y por supuesto… no ayudaba que asomaras la cabeza del montón de basura tras el que estabas para tener una visión clara del asunto.
Cuando los dos fueron el uno hacia el otro, la boca de Qhuinn se abrió. Pero no porque estuviera escandalizado, ni porque quisiera entrar en acción.
Simplemente no podía respirar. Era como si sus costillas y su corazón se hubieran congelado.
No… No, maldita sea, no…
- Dime algo -murmuró Saxton-. ¿Has besado alguna vez a un macho antes?
Sí, lo ha hecho, quiso gritar Qhuinn.
Blay sacudió la cabeza. Realmente lo negó.
Qhuinn cerró con fuerza los ojos y se obligó a sí mismo a apaciguarse lo suficiente como para desmaterializarse. Cuando tomó forma ante la mansión de la Hermandad, temblaba como un hijo de puta… y por un momento consideró doblarse por la mitad y fertilizar los arbustos con la cena que había comido antes de salir con Xhex y John.
Un par de inspiraciones después, decidió que era más atractivo seguir con el plan A y ponerse bien y hasta las trancas. Con eso en mente, avanzó por el vestíbulo, al que le había dejado entrar Fritz y se dirigió hacia la cocina.
Demonios, quizás debiera tomárselo con un poco más de calma. Dios sabía que Saxton no iba a querer conformarse con un beso o dos en un frío y húmedo callejón y Blay parecía estar finalmente preparado para obtener lo que necesitaba desde hacía mucho tiempo.
Así que tenía un montón de tiempo para machacar la bebida hasta perder el jodido conocimiento.
Jesu… cristo, pensó Qhuinn mientras se frotaba el pecho y oía la voz de su primo una y otra vez: Díme algo. ¿Has besado alguna vez antes a un macho?
La imagen de Blay sacudiendo la cabeza era como una cicatriz en el cerebro de Qhuinn y lo llevó directo desde la entrada de la cocina a la alacena donde se guardaban las cajas de alcohol.
Qué típico. Pillarse una buena borrachera por no querer enfrentarse a las cosas.
¿Pero alguna vez en su vida podría hacer algo según la tradición?
Al volver a atravesar la cocina, se percató de que había al menos una gracia más. Cuando ese par pasaran a la acción, tendría que ser en casa de Saxton, porque no se permitían visitas informales en la casa del Rey, nunca.
Cuando salió al vestíbulo, se detuvo en seco.
Blay estaba asomando la cabeza por el vestíbulo en ese momento.
- Que pronto has vuelto -dijo Qhuinn bruscamente-. No me digas que mi primo es tan rápido.
Blay ni siquiera se detuvo. Simplemente siguió hacia las escaleras.
- Tu primo es un caballero.
Qhuinn fue tras su mejor amigo, justo pisándole los talones.
- ¿Tú crees? Según mi experiencia, simplemente lo parece.
Eso hizo que Blay se diera la vuelta.
- Siempre te había gustado. Era tu favorito. Puedo recordar que hablabas de él como de un dios
- Cuando crecí se me pasó.
- Bueno, a mí me gusta. Mucho.
Qhuinn quiso gruñir, pero controló el impulso abriendo la botella de Herradura que había sacado de la estantería y dando un trago.
- Bien por ti. Estoy muy feliz por los dos.
- ¿De verdad? ¿Entonces por eso no estás usando un vaso?
Qhuinn rodeó a su colega y no se detuvo cuando Blay dijo:
- ¿Dónde están John y Xhex?
- Fuera. En el mundo. En el suyo propio.
- Creía que se suponía que te ibas a quedar con ellos.
- Fui momentáneamente despedido. -Qhuinn se detuvo en lo alto de las escaleras y se golpeó ligeramente la lágrima tatuada bajo su ojo-. Ella es una asesina, por amor de Dios. Puede cuidarlo perfectamente bien. Además, están retozando en la antigua casa de Tohr.
Cuándo llegó a su habitación, Qhuinn le pegó una patada a la puerta para cerrarla y se quitó la ropa. Después de beber a grandes tragos de la botella, cerró los ojos y envió una convocatoria.
Layla sería una buena compañía ahora mismo.
Le vendría de perlas.
Después de todo, había sido adiestrada para el sexo y todo lo que quería era utilizarle como gimnasio erótico. No tenía que preocuparse por hacerle daño o por que se encariñara con él. Era una profesional, como quien dice.
O lo sería cuando hubiera terminado con ella.
¿Por lo que respectaba a Blay? No tenía ni idea de porqué había vuelto el tipo en vez de irse directo a la cama de Saxton, pero una cosa estaba clara. Esos dos se sentían atraídos el uno por el otro y Saxton no era del tipo de esperar cuando encontraba a alguien que quería.
Qhuinn y su primo eran familia, después de todo.
Y eso no iba a salvar al hijo de puta de ninguna forma si le rompía el corazón a Blay.
Capítulo 41
La fiesta en la granja continuaba y continuaba y más gente seguía viniendo, aparcaban sus coches en el césped, sus cuerpos se amontonaban en las habitaciones de abajo. La mayoría de los que habían aparecido eran los que Lash había visto en el Xtreme Park, aunque no todos. Y seguían trayendo más priva. Packs de seis. Botellas. Barriles.
Sólo Dios sabía qué cosas ilegales llevaban en los bolsillos. Que demonios, había comenzado a pensar que tal vez estuviera equivocado y sus perversiones hubieran nublado el juicio del Omega.
Cuando una brisa ondulante llegó desde el norte, Lash se quedó perfectamente inmóvil, manteniendo el camuflaje en su lugar y cerrando su mente.
Sombra… proyectó una sombra en él, a través de él y alrededor de él.
La llegada del Omega fue precedida por un eclipse de luna y los idiotas de dentro no se dieron ni cuenta de lo que estaba pasando… pero esa pequeña mierda sí. El crío salió a la puerta principal, con la luz de dentro derramándose a su alrededor.
El padre de sangre de Lash tomó forma en el césped descuidado, con su túnica blanca arremolinándose alrededor de su cuerpo. Su llegada bajó la temperatura del aire más incluso. Tan pronto como tomó forma, “el mierda” se acercó a él y los dos se abrazaron.
Sintió la tentación de acercarse a la pareja y decir a su padre que no era nada más que un chupapollas caprichoso y advertir a esa pequeña rata que sus días y noches estaban contados.
La cara encapuchada del Omega se giró en dirección a Lash.
Lash se quedó perfectamente inmóvil y proyectó en su mente una pizarra completamente en blanco de forma que fuera invisible por dentro y por fuera. Sombra… sombra… sombra…
La pausa duró toda una vida, porque sin duda si el Omega presentía que Lash estaba por ahí, se acabaría el juego.
Después de un momento, el Omega volvió a concentrarse en su chico de oro y justo cuando lo hacía, algún puñetero imbécil salió por la puerta delantera, con los brazos y las piernas aleteando a lo loco mientras intentaba mantenerse derecho. Una vez en la hierba, el tipo se acercó a un sembrado de repollos pero no lo logró, antes aterrizó de rodillas y vomitó por todos los cimientos de la casa. Mientras la gente de dentro se reía de él y los ruidos de la fiesta atravesaban la noche, el Omega se deslizó hasta el umbral.
La fiesta seguía rabiando cuando entró en la casa, sin duda porque los bastardos mierdosos estaban demasiado idos para comprender que bajo esa cortina blanca, el mal acababa de aterrizar entre ellos.
No estuvieron idos mucho tiempo, sin embargo.
Una bomba masiva de luz explosionó, el estallido de iluminación barrió la casa y salió a torrentes por las ventanas hacia la línea de árboles. Cuando la rabiosa iluminación se oscureció hasta un brillo tenue, no había supervivientes en pie. Todos esos borrachines habían caído al suelo a una, los buenos tiempos se habían acabado y aún más.
Santa mierda. Si esto se dirigía adonde parecía… Lash se acercó furtivamente a la casa, cuidando de no dejar huellas literal o figuradamente y cuando se aproximaba, oyó un extraño sonido de arañazos.
Acercándose a una de las ventanas del salón, miró dentro. “El mierda” estaba arrastrando cuerpos por ahí, alineándolos uno al lado del otro en el suelo de forma que sus cabezas estuvieran mirando al norte y hubiera treinta centímetros o así entre ellos. Jesús… había tantos tipos tiesos que la rutina buen soldadito muerto se extendía todo el camino desde el pasillo hasta el comedor.
El Omega se quedó atrás como si le gustara ver a su juguetito haciendo músculos.
¡Qué mono!
Le costó casi media hora poner a todo el mundo en fila, los tíos del segundo piso fueron arrastrados escaleras abajo haciendo que sus cabezas rebotaran en cada escalón y dejaran un rastro de sangre rojo brillante.
Tenía sentido. Era más fácil empujar un peso muerto por los pies.
Cuando todo el mundo estuvo reunido, “el mierda” se puso a trabajar con un cuchillo y la cosa se convirtió en una asamblea en fila de inducciones. Comenzando por el comedor, rebanó gargantas, muñecas, tobillos y pechos y el Omega le seguía detrás, sangrando negro sobre las costillas abiertas y luego golpeándoles con electricidad antes de efectuar cardiotomías.
Nada de jarras para esta panda. Cuando los corazones eran extraídos, se lanzaban a una esquina.
¿Como en un matadero?
Para cuando todo se acabó, había un charco de sangre en el centro del salón, donde el suelo de madera se había combado, y otro en la base de las escaleras del vestíbulo. Lash no podía captar toda la vista hasta el comedor, pero estaba condenadamente seguro de que allí había uno también.
Los gemidos de los inducidos comenzaron a alzarse al poco rato y el cultivo de miseria que había sido cosechada iba a volverse más ruidoso y sucio cuando la transición hubiera pasado y el último resto de humanidad fuera vomitado de ellos.
En medio del coro de agonía y confusión, el Omega giraba por ahí, pasando sobre las masas que se contorsionaban, danzando de acá para allá, su túnica blanca rezagándose entre la porquería del suelo pero permaneciendo inmaculada.
En la esquina, “el mierda” encendió un porro y se tomó un descanso, como si estuviera tomando aliento después de un trabajo bien hecho.
Lash se retiró de la ventana y luego retrocedió hacia los árboles, manteniendo los ojos todo el rato en esa casa.
Demonios, él debería haber hecho algo así. Pero no había tenido contactos en el mundo humano de los que tirar. Al contrario que “el mierda”. Tío, esto lo iba a cambiar todo para los vampiros. Esos cabrones iban a enfrentarse a una auténtica legión de enemigos otra vez.
De vuelta en el Mercedes, Lash arrancó el motor y salió de granjalandia por el camino largo para no tener que acercarse de ningún otro modo a esa casa. Tras el volante, con el aire frío golpeándole la cara gracias al cristal de la ventana reventado por el disparo, estaba sombrío. A la mierda las hembras y toda esa mierda, de verdad. Su único objetivo en la vida era cargarse “al mierda”. Hacerse con el pequeño premio del Omega. Destruir la Sociedad Lessening.
Bueno… las hembras estaban en su mayor parte excluidas de eso. Se sentía absolutamente agotado porque necesitaba alimentarse… fuera lo que fuera lo que ocurría en su estrato exterior, en su interior todavía anhelaba sangre y tenía que resolver ese problema antes de poder enfrentarse a su papaíto.
O iba a reventar.
Mientras conducía hacia el centro, sacó su teléfono y se maravilló ante lo que estaba a punto de hacer. Pero bueno, un enemigo común tenía extrañas formas de hacer alianzas.
* * *
De vuelta en el complejo de la Hermandad, Blay se desvistió en su baño y se metió en la ducha. Mientras cogía el jabón y frotaba hasta hacer espuma, pensó en el beso de ese callejón.
En ese macho.
En… ese beso.
Moviendo las palmas sobre sus pectorales, echó la cabeza hacia atrás y dejó que el agua caliente corriera por su cabello y espalda hasta el trasero. Sentía el cuerpo como si deseara arquearse más y dejarle hacer lo suyo, desperezarse, entregarse al lujo entre la espuma caliente. Se tomó su tiempo enjabonándose el cabello y pasándose la mano enjabonada y resbaladiza por todas partes.
Mientras pensaba en ese beso un poco más.
Díos, era como si el recuerdo de los labios de ambos juntos fuera un imán que le arrastrara de vuelta a casa una y otra vez. El tirón era demasiado fuerte para luchar contra él, la conexión demasiado incitante para que quisiera evitarla.
Bajando las palmas por su torso, se preguntó dónde iba a ver a Saxton otra vez.
Cuando iban a volver a estar solos.
Moviéndose más abajo con la mano, él…
- ¿Sire?
Blay se dio la vuelta, los talones chirriando sobre el mármol. Cubriéndose la polla dura y pesada con ambas manos, se asomó por la puerta de cristal.
- ¿Layla?
La elegida le sonrió tímidamente y le recorrió con la mirada.
- ¿Se me ha llamado? ¿Para servir?
- Yo no llamé.
Tal vez se ella se confundió. A menos que…
- Qhuinn me convocó por adelantado. Asumí que esta era su habitación.
Blay cerró brevemente los ojos mientras su erección desaparecía. Y luego se dio a sí mismo una patada en el culo y cerró el agua caliente. Extendiendo el brazo, liberó la toalla de un tirón y se la envolvió alrededor de las caderas.
- No, elegida -dijo quedamente-. No aquí. En su habitación.
- ¡Oh! Perdóname, sire.
Comenzó a salir de espaldas de la habitación, con las mejillas llameando.
- No pasa nada… ¡cuidado! -Se adelantó y la cogió justo cuando tropezaba con la bañera y perdía el equilibrio-. ¿Estás bien?
- En verdad, debería haber mirado donde iba. -Levantó la vista hasta sus ojos, las manos fueron a descansar sobre sus desnudos brazos-. Gracias.
Mirándo fijamente su cara perfectamente hermosa, resultaba obvio porqué Qhuinn estaba interesado. Era etérea, eso seguro, pero había más… especialmente cuando sus párpados bajaban y sus ojos verdes destellaban.
Inocente, pero erótica. Eso era. Era una combinación cautivadora de pureza y sexo que para los machos normales era innegable… y Qhuinn ni siquiera estaba cerca de ser normal. Se tiraba a cualquier cosa.
Se preguntó si la elegida lo sabría. O si le importaría si ella lo supiera.
Con el ceño fruncido, Blay la apartó de él.
- Layla…
- ¿Sí, sire?
Bueno, demonios… ¿qué iba a decirle? Estaba condenadamente claro que no había sido llamada para alimentar a Qhuinn, porque acababan de hacerlo la noche antes.
Cristo, tal vez fuera esa la cuestión. Ya habían practicado el sexo una vez y ella volvía a por más.
- ¿Sire?
- Nada. Será mejor que te vayas. Estoy seguro de que te está esperando.
- Ciertamente -la fragancia de Layla surgió, una especia de canela llameando en la nariz de Blay-. Y por ello estoy muy agradecida.
Mientras se giraba y marchaba, Blay observó sus caderas balancearse y se sintió a punto de gritar. No quería pensar en Qhuinn practicando el sexo en la puerta de al lado… Me cago en la puta, la mansión había sido el único lugar sin contaminar por todo ese sexo extracurricular.
Ahora, sin embargo, todo lo que podía ver era a Layla entrando en la habitación de Qhuinn y dejando que esa túnica blanca cayera de sus hombros, sus pechos, su vientre y sus muslos, revelándolos a esa mirada dispareja. Estaría en su cama y bajo su cuerpo en un abrir y cerrar de ojos.
Y Qhuinn se lo haría bien. Esa era la cuestión, al menos cuando se trataba de sexo. Era generoso con su tiempo y sus talentos. Se volcaría en ella con todo lo que tenía, sus manos, su boca…
Vale. No había ninguna necesidad de ir por ahí.
Secándose, se le ocurrió que tal vez Layla era la compañera perfecta para el tipo. Con su entrenamiento, no sólo le complacería a todos los niveles, sino que nunca esperaría monogamia de él o se sentiría resentida por sus otras cruzadas o le empujaría a conexiones emocionales que él no sentía. Probablemente incluso se le uniría en la diversión, porque resultaba obvio por la forma en que caminaba que se sentía cómoda con su cuerpo.
Era perfecta para él. Mejor que Blay, eso seguro.
Además, Qhuinn había dejado claro que iba a terminar con una hembra… una hembra tradicional con valores tradicionales que preferentemente sería de la aristocracia. Asumiendo que pudiera encontrar a una que le aceptara con el defecto de esos ojos mal emparejados.
Layla encajaba totalmente con esa lista de exigencias… No había nada más de la vieja escuela y de la más alta crianza que una elegida y estaba claro que le deseaba.
Sintiéndose como si estuviera maldito, Blay fue a su armario y se puso unos pantalones cortos de nylon y una camisa Under Armour. No había forma de que fuera a quedarse allí sentado y amodorrarse con un buen libro mientras pasaba lo que fuera que iba a pasar en la puerta de al lado.
Sí. Tampoco necesitaba esas imágenes, ni siquiera en lo hipotético.
Saliendo al pasillo de estatuas, se apresuró a pasar las figuras de mármol, envidiándoles sus poses calmadas y sus caras serenas. Seguro como la mierda que toda esa rutina de paso-de-todo de ser inanimado estaba guay. No sentías ninguna alegría, pero no tenías que atravesar este ardiente dolor tampoco.
Cuando llegó al vestíbulo, salió disparado rodeando el extremo del rizado pasamanos y pasó a través de la puerta oculta. En el túnel hacia el centro de entrenamiento, echó a trotar como calentamiento y cuando emergió de la parte de atrás del armario de la oficina, no ralentizó el paso. La sala de pesas era el único lugar en el que podía estar ahora mismo. Una buena hora o así en el step StairMaster y puede que no se sintiera como si le estuvieran pelando la piel con una cuchara oxidada.
Saliendo del pasillo, se detuvo abruptamente cuando vio una figura solitaria apoyada contra la pared de hormigón.
- ¿Xhex? ¿Qué estás haciendo aquí?
Bueno, aparte de estar claramente haciendo un agujero en el suelo con la mirada.
La hembra levantó la vista y sus ojos gris oscuro parecían pozos huecos.
- Ey.
Blay frunció el ceño mientras se acercaba a ella.
- ¿Dónde está John?
- Ahí dentro -asintió con la cabeza hacia la puerta de la sala de pesas.
Lo cual explicaba el martilleo apagado que se oía. Estaba claro que alguien estaba corriendo como loco en una de las cintas.
- ¿Qué pasa? -dijo Blay, sumando la expresión de ella y lo que estaban haciendo las nikes de John… y sacando como resultado un buen montón de mierda.
Xhex dejó que la cabeza le cayera hacia atrás contra la pared que la sostenía.
- Fue todo lo que pude hacer para que volviera aquí.
- ¿Por qué?
Los ojos de ella le dedicaron una rápida pasada.
- Digamos que quiere ir a por Lash.
- Bueno, es entendible.
- Sí.
Cuando la palabra abandonó su boca, Blay tuvo la sensación de que él no sabía ni la mitad, pero estaba claro que eso era todo lo lejos que iba a llegar Xhex con la conversación.
Bruscamente, la mirada del color de nubes de tormenta se agudizó sobre la cara de él.
- Así que tú eres la razón por la que Qhuinn está de tan mal humor esta noche.
Blay respingó hacia atrás y luego negó con la cabeza.
- Eso no tiene nada que ver conmigo. Normalmente Qhuinn está de mal humor.
- Suele pasarle a la gente que va en dirección contraria. Simplemente las clavijas no encajan en agujeros cuadrados.
Blay se aclaró la garganta, pensando que los sympaths, ni siquiera los que indiscutiblemente no estaban contra ti, no era el tipo de personas que querrías tener alrededor cuando estas en carne viva y expuesto. Como, digamos, cuando el macho al que deseas está haciéndoselo con una elegida que tiene cara de ángel y un cuerpo construido para el pecado.
Sólo Dios sabía lo que estaba captando Xhex de dónde estaba ahora su cabeza.
- Bueno… voy a entrenar.
Como si su atavío no fuera suficiente pista.
- Bien. Tal vez puedas hablar con él.
- Lo haré -vaciló, pensando que Xhex parecía sentirse de forma parecida a él-. Oye, no es por nada, pero estás claramente agotada. Tal vez podrías subir a una habitación de invitados y dormir.
Ella sacudió la cabeza.
- No voy a dejarle. Y estoy aquí afuera esperando sólo porque le estaba volviendo loco el verme… no es bueno para su salud mental ahora mismo. Espero que ya no sea así cuando rompa su segunda cinta.
- ¿Segunda?
- Estoy bastante segura de que el ruido y el olor a humo de hace quince minutos significa que reventó una de ellas.
- Demonios.
- Sí.
Preparándose, Blay entró en la sala de pesas.
- Jesu… cristo. John.
Su voz no se oyó en absoluto. No obstante, el rugido de la cinta y los golpes de las zancadas de John habrían ahogado el tubo de escape de un coche.
El enorme cuerpo del tipo era una bomba a todo gas sobre la máquina, su camisa y su torso goteaban de sudor, caían gotas de sus puños cerrados y creaban rastros gemelos de humedad a ambos lados del suelo. Los dos calcetines blancos mostraban rastros rojos que subían desde los tobillos, como si se hubiera arrancado trozos de piel y los pantalones negros de nylon que le cubrían las caderas chasqueaban como una toalla húmeda.
- ¿John? -gritó Blay, mientras evaluaba la máquina quemada junto a la que el tío estaba utilizando ahora-. ¡John!
Cuando gritar no hizo que girara la cabeza, Blay se acercó a zancadas y ondeó las manos justo en el campo visual del tipo. Y luego deseó no haberlo hecho. Los ojos que se fijaron en él llameaban con un odio tan cruel, que Blay dio un paso atrás.
Cuando John se volvió a concentrar en el aire delante de su cara, quedó condenadamente claro que el cabrón iba a seguir con esto hasta que estuviera a un corto paso de tener sus piernas tropezando con las barras.
- ¡John! ¡Vamos, déjalo! ¡Te estás matando!
Joder.
Blay rodeó la pieza de equipamiento y arrancó el cable de la pared. La parada brusca hizo que John tropezara y cayera hacia delante, pero se agarró a los brazos de la consola. O tal vez simplemente se derrumbó sobre ellos.
Su pesada respiración se arrastraba dentro y fuera de su boca laxa mientras reclinaba la cabeza sobre los brazos.
Blay acercó un banco de pesas y se sentó en él para poder mirar al tipo a la cara.
- John… ¿qué demonios está pasando?
John soltó la consola y cayó sobre su culo, las piernas hundiéndose bajo él. Después de una serie de inspiraciones entrecortadas se pasó la mano por el cabello húmedo.
- Háblame, John. Quedará entre nosotros. Lo juro por la vida de mi madre.
Pasó bastante rato antes de que John levantara la cabeza y cuando lo hizo, sus ojos estaban brillantes. Y no a causa del sudor o el ejercicio.
- Háblame y no saldrá de aquí -susurró Blay-. ¿Qué pasó? Dime.
Cuando el tipo finalmente comenzó con las señas, se hizo un lío, pero Blay leyó las palabras perfectamente.
Le hizo daño, Blay. Él… le hizo daño.
- Bueno, sí, lo sé. Ya oí como estaba cuando…
John cerró los ojos con fuerza y sacudió la cabeza.
En el tenso silencio que siguió, la piel de la nuca de Blay se tensó. Oh… mierda.
Había sido más que eso. ¿No?
- ¿Cómo de malo? -gruñó Blay.
Tan malo como podría ser, vocalizó John.
- Hijo de puta. Bastardo capullo hijo de puta. ¡Rata bastarda chupapollas cabrón!
Blay no era muy aficionado a maldecir, pero a veces era todo lo que tenías que ofrecer a los oídos de los demás. Xhex no era su hembra, pero por lo que a él respectaba, no hacías daño al sexo débil. Por ninguna razón… y nunca, jamás así.
Díos, la expresión apenada de ella no había sido sólo preocupación por John. Habían sido los recuerdos. Recuerdos feos, horrendos…
- John… lo siento mucho…
Nuevas gotas cayeron por la barbilla del tipo sobre la banda negra de la cinta y John se limpió los ojos un par de veces antes de levantar la vista. En su cara, la angustia guerreaba con el tipo de furia que hacía que se te encogieran las pelotas.
Lo cual tenía perfecto sentido. Con su historia, esto era una putada a muchos niveles.
Le mataré, indicó John por señas. No puedo vivir conmigo mismo si no me ocupo de él.
Blay asintió con la cabeza, los porqués de la venganza eran obvios. ¿Machos vinculados con una mala historia?
La garantía de muerte de Lash tenía PAGADO estampado en ella.
Blay cerró un puño y ofreció sus nudillos.
- Cualquier cosa que necesites, cualquier cosa que quieras, estoy contigo. Y no diré una palabra.
John esperó un momento y luego chocó puño con puño. Sabía que podía contar contigo, vocalizó.
- Siempre -prometió Blay-. Siempre.
Capítulo 42
La casa de Eliahu Rathboone estaba totalmente silenciosa otra vez, aproximadamente una hora después del viaje abortado de Gregg al tercer piso, pero esperó un buen rato después de que el mayordomo se hubiera vuelto abajo antes de intentar otra vez el ascenso.
Holly y él pasaron el tiempo, no follando, que habría sido su antiguo modus operandi, sino hablando. Y la cuestión es que cuanto más hablaban, más se daba cuenta de lo poco que la conocía. No tenía ni idea de que sus aficiones fueran cosas como el pastel de manzana o la labor de punto. O que su mayor ambición fuera presentar un telediario… lo cual no era una sorpresa a juzgar por como estaban las cosas: montones de mujeres cabezahueca del mundo de los reality, tenían ambiciones más elevadas que presentar a domadores de caballos amateur o comentar sobre cómo se alimentan las cucarachas. Y hasta él sabía que ella lo había intentado en las noticias locales en el mercado de Pittsburg antes de ser despedida de ese puesto de nivel básico.
De lo que no tenía ni idea era de la verdadera razón de por la había dejado aquel primer trabajo. El gerente general, que estaba casado, había esperado que actuara para un tipo de cámara diferente y más privada y cuando le había dicho que no, él le había notificado el despido tras tenderle una trampa para que fracasara en antena.
Gregg había visto la cinta del reportaje donde ella había destrozado las palabras. Después de todo, hacía sus deberes y aunque la audición que había hecho para él hubiera ido genial, siempre comprobaba las referencias.
Suponía que era eso lo que había dado comienzo a sus asunciones sobre ella: cara bonita, buena percha, no mucho más que ofrecer.
Pero eso no era lo peor de su interpretación errónea. Nunca había sabido que tenía un hermano. Que era minusválido. A quién ella mantenía.
Le había mostrado una foto de ellos dos juntos.
Y cuando Gregg había preguntado en voz alta cómo era posible que él no supiera nada del muchacho, ella había tenido la honestidad de decirle las cosas tal como eran: porque habías trazado la línea y esto la traspasaba.
Naturalmente, él había tenido la reacción masculina normal de defenderse, pero el hecho era que ella tenía razón. Había dejado los límites bastante puñeteramente claros. Lo que significaba: sin celos, sin explicaciones, nada permanente y nada personal.
No era exactamente el entorno en el que querías colocarte en posición vulnerable.
Comprender eso fue lo que le hizo acercarla contra su pecho, poner la barbilla sobre su cabeza y acariciarle la espalda. Justo antes de que ella vagara al país de los sueños, había dicho algo entre dientes con voz suave. Algo como que ésta era la mejor noche que había pasado jamás con él.
Y eso a pesar de los orgasmos monstruosos que él le había proporcionado.
Bueno, que le había dado cuando a él le venía bien. Habían habido muchas citas que había anulado en el último momento, mensajes telefónicos que no devolvió y menosprecios tanto verbales como físicos.
Tío… menudo mierda estaba hecho.
Cuando Gregg finalmente consiguió levantarse, arropó a Holly, encendió la cámara de activación por movimiento y se deslizó hasta el pasillo. Silencio por todas partes.
Recorrió el pasillo pisando suavemente, fue de vuelta hasta la señal de SALIDA y se escabulló en aquel hueco de escalera de la parte de atrás. Subió los escalones, giró en el rellano, otro tramo y estaba ante la puerta.
Sin llamadas esta vez. Sacó un destornillador delgado que normalmente usaba en el mecanismo de la cámara y se dispuso a usarlo como ganzúa en la cerradura. En realidad fue más fácil de lo que había pensado. Sólo hurgó una vez, un giro y la cosa saltó.
La puerta no chirrió, lo cual le sorprendió.
Lo que estaba al otro lado, sin embargo… le dio un susto de muerte.
El tercer piso era un espacio cavernoso con un anticuado y tosco entarimado y un techo que bajaba en un ángulo pronunciado a ambos lados. Al fondo, había una mesa con una lámpara de petróleo encima y el resplandor tornaba las paredes lisas de un amarillo dorado… al mismo tiempo que iluminaba las botas negras de quienquiera que estuviera sentado en una silla justo fuera del charco de luz.
Botas grandes.
Y de repente, no hubo ninguna duda sobre quién era el HDP y lo que había hecho.
- Te tengo en la cinta -dijo Gregg a la figura.
La risa suave que le llegó de vuelta hizo que las glándulas suprarrenales de Gregg comenzara a funcionar a toda marcha: Bajo y frío, era la clase de sonido que hacían los asesinos cuando estaban a punto de ponerse a trabajar con un cuchillo.
- Cierto. -Ese acento. ¿Qué cojones era? Francés no… ni húngaro…
Lo que fuera. La idea de que Holly hubiera sido víctima de un abuso le hizo más alto y más fuerte de lo que realmente él era.
- Sé lo que hiciste. Anteanoche.
- Te diría que cogieras una silla, pero como puedes ver, sólo tengo una.
- Yo no voy jodiendo por ahí. -Gregg dio un paso adelante-. Sé lo que pasó con ella. Ella no te deseaba.
- Ella deseaba sexo.
Gilipollas cabrón.
- Estaba dormida.
- ¿Lo estaba? -La punta de la bota se balanceó arriba y abajo-. Las apariencias, como las psiques, pueden ser engañosas.
- ¿Quién coño te crees que eres?
- El dueño de esta magnífica casa. Eso es lo que soy. Soy el que te dio permiso para jugar con todas tus cámaras.
- Bueno, ya puedes ir dándole un beso de despedida a esa mierda. No voy a hacer publicidad de este lugar.
- Oh, creo que lo harás. Está en tu naturaleza.
- Tú no sabes una mierda sobre mí.
- Más bien al contrario. Eres tú quien no sabe… una mierda, como tú dices… de ti mismo. Ella pronunció tu nombre, por cierto. Cuando se corrió.
Esto enfureció a Gregg, hasta el extremo de que dio otro paso hacia adelante.
- Yo que tú tendría cuidado -dijo la voz-. No quieres resultar herido. Y se considera que estoy loco.
- Voy a llamar a la policía.
- No tienes motivo. Consentimiento entre adultos y todo esto.
- ¡Estaba dormida!
Esa bota cambió de postura y se plantó en el suelo.
- Vigila el tono, chico.
Antes de que tuviera tiempo de enardecerse por el insulto, el hombre se inclinó hacia adelante en la silla… y Gregg perdió la voz.
Lo que entró a la luz no tenía ningún sentido. A un montonazo de niveles.
Era el retrato. El de abajo, en el salón. Sólo que vivito y coleando. La única diferencia era que no tenía el pelo echado hacia atrás; le caía sobre los hombros y era el doble de largo que el de Gregg y esa cosa era negra y roja.
Oh, Dios… esos ojos eran del color de la salida del sol, brillantes y de color melocotón.
Completamente hipnóticos.
Y sí, parcialmente locos.
- Sugiero -le llegó una voz arrastrada con aquel extraño acento- que te retires de este desván y bajes con esa encantadora dama tuya.
- ¿Eres descendiente de Rathboone?
El hombre sonrió. Vale, de acuerdo… había algo que no estaba nada bien en sus dientes delanteros.
- Él y yo tenemos cosas en común, es verdad.
- Jesús…
- Es hora de que te vayas y termines tu pequeño proyecto. -Ya no sonreía, lo cual se puede decir que fue un alivio-. Y una palabra de consejo en lugar de la patada en el culo que estoy tentado de darte. Podrías cuidar de tu mujer mejor de lo que lo has estado haciendo últimamente. Ella tiene sentimientos sinceros por ti, lo cual no es culpa suya y los cuales claramente no te has merecido o no olerías a culpa en este momento. Tienes suerte de tener a la que quieres a tu lado, así que deja de ser un ciego engañándote al respecto.
Gregg no se dejaba impresionar tanto a menudo. Pero por su vida que no tenía ni idea de qué decir.
¿Cómo sabía tanto este extraño?
Y Cristo, Gregg odiaba que Holly hubiera estado con algún otro… pero ¿había pronunciado su nombre?
- Di adiós. -Rathboone levantó su propia mano e imitó el gesto de un niño-. Prometo dejar en paz a tu mujer a condición de que dejes de ignorarla. Ahora procede, ¡adiós!
Por un reflejo que no era propio de él, Gregg subió el brazo y lo agitó un poco antes de que sus pies le dieran la vuelta a su culo y comenzaran a andar hacia la puerta.
Dios, le dolían las sienes. Dios… demonios… ¿por qué estaba… donde…?
Su mente rechinó hasta detenerse, como si sus engranajes hubieran sido pegados con pegamento.
Bajar al segundo piso. Bajar a su cuarto.
Cuando se quitó la ropa y entró en la cama en calzoncillos, puso la dolorida cabeza sobre la almohada junto a la de Holly, la acercó contra él, e intentó recordar…
Se suponía que tenía que hacer algo. ¿Qué era…?
El tercer piso. Tenía que subir al tercer piso. Tenía que averiguar lo que pasaba allí…
Un dolor crudo le atravesó el cerebro como una lanza, matando no sólo el impulso de ir a cualquier lugar, sino cualquier interés sobre lo que había sobre ellos en el desván.
Cerrando los ojos, tuvo la más extraña de las visiones de un extranjero desconocido, con una cara familiar… pero entonces perdió el jodido conocimiento y nada más importó.
Capítulo 43
L a infiltración en la mansión de al lado no planteó ningún problema en absoluto. Después de hacer una estimación de la actividad de la mansión y no encontrar nada que sugiriera movimiento tras sus muros, Darius declaró que Tohrment y él entrarían… y entraron. Desmaterializándose desde el anillo de árboles que separaba las dos fincas, volvieron a tomar forma junto al ala de la cocina, tras lo cual simplemente entraron directos a través del robusto marco de madera de la puerta.
Desde luego el mayor obstáculo para traspasar el exterior era superar la aplastante sensación de temor.
Con cada paso y cada aliento, Darius tenía que obligarse a seguir adelante, sus instintos le gritaban que estaba en el lugar equivocado. Y aún así se negaba a dar media vuelta. Se había quedado sin otras vías factibles que recorrer y aunque la hija de Sampsone bien pudiera no estar aquí, sin otra pista, tenía que hacer algo o se volvería loco.
- Esta casa da la sensación de estar hechizada -murmuró Tohrment mientras ambos miraban en torno a la sala común de los criados.
Darius asintió con la cabeza.
- Pero recuerda que cualquier fantasma descansa únicamente en tu mente y no está entre quien sea que habite bajo este techo. Ven, debemos localizar alguna dependencia subterránea. Si los humanos se la han llevado, tendrán que retenerla bajo tierra.
Cuando pasaron silenciosamente por delante del enorme hogar de la cocina y las carnes curadas colgadas de ganchos, quedó clarísimo que era una casa humana. Todo alrededor estaba en silencio; en contraste con una mansión de vampiro, donde este sería el momento de mayor actividad para la preparación para la Última Comida.
Desafortunadamente, el que aquella casa estuviera habitada por la otra raza no era una confirmación de que la hembra no estuviera retenida aquí dentro… y posiblemente podría sugerir esa conclusión. Aunque los vampiros sabían con certeza de la existencia del género humano, sólo había abundantes mitos de vampiros en la periferia cultural humana… porque así era como los de los colmillos sobrevivían con la mayor facilidad. De todos modos, de vez en cuando había contactos inevitables y de buena fe entre aquellos que elegían permanecer ocultos y los de ojos curiosos y estos roces infrecuentes de unos con otros explicaban las historias de miedo humanas y las historias fantásticas de cualquier tipo, desde «la banshee» hasta «las brujas», «los fantasmas» o «los chupasangre». En efecto, la mente humana parecía adolecer de una necesidad muy severa de inventar, en ausencia de pruebas concretas. Lo cual tenía sentido dada la apreciación autoreferencial de la raza respecto al mundo y su lugar en él: cualquier cosa que no encajara era metido a la fuerza en la superestructura, incluso si eso significaba crear elementos «paranormales»
Y qué hazaña sería para una casa adinerada capturar una evidencia física de tales efímeras supersticiones.
Especialmente una bella e indefensa evidencia.
No había rumores de que la casa hubiera estado vigilada. De que los vecinos hubieran sido testigos de singularidades. De que hubieran sido expuestas y advertidas de improviso diferencias raciales en virtud de que las dos fincas estuvieran hermanadas en el paisaje.
Darius juró por lo bajo y pensó que esta era la razón por la que los vampiros no deberían vivir tan cerca de humanos. La separación era lo mejor. Congregación y separación.
Tohrment y él cubrieron la primera planta de la mansión desmaterializándose de una habitación a otra, cambiando cuando lo hacían las sombras arrojadas por la luz de la luna, pasando entre el mobiliario labrado y los tapices sin sonido ni sustancia.
¿La mayor preocupación, la razón por la cual no cruzaban los suelos de piedra a pie? Perros durmiendo. Muchas mansiones los tenían como guardias y esa era una complicación sin la cual podían pasar perfectamente. Con un poco de suerte si hubiera alguno dentro de la casa, estaría acurrucado a los pies de la cama del amo.
Y lo mismo sería válido para cualquier guardia personal.
Sin embargo, tenían la fortuna de su lado. Ningún perro. Ningún guardia. Al menos, no los vieron, oyeron ni olieron… y fueron capaces de localizar el paso que conducía al subterráneo.
Ambos generaron velas y encendieron las mechas, las llamas vacilaban sobre los toscos escalones tallados de manera apresurada y descuidada y las paredes desiguales; todo lo cual parecía indicar que la familia nunca había morado abajo, sólo los criados.
Más confirmación de que esta no era una casa vampiro. En tales casas las estancias bajo tierra estaban entre lo más lujoso.
Abajo, en el nivel inferior, la piedra bajo sus pies cedió paso a la tierra prensada y el aire se volvió pesado por la fría humedad. Al avanzar más bajo la gran mansión, encontraron almacenes llenos de barriles de vino, aguamiel y arcones de carnes saladas y cestas de patatas y cebollas.
Allá al fondo, Darius esperaba encontrar un segundo grupo de escaleras que pudieran llevarlos de regreso de la tierra. En cambio, sólo llegaron al final del pasillo subterráneo. Ninguna puerta. Sólo una pared.
Miró alrededor para ver si había algún rastro sobre la tierra o grietas en las piedras que indicaran un panel o sección escondidos. No había ninguno.
A fin de estar seguros, Tohrment y él recorrieron con sus manos la superficie de la pared y el suelo.
- Había muchas ventanas en los pisos superiores -murmuró Tohrment-. Pero quizás si la tienen arriba, podrían haber echado las cortinas. O, ¿podría ser que tuvieran cuartos interiores?¿O los mayhap allí son cuartos interiores sin ventanas?"
Mientras la pareja se enfrentaba al callejón sin salida con el que habían topado, aquel sentimiento de temor, de estar en un lugar equivocado, aumentó en el pecho de Darius hasta que se le entrecortó el aliento y se le formó sudor bajo los brazos y éste descendió por su espina dorsal. Tuvo la sensación de que Tohrment estaba sufriendo un ataque similar de ansiosa inquietud, ya que el macho se movía alternando su peso de una pierna a otra, una y otra vez.
Darius sacudió la cabeza.
- Verdaderamente, al parecer ella está en otra parte…
- Muy cierto, vampiro.
Darius y Tohrment se giraron en redondo desenvainando sus dagas.
Al mirar lo que los había sorprendido, Darius pensó… Bien, esto explica el temor.
La figura vestida de blanco que bloqueaba la salida no era humana y no era vampiro.
Era un symphath.
Capítulo 44
Mientras Xhex esperaba fuera de la sala de pesas, consideraba sus emociones con desapasionado interés. Era, suponía, como observar el rostro de un extraño y tomar nota de sus imperfecciones, su colorido y sus facciones, solamente porque se lo hubieran puesto delante para ser observado.
Su deseo de venganza había sido eclipsado por una sincera preocupación por John. Sorpresa, sorpresa.
Por otro lado, nunca hubiera imaginado que llegaría a ver ese tipo de furia en persona y tan de cerca y menos en alguien como él. Era como si tuviera una bestia interior que se hubiera liberado de algún tipo de jaula interna rugiendo.
Tío, un macho vinculado no era algo a lo que quisieras joder. Y no se engañaba. Esa era la razón de que hubiera reaccionado como lo había hecho… y también la causa del aroma a especias oscuras que percibía cada vez que lo tenía alrededor desde que había salido del encierro impuesto por Lash: en algún momento, en el correr de las semanas que duraron sus brutales vacaciones, la atracción y respeto que sentía John por ella había cuajado, convirtiéndose en algo irrevocable.
Mierda. Menudo lío.
Cuando el sonido de la cinta de correr cesó abruptamente, estuvo dispuesta a apostar a que Blaylock había desconectado el cable de la pared y bien hecho si así había sido. Ella había intentado detener el intento de suicidio-por-Nike de John, pero cuando el razonamiento no la llevó a ninguna parte, adoptó la posición de centinela frente a la puerta.
No era capaz de observarlo mientras corría hasta caer al suelo rendido. Escucharlo castigarse ya era suficientemente malo.
Al otro lado del pasillo, la puerta de cristal de la oficina se abrió y por ella entró el Hermano Tohrment. A juzgar por el brillo que emanaba desde detrás de él, Lassiter también había acudido al centro de entrenamiento, pero el ángel caído permanecía rezagado.
- ¿Cómo está John? -Cuando el Hermano se acercó, la preocupación estaba en su rostro serio, sus ojos cansados y también su rejilla emocional, que estaba encendida en las secciones del remordimiento.
Lo cual tenía mucho sentido a un montón de niveles.
Xhex miró hacia la puerta de la sala de pesas.
- Parece que está pensando en cambiar de oficio y convertirse en corredor de maratones. O eso o acaba de liquidar otra cinta de correr.
La altura superior de Tohr la obligó a levantar la cabeza y la sorprendió ver lo que había tras sus ojos azules. En su mirada había conocimiento, profundo conocimiento que provocó que en sus propios circuitos emocionales se encendiera la desconfianza. Por experiencia personal sabía que los extraños que te miraban de esa forma eran peligrosos.
- ¿Cómo estás tú? -preguntó suavemente.
Era extraño; no había tenido mucho contacto con el Hermano, pero cada vez que sus caminos se habían cruzado, él siempre había sido especialmente… bueno, amable. Y ese era el motivo de que siempre lo evitara. Se relacionaba mucho mejor con la severidad que con la ternura.
Para ser franca la ponía nerviosa.
Cuando ella permaneció en silencio, el rostro de él se tensó, como si se sintiera desilusionado pero no la culpara por su deficiencia.
- Está bien -dijo él-. No me entrometeré.
Jesús, era una perra.
- No, no pasa nada. Es sólo que en realidad no quieres que te dé una respuesta a eso en este momento.
- Es razonable. -Al mirar la puerta del gimnasio, entrecerró los ojos y ella tuvo la clara impresión de que se sentía tan excluido de esto como ella misma, excluida por el macho que estaba sufriendo al otro lado-. Entonces, ¿llamaste a la cocina para comunicarte conmigo?
Ella sacó la llave que John había utilizado para entrar a la antigua casa del tipo.
- Sólo quería devolverte esto y decirte que hubo un problema.
La rejilla emocional del Hermano quedó negra y vacía, todo se oscureció.
- ¿Qué clase de problema?
- Una de las puertas correderas de cristal está rota. Serán necesarias un par de planchas de contrachapado para taparla. Pudimos volver a activar la alarma de seguridad así que los detectores de movimiento internos están encendidos, pero entra una corriente tremenda. Me gustaría arreglarla hoy mismo.
Asumiendo que John liquidara el resto de las máquinas de ejercicios o se quedara sin zapatillas o cayera redondo al suelo.
- ¿Cuál…? -Tohr se aclaró la garganta-. ¿Cuál de las puertas?
- La de la habitación de John Matthew.
El Hermano frunció el ceño.
- ¿Estaba rota cuando llegasteis allí?
- No… estalló espontáneamente.
- El cristal no se comporta de esa forma sin una buena razón.
¿Y no le había dado ella una muy buena a John Matthew?
- Muy cierto.
Tohr la miró fijamente, ella le sostuvo la mirada y el silencio se volvió espeso como el lodo. No obstante, el asunto era que por muy agradable, buena persona y excelente soldado que fuera el Hermano, ella no tenía nada que contarle.
- ¿Con quién tengo que hablar para que me consiga el contrachapado? -incitó.
- No te preocupes por eso. Y gracias por informármelo.
Cuando el Hermano se volvió y comenzó a caminar de regreso a su oficina, ella se sintió como el demonio… lo cual suponía era otro aspecto que la unía a John Matthew. Salvo que en vez de marcar un nuevo récord de velocidad en tierra para liberar la presión, ella simplemente deseaba sacar el cuchillo y cortarse la parte interna de los antebrazos.
Dios, a veces era una llorona emotiva, de verdad. Pero esos cilicios que llevaba no sólo mantenían a raya su lado symphath, también ayudaban a amortiguar emociones que no deseaba sentir.
Que eran ceeeeeeeeerca del noventa y nueve por ciento de las emociones, muchas gracias.
Diez minutos después, Blaylock asomó la cabeza por la puerta. Mantuvo los ojos fijos en el suelo y sus emociones eran un cataclismo, lo cual tenía mucho sentido. A nadie le gustaba presenciar la autodestrucción de un amigo y tener que conversar con la persona que había empujado al pobre bastardo a iniciar la caída libre no era exactamente una ocasión feliz.
- Escucha, John ha ido al vestuario a darse una ducha. Logré que abandonara los pasos de Perseguido, pero está… necesita un poco más de tiempo, creo.
- Está bien. Seguiré esperándolo aquí en el pasillo.
Blaylock asintió y luego se produjo un silencio incómodo.
- Ahora iré a entrenar un poco.
Después de que la puerta se cerrara, recogió su chaqueta y sus armas y caminó lentamente hacia el vestuario. La oficina estaba vacía, lo que significaba que Tohr debía haber seguido su alegre camino en busca de un doggen para organizar la Hora de la Herramienta de Un chapuzas en casa.
Y el silencio ensordecedor le indicaba que tampoco había nadie en ninguno de los salones de clase, ni en el gimnasio ni en la clínica.
Deslizándose contra la pared, dejó que su trasero golpeara en el suelo y dejó los brazos colgando libremente sobre las rodillas. Dejó caer la cabeza hacia atrás y cerró los ojos.
Dios, estaba exhausta…
- ¿John aún está allí dentro?
Xhex se despertó de repente, con el arma apuntada directamente al pecho de Blaylock. Cuando el tipo saltó hacia atrás, puso inmediatamente el seguro al arma y bajó el cañón.
- Lo siento, los viejos hábitos nunca mueren.
- Ah, sí. -El tipo señaló a la puerta del vestuario con su toalla blanca-. ¿John aún está allí dentro? Ya ha pasado más de una hora.
Ella giró la muñeca y miró el reloj del que se había apropiado.
- Cristo.
Xhex se puso de pie y abrió una rendija. El sonido de la ducha no resultaba muy alentador.
- ¿Hay otra forma de salir?
- Sólo la que da a la sala de pesas… cuya otra puerta da a este mismo pasillo.
- Está bien, iré a hablar con él -dijo rezando por que fuera lo correcto.
- Bien. Yo terminaré de entrenar. Llámame si me necesitas.
Empujó la puerta para entrar y dentro el lugar resultó ser común y corriente, lleno de hileras de taquillas de metal color beige separadas por bancos de madera. Siguiendo el sonido del agua que caía se dirigió hacia la derecha y pasó frente a una bahía de mingitorios, compartimentos sanitarios y lavabos que parecían solitarios sin un conjunto de machos sudorosos y desnudos que les dieran uso y deambularan por allí dándose golpes con las toallas.
Encontró a John en un área abierta con docenas de rociadores y azulejos cubriendo cada centímetro cuadrado de suelos, paredes y techo. Aún llevaba puestos la camiseta y los pantaloncillos y estaba sentado contra la pared, con los codos apoyados sobre las rodillas, los brazos colgando y la cabeza baja, mientras el agua se precipitaba sobre sus enormes hombros y su torso.
Lo primero que pensó fue que afuera ella había estado sentada exactamente en la misma posición.
Su segundo pensamiento fue que la sorprendía que pudiera soportar la inmovilidad. Su rejilla emocional no era lo único encendido; esa sombra que había detrás estaba igualmente en llamas por la angustia. Era como si sus dos mitades estuvieran guardando una especie de luto debido, sin duda, a que ya había sufrido o presenciado demasiadas pérdidas crueles en esta vida… y quizás en la otra. Y la situación emocional en que lo dejaban todas esas pérdidas la aterraba. El vacío denso y negro originado en él era tan poderoso, que pervertía la superestructura de su psique… llevándole al mismo lugar en que ella se había encontrado cuando estaba en la puñetera SR.
Llevándolo al punto exacto de la locura.
Al pasar por encima del reborde embaldosado del suelo, se le puso la piel de gallina a causa del aire helado que emanaba de los sentimientos de John… y la realidad de que lo había vuelto a hacer. Esto era como lo de Muhrder, sólo que peor.
Jesús, cuando se trataba de machos de valía era como una jodida viuda negra.
- ¿John?
Él no alzó la vista, aunque no estaba segura de que fuera consciente de que estaba delante de él. Había regresado al pasado, absorbido y retenido por la prensa de los recuerdos…
Frunciendo el ceño, se encontró siguiendo con la vista el rastro de agua que formaba un río al abrirse camino para salir de debajo de él y transitar la planicie embaldosada… hasta llegar al sumidero.
El sumidero.
Algo había ocurrido con ese sumidero. Algo que tenía que ver con… ¿Lash?
Al amparo del abrazo de la soledad y con el suave sonido del agua que caía como telón de fondo, liberó su lado malo para servir a un buen propósito: como un gran torrente, sus instintos symphath se zambulleron en John, penetrando a través de su territorio físico y hundiéndose profundamente en su mente y sus recuerdos.
Al mismo tiempo que él inclinaba la cabeza y la miraba sobresaltado, todo se volvió rojo y bidimensional, el azulejo se volvió de un color rosa subido, el cabello oscuro y empapado de John se volvió del color de la sangre y el agua centelleó como si fuera champagne rosado.
Las imágenes que obtuvo estaban delineadas por la pluma del terror y la vergüenza: una oscura escalera en un edificio de apartamentos no muy distinto a donde él la había llevado; él era un pequeño pretrans y estaba siendo forzado por un fétido macho humano…
Oh. Dios.
No.
A Xhex se le aflojaron las rodillas y se tambaleó… luego simplemente se dejó caer al suelo, aterrizando en el embaldosado resbaladizo con tanta fuerza que todos sus huesos repiquetearon y sus dientes castañetearon.
No… John no, pensó. No cuando estaba indefenso, era inocente y estaba tan pero tan solo. No cuando estaba perdido en el mundo humano, hurgando en la basura para sobrevivir.
A él no. No de esa forma.
Con su lado symphath al descubierto y sus ojos brillando indudablemente de un color rojo, se quedaron allí sentados mirándose uno al otro. Él sabía que le había explorado y odiaba que supiera lo que sabía, con tal furia que prudentemente se guardó todo su dolor y conmiseración para sí misma. Sin embargo, no parecía estar resentido por su invasión. Más bien se trataba de que deseaba fervientemente no haber tenido ese tipo de experiencia que compartir con nadie.
- ¿Qué tiene que ver Lash con eso? -preguntó bruscamente-. Porque ocupa toda tu mente.
John dirigió los ojos hacia el sumidero que había en el centro y ella obtuvo la impresión de estar viendo un charco de sangre que se había formado alrededor de la chapa de acero inoxidable. La sangre de Lash.
Xhex entrecerró los ojos, el transfondo era bastante malditamente fácil de suponer; Lash había descubierto el secreto de John. De alguna forma. Y no necesitaba que su lado symphath le dijera lo que había hecho el cabrón con ese tipo de información.
Un locutor de béisbol no buscaría nada menos que una audiencia.
Cuando John volvió a mirarla, sintió una comunión inquebrantable con él. Sin barreras, sin preocupaciones acerca de ser vulnerable. A pesar de que ambos estaban completamente vestidos, cada uno estaba desnudo frente al otro.
Sabía condenadamente bien que nunca iba a conseguir esto con ningún otro macho. O persona. Él sabía sin necesidad de palabras todo lo que ella había sufrido y todo lo que ese tipo de experiencias producía cuando eran desencadenadas. Y ella sabía lo mismo respecto a él.
Y tal vez esa sombra en su rejilla emocional era como una especie de bifurcación de su psique causada por el trauma que había sufrido. Quizás su mente y su alma se habían reunido y habían acordado erradicar el pasado y ponerlo en la parte posterior de su ático mental y emocional. Quizás ese fuera el motivo de que ambas facetas estuvieran tan intensamente vivas.
Tenía sentido. Como también la sed de venganza que estaba sintiendo. Después de todo, Lash había estado íntimamente involucrado en ambos males, el de él y el de ella.
¿El conocimiento de un caso como el de John en las manos equivocadas? Era casi tan malo como el horror en sí mismo porque volvías a revivir la misma mierda cada vez que alguien más se enteraba de la historia. Y era por eso que ella nunca hablaba de la época en la que había vivido en la colonia con su padre, o de la mierda vivida en la clínica médica humana… o… sí…
John levantó el dedo índice y se dio golpecitos cerca del ojo.
- ¿Los míos están rojos? -murmuró ella. Cuando él asintió, se frotó el rostro-. Lo siento. Es probable que vaya a necesitar otro par de cilicios.
Mientras él cerraba el agua, ella dejó caer las manos.
- ¿Quién más lo sabe? Lo que te ocurrió.
John frunció el ceño. Luego articuló: Blay, Qhuinn. Zsadist. Havers. Una terapeuta. Cuando sacudió la cabeza, lo tomó como que ese era el fin de la lista.
- No le diré nada a nadie.
Con sus ojos recorrió el enorme cuerpo desde los hombros, pasando por los poderosos bíceps hasta los tremendos muslos… y se descubrió deseando que hubiera tenido ese tamaño en la época de lo ocurrido en aquella escalera mugrienta. Al menos ya no lucía de la misma forma que cuando le habían hecho daño… aunque eso era cierto sólo respecto al exterior. Internamente, tenía todas las edades que había atravesado alguna vez, era el bebé que había sido abandonado, el niño no deseado, el pretrans que se había encontrado solo en el mundo… y ahora el macho adulto.
Que era un pateaculos en el campo de batalla, un amigo leal y, a juzgar por lo que le había hecho al lesser en la casa de piedra arenisca y lo que indudablemente quería hacerle a Lash, un enemigo muy peligroso.
Y eso no hacía más que incrementar el problema: en lo que a ella concernía, el hijo del Omega moriría a sus manos.
Aunque no era necesario que aclararan ese punto ahora.
Cuando sintió que la humedad del embaldosado se colaba en los fondillos de sus pantalones y John comenzó a gotear agua sobre ella, se sintió sorprendida por lo que deseaba hacer.
En muchos aspectos, no tenía sentido alguno y ciertamente no era una buena idea. Pero en este momento que compartían, la lógica no era el actor principal.
Xhex se movió hacia delante y puso las palmas de sus manos sobre el suelo resbaladizo de la ducha. Avanzando lentamente, mano, rodilla, mano, rodilla, se acercó a él.
Se dio cuenta del momento en que él captó su aroma.
Porque debajo de los empapados pantalones de deporte su pene se crispó y endureció. Cuando estuvieron cara-a-cara, fijó los ojos en su boca.
- Nuestras mentes ya están unidas. Deseo que nuestra carne las siga.
Con esto, se acercó y ladeó la cabeza. Justo antes de besarlo se detuvo, pero no porque le preocupara que fuera a apartar la cara… sabía por el aroma vinculante a especias oscuras que estaba emanando, que John no estaba interesado en apartarse.
- No, John, lo entendiste mal. -Leyendo sus emociones, sacudió la cabeza-. No eres la mitad del hombre que podrías ser a causa de lo que te hicieron. Eres el doble de lo que sería cualquier otro, porque sobreviviste.
* * *
Sabes, la vida te colocaba en lugares que nunca hubieras imaginado.
Bajo ninguna circunstancia, ni siquiera en las peores pesadillas que su subconsciente pudiera haber vomitado, a John se le hubiera ocurrido pensar que sería capaz de soportar que Xhex se enterara de cómo le habían hecho daño cuando era joven.
El asunto era que sin importar cuán grande o fuerte se hubiera vuelto su cuerpo nunca llegaría a suprimir la realidad de lo débil que había sido una vez. Y el peligro de que aquellos a quienes respetaba pudieran enterarse, hacía que esa debilidad resurgiera, no sólo una vez sino que perpetuamente.
Sin embargo aquí estaba, no sólo con su esqueleto fuera del armario, sino envuelto en luces estroboscópicas.
¿Y en cuánto a su ducha de dos horas? Aún se estaba muriendo por dentro porque ella hubiera sido lastimada de esa forma… era demasiado doloroso para pensar en ello, demasiado horrible como para no afligirse. Luego había que añadir su necesidad como macho emparejado ¿protegerla y mantenerla a salvo? ¿Y el hecho de que sabía exactamente cuán espantoso era ser atormentado de esa forma?
Si sólo la hubiera encontrado antes… si se hubiera esforzado más…
Sí, pero ella se había liberado a sí misma. ¿No es cierto? No había sido él el que la liberara… coño, había estado en la mismísima jodida habitación en la que había sido violada, con ella al lado y ni siquiera se había enterado que estaba allí.
Era casi demasiado para vivir con ello, todos los estratos y las encrucijadas hacían que le zumbara la cabeza al punto de que sentía como si su cerebro se hubiera convertido en un helicóptero que estuviera a punto de elevarse más y más, alejándose para no regresar jamás.
Lo único que lo mantenía enfocado era la perspectiva de matar a Lash.
Mientras supiera que el cabrón seguía respirando y andando por el mundo, John tenía un foco que mantenía en su sitio el techo de su casa.
Matar a Lash era su enlace con la cordura y la determinación, el galvanizado de su acero.
Sin embargo también era otra debilidad intrínseca, en el sentido de que si no vengaba a su hembra para él sería el fin-del-juego.
- John -dijo ella, haciendo un esfuerzo evidente por apartarlo de su depresión.
Concentrándose en ella, miró fijamente a esos ojos rojos y brillantes que le recordaron que era una symphath. Lo que significaba que podía buscar dentro de él y disparar sus trampillas interiores, haciendo salir sus demonios sólo para verlos danzar. Salvo que no lo había hecho, ¿verdad?… había entrado en su interior, sí, pero sólo para entender qué le ocurría. Y después de observar sus lugares sombríos, no estaba riéndose ni apuntándole con un dedo, ni retrocediendo asqueada.
En vez de eso, se le había acercado andando a cuatro patas como una gata, con aspecto de querer besarlo.
Bajó la vista hasta sus labios.
Y quién lo hubiera creído, sí podría enfrentarse a ese tipo de conexión. Las palabras no eran suficientes para mitigar el odio que sentía hacia sí mismo, pero las manos de ella sobre su piel, su boca sobre la de él, su cuerpo contra el propio… eso, no hablar, era lo que necesitaba.
- Es cierto -dijo ella, con ojos ardientes y no sólo por el lado symphath que había en ella-. Tú y yo necesitamos esto.
John levantó los brazos y le puso las manos frías y húmedas sobre el rostro. Luego miró a su alrededor. Este podía ser el momento, pero definitivamente no era el lugar.
No iba a hacerle el amor sobre el azulejo duro.
Ven conmigo, vocalizó, poniéndose de pie y tirando de ella hasta que la tuvo a su lado.
Cuando abandonaron el vestuario, su erección abultaba la parte delantera de los pantalones, el impulso de aparearse rugía en su sangre, no obstante lo mantenía a raya por la necesidad de hacer las cosas bien en deferencia a ella, brindándole un trato gentil en lugar de la violencia que había sufrido.
En vez de avanzar por el túnel en dirección a la casa principal, avanzó hacia la derecha. De ninguna forma subiría a su habitación con ella del brazo y luciendo una erección del tamaño de una viga. Además, estaba empapado.
Demasiado que explicar para la audiencia permanente que prometía la mansión.
Junto al vestuario, pero sin estar conectada a él, había una instalación deportiva para estiramiento con camillas de masaje y una bañera de hidromasaje en una esquina. El lugar también tenía gran cantidad de colchonetas azules que no se usaban desde que las habían tendido allí… los Hermanos apenas si tenían tiempo de entrenar, mucho menos de jugar a las bailarinas con sus tendones y glúteos.
John apuntaló la puerta cerrada con una silla de plástico y se giró para enfrentar a Xhex. Ella estaba paseando por el lugar y en su opinión, ese cuerpo elástico y esos suaves pasos largos eran mejores que cualquier espectáculo completo de strip-tease.
Estirando la mano hacia un lado, apagó las luces.
El letrero de Salida de color rojo y blanco que había sobre la puerta creaba un charco de luz tenue que su cuerpo partía a la mitad y su sombra alta y oscura dividía ese haz todo el camino a lo largo del suelo azul hasta llegar a los pies de Xhex.
- Dios, te deseo -dijo ella.
No iba a tener que decirlo dos veces. Se sacó los Nikes de una patada, se quitó la camiseta pasándosela por encima de la cabeza y dejó que flotara hasta caer sobre las colchonetas. Luego enlazó la cinturilla de sus pantalones cortos con los pulgares y los bajó por sus muslos, dejando que su pene se liberara, quedando erguido y apuntando directamente hacia fuera. El hecho de que la señalara a ella como un cetro de adivino no le sorprendía en lo absoluto… todo desde su mente hasta su sangre, incluyendo a su corazón palpitante, estaba concentrado en la hembra que permanecía a no más de tres metros de distancia.
Pero no iba a saltar sobre ella y comenzar a machacar. No. Ni aunque se le pusieran las pelotas del color de un pitufo…
Sus pensamientos dejaron de ser coherentes en cuanto ella se llevó las manos al borde de la sudadera y con un elegante tirón, se la subió por el torso hasta hacerla pasar por encima de la cabeza. Debajo, no llevaba nada salvo su hermosa y suave piel y sus pechos tensos y erguidos.
Su aroma lo llamó desde el otro lado de la habitación y él comenzó a jadear, mientras tanto los ágiles dedos de ella fueron hacia el nudo de los pantalones de médico que llevaba puestos, lo deshizo y la delgada tela de algodón verde cayó precipitadamente hasta sus tobillos.
Oh… Dios querido, estaba gloriosamente desnuda ante él y las impresionantes líneas de su cuerpo eran deslumbrantes; a pesar de que ya habían mantenido relaciones sexuales dos veces, ambas habían sido apresuradas y ardientes, así que nunca había tenido oportunidad de mirarla convenientemente…
John parpadeó con fuerza.
Por un momento lo único que pudo ver fueron todas esas magulladuras que tenía cuando la encontró, especialmente las que estaban en la parte interna de los muslos. Ahora que sabía que no las había obtenido solamente por haber estado luchando mano a mano…
- No vayas por ahí, John -dijo ella con voz ronca-. Yo no lo hago y tú no deberías. Simplemente… no pienses en ello. Él ya nos ha quitado demasiado a ambos.
La garganta se le tensó alrededor de un rugido de venganza, el cual se las arregló para sofocar sólo debido a que sabía que ella tenía razón. A base de pura fuerza de voluntad, decidió que esa puerta que había detrás de él, la que había cerrado y obstruido con una silla, iba a mantener fuera no sólo a los transeúntes de la variedad viviente, sino también a los fantasmas de las maldades que les habían hecho.
Ya habría tiempo cuando estuviera al otro lado de esta grupo privado, de igualar el marcador.
Eres tan hermosa, vocalizó.
Pero por supuesto que ella no podía verle los labios,
Supuso que iba a tener que demostrárselo.
John avanzó un paso y otro y otro. Y no era solo él el que avanzaba hacia ella. Ella lo encontró a la mitad, a medio camino entre el punto A que la representaba a ella y el punto B que lo representaba a él, la silueta de ella estaba contenida en la sombra que arrojaba su propio cuerpo y sin embargo era lo único que él veía.
Cuando se encontraron, su pecho estaba bombeando al igual que su corazón. Te amo, vocalizó en la oscura franja que recortaba en la luz.
Ambos tendieron la mano hacia el otro en el mismo momento: él hacia el rostro de ella. Ella colocó las suyas en las costillas de él. Sus bocas pusieron fin al viaje en un ambiente estático y electrizante, sus labios se conectaron, suavidad sobre suavidad, calidez sobre calidez. Atrayéndola hacia su pecho desnudo, John, le rodeó los hombros con sus gruesos brazos sosteniéndola firmemente mientras profundizaba el beso… y ella estaba perfectamente sintonizada con él, pasándole las palmas de las manos por los flancos para luego deslizarlas hacia abajo hasta la parte baja de la espalda.
Su pene se desplazó hacia arriba quedando entre ambos cuerpos y la fricción de su estómago y el de ella enviaba lanzas de calor que le lamían la columna vertebral de arriba abajo. Pero John no tenía prisa. Movía las caderas hacia delante y hacia atrás con movimientos lentos, rozando su erección contra ella mientras desplazaba las manos por los brazos y luego por la cintura.
Hundiendo profundamente la lengua en su boca, deslizó lentamente una de las manos hacia su cabello corto, hasta la base de su cuello y dejó que la otra se dirigiera hacia la parte trasera de su muslo. Ante el suave tirón, ella levantó la pierna, el elegante músculo se flexionó…
Con una ágil ondulación, Xhex precipitó los acontecimientos, saltando sobre él, envolviéndole las caderas con la pierna que hasta ese momento había estado sosteniendo su peso. Cuando el pene se encontró con algo caliente y húmedo, él gimió y descendió con ella hasta el suelo, sosteniéndola contra sí mientras bajaba hacia las colchonetas y la tendía debajo de él.
John interrumpió el beso y se apartó lo suficiente como para poder recorrerle el costado de la garganta con la lengua. Afirmándose sobre su cuello, succionó sus tendones y siguió en un recorrido descendente hasta que sus colmillos, que latían llevando el mismo ritmo de su erección, recorrieron la extensión de su clavícula. Mientras él iba en dirección sur, ella le hundió profundamente los dedos en el cabello, manteniéndolo pegado a su piel, induciéndolo a ir hacia sus senos.
Apartándose, se elevó sobre ella y con sus ojos recorrió la forma que delineaba su cuerpo bajo el resplandor de la luz del letrero de Salida. Sus pezones estaban tensos, sus costillas estaban moviéndose con fuerza y sus marcados abdominales se flexionaban mientras hacía rotar las caderas. Entre los muslos, el suave sexo lo hizo abrir la boca para emitir un silencioso siseo…
Sin advertencia previa, ella extendió la mano y la colocó sobre su pene.
El contacto lo hizo retroceder de tal manera que tuvo que extender los brazos y apoyarse sobre las palmas de las manos.
- Maldita sea, eres hermoso -dijo ella con un gruñido.
Su voz lo impulsó a entrar en acción moviéndose hacia delante, liberando el pene de su mano y posicionándose de forma que pudiera arrodillarse entre sus muslos. Dejando caer la cabeza, cubrió uno de los pezones con la boca y lo estimuló con la lengua.
El gemido que se alzó de ella casi logró que se corriera sobre su sexo y tuvo que inmovilizar el cuerpo para recobrar el control. Cuando la vibrante marea retrocedió lo suficiente, volvió a succionarla… y dejó que sus palmas vagaran lentamente por sus costillas, su cintura y sus caderas.
Con una reacción típica, fue ella la que le colocó sobre su sexo.
Xhex cubrió una de sus manos con la propia y lo llevó hasta el lugar donde ambos querían que estuviera.
Ardiente. Sedoso. Resbaladizo.
El orgasmo que tenía en la punta de la erección se liberó en el mismo instante en que sus dedos se deslizaron dentro de ella y se derramó contra la entrada que se moría por penetrar: no hubo manera de contener la liberación y ella rió guturalmente mientras él la marcaba lanzándole chorros sobre las piernas.
- Te gusta la forma en que me siento -murmuró.
Él la miró a los ojos y en vez de asentir, levantó la mano de donde ella la había situado antes y se la llevó a la boca. Mientras extendía la lengua y deslizaba la parte que estaba cubierta de su esencia entre sus labios, le tocó el turno a ella de echarse a temblar, su cuerpo se estremeció sobre las colchonetas, sus pechos se irguieron, sus muslos se abrieron aún más ampliamente.
Desde debajo de los párpados entornados, John mantuvo la mirada fija en la de ella mientras plantaba las palmas de las manos a ambos lados de sus caderas y se inclinaba sobre su sexo. Podría haberlo hecho más suavemente para darle esa mierda de besos-de-mariposa. Podría haber mostrado más sutileza, incitándola con la lengua y la punta de los dedos.
A la mierda con eso.
Con una necesidad cruda y apremiante aferró su centro con la boca, succionándola, tomándola profundamente, tragándosela. Su orgasmo había dejado algo de sí mismo sobre ella y lo degustó junto con su miel… y el macho vinculado que había en él se deleitó con la combinación.
Se sentía afortunado. Para cuando terminara con la sesión, su aroma a especias oscuras iba a estar en todo el cuerpo de ella, por dentro y por fuera.
Mientras lamía, revoloteaba y penetraba, apenas percibió que una de las piernas de ella se le encaramaba sobre el hombro y que luego comenzaba a frotarse contra su barbilla, contra sus labios y boca, aumentando la magia, llevándolo a que la empujara con más fuerza. Cuando llegó al orgasmo, ella pronunció su nombre. Dos veces.
Y a él realmente le alegró el hecho de que a pesar de no tener voz, sí tenía oídos que funcionaban muy bien.
Capítulo 45
Jesús bendito, John sabía lo que estaba haciendo.
Ese fue el único pensamiento que cruzó disparado por la mente de Xhex tras descender de las alturas de la inmensa libración que él le había proporcionado con la boca. Y luego se vio rápidamente arrollada otra vez. El aroma a vinculación de él era un rugido en su nariz, los labios de él ardorosamente deliciosos sobre su centro y la ardiente longitud de la erección le producía cosquilleos entre las piernas…
Cuando extendió la lengua y la hundió profundamente, la hizo volar de nuevo en pedazos. El húmedo calor que le produjo, la forma cambiante de sus caricias que eran suaves cuando la tocaba con los labios y ásperas cuando lo hacía con la barbilla, los círculos que trazaba con la nariz contra la parte superior de su sexo, todo ello unido hizo que su cerebro estallara… una pérdida que estaba muy dispuesta a disfrutar.
En medio de la pasión, no existía otra cosa aparte de John… ni pasado, ni futuro, nada salvo sus cuerpos. El tiempo no tenía significado, el lugar no tenía importancia y las demás personas no revestían ningún interés.
Deseaba que pudieran seguir así para siempre.
- Entra en mí -gruñó ella, mientras tiraba de sus hombros.
John levantó la cabeza y subió por su cuerpo, su erección fue abriéndose paso por la parte interna de sus muslos, acercándose.
Ella lo besó con fuerza, oprimiendo su boca contra la de él mientras metía la mano entre ellos y le guiaba hacia donde lo necesitaba…
Su enorme cuerpo se retorció ante el contacto mientras ella decía entre dientes:
- Oh, Dios…
La punta roma la abrió y se deslizó dentro, lenta y suavemente, llenándola, estirándola. Ella se arqueó para que pudiera entrar hasta el fondo y movió las manos hacia abajo por su espalda suave hasta la depresión de la parte baja de su columna vertebral… y aún más abajo para poder hundirle las uñas en el culo.
Cuando él comenzó a bombear, ella pudo sentir los masculinos músculos contrayéndose y relajándose bajo sus manos y su cabeza se balanceaba hacia delante y hacia atrás contra la colchoneta mientras él empujaba y retrocedía, empujaba y retrocedía. Lo sentía pesado como un coche encima de ella y su cuerpo tenía muchos bordes duros… y ¿quién lo hubiera sospechado? A ella todo eso le parecía perfecto: tenía suficientes curvas para acomodarlo donde él precisaba espacio y estaba tan cerca de correrse otra vez que los pulmones le ardían por la falta de aire.
Uniendo los tobillos por detrás de los muslos de él, se balancearon al unísono hasta que sus cuerpos volaron y sus respiraciones estallaron, entonces John levantó el torso y colocó los puños sobre las colchonetas a cada lado de sus costillas, soportando el peso de su cuerpo sobre los músculos esculpidos de los brazos… para poder impulsarse con más fuerza.
Su rostro era como una máscara erótica de las facciones que había visto tan a menudo, sus labios estaban entreabiertos sobre sus colmillos blancos, tenía las cejas fruncidas, los ojos resplandecientes y la mandíbula tan apretada que se le ahuecaban las mejillas. Con cada arremetida, sus pectorales y abdominales se abultaban y el sudor hacía brillar su piel bajo la luz tenue. Al verlo tuvo una pista de lo profundamente que quería sentirse en su interior, del embate que llegó desde los talones disparándose por todo el cuerpo, noqueándola completamente.
- Toma mi vena -gruñó Xhex-. Tómala ahora.
Mientras otro orgasmo se desencadenaba en su interior, él se abalanzó sobre la vena y de un mordisco le penetró el cuello al tiempo que su liberación se abría camino dentro de su hembra.
Una vez que comenzó a correrse, ya no pudo detenerse, ni ella deseaba que lo hiciera. Continuó moviéndose y bebiendo y temblando dentro de ella, las oleadas le atormentaban el cuerpo, mientras se alimentaba y la follaba con fuerza, saturaban el sexo de ella.
Pero eso era lo que ella deseaba.
Cuando finalmente se quedó quieto, no fue tanto que se detuviera sino que se derrumbó sobre ella. Acariciándole los hombros con las manos, Xhex lo sostuvo mientras él lamía perezosamente los orificios de sus incisiones.
A veces era necesaria una limpieza abrasiva para limpiar algo adecuadamente. Los delicados movimientos en círculo con una esponja o paño no bastaban para quitar toda la mugre y la suciedad de forma definitiva. Y lo que acababan de hacer era abrasivo y medio… y, dada la forma en que él todavía seguía erecto, supo que aún había más por venir.
Literalmente.
John levantó la cabeza y la miró. En sus ojos se veía la preocupación y cuando le acarició el cabello lo hizo con mucho cuidado.
Ella sonrió.
- Nah, estoy bien. Estoy más que bien.
Una sonrisa traviesa iluminó su apuesto rostro al vocalizar, Eso es muy cierto.
- Espera un poco, machote. ¿Crees que puedes hacer que me ruborice como si fuera una niña? ¿Halagándome de esa forma? -Cuando él asintió, ella puso los ojos en blanco-. Debo decirte que no soy el tipo de hembra a la que le dan desmayos y cuyos zapatitos se elevan del suelo solo porque un tipo las besa intensamente.
John era todo macho mientras enarcaba una de sus cejas. Y maldita sea si ella no sintió un cosquilleo en las mejillas.
- Escucha bien, John Matthew -dijo, tomándole la barbilla con la mano-. No me convertirás en una de esas hembras que se vuelven idiotas cuando están con su amante. No va a ocurrir. No estoy hecha para eso.
El tono de su voz era severo y cada palabra iba en serio… pero en el instante en que él hizo rodar sus caderas y esa inmensa erección presionó en su interior, ella ronroneó.
Ronroneó.
El sonido le resultó totalmente ajeno y lo hubiera llevado de vuelta a su garganta de haber podido. En vez de ello, simplemente dejó escapar otro de esos gemidos que eran decididamente de nenaza.
John inclinó la cabeza hacia su pecho y comenzó a succionar mientras de alguna manera se las arreglaba para seguir embistiendo con penetraciones lentas y constantes.
Extasiada, dejó que sus manos buscaran y encontraran el cabello de él una vez más y las hundió en la espesa suavidad.
- Oh, John…
Y en ese momento él se detuvo en seco, apartó los labios de su pezón y sonrió tan ampliamente que fue un milagro que no se le rompieran los dientes delanteros.
Su expresión era un absoluto y definitivo Te pillé.
- Eres un bastardo -dijo ella, riendo.
Él asintió. Y volvió a presionar en su interior con toda su longitud.
Le parecía ideal que la estuviera chinchando y demostrándole un poquito quién era el que estaba al mando. Era simplemente perfecto. En cierta forma, hacía que lo respetara aún más… pero bueno, siempre le había encantado la fuerza en todas sus formas. Incluso en las bromas.
- No me voy a rendir y tú lo sabes, ¿verdad?
Él frunció los labios y sacudió la cabeza en actitud: oh, no, por supuesto que no.
Y luego comenzó a salir de su interior. Ella soltó un gruñido desde el fondo de su garganta y le clavó las uñas en el trasero.
- ¿A dónde crees que vas?
John rió en silencio, le separó los muslos ampliamente y bajó a lo largo de todo su cuerpo hasta que estuvo en el mismo lugar en que había estado en un principio… con la boca sobre su sexo.
Su nombre resonó ruidosamente en la habitación, rebotando a todo volumen contra las paredes alicatadas mientras él le daba más de lo que deseaba y necesitaba.
* * *
Ignorar deliberadamente el ruido de sexo se estaba convirtiendo en toda una habilidad para Blay en la que últimamente estaba obteniendo muuuuucha, sino demasiada, práctica.
Al salir de la sala de pesas, oyó el eco del nombre de John resonando a través de la puerta cerrada de la sala de rehabilitación. Dado el tono y el tenor, estaba claro que no era causado por una conversación extensa.
No a menos que Xhex fuera una meteoróloga encubierta y John estuviera dándole el mejor informe del tiempo de toda su vida.
Y bien por ellos. Considerando cuán duras habían estado las cosas con John y esas cintas de correr, era una bendición.
Blay se tomó un segundo para reflexionar sobre la posibilidad de regresar a la mansión y decidió que dado lo que solía tardar Qhuinn, era demasiado temprano para regresar a su habitación. Entrando en vestuariolandia, se dio una ducha rápida y se puso un uniforme médico que tomó de la colección de Vishous. Saliendo nuevamente al pasillo, se apresuró a recorrerlo hasta llegar a la puerta de la oficina, que empujó para entrar y luego cerró herméticamente.
Tras realizar un rápido test de sonido comprobó que hasta donde él podía oír, todo estaba en silencio y eso era exactamente lo que estaba buscando. Desafortunadamente, una mirada a su reloj le indicó que solo había consumido alrededor de una hora y media en total. Y pensar que siempre había pensado que una ducha eficiente era algo maravilloso
Considerando sus alternativas, decidió sentarse detrás del escritorio. Después de todo, dejar de escuchar deliberadamente a Xhex y John era un tema de decoro. ¿No sintonizar a Qhuinn y a Layla? Autoconservación.
Mucho mejor aguantar lo primero que lo segundo.
Aparcando en la silla giratoria, fijó la vista en el teléfono.
Saxton besaba como un demonio.
Como… un… demonio.
Blay cerró brevemente los ojos mientras le rodeaba una ola de calor, como si alguien hubiera comenzado a avivar un fuego en su estómago.
Estiró la mano hasta el auricular… y no pudo hacerlo, su mano quedó flotando sobre él, pero no lo levantó.
Y luego recordó a Layla saliendo lentamente de su baño y dirigiéndose hacia Qhuinn.
Arrebatando el auricular de su soporte, marcó el número de Saxton y mientras la línea sonaba comenzó a preguntarse qué demonios estaba haciendo.
- … Hola…
Blay frunció el ceño y se enderezó en la silla de la oficina.
- ¿Qué sucede? -Hubo una larga pausa-. ¿Saxton?
Se oyó una tos y un jadeo.
- Sí, soy yo…
- Saxton, ¿qué demonios te pasa?
Hubo un terrible silencio.
- Sabes, me encantó besarte. -La voz estrangulada se volvió anhelante-. Y me encantó -otra tos- salir contigo. Podría quedarme mirando tu rostro durante una eternidad.
- ¿Dónde estás?
- En casa.
Blay volvió a mirar su reloj.
- ¿Dónde queda eso?
- ¿Tienes intención de hacerte el héroe?
- ¿Es necesario?
Esta vez la tos no se detuvo en una sola sacudida.
- Temo… que… debo dejarte.
Se oyó un «clic» y la comunicación se cortó.
Con sus instintos aullando, Blay salió disparado a través del armario hacia el túnel subterráneo y se desmaterializó más allá de los escalones que conducían a la mansión.
Tomó forma nuevamente frente a otra puerta cientos de metros más adelante. A la entrada del Pit, puso el rostro frente al ojo de la cámara y presionó el botón del intercomunicador.
- ¿V? Te necesito.
Mientras aguardaba, rezaba a la Virgen Escriba para que Vishous estuviera…
El robusto panel se abrió de par en par y al otro lado estaba V, con el cabello húmedo y una toalla negra alrededor de la cintura. Empire State of Mind de Jay-Z sonaba atronadoramente como telón de fondo y el aroma a fino tabaco turco flotaba en el ambiente.
- ¿Qué hay?
- Necesito que me consigas una dirección.
Esos glaciales ojos plateados se entrecerraron y el tatuaje de su sien se arrugó.
- ¿Qué tipo de dirección estás buscando…?
- Del móvil de un civil. -Blay recitó los números que acababa de marcar.
V puso los ojos en blanco.
- Un juego de niños.
Y lo fue. Tras presionar un par de teclas en los Cuatro Juguetes del Hermano, V levantó la vista de sus ordenadores.
- El número veintiuno cero cinco de Sienna Court… ¿A dónde coño vas?
Blay respondió por encima del hombro mientras pasaba a zancadas junto a los sillones de cuero y la televisión de pantalla ancha.
- A salir por tu puerta principal.
V se desmaterializó y le bloqueó la salida.
- El sol saldrá en veinticinco minutos, ¿lo sabes?
- Entonces no me entretengas ni un segundo más. -Blay deslizó la mirada hacia la del Hermano-. Déjame salir.
Todo el «no es negociable» que estaba sintiendo debió asomar a su rostro porque V maldijo en voz baja.
- Hazlo rápido o no podrás regresar.
El Hermano abrió la puerta y no bien estuvo fuera, Blay se convirtió en aire… y tomó forma en Sienna Court, una calle recorrida por una hilera de árboles y coloridas casas Victorianas de diferentes estratos sociales. Salió disparado hasta el número dos mil ciento cinco, el porche del frente y la puerta lateral de la casa de estilo Ginger-bread [9] estaban iluminados por faroles, pero dentro todo estaba a oscuras.
Y tenía sentido. A juzgar por la forma en que los paneles de cristal reflejaban doblemente la luz, debía haber persianas internas ya colocadas en su lugar.
No había forma de entrar a través de las ventanas.
Sin muchas opciones para infiltrarse y dado que probablemente esas protecciones de las ventanas tuvieran acero en su composición, se dirigió hacia la puerta principal y tocó el timbre. La débil luz del sol que provenía del este le calentaba la espalda a pesar de que los rayos eran apenas lo suficientemente fuertes como para proyectar sombras. Maldición, ¿dónde estaba la cámara? Asumiendo que V le hubiera indicado la casa correcta… y vamos, él siempre tenía razón… debía haber un sistema de circuito cerrado…
Ah, sí, en el llamador de la puerta con forma de león, en sus ojos.
Inclinándose hacia delante, se enfrentó a la cara de bronce y golpeó la puerta con los puños.
- Saxton, déjame entrar. -Cuando sintió aún más calor en los hombros y la columna vertebral, extendió la mano hacia su espalda y ahuecó la parte superior del uniforme médico que se había puesto.
El chasquido que emitió el cerrojo y el giro del pomo de la puerta hicieron que se peinara rápidamente el cabello húmedo.
La puerta se abrió solo una rendija y la casa que había más allá estaba cubierta de densas sombras.
- ¿Qué estás haciendo -tos- aquí?
Blay se quedó frío al captar el olor a sangre.
Poniendo el hombro sobre los fuertes paneles, empujó hacia dentro.
- ¿Qué demonios…?
La voz de Saxton se replegó.
- Vete a casa Blaylock. Por más que te adore, en este momento no estoy en condiciones de recibir visitas.
Sí, seguro. Con un rápido giro, Blay cerró la puerta tras ellos para mantener el sol afuera.
- ¿Qué ha pasado? -A pesar de que ya lo sabía. Instintivamente lo sabía-. ¿Quién te golpeó?
- Estaba a punto de tomar una ducha. Tal vez, ¿querrías unirte a mí? -cuando Blay tragó con fuerza, Saxton rió brevemente-. Está bien. Yo tomaré una y tú tómate un café. Porque al parecer tendré que invitarte a pasar el día.
Se oyó el sonido del cerrojo deslizándose en la puerta y luego el macho se alejó arrastrando los pies… lo que sugería que tal vez estuviera cojeando.
Aunque le era imposible ver a Saxton en la densa oscuridad, los sonidos que producía al caminar se dirigían hacia la derecha. Blay dudó. No tenía sentido volver a mirar su reloj. Sabía con toda seguridad que la oportunidad de regresar había pasado.
Desde luego debía quedarse a pasar el día.
El otro macho abrió camino hacia el sótano, revelando un juego de escalones tenuemente iluminados que descendían. Bajo el suave brillo de la iluminación, pudo ver que el hermoso cabello rubio de Saxton estaba apelmazado y tenía una mancha rojiza.
Blay se adelantó y tomó al tipo por el brazo.
- ¿Quién te hizo esto?
Saxton se negó a mirarlo, pero el profundo estremecimiento que lo recorrió dijo más de lo que su tono de voz ya había sugerido: estaba cansado y dolorido.
- Digamos que… pasará un tiempo considerable antes de que vuelva a ir a comprar cigarros.
El callejón que había junto al bar… Mierda, Blay se había ido primero, pero había asumido que Saxton había hecho lo mismo.
- ¿Qué sucedió después de que me fui?
- No importa.
- Y una mierda no importa.
- Si fueras tan amable de permitirme -más de la endemoniada tos- volver a la cama. Especialmente si vas a ponerte testarudo. No me siento particularmente bien.
Diciendo esto, miró por encima de su hombro.
A Blay se le escapó todo el aire de los pulmones.
- Oh… Dios mío -susurró.
Capítulo 46
E l sol estaba a punto de penetrar el velo del bosque cuando Darius y Tohrment tomaron forma frente a una pequeña cabaña con techo de paja a kilómetros, kilómetros y kilómetros de distancia del lugar del secuestro y la mansión que había al lado… y de la cosa con aspecto de reptil que les había dado la bienvenida en el húmedo pasillo bajo tierra.
- ¿Estás seguro de esto? -preguntó Tohrment, cambiando la bolsa de un hombro al otro.
En ese momento Darius, no se sentía seguro de nada. A decir verdad, le sorprendía que él y el muchacho se las hubieran ingeniado para salir de la casa de ese symphath sin tener que luchar. De hecho, habían sido escoltados a la salida como si hubieran sido huéspedes invitados.
Sin embargo, los devoradores de pecados siempre tenían presente su propio beneficio, y verdaderamente para el jefe de esa casa, Darius y Tohrment le eran mucho más útiles vivos que muertos.
- ¿Estás seguro? -incitó Tohrment nuevamente-. Dudaste en venir aquí.
- Lamentablemente, mi tardanza no tiene nada que ver contigo. -Darius avanzó, tomando el trillado camino que llevaba a la puerta principal, dicho camino de tierra había sido creado por el repetido pasar de sus propias botas-. No permitiré que duermas sobre la fría piedra del suelo de la Tumba. Mi hogar es tosco, pero tiene techo y paredes suficientes para proveer albergue no solo a uno, sino a dos.
Por un breve instante, acarició la fantasía de que vivía como lo había hecho una vez antes, en un castillo lleno de habitaciones, doggens y hermosos muebles, en un lujoso lugar donde podía recibir amigos y familia y mantener a aquellos que amaba a salvo, seguros y cuidados.
Tal vez encontrara la forma de volver a tenerlo.
Aunque dado que no tenía familia ni amigos, difícilmente era algo que quisiera perseguir con prontitud.
Accionando el picaporte de hierro forjado, empujó con el torso la puerta de roble… que considerando su tamaño y envergadura, era más bien una pared móvil. Después de que él y Tohr hubieran entrado, encendió la lámpara de aceite que había suspendida junto a la entrada y cerró la puerta tras ellos, colocando una viga ancha y gruesa como el tronco de un árbol atravesando el panel.
Tan modesta. Solo había una silla ante el hogar y un sencillo jergón al otro lado de la habitación. Y no había mucho más que ver bajo tierra, sólo algunos preciados suministros y un túnel secreto que terminaba bien entrados los límites del bosque.
- ¿Comemos algo? -preguntó Darius mientras comenzaba a desarmarse.
- Sí, sire.
El muchacho se quitó sus armas y fue hacia el hogar, poniéndose en cuclillas para encender la turba que siempre estaba dispuesta cuando no había un fuego ardiendo. En tanto el aroma del humeante musgo comenzó a flotar sobre ellos, Darius tiró de la trampilla que había en el suelo de tierra y fue a la habitación subterránea en busca de comida, cerveza y pergamino. Regresó con queso, panes y carne de venado ahumada.
- ¿Qué deduce usted de todo esto? -preguntó Tohr mientras se calentaba las manos frente al fuego que proyectaba un resplandor sobre su rostro.
Darius se unió al muchacho y compartió lo poco que tenía para ofrecer con el único huésped que había tenido alguna vez en su hogar.
- Siempre he creído que el destino produce los más extraños compañeros. Pero el concepto de que nuestros intereses puedan tener algo en común con una de esas… cosas… es un anatema. Por otra parte, él parecía sentirse igualmente ofendido y espantado. A decir verdad esos devoradores de pecados no nos valoran más de lo que nosotros los valoramos a ellos. No somos sino ratas a sus pies.
Tohrment consumió parte del frasco de cerveza.
- Nunca desearía tener que mezclar mi sangre con la de ellos… ofenden mis sentidos. Todos ellos.
- Y él siente de forma similar. El hecho de que su hijo de sangre haya tomado a la hembra y la haya mantenido cautiva aunque sea un sólo día dentro de sus paredes le enferma. Le interesa tanto como a nosotros tener a ambas partes de vuelta con sus familias.
- ¿Pero por qué usar nuestros servicios?
Darius sonrió con frialdad.
- Para castigar al hijo. Es la perfecta acción correctiva… que la especie de su hembra le arranque a su «amor» de los brazos y añada al peso de esa pérdida, la noción de que ha sido vencido por seres inferiores. ¿Y si la llevamos a su casa a salvo? Su familia se mudará, llevándosela lejos y nunca, jamás permitirá que vuelva a ocurrirle algún mal. Vivirá muchos años sobre la tierra y el engendro de ese devorador de pecados tendrá que vivir con eso cada día de su vida. Esa es su naturaleza… y esta es precisamente la forma de romperle el corazón que su padre no podría ambicionar lograr sin ti y sin mí. Es por eso que nos dijeron adonde ir y con qué nos encontraríamos.
Tohrment sacudió la cabeza como si no entendiera la forma de pensar de la otra raza.
- Ella quedará arruinada a los ojos de su linaje. Ciertamente, la glymera los segregará a todos…
- No, no lo hará. -Darius levantó la palma de la mano para detener las palabras del muchacho-. Porque nunca lo sabrán. Nadie se enterará. Este secreto permanecerá entre tú y yo. Desde luego ese devorador de pecados no tiene motivos para hablar ya que su propia especie lo segregaría a él y a los suyos… De esta forma la hembra será protegida de la deshonra.
- Sin embargo, ¿cómo lograremos llevar a cabo semejante engaño ante Sampsone?
Darius se llevó el frasco de cerveza a los labios y tragó.
- Mañana al caer la noche, nos dirigiremos al norte, como sugirió el devorador de pecados. Encontraremos lo que nos pertenece, la llevaremos a casa de su familia sanguínea y les diremos que se trató de un humano.
- ¿Y si la hembra habla?
Darius ya había considerado eso.
- Sospecho que como hija de la glymera es bien consciente de todo lo que puede perder. El silencio no sólo la protegerá a ella sino también a su familia.
Aunque la lógica precedente asumía que cuando la encontraran, ella estaría en su sano juicio. Y ese bien podía no ser el caso, que la Virgen Escriba aliviara el alma torturada de la hembra.
- Esto podría ser una emboscada -murmuró Tohrment.
- Quizás, pero no lo creo. Es más te digo, no temo que vaya a haber ningún conflicto. -Darius alzó la mirada hacia su protegido-. Lo peor que puede suceder es que muera tratando de encontrar a una inocente… y esa es la mejor manera de morir. Y si es una trampa, te garantizo que en mi camino hacia el Fade, me llevaré a una legión conmigo.
El rostro de Tohrment brilló con indudable respeto y reverencia y a Darius le entristeció esa muestra de confianza. Si el muchacho hubiera tenido un verdadero padre, en vez de un bruto lujurioso, no se habría sentido de esa forma con un macho que le era relativamente extraño.
Tampoco estaría en este modesto refugio.
Sin embargo Darius no tuvo corazón para señalarle este hecho a su invitado.
- ¿Más queso?
- Sí, gracias.
Cuando terminaron la ligera comida, Darius desvió los ojos hacia sus dagas negras, que estaban colgando del arnés que solía usar sobre le pecho. Tenía la extraña convicción de que no pasaría mucho tiempo antes de que Tohrment obtuviera un par… el muchacho era listo, ingenioso y tenía buenos instintos.
Por supuesto Darius todavía no lo había visto pelear. Pero ya llegaría el momento. En esta guerra, siempre llegaba.
Tohrment frunció el ceño ante el fuego.
- ¿Qué edad dijeron que tenía?
Darius se limpió la boca con un paño y sintió que se le tensaba la nuca.
- No lo sé.
Ambos se quedaron en silencio y Darius supuso que lo que repentinamente se le había ocurrido pensar era lo mismo que estaba dando vueltas en la mente de Tohrment
Lo último que le hacía falta a esa situación era una nueva y horrenda complicación.
Lamentablemente, con emboscada o sin ella, irían al norte, al área costera que los symphaths les habían indicado. Una vez allí, se alejarían un kilómetro y medio del pequeño pueblo y entre los acantilados encontrarían el refugio que el devorador de pecados había descrito… y descubrirían si habían sido engañados.
O si habían sido utilizados con un motivo ulterior del que los había aliado a ambos con ese reptil delgado como una fusta.
No obstante, Darius no estaba realmente preocupado. Los devoradores de pecados no eran de confianza, pero si compulsivamente egocéntricos… y vengativos incluso con sus propios hijos.
Era un caso donde la naturaleza se imponía al carácter: lo último les jugaba una mala pasada; lo primero los hacía absolutamente predecibles.
Él y Tohrment iban a encontrar lo que estaban buscando en el norte cerca del mar. Simplemente lo sabía.
La verdadera pregunta era, en qué condiciones estaría la pobre hembra…
Capítulo 47
Cuando John y Xhex finalmente emergieron de su pequeño momento de intimidad, la primera parada fue la ducha del vestuario. Y como la comida es un cometido de vital importancia tras el ejercicio, se turnaron y Xhex entró primero.
Mientras John esperaba su turno en el pasillo, encontró curiosa una cosa… debería estar exhausto. En vez de ello se sentía enérgico, vivo, henchido de poder. No se había sentido tan fuerte desde… nunca.
Xhex salió del vestuario.
- Tu turno.
Joder, se la veía sexy como el demonio, con ese cabello corto que se rizaba al irse secando, el cuerpo cubierto con un uniforme médico y los labios enrojecidos. Flashbacks de lo que habían hecho juntos hicieron que se excitara y terminó cruzando la puerta marcha atrás sólo para poder mantener los ojos en ella.
Y mira tú por donde, cuando ella le sonrió, se le paró el corazón: la calidez y la suavidad la transformaban en algo más que simplemente adorable.
Ella era su hembra. Para siempre.
Cuando la puerta se cerró entre ellos, sintió que le embargaba el pánico mientras el cerrojo emitía un «clic» al encajar en su lugar, como si no sólo estuviera fuera de su vista, sino absolutamente ausente. Lo cual era una locura. Aplastando la paranoia, se duchó rápidamente y se puso un uniforme médico, ignorando deliberadamente la prisa que se había dado.
Ella todavía estaba allí cuando salió y a pesar de que había tenido la intención de tomarla de la mano y encaminarse hacia la mansión, terminó abrazándola, con fuerza.
La cuestión era que todos los mortales acababan perdiendo a sus seres queridos. La vida era así. Pero la mayoría de las veces, esa realidad estaba tan distante dentro de la mente que no tenía más peso que una mera hipótesis. No obstante, había recordatorios y los «por poco», los «casi» y los «oh-Dios-por-favor-no», hacían chasquear la cadena y lograban que te detuvieras a examinar lo que había en tu corazón. Como cuando un fuerte dolor de cabeza resultaba ser tan sólo una migraña o cuando en un accidente de tráfico la camioneta quedaba completamente destrozada, pero las sillas de bebé y los airbags salvaban a todas las personas que iban dentro o cuando alguien que había sido raptado volvía al redil… esos desenlaces te sacudían y te hacían desear abrazar a la persona para poder tranquilizarte.
Dios, nunca antes había pensado detenidamente en ello, pero desde el primer latido dado dentro de un cuerpo vivo, sonaba una campanilla y el reloj comenzaba a correr. Un contrato, que ni siquiera eras consciente de haber firmado comenzaba a operar y en él, era el destino el que tenía las mejores cartas. Con los minutos y horas y días y meses y años que pasaban se escribía la historia mientras te ibas quedando sin tiempo hasta que el último latido de tu corazón marcaba el fin del paseo y el momento de hacer recuento de los triunfos y las derrotas.
Era extraño como la mortalidad hacía que los momentos como este con ella fueran infinitos.
Y mientras sostenía a Xhex contra su cuerpo, sintiendo la calidez de ella incrementar la suya propia, se sentía rejuvenecido hasta la médula, su balanza re-equilibrada, el recuento total y categóricamente en el terreno de vale-la-pena-vivir-la-vida.
El gruñido de su estómago fue lo que los separó.
- Vamos -dijo ella- debemos alimentar a tu bestia.
Él asintió, asió su mano y comenzó a caminar.
- Tienes que enseñarme el lenguaje por señas -dijo Xhex mientras entraban a la oficina y abrían la puerta del armario de suministros-. Como, exactamente ahora.
Él volvió a asentir mientras entraban dentro del limitado espacio y Xhex los encerraba juntos. Hmm… otra oportunidad de tener intimidad. Una puerta cerrada… ropas flojas… El bastardo despreciable que había en él midió el espacio que tenían para maniobrar y su pene se estremeció dentro de los pantalones. Si ella le rodeaba las caderas con las piernas, podían caber perfectamente bien…
Xhex se acercó y puso la mano sobre la erección que había detrás de la delgada tela de algodón que le cubría las caderas. Alzándose de puntillas, le rozó el cuello con los labios, arañándole la yugular con uno de sus colmillos.
- Si seguimos así, nunca vamos a encontrar una cama. -Bajó la voz aún más mientras lo acariciaba-. Dios, eres tan grande… ¿Te he dicho cuan profundamente entras en mí? Muy hondo. Muy bieeeeen y muy hondo.
John cayó hacia atrás contra una pila de blocs legales de papel amarillo, tirándolos del estante. Mientras luchaba por cogerlos antes de que cayeran al suelo, ella le detuvo empujándole hacia arriba nuevamente.
- Quédate donde estás -dijo, poniéndose de rodillas-. Me gusta demasiado la vista que tengo desde aquí.
Mientras recogía lo que había salido volando, clavó los ojos en su erección… la cual, naturalmente, intentaba liberarse, empujando contra lo que la mantenía oculta de la mirada de ella, de su boca, de su sexo.
Las manos de John se doblaron sobre el borde de uno de los estantes mientras la observaba mirarlo, su respiración sonaba como una sierra en sus pulmones.
- Creo que he recogido todos los blocs -dijo ella después de un rato-. Será mejor que los pongamos en su lugar.
Se inclinó hacia sus piernas y comenzó a levantarse lentamente, acariciándole con la cara, los muslos, las rodillas…
Xhex pasó justo por encima de su pene, rozando con los labios el lado inferior de la maldita cosa. Mientras a él se le aflojaba la cabeza, desplomándose sobre uno de los estantes, ella continuó su camino ascendente de forma tal que sus pechos fueron los siguientes en golpear ese lugar electrificado.
Terminó la tortura al deslizar los blocs en su lugar… mientras oprimía sus caderas contra las de él.
En su oído, susurró:
- Comamos rápido.
Muy. Jodidamente. De. Acuerdo.
Se apartó de él tras darle un mordisco en el lóbulo de la oreja, pero él permaneció donde estaba. Porque si los pantalones del uniforme añadían aunque fuera un indicio de fricción a su ecuación sexual, iba a terminar cubierto con su propio orgasmo.
Lo cual en general no era algo malo, al menos no cuando estaba con ella, pero si lo reconsideraba, este no era realmente un lugar privado. En cualquier momento podía entrar alguno de los Hermanos o alguna de las shellans y regalarse la vista con algo con lo que nadie iba a sentirse cómodo.
Tras maldecir y hacerse un serio trabajo de reacomodo por debajo de la cintura, John tecleó un código y abrió camino hacia el túnel.
- Entonces ¿cuál es la posición de la mano para la letra A? -preguntó ella mientras salían y comenzaban a caminar.
Para cuando llegaron a la «D» estaban saliendo de la puerta oculta que había bajo la escalera principal de la mansión. Acometieron la «I» en el interior de la cocina, de camino al frigorífico. La «M» los cogió en medio de un par de sándwiches… y dado que tenían las manos ocupadas con el pavo asado, la mayonesa, la lechuga y el pan, no avanzaron mucho en el alfabeto. No lo hicieron mucho mejor durante el tiempo que emplearon en comer, solo vieron la «N», la «O» y la «P», pero él podía ver que ella estaba practicando internamente, porque tenía los ojos fijos a media distancia entre ellos mientras era evidente que repasaba mentalmente lo que le había estado enseñando.
Aprendía rápido y no le sorprendía. Mientras limpiaban recorrieron de la «Q» a la «V» y estaban saliendo de la cocina cuando le enseñó la «X», la «Y» y la «Z»…
- Bien, iba a ir a buscaros. -Z se detuvo en el arco que separaba el comedor-. Wrath ha convocado a una reunión. Xhex, querrás estar presente.
El Hermano giró sobre sus talones, se alejó trotando, cruzando por encima del manzano de mosaicos que había en el suelo del vestíbulo y comenzó a subir la escalera principal.
- ¿Tu rey acostumbra a hacer esto en medio del día? -preguntó Xhex.
John sacudió la cabeza y ambos vocalizaron y gesticularon: Algo pasa.
La pareja siguió a Z rápidamente, subiendo los escalones de dos en dos.
En el segundo piso, toda la Hermandad estaba amontonada en el estudio de Wrath y el rey estaba sentado en el trono de su padre detrás del escritorio. George estaba acurrucado en un asiento junto a su amo y Wrath acariciaba la cabeza cuadrada del Golden Retriever con una mano, mientras con la otra hacía girar en el aire un abrecartas en forma de daga.
John permaneció en la parte posterior y no sólo porque dada la cantidad de machos de cuerpos grandes que había en la habitación sólo se podía estar de pie. Quería estar cerca de la puerta.
El humor de Xhex había cambiado radicalmente.
Tan certeramente como si hubiera cambiado su vestimenta emocional, había pasado de un camisón de franela, a una cota de malla: de pie junto a él estaba inquieta, cambiaba su punto de apoyo una y otra vez pasándolo de un pie al otro.
Él se sentía de forma muy parecida.
John miró a su alrededor. Frente a él Rhage estaba desenvolviendo un Toostie Pop de uva y V encendía un cigarro mientras ponía a Phury en el altavoz. Rehv, Tohr y Z estaban paseándose por el lugar mientras Butch estaba en su sofá, actuando a lo Hugh Hefner [10] con sus pijamas de seda. Mientras tanto Qhuinn, estaba apoyado contra la pared cerca de las cortinas azul pálido y era evidente que había estado retozando: tenía los labios enrojecidos, por su cabello habían pasado unos cuantos dedos y tenía la camisa en parte metida por dentro del pantalón y colgando por fuera en la parte delantera. Lo que hacía que te preguntaras si no tendría una erección que ocultar.
¿Dónde estaba Blay? Se preguntó John. ¿Y a quién demonios se acababa de follar Qhuinn?
- Bueno, V recibió un puñetero mensaje de voz en el buzón de correo general. -Mientras Wrath hablaba, sus gafas envolventes examinaban a la multitud, aunque detrás de ellas estaba totalmente ciego-. En vez de extenderme yo con la explicación, voy a pedirle que lo reproduzca para vosotros.
Vishous se dejó el cigarrillo entre los labios mientras activaba el teléfono y danzaba a través de los números del teclado ingresando la dirección de correo y las contraseñas.
Y entonces John oyó esa voz. Esa voz insidiosa de chupapollas.
- Apuesto a que no esperabais volver a tener noticias mías. -El tono de Lash era de siniestra satisfacción-. Sorpresa, hijos de puta y ¿adivinad qué? Estoy a punto de haceros un favor. Tal vez os gustaría saber que esta noche ha habido una inducción masiva en la Sociedad Lessening. En una granja de la RR 149. Ocurrió alrededor de las cuatro de la mañana, así que si movéis el culo y os dirigís hacia allí en cuanto caiga la noche, puede ser que los encontréis todavía vomitando por todo el lugar. PVI, usad botas de goma… el lugar está hecho un asco. Oh y decidle a Xhex que todavía puedo saborear…
V cubrió el altavoz.
Los labios de John se separaron revelando sus colmillos y dejó escapar un gruñido insonoro, que hizo temblar el cuadro que estaba en la pared detrás de él.
Cuando George gimoteó, Wrath lo tranquilizó y apuntó con el abrecartas hacia el otro lado de la habitación.
- Tendrás tu oportunidad con él, John. Lo juro sobre la tumba de mi padre. Sin embargo ahora necesito que te concentres en este juego, ¿entiendes?
Era más fácil decirlo que hacerlo. Refrenar el impulso asesino era como contener un pitbull con una mano detrás de la espalda.
Junto a él, Xhex frunció el ceño y cruzó los brazos sobre el pecho.
- ¿Estamos bien? -exigió Wrath.
Cuando finalmente John silbó su asentimiento, Vishous exhaló una nube de humo de tabaco turco y se aclaró la garganta.
- No dejó la dirección exacta de esta presunta masacre. Intenté rastrear el número desde el cual llamó y no conseguí nada.
- Lo que a mí me gustaría saber -dijo Wrath-, es ¿qué coño está pasando? Es el jefe de la Sociedad Lessening… así que si su tono hubiera sido ¿tengo-o-no-los-huevos-más-grandes-del-mundo? bien, entendería esta mierda. Pero esa no es la impresión que me ha dado.
- Es un chivatazo. -Vishous apagó su cigarrillo en el cenicero-. Así me sonó a mí… aunque no estoy dispuesto a apostar mis enormes pelotas en ello.
Ahora que John había logrado volver a enjaular su oscuridad interior y era capaz de razonar adecuadamente, se sentía inclinado a estar de acuerdo con el Hermano. Lash era un cabrón egoísta y de tanta confianza como una serpiente de cascabel, pero la cuestión era que, cuando no podías contar con la moralidad, definitivamente podías contar con el narcisismo: eso hacía que el bastardo fuera completamente predecible.
John estaba seguro de ello… a tal punto que sentía como si ya hubiera pasado por todo esto antes.
- ¿Es posible que haya sido destronado? -murmuró Wrath-. ¿Tal vez papaíto haya decidido que su hijo no era tan divertido después de todo? ¿O se le habrá roto al mal su nuevo y bonito juguete? ¿Habrá alguna mierda en la extraña biología de Lash que pueda estar haciéndose evidente ahora? Quiero que vayamos asumiendo que es una emboscada…
En la habitación hubo un amplio consenso con el plan, así como algunas intervenciones ordinarias relacionadas con el culo de Lash y varios tipos de instrumentos de gran calibre que podrían usar con él: siendo las botas de talla catorce las que más probabilidades tenían de hacer impacto, pero difícilmente las más creativas.
Por ejemplo, John dudaba seriamente que Rhage pudiera realmente aparcar su GTO en el lugar donde-no-le-daba-el-sol al tipo. O que quisiera hacerlo.
Joder… que giro de los acontecimientos. Y aún así en realidad no era para sorprenderse… si lo que suponían era lo que en realidad había ocurrido. El Omega era conocido por pasar de sus Fore-lessers como si nada y la sangre no era necesariamente más espesa que el mal, por decirlo así. Si a Lash le habían tirado a la cuneta, su llamada a la Hermandad enseñando el dedo medio a su padre era una maniobra brillante… especialmente dado que justo después de su inducción era cuando los lessers estaban más débiles y por lo tanto eran incapaces de defenderse.
Los Hermanos podían limpiar la casa.
Jesucristo, pensó John. El destino producía los más extraños aliados.
* * *
Xhex estaba hirviendo a fuego lento mientras permanecía de pie junto a John en aquel estudio, que salvo por el escritorio y el trono, podía haber sido confundido con la salita de recibo de una hembra francesa.
El sonido de la voz de Lash saliendo de ese teléfono hizo que se sintiera como si le hubieran restregado el estómago con amoníaco y la rutina de quemazón y agitación tornaba en nauseabundo ese pobre y bien intencionado sándwich de pavo que acababa de comer.
Y la suposición por parte de Wrath de que John iba a defender su honor no calmaba las cosas.
- Así que nos infiltramos -estaba diciendo el Rey Ciego-. Al caer la noche, todos vosotros dirigiros hacia la ciento cuarenta y nueve y…
- Yo iré ahora -dijo ella, alto y fuerte-. Dadme un par de armas y un cuchillo e iré a echarle un vistazo ahora mismo.
Bueno, bueno, no podría haber logrado mayor atención ni quitando el seguro a una granada de mano y tirándola en medio de la habitación.
Mientras la rejilla emocional de John se volvía negra con un oh-no,-no-lo-harás, Xhex comenzó la cuenta atrás hasta que estallara la explosión.
Tres… dos… uno…
- Es una oferta muy generosa -dijo el rey adoptando un tono de persuadamos-a-la-hembra-. Pero creo que es mejor…
- No puedes detenerme. -Dejó caer los brazos a los lados… recordándose a sí misma que no estaba a punto de atacar físicamente al tipo. De verdad. No iba a hacerlo.
La sonrisa del rey fue casi tan cálida como el hielo seco.
- Aquí yo soy el soberano. Lo que significa que si te digo que te quedes quieta, eso es exactamente lo que harás.
- Y yo soy una symphath. No uno de tus súbditos. Más aún, eres lo bastante inteligente como para no enviar a tus mejores activos… -Hizo un gesto que abarcó a los Hermanos que estaban en la habitación-… a una posible emboscada tendida por tu enemigo. Yo, al contrario que ellos… soy prescindible. Piénsalo. ¿Estás dispuesto a perder a uno de ellos sólo porque no quieres que hoy me dé un poquito el sol?
Wrath rió ásperamente.
- ¿Rehv? ¿Quieres dar tu opinión como rey de su raza?
Desde el otro lado de la habitación, el cabrón de su antiguo jefe y querido amigo, la miró fijamente con un par de ojos amatista que sabían demasiado.
Vas a hacer que te maten, le dijo con el pensamiento.
No me retengas, le respondió ella. Nunca te lo perdonaría.
Si sigues actuando de esta manera, el perdón es lo último por lo que tendré que preocuparme. Es más probable que tenga que hacerlo por tu pira funeraria.
Yo no te detuve cuando sentiste la necesidad de ir a la colonia. Demonios, me ataste las manos de manera que no pudiera hacerlo. ¿Estás diciéndome que no merezco cobrarme mi venganza? Que te jodan.
Rehvenge apretó la mandíbula con tanta fuerza que cuando finalmente abrió la boca, a Xhex le sorprendió que no escupiera trozos de dientes.
- Puede hacer lo que quiera. No puedes salvar a alguien que no quiere subirse al jodido bote salvavidas.
La furia del macho absorbió la mayor parte del aire de la habitación, pero ella estaba tan concentrada que de todas formas no necesitaba que sus pulmones funcionaran correctamente.
La obsesión era tan buena como el oxígeno. Y cualquier cosa que tuviera que ver con Lash era combustible para su fuego.
- Necesito armas -le dijo al grupo-. Ropa de cuero. Un teléfono para comunicarme.
Wrath gruñó profunda y gravemente. Como si fuera a intentar encerrarla a pesar de la autorización dada por Rehv.
Adelantándose, Xhex plantó las palmas de las manos en el escritorio del rey y se inclinó hacia él.
- Puedes perderme a mí o afrontar el riesgo de perderlos a ellos. ¿Qué me respondes? Su Alteza.
Wrath se puso en pie y por un momento Xhex captó una señal clara de que a pesar de ocupar el trono, todavía seguía siendo endemoniadamente letal.
- Cuida. Tu. Tono. En mí jodida casa.
Xhex inhaló profundamente y se calmó.
- Pido disculpas. Pero debes entender mi punto de vista.
Cuando el silencio se prolongó, pudo sentir la amenaza inminente que provenía de John… y supo que aunque pudiera traspasar el bloqueo del rey, todavía iba a pasar un mal rato intentando sortear al macho que estaba junto a la puerta. Pero su partida no estaba abierta a discusión, con nadie.
Wrath maldijo largo y tendido.
- Está bien. Ve. Si te haces matar, no me haré responsable.
- Su Alteza nunca fue responsable. Nadie salvo yo lo es… y ninguna corona sobre tu cabeza o la de ningún otro cambiará ese hecho.
Wrath miró en dirección a V y prácticamente gruñó:
- Quiero a esta hembra cubierta de armas.
- No hay problema. La abasteceré bien.
Cuando se disponía a seguir a Vishous afuera, tuvo que detenerse frente a John y deseó tener una mano distinta que jugar… especialmente cuando él la aferró por el bíceps con fuerza. Pero el hecho era que allí afuera se le presentaba una oportunidad y tenía hasta que cayera la noche para aprovecharla: si había alguna pista de dónde podía estar Lash, sería mejor que la usara para llegar a él si quería tener un blanco despejado sobre el bastardo. ¿Llegada la noche? John y la Hermandad estarían libres para encargarse de la situación… y no iban a dudar en matar a su objetivo.
Sí, Lash debía pagar lo que le había hecho, pero necesitaba ser ella la que se cobrara la deuda: cuando se trataba de enterrar a los que le habían hecho daño, ella era la mejor, era la «perra» en carne y hueso de ese alegre refrán acerca de la venganza [11].
En voz baja, para que nadie más pudiera oírla dijo:
- No soy alguien que necesite tu protección y sabes muy bien porqué tengo que hacer esto. Si me amas tanto como crees que lo haces, me soltarás el brazo. Antes de que yo lo arranque de tu mano.
Cuando él palideció, rezó por no tener que usar la fuerza.
Pero no fue necesario. Él la soltó.
Atravesando la puerta del estudio, pasó frente a V y ladró sobre el hombro:
- Estás perdiendo el tiempo, Vishous. Necesito algo de acero.
Capítulo 48
Mientras Xhex salía rápidamente con V, el primer pensamiento de John fue bajar la escalera, ponerse delante de la puerta que conducía a los grandes jardines y bloquearla físicamente para impedirle salir.
El segundo pensamiento fue ir con ella… aunque eso sólo lo convertiría en el equivalente vampiro a una antorcha romana.
Jesucristo, cada vez que creía haber tocado fondo con ella, le quitaban la alfombra de debajo de los pies y lo dejaban en un sitio incluso peor y más infernal: se acababa de ofrecer voluntaria para ir hacia algo que era una incógnita total y que ella misma admitía era demasiado peligroso hasta para los Hermanos. Y lo estaba haciendo sin refuerzos y sin forma de llegar hasta ella si la herían.
Cuando Wrath y Rehv se acercaron a él, volvió a enfocar el estudio y se dio cuenta de que todos los demás habían salido… excepto Qhuinn, que estaba revoloteando en la esquina, mirando el móvil con el ceño fruncido.
Rehvenge exhaló con dureza, claramente tan jodido como estaba John.
- Escucha, yo. ..
John hizo señas rápidamente: ¿Qué coño estás haciendo, dejándola salir así?
Rehv se pasó una mano por el corte de pelo mohawk.
- Voy a ocuparme de ella…
Tú no puedes salir fuera durante el día. Cómo demonios vas a…
Rehv gruñó bajo y profundo.
- Cuida tus modales, niño.
Bien. Vale. Justo la peor cosa que le podían decir en el peor de los días. John pegó su cara a la del tipo, dejó al descubierto los dientes y pensó alto y claro: Es mi hembra la que va a salir ahí afuera. Sola. Así es que, te jodes con mis modales.
Rehv maldijo y taladró a John con una dura mirada.
- Cuidado con esa mierda de “mi hembra,” simplemente te aviso. Su final de partida no implica a nadie que no sea ella misma, ¿lo pillas?
El primer impulso de John fue liarse a puñetazos con el muy bastardo, darle justo en los morros. Rehv se rió con dureza.
- ¿Quieres que nos peleemos? Por mí vale. -Dejó a un lado su bastón rojo y lanzó su abrigo de marta cibelina sobre el respaldo de una silla. -Pero eso no va a cambiar una mierda. ¿Crees que alguien puede leerla mejor que yo? La conozco desde antes de que tú nacieras.
No, no es cierto, pensó John, por alguna extraña razón.
Wrath se interpuso entre ellos.
- Vale, vale, vale… chicos, a vuestro rincón. Estáis sobre una preciosa alfombra Aubusson. Si dejáis sangre en ella tendré a Fritz tan rápidamente sobre mi culo que toseré en su pañuelo.
- Mira, John, no estoy intentando tocarte las pelotas -murmuró Rehv-, simplemente sé lo que es amarla. No es culpa de ella ser como es, pero se convierte en un infierno para los demás, confía en mí.
John dejó caer los puños. Mierda, por mucho que quisiera discutir, el hijo de puta de ojos violetas posiblemente tuviera razón. Quita lo de “posiblemente.” Tenía razón… John lo había aprendido de la forma más dura. Demasiadas veces.
Jodidamente cierto, vocalizó.
- Eso lo describe bastante bien.
John salió del estudio y bajó al vestíbulo con la vana esperanza de poder disuadirla de salir. Mientras caminaba a grandes pasos atajando por el mosaico del manzano sobre el suelo, pensó en el abrazo que habían compartido fuera del vestuario. ¿Cómo demonios habían pasado de estar tan cerca a… esto?
¿En qué momento había ocurrido? ¿O su estúpido culo sensiblero había hecho que se lo imaginara porque era un blandengue?
Diez minutos después, Xhex y V salieron de la puerta secreta bajo la gran escalera.
Mientras ella atravesaba a grandes pasos el vestíbulo, iba como la primera vez que John la había visto: pantalones de cuero negro, botas negras, camiseta negra sin mangas. Llevaba una chaqueta de cuero colgando de la mano y suficientes armas sujetas al cuerpo como para equipar a un equipo SWAT.
Se detuvo cuando llegó a su altura y cuando sus miradas se encontraron, al menos no se molestó en soltarle alguna idiotez del tipo todo va a salir bien. Por otra parte, no iba a quedarse. Nada de lo que él pudiera decir iba a hacerla cambiar de rumbo… la determinación estaba clara en su mirada.
Tal y como estaban las cosas ahora, encontraba muy difícil creer que alguna vez ella lo hubiera estrechado entre sus brazos.
Tan pronto como V abrió la puerta del vestíbulo, ella se dio la vuelta y se escabulló sin decir una palabra y sin mirar atrás.
Vishous echó la llave otra vez mientras John clavaba los ojos en los pesados paneles y se preguntaba exactamente cuánto tiempo le llevaría abrirse paso a través de ellos con sus jodidas manos desnudas.
El sonido de un mechero fue seguido por uno de una lenta exhalación.
- Le di lo mejor de todo. Una del calibre cuarenta. Machetes. Tres cargadores para cada arma. Dos cuchillos. Un nuevo móvil. Y sabe cómo usar esa mierda.
La pesada mano de V le golpeó en el hombro y le dio un apretón y después el Hermano se largó, sus botas marcando un pesado ritmo sobre las baldosas del suelo. Un segundo después, la puerta oculta por la que había salido Xhex se cerró de golpe mientras el tipo volvía por el túnel al Pit.
La impotencia realmente no le sentaba bien, pensó John, con la mente empezando a zumbar como cuando Xhex le había encontrado en el suelo de la ducha del vestidor.
- ¿Quieres ver la televisión?
John frunció el ceño ante la voz tranquila y miró hacia la derecha. Tohr estaba en la sala de billar, sentado en el sofá frente a la enorme pantalla que había sobre la ornamentada chimenea. Sus shitkickers estaban sobre la mesita del café y tenía el brazo apoyado en el respaldo del sofá, con el control remoto enfocado al Sony.
No le miró. No dijo nada más. Simplemente siguió saltando por los canales.
Elecciones, elecciones, elecciones, pensó John.
Podía salir corriendo tras ella y quemarse el culo. Quedarse frente a esta puerta como un perro. Pelarse la piel con un cuchillo. Beber hasta atontarse.
Desde la sala de billar, le llegó un rugido amortiguado y luego los gritos de una multitud de personas.
Atraído por el sonido, entró y se quedó delante de la mesa de billar. Sobre la parte de atrás de la cabeza de Tohr, vio a Godzilla pisoteando una maqueta del centro de la ciudad Tokio.
Realmente inspirador.
John se dirigió al mueble bar y se sirvió un Jack, después se sentó junto a Thor y puso también los pies sobre la mesa.
Mientras concentraba la atención en la pantalla de televisión y saboreaba el whisky en la parte de atrás de la garganta, sintiendo el calor del fuego que alumbraba enfrente, sintió como la batidora que tenía en el cerebro se detenía un poco. Y después un poco más. Y más aún.
Hoy iba a ser un día brutal, pero al menos ya no estaba contemplando la muerte por achicharramiento solar.
Un rato después, se dio cuenta de que Tohr estaba sentado a su lado, los dos estirados como estaban antes en casa, cuando Wellsie estaba todavía viva.
Dios mío, había estado tan cabreado con el tipo últimamente que había olvidado lo fácil que era llevarse bien con el Hermano: en cierta forma, se sentía como si hubieran hecho esto durante décadas, los dos delante de un fuego, bebida por un lado, mucho cansancio y estrés por otro.
Mientras Mothra, la enemiga de Godzilla, volaba con una especie de alas-con-garras en un ataque contra el gran tipo, John pensó en su antiguo dormitorio.
Girándose hacia Tohr, hizo señas, Escucha, cuando estuve en la casa anoche…
- Ella me lo contó. -Tohr dio un sorbo a su vaso de cristal-. Lo de la puerta.
Lo siento.
- No te preocupes. Mierdas así pueden ser arregladas.
Desde luego, pensó John, girándose hacia la televisión. A diferencia de muchas otras cosas.
Apoyado contra la pared algo más lejos, Lassiter dejó escapar un suspiro que sugería que alguien le había cortado totalmente la pierna y no había un médico a la vista.
- Nunca debería haberte dejado el mando. Eso es sólo algún tío con un traje de monstruo, relleno como una piñata. Vamos, me estoy perdiendo Maury.
- Qué lástima.
- Pruebas de paternidad, Tohr. Me estoy perdiendo las pruebas de paternidad. Eso apesta.
- Sólo para tí.
Mientras Tohr seguía en godzilla-visión, John dejó caer la cabeza hacia atrás contra de los cojines de cuero.
Mientras pensaba en Xhex allí afuera a solas, se sentía como si hubiera sido envenenado. El estrés era literalmente una toxina en su torrente sanguíneo, haciéndole que se sintiera mareado, asqueado y nervioso.
Volvió a pensar en toda ésta mierda “Kumbaya” en la que había estado metido antes de encontrarla. En cómo era dueño de sus sentimientos, cómo incluso si ella no le amaba, él todavía la amaría a ella y que estaba bien y la dejaría vivir su vida y bla, bla, bla.
Bravo, ahora mismo se estaba ahogando en esa autoayuda barata.
No le parecía bien que estuviera ahí fuera sola. Sin él. Pero estaba claro que ella no iba a escucharle, ni a él ni a nadie.
¿Y cuánto querías apostar que se precipitaba en llegar a Lash antes del anochecer… cuando John finalmente pudiera unirse a la lucha? A cierto nivel, no debería tener importancia cuál de ellos acababa con ese pedazo de mierda… pero esa era la voz de la razón. En su interior no podía soportar otro asomo de debilidad del tipo: oh, míralo, ahí sentado sin hacer nada mientras su hembra intenta matar al hijo del mal y probablemente resulta mortalmente herida.
Su hembra…
Ah, pero espera, se dijo a sí mismo. Solamente porque se hubiera tatuado el nombre de ella en la espalda no quería decir que fuera suya… eran solamente un montón de letras negras en la piel. De hecho, era más bien ella la que le poseía a él. Diferente. Muy diferente. Quería decir que ella podía marcharse con mucha facilidad.
Acababa de hacerlo, de hecho.
Joder. Rehv parecía haber cogido el hilo mucho mejor que nadie: Su final de partida no incluía a nadie que no fuera ella misma.
Un par de horas de buen sexo no iban a cambiarlo.
Ni tampoco el hecho de que, tanto si le gustaba como si no, se había llevado su corazón allí afuera, a la luz del día con ella.
* * *
Qhuinn fue a su habitación y se dirigió directamente hacia el baño sobre unas piernas que eran sorprendentemente estables. Estaba bastante borracho antes de que se convocara la reunión de emergencia, pero la idea de que la hembra de John estuviera fuera a plena luz del día, metiéndose en una tormenta de mierda ella solita, cortó de golpe con las oleadas de heeeeeey-vaaaaaaaaamoooooos.
No obstante, había un trato del tipo dos por uno entre esas líneas. Blay también estaba fuera en el mundo totalmente solo. Bueno, no estaba solo; estaba desprotegido.
El texto que había llegado de un número desconocido le había aclarado el misterio de dónde estaba y algo más: Me quedo a pasar el día con Saxton. Volveré a casa después del anochecer.
Típico de Blay. Cualquier otro en el mundo hubiera acortado el mensaje a: Kdo dia cn Sax.Vlvo anoxecer Los mensaje del tipo eran siempre gramaticalmente correctos, sin embargo. Como si la idea de tomarse libertades con el inglés del Rey hiciera que le rechinaran los dientes.
Blay era así de curioso. Todo corrección y esa mierda: se cambiaba para las comidas, cambiando los pantalones de cuero y las camisetas por camisas de botones y pantalones de vestir. Se duchaba al menos dos veces al día, más si entrenaba. Fritz encontraba su habitación una total fuente de frustración porque nunca había ningún desorden que limpiar.
Sus modales en la mesa eran como los de un conde, escribía cartas de agradecimiento que podían hacerte llorar y nunca, en la vida, decía tacos delante de las hembras.
Dios mío. . . Saxton era perfecto para él.
Qhuinn se encogió bajo su propia piel ante esa comprensión, imaginando todo el inglés de academia que estaba gritando Blay en este preciso momento mientras el otro tío le poseía.
Nunca se había dado tan buen uso al diccionario Merriam-Webster, sin duda.
Sintiéndose como si le hubieran dado un puñetazo en la cabeza, Qhuinn abrió el agua fría en el lavabo y se salpicó la cara con esa mierda hasta que las mejillas le zumbaron y la punta de la nariz empezó a quedársele entumecida. Mientras se secaba con la toalla, recordó aquel salón de tatuajes, el pim-pam-pum que había tenido allí con la recepcionista.
La cortina que los separaba del resto del lugar había sido lo suficientemente delgada como para que con sus ojos desiguales, pero altamente funcionales, hubieran podido ver todo lo que ocurría al otro lado. Y a todo el mundo, también. Tanto es así que cuando ese chochito se había arrodillado delante suyo y él había girado la cabeza, había mirado hacia afuera… y visto a Blay.
La boca húmeda que lo drenaba había pasado de golpe de ser la de una extraña a ser la de su mejor amigo y ése cambio había convertido el sexo en vez de en una necesidad genética en algo incendiario.
Algo importante.
Algo crudo, erótico y que te robaba el alma.
Razón por la cual Qhuinn la había levantado y le había dado la vuelta para tomarla desde atrás. Solo que mientras se sumergía en su fantasía, se dio cuenta de que Blay le estaba mirando… y eso lo había cambiado todo. De repente tuvo que recordarse con quién estaba follando… que fue por lo que levantó la cara de la chica y se forzó a mirarla a los ojos.
No tuvo un orgasmo.
Mientras ella se corría con fuerza, él lo había fingido… la verdad era que su erección había comenzado a desvanecerse en el mismo momento en que la había mirado a la cara. Lo único que lo había salvado era que claramente ella no había notado la diferencia, ya que estaba lo suficientemente mojada para los dos… y además, él lo había afrontado como un profesional, cargando las tintas como si estuviera totalmente satisfecho y toda la mierda que seguía.
Pero había sido una mentira total.
¿A cuántas personas se había follado así a lo largo de su vida, todo venga-dale-no-me-acuerdo-de-haberte-visto-en-la-vida? Cientos. Cientos y cientos… y eso que llevaba en el tema sexual desde hacía año y medio. Sin embargo la cuestión era que esas últimas noches en el ZeroSum, pillándose a tres o cuatro pivas a la vez, te metían rápidamente en las grandes cifras.
Por supuesto, en muchas de esas sesiones había estado con Blay, él y su colega se beneficiaban a las mujeres juntos. En realidad no habían estado el uno con el otro durante esas orgías en los baños del bar… pero había habido un montón de miradas. Y mucho preguntarse. Y tal vez algún trabajo manual de tanto en cuanto, cuando los recuerdos se volvían demasiado vívidos.
Al menos por parte de Qhuinn.
Todo eso se terminó, sin embargo, cuando Blay había dado al traste con todo comprendiendo que era gay y que estaba enamorado de alguien.
Qhuinn no aprobaba su elección. De ningún modo. Los tipos como Blay se merecían a alguien mejor, mucho mejor.
Y parecía que estaba cogiendo el camino que le llevaba a alguien así. Saxton era un macho de valía. Lo miraras por donde lo miraras.
El muy cabrón.
Mirando al espejo sobre el lavabo, Qhuinn no podía ver una mierda porque estaba totalmente oscuro en el baño y la habitación. Y mejor así, mejor no poder ver su reflejo.
Porque estaba viviendo una mentira y en los momentos íntimos como éste lo sabía con tanta claridad que le producía dolor de estómago.
Sus planes para el resto de sus días… Oh, sus gloriosos planes.
Esos planes perfectamente “normales” de futuro.
Incluían a una hembra valiosa, no una relación a largo plazo con un macho.
La cuestión era que los machos como él, machos con defectos… como, oh, veamos, un ojo verde y otro azul… eran despreciados por la aristocracia como pruebas de un fracaso genético. Eran vergüenzas que debían ocultarse, secretos humillantes que enterrar: había pasado años viendo a su hermana y su hermano siendo elevados en pedestales mientras que el que se cruzaba en su camino hacía rituales para protegerse del mal de ojo.
Su propio padre lo había odiado.
Así que no se necesitaba a un psiquiatra con un diploma en la pared para ver que él sólo quería ser “normal.” Y asentarse con una hembra de valía, asumiendo que pudiera encontrar una que soportara estar unida a alguien con un fallo genético en el sistema, era una misión crítica para esa pequeña y feliz etiqueta.
Sabía que si se liaba con Blay eso no iba a ocurrir.
Sabía también que un solo polvo y no dejaría nunca al tipo.
No era que los Hermanos no aceptaran a los homosexuales. Demonios, eran fantásticos en eso… Vishous había estado con machos y nadie había parpadeado, ni lo había juzgado o le había importado. Él era simplemente su hermano, V. Y Qhuinn había cruzado la línea de vez en cuando con mierdas y risitas y todos lo sabían y nadie le daba importancia.
A la glymera le importaba, sin embargo.
Y le cabreaba mucho dar todavía importancia a esos hijos de puta. Con su familia muerta y el núcleo de la aristocracia de la raza dispersa por la Costa Este, no era como si fuera a volver a tener jamás ningún tipo de contacto con esos granos-en-el-culo. Pero era un perro demasiado bien adiestrado para poder olvidar que existían.
Simplemente no podía salir del armario.
Irónico. Su exterior era todo tipo duro. ¿Por dentro? Era simplemente un marica.
De repente, quiso dar un puñetazo al espejo, aunque todo lo que podía ver en él era un montón de sombras.
- ¿Sire?
En la oscuridad, cerró los ojos con fuerza.
Mierda, había olvidado que Layla todavía estaba en su cama.
Capítulo 49
Xhex no estaba segura de cuál era exactamente la granja que estaba buscando, por lo que se materializó en un área boscosa de la Ruta 149 y uso su nariz para que le indicara qué dirección tomar: el viento venía del norte y cuando captó un leve soplo a talco de bebé, rastreó el aroma, vaporizándose a intervalos de cien metros a través de los descuidados y vacíos campos de maíz que habían sido apaleados por los vientos invernales y la nieve.
El aire primaveral tentaba su nariz y la luz del sol sobre su rostro calentaba cualquier parte de piel que no estuviera expuesta al roce de la brisa. A su alrededor los árboles esqueléticos tenían halos de un verde brillante, sus tímidos brotes eran atraídos fuera de su escondite por la promesa de horas más cálidas.
Un día encantador.
Para una matanza.
Cuando lo único que pudo oler fue el hedor a lessers, desenfundó uno de los cuchillos que Vishous le había dado y supo que estaba tan cerca que podría…
Xhex tomó forma cerca de una hilera de arces y se detuvo en seco.
- Oh… mierda.
La granja blanca no era nada que mereciera ser descrito en las cartas a tu madre, solo una estructura debilitada junto a un campo de maíz, rodeada por un gran círculo de pinos y arbustos. No obstante, al menos tenía un prado.
De otra forma, los cinco coches de policía agolpados cerca de la entrada principal no hubieran tenido espacio suficiente para poder abrir las puertas.
Enmascarándose a la manera de los symphaths, caminó sigilosamente hacia una de las ventanas y miró dentro.
Su sentido de la oportunidad fue perfecto: logró ver a uno de los miembros de lo más selecto de la policía de Caldwell vomitar en un cubo. Aunque no es que no tuviera buenas razones para hacerlo. La casa parecía haber sido bañada en sangre humana. En realidad, podías olvidarte del «parecía». Había sido cubierta con esa mierda, a tal punto que a pesar de que ella estaba al aire libre, podía sentir el gusto a cobre en la parte trasera de la lengua.
Era como la piscina inflable de Michael Myers, el de las películas de Halloween.
Los policías humanos estaban deambulando por la sala y el comedor, escogiendo su camino con cuidado, no sólo porque se tratara de la escena del crimen, sino porque obviamente no querían que esa cosa salpicara sus pantalones.
Sin embargo no había cuerpos. Ni un solo cuerpo.
Al menos, no a la vista.
De todas formas había lessers nacientes en la casa. Dieciséis para ser exactos. Pero ni ella ni los policías podían verlos, aunque por lo que podía percibir, los hombres estaban caminando justo por encima de ellos.
¿Se trataría del enmascaramiento de Lash, otra vez?
¿Qué mierda estaría tramando? ¿Llamar a los Hermanos, anunciar esta mierda… y luego hacer que viniera la policía? ¿U otra persona habría llamado al 911?
Necesitaba tantas respuestas…
Mezclado con el olor a toda la sangre había una especie de residuo negro y uno de los oficiales estaba frunciendo el ceño sobre un retazo de ello, con aspecto de haber encontrado algo asqueroso. Sí… esa cantidad de mierda aceitosa no era suficiente para explicar el fuerte aroma empalagoso que ella había seguido… así que debía asumir que las inducciones habían sido realizadas con éxito y que lo que estaba oculto ya no era humano.
Miró hacia el bosque que había detrás y delante de ella. A todo esto ¿dónde estaría el chico de oro del Omega?
Desplazándose a lo largo de la parte delantera de la casa, vio a un cartero que evidentemente estaba luchando con el PTSD mientras declaraba ante un uniformado.
La Oficina del Servicio Postal de los Estados Unidos al rescate.
Sin duda había sido él quien había pasado el soplo…
Permaneciendo camuflada, se dedicó a observar la escena, contemplando como los policías luchaban contra las arcadas para poder hacer su trabajo y aguardando a que Lash se diera a conocer… o a que algún otro lesser hiciera aparición. Cuando aparecieron los equipos de televisión, cerca de un minuto y medio después, presenció como una rubia casi hermosa hacía el papel de una compasiva Bárbara Walters sobre el césped. En el instante en que la filmación terminó, comenzó a importunar a los policías pidiendo información, hasta que los fastidió lo suficiente como para que la dejaran echar un vistazo a lo que ocurría dentro.
Y eso eliminó de golpe a la periodista seria que podía haber en ella.
Cuando adopto una actitud completamente femenina y se desmayó en los brazos de uno de los uniformados, Xhex puso los ojos en blanco y dio otra vez la vuelta a la casa, hacia la parte trasera.
Mierda. Bien podía ponerse cómoda. Había venido anhelando una pelea, pero como ocurría a menudo en la guerra, debía marcar un compás de espera hasta que apareciera el enemigo.
- Sorpresa.
Se giró tan rápidamente, que casi pierde el equilibrio: lo único que impidió que cayera fue el contrapeso que ejerció la mano de la daga, que estaba alzada, sobre su hombro, lista para usar.
* * *
- Me hubiera gustado que nos ducháramos juntos.
Mientras Blay se ahogaba con el café que había hecho para ambos, Saxton lo sorbía tranquilamente. A tal punto que resultaba bastante evidente que el tipo planeaba y disfrutaba de las reacciones que provocaba.
- Realmente me gusta sorprenderte -dijo el macho.
Bingo. Y naturalmente, esos endemoniados y estúpidos genes de pelirrojo le hacían imposible ocultar sus sonrojos.
Sería más fácil ocultar un sedán en el bolsillo. Así de obvio era.
- Y sabes, el medioambiente es importante. La conservación del agua. Hazte verde… o desnúdate por así decirlo.
Saxton estaba tumbado contra las almohadas de satén de su cama con una bata de seda, mientras Blay estaba extendido a lo largo de la base del colchón, aplastando el edredón suplementario que había sido meticulosamente doblado. La luz de las velas convertía la escena en algo salido de una fantasía, su brillo emborronaba todo tipo de límites y fronteras.
Y quién lo hubiera dicho, Saxton se veía hermoso en medio de la oscura ropa de cama color chocolate, su cabello claro era tan rizado que parecía esculpido a pesar de que no se había puesto espuma ni spray. Con los ojos entrecerrados y el suave pecho parcialmente expuesto, estaba listo y dispuesto… y, dado el aroma que estaba emanando, podía ser lo que Blay necesitaba.
Al menos en su interior. Su exterior no estaba muy a la altura de las circunstancias: su rostro seguía entumecido, los labios hinchados y no debido a un mohín erótico, sino al puñetazo de algún imbécil y se movía con cuidado, como si todavía tuviera unos cuantos moretones en su cuerpo.
Lo cual no estaba nada bien. Sus heridas ya deberían haber sanado, tras haber pasado aproximadamente doce horas desde el ataque. Después de todo, era un aristócrata y tenía un buen linaje de sangre.
- Oh, Blaylock, ¿qué estás haciendo aquí? -Saxton sacudió la cabeza-. Todavía no sé a qué viniste.
- ¿Cómo podía dejar de hacerlo?
- Te gusta hacerte el héroe, ¿verdad?
- Pasar el rato con alguien no es un acto heroico.
- No subestimes eso -dijo Saxton malhumorado.
Lo que hizo que Blay quedara perplejo. El tipo se había estado comportando como era habitual en él, sereno y ligeramente sarcástico durante toda la mañana y la tarde… pero había sido atacado. Brutalmente.
- ¿Estás bien? -preguntó Blay suavemente-. ¿Realmente bien?
Saxton se quedó mirando fijamente su café.
- A veces me resulta difícil comprender a la humanidad. En serio. No sólo es esa raza, sino también la nuestra.
- Lo siento. Por lo de anoche.
- Bueno, logró atraerte a mi cama, ¿verdad? -Saxton sonrió tanto como pudo, dado que la mitad de su boca estaba desfigurada-. No exactamente por la ruta que había planeado para traerte aquí… pero es hermoso mirarte a la luz de las velas. Tienes el cuerpo de un soldado, pero el rostro de un serio erudito. La combinación es… intoxicante.
Blay terminó lo que tenía en la taza de un solo trago y casi se atraganta. Pero eso quizás se debió no tanto a lo que estaba tomando, como a lo que estaba oyendo.
- ¿Quieres que te sirva más café?
- No en este momento, gracias. A propósito, estaba perfecto y ese ha sido un excelente aunque obvio, cambio de tema.
Saxton dejó la taza y el platillo sobre uno de los estantes dorados de la cama se reacomodó con un gemido. Para evitar quedarse mirando fijamente al tipo, Blay dejó su taza sobre el baúl para las sábanas que estaba debajo y dejó que sus ojos vagaran por el lugar. En la planta superior todo era de estilo Victoriano, con pesados muebles de caoba y alfombras orientales de profundos y hermosos colores… lo había visto durante sus excursiones a la cocina. Sin embargo lo discreto, apropiado y circunspecto llegaba hasta la puerta del sótano. Aquí abajo todos los muebles eran definitivamente de alcoba, todo era de estilo francés, las sinuosas mesas con superficies de mármol, las cómodas y los tapetes de encaje. Mucho satén y… dibujos en blanco y negro a lápiz de hermosos machos reclinados de forma muy similar a la pose que había adoptado Saxton.
Sólo que sin la bata.
- ¿Te gustan mis bocetos? -preguntó Saxton arrastrando las palabras.
Blay no pudo evitar reírse a carcajadas.
- Menuda frase.
- A veces la uso. No voy a mentirte.
De repente Blay conjuró una imagen del macho desnudo y haciendo el amor sobre esa misma cama, su piel retorciéndose y enroscándose con la de otro macho.
Echando una mirada subrepticia a su reloj, se dio cuenta de que debía permanecer otras siete horas allí y no estaba seguro de si deseaba que pasaran lentamente o en un instante.
Saxton cerró los párpados y lanzó un suspiro que le estremeció todo el cuerpo.
- ¿Cuándo fue la última vez que te alimentaste? -preguntó Blay.
Esos párpados pesados se elevaron y asomó un destello de gris brillante.
- ¿Te estás ofreciendo voluntario?
- Me refiero de una hembra.
Saxton hizo una mueca mientras se acomodaba sobre las almohadas.
- Un tiempo. Pero estoy bien.
- Tu cara parece un tablero de ajedrez.
- Dices unas cosas de lo más dulces.
- Hablo en serio Saxton. No quieres mostrarme lo que hay bajo esa bata, pero si puedo tomar tu rostro como indicativo, tienes heridas por otras partes.
La única respuesta que obtuvo fue un mmm.
- Ahora quién esta cambiando de tema.
Hubo una larga pausa.
- Saxton, voy a conseguir a alguien para que te alimentes.
- ¿Llevas hembras en el bolsillo trasero?
- ¿Te molesta si vuelvo a usar tu teléfono?
- Sírvete tú mismo.
Blay se puso de pie y entró en el cuarto de baño, prefiriendo un poco de privacidad porque no tenía idea de cómo iba a salirle la cosa.
- Podías usar el que está aquí -gritó Saxton cuando cerró la puerta.
Blay salió diez minutos más tarde.
- No sabía que eHarmony [12] trabajara tan rápido -murmuró Saxton, sin abrir los ojos.
- Tengo contactos.
- Sí, seguro.
- Nos recogerán al caer la noche.
Eso hizo que se elevaran las persianas de esos ojos.
- ¿Quién? ¿Y a dónde iremos?
- Vamos a ocuparnos de ti.
Saxton inhaló y exhaló con un jadeo.
- ¿Acudiendo al rescate otra vez, Blaylock?
- Llámalo compulsión. -Tras decir eso, fue hacia la chaise longue y se tendió en ella. Cubriéndose las piernas con una exquisita piel, sopló la vela que tenía a su lado y se puso cómodo.
- ¿Blaylock?
Dios, esa voz. Sonaba tan profunda y baja en la penumbra.
- Sí.
- Me estás dejando como un mal anfitrión. -Tuvo una leve dificultad para respirar-. Esa chaise no es un buen lugar para que duermas.
- Estaré bien.
Se produjo un silencio.
- No estarías engañándole si te unes a mí en la cama. No estoy en condiciones de aprovecharme de tu virtud y aunque así fuera, te respeto lo suficiente como para no ponerte en una posición incómoda. Además, me vendría bien el calor corporal… parece que no soy capaz de entrar en calor por mí mismo.
Blay deseó un cigarrillo con todas sus fuerzas.
- No estaría engañándole aunque… ocurriera algo entre tú y yo. No hay nada ahí. Somos amigos, sólo amigos.
Y esa era la razón por la que esta situación con Saxton era tan condenadamente rara. Blay estaba acostumbrado a que le dieran con la puerta en las narices, a que lo mantuvieran fuera y separado de lo que deseaba. Saxton, por otra parte, le ofrecía un arco abierto, algo que podía atravesar con facilidad… y la habitación que había al otro lado era magnífica.
Blay se contuvo cerca de un minuto y medio. Luego, sintiendo como si se estuviera moviendo en cámara lenta, hizo la piel blanca a un lado y se levantó.
Mientras cruzaba la habitación, Saxton le hizo espacio, levantando las sábanas y el edredón.
Blay dudó.
- No muerdo -susurró Saxton-. A menos que me lo pidas.
Blay se deslizó entre todo ese satén… e inmediatamente captó la idea del motivo por el cual las batas de seda eran una buena idea. Suavidad, mucha suavidad.
Algo más descubierto que la desnudez
Saxton se puso de lado para quedar de cara a Blay, pero luego gimió… de dolor.
- Maldita sea.
Cuando el macho se volvió a poner de espaldas, Blay se encontró acompañándolo y poniendo el brazo por encima de la cabeza de Saxton. Cuando el macho la levantó, Blay le puso el bíceps como almohada y Saxton aceptó la comodidad y se recostó allí.
Las velas se extinguieron una a una salvo el votivo que estaba en el baño.
Saxton tembló y Blay se acercó, solo para terminar frunciendo el ceño.
- Dios, estás helado. -Atrayendo al macho a sus brazos, abrazó a Saxton e infundió calor corporal en su cuerpo con la fuerza de su voluntad.
Yacieron juntos durante mucho tiempo… y Blay se encontró acariciando ese cabello denso, rubio y perfecto. Se sentía bien… suave y esponjoso en las puntas.
Olía a especias.
- Eso se siente divino -murmuró Saxton.
Blay cerró los ojos y respiró profundamente.
- Coincido contigo.
Capítulo 50
- ¿Qué demonios hacéis vosotros dos aquí? -siseó Xhex mientras bajaba la daga.
La mirada que le dedicó Trez le ofreció una enorme ración de, bueno, resulta obvio.
- Rehv nos llamó.
Como era característico, iAm permaneció en silencio junto a su hermano; simplemente asintió con la cabeza y cruzó los brazos sobre el pecho, ofreciendo una excelente estampa de un roble que no se movería de su lugar. Y mientras se quedaban ahí mirándola, las Sombras gemelas se escudaban a sí mismas, revelando sus cuerpos y sus voces sólo a ella. Por un momento, lamentó tanta discreción. Era difícil dar un rodillazo en las pelotas a los muy entrometidos cuando estaban en su forma fantasmal.
- ¿No hay abrazos? -murmuró Trez, mientras le examinaba el rostro-. Hace una vida que no te vemos.
Respondiéndole en una frecuencia que ni los humanos ni los lessers podrían oír, murmuró:
- No soy del tipo de las que abrazan.
Sin embargo después de maldecir, echó los brazos alrededor de los dos idiotas. Las Sombras destacaban por ser muy reservadas con sus emociones y más difíciles de conmover que los humanos e incluso que los vampiros, pero pudo sentir su dolor por lo que ella había sufrido.
Cuando fue a retirarse, Trez intensificó el abrazo y se estremeció.
- Yo… Jesús bendito, Xhex… pensamos que no volveríamos a verte nunca más…
Ella sacudió la cabeza.
- Basta. Por favor. No existe un buen momento para esto y ciertamente este no es el lugar. Os quiero a ambos, está bien y yo estoy bien. Así que dejémoslo ahí.
Bueno, más o menos bien, siempre y cuando no pensara en John atrapado en esa mansión, sin duda volviéndose loco. Gracias a ella.
Ah, como se repetía la historia.
- Me detendré antes de que nos pongamos morbosos. -Trez sonrió y sus colmillos brillaron muy blancos contra su rostro de ébano-. Simplemente nos alegra que estés bien.
- Era lo estipulado. Si no, no estaría aquí.
- No estoy seguro de eso -dijo Trez, en voz baja mientras él y su hermano miraban por la ventana-. Guau. Alguien se ha divertido ahí dentro.
Sopló una fuerte brisa, trayendo con ella una nueva bocanada de talco para bebé desde una nueva dirección y los tres giraron la cabeza.
Por el camino de tierra que pasaba frente a la casa, avanzaba un coche que no tenía nada que hacer cerca de los campos de maíz. La cosa era del estilo A todo Gas, un Honda Civic que había pasado por el cirujano plástico de los coches y le habían hecho una remodelación estilo playboy: tenía alerones traseros, un faldón delantero que dejaba un espacio de solo siete centímetros y medio separándolo del suelo y un trabajo de pintura que incluía el gris, el rosa y un amarillo que hacia que te ardieran las pupilas, era como una chica provinciana que se hubiera dedicado a la pornografía.
Y quién lo hubiera dicho… la expresión del lesser que estaba detrás del volante no estaba a tono con el cacharro que estaba conduciendo. A menos que alguien acabara de mear en su tanque de gasolina.
- Apostaría mi calibre cuarenta a que ese es el nuevo Fore-lesser -dijo Xhex-. Lash de ninguna forma hubiera permitido que uno de sus segundos tuviera ese tipo de ruedas. Pasé cuatro semanas con ese cabrón y todo giraba siempre en torno a él.
- Un cambio de plana mayor-asintió Trez-. Pasa mucho entre ellos.
- Debéis seguir a ese coche -dijo ella-. Rápido, id tras su rastro…
- No podemos dejarte. Órdenes del jefe.
- ¿Me estás jodiendo? -Xhex pasó la vista desde el Civic a la escena del crimen y luego nuevamente hacia los alerones que partían-. ¡Id! Tenemos que seguirlo…
- No. A menos que quieras hacerlo tú… entonces iremos contigo, ¿verdad iAm?
Cuando la otra sombra hizo un gesto afirmativo, Xhex sintió ganas de darle un puñetazo al revestimiento de aluminio sobre el cual había estado apoyada.
- Esto es jodidamente ridículo.
- Difícilmente. Estás esperando a que aparezca Lash y sé que no es para conversar con él. Así que de ninguna forma vamos a separarnos de ti… y ni te molestes en lanzarme la mierda esa de tú-no-eres-mi-dueño. Padezco de sordera selectiva.
De hecho iAm dejo oír su voz.
- Realmente la padece.
Xhex clavó la vista en la matrícula del ridículo Honda, con un Oh-me-cago-en-la-puta mental… pero por otra parte, si las dos Sombras no estuvieran allí, ella hubiera permanecido en el lugar; habría tomado nota de la matrícula y se hubiera quedado justo donde estaba. Siempre podían rastrearla después.
- Haz algo útil -dijo bruscamente-. Dame tu móvil.
- ¿Vas a pedir pizza? Tengo hambre. -Trez le arrojó su BlackBerry-. Quiero mucha carne en la mía. Mi hermano prefiere el queso.
Xhex buscó a Rehv entre los contactos y lo llamó porque era la forma más rápida de llegar a los Hermanos. Cuando saltó el correo de voz, dejó las especificaciones y la matrícula del coche y solicitó que Vishous lo rastreara.
Luego cortó la comunicación y le tiró el móvil de vuelta a Trez.
- ¿Entonces no llamaste a Domino’s? -masculló él-. Hacen pedidos a domicilio, ¿lo sabías?
Tragándose una maldición, frunció el ceño y recordó que V le había dado un teléfono. Mierda… no estaba tan atenta como debería estarlo en una situación como esta…
- Y otro departamento se ha enterado… -dijo iAm.
Sus ojos se dispararon hacia la carretera en el momento en que un coche policial sin identificación se detenía frente a la casa. El detective de homicidios que se bajó era alguien a quien ella conocía. José de la Cruz.
Al menos los humanos habían enviado a un buen hombre. Pero por otra parte, quizás ese tipo de competencia no eran las mejores noticias. Cuanto menos se involucrara la otra raza en una situación como esta mejor y de la Cruz tenía los instintos y la tenacidad de un sabueso.
Joder… iba a ser un día laaaargo y jodido. Un día muy, muy largo y jodido.
Mientras observaba a los humanos circular por el lugar, perdiendo el tiempo sin llegar a ninguna parte y sentía el peso colectivo de sus guardaespaldas presionando en su cabeza, comenzó a mover la mano derecha, formando con los dedos las curvas y rectas de lo que John le había enseñado.
A…
B…
C…
* * *
Lash se despertó con el sonido de gemidos. Y no de los de satisfacción. Estar tendido boca abajo sobre un colchón desnudo en esa choza horrible fue otra decepción. El tercer golpe fue el hecho de que cuando finalmente se levantó, su cuerpo dejó una mancha negra tras de sí.
Como una especie de sombra arrojada sobre el suelo, un reflejo de lo que realmente era. Me cago en la puta. Era como ese nazi, al que se le derretía la cara, al final de En busca del Arca perdida… el que en los extras del DVD decía que el efecto especial se había logrado mezclando gelatina con aire caliente.
No es que fuera exactamente el tipo de papel por el que quisiera destacar en la vida real.
Mientras caminaba hacia la cocina, sentía como si estuviera arrastrando un refrigerador y ¿qué les parece? A Plástica-Fantástica no le iba mucho mejor, estaba tirada en el suelo junto a la puerta trasera. La había drenado lo suficiente como para incapacitarla, pero no lo suficiente como para enviarla de regreso al Omega.
Mala suerte para ella. Estar siempre al borde de la muerte, sintiendo todo ese dolor, la sensación de asfixia y aún así ser consciente de que nunca iba a alcanzar la inmensa paz que había al otro lado de todo eso. Era suficiente como para que quisieras suicidarte. Y aquí venía la señal para que la audiencia riera.
Por otro lado… ella no tenía idea de que no iría a ninguna parte. De que iba a permanecer eternamente en esa situación de impás. Como si Probablemente fuera mejor guardarse esa información… sería su buena obra del día.
Cuando pudo dirigirle un patético gemido pidiéndole ayuda, él le pasó por encima y fue a revisar cómo estaba el tema de la comida. Para ahorrar dinero, se había vuelto a comprar una McPorquería como cena cuando venía de camino a casa. La mierda estaba solo un escalón por encima de la comida para perros y eso cuando estaba tibia y recién salida del horno.
El deterioro no había mejorado la mitad que no había sido capaz de comer la noche anterior, pero de todas formas se comió las sobras. Frías. De pie junto a la bolsa arrugada que había sobre la parte alta de la encimera.
- ¿Quieres un poco? -le preguntó a la mujer-. ¿Sí? ¿No?
Todo lo que pudo hacer ella fue suplicar con los ojos inyectados en sangre y la boca abierta y babeando. O… tal vez no estuviera suplicando. Parecía estar horrorizada… lo que sugería que fuera cual fuera la condición en que se encontraba, la apariencia de él era lo suficientemente alarmante y horrorosa como para hacerle olvidar su agonía por un momento.
- Como sea, perra. Tu aspecto tampoco esta obrando maravillas en mi apetito.
Dándose la vuelta, estudió el día soleado a través de la ventana y realmente sintió un montón de ganas de mandarlo-todo-a-la-mierda.
Joder, no había querido irse de esa granja, pero estaba tan exhausto que era candidato a la narcolepsia… y de ninguna forma iba a arriesgarse a echarse un siesta con tantos enemigos a su alrededor. Era un caso de retirada para poder volver a luchar mañana o visitar el país de los sueños y despertar mordiendo el cañón de un arma. O algo peor.
Pero al menos el sol todavía brillaba en el cielo sin nubes, lo que para él eran buenas noticias… le daba el tiempo que necesitaba. Fuera como fuera, la Hermandad no iba a aparecer hasta que no estuviera lo suficientemente oscuro y qué clase de anfitrión sería si no estaba allí esperándoles.
El jodido cabrón lameculos del Omega podía haber empezado la fiesta, pero sería Lash quien la terminaría.
Sin embargo necesitaba más municiones y no para su hierro.
Tras coger su impermeable y ponerse el sombrero, se colocó los guantes y volvió a pasar por encima de la puta. Cuando estaba abriendo el cerrojo de la puerta, la mano marchita de ella aleteó sobre su zapato y sus dedos ensangrentados arañaron el cuero.
Él bajó la vista. Ya no podía hablar, pero sus ojos inyectados en rojo e hinchados lo decían todo: Ayúdame. Me estoy muriendo. No puedo matarme a mí misma… hazlo por mí.
Aparentemente había superado su repulsión hacia él. O tal vez el hecho de que se hubiera cubierto ayudaba.
Normalmente, la habría dejado como estaba, pero no podía deshacerse del recuerdo de cuando se había arrancado su propia cara. Estaba funcionando bajo la presunción de que no iba a terminar como una pesadilla en perpetua descomposición, pero ¿y si ese era su destino? ¿Y si seguía derritiéndose hasta que ya no pudiera soportar su esqueleto y terminara en la misma condición que se encontraba ella… nada aparte de sufrimiento por toda la eternidad?
Lash se sacó un cuchillo de la parte baja de la espalda y cuando se le acercó con él en la mano, ella no se encogió. En vez de ello, rodó sobre sí misma, ofreciendo la carne fresca de su pecho.
Una puñalada fue todo lo que se precisó y su miseria inmediata terminó: con un brillante destello de luz, desapareció en el aire, dejando nada más que un círculo chamuscado en la alfombra apelmazada.
Lash se giró para irse…
No llegó a salir por la puerta. Su cuerpo rebotó hacia atrás y quedó estampado contra la pared opuesta, mientras veía luces relampagueando frente a sus ojos y una ola de poder lo atravesaba.
Le llevó un momento entender qué coño le había pasado… y luego lo vio claro: lo que le había dado a la prostituta había vuelto a casa con él.
O sea que es así como funciona, pensó mientras respiraba hondo y se sentía menos como la muerte sobre patines.
Lo que era acuchillado con acero regresaba al remitente, por decirlo así.
Bueno, regresaba siempre y cuando el arma secreta de la Hermandad no llegara allí primero. Butch O’Neal era el talón de Aquiles del Omega, capaz de evitar esa reunión absorbiendo la esencia del mal que animaba al asesino desde su interior.
Habiendo experimentado esta afluencia, Lash podía entender ahora la amenaza que representaba O’Neal. Si no recuperabas tus LEGOS, al final no podrías construir mucho de nada… o lo que era peor, tu cajón de juguetes se quedaba vacío… ¿Y entonces qué? ¿Desaparecías?
Si, evitar a ese bastardo de Butch era importante. Buen dato.
Entrando al garaje, Lash dejó la choza en su Mercedes y tomó rumbo no hacia el campo, sino hacia los rascacielos del centro.
Como acababan de pasar las once de la mañana, había trajes y corbatas por todos lados, la tropa de zapatos acordonados se detenía en las intersecciones, aguardando la señal de avanzar y luego cruzaba las calles justo frente a las parrillas de los coches. Todos estos humanos eran jodidamente presuntuosos, con sus barbillas en alto y los ojos siempre al frente como si no existiera nada aparte de la reunión, almuerzo o diligencia perdida-de-tiempo a la que se estuvieran apresurando a llegar.
Deseaba pisar el acelerador y convertirlos en torpes bolos de bolera, pero ya tenía suficiente de que preocuparse y mejores cosas que hacer con su tiempo. ¿Su destino? La calle Trade, centro de la actividad de los bares y clubes nocturnos. Que a diferencia del distrito comercial, estaría vacía a esta hora del día.
Mientras cortaba hacia el río, se hizo evidente que la ciudad tenía dos partes bien distintas que representaban el ying y el yang en cuanto a multitudes y a apariencias. A la luz del día, los altos edificios financieros con sus ventanas de cristal enmarcadas en acero brillaban y destellaban. Sin embargo en la tierra de los callejones oscuros y los carteles de neón, la mierda tenía el aspecto de una vieja puta bien usada: sucia, andrajosa y triste.
¿En lo que se refería a la gente? En la primera se amontonaban los productivos y resueltos. Y en la última a esta hora tenías suerte si podías reunir más de un par de vagos.
Que era precisamente con lo que él estaba contando.
En su camino hacia los puentes gemelos de Caldwell, pasó junto a un solar vacío que estaba rodeado por una cadena y tuvo que aminorar un poco la velocidad. Cristo… allí era donde había estado el ZeroSum antes de quedar reducido a una pila de escombros. Y el cartel de la inmobiliaria que estaba en el frente tenía pegado un adhesivo que decía Venta Pendiente.
Era un ejemplo de cómo funcionaban las cosas. La indecencia, como la naturaleza, detestaba el vacío… así que si el nuevo club que se fuera a construir en el lugar tenía un final a lo MacGyver, similar al que había tenido Rehv, otro tomaría su lugar igual de rápido.
Parecido a la situación con su padre. Lash había sido reemplazado en un instante, por algo salido de su propio callejón trasero, por así decirlo.
Te hacía sentir jodidamente prescindible. De verdad.
Debajo de los puentes, no le llevo mucho tiempo encontrar lo que estaba buscando, aunque habría deseado no tener que llegar a usarlo. Su deambular por debajo de los pasos elevados hizo salir rápidamente a los humanos harapientos que dormían en cajas de cartón o coches incendiados y pensó que eran muy similares a perros vagabundos: atraídos por la esperanza de encontrar sustento, desconfiados por experiencia y plagados de enfermedades.
También se podía establecer un paralelismo con la sarna.
Él no era melindroso y ellos tampoco. Muy pronto tuvo una hembra en el asiento del pasajero, lanzando ooohs y aaahs no debido al cuero del AMG sino a la bolsita de plástico con coca que le había dado. Mientras sacaba un poco con el dedo meñique y la aspiraba, él la condujo hasta una cueva oscura formada por la enorme base de hormigón del puente siguiente.
Una esnifada fue todo lo que obtuvo la mujer.
Se lanzó sobre ella en un instante y ya fuera por la necesidad que sentía o la debilidad física de ella, fue capaz de dominarla completamente mientras bebía.
Su sangre tenía sabor a agua sucia de después de lavar los platos.
Cuando hubo terminado, salió del coche, lo rodeó y la sacó tirando del cuello de su ropa. En un principio había estado pálida; ahora estaba del mismo color gris que el hormigón.
Pronto estaría muerta, si no lo estaba ya.
Hizo una pausa y examinó su rostro, midiendo las gruesas arrugas de su piel y los capilares reventados que le habían proporcionado un rubor insalubre. Una vez había sido una recién nacida. Hacía unos años había sido nueva en el mundo.
El tiempo y la experiencia ciertamente la habían golpeado y ahora iba a morir como un animal, sola y sobre la tierra.
Después de dejarla caer, extendió la mano para cerrarle los párpados…
Jesús… bendito.
Al levantar la mano, pudo ver el río a través de ella.
Ya no había piel podrida, sino una sombra negra… con la forma de lo que solía usar para escribir, golpear y conducir.
Remangándose el impermeable, vio que su muñeca todavía era corpórea. Una oleada de poder le energizó, la pérdida de piel ya no era algo por lo que lamentarse, sino una fuente de regocijo.
De tal padre… tal hijo.
No iba a terminar como esa puta a la que acababa de apuñalar de regreso a él. Iba en camino hacia el territorio del Omega… no estaba pudriéndose… estaba transformándose.
Lash comenzó a reír, los grandes movimientos del vientre que expresaban su satisfacción, se filtraron en su pecho, hicieron ebullición en su garganta y saltaron de su boca. Cayó de rodillas junto a la mujer muerta y dejó que el alivio…
Con una súbita agitación, saltó a un lado y vomitó la sangre corrupta que había ingerido. Cuando se detuvo, se limpió la barbilla con la mano y observó como el satén rojo cubría el borroso contorno de lo que una vez había sido carne. No tenía tiempo de ponerse a admirar su flamante nueva forma.
Los violentos vómitos lo oprimieron de tal forma que quedó enceguecido por las estrellas que explotaban ante su vista.
Capítulo 51
Sentada en sus aposentos privados, Payne miraba fijamente el paisaje del Otro Lado. El ondulado césped verde, los tulipanes y las madreselvas llegaban solo hasta cierto punto antes de verse interrumpidos por un cerco de árboles que rodeaba el prado. Sobre todo ello el arco del cielo lechoso se extendía desde la mullida copa de un árbol a otra, como la tapa de un baúl de ropa.
Por experiencia personal, sabía que si caminabas hasta el borde del bosque y penetrabas sus sombras terminabas emergiendo… exactamente en el mismo lugar por el que habías entrado.
No había forma de salir, a menos que tuvieras el permiso de la Virgen Escriba. Solo ella guardaba la llave del invisible cerrojo y no iba a permitir que Payne se fuera… ni siquiera a la casa que el Primale tenía al Otro Lado, como se les permitía a las demás.
Lo que probaba que esa hembra sabía muy bien a quién había dado a luz. Era bien consciente de que una vez que Payne quedara libre, jamás volvería. Payne se lo había dicho… gritando de tal forma que le zumbaron sus propios tímpanos.
En retrospectiva, su explosión había sido una victoria para la honestidad, pero no la mejor de las estrategias. Hubiera sido mejor guardárselo para sí misma y tal vez le hubieran permitido cruzar al Otro Lado… y permanecer allí. Después de todo, no era como si su madre pudiera forzarla a volver a la tierra de las estatuas vivientes.
Bueno, al menos teóricamente.
Con ese estado de ánimo, se puso a pensar en Layla, que acababa de regresar de haber visto a su macho. La hermana estaba radiante con un tipo de felicidad y satisfacción que Payne nunca había sentido.
Justificaba relativamente su ambición por salir de allí, ¿verdad? Aunque lo que la esperara al Otro Lado no fuera nada parecido a lo que ella recordaba de su pequeña porción de libertad, podría tomar decisiones por su cuenta.
En verdad, era extraño maldecir el hecho de haber nacido, sin tener una vida que vivir. A menos que matara a su madre, estaba atrapada aquí y por más que odiara a la hembra, no iba a seguir ese camino. Por una parte no estaba segura de si ganaría semejante conflicto. Por otra… ya había matado a su padre. El matricidio no era una experiencia que le ofreciera ningún tipo de fascinación novedosa o particular.
Oh, el pasado, el doloroso y miserable pasado. Que espantoso tener que estar atrapada aquí con un futuro infinito y servil mientras soportaba la carga de un historial que era demasiado horroroso como para pensar en él. La suspensión animada había sido un regalo amable comparado con esta tortura… al menos cuando estaba congelada, su mente no podía deambular y enredarse con cosas que deseaba que nunca hubieran ocurrido y cosas que nunca llegaría a hacer…
- ¿Querrías unas viandas?
Payne miró por encima de su hombro. No’One estaba en la arcada que daba a la habitación, inclinada en una reverencia con una bandeja en las manos.
- Oh, sí, por favor. -Payne se deshizo de sus decadentes reflexiones-. ¿Te gustaría comer conmigo?
- Te lo agradezco de corazón, pero te serviré y me iré. -La criada dejó las provisiones junto a Payne, sobre el asiento de la ventana-. Cuando tú y el rey prosigáis con vuestro conflicto físico, regresaré a recoger…
- ¿Puedo preguntarte algo?
No’One volvió a hacer una reverencia.
- Por supuesto. ¿Cómo puedo servirte de ayuda?
- ¿Por qué nunca has ido al Otro Lado? ¿Como las demás?
Hubo un largo silencio… y luego la hembra cojeó hasta el jergón donde dormía Payne. Con manos temblorosas, No’One arregló meticulosamente la ropa de cama poniéndola en orden.
- No tengo un interés particular en ese mundo -dijo desde debajo de su atavío-. Aquí estoy a salvo. Allí… no lo estaría.
- El Primale es un Hermano de brazo firme y muy hábil con la daga. Ningún mal te sobrevendría estando bajo su cuidado.
El sonido que salió flotando de debajo de la capucha fue evasivo.
- Allí las circunstancias pueden encontrar la forma de darse la vuelta convirtiéndose en caos y disputas. Las decisiones más simples tienen ramificaciones que pueden ser devastadoras. Aquí, todo está en orden.
Payne pensó que hablaba como una superviviente del ataque del que había sido objeto ese santuario unos setenta y cinco años antes. En aquella espantosa víspera, machos del Otro Lado se habían infiltrado a través de la barrera y con ellos habían traído la violencia que frecuentemente se daba en su mundo.
Muchos habían muerto o habían resultado heridos… incluyendo al Primale de aquel entonces.
Payne volvió a mirar el horizonte estático y hermoso… y de pronto comprendió la forma de pensar de la hembra, aunque no se sentía inclinada a compartirla.
- Es precisamente el orden que reina aquí lo que me mortifica. Lo que busco es evitar este tipo de falsedad.
- ¿No puedes irte a voluntad?
- No.
- Eso no está bien.
La mirada de Payne voló hacia la hembra… que ahora estaba volviendo a doblar las túnicas modificadas de Payne.
- Nunca esperé que dijeras algo contra la Virgen Escriba.
- Amo a la querida madre de nuestra raza… por favor no me malinterpretes. Pero ser encarcelada, aún en medio del lujo, no está bien. Yo decido quedarme aquí y siempre lo haré… sin embargo tú tendrías que ser libre de poder irte.
- Me doy cuenta de que te envidio.
No’One pareció encogerse bajo la túnica.
- Nunca debes hacer eso.
- Es verdad.
En el silencio que siguió, Payne recordó la conversación que había tenido con Layla junto al espejo de agua. El mismo intercambio, diferentes giros: en aquel momento, Layla había sido la que envidiara la falta de deseo de Payne cuado se trataba de sexo y machos. Aquí, era el conformismo de No’One ante la inercia lo que se valoraba.
Y seguimos dando vueltas en círculo, pensó Payne.
Volviendo la cabeza hacia el «panorama», contempló el césped con recelo. Cada hoja estaba perfectamente formada y tenía precisamente la altura adecuada, de tal forma que la extensión no parecía un prado sino una alfombra. Y el resultado no se conseguía segándolo, por supuesto. Igual que los tulipanes permanecían en sus lechos eternamente florecidos sobre sus delgados tallos y los azafranes estaban perpetuamente desplegados y las rosas siempre estaban llenas de pétalos, además tampoco había insectos ni malas hierbas ni enfermedades.
Ni crecimiento.
Era irónico que todo pareciera estar bien cultivado y sin embargo no fuera atendido por nadie. Después de todo, quién necesitaba un jardinero cuando tenías un dios capaz de gestionarlo todo hasta alcanzar su mejor nivel… y mantenerlo así.
En cierta forma, eso hacía que No’One fuera un milagro, ¿verdad? Que se le hubiera permitido sobrevivir a su nacimiento aquí dentro, que se le permitiera respirar el no-aire, aún cuando no fuera perfecta.
- No deseo esto -dijo Payne-. De veras que no.
Cuando no recibió respuesta, miró por encima del hombro… y frunció el ceño. La hembra se había marchado como había llegado, sin emitir sonido ni hacer alboroto, tras haber mejorado lo que la rodeaba con su cuidadoso toque.
Cuando un grito comenzó a formarse en su interior, Payne supo que tenía que obtener la libertad. O se volvería loca.
* * *
En la zona de granjas de Caldwell, a Xhex finalmente se le presentó la oportunidad de entrar en la casa cuando la policía se retiró a las cinco de la tarde. Cuando el grupo de uniformes azules salió, tenían aspecto de necesitar, no sólo una noche libre, sino una semana de vacaciones… por otra parte pasar horas vadeando a través de sangre coagulada podía hacerle eso a un tipo. Cerraron todo, sellaron la puerta delantera y la trasera y se aseguraron de rodear el terreno con un cerco de la cinta amarilla que se utiliza para aislar las escenas de los crímenes. Luego se subieron a sus coches y se marcharon.
- Entremos ahí -les dijo a las Sombras.
Desmaterializándose, tomó forma sonoramente en medio de la sala, con Trez e iAm justo a su lado. Sin necesidad de hablar, se abrieron en abanico y caminando entre el desorden, buscaron cosas que los humanos no sabían que debían buscar.
Después de veinte minutos entre lo pegajoso y viscoso del primer piso y la nada excepto polvo del segundo, seguían con las manos vacías.
Maldito fuera el infierno, podía percibir los cuerpos y las rejillas emocionales marcadas por el sufrimiento, pero eran como reflejos en el agua… y simplemente no podía llegar a los cuerpos que arrojaban las imágenes ondulantes.
- ¿Rehv ha dado señales de vida? -preguntó levantando una de sus botas para medir hasta que altura de la suela había llegado la sangre. Hasta el cuero. Genial.
Trez sacudió la cabeza.
- No. Pero puedo volver a llamarlo.
- No te molestes. Debe estar noqueado. -Mierda, esperaba que hubiera recibido el mensaje y ya hubiera iniciado la caza de esa matrícula.
De pie en el vestíbulo delantero, miró hacia el comedor y luego enfocó la vista en la mesa llena de agujeros que evidentemente había sido utilizada como tabla de picar.
El compañerito del Omega, el del coche a lo Vin Diesel, iba a tener que regresar en busca de los nuevos reclutas. Pues si permanecían ocultos de esa forma no iban a resultar muy útiles, asumiendo que el encierro funcionara como el de Lash con ella, no podrían salir de ese plano paralelo al cual habían sido relegados hasta que fueran liberados.
¿A menos que el hechizo pudiera ser levantado a distancia?
- Debemos quedarnos un rato más -dijo-. Y ver quién más hace acto de presencia.
Ella y las Sombras se reunieron en la cocina, por la cual comenzaron a pasearse dejando huellas ensangrentadas sobre el linóleo ajado… huellas que sin duda iban a joder las mentes equilibradas y formales de todos esos policías.
NESP.
No. Era. Su. Problema.
Consultó el reloj de la pared. Contó los barriles vacíos, las botellas de alcohol y las latas de cerveza. Observó las colillas de los porros y el residuo parecido al talco de las líneas de coca.
Volvió a consultar el reloj.
En la parte trasera, el sol parecía haber dejado de descender, como si su disco dorado temiera ser atravesado por las ramas de los árboles.
Atascada en su persecución, no tenía nada en que pensar salvo en John. En ese momento él debía estar subiéndose por las malditas paredes, todo eso en un estado mental que difícilmente fuera el ideal para alguien que tenía que enfrentar a un enemigo: iba a estar cabreado con ella, distraído, acelerado por razones equivocadas. No era como si pudiera llamarlo y conversar. Él no podía responderle. Y lo que tenía que decirle no era el tipo de cosa que quisieras poner en un mensaje de texto.
- ¿Qué sucede? -preguntó Trez, cuando ella empezó a inquietarse.
- Nada. Sólo que estoy lista para luchar y no tengo blanco.
- Y una mierda.
- Yyyyy podemos dejar la conversación justo aquí, muchas gracias.
Diez minutos después volvía a mirar el reloj de la pared. Oh, por todos los diablos, no podía soportarlo.
- Voy con la Hermandad y vuelvo en media hora -dijo bruscamente-. Quedaos aquí, ¿queréis? Llamadme al móvil si aparece alguien.
Mientras les daba el número, su audiencia se hizo a sí misma un favor y no formuló ninguna pregunta… pero en definitiva las Sombras se parecían a los symphaths en que tendían a saber en qué andaba metida la gente.
- Entendido -dijo Trez-. Te llamaremos en cuanto pase algo.
Desmaterializándose, tomó forma frente a la mansión de la Hermandad y cruzó la gravilla hacia los escalones del tamaño de los de una basílica. Tras entrar en el zaguán, puso el rostro frente a la cámara de seguridad.
Un momento después Fritz abrió la puerta e hizo una profunda reverencia.
- Bienvenida a casa, señora.
Las palabras «a casa» la sacudieron.
- Ah… gracias. -Miró en derredor, a las habitaciones vacías que daban al vestíbulo-. Iré directamente arriba.
- He preparado la misma habitación que utilizó con anterioridad.
- Gracias.
Pero no iba a ir allí.
Atraída por el tirón de la sangre de John, subió la escalera principal trotando y fue hacia su guarida.
Golpeó y aguardó y cuando no hubo respuesta abrió una rendija hacia la oscuridad del otro lado y oyó el agua de la ducha al correr. Al otro lado de la habitación, a la altura de la alfombra, se veía una franja de luz sesgada, indicando que habían cerrado la puerta del baño.
Cruzando la alfombra oriental, se despojó de la chaqueta de cuero y la dejó sobre el respaldo de una silla. Al llegar a la puerta del baño, volvió a llamar. Sin titubear. Ruidosamente.
La puerta se abrió por sí sola, osciló libremente y reveló aire húmedo y el tenue brillo de las luces empotradas que había sobre el jacuzzi.
John estaba de frente a ella tras la puerta de cristal, el agua se precipitaba hacia abajo por su pecho, la tableta de chocolate de sus abdominales y sus muslos. En el momento en que sus ojos se encontraron, su pene despertó en una enorme erección, pero él no se movió y no pareció contento de verla.
De hecho, su labio superior se curvó y emitió un gruñido y eso no fue lo peor. Su estado emocional estaba completamente cerrado para ella. La estaba bloqueando y ni siquiera estaba segura de si era consciente de que lo estaba haciendo: no podía recoger ni una gota de nada de lo que antes siempre había percibido tan claramente
Xhex levantó la mano derecha y deletreó torpemente: He vuelto.
A él se le crispó una ceja. Luego gesticuló mucho más fácil y rápidamente: Con datos para Wrath y los Hermanos, cierto. ¿Te sientes una heroína? Felicidades.
Cerró el agua, salió y se inclinó para recoger una toalla. No se cubrió, sino que comenzó a secarse y era difícil ignorar como su pene subía y bajaba con cada movimiento e inclinación.
Nunca pensó que llegaría a maldecir su visión periférica.
- No he hablado con nadie -dijo.
Esto provocó que hiciera una pausa con la toalla extendida a través de su espalda, un brazo formando un ángulo hacia arriba y el otro hacia abajo. Naturalmente, esa pose hacia resaltar sus pectorales y el relieve de los músculos que corrían por encima de los huesos de sus caderas.
Soltó la toalla y se la colgó del hombro. Dejando que flotara libremente, gesticuló: ¿Por qué viniste aquí?
- Quería verte.
El dolor que evidenció su voz hizo que deseara haber hablado con el LSA.
¿Por qué?
- Estaba preocupada…
¿Querías ver cómo lo estoy llevando? ¿Querías saber como me sentía después de pasar las últimas siete horas preguntándome si estarías muerta o…?
- John…
Él se arrancó la toalla de un tirón y la hizo chasquear en el aire para silenciarla.
¿Querías saber como procesaba la idea de que estuvieras muerta, luchando sola o aún peor, de vuelta dónde habías estado? ¿Tu lado symphath necesitaba distracción para divertirse un poquito?
- Dios no…
¿Estás segura de eso? No estas usando los cilicios. Tal vez al venir aquí estás alimentando esa ansia…
Xhex se giró bruscamente para dirigirse a la puerta, sus emociones eran demasiado fuertes para poder dominarlas, la culpa y la tristeza la ahogaban.
John le agarró el brazo y terminaron contra la pared, el cuerpo de él sujetando el de ella mientras gesticulaba de cerca entre sus rostros.
Demonios no, no se te permite huir. Después de lo que me has hecho pasar, no puedes irte con viento fresco solo porque no puedas lidiar con la jodida reacción que has provocado. Yo no pude huir hoy. Tuve que quedarme enjaulado aquí y bien puedes devolverme el favor. Ella quería desviar la mirada pero entonces no podría ver lo que le estaba diciendo con las manos. ¿Quieres saber cómo estoy? Jodidamente resuelto, así estoy. Tú y yo hemos doblado una esquina esta noche. ¿Dices que tienes derecho de ir en busca de Lash? Yo también.
En el vestuario, en la ducha, pensó ella. La traición de la cual no sabía los detalles, pero que había percibido tenía mucho que ver con lo que le había ocurrido a John cuando era joven y estaba solo e indefenso.
Este es el trato y no es negociable. Trabajaremos juntos para encontrarlo, atraparlo y matarlo. Trabajaremos como un equipo, lo que significa que donde vaya uno irá el otro. Y al final, el que lo derribe se lleva los honores. Así estamos.
Xhex exhaló con alivio, sabiendo instantáneamente que esa era la solución adecuada. No le había gustado cómo se había sentido estando en la granja sin él. Le había parecido incorrecto.
- Es un trato -le dijo.
Su rostro no registro sorpresa ni satisfacción… lo que le indicó que debía tener un plan excelente por si ella decía que no.
Salvo que luego entendió el motivo por el que estaba tan tranquilo.
Cuando todo termine, seguiremos caminos separados. Habremos terminado.
La sangre abandonó su cabeza y de repente, sintió las manos y los pies entumecidos. Lo cual era una estupidez. Lo que le estaba proponiendo era el mejor de los arreglos y la mejor manera en que podían terminar las cosas: dos guerreros trabajando juntos y una vez hubieran logrado su cometido, no había razón para que hubiera ninguna atadura entre ellos.
De hecho, eso era precisamente lo que había previsto para su futuro en cuanto escapó de su pesadilla con Lash. Matarlo bien muerto. Luego terminar con su propia y fracasada vida.
El problema era… que los planes que una vez habían estado tan claros ahora no lo estaban tanto, el camino que había trazado en su mente en el momento en que se había visto libre se había oscurecido por cosas que no tenían nada que ver con lo que había en su cráneo y todo con el macho que estaba desnudo contra a ella.
- Está bien -dijo con voz ronca-. Está bien.
Eso si causó una reacción en él. Su cuerpo se relajó contra el de ella y plantó las manos en la pared a cada lado de su cabeza. Cuando sus ojos se encontraron, el cuerpo de ella se alborotó con una explosión de calor.
Joder, cuando se trataba de John Matthew la desesperación era para ella lo que la gasolina a un fósforo… y a juzgar por la forma en que él hacía girar las cadera sutilmente contra ella, John sentía lo mismo.
Xhex subió la mano y se le aferró a un lado del cuello. No fue suave cuando tiró de él hacia su boca, él tampoco lo fue y sus labios se aplastaron entre sí, sus lenguas no se unieron, lucharon. Cuando de repente oyó un desgarro, se dio cuenta de que él había agarrado ambos lados de su camiseta sin mangas y había rasgado la parte delantera por la mitad.
Sus senos cayeron contra el pecho desnudo, sus pezones le rozaron la piel y su vagina se humedeció por él. Al diablo con la desesperación; el ansia de tenerlo dentro iba más allá de eso, llegaba a sentir que el vacío sin él se convertía en agonía.
Sus pantalones de cuero estaban en el suelo medio segundo después.
Luego con un rápido salto, se lanzó sobre él y puso los muslos alrededor de su cintura. Extendiendo la mano hacia abajo, lo colocó contra su sexo y apretó los talones contra el culo de él, haciendo de la penetración un hecho. Cuando su erección se hundió profundamente, lo tomó entero y el impulso resbaladizo fue suficiente para provocarle un turbulento orgasmo.
Mientras se remontaba en medio de su liberación, los colmillos salieron disparados dentro de su boca y John interrumpió el beso para inclinar la cabeza a un lado y ofrecerle la vena.
El mordisco fue dulce. La fuerza que obtuvo de él, meteórica.
Con profundas succiones, bebió mientras el cuerpo de él se clavaba dentro de ella, lanzándola por el precipicio una vez más, enviándola en un loco descenso que de alguna forma no tendría un duro aterrizaje… y él la siguió, dando ese glorioso salto sin paracaídas, sus orgasmos haciéndole temblar dentro de ella.
Hubo sólo una muy breve pausa… luego John comenzó a bombear otra vez… No, estaba llevándola hacia la habitación a oscuras, a la cama y el movimiento de sus muslos al caminar lo impulsaba dentro de ella, para luego retirarlo y volverlo a introducir.
Recordó cada una de las sensaciones, las almacenó profundamente en su mente, haciendo que el momento fuera infinito y eterno en virtud del poder de la memoria. Y mientras se acomodaba encima de ella, le dio lo que él le había dado: ofreciéndole la vena, se aseguraba de que fueran el equipo más poderoso posible.
Compañeros.
Sólo que no del tipo permanente.
Capítulo 52
Cuando el cuerpo de John se acopló con el de Xhex, su mente retrocedió brevemente al momento en el cuarto de baño cuando había estado esperando que accediera al acuerdo propuesto.
Desde luego, había sonado a que le estaba leyendo la cartilla, pero la verdad era que no tenía ninguna ventaja estratégica: ella iba a estar de acuerdo o no y si no lo hacía, no tenía nada con que sujetarla. ¿Resultado? No había absolutamente ninguna amenaza para la retractación, nada proactivo, ningún si-haces-esto-entonces-ocurre-aquello que pudiera intentar en esta situación.
Y había caído en la cuenta mientras estaba en el sofá de la sala de billar, fingiendo ver la TV con Tohr. Todo el día entero, había estado oyendo la voz de Rehvenge en su mente, una y otra vez.
Su final de partida no incluye a nadie salvo a sí misma.
John no era tonto y no estaba preparado para dejar que su vinculación con ella volviera a paralizarlo. Tenían un trabajo que hacer y tenían más oportunidades de lograr hacerlo si trabajaban juntos. Después de todo, no iban tras un lesser ordinario.
Además, la historia de ambos estaba escrita en el lenguaje de la colisión; siempre estaban chocando uno contra otro y rebotando… solo para encontrarse nuevamente atraídos hacia otro impacto. Ella era su pyrocant y no había nada que pudiera hacer para cambiarlo. Pero seguro como la mierda que podía cortar la cuerda elástica que lo estaba torturando.
Joder, ojalá el tatuaje no fuera permanente. Aunque por otra parte, al menos estaba en su espalda y no tenia que mirar la condenada cosa.
Como sea. Iban a atrapar a Lash y luego tomarían caminos separados. ¿Y entre este momento y aquel? Bueno…
John dejó que sus pensamientos se alejaran flotando mientras se volvía a concentrar en la agitación del sexo y el tremendo sabor que tenía en la boca mientras se alimentaba. Confusamente, volvió a notar el aroma a vinculación elevándose de su propia piel, pero ignoró esa realidad. No iba a permitir que su mente se confundiera debido a esas especias oscuras. Ni un minuto más.
Era bien cierto que los machos vinculados quedaban lisiados cuando no tenían a sus hembras… y una parte enorme de él siempre sería de ella. Pero iba a continuar viviendo, maldita sea. Era un superviviente.
Mientras se movía dentro del firme apretón de Xhex, su pene era una sólida vara de poder y pronto lo golpeó otra liberación, atravesándolo para entrar en ella. Rompiendo el contacto con su vena, lamió las incisiones con la lengua y luego se aferró a uno de sus pechos. Cambiando de posición la pierna, le abrió aún más los muslos y rodó sobre su espalda de forma que ella quedaba encima.
Xhex se hizo cargo a partir de allí, apoyando las manos en sus hombros, balanceó las caderas a la altura de la base de su espina dorsal, su tenso estómago se enroscaba y aflojaba mientras lo cabalgaba. Con una silenciosa maldición, él le aferró los muslos y apretó, pudiendo sentir como se movían los músculos bajo sus manos, pero no se detuvo allí. Subió las manos aún más arriba, hasta la articulación donde las piernas se encontraban con el torso y ese erótico pliegue le atrajo hacia el lugar donde estaban unidos.
Deslizó el pulgar dentro del corazón carnal de ella, encontró la cúspide de su sexo y comenzó a frotar en círculos…
A la tenue luz que provenía del cuarto de baño, la observó arquear la espalda y apuntalar los colmillos sobre el labio inferior en un esfuerzo por impedirse lanzar un grito. Quería decirle que se permitiera gritar, pero no tuvo tiempo de apiadarse de su discreción… se corrió con fuerza, apretando los párpados se estremeció bajo ella.
Mientras recuperaba el aliento, sintió que ella hacía una pausa para respirar profundamente… y luego cambiaba de posición.
Cuando abrió los ojos, casi tuvo otro orgasmo. Ella se había puesto de espaldas a él, de tal forma que quedaba inclinada sobre sus piernas y para equilibrar su peso se apoyaba sobre las espinillas de él. Con los pies de ella a cada lado de su torso, disfrutaba de una vista increíble… y eso antes de que comenzara a moverse. La visión de sí mismo emergiendo grueso y brillante de entre sus pliegues, su pene al descubierto justo hasta la cresta de la cabeza, lo lanzó a otra liberación.
Ella no se detuvo.
Él no quería que lo hiciera.
John necesitaba observar sus sexos más de cerca, ver la punta de sus pechos y el empuje de su barbilla y la suave fortaleza de su cuerpo mientras lo poseía profunda y firmemente. Deseaba permanecer capturado en ella… para siempre.
Pero justamente ese era su problema con ella, un problema que iba a terminar aquí y ahora.
Llegaron al clímax juntos, él con sus manos cerrándose sobre los esbeltos tobillos y ella abriendo la boca para dejar escapar el nombre de él de su garganta.
Después, lo único que quedó fueron respiraciones agitadas y aire que parecía frío.
Con un ágil movimiento ella los despegó, balanceando una pierna por encima de su cabeza y aterrizando silenciosamente en el suelo junto a la cama.
Cuando miró por encima de su hombro, su espina dorsal se curvó en una elegante curva.
- ¿Puedo utilizar tu ducha?
Cuando él asintió, ella avanzó con zancadas largas y seguras… y a pesar de todo el sexo que acababan de tener, John sintió la apremiante necesidad de tomarla por detrás.
Un momento después, sintió el sonido del agua que corría… y luego el eco de su voz.
- La policía humana encontró el escenario.
Eso logró que John saliera de la cama ansioso por más información. Cuando entró en el cuarto de baño, ella se giró bajo la ducha y se arqueó hacia atrás para enjuagarse el champú del cabello.
- El lugar estaba atestado de policías, pero los nuevos iniciados están ocultos del mismo modo en que lo estaba yo… todo lo que esos humanos vieron fue suficiente sangre como para pintar la casa de rojo. No había señales de Lash, pero pasó un coche de carreras callejeras con algo que olía a fresas falsas detrás del volante. Llamé a Rehv y le di la matrícula para que se la pasara a Vishous y haré el informe para Wrath ahora mismo.
Cuando lo miró, él gesticuló: Volveremos en cuanto caiga la noche.
- Sí. Lo haremos.
* * *
Qhuinn despertó solo, ya que había mandado a Layla de regreso al Otro Lado tras haber avanzado un poquito más en el asunto. Había tenido intención de decirle que partiera enseguida, pero el abrazo de despedida había llevado a otras cosas…
Sin embargo ella todavía seguía siendo virgen.
Ya no estaba intacta, pero definitivamente seguía siendo virgen… parecía que había dos personas en este mundo con las cuales no podía practicar el sexo. Si seguía con esta tendencia iba a terminar siendo célibe.
Cuando se incorporó, le latió la cabeza, prueba irrefutable de que el Herradura era un digno oponente.
Frotándose el rostro, pensó en como besaba la Elegida. La había enseñado a hacerlo correctamente, como succionar y acariciar, como abrirle camino a la lengua de alguien, como penetrar una boca cuando quisiera hacerlo. La hembra aprendía rápido. Y sin embargo no había sido difícil evitar que las cosas se salieran de control.
Lo que había matado el impulso de cerrar el trato era la forma en que ella lo miraba. Cuando había comenzado a recorrer la carretera a lo Lewis-y-Clark [13] con la mierda de la sex-ploración, lo había hecho asumiendo que lo que ella estaba buscando era un curso práctico, tras todo el entrenamiento teórico que había tenido. Pero por parte de ella, rápidamente se había convertido en más que eso. Sus ojos comenzaron a llenarse de estrellas, como si él fuera la llave de la puerta que la mantenía encerrada en sí misma, como si solo él tuviera el poder de hacer saltar el cerrojo para liberarla.
Como si él fuera su futuro.
Bastante irónico porque, en teoría, ella era su hembra ideal. Bien podría haber resuelto permanentemente su problema de emparejamiento.
Excepto que su corazón no estaba por la labor.
Así que, de ningún modo iba a hacerse responsable de sus esperanzas y sueños. Y no había posibilidad de que fueran a llegar hasta el final. Ella ya se sentía seducida por las fantasías que tenía con él… si en verdad le hacía el amor, sólo iba a empeorar las cosas: cuando no tenías experiencia, ese tipo de intimidad física podía confundirse fácilmente con algo más profundo y más significativo. Demonios, ese tipo de ilusiones podían darse incluso entre dos personas que sí tenían experiencia.
Como aquella chica del salón de tatuajes, por ejemplo, dándole su número. Él no tenía interés en llamarla ni antes, ni durante, ni después. Ni siquiera podía recordar su nombre… y la ausencia de información no le molestaba en lo más mínimo. Cualquier mujer dispuesta a follar con un tipo al que no conocía en un lugar público con otros tres machos a su alrededor no era alguien con quien necesitara tener una relación.
¿Era cruel? Sí. ¿Utilizaba un doble criterio? Ni de casualidad. Tampoco sentía ningún respeto por sí mismo, así que no era como si contemplara su propio nivel indigno e indecente con menor repugnancia.
Y además, Layla no tenía idea de lo que él había estado haciendo con humanos desde su transición… todo el sexo en los baños, callejones y esquinas oscuras de los clubs, esa sucia matemática que evidenciaba el hecho de que supiera exactamente qué hacer con su cuerpo.
Con cualquier cuerpo. Macho o hembra.
Mierda. Eso le hizo pensar en cómo habría pasado el día Blay. Qhuinn manoseó su móvil y lo abrió. Abrió el mensaje de texto que Blay le había enviado desde el número desconocido y lo leyó y lo releyó y lo volvió a releer.
Tenía que provenir del teléfono de Saxton.
Probablemente hubiera sido escrito en la cama del tipo.
Qhuinn tiró su BlackBerry sobre la mesa y se puso en pie. En el cuarto de baño, mantuvo las luces apagadas porque no estaba para naaaaada interesado en ver el aspecto que tenía con los vaqueros y la camisa con los que había dormido.
Un ardiente desaliño. Sin duda.
Mientras se estaba lavando el rostro, un zumbido sutil se elevó a su alrededor, las persianas se estaban levantando. Con agua goteando de la barbilla y una lata de Barbasol en la mano, miró hacia fuera, a la nueva noche. A la luz de la luna, los brotes de los abedules de tronco plateado que había junto a la ventana habían aflorado aún más, indicando que el día había sido caluroso.
Ignoró completamente cualquier paralelismo con el hecho de que Blay hubiera despertado a su propia sexualidad.
Con el propio primo de Qhuinn.
Disgustado consigo mismo, pasó del afeitado y salió a zancadas de su habitación. Aceleró el paso al dirigirse hacia la cocina, yendo lo más rápido que se atrevía, dado que la presión barométrica dentro de su cráneo comenzaba a hacer que le preocupara la salud y longevidad de sus nervios ópticos.
Abajo, en el feudo de Fritz, se hizo una taza de café mientras los doggen corrían a su alrededor preparando la Primera Comida. Menos mal que ya estaban muy ocupados. A veces, cuando te sentías como una mierda por dentro y por fuera, querías manejar la Krups tú mismo.
El orgullo era importante en momentos como ese.
Vaya por Dios, su primer tropezón, olvidó añadir los granos, así que todo lo que obtuvo fue una linda, y humeante taza de agua limpia.
Una vez más, con sentimiento.
Estaba saliendo del comedor con un termo de campamento lleno del milagroso líquido marrón oscuro y un frasco de aspirinas cuando Fritz abrió la puerta del vestíbulo.
La pareja que pasó junto al buen doggen, le garantizaba a Qhuinn grandes cantidades de Bayer en su futuro inmediato: Blay y Saxton entraron a la casa del brazo.
Durante medio segundo, estuvo a punto de gruñir, cuando su sentido de la propiedad le hizo desear pasar con su Hummer entre ellos y aparcarlo allí… hasta que se dio cuenta de que el abrazo era evidentemente por motivos médicos. Saxton no parecía muy estable sobre sus pies y estaba claro que su rostro había sido utilizado como saco de arena.
Ahora Qhuinn gruñó por lo bajo por un motivo distinto.
- ¿Quién coño te hizo eso?
No podía haber sido la propia familia del tipo. A los padres de Saxton les parecía bien qué y quién era.
- Dime -exigió. Y cuando esa pregunta fuera respondida, la parejita podía seguir con cómo demonios pensó Blay que podía traer a un extraño no sólo a la sede de la Hermandad, sino además al hogar de la Primera Familia.
Oh, pero la número tres: ¿Qué tal estuvo?, iba a quedarse justo donde estaba. Es decir atragantada en su garganta.
Saxton sonrió. Más o menos. Su labio superior no funcionaba del todo bien.
- Solo unas basuras humanas. No nos pongamos emotivos ¿te parece?
- A la mierda con eso. ¿Y qué demonios estás haciendo aquí con él? -Qhuinn miró fijamente a Blay intentando no examinar el rostro del tipo en busca de la inflamación producida por el roce de otra barba-. No puede venir a esta casa. No puedes traerlo…
Desde arriba, la voz de Wrath lo interrumpió, el tono profundo de barítono del rey llenó el vestíbulo.
- Blay no bromeada acerca de ti, ¿verdad? Realmente estas un poco, cuarteado ¿no es cierto, hijo?
Saxton jadeó al hacer una reverencia.
- Discúlpeme, Su Majestad, por no ofrecer un aspecto más agradable. Es usted muy amable al recibirme aquí.
- Te comportaste bien conmigo en un momento importante. Estoy devolviendo el favor. Siempre lo hago. Habiendo dicho esto, si comprometes la felicidad de mi hogar de alguna forma, te cortaré las pelotas y te las daré a comer.
Adoro a Wrath, pensó Qhuinn.
Saxton hizo otra reverencia.
- Entendido.
Wrath no miró escaleras abajo, sus gafas envolventes permanecieron en línea recta de modo que parecía estar mirando los frescos del techo elevado. Y a pesar de su ceguera, no se le escapaba nada.
- Por lo que percibo, Qhuinn tiene café, así que eso ayudará y Fritz ha preparado una habitación para ti. ¿Quieres algo de comer antes de alimentarte?
¿Alimentarse? ¿Alimentarse?
A Qhuinn no le gustaba estar fuera de onda, aunque se tratara de una mierda menor como lo que se iba a servir en la cena. ¿Saxton, la mansión, Blay y la vena de alguien? Sí, no saber qué ocurría con todo ese tipo de cosas hacía que le hormiguearan los comillos. Saxton hizo otra reverencia.
- En verdad es un anfitrión muy amable.
- Fritz, dale algo de comer al macho. La Elegida debería llegar muy pronto.
¿La vena de una Elegida?
¿Cristo, qué había hecho exactamente Saxton por el rey? ¿El culo de quién había salvado?
- Y te verá nuestro médico. -Wrath sostuvo la mano en alto-. No. Huelo el dolor que estás sintiendo… es como una combinación de petróleo y pimientos crudos en mis senos nasales. Ahora ponte en marcha. Cuídate y hablaremos más tarde.
En tanto Wrath y George giraron sobre sus talones arriba en la galería, Qhuinn se acopló a la estela de la hospitalidad de Fritz, caminando detrás del mayordomo mientras el tipo encabezaba una lenta ascensión de la escalera principal. En lo alto, el anciano doggen hizo una pausa en favor de la cojera de Saxton, sacando su pañuelo para lustrar los adornos tallados en el bronce.
Sin nada que hacer salvo esperar también, Qhuinn abrió el frasco de aspirinas y sacó un puñado, reparando, a través de las puertas abiertas del estudio del rey, en que John y Xhex estaban hablando con V y Wrath y que los cuatro estaban de pie junto a un mapa extendido sobre el escritorio.
- Esta mansión es espectacular -dijo Saxton mientras se detenía para recuperar el aliento. Al apoyarse en la fuerza de Blay, encajaba justo debajo del brazo del tipo… a la jodida perfección.
El miserable bastardo.
- Mi amo, Darius, la construyó. -Los ancianos y llorosos ojos de Fritz vagaron por el lugar antes de enfocarlos en el manzano representado en las baldosas del mosaico de abajo-. Siempre quiso que la Hermandad viviera aquí… construyó el edificio para que sirviera a ese propósito. Estaría muy complacido.
- Entonces continuemos -dijo Saxton-. Estoy ansioso por ver más.
Recorrieron el pasillo de las estatuas. Pasaron frente a la habitación de Tohr. Frente a la de Qhuinn y a la de John Matthew. Frente a la de Blay… hasta la puerta contigua.
¿Por qué no más abajo? pensó Qhuinn. ¿Como en el sótano?
- Le traeré una bandeja con viandas variadas. -Fritz entró y volvió a comprobar que todo estuviera en orden-. Marque asterisco uno si necesita algo antes de que yo regrese o en cualquier otro momento.
Haciendo una reverencia, el mayordomo se retiró, dejando un montón de incomodidad detrás de sí. La cual no se calmó en lo más mínimo cuando Blay llevó a Saxton hacia la cama y ayudo al macho a ponerse en posición horizontal.
El HDP vestía un magnífico traje gris. Con chaleco. Lo que hacía que Qhuinn con sus ropas-utilizadas-como-saco-de-dormir se sintiera como si fuera vestido con lo mejor Hefty [14]. Irguiéndose un poco más, para al menos sacar una clara ventaja a Saxton en el frente vertical, dijo:
- Fueron esos tipos del bar de puros. Esos jodidos cabrones. ¿Verdad?
Cuando Blay se puso rígido, Saxton río un poco.
- ¿Así que nuestro mutuo amigo Blaylock te habló de nuestra cita? Me preguntaba que estaría haciendo con mi teléfono en el baño.
Ja, ja que gracioso. Había sido la deducción y no una llamada diurna la que le había llevado a esa conclusión. Demonios, lo único que había obtenido era un único mensaje de texto del tipo. Uno miserable y cortito que no ofrecía mucho más que un hola-que-tal…
Santa. Mierda. ¿Realmente estaba quejándose por un mensaje telefónico? ¿Realmente estaba cloqueando de esa forma?
Um… sin llegar al extremo de usar bragas debajo de los vaqueros, suponía que era lo más cerca que podía estar de tener pluma.
Volviendo al juego dijo bruscamente:
- ¿Fueron ellos?
Cuando Blay no respondió, Saxton suspiró:
- Sí, me temo que sintieron la necesidad de expresarse… bueno, el bestia que encabezaba al grupo la sintió. -Los párpados del macho se entornaron y miró a Blay-. Y como puedes ver yo soy un amante, no un luchador.
Blay se apresuró a llenar el silencio que tras esa pequeña bomba.
- Selena llegará pronto. Te gustará.
Gracias a Dios que no era Layla, pensó Qhuinn sin ninguna razón aparente…
El silencio que siguió tenía la consistencia del alquitrán y el aroma de una conciencia culpable.
- Puedo hablar contigo -le dijo abruptamente Qhuinn a Blay-. Afuera, en el pasillo.
No era una petición.
Cuando Fritz llegó con la bandeja, Qhuinn salió de la habitación y aguardó en el pasillo, frente a una de las fornidas estatuas. Que le hizo pensar en el aspecto que tenía Blay desnudo.
Haciendo crujir la tapa del termo, tomó un sorbo de café, que le quemó la garganta pero igual siguió bebiendo.
Después de que Fritz se fuera, Blay emergió y cerró la puerta.
- ¿Qué pasa?
- No me puedo creer que lo hayas traído aquí.
Blay retrocedió frunciendo el ceño.
- Has visto su cara. ¿Cómo podía no hacerlo? Está herido, no está sanando bien y necesita alimentarse. Y Phury nunca permitiría que una de sus Elegidas apareciera sin más en algún otro lugar del mundo. Esta es la única forma segura de hacerlo.
- ¿Por qué no le buscaste simplemente a otra persona? No tiene que ser una Elegida.
- ¿Disculpa? -Su ceño se profundizó aún más-. Es tu primo, Qhuinn.
- Soy bien consciente de la relación. -Y de cuán mezquino sonaba-. Es sólo que no entiendo porqué mueves todas estas influencias por el tipo.
Mentira. Lo sabía perfectamente bien.
Blay le dio la espalda.
- Ahora voy a volver dentro…
- ¿Es tu amante?
Eso hizo que el macho se detuviera en seco… lo dejó congelado como si fuera una de las estatuas griegas, su mano se detuvo a medio camino hacia el picaporte.
Blay miró por encima de su hombro, con una expresión implacable.
- Eso no es asunto tuyo.
Al no haber ningún sonrojo a la vista, Qhuinn exhaló lentamente, aliviado.
- No lo es, ¿verdad? No has estado con él.
- Déjame en paz, Qhuinn. Solo… déjame en paz.
Cuando la puerta se cerró detrás del tipo, Qhuinn maldijo en voz baja y se preguntó si alguna vez podría hacerlo.
No en un futuro cercano, le dijo una voz en su mente. Tal vez, nunca.
Capítulo 53
Lash se despertó con el rostro sobre la tierra y alguien revisándole los bolsillos. Cuando intentó darse vuelta, algo duro se apretó contra la parte trasera de su cráneo y lo mantuvo en el lugar.
La palma de una mano. Una palma humana…
- ¡Coge las llaves del coche! -siseó alguien a su izquierda.
Eran dos. Un par de humanos y ambos olían a humo de crack y sudor rancio.
Cuando la mano que le registraba se dirigió hacia su otro costado, Lash pescó la muñeca del tipo y con un giro y un salto, intercambió lugares con el bastardo salteador.
Cuando el tipo quedó boqueando por la sorpresa, Lash desnudó los colmillos efectuó un barrido desde arriba para atrapar la piel rubicunda de la mejilla y se la arrancó del hueso. Escupió enseguida y luego le desgarró la garganta de lado a lado al chupapollas.
Gritos. Muchos gritos por parte del tipo que había dado la orden de coger las llaves… que rápidamente quedaron extinguidos cuando Lash sacó su cuchillo y lo arrojó a la espalda del señor Grand Theft Auto [15] a la fuga, acertándole al cabrón justo en medio de los omoplatos. Cuando el hijo de puta cayó sobre la tierra, Lash formó un puño y le dio un puñetazo en la sien al hombre que había estado montado sobre él.
Ahora, con la amenaza neutralizada, Lash volvió a tambalearse, su cuerpo cayó a un lado mientras consideraba brevemente lanzarse a otra ronda de vómitos. No era bueno hallarse en estas condiciones… especialmente dado que el humano al que le había clavado el cuchillo cuando huía comenzó a gruñir y a arañar la tierra como si estuviera decidido a escapar.
Lash se obligó a levantarse y arrastrar los pies hasta allí. De pie sobre el adicto al crack aseguró uno sobre el culo del tipo y le arrancó el cuchillo de la espalda de un tirón. Luego pateó a su blanco y levantó el brazo…
Estaba a punto de clavárselo en el pecho cuando se dio cuenta de que el bastardo tenía una constitución fuerte, su esqueleto estaba cubierto de músculos. A juzgar por sus ojos enloquecidos, era evidente que le daba a la pipa, pero era lo bastante joven para que la destrucción que ocasionaba la adicción aún no le hubiera consumido su masa muscular.
Bueno, ¿acaso no era esta la noche de suerte del HDP? Gracias a un gemido y un buen cuerpo, acababa de ascender de cadáver a rata de laboratorio.
En vez de apuñalarlo en el corazón, Lash cortó las muñecas del humano y perforó su yugular. Cuando la sangre roja se derramó sobre la tierra y el hombre comenzó con los gemidos, Lash miró hacia el coche y le pareció que estaba a cien kilómetros de distancia.
Necesitaba energía. Necesitaba…
Bingo.
Mientras esas venas se drenaban, Lash se arrastró hasta el Mercedes, abrió el maletero y levantó la alfombrilla. El panel que cubría el lugar donde normalmente iría la rueda de repuesto salió con facilidad.
Hola, arriba, arriba, arriba.
Se suponía que el kilo de cocaína había sido cortada y vuelta a empaquetar para su distribución en la calle hacía días, pero luego el mundo había explotado en mil pedazos y se había quedado en el mismo lugar donde el señor D la había escondido.
Limpiando el cuchillo en los pantalones, Lash pinchó una esquina del bloque envuelto en celofán y hundió la punta de la hoja. Esnifó la mierda desde la misma hoja de acero inoxidable, usando primero la inexistente fosa nasal derecha y luego la izquierda. Por las dudas, hizo otra ronda.
Yyyyy… otra más.
Mientras se estremecía con inhalaciones dedicadas a mantener la mierda dentro, el ímpetu que tronó a través de su cuerpo le salvó el culo, levantándolo para que pudiera seguir aún después de su rutina de vómitos y desmayo. Por qué tenía estos problemas era un misterio… quizás la sangre de esa rata vagabunda estaba contaminada o tal vez no era sólo el cuerpo de Lash sino su química interna lo que estaba cambiando. De cualquier forma, iba a necesitar de este poder que tenía en el maletero hasta que se estabilizara.
Además, la mierda funcionaba. Se sentía genial.
Luego de volver a esconder su botín, regresó con el drogadicto. El frío no ayudaba al proceso de drenaje y esperar aquí mientras el cabrón se desangraba no era la más brillante de las ideas, sin importar cuán convenientemente ocultos estuvieran debajo del puente. En alas a su considerable subidón, se dirigió a zancadas hacia el tipo muerto, al que había dado el tratamiento a lo Hannibal Lecter; rasgó la chaqueta mugrienta del hombre y cortó en tiras del tamaño de vendas la camiseta interior que tenía debajo.
A la mierda con su padre.
A la mierda con “el Mierdecilla”.
Iba a formar su propio ejército. Comenzando por ese bulldog adicto.
No le llevó mucho vendar las heridas rezumantes del humano y luego lo levantó y lo tiró en el maletero del coche con todo el cuidado que un conductor de taxi emplearía con maletas ordinarias.
Al salir con el coche de debajo del puente, sus ojos comenzaron a saltar a su alrededor. Pero mierda… todos los coches que veía, desde los que había en las carreteras exteriores hasta el tráfico que pasaba zumbando por las autopistas, eran coches de incógnito de la Policía de Caldwell. Estaba seguro. Eran policías. Humanos con placas que miraban dentro de su coche. La policía, el DPC, la policía, el DPC…
Mientras se dirigía hacia el rancho, pilló todos y cada uno de los semáforos en rojo de Caldwell y cuando se veía obligado a frenar, mantenía la vista fija adelante, rezando para que toda esa policía que tenía detrás y frente a él no percibiera que tenía a un hombre moribundo y gran cantidad de drogas en el coche.
Requeriría demasiado esfuerzo hacer frente al hecho de ser arrestado Además, hablando de aguafiestas. Finalmente se sentía más como él mismo, sentía cada latido de su corazón tamborileando a través de sus venas, las pezuñas herradas de toda esa cocaína pisaban fuerte en su cerebro, produciendo una cacofonía de inspiración creativa…
Espera. ¿En qué había estado pensando?
Ahu, bueno, ¿qué importaba? Ideas a medias volaban por su mente, planes que se formaban y se desintegraban, brillantes todos y cada uno de ellos.
Benloise, tenía que llegar a Benloise y reestablecer la conexión. Hacer más lessers que fueran suyos. Encontrar al “Mierdecilla” y apuñalarlo para que se reuniera con el Omega.
Joder a su padre como lo había jodido a él.
Follarse a Xhex otra vez.
Regresar a la granja y luchar contra los Hermanos.
Dinero, dinero, dinero… necesitaba dinero.
Mientras pasaba frente a uno de los parques de Caldwell, levantó el pie del acelerador. Al principio, no estaba seguro de si realmente estaba viendo lo que pensaba… o si su mente llena de cocaína estaba deformando la realidad.
Pero no…
Lo que estaba ocurriendo en las sombras junto a la fuente presentaba la oportunidad que había planeado de montar su propio negocio. O infiltrarse de ser necesario.
Aparcando el Mercedes en uno de los espacios con parquímetro, apagó el motor y sacó el cuchillo. Mientras rodeaba el capó del AMG, era vagamente consciente de no estar pensando con claridad, pero mientras cabalgaba sobre el torrente de cocaína, le pareció que todo iba bien.
* * *
John Matthew tomó forma en un grupo de pinos y arbustos junto con Xhex, Qhuinn, Butch, V y Rhage. Más adelante, la granja andrajosa cercada por la cinta amarilla para delinear la escena del crimen parecía algo sacado de Ley y Orden.
Aunque si fuera cierto, sin Smell-o-Vision [16], no podría obtener una imagen fiel ni siquiera con un gran trabajo de cámara. A pesar de los acres de aire fresco que había a su alrededor, el aroma a sangre era lo suficientemente fuerte para hacerte carraspear.
Para cubrir apropiadamente la información chivada por Lash, la Hermandad se había dividido a la mitad, los demás estaban vigilando la dirección vinculada a la matrícula del Civic tuneado. Trez e iAm acababan de marcharse para ocuparse de sus propios asuntos de la noche, pero estaban listos para volver si recibían un mensaje. Y por lo que habían dicho las Sombras, no había nada especial que informar desde que Xhex los había dejado, salvo por el hecho de que el Detective de la Cruz había regresado, pasado allí una hora y había vuelto a irse.
John examinó la escena que tenía frente a sí, concentrándose en las sombras más que en lo que iluminaba la luna. Luego cerró los ojos y dejó que sus instintos emanaran de él, dando rienda suelta a ese sensor invisible que tenía en medio del pecho.
En momentos como éste, no sabía por qué hacía lo que hacía; simplemente le acometía ese impulso y la convicción de que ya había hecho eso antes… con buenos resultados… era fuerte e innegable.
Sí… podía sentir que algo iba mal… había fantasmas allí dentro. Y la certeza le recordó lo que había sentido cuando había estado en aquel terrible dormitorio donde Xhex había estado tan cerca y tan lejos a la vez. También a ella la había percibido, pero había estado bloqueado para hacer la conexión.
- Los cuerpos están allí dentro -dijo Xhex-. Sólo que no podemos verlos ni llegar a ellos. Pero creedme… están dentro.
- Bueno, entonces no nos quedemos jodiendo por aquí -dijo V, desmaterializándose. Rhage lo siguió, esfumándose hacia la granja mientras Butch emprendía un acercamiento más trabajoso, avanzando a toda prisa a través del desaliñado prado, con el arma en la mano y pegada a su muslo. Miró por las ventanas hasta que V lo dejó entrar por la parte de atrás.
- ¿Vas a entrar? -preguntó Xhex.
John hizo señas cuidadosamente para que pudiera leer sus manos. Tú ya informaste de lo que hay dentro. Estoy más interesado en quién va a hacer acto de presencia ante la puerta principal.
- De acuerdo.
Uno a uno los Hermanos regresaron.
V habló en voz baja.
- Asumiendo que Lash no esté sólo alardeando de sus esfuerzos de inducción y asumiendo que Xhex tenga razón…
- Ahí no hay que asumir nada -rezongó ella-. La tengo.
- … entonces quienquiera que haya convertido a los pobres bastardos tiene que regresar.
- Gracias, Sherlock.
V la miró furioso.
- ¿Quieres llamar a retirada esa actitud, cielo?
John se irguió, pensando que por mucho que quisiera al Hermano, no apreciaba en absoluto ese tono.
Xhex evidentemente estaba de acuerdo.
- Llámame cielo una vez más y será la última palabra que digas…
- No me amenaces, cie…
Butch se colocó detrás de V y le puso la palma de la mano sobre la bocaza mientras que John ponía la mano sobre el brazo de Xhex, recomendándole que se calmara mientras miraba furioso en dirección a Vishous.
Nunca había entendido la enemistad entre ese par, a pesar de que existía desde que tenía memoria…
Frunció el ceño. Como resultado del estallido, Butch se quedó mirando el suelo. Xhex con la vista enfocada en un árbol por encima del hombro de V. V gruñendo y mirándose fijamente las uñas.
Algo va mal aquí, pensó John.
Oh… Jesús…
No había razones para que a V le disgustara Xhex… de hecho, era precisamente el tipo de hembra a la que habitualmente respetaba. A menos, por supuesto, que hubiera acertado a estar con Butch…
V era conocido por ser posesivo con su mejor amigo ante todo el mundo a excepción de la shellan del tipo.
John detuvo su extrapolación justo allí; si había algo que no necesitaba era saber más. Butch estaba cien por ciento comprometido con su Marissa, así que cualquier cosa que hubiera ocurrido con Xhex… había sido hacía una eternidad. Probablemente antes de que John la hubiera conocido siquiera… o tal vez cuando era sólo un pretrans.
El pasado era el pasado.
Además no debería…
Cualquier pensamiento adicional sobre la situación fue misericordiosamente desbaratado cuando un coche pasó frente a la granja. Instantáneamente, la atención de todo el mundo se fijó en un coche preparado como si fuera el disfraz que una niña de doce años podría haber deseado encontrar en su armario. En, digamos, 1985.
Gris, amarillo limón y rosa oscuro. ¿De verdad? ¿De verdad creerías que eso molaba? Joder… asumiendo que detrás del volante hubiera un asesino, John acababa de encontrar otra razón para matar al hijo de puta de Flock of Seagulls [17].
- Ese es el Civic tuneado -susurró Xhex-. El mismo.
De repente se produjo un cambio sutil en el escenario, como si desde lo alto hubiera sido bajada una pantalla para colocarla en su lugar. Afortunadamente, la agudeza visual sufrió sólo hasta que lo que los escudaba fue restablecido; luego todo volvió a aclararse otra vez.
- He disparado mhis -dijo V-. Y qué jodido idiota. Ese coche es demasiado llamativo para esta parte de la ciudad.
- ¿Coche? -bufó Rhage-. Por favor. Esa cosa es una maquina de coser con un faldón delantero pegado. Mi GTO podría hacer tragar polvo al cabrón en cuarta marcha habiendo pasado directamente desde punto muerto.
Cuando oyó un sonido raro detrás de él, John miró hacia allí. Al igual que los tres Hermanos.
- ¿Qué? -Xhex se erizó y cruzó los brazos sobre el pecho-. Puedo reírme, ¿sabéis? Y eso fue… puñeteramente gracioso.
Rhage estaba radiante.
- Sabía que me caías bien.
La maquina de coser pasó frente a la casa y luego regresó… sólo para dar la vuelta y pasar una tercera vez.
- De veras, me estoy aburriendo mucho de esto. -Rhage cambiaba de posición de un pie al otro, sus ojos destellando con un color azul neón… lo que significaba que a la bestia le estaba dando un ataque de bostezos y también se estaba poniendo nerviosa. Lo cual nunca era bueno-. Por qué no voy, adorno su capó y agarro al hijo de puta de la cara y lo saco a través del parabrisas.
- Mejor aguardar y tender la trampa -murmuró Xhex en el momento exacto en que John pensaba lo mismo.
El tipo de detrás del volante podía ser daltónico en lo que se refería a pintura para coche, pero no era un imbécil total. Siguió conduciendo y unos cinco minutos más tarde, justo cuando Rhage estaba a punto de desarrollar una doble personalidad de lo inquieto que estaba, el asesino que había estado dando vueltas con el coche se acercó caminando a través del sembradío trasero.
- El tipo es un hurón -masculló Rhage-. Un hurón pequeño y huidizo.
Muy cierto, pero el hurón llevaba con él un par de refuerzos, que debido a su tamaño no le hubieran cabido en el coche. Evidentemente, se habían encontrado en otra parte y dejado el otro coche.
Y eran ingeniosos a la hora de acercarse. Se tomaron su tiempo, examinando el prado, la casa y el bosque. Pero gracias a V, cuando vieron el grupo de árboles entre los cuales estaba su enemigo, sus ojos no pudieron registrar nada más aparte del paisaje: el mhis de Vishous era una ilusión óptica que empañaba efectivamente la tormenta de mierda hacia la que se dirigía el enemigo.
Cuando el trío fue hacia la parte trasera de la casa sus botas produjeron un sonido crujiente sobre el césped congelado y rígido. Un momento después, se oyó el ruido de algo que se rompía… cristales rotos.
Sin motivo aparente, John gesticuló, voy a acercarme.
- Espera…
La voz de V no refrenó a John en lo más mínimo y tampoco lo hicieron las maldiciones que dejó tras de sí al desmaterializarse hacia uno de los costados de la casa.
Y de esa forma fue el primero en ver los cuerpos cuando se volvieron visibles.
En el instante en que el hurón trepó a través de una de las ventanas de la cocina, la casa tembló y…
Hola, Matanza de Texas.
Extendidos en la sala, el pasillo y el comedor había unos veinte tipos en línea con las cabezas mirando hacia la parte trasera de la casa y los pies hacia el frente. Muñecos. Grotescos muñecos desnudos con vómito negro sobre sus rostros y brazos y piernas que lentamente comenzaban a darse la vuelta.
John sintió cómo Xhex y los demás tomaban forma justo detrás de él junto a la ventana, en el mismo momento en que el hurón aparecía a la vista.
- ¡De primera! -gritó el chico mientras miraba a su alrededor-. ¡Sí!
Su risa triunfante y nerviosa bordeaba la histeria… lo que podría haber resultado perturbador, salvo por el hecho de que estaba rodeado de sangre, tripas y morbo. ¿De esa forma? El cacareo entusiasta provocaba un bostezo… pues constituía un horrible cliché. Pero bueno, también lo era el coche del bastardo. ¿Vería mucho a Vin Diesel?
- Ahora sois mi ejército -gritó a los tipos ensangrentados del suelo-. ¡Vamos a reinar en Caldwell! ¡Levantad el culo, es hora de trabajar! Juntos somos…
- No puedo esperar a matar a ese mierdecilla -masculló Rhage-. Aunque sólo sea para que se calle.
Tenía. Mucha. Razón.
El cabrón estaba sacudido por una sincera onda a lo Mussolini, todo bla-bla-bla nos apoderaremos de bla-bla, que estaba muy bien y era muy bonito para el ego, pero que en definitiva no significaba una mierda. La respuesta de los desgraciados hijos de puta del suelo era el asunto crítico…
Huh. Tal vez el Omega había elegido bien: los muñecos parecían estar bebiéndose el Red Bull. Los ex-humanos congregados, drenados, asesinados, reanimados y ahora desalmados se agitaron, levantando los torsos del suelo de tablas, luchando por ponerse de pie ante las órdenes del hurón.
Que mala suerte para ellos, iba a ser un esfuerzo desperdiciado.
- A la de tres -susurró Vishous.
Xhex fue la que contó.
- Uno… dos… tres…
Capítulo 54
En cuanto cayó la noche sobre el paisaje, garantizando la gracia de la oscuridad sobre la buena tierra, Darius se desmaterializó desde su modesta morada y tomó forma en la costa del océano con Tohrment. La «casita de campo» que el symphath había descrito era de hecho una mansión de cierto tamaño y distinción. Había velas encendidas dentro, pero mientras Darius y su protegido esperaban en medio de la profusión de follaje, no divisaron señales manifiestas de vida: no pasaban siluetas frente a las ventanas. No había perros ladrando una advertencia. Ningún aroma proveniente del ala de la cocina flotaba en la brisa fría y calma.
No obstante, había un caballo enjaezado en el campo y un carruaje cerca del granero. Así como una sensación aplastante de maldad inminente.
- Allí dentro hay un symphath -murmuró Darius mientras sus ojos sondeaban no solo lo visible sino también lo ensombrecido.
No había forma de saber si había más de un devorador de pecados dentro de esas paredes, ya que solo hacía falta uno de ellos para crear la barrera de temor. Y no tenían forma de saber si era el symphath que buscaban.
Al menos, no mientras permanecieran en la periferia.
Darius cerró los ojos y dejo que sus sentidos penetraran hasta donde pudieran en la escena que tenía frente a él, enfocó sus instintos más allá de la vista y el oído para determinar si había peligro.
En realidad, había veces en que confiaba en lo que sabía que era cierto más que en lo que podía ver.
Sí, podía sentir algo adentro. Había un movimiento frenético entre las paredes de piedra.
El symphath sabía que estaban allí.
Darius hizo un gesto afirmativo con la cabeza a Tohrment y ambos corrieron el riesgo de intentar desmaterializarse hasta dentro de la sala.
El metal incrustado en el mismo material de albañilería evitó que penetraran los fuertes muros y se vieron forzados a volver a tomar forma en el frío lateral de la casa. Sin inmutarse Darius levantó el codo cubierto de cuero y destrozó el cristal emplomado de una ventana; luego agarró las divisiones y tiró del marco, para sacarlo. Tirándolo a un lado, se convirtió en una ráfaga junto con Tohrment y ambos se volvieron corpóreos en la sala…
Justo a tiempo de ver un destello de rojo zambulléndose a través de una puerta interior hacia el fondo de la casa. En silencioso acuerdo, él y Tohrment salieron en su persecución, alcanzando la salida que había sido utilizada en el momento en que los pasadores del cerrojo estaban siendo corridos.
Un mecanismo de cobre. Y eso significaba que no podía moverse con la mente.
- Hazte a un lado -dijo Tohrment mientras apuntaba el cañón de su arma.
Darius se apartó un poco abriéndole camino, sonó el disparo y luego embistió la puerta con el hombro, forzándola a abrirse de par en par.
Las escaleras que bajaban estaban oscuras a excepción de una luz en movimiento, a punto de apagarse. Descendieron por los escalones de piedra haciendo resonar las botas y corrieron velozmente a través del suelo de tierra apelmazada, persiguiendo el farol… y el aroma de sangre vampira que había en el aire.
Una sensación de urgencia retumbaba en las venas de Darius, enfrentada con desesperación. Quería a la hembra de regreso… Queridísima Virgen Escriba, como debía haber sufrido ella. Se oyó una puerta que se cerraba estrepitosamente y el túnel subterráneo quedó oscuro como el alquitrán.
Sin perder la zancada, Darius se impulsó hacia delante, extendiendo la mano para apoyarla contra las paredes a fin de continuar en línea recta. Pegado a sus talones, iba Tohrment, acompañándolo en la persecución y los ecos de sus clamorosas botas ayudaron a Darius a determinar la longitud del pasadizo. Se detuvo justo a tiempo y usó las manos para localizar la tranca en la puerta.
La cual el symphath no había tenido tiempo de echar tras él.
Tras mover los pesados paneles de madera, Darius pudo llenarse plenamente los pulmones con aire fresco y captó un vistazo del farol tintineando delante, al otro lado del césped.
Desmaterializándose y volviendo a tomar forma más cerca, alcanzó al macho symphath y a la hembra vampiro cerca del granero, bloqueándoles la vía de escape de forma que el secuestrador se vio forzado a detenerse.
Con mano temblorosa, el devorador de pecados sostenía un cuchillo contra la garganta de su cautiva.
- ¡La mataré! -gritó-. ¡La mataré!
Apretada contra él, la hembra no luchaba, no intentaba apartarse, no rogaba para que la salvaran ni para que la liberaran. Simplemente miraba al frente, con ojos angustiados y abatidos en un rostro triste. Ciertamente no podría encontrarse una piel más pálida que contemplar, a no ser la de los muertos a la luz de la luna. Y verdaderamente la hija de Sampsone podía tener un corazón latiendo entre sus costillas, pero su alma había muerto.
- Suéltala -exigió Darius-. Suéltala y te dejaremos vivir.
- ¡Nunca! ¡Ella es mía!
Los ojos del symphath brillaban enrojecidos, su maligno linaje destellaba en la noche y sin embargo su juventud y su pánico evidentemente le volvían incapaz de utilizar el arma más poderosa de su raza: aunque Darius se preparó a sí mismo para un asalto mental, la invasión de su cráneo no sobrevino por parte del devorador de pecados.
- Suéltala -repitió Darius- y no te mataremos.
- ¡Me he emparejado con ella! ¡¿Me oyes?! ¡Emparejado con ella!
Mientras Tohrment apuntaba su arma directamente hacia el macho, Darius se sintió impresionado por lo tranquilo que estaba el muchacho. Era su primera vez en el campo de batalla, en una situación con un rehén, con un symphath… y el chico estaba justo en el medio sin dar señales de verse consumido por el drama.
Con deliberada compostura, Darius continuó intentando razonar con su oponente, notando con resabiada furia la forma en que el camisón de la hembra estaba manchado.
- Si la sueltas…
- ¡No puedes darme nada que tenga más valor que ella!
La voz baja de Tohrment penetró la tensión.
- Si la dejas ir, no te dispararé en la cabeza.
Es una buena amenaza, supuso Darius. Pero por supuesto que Tohrment no iba a disparar el arma… la hembra correría demasiado riesgo si su puntería se desviaba aunque fuera solo un poco.
El symphath comenzó a caminar hacia atrás en dirección al granero, arrastrando a la vampira con él.
- La abriré de un tajo…
- Si es tan preciada para ti -dijo Darius- ¿cómo podrías soportar la pérdida?
- Mejor que muera conmigo que…
¡Boom!
Cuando se disparó el arma, Darius gritó y saltó hacia delante, aún cuando fuera imposible poder atrapar la bala de Tohrment con las manos.
- ¡¿Qué has hecho?! -gritó mientras el symphath y la hembra caían juntos formando un montón.
Corriendo por el césped y cayendo de rodillas, Darius rezó para que ella no hubiera sido alcanzada. Con el corazón en la garganta, extendió la mano para hacer rodar al macho sacándolo de encima de ella…
Cuando el joven symphath cayó sobre su espalda, con los ojos ciegos fijos en el cielo, tenía un perfecto agujero redondo y negro en el medio de la frente.
- Querida Virgen Escriba… -suspiró Darius-. Menudo disparo.
Tohrment se arrodilló.
- No hubiera apretado el gatillo si no hubiera estado seguro.
Ambos se inclinaron sobre la hembra. Ella también estaba mirando a la galaxia de arriba, con los ojos fijos y sin parpadear.
¿Le habría cortado la garganta después de todo?
Darius recorrió rápidamente con la vista el vaporoso camisón que una vez había sido blanco. Había sangre en él, una parte era sangre seca y la otra fresca.
La lágrima que se derramó de su ojo destelló plateada a la luz de la luna.
- Estás a salvo -dijo Darius-. Estas a salvo. No temas. No te apenes.
Cuando ella desplazó la pálida mirada para encontrar la de él, su desesperación era tan fría como un viento invernal e igual de solitaria.
- Te llevaremos de regreso al lugar del que provienes -prometió Darius-. Tu familia va a…
Su voz no fue más que un graznido al salir de la garganta.
- Deberíais haberme disparado a mí en vez de a él.
Capítulo 55
Cuando la cuenta atrás llegó a “uno” Xhex tomó forma en el salón de la granja, pensando que la preocupación en cuanto a una emboscada había sido acertada… solo que eran los asesinos los cabrones sorprendidos. Enfrentándose al lesser más cercano y entablando un mano a mano con el tipo, supo que tenía que trabajar rápido.
En cualquier pelea sólo se tiene el elemento sorpresa una vez; y a su equipo y a ella los superaban en número en cuatro a uno… en una situación donde no podían usar armas de fuego. Las balas son certeras sólo si uno tiene un tiro limpio sobre un blanco estático y allí no pasaba nada de eso. Brazos, piernas y cuerpos volaban alrededor mientras los Hermanos, John y Qhuinn, hacían exactamente lo mismo que ella, escoger a un iniciado al azar y patearle el culo a lo Bruce Lee.
Xhex había sacado su daga con la mano izquierda al tiempo que lanzaba un gancho derecho al asesino que tenía frente a ella. El enérgico golpe derribó al tipo dejándolo sin sentido y mientras éste se desplomaba contra la pared, llevó el brazo hacia atrás dirigiendo la punta de la hoja directo al pecho del…
Con una palmada, Butch la cogió de la muñeca.
- Permíteme rematarlo.
Colocándose entre ellos, fijó la mirada en el asesino e inclinándose, acercó su boca. Con una inhalación lenta, continua, comenzó a extraer la esencia de ese cuerpo, una repugnante nube de algo parecido al humo se transfería del lesser a Butch.
- Jesu… cristo… -susurró ella mientras el asesino que una vez había tenido forma, se desintegraba convertido en cenizas a los pies del Hermano.
Cuando Butch se tambaleó sobre sus pies y extendió la mano hacia la pared como si tuviera problemas para permanecer derecho, lo tomó del brazo.
- ¿Te encuentras bien…?
El agudo silbido de John hizo que girara la cabeza justo a tiempo, otro lesser se abalanzaba hacia ella, dispuesto a usar la navaja automática que llevaba en la mano. Gracias a John lo eludió agachándose y embistió hacia adelante, agarrando la gruesa muñeca y tomando el control del arma mientras apuñalaba hacia arriba, alcanzando al asesino bajo las costillas.
Luz brillante, big bang.
Y que pase el siguiente.
Se encontraba totalmente concentrada en la pelea, rápida sobre sus pies, veloz con las manos. Y a pesar de que iba a mil por minuto, había esfumado a ese único asesino, iba a respetar el rol de Butch en éste enfrentamiento. No entendía de qué iba precisamente esa rutina de cenizas a las cenizas, pero estaba dispuesta a apostar a que significaba un desenlace especial para el enemigo.
En esa línea, se dedicó a rebanar rodillas por detrás y muslos por delante. Incapacitar era algo en lo que se había destacado como asesina, debido a que en muchas ocasiones había tenido un mensaje que comunicar antes de asestar el golpe mortal. Y efectivamente, a medida que dejaba cuerpos gimientes a su paso, Butch avanzaba detrás de ella, inhalando y transformando en fino polvo aquello que habían venido a matar.
Mientras trinchaba y acuchillaba abriéndose paso entre los iniciados, se dio cuenta de que instintivamente se mantenía pendiente de John y… santo infierno.
Él era un luchador impecable.
Que parecía especializarse en romper pescuezos. Era letal acercándose por detrás del enemigo, sujetándolo firmemente y luego a base de fuerza bruta…
El golpe llegó de la nada, le dio en el hombro y la mandó girando contra la pared, la navaja saltó de su agarre mientras todo tipo de estrellitas a lo Looney Tunes estallaban frente a sus ojos.
El asesino que le había hecho un placaje de hockey arremetió hacia adelante y recogió su puñal del sanguinolento suelo del salón, empuñando el arma y acercándose con ella.
En el último minuto, Xhex se inclinó hacia la izquierda de modo que el lesser apuñaló la pared contra la que había golpeado, encajando la hoja en el panel Sheetrock [18]. Cuando éste fue a intentar liberarlo, ella se dio la vuelta y le clavó la navaja de repuesto en las tripas, agujereándole el bajo vientre.
Al encontrar su mirada estupefacta, le dijo:
- ¿Qué? ¿Es que no pensaste que tendría un segundo cuchillo? Jodido idiota.
Le dio un golpe en la cabeza con la empuñadura del arma de repuesto y mientras se desplomaba de rodillas, ella extrajo su daga principal del enyesado y volvió a la lucha. Mientras los gruñidos y los trompazos resonaban por toda la casa, ella avanzó a través de la pelea buscando algo que estuviera siendo desatendido…
Uno de los asesinos salía volando por la puerta del frente, echando a correr hacia campo abierto.
Xhex se desmaterializó fuera de la casa, directamente en su camino. Mientras él frenaba al estilo los Tres Chiflados, haciendo un molinete con los brazos, ella sonrió.
- No, no puedes retirarte.
El lesser salió disparado y se dirigió de vuelta a la pelea, lo cual era estúpido por que no había nadie que lo ayudara allí dentro. Bueno, al menos, no a sobrevivir.
Su cuerpo se sentía ágil y fuerte cuando salió en su persecución y ambos regresaron dando un amplio rodeo. Justo cuando él llegaba a la puerta, Xhex dio un salto en el aire y lo derribó con un placaje volador, agarrándolo por el cuello y hombros y girándolo de un tirón, usando la combinación de fuerza y trayectoria para arquear al tipo como a un jadeante signo de interrogación viviente.
Aterrizaron violentamente, pero incluso cuando el golpe la dejó sin aire, sonreía.
Dios, adoraba una buena pelea.
* * *
John vio esfumarse a Xhex por la puerta delantera, pero no podía ir tras ella por que tenía un par de iniciados tan metidos en el culo que le estaban rozando la campanilla. Pero iba a ocuparse condenadamente rápido de aquella aglomeración.
Era curioso cómo cuando tu hembra salía disparada sola hacia la noche, obtenías un arrebato extra de energía…
No es que ella fuera su hembra.
Era curioso como recordarte a ti mismo algo así, te volvía mezquino como una serpiente.
Alcanzando al asesino que tenía delante, John le rompió limpiamente el cuello al bastardo, separándoselo de la parte superior de la columna. Mientras lanzaba la cabeza como si fuera una bola de bolera, pensó que era una condenada lástima que no hubiera tiempo de hacer lo mismo con los brazos y piernas del chico… así podría golpear al otro con los muñones hasta dejarlo inconsciente.
Por desgracia justo en ese momento, número dos había agarrado a John rodeándole el torso y estaba intentando asfixiarlo con un abrazo de oso.
John asió aquellas muñecas y aseguró al cabrón en su sitio, luego giró en redondo, saltó hacia arriba y consiguió quedar absolutamente horizontal en el aire. Se desplomaron sobre el suelo con John encima y el asesino interpretando a un colchón L-E-S-S-E-R. Levantando la cabeza, John golpeó la parte posterior directamente contra la cara de su oponente, convirtiendo su nariz en un géiser.
Un giro rápido y John levantó el puño en el aire.
Su segundo golpe causó una ronda de espasmos, lo que sugería que el lóbulo frontal del tipo estaba teniendo serios problemas de transmisión eléctrica y que ahora el bastardo estaba en epileptilandia.
No iba a dar ningún problema mientras esperaba a que Butch viniera a por él. John se lanzó hacia la entrada por la cual Xhex se había desmaterializado, con las botas militares derrapando en la sangre que ahora corría tanto rojo herrumbre como negro brillante.
Justo cuando llegaba a la entrada abierta, se sujetó de las jambas de la puerta.
Fue el placaje más espectacular que hubiera visto nunca. El lesser al que ella perseguía aceleraba de regreso a la casa, habiendo, obviamente, reevaluado su estrategia de fuga; avanzaba moviéndose a gran velocidad, sus pies descalzos volaban sobre la hierba helada. Xhex, no obstante, se acercaba rápidamente, triangulando un punto de intercepción que era posible solo por que ella era más fuerte y estaba más concentrada que el ex-humano.
John no tuvo tiempo de intervenir, aunque lo hubiera deseado: Xhex se lanzó en el aire, saltando alto y extendiéndose a por el lesser. Lo sujetó justo alrededor de la cintura haciéndolo dar la vuelta; pegándolo al suelo y rebanándole la parte posterior de ambos muslos tan profundamente que chilló como una niña.
Desmontó y estaba lista para volver a la carga…
- ¡John! ¡Detrás de ti!
Al tiempo que ella le gritaba, giró en redondo y quedó frente a un asesino, el tipo se abalanzaba sobre él como un toro, directamente a través de la puerta. John aterrizó de culo, derrapando hacia atrás sobre el deteriorado sendero de hormigón.
Lo que demostraba porqué es necesario usar buena ropa de cuero.
¿Un toque de dermoabrasión?
Cabreado porque le hubieran derribado en el jardín delantero con Xhex como testigo, agarró al asesino del pelo y le dio un tirón a la cosa, formando un arco que dejaría la columna del tipo zumbando como una hija de puta.
Con un gruñido mudo, John reveló sus colmillos y mordió al cabrón en el cuello. Rasgando y liberando toda clase de asquerosa ex-anatomía humana, escupió la mierda y luego arrastró a la cosa gorgoteante del pelo de regreso a la fiesta. Mientras pasaba frente a Xhex, la saludó con la cabeza.
- De nada -dijo ella con una pequeña reverencia-. Y buen movimiento ese del mordisco.
Mirándola por encima el hombro, el respeto que le mostrara le golpeó más duramente de lo que ninguno de los asesinos había hecho o podría hacer. El corazón se le hinchó de emoción y sintió como si colmara su piel al completo.
Un jodido iluso es lo que estaba hecho…
El inconfundible pop de un arma siendo disparada a su espalda lo dejó congelado donde estaba.
El fuerte sonido se oyó tan cerca que sus tímpanos sintieron el dolor, mas que oír nada específico y una fracción de segundo después, se preguntó quién habría hecho el disparo y a quién, si es que a alguno, había alcanzado.
Lo último quedó aclarado cuando su pierna izquierda cedió bajo su peso y se derrumbó como un roble.
Capítulo 56
El cuchillo de Xhex salió volando de su mano una fracción de segundo después de que viera al lesser doblar la esquina y apuntar el cañón de un arma directamente a la espalda de John.
La daga se desplazó por el aire girando sobre sí misma, atravesando la distancia en un parpadeo; pasó volando tan cerca de la oreja de John, que rezó a un Dios en el que no creía para que él no decidiera de pronto, sin ninguna razón, girar la cabeza.
Justo cuando el asesino apretaba el gatillo, su hoja lo alcanzó en la parte carnosa del hombro, el impacto desplazó su torso y el dolor hizo que dejara caer el brazo.
Lo que significó que John recibió el proyectil en la pierna en vez de en el corazón.
Cuando su macho se vino abajo, saltó sobre el asesino con un grito de guerra.
A la mierda Butch O'Neal. Ésta muerte era suya.
El lesser se apresuraba a levantarse mientras intentaba extraer el arma de su torso… al menos hasta que la oyó gritar. Entonces miró hacia ella y retrocedió horrorizado… lo que sugería que los ojos le brillaban de un rojo encendido y sus colmillos completamente extendidos relucían.
Aterrizó frente a él y mientras él se encogía acobardado y levantaba las manos para protegerse la cara y el cuello, ella no se movió. Su daga de repuesto permaneció en su costado y mantuvo su tercer puñal de reserva enfundado sobre el muslo.
Tenía otros planes para éste muchacho.
Usando su lado symphath, hurgó en el cerebro del asesino e hizo saltar el sello de sus recuerdos, de modo que sintiera al mismo tiempo el impacto de todas las cosas horribles que alguna vez había hecho y de cada acto atroz perpetrado en su contra.
Mucha mierda. Muuuuucha mierda. Al parecer, sentía predilección por las chicas menores de edad.
Vaya, esto terminaría siendo satisfactorio de tantas formas distintas…
Mientras, él caía al suelo, gritaba y se apretaba las sienes… como si tuviera una maldita posibilidad de detener la avalancha… ella lo dejó sufrir y revolcarse en sus pecados; su rejilla emocional se encendió en todas las áreas que indicaban miedo, repugnancia, remordimiento y odio.
Cuando comenzó a golpearse el cráneo contra el sucio empapelado que cubría la pared, dejando una mancha negra donde estaba su oreja, sembró un único pensamiento en su mente.
Lo sembró como un brote de hiedra… un brote de hiedra venenosa que se afianzaría e infiltraría y se haría dueño de sus facultades mentales.
- Sabes lo que tienes que hacer -dijo ella con voz profunda, distorsionada-. Conoces la manera de escapar.
El asesino dejó caer los brazos revelando unos ojos desorbitados. Bajo el peso de lo que ella había liberado, como un esclavo de la orden que le diera, asió la empuñadura de la daga y la arrancó de su carne.
Volviendo la hoja hacia sí, empuñó el arma con ambas manos, con los hombros tensos al tiempo que se preparaba para dirigir la hoja en un arco descendente.
Xhex lo detuvo, inmovilizándolo para poder arrodillarse justo a su lado. Situándose cara a cara, lo miró a los ojos y siseó:
- No debiste ir a por lo que es mío. Ahora, se un buen chico y destrípate.
Una salpicadura de sangre negra alcanzó sus pantalones de cuero cuando el tipo se apuñaló directo en el estómago, deslizó la hoja transversalmente y culminó el asunto haciendo un bonito y desastroso agujero.
Y luego, a una orden mental suya, e incluso mientras se le ponían los ojos en blanco, retiró el arma y se la dio con el mango por delante.
- De nada -masculló ella. Luego lo apuñaló en el corazón y con un destello, el lesser se esfumó.
Cuando giró sobre sus talones, la suela de sus botas rechinó en el suelo húmedo.
John la miraba fijamente desde el suelo, de un modo que no era distinto al del asesino, con los ojos como platos, tan abiertos que no se le veían los párpados, ni por arriba ni por abajo.
Xhex limpió la hoja de su arma principal en los pantalones de cuero.
- ¿Cómo estás de mal?
Cuando John levantó los pulgares hacia ella dándole un “Excelente”, se dio cuenta de que la casa estaba en silencio y miró a su alrededor. Todos estaban en pie: Qhuinn justo se enderezaba tras una decapitación, girando sobre sus talones para ver si John estaba bien. Y Rhage llegaba corriendo desde la cocina con Vishous pisándole los talones.
- ¿A quién le han dado…? -Rhage patinó hasta detenerse y miró fijamente el agujero en los pantalones de cuero de John-. Tío, tres centímetros más arriba y a la izquierda y habrías acabado de soprano, colega.
V se acercó y ayudó a John a ponerse de pie.
- Sí, pero al menos podría haber empezado a hacer punto contigo. Podrías haberle enseñado a tejer medias a crochet. Hace que se me inunden los ojos de lágrimas.
- Si mal no recuerdo, no soy yo el que tiene una fijación con la lana…
Cuando un jadeo sibilante borboteó desde el salón, Vishous maldijo y se precipitó al lado de Butch mientras el tipo casi se desmorona en el vestíbulo.
Oh… tío. Quizás habría que reconsiderar eso de que todos estaban en pie. El ex-policía tenía pinta de padecer de una intoxicación alimentaria, malaria, y H1N1 todo a la vez.
Concentró su atención en Qhuinn y Rhage.
- Necesitamos un coche. John y él necesitan transporte para volver a la mansión…
- Yo me ocupo de mi muchacho -dijo Vishous bruscamente, al tiempo que se convertía en una muleta para Butch y lo escoltaba de vuelta hasta el sofá del salón.
- Y yo iré a buscar el Hummer -dijo Qhuinn.
Justo cuando se apartaba, John estampó el puño en la pared para conseguir que todos le prestaran su atención y gesticuló, Me encuentro bien para luchar…
- Necesitas que te vea un médico -dijo ella.
Las manos de John comenzaron a volar tan rápido que no pudo seguir la pista de las palabras, pero estaba condenadamente claro que no estaba de acuerdo con que lo sentaran en el banquillo solo por tener un trozo de plomo en la pierna.
La discusión se vio interrumpida debido a un brillante resplandor que la hizo inclinarse a un lado y echar un vistazo sobre su hombro. Lo que vio explicaba mucho y no solo lo que había pasado en la pelea en la que habían participado. Sobre el andrajoso sofá, V tenía a Butch entre sus brazos y sus cabezas estaban juntas, ambos tan cerca que no había ningún espacio en absoluto entre ellos. En medio de su abrazo, el cuerpo entero de Vishous estaba brillando y Butch parecía absorber fuerza y curación a partir de él.
La obvia preocupación y simpatía que V sentía por el tipo, lograron que le desagradara menos, especialmente cuando volvió el rostro y miró hacia donde estaba ella. Por una vez, su máscara glacial resbaló y la desesperación que se veía en sus ojos demostraba que no era un completo gilipollas. Por el contrario, parecía sentir el dolor del sacrificio de su Hermano para con la raza. Eso realmente se lo comía vivo.
Ah, y Butch… por lo visto, era suyo. Lo que explicaba por qué V la tenía tomada con ella. Estaba celoso de que hubiera tenido un pedazo de lo que él había deseado y aún siendo tan racional como era, no podía dejar de guardarle rencor por ello.
Fue sólo una vez, pensó hacia él. Y nunca más.
Después de un momento, V asintió, como si apreciara la franqueza y ella le devolvió la muestra de respeto. Luego se volvió a concentrar en los machos que tenía frente a ella. Rhage se había montado al tren demonios-no-tu-no-vas-a-luchar, recogiendo la toalla que ella había dejado caer.
- Me vuelvo contigo, John -interrumpió ella-. Regresamos juntos.
Cuando la mirada de John se cruzó con la suya, su rejilla emocional estaba iluminada como la avenida principal de Las Vegas.
Movió la cabeza con gesto de disgusto hacia él.
- Voy a ceñirme a nuestro acuerdo. Y tú vas a cuidar de ti mismo.
Dicho eso, volvió a envainar sus cuchillos, cruzó los brazos sobre el pecho y se recostó contra la pared con toda la actitud de vamos-rápido-a-donde-sea.
* * *
Ella le había salvado la vida.
Sin ninguna duda, Xhex había devuelto a John su futuro incluso antes de que él supiera que iba a perderlo. La única razón por la que aún estaba vivo era porque ella había trinchado a aquel asesino en el hombro con su cuchillo.
Así que, sí, estaba agradecido por todo eso, pero no estaba realmente interesado en verla hacer de niñera.
Además, interpretar a la enfermera voluntaria no era la mejor manera de sacar partido a sus talentos.
John echó un vistazo más allá de ella, a la marca chamuscada en el suelo que era todo lo que quedaba del asesino que le había disparado. Demonios… Y pensar que lo peor del daño lo había hecho sin siquiera tocar al bastardo. Lo que tenía en su mente sí que era un arma de superlujo. Mierda, el horror en la cara de aquel bastardo… Y luego se había abierto su propio abdomen de un tajo. ¿Qué demonios habría visto?
Ahora John sabía por qué temían y segregaban a los symphaths.
Y tío, entre aquel pequeño espectáculo y la jugada a lo Heisman [19]] con la que había salido en el jardín delantero, se dio cuenta de que ella era precisamente lo que siempre había sabido que era: una luchadora de corazón.
Podía desenvolverse perfectamente en el campo de batalla… y era un auténtico activo en la guerra. Por lo que ambos debían continuar ésta noche y no perder el tiempo regresando a la casa para poner una tirita en su pupa.
Se impulsó levantándose del suelo, descargó algo de peso sobre la pierna herida y la cosa aulló como una puta. Pero él ignoró el griterío… así como también la conversación que brotó a su alrededor.
Chismorreo barato de la galería: gratis.
Opiniones sobre su pierna: no vale la pólvora necesaria para hacerlas volar.
¿Sordera selectiva? No tiene precio.
En lo que si estaba interesado era en saber a cuántos habían eliminado ésta noche.
Y si habían cogido o no al hurón. Mirando dentro del salón, se…
Rhage se colocó delante de él.
- ¡Ey, hola! ¿Cómo estás? -Hollywood extendió la mano hacia él-. Me gustaría presentarme. Soy el pedazo de carne que te va a obligar a meterte de cabeza en el Hummer de tu amigo Qhuinn, tan pronto como se deje caer por aquí. Me figuré que era mejor presentarme antes de enlazar tu culo y arrojarte sobre mi hombro como a una bolsa de arena.
John fulminó al tipo con la mirada.
No voy a ningún lado.
Rhage sonrió, su increíble belleza le hacía parecer caído del cielo. Pero era solo la mierda exterior. En ésta situación e internamente, venía directo del infierno.
- Lo siento, respuesta incorrecta.
Estoy bien…
Aquél pedazo de mierda, cabrón, chupapollas hijo de puta, de hecho se inclinó hacia delante, le puso la mano encima de la herida y le dio un apretón a la bala en su nuevo hogar.
John gritó sin emitir un sonido y se derrumbó en una caída libre, aterrizando en el suelo empapado de sangre con una salpicadura. Llevándose las manos a la pierna, intentó abrazarse el muslo, como si demostrando un tardío TAC fuera a convencerlo para que se tranquilizara.
Como fuera, se sentía como si tuviera vidrio encajado dentro del músculo.
- ¿Eso era realmente necesario? -exigió Xhex por encima de su cabeza.
En la voz de Rhage ya no había ni rastro de guasa.
- ¿Quieres razonar con él? Buena suerte. Y si piensas que cualquiera de los asesinos hará algo diferente, tienes bien jodida la cabeza. Hay un obvio agujero circular en sus pantalones de cuero y cojea al caminar. Cualquier tonto del culo con medio cerebro se dará cuenta de dónde está su punto débil. Además huele a sangre fresca.
El canalla bastardo probablemente tenía razón, pero por Cristo crucificado…
Era del todo posible que John perdiera el conocimiento por el dolor, porque lo siguiente que supo fue que el autoproclamado “pedazo de carne” lo estaba levantando para cargarlo fuera de la casa.
Sí, como fuera. Eso no iba a suceder. John se liberó del agarre del tipo con un empujón e intentó aterrizar sin maldecir o vomitar. Con la boca articulando todo tipo de maldiciones, cojeó pasando al lado de Butch, que parecía estar mucho mejor y de V, que encendía un cigarrillo liado a mano.
Sabía exactamente dónde estaba Xhex: detrás de él, con la mano en su espalda, como si supiera que se tambaleaba y que podría venirse abajo en cualquier momento.
Aún así, de algún modo lo logró. Puras agallas lo llevaron por sí mismo hasta el Hummer y al asiento de atrás. Por supuesto, para cuando Qhuinn pisó el acelerador, estaba todo cubierto de sudor frío y no podía sentir las manos ni los pies.
- Hicimos un recuento de bajas -oyó decir a Xhex.
Cuando le echó un vistazo, ella lo miraba fijamente desde el otro lado del asiento. Vaya… Estaba condenadamente hermosa a la luz que se filtraba desde el tablero de mandos. Su rostro delgado tenía una mancha de sangre negra de lesser, pero sus mejillas estaban sonrojadas y sus ojos mostraban una chispa especial. Pensó que ella lo había pasado genial ésta noche. La había disfrutado.
Joder. Realmente era la hembra perfecta.
¿Y a cuántos eliminamos? gesticuló él, intentando distraer a su niñita interior.
- Doce de los dieciséis nuevos reclutas y a los dos asesinos que llegaron atravesando el campo con el hurón. Desafortunadamente, a ese nuevo Fore-lesser no se lo encontró por ningún lado, así que tenemos que asumir que el pequeño bastardo salió corriendo tan pronto como nos infiltramos y se llevó a un puñado de iniciados con él. Ah y Butch aspiró a todos los caídos excepto a dos.
De al menos uno de los cuales te ocupaste tú.
- En realidad ambos fueron míos. -Los ojos de ella le sostuvieron la mirada- ¿Eso te molesta? ¿Verme… trabajar de ese modo?
Su tono sugería que asumía que sí y que no lo culpaba por sentirse asqueado. Solo que estaba equivocada.
Rechazando ceder ante el dolor, John negó con la cabeza y gesticuló con manos flácidas.
Es un poder increíble el que tienes. Si parecía impresionado… es porque nunca antes había visto a uno de tu clase en acción.
El rostro de ella se tensó muy ligeramente y desvió la mirada hacia fuera de la ventana.
Dándole un golpecito en el brazo, gesticuló:
Eso fue un cumplido.
- ¿Sí…? Lo siento… Es solo que eso de “tu clase” siempre me altera. Soy mitad y mitad, por lo tanto no soy ni lo uno ni lo otro. No pertenezco a ninguna clase. -Dejó de lado sus palabras con un gesto de la mano-. Como sea. Mientras estabas inconsciente, V consiguió entrar desde su teléfono a la base de datos del Departamento de Policía de Caldwell. La policía tampoco encontró ninguna identificación, así que no tenemos nada que seguir excepto la dirección que obtuvimos del número de matrícula del Civic. Apostaría a que…
Mientras ella continuaba hablando, John dejó que sus palabras se derramaran sobre él.
Él lo sabía todo sobre ese asunto de no pertenecer a ninguna clase.
Solo se trataba de otro aspecto más en el que eran compatibles.
Cerrando los ojos, dirigió una plegaria a lo alto, a quienquiera que estuviese escuchando, pidiendo por favor, por el amor de Dios, que dejara de enviarle señales de que eran perfectos el uno para el otro. Ya había leído el libro, visto la película, comprado la banda sonora, el DVD, la camiseta, la taza, el muñequito que cabecea y la guía para entendidos. Era consciente de cada razón por la cual podrían haber encajado como una llave en su cerradura.
Pero así como era consciente de todo aquello en lo que coincidían, tenía más claro aún que estaban condenados a estar siempre separados.
- ¿Te encuentras bien?
La voz de Xhex se oyó suave y próxima y cuando abrió los párpados, ella estaba prácticamente en su regazo. Sus ojos le recorrieron la cara y el cuerpo acurrucado, enfundado en cuero.
El dolor y la sensación de que se les estaba agotando el tiempo le hizo dejar de lado sus reservas y decir lo que realmente estaba pensando.
Cuando regresemos a la mansión, quiero estar dentro de ti, gesticuló. En cuanto me pongan un vendaje en esta jodida pierna, quiero entrar en ti.
La llamada de la fragancia de ella en sus fosas nasales le dijo que estaba de acuerdo con el plan…
Así que al menos una cosa, aparte de su polla, iba bien.
Capítulo 57
Arriba en el segundo piso de la casa de la plantación de Eliahu Rahtboone, Gregg Whinn había abierto la puerta de su habitación y de Holly con dos dedos y una oración porque no se le derramara el café en la pierna. Había llenado el par de tazas que tenía en las manos con un brebaje que había hecho él mismo en la cafetera de invitados del comedor.
Sólo Dios sabía a qué sabría.
- ¿Necesitas ayuda? -dijo Holly mientras levantaba la mirada del portátil.
- No. -Cerró la puerta de una patada y se dirigió a la cama-. Lo tengo.
- Eres tan atento.
- Espera a probarlo… tuve que apañar el tuyo -dijo, dándole el más pálido-. No tenían leche entera, que es lo que tomaste ayer en el desayuno. Así que fui a la cocina y puse medio y medio de alguna descremada, mezclados e intenté dar con el color adecuado. -Asintió hacia la pantalla del ordenador-. ¿Qué te parecen esos escaners?
Holly bajó la mirada hacia la taza mientras la sostenía sobre el teclado del Dell. Estaba estirada sobre la cama, apoyada contra el cabecero, analizando los datos con los que él había llegado a obsesionarse… con aspecto sexy e inteligente.
Y como si no confiara en lo que él le había dado.
- Escucha -dijo-, sólo prueba el café… si apesta, levantaré a ese mayordomo estirado.
- Oh, no es eso. -Ella agachó la cabeza rubia y él la oyó sorber. El "ahhh" que siguió fue más de lo que podría haber esperado-. Perfecto.
Rodeando el borde de la cama, se sentó junto a ella encima del edredón. Mientras tomaba un trago de su propia taza, decidió que si su carrera en la TV se jodía, podría tener futuro como dependiente de un Starbucks.
- Entonces… vamos, dime que piensas del metraje. -Asintió con la cabeza hacia la pantalla y lo que ésta estaba mostrando: La noche antes, se había producido un destello de algo caminando a través del salón y saliendo por la puerta principal. Ahora bien, podría haber sido un invitado que iba a por un tentempié de medianoche, como acababa de hacer Gregg… excepto por el hecho de que se había desmaterializado justo a través de los paneles de madera. Había desaparecido sin más.
Algo así como la sombra fuera del dormitorio de ella la primera noche. No es que le gustara pensar en ello. O en ese sueño suyo.
- ¿No has retocado esto? -dijo Holly.
- No.
- Dios…
- Lo sé, ¿verdad? Y la cadena acaba de enviarme un email mientras estaba abajo. Están entusiasmados, al parecer internet ya se ha vuelto loca con las promos… y tenemos que rezar porque esa cosa aparezca de aquí a una semana cuando estemos en directo. ¿Estás segura de que tu café está bien?
- Oh, sí, es… asombroso. -Holly levantó la vista del borde de su taza-. ¿Sabes?, nunca antes te había visto así.
Gregg se recostó contra las almohadas y no pudo evitar estar de acuerdo. Difícil saber qué había cambiado; sin embargo, había habido un cambio en su interior.
Holly tomó otro sorbo.
- Pareces realmente diferente.
Inseguro de qué decir, mantuvo la cosa centrada en el trabajo.
- Bueno, en realidad nunca pensé que existieran los fantasmas.
- ¿No?
- No. Sabes tan bien como yo como se hacen los tongos que he preparado. Pero aquí en esta casa… te lo digo yo, hay algo aquí y me muero por subir al tercer piso. Tuve un sueño alocado sobre ese sitio… -Cuando un dolor de cabeza súbito cortó sus pensamientos, se frotó las sienes y decidió que había forzado la vista habiendo pasando en el ordenador las últimas setenta y dos horas seguidas-. Hay algo en ese ático, te lo digo yo.
- El mayordomo dijo que está prohibido.
- Sí. -Y no quería presionar demasiado al tipo. Tenían mucha buena televisión que rodar y no era como si necesitaran más… no tenía sentido forzarlo. Lo último que quería era tener problemas con la dirección tan cerca de salir en antena.
Y estaba muy claro que al señor Escupe y Pule no le gustaban.
- Veamos, déjame mostrártelo de nuevo… esto es lo que me asombra realmente. -Gregg extendió el brazo hacia delante y volvió a comenzar el archivo para poder observar como esa figura desaparecía a través de la puerta sólida otra vez.
- Es bastante increíble, ¿verdad? Quiero decir… ¿alguna vez creíste que verías a alguien hacer eso?
- No. Para nada.
Algo en el sonido de su voz hizo que se girara hacia ella. Holly estaba mirándole a él, no a la pantalla, mientras acunaba la taza justo contra su corazón.
- ¿Qué? -dijo, comprobándose por si se había manchado la camisa.
- En realidad… es por el café.
- ¿Mal sabor de boca?
- No, en absoluto… -Se rió un poco y bebió algo más-. Nunca habría supuesto que recordarías cómo tomo el café y mucho menos que te molestarías en hacerme uno. Y antes nunca me habías preguntado lo que pensaba del trabajo.
Jesús… tenía razón.
Ella se encogió de hombros.
- Y supongo que no me sorprende que nunca hayas creído en lo que haces. Simplemente me alegro de que lo hagas ahora.
Incapaz de mantener el contacto visual, Greg miró más allá de los dos pares de pies de ambos cubiertos de calcetines, a la ventana del extremo de la habitación. La luna era apenas visible a través del encaje de las cortinas, nada más que un suave brillo en el horizonte oscuro.
Holly se aclaró la garganta.
- Lo siento si te he hecho sentir avergonzado.
- Oh… sí… no. -Extendió el brazo y le cogió la mano libre, dándole un apretón-. Escucha… hay algo que quiero que sepas.
La sintió tensarse… cosa que en realidad hicieron los dos. De repente también él se estaba preparando.
Greg se aclaró la garganta en un silencio tenso.
- Me tiño el cabello.
Hubo una tensa pausa… al menos por su parte. Y entonces Holly la rompió con una explosión de risa, del tipo dulce y feliz que viene con el alivio.
Inclinándose hacia él, le pasó las uñas entre las ondas falsamente oscuras.
- ¿De verdad?
- Tengo canas en las sienes. Realmente grises. Empecé a hacer algo al respecto más o menos un año antes de conocerte… tienes que mantenerte joven en Hollywood.
- ¿Dónde lo consigues? Porque nunca se te ven las raíces.
Con una maldición, él salió de la cama, fue a su maleta y revolvió en el fondo. Mostrando la caja en cuestión, masculló:
- Tinte Just for Men. Lo hago yo mismo. No quiero que me pillen en una peluquería.
Holly le sonrió tan ampliamente, que se le formaron arrugas alrededor de los ojos. ¿Y sabes qué?, le gustaba el aspecto que tenía. Daban a su cara bonita algo de carácter.
Bajó los ojos a la caja. Mirando fijamente al modelo de la parte delantera, todo tipo de verdades le asaltaron, del tipo con las que simplemente no podía luchar o siquiera discutir.
- ¿Sabes qué?, odio las camisetas Ed Hardy. Esas malditas cosas te queman las retinas. Y los vaqueros rotos me dan picores… y estos mocasines de punta cuadrada que llevo hacen que me duelan los pies. Estoy cansado de sospechar de todo el mundo y trabajar por dinero para poder gastarlo antes que los demás en algo que estará pasado de moda el año que viene. -Lanzó el tinte de cabello a su maleta y le gustó el hecho de poder sentarse al aire fresco, a hablar.
- ¿Esos archivos? ¿En ese ordenador? Los primeros que Stan y yo no hemos adulterado. Llevo siendo un farsante desde que empecé a trabajar en una industria falsa haciendo mierda falsa. Lo único real era el dinero y ¿sabes qué? No sé si va a seguir siéndolo para mí.
Mientras él volvía a la cama, Holly se terminó el café, puso el ordenador y la taza a un lado y se tendió sobre su pecho.
La mejor condenada manta que había tenido jamás.
- Entonces, ¿qué quieres hacer a continuación? -preguntó ella.
- No sé. Esto no. Bueno, me estoy cansando de todo este asunto del cazafantasma, en realidad. ¿Producir esta mierda? No. -Bajando la mirada a la coronilla de ella, tuvo que sonreír-. Tú eres la única que sabe lo de mi cabello de viejo.
Y tenía la rara sensación de que el secreto estaba a salvo con ella.
- Eso no me importa. -Le acarició los pectorales-. Y a ti no debería importante tampoco.
- ¿Cómo he llegado hasta ahora sin saber lo lista que eres?
La risa femenina resonó a través de su pecho.
- Tal vez porque tú estabas siendo un estúpido.
Gregg echó la cabeza hacia atrás y aulló de risa.
- Sí, tal vez. -La besó en la sien-. Tal vez… definitivamente. Sin embargo he terminado con eso.
Díos… todavía no estaba seguro de qué había cambiado exactamente. Bueno, todo… pero el por qué preciso era desconocido. Se sentía como si alguien le hubiera corregido, pero no podía recordar quién o donde o cuando.
Sus ojos fueron al ordenador y pensó en esa sombra fantasmal. Por alguna razón, le vino a la cabeza una imagen de la habitación cavernosa y vacía del tercer piso de esta casa… y de un hombre enorme sentado en una silla con un charco de luz golpeando sólo sus rodillas y parte baja de las piernas.
Y luego el hombre se inclinó hacia adelante… a la luz…
El dolor de la cabeza de Gregg le hizo pensar que alguien se había puesto en plan Instinto Básico con sus sienes, apuñalándole con un par de picahielos.
- ¿Estás bien? -preguntó Holly, enderezándose-. ¿Tu cabeza otra vez?
Asintió con la cabeza a pesar de que el movimiento hizo que se le emborronara la visión y sintiera el estómago como si hubiera vomitado leche cuajada.
- Sí. Probablemente necesite gafas nuevas. Bifocales incluso… maldita sea.
Holly le acarició el cabello y cuando la miró a los ojos, la agonía decayó y sintió una extraña sensación en el pecho. ¿Felicidad?, se preguntó.
Sí. Tenía que ser. Porque en toda su vida adulta había pasado por todo el rango de emociones… y nunca había sentido algo así. Total. Absoluta. Paz.
- Holly, eres muchísimo más de lo que creí que eras -susurró, acariciándole la mejilla.
Mientras esos ojos encantadores suyos se empañaban de lágrimas, ella dijo:
- Y tú has resultado ser todo lo que deseaba que fueras.
- Bueno, entonces esta ha sido la función de mi vida -La besó lentamente-. Y tengo el final perfecto.
- ¿De verdad?
Gregg asintió con la cabeza y le puso la boca en el oído. Con un susurro suave dijo:
- Te amo.
Por primera vez esas palabras habían acudido a él… cuando realmente las necesitaba.
Cuando ella croó un "Yo también te amo", la besó y la besó un poco más… y se sintió como si debiera el momento a un fantasma.
Iba a resultar que su Cupido era una sombra grande con mala actitud. Eso no existía en el mundo "real".
No obstante… cosas más extrañas unían a la gente, ¿no? Y todo lo que importaba en realidad era que la pareja correcta terminara con el final de tarjeta Hallmark. ¿Eso significaba que hacia eso iban? No es que últimamente le pareciera mal.
Además, ahora podría dejar de teñirse.
Sí, la vida era buena. Especialmente cuando controlabas tu ego… y tenías a la mujer apropiada en tu cama por las razones correctas.
No dejaría marchar a Holly esta vez.
Y se iba a ocupar de ella del modo correcto, como ella se merecía… bueno, para siempre tenía una connotación agradable, ¿verdad?
Capítulo 58
De vuelta en la clínica privada de la Hermandad, Xhex permaneció al lado de John mientras Doc Jane le hacía radiografías de la pierna. Una vez las radiografías estuvieron hechas, no llevó demasiado tiempo a la buena doctora llegar a la conclusión de que John tenía que ser operado e incluso Xhex, a pesar de su usual pánico por estar donde estaba, pudo ver el problema en las radiografías. La bala estaba demasiado cerca del hueso para su comodidad.
Mientras Jane llamaba a Ehlena y luego venía a ponerse la ropa de quirófano, Xhex cruzó los brazos sobre el pecho y comenzó a pasearse.
No podía respirar. Y había sido así incluso antes de echar un vistazo a lo que estaban haciendo a la pierna de John.
Cuando él le silbó suavemente, ella se limitó a sacudir la cabeza y seguir moviéndose, dando una vuelta alrededor de la habitación. Resultó que el viaje pasando junto los gabinetes de acero inoxidable con sus puertas de vidrio y sus medicamentos guardados no fue de gran ayuda: el corazón le tronaba aún más en el pecho, sonando como Bon Jovi… los golpes eran tan fuertes en sus tímpanos que estos estaban recibiendo una sesión de ejercicios aeróbicos.
Dios, llevaba luchando desde el momento en que había entrado aquí con él. ¿Y ahora John sería abierto y luego cosido de nuevo?
Estaba puñeteramente perdida.
Aunque honestamente… si trataba de ser lógica en esto, era una locura. Uno, no era su cuerpo con el que estaban trabajando. Dos, dejar la bala de plomo en su interior estaba claro que no era una buena idea. Y tres… holaaaa… John estaba siendo tratado por alguien que ya había demostrado saber cómo manejar un bisturí.
Grandes racionalizaciones. Todas las cuales sus glándulas secretoras de adrenalina toqueteaban y luego pasaban por alto.
¿No eran curiosas las fobias?
El segundo silbido fue una demanda y se detuvo frente a John, alzando los ojos hacia él. Estaba sereno y relajado. Sin histerias ni enloquecimiento, nada salvo la calmada paciencia ante lo que estaba a punto de llegar.
Voy a estar bien, gesticuló. Jane ha hecho esto un millón de veces antes.
Jesucristo, ¿dónde infiernos se ha ido todo el aire de esta sala?, pensó Xhex…
Como él sabía que la estaba perdiendo, volvió a silbar y tendió la mano con el ceño fruncido.
- John… -cuando no le llegó ninguna palabra coherente, negó con la cabeza y volvió a pasearse. Odiaba esto. Realmente lo odiaba.
Cuando la puerta se abrió de par en par, Doc Jane regresó con Ehlena. Las dos estaban en medio de una conversación sobre el procedimiento y John silbó hacia ellas. Cuando levantó el dedo índice para indicarles que necesitaba un minuto más, las hembras asintieron y salieron de nuevo.
- Mierda -dijo Xhex-, no las detengas. Yo estaré bien.
Cuando se dirigía a la puerta para llamar a la doctora de nuevo, un sonido atronador retumbó en la sala. Pensando que John se había caído de la camilla, dio media vuelta…
No, él había golpeado la mesa de acero inoxidable y había dejado una abolladura en ella.
Háblame, señaló con las manos. Y ellas no entrarán hasta que lo hagas.
Xhex tenía la necesidad de discutir y el vocabulario para hacerlo… sólo que no la voz, evidentemente. Por mucho que lo intentó, no pudo decir nada.
Lo que cambió cuando él le abrió los brazos.
Maldiciéndose a sí misma, dijo:
- Voy a comportarme como un hombre. Voy a ser adulta No vas a creerte el estricto control que voy a mantener sobre mi cabeza. De verdad. En serio.
Ven aquí, vocalizó él.
- Oh… demonios -dándose por vencida, se acercó y lo abrazó. Contra el cuello de él, dijo-: No se me dan bien estas cuestiones médicas. Por si no lo habías notado antes. Lo siento, John… maldita sea, siempre te decepciono, ¿verdad?
Él la atrapó antes de que pudiera apartarse. Manteniéndola en el lugar con los ojos, movió las manos. Me has salvado la vida esta noche. No estaría vivo ahora mismo si tú no hubieses arrojado esa hoja. Así que no me decepcionas siempre… ¿y en cuanto a esto? Yo no estoy preocupado y tú no tienes que verlo… ve y espera en la casa. Va a ser muy rápido. No te tortures.
- No huiré asustada -moviéndose rápidamente para no pensar demasiado y que tampoco pudiera hacerlo él, Xhex le tomó el rostro entre las manos y lo besó con fuerza-. Pero tal vez esperar fuera sea una buena idea.
Después de todo, no estaría muy bien interrumpir a Doc Jane en mitad del tratamiento a causa de una espectadora flojucha con un caso de histeria. O con una conmoción cerebral porque la idiota se hubiera desmayado en el frío suelo.
Probablemente sea lo mejor, vocalizó él.
Apartándose, ella puso un pie delante del otro hasta la puerta y dejó entrar a Ehlena y a Doc Jane. Cuando la doctora pasó, Xhex agarró el brazo de la hembra.
- Por favor… -Dios, ¿qué podría decir?
Doc Jane asintió con la cabeza.
- Le tengo. No te preocupes.
Xhex dejó escapar un suspiro tembloroso y pensó en el infierno por el que iba a pasar esperando en el pasillo. Sabiendo como trabajaba su mente, imaginaría a John gritando silenciosamente a causa el dolor y a Doc Jane amputándole toda la pierna mientras los minutos pasaban…
- Xhex… ¿te importa si te sugiero algo? -dijo Doc Jane.
- Golpéame. De hecho… golpéame. Un buen gancho podría ayudar a calmarme.
Doc Jane negó con la cabeza.
- ¿Por qué no miras?
- ¿Qué?
- Quédate aquí y observa lo que hago y cómo lo hago y aprende los porqués. Hay muchas personas que tienen miedo a las situaciones médicas… con muy buenas razones. Pero las fobias son fobias, ya sea a un avión o a un dentista o a un médico… y la terapia de exposición surte efecto. ¿Si quitas el misterio y la sensación de no tener control? El miedo no puede llegar a ti de la misma manera.
- Buen pedazo de lógica. Pero qué pasa si me desmayo.
- Puedes sentarte si te mareas y salir cuando quieras. Hacer preguntas y mirar por encima del hombro si eres capaz.
Cuando le lanzó una ojeada a John, el gesto solemne de éste selló su destino. Se quedaba.
- ¿Necesito ropa de quirófano? -dijo ella con una voz totalmente desconocida.
Mierda, era tan malditamente femenino. Lo siguiente sería empezar a llorar con los anuncios de TV y hacerse las uñas. Y conseguir un maldito libro de bolsillo.
- Sí, voy a quererte de verde. Sígueme.
Cuando regresaron cinco minutos después, Doc Jane la llevó al fregadero, le dio un paquete sellado con una esponja de Betadine en el interior y le mostró cómo conseguir una limpieza apropiada.
- Buen trabajo -la doctora abrió el agua presionando un pedal de pie en el suelo-. No necesitarás guantes porque no vas a intervenir.
- En eso tienes razón. Dime, ¿tienes un carrito de parada alrededor, solo por si acaso me da un ataque?
- Justo en la esquina y sé cómo usar las palas -Doc Jane se enfundó los guantes azules y se acercó a John-. ¿Estás listo? Y te dormiremos. Teniendo en cuenta dónde está la bala, voy a tener que profundizar y no hay manera de que sea capaz de anestesiar la zona lo suficiente.
Gaséame, señaló John con las manos.
La shellan de V puso su mano en el hombro de John y lo miró directamente a los ojos.
- Voy a arreglarte, no te preocupes.
Xhex frunció el ceño y se encontró respetando a la hembra. Mostrarse confiada y segura, dado lo que estaba en juego, era bastante sorprendente: si Doc Jane no hacía bien su trabajo, John podía quedar peor que ahora. Pero si lo lograba, estaría como nuevo.
Eso es poder, pensó Xhex. Y el polo opuesto a lo que ella había hecho en su profesión… un cuchillo en su mano era un instrumento muy diferente.
Nada curativo.
Doc Jane comenzó un comentario de rutina, con su voz fuerte y tranquila.
- En un hospital humano, tendríamos presente a un anestesista, pero los vampiros tienden a ser muy estables bajo sedación intensa… los lleva a una especie de letargo. No lo entiendo, pero hace mi trabajo más fácil.
Mientras ella hablaba, Ehlena ayudaba a John a quitarse la camiseta y los pantalones que Doc Jane había cortado; a continuación, la hembra extendió paños azules sobre la desnudez de John y comenzó con una intravenosa.
Xhex intentó de detener el revoloteo de sus ojos y falló en gran medida. Había demasiadas amenazas en el lugar, todos aquellos bisturís y las agujas y…
- ¿Por qué? -preguntó Xhex, esforzándose por reaccionar-. La diferencia entre las especies, quiero decir.
- Ni idea. Vosotros tenéis un corazón con seis cámaras y nosotros tenemos cuatro. Tenéis dos hígados, nosotros uno. No podéis desarrollar cáncer o diabetes.
- No sé mucho sobre cáncer.
Doc Jane negó con la cabeza.
- Ojala pudiésemos eliminarlo de todos los que lo sufren. Es una enfermedad hija de puta, te la explicaré. Se produce una mutación celular mediante la cual…
La doctora siguió hablando, pero ahora sus manos se movían alrededor de las bandejas de acero inoxidable que habían sido deslizadas encima de John, organizando lo que iba a utilizar. Cuando Doc Jane asintió con la cabeza hacia Ehlena, la hembra fue a la cabeza de John y le cubrió la cara con una máscara de plástico transparente.
Doc Jane fue hasta la intravenosa con una jeringa llena de algo lechoso.
- ¿Estás preparado, John?
Cuando él levantó el pulgar, ella empujó el émbolo.
John lanzó una mirada a Xhex y le guiñó un ojo. Y luego se apagó como una luz.
- Lo primero es la desinfección -dijo Doc Jane, abriendo un paquete y sacando una esponja marrón oscuro-. ¿Por qué no te pones frente a mí? Esto es Betadine, lo mismo con lo que nos hemos lavado las manos, solo que no en forma de jabón.
Mientras la doctora limpiaba alrededor de la herida de bala con amplias pasadas, dejando la piel de John teñida de marrón rojizo, Xhex caminó aturdida alrededor de los pies de él.
En realidad, esa era una posición mejor. Estaba justo al lado de un cubo naranja para restos biológico… así que si necesitaba vomitar le venía genial.
- La razón por la que la bala tiene que ser extraída es porque va a causar problemas con el tiempo. Si fuera un tipo menos activo, podría dejarla. Pero creo que ser extra conservadora con un soldado es lo mejor. Además, vuestros chicos sanan muy rápido -Doc Jane desechó la esponja en el cubo de Xhex-. Basándome en mi experiencia con vosotros, una lesión hasta el hueso se regenerará para mañana por la noche.
Xhex se preguntó si la doctora o la enfermera eran conscientes de que el suelo bajos sus píes se movía en oleadas. Porque seguro como la mierda que ella se sentía como si estuvieran de pie en la cubierta de un barco.
Una comprobación rápida a las profesionales y ambas parecían estables como rocas.
- Voy a hacer una incisión… -Doc Jane se inclinó sobre la pierna con el cuchillo-… aquí. Lo que vas a ver directamente debajo de la piel es la fascia, que es la resistente envoltura externa responsable de mantener nuestro interior unido. Un humano medio tendría células de grasa entre las dos, pero John está muy en forma. Por debajo de la fascia está el músculo.
Xhex se dobló por la cintura con intención de echar un vistazo rudimentario… salvo que se quedó donde estaba.
Cuando Doc Jane volvió a pasar la hoja, retirando la envoltura nervuda, dejó al descubierto las profundas cuerdas de color rosa del músculo… que tenían un agujero en ellas. Viendo el daño interno, Xhex deseó matar de nuevo a ese asesino. Y Jesús, Rhage había tenido razón. Un par de centímetros más arriba y a la izquierda y John habría acabado…
Vale, no vamos a ir por ahí, pensó mientras volvía a situarse para conseguir una vista mejor.
- Succión -dijo Doc Jane.
Se oyó un sonido silbante y Ehlena colocó una pequeña manguera blanca y limpió la sangre roja de John.
- Ahora, en realidad voy a utilizar el dedo para sondear… a veces el toque humano es lo mejor…
Xhex terminó observando toda la operación. De principio a fin, desde el primer corte hasta el último punto y toda la retracción y eliminación del plomo en medio.
- … y eso es todo -dijo Doc Jane unos cuarenta y cinco minutos más tarde.
Mientras Ehlena vendaba la pierna de John y la doctora calibraba lo que se le estaba bombeando en la vena, Xhex recogió la bala de la bandeja y la miró. Tan pequeña. Tan condenadamente pequeña. Pero capaz de crear un caos de tipo mortal.
- Buen trabajo, Doc -dijo con voz áspera mientras se la deslizaba en el bolsillo.
- Déjame traerlo de vuelta para que puedas mirarlo a los ojos y saber que está realmente bien.
- ¿Lees la mente?
Los ojos de la doctora eran ancianos cuando se alzaron.
- No. Solo he tenido mucha experiencia con familias y amigos. Vas a necesitar mirarle a los ojos antes de hacer una inspiración profunda. Y él va a sentirse del mismo modo cuando te mire a la cara.
John recobró el conocimiento unos ocho minutos más tarde. Xhex lo cronometró, mirando el reloj de la pared.
Mientras los párpados de él se levantaban, Xhex se colocó justo al lado de su cabeza y le cogió la mano.
- Ey… estás de vuelta.
Estaba grogui, lo cual era de esperar. Pero esa mirada azul brillante era exactamente como había sido siempre y la forma en la que le apretó la mano izquierda no dejó ninguna duda… estaba de vuelta con una venganza.
La respiración contenida, de la que Xhex no había sido consciente, salió lentamente de sus pulmones, un canto de alivio que elevó su estado de ánimo como si su corazón hubiese sido puesto en un cohete hacia la luna. Y Doc Jane había tenido razón sobre lo de quedarse. Tan pronto como Xhex se involucró escuchando, viendo y aprendiendo, el pánico retrocedió hasta que solo fue un murmullo silencioso que podía controlar. Y era fascinante, la forma en la que el cuerpo encajaba.
¿Bien?, articuló John.
- Sí, Doc Jane consiguió sacar la bala sin problemas…
John sacudió la cabeza. ¿Tú? ¿Bien?
De… monios, pensó Xhex. Era un macho de tanta valía.
- Sí -dijo con brusquedad-. Sí, lo estoy… y gracias por preguntar.
Bajando la mirada hacia John, se dio cuenta de que no se había permitido a sí misma pensar demasiado en cómo le había salvado la vida.
Tío, siempre se la había conocido por ser buena con un cuchillo. Pero nunca había creía que esa habilidad sería tan importante como lo había sido durante esa fracción de segundo en aquella asquerosa granja.
Un parpadeo después y… John ya no estaba. Para nadie, nunca más.
Nunca.
El mero recuerdo de aquello hizo que el pánico volviese con total fuerza, le empezaron a sudar las palmas, el corazón le latió tanto como vueltas le daba en el pecho. Xhex sabía que iban a ir por caminos separados cuando todo esto terminase… pero eso no parecía importar en lo más mínimo cuando consideraba un mundo en el que él no pudiese respirar o reír o luchar o regalar el tipo de atenciones que compartía con todos los que le rodeaban.
¿Qué?, vocalizó él.
Ella sacudió la cabeza.
- No es nada.
Sí, menuda mentira. Lo era todo.
Capítulo 59
U tilizaron el carruaje que había sido dejado junto a los establos para transportar a la hembra de vuelta a la casa de su familia. Tohrment tomó las riendas y Darius permaneció en el interior con la hembra, deseando que hubiera algún consuelo que darle y sabiendo que había poco que ofrecer. El viaje fue largo, el tronar de cascos delante, el crujir del asiento y el resonar de los arreos eran muy ruidosos e impedían la conversación.
Aunque Darius sabía bien que incluso si su modo de transporte hubiera sido tan silencioso como un cuchicheo y tan calmado como el agua en una copa, su preciada carga no habría pronunciado una palabra. Se había negado a beber y a tomar sustento, no hacía nada excepto concentrarse en el paisaje mientras atravesaban tierras de labranza, aldeas y bosques.
Mientras continuaban en dirección sur, se le ocurrió que el symphath debía haber encadenado la mente de la hembra de alguna manera tras su captura inicial, asumiendo que este carruaje fuera el modo en que la pareja se había trasladado a la mansión de piedra, de otro modo habría corrido el riesgo de que ella se desmaterializara, liberándose del confinamiento rápidamente.
Trágicamente, tal salida no era una preocupación ahora, porque estaba muy débil… aunque él seguía preguntándoselo. Dada la expresión de dolorosa resignación de ella, tenía la clara impresión de que se sentía prisionera aunque hubiera recobrado su libertad.
Darius había sentido la tentación de enviar a Tohrment por delante para contar a su madre y padre las buenas noticias de que había sido rescatada, pero se contuvo. Mucho podría suceder durante el viaje y necesitaba a Tohrment para conducir los caballos mientras él se ocupaba de la hembra. Dada las amenazas de humanos, lessers y symphaths, él y Tohr tenían las armas dispuestas y aún así, deseaba tener más respaldo. Si sólo hubiera una manera de ponerse en contacto con los demás Hermanos y pedirles que se adelantaran…
Estaban al borde del alba cuando los agotados caballos les llevaron a la aldea situada antes de la casa de la hembra.
Como si reconociera donde estaban, ella levantó la cabeza y movió los labios, abriendo mucho los ojos llenos de lágrimas.
Inclinándose hacia delante y tendiendo las palmas, Darius dijo:
- Tranquilizaos… será…
Cuando los ojos de ella se encontraron con los suyos, Darius vio el grito que ella guardaba dentro de su alma. No será, articuló ella.
Entonces se desmaterializó directamente fuera del carruaje.
Darius maldijo y golpeó el panel lateral con el puño. Mientras Tohrment frenaba el caballo con estrépito. Darius saltó fuera.
No estaba lejos.
El destello de su camisón blanco apareció en el campo a la izquierda y él siguió la ropa lanzándose sobre ella cuando comenzó a correr. Al carecer de verdadero vigor, sus andares desequilibrados eran los propios de los desesperados pero heridos y la dejó ir tan lejos como pudo.
Más tarde, meditaría que fue entonces cuando lo había sabido con seguridad, durante esa loca huida a la que ella los había conducido a ambos: no podía regresar a casa. No después de todo aquello por lo que había pasado… de lo que había obtenido de su ordalía.
Cuando la hembra tropezó y cayó al suelo, no hizo nada por protegerse el vientre.
Y ciertamente, arañó el suelo para seguir adelante pero él simplemente ya no podía soportar observar la lucha.
- Detened vuestros esfuerzos -dijo él, arrancándola de la fría hierba-. Deteneos ahora…
Ella luchó contra él con toda la fuerza de un cervatillo y luego cayó inmóvil entre sus brazos. En ese momento congelado entre ellos, el aliento de ella salió en duros jadeos y su corazón se aceleró, él podía ver el latido de su yugular a la luz de la luna, podía sentir el temblor en sus venas.
Su voz fue débil, pero hablaba sinceramente cuando pronunció.
- No me devolváis allí… ni siquiera al comienzo del camino. No me hagáis volver.
- No podéis decirlo en serio. -Con manos suaves, le apartó el cabello de la cara y bruscamente recordó ver los mechones rubios en el cepillo de su cuarto. Tanto había cambiado desde la última vez que había estado sentada ante su espejo y se preparaba para una noche con su familia de sangre-. Habéis pasado por mucho para pensar ahora con claridad. Tenéis que descansar y…
- Si me devolvéis allí, huiré otra vez. No dejaré que mi padre vea esto.
- Debéis regresar a casa….
- Ya no tengo casa. Nunca más.
- Nadie tiene que saber qué ha ocurrido. Que no fue un vampiro quien os secuestró. Nadie nunca….
- Estoy esperando un niño symphath. -Sus ojos se volvieron fríos y duros-. Mi periodo de necesitad pasó la noche que se impuso sobre mí y desde entonces no he sangrado como hacen las hembras. Llevo a su cría.
Darius exhaló con fuerza en el silencio, su cálido aliento formó una nube de niebla en el aire fresco. Bueno, esto lo cambiaba todo. Si llevaba al niño a término y lo traía a este mundo, había una posibilidad de que pasara por vampiro, ya que los híbridos de ese tipo eran imprevisibles. Nunca podías estar seguro del equilibrio de los genes, si se inclinarían por uno de los lados o por el otro.
Pero quizás había una manera de implorar a su familia…
La hembra le agarró de las solapas del resistente abrigo.
- Déjame al sol. Entrégame a la muerte que deseo. Me llevaría mi propia mano a la garganta si pudiera pero mi brazo y hombro no son tan fuertes.
Darius volvió la vista hacia Tohrment, que esperaba en el carruaje. Llamándole con la mano, Darius dijo a la hembra.
- Permitidme hablar con vuestro padre. Permitidme preparar el terreno.
- Él nunca me perdonará.
- No ha sido culpa vuestra.
- La culpa no es el dilema, lo es el resultado -dijo desolada.
Cuando Tohrment se desmaterializó y tomó forma delante de ellos, Darius se puso de pie.
- Llévala de vuelta al carruaje y quedaros bajo esos árboles. Iré donde su padre ahora.
Tohrment se agachó, colocó con torpeza a la hembra en sus brazos y se puso de pie. En el asidero fuerte pero suave del chico, la hija de Sampsone volvió a la lánguida condición en que había pasado el viaje a casa, los ojos abiertos pero vacíos, la cabeza recostada a un lado.
- Cuida bien de ella -dijo Darius, arreglando el flojo camisón de la hembra a su alrededor-. Volveré pronto.
- No te preocupes -contestó Tohrment mientras empezaba a alejarse a zancadas por la hierba.
Darius les observó marchar durante un momento y luego se lanzó al viento, reagrupándose en los terrenos de la propiedad de la familia de ella. Fue directamente hasta la puerta principal y utilizó la inmensa aldaba de cabeza de león.
Cuando el mayordomo abrió el ancho portal, fue obvio que algo terrible había ocurrido en la mansión. Su palidez era la de la niebla y sus manos temblaban.
- ¡Sire! Oh, bendito sea, entre.
Darius frunció el entrecejo mientras entraba por la puerta.
- Que…
El señor de la casa salió del salón de los machos… y justo detrás de él le seguía el symphath cuyo hijo había provocado la serie de tragedias.
- ¿Qué hacéis aquí? -exigió Darius al devorador de pecados.
- Es mi hijo muerto. Le matasteis.
Darius desenvainó una de las dagas negras que llevaba sujetas con correas, con la empuñadura hacia abajo, hacia su pecho.
- Sí.
El symphath asintió una vez y no pareció importarle. Malditos reptiles. ¿No tenían sentimientos hacia sus jóvenes?
- Y la chica -preguntó el devorador de pecados-. ¿Qué hay de ella?
Darius sujetó rápidamente la visión de un manzano floreciente delante de su mente. Los symphath podían leer más que las emociones y él tenía conocimientos que no quería compartir.
Sin contestar a eso, miró a Sampsone, quien parecía haber envejecido cien mil años.
- Está viva. Su hija de sangre está… bien y viva.
El symphath vagó hacia la puerta, sus largas túnicas se arrastraban sobre el suelo de mármol.
- Entonces estamos en paz. Mi hijo está muerto y su progenie arruinada.
Cuando Sampsone se puso la cara entre las manos, Darius persiguió al devorador de pecados, le agarró del brazo y tiró de la cosa para que se detuviera fuera de la casa.
- No tenías que revelarte a ti mismo. Esta familia ya ha sufrido bastante.
- Oh, pero debía. -El symphath sonrió-. Las pérdidas deben ser soportadas por igual. Seguramente el corazón palpitante de un guerrero debe respetar esta verdad.
- Bastardo.
El devorador de pecados hizo una reverencia.
- ¿Preferirías que la hubiera matado? Ese era otro sendero que podría haber transitado.
- Ella no ha hecho nada para merecer esto. Tampoco los otros de su sangre.
- ¿Oh, de verdad? Quizás mi hijo sólo tomó lo que ella ofreció…
Darius puso ambas manos sobre el symphath y le hizo girar, golpeándole contra una de las enormes columnas que sostenían el gran peso de la mansión.
- Podría matarte ahora.
El devorador de pecados sonrió otra vez.
- ¿Podrías? No lo creo. Tu honor no te permitirá matar a un inocente y yo no he hecho nada malo.
Con eso, el devorador de pecados se desmaterializó fuera del agarre de Darius y tomó forma en el césped lateral.
- Deseo que la hembra tenga una vida de sufrimiento. Que viva mucho y soporte su carga sin gracia. Y ahora, me iré y me encargaré del cuerpo de mi hijo.
El symphath desapareció, fue como si nunca hubiera existido… y aún así las ramificaciones de sus acciones se vieron confirmadas cuando Darius miró por la puerta abierta: el macho de la gran casa lloraba sobre el hombro de su sirviente, los dos tomaban consuelo el uno del otro.
Darius irrumpió por el arco de la grandiosa entrada y el sonido de las botas hizo que el patriarca de la familia levantara la cabeza.
Sampsone se separó de su leal doggen y no se molestó en contener las lágrimas ni en oscurecer su dolor mientras avanzaba.
Antes de que Darius pudiera hablar, el macho dijo:
- Le pagaré.
Darius frunció el entrecejo.
- ¿Para qué?
- Para…que se la lleve lejos y vea que se le proporcione un techo sobre la cabeza. -El amo se giró hacia el sirviente-. Ve a los cofres y…
Darius dio un paso adelante y agarró el hombro de Sampsone en un firme apretón.
- ¿Qué está diciendo? Ella vive. Su hija está viva y debería refugiarse bajo este techo y dentro de estas paredes. Usted es su padre.
- Váyase y llévesela con usted. Se lo ruego. Su madre… no podría sobrevivir a esto. Permítame proporcionar…
- Es usted un ignorante -escupió Darius-. Un ignorante y una vergüenza para su linaje de sangre.
- No -dijo el macho-. Ella lo es. Ahora y eternamente.
Darius permaneció momentáneamente aturdido en medio del silencio. Incluso conociendo los valores degradados de la glymera y habiendo estado sujeto a ellos, todavía le conmocionaba.
- Usted y ese symphath tienen mucho en común.
- Cómo se atreve a…
- Ninguno de usted tiene corazón para afligirse por sus vástagos.
Darius se dirigió a la puerta y no se detuvo cuando el macho gritó.
- ¡El dinero! ¡Permítame darle el dinero!
Darius no confiaba en sí mismo para responder y se desmaterializó de vuelta a la arboleda que había abandonado hacía unos minutos. Cuando tomó forma junto al carruaje, su corazón ardía en llamas. Como alguien que había sido descartado, conocía bien la dificultad de ser desarraigado y no tener apoyo en el mundo. Y eso sin la carga extra que la hembra llevaba, literalmente, dentro de su cuerpo.
Aunque el sol amenazaba con liberarse del borde de la tierra, requirió un momento para recomponerse y formular lo que podría decir.
La voz de la hembra surgió tras las colgaduras de la ventana del carruaje.
- Os ha dicho que me mantengáis lejos, ¿verdad?
Desde luego, Darius descubrió que no había forma de expresión con la que pudiera arrojar una mejor luz a lo que había sucedido.
Colocó la palma en la madera fresca de la puerta del carruaje.
- Yo os cuidaré. Proveeré y protegeré.
- Por qué… -llegó la respuesta dolorosa.
- Ciertamente… es justo y apropiado hacerlo así.
- Un héroe sois vos. Pero a lo que vos intentáis salvar no le importa el regalo que ofrecéis.
- Lo haréis. Con el tiempo… os importará.
Cuando no hubo respuesta, Darius saltó al asiento del conductor y tomó las riendas.
- Iremos a mi casa.
El tintineo de los arreos de los caballos y el trotar de los cascos en la tierra apelmazada les acompañó fuera del bosque y todo el camino. Les llevó por una ruta diferente, alejándolos de esa mansión y de esa familia cuyas expectativas sociales eran más espesas que la sangre.
¿Y en cuanto al dinero? Darius no era un macho rico, pero antes se cortaría la mano con su propia daga que aceptar una moneda de ese padre de alma débil.
Capítulo 60
Cuando John fue a sentarse en la camilla, Xhex lo ayudó y él quedo fascinado por lo fuerte que era: en el instante en que le colocó la mano en mitad de la espalda, sintió como el peso de su parte superior quedaba completamente sostenido.
Pero bueno, como ella decía a menudo, no era precisamente lo que considerarías una hembra normal. Doc Jane vino y comenzó a contarle lo que estaba pasando bajo su vendaje y qué tenía que hacer para cuidar de la incisión…pero él no lo estaba registrando.
Quería sexo. Con Xhex. Ahora mismo.
Era todo lo que sabía o le preocupaba… y la necesidad carnal iba maaaaaás allá de solo una erección buscando un garaje donde aparcar. Un roce con la muerte tenía una forma de hacerte desear vivir a lo grande y el sexo con la persona a la que querías estar era la mejor manera de expresarlo.
Los ojos de Xhex llamearon cuando captó la esencia que él claramente estaba emanando.
- Vas a quedarte tendido durante otros diez minutos -dijo Doc Jane mientras empezaba a poner los instrumentos en el autoclave-. Y después puedes estirarte aquí, en la cama de la clínica.
Vámonos, gesticuló hacia Xhex.
Sacar las piernas fuera de la camilla le provocó un disparo de un buah-joder-que-dolor, pero la pupita de mierda no le hizo replantearse su plan en lo más mínimo. Sin embargo consiguió la atención de todo los demás que había en la habitación. Mientras Xhex lo estabilizaba con una maldición, la buena doctora comenzó con todo eso de tiéndete-grandullón… sólo que John no estaba para esas cosas.
¿Tendrías una bata que pueda ponerme para salir de aquí?, gesticuló, bien consciente de que tenía una enorme erección y no mucho cubriéndole las caderas.
Hubo un poco de discusión después de eso, pero finalmente, Doc Jane alzó las manos en un ademán y accedió dando a entender que si quería ser un idiota, ella no podía detenerlo. Cuando dio el consentimiento con un movimiento de cabeza, Ehlena desapareció y regresó con algo mullido, grueso y bastante grande para cubrirlo…de la clavícula hasta quizás medio muslo. También era rosa.
Estaba claro que era la versión pijama de unas orejas de burro, en pago a su negativa a quedarse en la clínica. Cualquier pensaría que el estilo Barbie desinflaría su erección… pero ni de lejos.
Su polla se mantuvo firme contra el asalto a su masculinidad.
Lo que lo hizo estar orgulloso de la cabrona.
Gracias, gesticuló, deslizándose la bata por los hombros. Estirándola un poco, se las arregló para plegársela sobre el pecho y cubrir su parte inferior expuesta. Apenas.
Doc Jane se apoyó contra el mostrador y cruzó los brazos sobre el pecho.
- ¿No hay alguna forma en que pueda conseguir que te quedes más tiempo? ¿O vuelvas con muletas? ¿O… conseguir que te quedes más tiempo?
Estoy bien… aunque, gracias.
Doc Jane sacudió la cabeza.
- Vosotros los Hermanos sois todos un grano en el culo.
De repente, le recorrió una punzada que no tenía nada que ver con su pierna.
No soy un Hermano. Pero creo que no voy a discutir la segunda parte contigo.
- Hombre inteligente. Y deberías serlo. Un Hermano, me refiero.
John levantó el culo y se bajó de la mesa con cuidado, todo mientras mantenía un ojo en la parte delantera de su bata Miss Repipi del Año. Afortunadamente, todo se mantuvo adecuadamente en presencia de compañía mixta y continuó así cuando Xhex se agachó bajo su brazo.
Tío… ella era la mejor muleta que podías pedir, tomando gran parte de la carga mientras se dirigían a la puerta. Juntos, bajaron a la oficina, pasaron a través del armario y emergieron en el túnel.
Recorrió unos, oh, nueve metros antes de detenerse, moverla para ponerla delante de él, y luego…
Acabó con las luces. Todas ellas.
A su orden mental, los fluorescentes del techo se oscurecieron uno por uno, empezando con el par que estaba directamente por encima de sus cabezas y después extendiéndose en ambas direcciones. Cuando todo estuvo oscuro como la boca de un lobo, trabajó rápido y también lo hizo ella. Sabían condenadamente bien que Doc Jane y Ehlena iban a estar atareadas limpiando en el quirófano durante al menos otra media hora. Y era la hora de la Última Comida arriba en la mansión, de manera que nadie estaba ejercitándose o iba a ejercitarse o tomando una ducha en el vestuario después de ejercitarse.
Limitar la visibilidad.
La oscuridad era la clave.
A pesar de la diferencia de alturas, que incluso con el casi metro ochenta de ella seguía siendo de más de quince centímetros, él encontró su boca con tanta seguridad como si sus labios fueran un faro. Cuando la besó profundo y le introdujo la lengua, ella gimió bajo en su garganta y se agarró a sus hombros.
En este glorioso momento de ni allí ni aquí, en este paso fuera del camino que habían acordado, él liberó a su macho vinculado, desatándose a sí mismo para cabalgar la ola de ese momento que había ocurrido antes en la granja…
Ese momento en que la daga de ella había abandonado su mano y flotado a través del aire… y le había proporcionado noches que vivir.
Le deslizó la palma a través de los pechos, encontrando el erecto pezón, frotándolo con el pulgar mientras ansiaba poner su boca donde estaban sus dedos. Menos mal que ella había dejado la chaqueta y las armas en el vestíbulo de la casa, así todo lo que había entre él y su piel era la camiseta sin mangas que ella llevaba puesta.
Quiso desgarrarla otra vez de arriba abajo, pero esto era un apaño rápido para saciarse hasta que pudieran hacerlo en la privacidad de su dormitorio: en lugar de agarrar y rasgar, deslizó ambas palmas por debajo y hacia dentro después subió la camiseta hasta que sus pechos brotaron.
Mieeeerda… no llevaba sujetador ni siquiera para luchar y por alguna razón eso lo encendió enormemente.
No es que necesitase ayuda para eso cuando se trataba de ella.
Mientras los sonidos de ellos dos besándose resonaban, él pellizcó las puntas ya listas para sus labios y restregó su excitación contra ella. Y quién lo hubiera dicho… ella captó la indirecta que John ni siquiera se había dado cuenta de estar haciendo y arrastró su propia mano hacia abajo por el estómago de él directa hacia…
John echó la cabeza hacia atrás, el golpe de electricidad que le recorrió la espina dorsal era tan grande que no pudo mantener el beso.
Antes de que pudiera decir, Fóllame duro, Xhex lo empujó contra el muro del túnel y luego sintió el aire frío cuando ella apartó la bata. Los labios de Xhex se movieron a lo largo de su pecho, los colmillos dejaban una huella doble que hacía hormiguear cada nervio de su cuerpo… especialmente los de la punta de su polla.
John dejó escapar un grito silencioso cuando la ardiente y húmeda boca encontró ese lugar caliente y duro, deslizándose sobre él, tomándolo por completo, rodeándolo con calor y succionando. En la retirada, fue lenta y firme, hasta que la punta salió de su boca con un sonido suave… y después deslizó la lengua alrededor. Mientras ella trabajaba en él, los ojos de John estaban abiertos, pero la oscuridad que los rodeaba hacía que pareciera que tuviera los párpados cerrados… y oh, tío, la oscuridad estaba bien en esta situación: tenía una imagen clara de cómo se la vería de rodillas delante de sus piernas abiertas, su camiseta sin mangas recogida sobre los pechos, sus pezones aún erectos, su cabeza yendo hacia adelante y atrás, hacia adelante y atrás.
Sus pechos se balancearían con cada movimiento que hiciese.
Mientras la respiración salía trabajosamente dentro y fuera de su boca, John tenía la sensación de que su peso estaba equitativamente distribuido entre su pierna herida y la ilesa, pero maldita sea si podía sentir otra cosa que no fuese lo que ella le estaba haciendo. Joder, podía haber estado ardiendo, para lo que le importaba.
Estaba ardiendo, era un hecho… y las llamas se volvieron más calientes cuando Xhex empujó su erección hacia arriba contra su bajo vientre y le pasó la lengua hacia abajo hasta que llegó a los pesados sacos que había bajo su polla. Uno por uno se los metió en la boca y luego volvió hacia atrás para chupar su erección.
Ella encontró un ritmo y él no duró mucho tiempo. Caricia y succión, caricia y succión, caricia…
John arqueó el cuerpo y sus palmas golpearon contra la pared mientras se corría. Tras acabar, la puso de pie de un tirón y la beso largo y duro… con la idea de devolverle el favor en su…
Xhex le mordisqueó el labio inferior a propósito y lamió el diminuto corte que había hecho.
- Cama. Ahora.
Roger. A eso.
John volvió a encender las lámparas del techo y subieron a la carrera a la mansión.
Curioso, pero esa pierna vaga no le molestó en lo más mínimo.
* * *
Blay permaneció fuera de la habitación asignada a Saxton durante y después de la alimentación, pero no le estaba permitido abandonar la mansión para despejarse la cabeza. El primo de Qhuinn estaba considerado, bajo las Viejas Leyes, su macho invitado en la casa de la Primera Familia y por tanto, el protocolo exigía que él permaneciera en el lugar.
Al menos luchar con los demás le habría proporcionado una sensación de realización y ayudaría a que el tiempo pasara más deprisa.
Después de que Phury llegara con Selena y las presentaciones fueran hechas, Blay se había ido a su propia habitación y encontrado paz diciéndose a sí mismo que tenía que arreglar cosas aquí. Desafortunadamente, la rutina Maid R Us [20] le había llevado alrededor de dos minutos y había implicado recolocar el libro que había estado leyendo en la mesita de noche… y trasladar un par de calcetines negros del cajón de calcetines de color con sus compañeros del de debajo.
Una de las maldiciones de ser ordenado era que nunca había nada que ordenar en el frente de la pulcritud.
Además, también se había cortado el cabello recientemente. Las uñas estaban cortas. No había depilación masculina pendiente, gracias a que los vampiros no tenían pelo, a excepción del de sus cabezas.
Normalmente si quería matar el tiempo, llamaba a casa para ponerse al día con sus padres, pero dado lo que pasaba por su mente ahora mismo, el número de la casa segura de la familia no era algo que fuera a marcar. ¿En conclusión? Apestaba mintiendo y no estaba por la labor de escandalizar a su padre y su madre: Ey, tíos, no lo sabéis aún, pero soy gay… y estoy pensando en salir con el primo de Qhuinn.
Oh y a propósito, él está aquí.
Alimentándose.
Dios la idea de Saxton tomando de la vena de alguien era ardiente como el demonio… aunque fuera la de Selena.
Y excepto por el hecho de que Phury estaba allí con la pareja. Por supuesto, por cuestión de decoro, más que para protección de ella.
Así que, sí, no había manera de que se acercase a esa habitación. Lo último que quería era excitarse delante de público.
Blay miró a su reloj. Paseó de un lado a otro. Intentó ver la TV. Cogió el libro que había colocado hacía un rato.
De cuando en cuando su teléfono sonaba con informes de campo, ninguno de los cuales ayudaba a su humor nervioso. La Hermandad siempre enviaba informes regulares de forma que todo el mundo tuviera información del momento y las cosas no iban bien: John había resultado herido, así que él, Xhex y Qhuinn estaban con Doc Jane en la clínica. La infiltración en la granja había sido un éxito, pero sólo hasta cierto punto… el Fore-lessser sospechoso aún andaba suelto y habían cogido a muchos, pero no a todos los nuevos reclutas que habían encontrado.
La dirección vinculada a ese corredor callejero los había llevado a un callejón sin salida. Los ánimos estaban exaltados.
Comprobó su reloj. Después el reloj de la pared.
Y sintió ganas de gritar.
Cristo, hacía rato desde que Saxton y Selena habían empezado. ¿Por qué no había venido nadie a avisarle de que estaba hecho?
¿Y si algo iba mal? Doc Jane había dicho que las heridas del tipo no suponían riesgo para su vida y que la alimentación lo pondría en camino de recuperarse…
Aunque bueno, si algún Hermano tenía probabilidades de entretenerse con Saxton, ese era el Primale. Phury adoraba la ópera y el arte y los buenos libros. ¿Tal vez se habían enzarzado en una charla posterior?
Al final, no pudo permanecer en su propia compañía y fue escaleras abajo a la cocina, donde los doggen de la casa estaban preparando la Última Comida. Intentó ayudar, ofreciéndose a poner los platos o la cubertería de plata o cortar las verduras en la cocina, rociar con su jugo los pavos que se asaban… pero el personal se puso tan nervioso, que se echó atrás.
Tío, si había una cosa que garantizara volver loco a un doggen, era ofrecerse a arrimar el hombro. Por naturaleza, no podían soportar que alguien a quien servían hiciera nada aparte de ser servido… pero tampoco podían soportar rechazar una oferta de ayuda.
Antes de hacer que les diera vueltas la cabeza por dejar que se quemase la cena y posiblemente desatar un suicidio colectivo, salió de la despensa y cruzó el comedor.
Las puertas del vestíbulo se abrieron y cerraron y Qhuinn atravesó el mosaico del suelo del vestíbulo de mal humor.
Había sangre roja en la cara del tipo y en sus manos y ropa de cuero. Fresca y brillante sangre.
De la variedad humana.
El primer instinto de Blay fue gritar a su colega, pero se contuvo porque no quería atraer mucha atención sobre el hecho de que Qhuinn había estado obviamente donde no estaba John.
No había muchos Homo sapiens en la clínica del centro de entrenamiento.
Y supuestamente había estado luchando con iniciados, que sangraban negro.
Blay subió las escaleras y alcanzó al tipo frente al estudio de Wrath… cuyas puertas estaban misericordiosamente cerradas.
- ¿Qué demonios te ha pasado?
Qhuinn no se detuvo, simplemente se apresuró hacia su cuarto. Deslizándose dentro, hizo ademán de cerrarle la puerta en la cara.
Sin hacerle caso, pensó Blay, mientras se metía dentro.
- ¿Qué pasa con la sangre?
- No estoy de humor -murmuró Qhuinn mientras comenzaba a desvestirse.
Descartó la chaqueta de cuero sobre la cómoda, se desarmó sobre el escritorio y se sacó las botas de un puntapié a medio camino del baño. Tiró la camiseta por encima del hombro y ésta acabó encima de una lámpara.
- ¿Por qué hay sangre en tus manos? -repitió Blay.
- No es asunto tuyo.
- Qué has hecho. -Aunque presentía que lo sabía-. ¿Qué demonios has hecho?
Cuando Qhuinn se deslizó dentro de la ducha para abrir el agua, el cordón de músculos a lo largo de su espina dorsal se flexionó sobre la cintura de sus pantalones de cuero.
Dios, también tenía sangre roja en otras partes… lo que hizo preguntarse a Blay como de lejos había llegado la pelea.
- ¿Cómo está tu chico?
Blay frunció el ceño.
- Mi chico… Oh, Saxton.
- Sí. “Oh. Saxton”. -El vapor comenzó a elevarse en la ducha revestida de cristal, el vaho subiendo y después cayendo entre ellos-. ¿Cómo le va?
- Supongo que ya lo han alimentado.
Los ojos disparejos de Qhuinn se enfocaron en algún punto detrás de la cabeza de Blay.
- Espero que se sienta mejor.
Cuando se enfrentaron el uno al otro, el pecho de Blay dolió tanto que tuvo que frotárselo.
- Lo has matado.
- ¿Lo? ¿A quién? -Qhuinn se llevó las manos a las caderas, sus pectorales y pezones perforados se destacaban en relieve, gracias a las luces que había sobre el lavabo-. No conozco a ningún “lo”.
- Déjate de gilipolleces. Saxton querrá saberlo.
- Su protector, ese eres tu. -No había hostilidad en las palabras. Sólo una inusitada resignación-. Vale, bien, no maté a nadie. Pero le di a ese gilipollas homofóbico algo en que pensar además del cáncer de garganta que le van a ocasionar esos cigarros. No permitiré que se le falte el respeto a los miembros de mi familia. -Qhuinn se dio la vuelta-. Y… bueno, joder, no me gusta que estés preocupado, lo creas o no. ¿Y si le hubieran dejado por muerto y hubiera salido el sol? ¿O le hubieran encontrado los humanos? Nunca lo habrías superado. No podía permitir ese resultado.
Dios, esto no era típico del hijo de puta. Haciendo la cosa equivocada por la razón perfecta…
- Te amo -susurró Blay tan quedamente que el sonido del agua corriendo ahogó las palabras.
- Escucha, necesito una ducha -dijo Qhuinn-. Quiero quitarme esta mierda de encima. Y después necesito dormir.
- Vale. Sí. ¿Quieres que te traiga un poco de comida?
- Estoy bien. Gracias.
Cuando comenzaba a marcharse, Blay echo un vistazo por encima del hombro. Qhuinn se estaba quitando los pantalones de cuero, su culo estaba haciendo una aparición espectacular.
Con la cabeza aún vuelta, salió del todo del baño, pero se dio de golpe contra el escritorio, y tuvo que coger la lámpara para que no cayese al suelo. Enderezándola, cogió la camiseta de la pantalla y, como una patética marica, se acercó el suave algodón a la nariz para una inhalación.
Cerrando los ojos, acunó contra su pecho lo que había estado en el de Qhuinn y escuchó el sonido del agua caer mientras el otro macho se lavaba.
No estaba seguro de cuanto tiempo permaneció así, en el purgatorio de tan-cerca-pero-tan-lejos. Lo que lo hizo moverse de nuevo fue el temor a ser pillado haciendo el panoli. Tras dejar la camiseta con cuidado tal y como estaba antes, se obligó a ir hacia la puerta.
Estaba a mitad de camino cuando lo vio.
Sobre la cama.
El fajín blanco estaba enredado entre las sábanas, sólo una extensión más de tela arrugada.
Cuando levantó la vista, encontró dos impresiones de cabezas en un par de almohadas que estaban cerca una de la otra. Estaba claro, la Elegida Layla había olvidado anudar su túnica cuando se fue. Lo que podría haber pasado sólo si hubiera estado desnuda mientras estaba allí.
Blay se llevó la mano al corazón una vez más, una sensación de constricción le hacía sentir como si estuviera bajo el agua… con la superficie del océano muy, muy lejos sobre él.
La ducha se cerró en al baño y una toalla se agitó por ahí.
Blay pasó de largo la cama bien usada y atravesó la puerta.
No era consciente de haber tomado una decisión racional, pero sus pies eligieron un destino; eso era obvio. Atravesando el pasillo, se paró dos habitaciones más allá y luego su mano se alzó por propia voluntad y llamó silenciosamente. Cuando le llegó el sonido de una respuesta amortiguada, abrió la puerta. En el otro lado, la habitación estaba oscura y olía divina… y mientras permanecía de pie a la luz del pasillo, su sombra alcanzó el pie de la cama.
- Justo a tiempo, acaban de irse. -La voz ronca de Saxton era una promesa de cosas que Blay quería-. ¿Has venido a ver cómo estoy?
- Sí.
Hubo una larga pausa.
- Entonces cierra la puerta y te lo mostraré.
Blay apretó la mano en el pomo de la puerta hasta que sus nudillos crujieron.
Y después entró en la habitación y los encerró dentro. Mientras se sacaba de un puntapié los zapatos, echaba el cerrojo.
Por privacidad.
Capítulo 61
En el Otro Lado, Payne estaba sentada en el borde de la charca que reflejaba la luz y miraba fijamente su propia cara en el agua en calma.
Reconocía bien el cabello negro, los ojos diamantinos y los fuertes rasgos.
También era consciente de quién la había engendrado y dado a luz.
Podía enumerar los días de su historia hasta este momento.
Y sin embargo, sentía como si no tuviera una pista en cuanto a quien era realmente. De muchas formas, más de las que encontraba consuelo en enumerar, ella no era nada mas que ese eco en la superficie de la charca, una imagen que carecía de profundidad y sustancia… y no dejaría nada permanente a su paso cuando se fuera.
Cuando Layla se le acercó por detrás, encontró los ojos de la hembra en el espejo del agua.
Más tarde consideraría que la sonrisa de Layla fue la que lo cambió todo. A pesar de que por supuesto, hubo más que eso… pero la radiante expresión de su hermana fue lo que en última instancia la lanzó hacia las alas del cambio, el sutil empujón que la hizo caer por el acantilado.
Esa sonrisa era real.
- Saludos, hermana mía -dijo Layla-. He estado buscándote.
- Y por tanto me has encontrado. -Payne se obligó a sí misma a volverse y levantar la vista hacia la Elegida-. Por favor. Siéntate y únete a mí. Deduzco por tu buen ánimo que tu experiencia con el macho prosigue a buen ritmo.
Layla se sentó pero sólo por un momento y después su alegría cinética hizo que se pusiera en pie de nuevo.
- Oh, sí, efectivamente. Efectivamente, sí. Va a llamarme a lo largo de este día y yo debo acudir de nuevo a él. Oh, amada hermana, no puedes imaginarte… como es ser abrazada en un círculo de fuego y sin embargo salir indemne y encantada. Es un milagro. Una bendición.
Payne se giró de vuelta al agua y observó como sus propias cejas se fruncían.
- ¿Puedo preguntarte algo impertinente?
- Por supuesto, hermana mía. -Layla se acercó y se sentó una vez más en el blanco borde de mármol de la charca-. Cualquier cosa.
- ¿Estás pensando en aparearte con él? No sólo aparearte con él, ¿sino convertirte en su shellan?
- Bien, sí. Por supuesto que lo estoy. Pero espero encontrar el momento oportuno para mencionarlo.
- ¿Qué harás… si él dice no? -Cuando la cara de Layla se heló, como si nunca hubiera considerado semejante cosa, Payne se sintió como sí hubiera aplastado un capullo de rosa en su mano-. Oh, maldita sea… no pretendo disgustarte. Yo solo….
- No, no. -Layla hizo una inspiración para tomar fuerza-. Soy bien consciente de la construcción de tu corazón y no tienes una cámara cruel en él. Razón por la cual siento que puedo hablarte con tal franqueza.
- Por favor, olvida que pregunté.
Ahora Layla miraba fijamente a la charca.
- Yo… en realidad no hemos tenido auténticas relaciones.
Las cejas de Payne se dispararon hacia arriba. Verdaderamente, si sólo el precursor del acontecimiento real provocaba tal euforia, el acto en sí debía ser increíble.
Al menos para una mujer como la que estaba ante ella.
Layla se abrazó, sin duda porque estaba recordando la sensación de otro apretón más fuerte.
- Yo lo deseo, pero él se contiene. Espero… Creo que es porque desea emparejarse conmigo apropiadamente primero, en ceremonia.
Payne sintió el horrible peso de una premonición.
- Ten cuidado, hermana. Tú eres un alma gentil.
Layla se puso de pie, su sonrisa ahora entristecida.
- Sí, lo soy. Pero preferiría que mi corazón estuviera roto antes que sin abrir y sé que uno debe pedir para recibir.
La hembra estaba tan segura y firme que a la sombra de su coraje, Payne se sintió pequeña. Pequeña y débil.
¿Quién era ella? ¿Un reflejo? ¿O una realidad?
De repente se levantó.
- ¿Me disculpas que me vaya?
Layla pareció sorprendida y cabizbaja.
- Por supuesto. Y por favor, no pretendía ofenderte con mis divagaciones…
En un impulso, Payne abrazó a la otra Elegida.
- No lo has hecho. No te preocupes. Y mucha suerte con tu macho. Verdaderamente, él sería bendecido por tenerte.
Antes de que pudiera decirse algo más, Payne se alejó, pasando rápidamente junto a los dormitorios y apretando el paso al subir la colina que llevaba al Templo del Primale. Dejando atrás ese sagrado lugar de apareamiento, que ya nunca se utilizaba, entró en el patio de mármol de su madre y pasó a grandes zancadas bajo la columnata.
El modesto tamaño de la puerta que señalaba las habitaciones privadas de la Virgen Escriba no era lo que uno esperaría como heraldo de tan divino espacio. Pero la verdad es que cuando el mundo entero es tuyo, no tenías nada que demostrar, ¿verdad?
Payne no llamó. Considerando lo que estaba a punto de hacer, lo inapropiado de irrumpir sin invitación iba a estar tan abajo en su lista de pecados, que a penas iba a contar como uno.
- Madre -pidió mientras entraba en la vacía habitación blanca.
Hubo una larga pausa antes de que obtuviera una respuesta y la voz que le llegó fue incorpórea.
- Sí, hija.
- Permíteme salir de aquí. Ahora.
Cualquiera que fuera la consecuencia que recayera sobre su cabeza debido a esta nueva confrontación era mejor que una existencia tan esterilizada.
- Expúlsame -reiteró a las paredes en blanco y el no-aire-. Déjame marchar. Nunca volveré si ese es tu deseo. Pero no me quedaré aquí en lo sucesivo.
Con un fogonazo de luz, la Virgen Escriba apareció ante ella sin la toga negra que normalmente llevaba. En efecto, Payne estaba bastante segura de que nadie nunca había visto a su madre como realmente era, energía sin forma.
Sin embargo, ya no brillaba. Atenuada ahora, apenas era más que una onda de calor para el ojo.
La diferencia estaba frenando y atenuando la rabia de Payne.
- Madre… déjame marchar. Por favor.
La respuesta de la Virgen Escriba tardó en llegar.
- Lo siento. No puedo conceder tu deseo.
Payne desnudó sus colmillos.
- Maldita seas, solo hazlo. Déjame salir de aquí o…
- No hay un “o” mi amada niña. -La débil voz de la Virgen Escriba se dispersó lentamente y luego regresó-. Debes permanecer aquí. El destino lo exige.
- ¿El de quién? ¿El tuyo o el mío? -Payne acuchilló con su mano la paralítica quietud-. Porque aquí en realidad no estoy viviendo y que clase de destino es ese.
- Lo siento.
Y ese fue el fin de la discusión… al menos en lo que concernía a su madre. Con un destello, la Virgen Escriba desapareció.
Payne gritó en la vasta vacuidad:
- ¡Libérame! ¡Maldita seas! ¡Libérame!
Medio esperaba ser asesinada en el sitio, pero entonces la tortura habría finalizado y qué diversión habría en ello.
- ¡Madre!
Cuando no hubo respuesta, Payne giró alrededor y deseó como el Dhunhd que hubiera algo para lanzar… pero no había nada a lo que echar mano y el simbolismo fue un grito en su cabeza: nada para ella, no había absolutamente nada para ella aquí…
Acercándose a la puerta, desató su cólera, arrancando la cosa de los goznes y lanzándola hacia atrás en la fría y vacía habitación. El blanco panel rebotó dos veces y después se deslizó a lo largo del espacio despejado, un guijarro sobre la superficie de un estanque tranquilo.
Mientras salía al acecho hacia la fuente, escuchó una serie de chasquidos y cuando miró por encima del hombro, vio que la puerta se había arreglado por sí misma, resellando mágicamente sus jambas vacías, formando exactamente lo que había estado antes sin siquiera un rasguño que mostrara lo que ella le había hecho.
Tal furia creció en su interior que constriñó su garganta e hizo que le temblaran las manos. Por el rabillo del ojo, vio una figura de negra toga bajando la columnata, pero no era su madre. Era simplemente No’One con una cesta de ofrendas para la Virgen Escriba, su cojera alteraba su paso balanceándola de lado a lado.
La visión de la desgraciada y excluida Elegida avivó su rabia incluso más.
- ¿Payne?
El sonido de la profunda voz la hizo girar la cabeza: Wrath estaba de pie junto al árbol blanco de coloridos pájaros cantores, su enorme figura dominaba el patio.
Payne se abalanzó contra él, convirtiéndolo en un objetivo contra el que podía luchar. Y el Rey Ciego claramente presintió su violencia y su salvaje acercamiento: En el parpadeo de un ojo, cambió a su postura de lucha, transformándose en más poderoso, dispuesto y listo.
Ella le dio todo lo que tenía y más, sus puños y piernas volaban hacia él, su cuerpo se convirtió en un remolino de puñetazos y patadas que él desviaba con los antebrazos y esquivaba agachando el torso y cabeza.
Más rápida, más resistente y más mortal, siguió presionando al rey, obligándole a devolver lo que ella le lanzaba o arriesgarse a resultar seriamente herido. El primer golpe duro la alcanzó en el hombro, el puño de Wrath chocó contra ella, haciéndola perder el equilibrio… pero se recuperó rápidamente y se dio la vuelta, con la pierna y el pie por delante.
El impacto en el estómago de Wrath le sacudió tan fuerte que gruñó… al menos hasta que ella giró una vez más y le golpeó en la cara con los nudillos. Cuando la sangre brotó y las gafas oscuras de sus ojos salieron volando, él maldijo.
- Qué coño, Pay…
El rey no tuvo oportunidad de terminar su nombre. Se estrelló contra él, cogiéndolo por la cintura, conduciendo su enorme peso hacia atrás. Sin embargo, no había una verdadera competición. Él tenía dos veces su tamaño y tomó el control con facilidad, quitándosela de encima y dándole la vuelta de golpe para agarrarla, colocándola de espaldas contra su pecho.
- ¿Cuál coño es tu problema? -gruñó en su oído.
Ella echó de golpe la cabeza hacia atrás, dándole en la cara y su apretón se aflojó durante una fracción de segundo. Que fue todo lo que necesitó para soltarse. Ya libre de él, pudo utilizar su cuerpo fuerte como un roble como plataforma de lanzamiento….
Subestimó inmensamente su impulso. En lugar de aterrizar con su peso en perpendicular al suelo, se inclinó hacia adelante… lo que supuso que se hiriera un pie gravemente e iniciara una salvaje acrobacia de lado.
El borde de mármol de la fuente le impidió golpear el suelo, pero el impacto fue peor que si hubiera caído en horizontal.
El chasquido de su espalda fue fuerte como un chillido.
Y también lo fue el dolor.
Capítulo 62
Cuando Lash despertó en su rancho oculto, lo primero que hizo fue mirarse los brazos. Junto con las manos y muñecas, sus antebrazos también eran sombras, una especie de forma de humo que se movía cuando él lo indicaba y a su orden podían no ser nada más que aire o conseguían soportar peso.
Sentándose, apartó la manta que se había echado encima y se levantó. Y mira tú por donde, sus pies tendían a desaparecer también. Lo cual era bueno, pero… mierda, ¿cuánto tiempo iba a llevar esta transformación? Tenía que asumir que si su cuerpo todavía tenía forma física, con un corazón que latía y necesidades como comer, beber y dormir, no estaba completamente a salvo de balas y cuchillos.
Además, francamente, dadas todas las piezas que se le habían caído, la gestión de bio-desperdicios era un jodido desastre.
Había convertido el colchón en el que había dormido en el mayor pañal del planeta.
Un chillido atrajo su atención, fue hacia las persianas y las separó un poco con la punta de los dedos. A través de la grieta, observó a los humanos proseguir con sus patéticos días, conduciendo, montando en bici. Puñeteros imbéciles con sus pequeñas y simples vidas. Despertar. Ir a trabajar. Volver a casa. Quejarse sobre su día. Despertar y hacer lo mismo otra vez. Al pasar un sedan, implantó un pensamiento en la mente del conductor… y sonrió cuando el Pontiac se salió de su senda, se subió a la cuneta y giró para dirigirse hacia la casa de dos pisos del otro lado de la calle. El puñetero PDM se lanzó directamente a un banco de ventanas, atravesando el cristal y el marco de madera, las bolsas de aire explotaron dentro del coche.
Mejor que una taza de café para comenzar el día.
Se dio la vuelta y fue hacia la cómoda mierdosa, encendiendo el portátil que había encontrado en la parte de atrás del Mercedes. El trato de drogas que había interrumpido de camino a casa había valido la pena. Había pillado un par de miles de dólares al igual que algo de oxicodina, algo de éxtasis y doce piedras de crack. Más importante aún, había puesto a los dos traficantes y al cliente en trance, los había llevado de vuelta hacia el AMG, los había traído y los había convertido.
Habían dejado el baño del vestíbulo hecho una mierda tras vomitar toda la noche, pero francamente estaba harto de esta casa y estaba pensando en prenderle fuego.
Así que… tenía un equipo de cuatro. Y ya que ninguno de ellos se había ofrecido voluntario, una vez los hubo drenado y devuelto a la "vida", les había prometido todo tipo de mierdas. Y mira tú por donde, los yonkis que trapichean para satisfacer sus propios hábitos se creen cualquier cosa que les dices. Sólo tienes que venderles un futuro… después de asustarles hasta que cagaban el colon.
Lo cual no había sido ningún PT para él. Naturalmente, se habían cagado encima cuando se había desenmascarado, pero lo bueno es que habían alucinado tantas veces con viajes de ácido, que no estaba del todo fuera de su experiencia hablar con un cadáver andante. Además él era muy persuasivo cuando quería.
Era una maldita vergüenza que no pudiera lavarles el cerebro permanentemente. Pero ese truco de salón con el conductor del Pontiac era todo lo lejos que podía llegar con lo de la influencia: breve e insostenible durante más de un par de segundos.
Puñetero libre albedrío.
Después de que el ordenador arrancara, fue a la página del Caldwell Courier Journal…
Hola, página principal. La "Masacre de la Granja " estaba cubierta por varios artículos… la sangre, los cuerpos descuartizados y el extraño residuo aceitoso habían animado todo tipo de descripciones dignas del Pulitzer. Los periodistas también habían entrevistado a la policía que había estado allí, al cartero que había llamado al 911 en primer lugar, a doce críos del vecindario y al alcalde… que evidentemente estaba "movilizando a los mejores hombres y mujeres del DPC para resolver este terrible crimen contra la comunidad de Caldwell".
El consenso era: muertes rituales. Tal vez ligadas a un culto desconocido.
Todo lo cual era sólo charla insustancial oscureciendo lo que él buscaba en realidad… Bingo. En el último artículo, encontró un trozo de dos párrafos informando de que habían irrumpido en la escena del crimen la noche antes. Los "mejores hombres y mujeres del DPC" habían admitido reluctantemente que uno de sus coches patrulla nocturna había hecho una pasada y descubierto que una persona o personas desconocidas habían registrado el escenario. Fueron rápidos en señalar que cualquier prueba relevante había sido ya trasladada y que habían puesto vigilancia a tiempo completo de ahora en adelante. Así que la Hermandad había dado crédito a su pequeño mensaje.
¿Habría ido también Xhex?, se preguntó. ¿Tal vez esperando a ver si él aparecía?
Mierda, se había perdido echarle un maldito vistazo. Y a los Hermanos.
Pero tenía tiempo. Demonios ¿cuando su cuerpo fuera completamente… sombra? Tendría una eternidad. Comprobando su reloj, se puso en marcha, cambiándose rápidamente a unos pantalones negros y una camisa de cuello alto y ese impermeable encapuchado. Agarrando los guantes de cuero, se puso su gorra de beisbol negra y se echó un vistazo en el espejo.
Sí. Vale.
Revolviendo por ahí, encontró una camiseta negra que desgarró y se envolvió alrededor de la cara, dejando espacio para sus ojos sin párpados, los cartílagos que quedaban de su nariz y el agujero abierto que era ahora su boca.
Mejor. No genial. Pero mejor.
La primera parada fue al cuarto de baño para comprobar cómo le iba a sus tropas. Todos estaban tirados en un montón sobre el suelo, brazos y piernas entrelazadas, las cabezas aquí y allá… pero los cabrones seguían vivos.
Tío, son tan del fondo del barril, auténticos desechos humanos, pensó. Si tenían suerte, su CI colectivo podría llegar a duras penas a los tres dígitos.
Sin embargo iban a ser útiles.
Lash cerró la casa con un hechizo y salió al garaje. Abrió el portaequipajes del Mercedes sacó el paquete de coca y se cargó ambas fosas nasales antes de ponerse tras el volante.
¡Bueeeeeeenos diiiiiiías! Mientras un coro de caos le iluminaba desde dentro, salió hacia atrás por el camino de entrada y abandonó el vecindario yendo en dirección contraria a los polis y ambulancias que habían llegado a la casa del otro lado de la calle.
Que ahora tenía un aparcamiento en lugar de una sala de estar.
Una vez llegó a la autopista, el viaje al centro deberían haber sido diez minutos, pero a causa del tráfico de hora punta fueron más bien veinticinco, aunque con el acelerón de su mente y cuerpo, sintió como si hubiera estado en parada total todo el rato.
Eran algo más de las nueve cuando entró en un callejón y aparcó junto a una furgoneta plateada. Cuando salió, agradeció a Dios el subidón… realmente se sentía como si tuviera algo de energía. El problema era que si su Maquillaje Extremo no terminaba rápido, iba a acabar con el alijo del portaequipajes en cuestión de días.
Razón por la cual había arreglado esta reunión inmediatamente en vez de esperar algo más.
Y mira tú por donde, Ricardo Benloise era puntual y ya estaba en su oficina: el AMG en el que había llegado estaba aparcado junto a una furgoneta GMC. Lash se aproximó a la puerta trasera de la galería de arte y esperó a la videocámara. Sí, habría preferido aplazar este cara a cara un par de días, pero aparte de sus propias necesidades, tenía vendedores sanando en su cuarto de baño y necesitaba producto con los que mandarlos a las calles.
Luego tenía que convertir a algunos soldados.
Después de todo, “el mierdecilla” no había malgastado el tiempo engrosando sus filas… aunque no había forma alguna de decir cuántos habían quedado después de que la Hermandad asaltara esa granja.
Nunca creyó que se alegraría de que esos hijos de puta fueran letales en su trabajo. Buena. Pesca.
Lash había asumido que el juguete del Omega iba a cocinar rápidamente otra tanda de inducidos. Y dado que el crío había sido un camello de éxito, iba a retomar el negocio tan pronto como pudiera. Dos cosas que le proporcionarían recursos no sólo para luchar contra los vampiros, sino para ir a por Lash.
Así que era cuestión de tiempo. Lash confiaba condenadamente en que “el mierda” no pudiera arreglar una reunión con Benloise inmediatamente porque era un pez pequeño… ¿pero cuánto tiempo más seguiría siendo eso cierto? Las ventas contaban. La astucia contaba. Si Lash podía introducir un pie en la puerta, otro también podía.
Especialmente si tenían los talentos especiales de un Fore-lesser.
Con un chasquido, los cerrojos de la puerta se accionaron y uno de los matones de Benloise abrió. El tipo frunció el ceño ante la pinta Lady Gaga de Lash, pero volvió rápidamente al juego. Sin duda había visto muchas mierdas alocadas… y no sólo por lo del tráfico de drogas: sin duda los artistas eran en su mayor parte chiflados excéntricos.
- ¿Dónde está tu ID? -dijo el tipo.
Lash mostró su falso permiso de conducir.
- Apunto de patearte el culo, hijo de puta.
Claramente, la combinación de tarjeta laminada y la voz familiar de Lash fue suficiente porque un momento después, se le permitió la entrada.
La oficina de Benloise estaba en el tercer piso de la parte delantera y el viaje arriba fue silencioso. El espacio privado del tipo era una pista de bolera minimalista, nada excepto una larga extensión de suelos de madera negros y barnizados que culminaban en una plataforma elevada… que era el equivalente en escritorio de un juego de alzas para zapatos. Benloise estaba aparcado en el estrado, sentado tras una mesa de teca del tamaño de un Lincoln Town Car.
Como un montón de tipos que tenían que ponerse de puntillas para llegar al uno noventa en una cinta métrica, todo lo del bajito era grande.
Mientras Lash se aproximaba, el sudamericano levantó la vista de sus dedos colocados yema contra yema formando una montaña y habló a su modo, llano y culto.
- Me complació mucho recibir su llamada después de que faltara a nuestra última reunión programada. Donde quiera que haya estado, amigo mío.
- Problemas familiares.
Benloise frunció el ceño.
- Sí, la sangre puede ser problemática.
- No tienes ni idea. -Lash miró alrededor de la nada absoluta, localizando las cámaras y puertas ocultas… que estaban en las mismas posiciones que la última vez.
- Primero, déjame asegurarte que nuestras relaciones de negocios siguen siendo mi primera prioridad.
- Me complace mucho saberlo. Cuando no llegó a comprar las piezas a las que se había comprometido por contrato, me lo pregunté. Como marchante de arte, dependo de mis clientes habituales para mantener a mis artistas ocupados. También espero que mis regulares cumplan con sus obligaciones.
- Entendido. Lo cual es la auténtica razón de que haya venido. Necesito un adelanto. Tengo una pared vacía en mi casa que tiene que ser ocupada con una de tus pinturas, pero hoy no puedo pagar en efectivo.
Benloise sonrió, mostrando dientecitos perfectos.
- Me temo que no hago ese tipo de arreglos. Debe pagar por el arte con el que se marcha. ¿Y por qué lleva la cara cubierta?
Lash ignoró la pregunta.
- Vas a hacer una excepción en mi caso.
- No hago excepciones…
Lash se desmaterializó a través del espacio, tomando forma detrás del tipo y poniéndole un cuchillo en la garganta. Con un grito, el guardia de la puerta fue a por su arma, pero no iba a haber un montón de disparos cuando la yugular de su jefe estaba a punto de tener una fuga.
Lash siseó al oído de Benloise.
- He tenido una semana realmente jodida y me he cansado de jugar según las reglas humanas. Tengo toda la intención de continuar nuestra relación y tú vas a hacerlo posible, no sólo porque eso nos beneficia a ambos, sino porque voy a ocuparme de ello personalmente si no lo haces. Que sepas esto, no puedes ocultarte de mí y no hay lugar donde puedas ir y donde yo no pueda encontrarte. No hay puerta lo suficientemente fuerte para mantenerme fuera, ni hombre al que no pueda superar, ni arma que puedas usar contra mí. Estos son mis términos… una obra de arte para llenar mi pared y me la llevaré conmigo ahora mismo.
Cuando descubriera quien era el contacto de ultramar de Benloise, podría librarse el bastardo… pero eso sería precipitarse. El sudamericano era la tubería por la que el producto llegaba a Caldwell y esa era la única razón de que el hijo de puta tuviera tan buenas probabilidades de llegar hoy al almuerzo. En lugar de a una cita con un embalsamador.
Benloise inhaló con esfuerzo.
- Enzo, las nuevas pinturas de Joshue Tree van a llegar pronto esta tarde. Cuando lo hagan, empaquetarás una de ellas y…
- La quiero ahora.
- Tendrá que esperar. No puedo darle lo que no poseo. Máteme en este momento y no tendrá nada.
Cabrón. Hijo de puta.
Lash volvió a pensar en cuanto quedaba en el portaequipajes del mercedes… y consideró el hecho de que incluso ahora, el chute de coca le estaba abandonando, dejando un montón de amodorramiento a su estela.
- ¿Cuando? ¿Dónde?
- Misma hora y lugar de siempre.
- Bien. Pero voy a llevarme una muestra conmigo ahora. -Le hundió el cuchillo en el cuello-. Y no me digas que estás totalmente seco. Eso me pondría de muy mal humor… y nervioso. Nervioso es malo para ti… PTI.
Tras un momento, el tío murmuró:
- Enzo, ve a traerle una muestra del trabajo del artista, ¿de acuerdo?
El trozo de carne de enfrente pareció tener problemas para procesarlo todo, pero ver a alguien desaparecer en el mismo aire sin duda era algo nuevo para él.
- Enzo. Ve ahora.
Lash sonrió bajo sus vendas de momia.
- Sí, dale marcha a esos pies, Enzo. Yo me cuidaré esmeradamente de tu jefe hasta que vuelvas.
El guardaespaldas retrocedió hasta la salida y luego se oyó el ruido en retirada de sus botas bajando la escalera.
- Así que eres digno sucesor del Reverendo -dijo Benloise con tensión. Ah, la antigua nomenclatura de Rehvenge en el mundo humano.
- Sí, me va justo lo mismo.
- Siempre hubo algo diferente en él.
- ¿Crees que ese mierda era especial? -Susurró Lash-. Espera a que me pruebes a mí.
* * *
De vuelta en la mansión de la Hermandad, Qhuinn estaba sentado en su cama, apoyado contra el cabecero. Tenía el mando de la TV equilibrado sobre un muslo y un chupito de Herradura en el otro, ¿y junto a él, pegadito muy de cerca?
El bueno del viejo Capitán Insomnia.
Delante, la televisión resplandecía en la oscuridad, las noticias matutinas canturreaban. Al final la policía había encontrado al homófobo al que Qhuinn se había trabajado en el callejón junto al bar de puros y le habían llevado al Hospital St. Francis. El tipo se negaba a identificar a su atacante o comentar qué había pasado, pero no habría importado si abría la bocaza. Había cientos de hijos de puta vestidos de cuero, tatuados y con piercings en la ciudad y el DPC podía besarle el culo a Qhuinn.
Pero fuera como fuera, ese hijo de puta no iba a decir una mierda a nadie… y Qhuinn estaba dispuesto a apostar su huevo izquierdo a que nunca volvería a meterse con un gay tampoco.
Después vino una actualización de lo que los humanos venían llamando " la Masacre de la Granja "… el informe era básicamente un compendio de información ya vieja y bastante histeria induciendo a la hipérbole. ¡Cultos! ¡Sacrificios rituales! ¡Quédense en casa después de oscurecer!
Todo lo cual estaba, por supuesto, basado en pruebas circunstanciales, porque la brigada azul de la placa no tenía nada en lo que basarse excepto secuelas… nada de cuerpos. Y aunque las identidades de un puñado de pringados comenzaban a salir a la superficie, esa calle iba a cortarse de cuajo. Los pocos asesinos que habían escapado de la infiltración de la Hermandad estaban ahora firmemente arraigados en la Sociedad Lessening , sus antiguas familias y amigos nunca volverían a verles u oír hablar de ellos.
Así que, sí, básicamente, los humanos se quedaban con un trabajo de limpieza del copón digno de ServiceMaster [21] y no mucho más: Al cuerno con los tipos del CSI; lo que necesitaban realmente era una vaporeta, un cargamento de fregonas y una bañera de limpiatodo Formula 409. Si se creían que iban a "resolver" el crimen, esos polis estaban sólo masturbando las suelas de los zapatos y las puntas de las plumas.
Lo que realmente había ocurrido era sólo un fantasma que podrían sentir, pero nunca capturar. Como hecho adrede, emitieron una promo de la absolutamente nueva edición especial de Investigadores Paranormales, la cámara hizo una panorámica de una mansión sureña con árboles que parecían necesitar de forma urgente una poda.
Qhuinn sacó los pies por el borde de la cama y se frotó la cara. Layla estaba deseando volver otra vez, pero cuando le había llamado, él le había enviado un pensamiento en respuesta de que estaba exhausto y necesitaba dormir.
No era que no quisiera estar con ella, era sólo…
Demonios, a ella le gustaba, le deseaba y evidentemente él estaba en su cuerpo. ¿Así que por qué no la llamaba sin más, se emparejaba con ella y ponía una marca en el objetivo más grande que se había fijado en la vida?
Mientras pensaba en el plan, una imagen de la cara de Blay le llegó y le obligó a dedicar una mirada fría y dura al tejido desgreñado de su vida: Esa mierda no era bonita y todas las hebras que había comenzado y que no podía ni liberar ni unir, de repente fueron más de lo que podía soportar.
Levantándose, salió al pasillo de estatuas y miró a la derecha. Hacia la habitación de Blay.
Con una maldición, se acercó a la puerta por la que había entrado y salido tanto que la tenía por propia. Cuando llamó, el contacto fue suave, no su acostumbrado bang-bang-bang. Ninguna respuesta. Intentó de nuevo.
Girando el pomo, empujó hacia dentro apenas un centímetro… y deseó no tener razones para ser discreto. Pero tal vez Saxton estuviera ahí con el tipo.
- ¿Blay? ¿Estás levantado? -susurró en la oscuridad.
Ninguna réplica… y la falta de agua corriente sugería que la pareja no estaba tomando una ducha neumática juntos. Entrando, Qhuinn encendió las luces…
La cama estaba hecha, pulcra como una patena, totalmente imperturbada. La jodida parecía un anuncio de revista, con todas sus almohadas arregladas y el edredón adicional plegado como un taco de tela a los pies del colchón.
El baño tenía toallas secas, nada de condensación en el cristal de la ducha y un jacuzzi sin anillo de burbujas de baño.
Sentía el cuerpo entumecido cuando volvió al pasillo y siguió adelante. Hacia la puerta de la habitación que se le había asignado a Saxton, se detuvo y miró a los paneles. Excelente trabajo de ebanistería, los trozos se juntaban en una sola pieza. El trabajo de pintura era perfecto también, sin ningún brochazo que arruinara la superficie. Bonito tirador de bronce, tan brillante como una moneda recién acuñada…
Su aguda audición recogió un sonido suave y frunció el ceño… hasta que comprendió lo que estaba escuchando. Sólo una cosa hacía ese tipo de sonido rítmico…
Se tambaleó hacia atrás, hasta que dio con el culo en la estatua griega que tenía directamente detrás.
Tropezó con sus pies, caminando ciegamente hacia algún lugar, donde fuera. Adonde llegó fue al estudio del rey, miró sobre su hombro y comprobó la alfombra sobre la que había pisado.
Ni rastro de su sangre. Lo cual, considerando la forma en que le dolía el pecho, era toda una sorpresa. Seguro como la mierda que se sentía como si hubiera recibido un disparo en el corazón.
Capítulo 63
Xhex despertó chillando.
Afortunadamente, John había dejado la luz del cuarto de baño encendida, así que por lo menos tuvo media oportunidad de convencer a su cerebro de donde estaba su cuerpo: de hecho, no estaba de vuelta en aquella clínica humana, siendo tratada como una rata de laboratorio. Estaba aquí, en la mansión de la Hermandad con John.
Quién había saltado de la cama y apuntaba con su arma a la puerta del pasillo como si estuviera preparado para abrir un agujero a través de la maldita cosa.
Tapándose la boca con la mano, Xhex rezó para haberse callado a tiempo, antes de despertar a la casa entera. Lo último que necesitaba era que una panda de Hermanos aparecieran en el umbral con un montón de “¿qué pasa?”
En un movimiento silencioso, John balanceó el cañón de la cuarenta en torno a las ventanas con las persianas cerradas y luego hizo un barrido hasta el armario empotrado. Cuando finalmente bajó el arma, silbó una indagación.
- Estoy… bien -contestó ella, encontrando su voz-. Sólo un mal…
El golpe que la interrumpió fue aproximadamente tan sutil como una maldición en un cuarto silencioso. O el chillido que ella acababa de dejar salir.
Mientras tiraba de la sábana hasta las clavículas, John abrió la puerta una rendija y la voz de Z vagó dentro.
- ¿Todo bien ahí dentro?
No. Ni de cerca.
Xhex se frotó la cara y trató de reenchufarse a la realidad. Tarea dura. Sentía el cuerpo ingrávido y desconectado y tío, esta sensación flotante no la ayudaba a encontrar ese lugar calmado y tranquilizador.
No hacía falta ser un genio para saber porqué su subconsciente había eructado esa mierda sobre su primer viaje a través del parque de atracciones de los secuestros. Permanecer en el quirófano durante la plomotomía de John había sido obviamente como una comida caliente y picante para el cerebro, con la pesadilla siendo la versión craneal del reflujo ácido.
Cristo, tenía un caso de sudores fríos, gotas en el labio superior, palmas húmedas.
En medio de su desesperación, se centró en lo que podía ver a través de la puerta parcialmente abierta del cuarto de baño.
Girarse hacia los cepillos de dientes en el mostrador de mármol la salvó. Ambos estaban en una taza de plata entre los dos lavabos, observándose como un par de chismosos que hubieran inclinado las cabezas para intercambiar rumores. Ambos eran de John, suponía porque en general los huéspedes no eran bienvenidos en esta casa.
Uno era azul. El otro rojo. Ambos tenían las cerdas verdes en el centro que se volvían blancas con el tiempo para dejarte saber cuando era hora de conseguirte uno nuevo.
Agradable. Normal. Aburrido. Quizá si ella hubiera tenido un poco más de todo eso no estaría ahora buscando la puerta de salida de la vida. O tendría pesadillas que convertían su laringe en un megáfono.
John se despidió de Z y regresó con ella, dejando el arma en la mesilla de noche y deslizándose bajo las mantas. Su cuerpo tibio era sólido y suave contra el suyo y acudió a él con una facilidad que supuso era común entre amantes.
Pero era algo que ella nunca había tenido con nadie.
Cuando él echó la cabeza hacia atrás para que pudiera verle la cara, vocalizó, ¿Qué fue?
- Un sueño. Un muy mal sueño. De cuando… -Respiró hondo-. Cuando estuve en aquella clínica.
Él no la presionó en busca de detalles. En vez de eso, sólo sintió que le acariciaba el cabello.
En el silencio que siguió, no tenía intención de hablar del pasado, especialmente cuando lo último que necesitaba eran más ecos de la pesadilla. Pero de algún modo, las palabras se formaron en su garganta y no pudo contenerlas.
- Quemé el complejo hasta los cimientos. -El corazón le latía con fuerza mientras recordaba, pero por lo menos el recuerdo de lo que había sucedido no era tan malo como regresar allí en sueños-. Es raro… No estoy segura de que los humanos creyeran hacer nada malo… me trataban como a un apreciado animal de zoo, dándome todo lo que necesitaba para sobrevivir mientras me pinchaban, me aguijoneaban y me hacían prueba tras prueba… Bueno, la mayor parte de los humanos fueron buenos conmigo. Había un cabrón sádico en el grupo. -Sacudió la cabeza-. Me retuvieron cerca de un mes o dos y trataron de darme sangre humana para mantenerme, pero podían ver por los indicadores clínicos de que me estaba quedando más y más débil. Conseguí liberarme porque uno de ellos me dejó suelta.
John rodó sobre la espalda y puso las manos en el rayo de luz.
Mierda, lo siento mucho. Pero me alegro de que redujeras a polvo el lugar.
En su mente, visualizó su viaje de vuelta a donde había sido retenida… los restos cubiertos de hollín.
- Sí, tuve que quemarlo. Llevaba libre un tiempo cuando volví y lo hice… porque no podía dormir por las pesadillas. Le prendí fuego al complejo después de que lo dejaran al acabar el día. Aunque -levantó un dedo índice -, puede ser que uno bastante desagradable muriera. Pero el hijo de puta se lo merecía. Soy el tipo de chica de ojo-por-ojo.
Las manos de John reaparecieron para gesticular.
Eso es bastante obvio… y en absoluto algo malo.
Siempre que no fuera Lash, pensó para sí misma.
- ¿Te importa si te pregunto algo? -Cuando él se encogió de hombros, ella cuchicheó-, la noche que me llevaste a la ciudad… ¿habías regresado a alguno de esos lugares antes?
En realidad no. John sacudió la cabeza. No me gusta darle vueltas al pasado. Voy hacia delante.
- Cómo te envidio. Yo parece que no puedo librarme de la historia.
Y no era sólo por la mierda de la clínica ni la pesadilla del nidito de amor de Lash. Por alguna razón, el hecho de no haber encajado nunca… ni con la familia con la que había crecido, ni con la sociedad vampira más a lo grande o siquiera con la de los symphath… resonaba a través de ella, definiéndola incluso cuando no pensaba conscientemente en ello. Sus momentos de candado-y-llave habían sido pocos y alejados unos de otros…. y trágicamente parecía centrarse en su trabajo como asesina.
Solo que entonces pensó en su tiempo con John… y recalibró la deprimente aritmética ligeramente. Estar con él, sus cuerpos juntos, eso encajaba. Pero tenía una especie de paralelismo con ser contratada para asesinar… a la larga no era sano para todos los implicados. Demonios, mira lo que acababa de suceder. Se había despertado chillando y John fue el que levantó el arma y se hizo cargo de la situación… mientras ella jugaba a la pobrecita hembra asustada con las sábanas aferradas contra su corazoncito asustado.
Esta no era ella. No lo era.
Y Dios, había caído tan fácilmente en el papel de ser protegida… que la asustaba incluso más que los sueños que la hacían gritar. Si la vida le había enseñado algo, era que su mejor apuesta era cuidar de sus propios asuntos. Lo último que deseaba en el mundo era ser la chica y depender de alguien… ni siquiera de alguien tan honorable, digno y amable como John.
Aunque… joder, el sexo era bueno. Parecía básico y un poco crudo ponerlo así, pero era muy cierto.
Cuando habían subido aquí tras de su pequeño tête-a-tête en el túnel, ni se molestaron con las luces. No había tiempo, ningún tiempo… ropas fuera, la cama, con fuerza. Ella había acabado por desmayarse y algún momento más tarde, John debía haberse levantado para utilizar el retrete y había dejado la luz encendida. Probablemente para asegurarse de que no se sintiera perdida si se despertaba.
Porque esa es la clase de macho que era él.
Hubo un clic y unos giros y las persianas de acero comenzaron a levantarse para la noche, el cielo oscurecido se reveló, sus comidas de coco mentales se cortaron misericordiosamente.
Odiaba rumiar. Nunca resolvía nada y sólo la hacía sentirse peor.
- El agua caliente nos llama -dijo, obligando a su cuerpo a ponerse en vertical. Los dolores deliciosos en músculos y huesos la hacían querer dormir durante días en esta cama grande junto a John. Quizá semanas. Pero ese no era el destino de ellos dos, ¿verdad?
Se inclinó y miró hacia la cara oscurecida de John. Después de trazar sus rasgos apuestos con los ojos, tuvo que levantar la mano y acariciarle la mejilla.
Te amo, vocalizó Xhex entre las sombras.
- Vamos -dijo con rudeza.
El beso que le dio a John fue una especie de adiós… después de todo, quizá esta noche darían con Lash por fin y eso significaría el final de momentos como este.
Bruscamente, John la agarró por los brazos, juntando las cejas, pero luego, como si leyera su mente y supiera muy bien como estaba el marcador, la soltó.
Cuando ella se levantó y se alejó de la cama, sus ojos la siguieron… podía sentirlo.
En el cuarto de baño, abrió el agua para ellos y fue a sacar algunas toallas del armario.
Se detuvo cuando vio su reflejo en el espejo sobre el lavabo.
Su cuerpo estaba igual que había estado siempre, pero pensó en como se sentía cuando ella y John estaban juntos. Solía pensar en su forma corpórea como en poco más que un arma, algo que era útil y necesario para lograr cosas. Demonios, lo había alimentado y cuidado igual que cuidaba sus armas y cuchillos… porque así era cómo mantenía su utilidad.
En sus horas juntos, John le había enseñado algo distinto, le había mostrado que había un profundo placer que obtener de su carne. Algo que ni siquiera en su relación con Murhder había logrado.
Como convocado por sus pensamientos, John se puso detrás de ella, su altura y anchura de hombros empequeñecieron su propio reflejo.
Al encontrar su mirada, ella se puso la mano en el seno y se frotó su propio pezón, recordando cómo era el toque de John allí, la lengua, la boca. En el instante que se produjo el contacto, el cuerpo de él respondió, su esencia de vinculación inundó el cuarto de baño, su erección sobresalió de golpe desde sus caderas.
Estirando la mano a su espalda, le arrastró hacia ella, la erección penetrando en la cuña formada por su sexo y los muslos. Mientras las caderas de John empujaban contra su trasero, las cálidas manos la rodearon y le acariciaron el estómago. Atrajo la cabeza de él a su hombro, los colmillos de John destellaron blancos cuando los arrastró delicadamente sobre el hueco de su cuello.
Arqueándose contra él, se estiró hacia arriba y le pasó las manos por el denso cabello oscuro. Aunque se lo había dejado muy corto, estaba creciendo, lo cual era agradable. Ella lo prefería largo porque se sentía jodidamente bien el pasar los dedos por él, tan sedoso, tan suave.
- Entra dentro de mí -dijo con voz ronca.
John subió la mano y capturó el seno que se había acariciado para él, luego metió la mano entre sus cuerpos, se orientó y se introdujo con suavidad en su sexo. En ese mismo momento, pasó los colmillos a través de la garganta hasta la vena.
No necesitaba alimentarse. Ella lo sabía. Así que se estremeció extrañamente cuando él golpeó con los colmillos, porque eso significaba que lo hacía simplemente porque quería: también él la deseaba en su interior.
Bajo la luz, observó como la tomaba por detrás, sus músculos flexionándolo, sus ojos ardientes, su erección empujando dentro y fuera, entrando y saliendo. Se observó a sí misma, también. Los senos estaban tensos en las puntas, los pezones rosas, no solo porque ese fuera su color, sino pero porque él había estado trabajando en ellos mucho tiempo durante las horas del día. La piel estaba resplandeciente por todas partes, las mejillas le ardían, los labios hinchados por los besos, los ojos medio cerrados y eróticos.
John rompió el sello que había formado sobre su vena y sacó la lengua rosa, lamiendo las perforaciones, cerrándolas. Girando la cabeza, ella le capturó la boca con la suya, saboreando el resbaladizo deslizamiento de las lenguas mientras sus cuerpos seguían el mismo ritmo abajo.
No hizo falta mucho tiempo para que el sexo se volviera urgente y crudo, ya no sensual, sino poderoso. Mientras las caderas de John bombeaban como pistones contra ella, sus cuerpos golpeaban y sus alientos rugían. El orgasmo la abordó tan fuertemente que si él no la hubiera tenido agarrada con fuerza por las caderas, le habrían cedido las rodillas y habría caído. Y cuando se corrió, los estremecimientos de John la atravesaron, las ondas emanaron hacia fuera desde la erección y barrieron por su cuerpo… y su alma.
Y entonces sucedió.
En el pináculo de su liberación, su visión se volvió roja y plana… y mientras el éxtasis finalmente se desvanecía, la aparición de improviso de su lado malo fue el aviso que había estado esperando subconscientemente.
Gradualmente, advirtió la humedad y el calor crecientes de la ducha… y el sonido tintineante del agua que caía… y los mil nexos de unión entre ellos… y cómo todas las cosas se mostraban en tonos de sangre.
John le alcanzó la cara y la tocó junto a los ojos rojos.
- Sí, necesito mis cilicios -dijo ella
El llevó las manos delante de ella y gesticuló, Los tengo.
- ¿De verdad?
Los guardé. Frunció el entrecejo. Pero estás segura de que tienes que…
- Sí -se erizó ella-. Lo estoy.
La expresión dura que tensó la cara de John le recordó como se había mostrado cuando saltó de la cama al chillar ella. Duro. Intratable. Todo macho. Pero no había nada que ella pudiera hacer para ayudarle con su actual desaprobación. Tenía que cuidar de sí misma y tanto si él estaba de acuerdo o no con lo que hacía para mantenerse en el ancho de banda “normal”, eso no iba a cambiar su realidad.
Tío, no estaban hechos para estar juntos, por compatibles que pudieran ser a veces.
John se retiró de su centro y retrocedió, pasándole los dedos por la espina dorsal como una especie de agradecimiento… y dado el oscuro conocimiento en sus ojos, probablemente constituía su propio adiós. Girándose, se dirigió a la du…
- Oh… Dios… mío…
El corazón de Xhex se paró cuando le vio en el espejo. A través de la parte superior de su espalda, en una extensión gloriosa de tinta negra… una declaración que no susurraba sino que gritaba… con un tipo de letra de tamaño cartelera con florituras…
Su nombre en el Antiguo Idioma.
Xhex giró sobre los talones mientras John se quedaba congelado.
- ¿Cuándo te has hecho eso?
Después de un momento tenso, él se encogió de hombros y ella quedó cautivada por la forma en que la tinta se movía, estirándose y luego volviendo en el lugar. Sacudiendo la cabeza, John se estiró para comprobar la ducha caliente y luego atravesó la puerta de cristal, puso la espalda bajo el agua corriente y agarró el jabón, sacando espuma de la barra con las manos.
Mientras se negaba a mirarla, le envió un mensaje claro de que el nombre de su piel no era asunto de ella. Lo cual estaba en la misma clase de línea que ella había trazado con sus cilicios.
Xhex se acercó a la puerta de cristal que los separaba. Levantando la mano, golpeó con fuerza.
Cuando, articuló.
El cerró los ojos con fuerza, como si recordara algo que le provocaba dolor de estómago. Y entonces con los párpados bajados, gesticuló lentamente… y rompió a Xhex por la mitad:
Cuando pensé que no ibas a volver a casa.
* * *
John hizo un trabajo rápido con el jabón y el champú, muy consciente de que Xhex estaba de pie en el lado frío del cristal, mirándole. Quería ayudarla con la sorpresa y con todo eso, pero dado como estaban las cosas entre ellos, no estaba por la labor de hacerse el harakiri con la espada de sus sentimientos.
O la aguja del tatuaje, ya que estamos.
Cuando él le había preguntado por los cilicios ella había sido bastante clara al callarle… y eso le había reiniciado el cerebro. Desde que había resultado herido la noche antes, habían retrocedido de vuelta a su conexión sexual y eso tenía la costumbre de enturbiar la realidad. Pero ya no más.
Tras terminar con su lavado, salió de la ducha y pasó por delante de ella, atrapando una toalla de la barra de latón y envolviéndose en torno a las caderas. En el espejo, se encontró con sus ojos.
Iré por tus cilicios, gesticuló.
- John…
Cuando no dijo nada más, John frunció el ceño, pensando que esto los describía en pocas palabras: de pie a un metro de distancia el uno del otro y separados por kilómetros.
Se marchó y fue al dormitorio, recogió un par de vaqueros y se los puso. La noche anterior habían llevado su chaqueta de cuero con él a la clínica y la había dejado allí. En algún lugar.
Descalzo, pasó por delante de las estatuas de mármol, bajó la gran escalera y rodeó la esquina para pasar por la puerta oculta. Tío… volver al túnel fue matador, sólo podía pensar en Xhex y él juntos, en la oscuridad.
Como un completo blandengue, deseó como el infierno poder volver a esos momentos suspendidos cuando nada existía excepto sus cuerpos rugientes. Aquí abajo, sus corazones habían sido libres para latir con fuerza… y cantar.
Jodida vida real.
Menuda putada.
Caminaba a zancadas hacia la entrada del centro de entrenamiento cuando la voz de Z le detuvo.
- Eh, John.
John se dio la vuelta, sus pies desnudos chirriaron en el suelo del túnel. Cuando levantó la mano para saludar, el Hermano se acercó a zancadas desde la puerta de la mansión. Z estaba vestido para luchar, ropa de cuero negra y camiseta sin mangas, lo que todos vestirían antes de salir una vez más a cazar a Lash. Con el cráneo del Hermano rapado y las luces del techo cruzando esa cicatriz mellada en su cara, no era de extrañar que la gente se cagara de miedo con él.
Especialmente con su mirada fija entrecerrada de ese modo y la mandíbula sombríamente tensa.
¿Qué pasa?, gesticuló John cuando el Hermano se detuvo delante de él.
Cuando no hubo respuesta inmediata, John se preparó, pensando, Oh… joder, ¿y ahora qué?
¿Qué?, gesticuló.
Zsadist exhaló una maldición y comenzó a caminar, con las manos en las caderas y los ojos centrados en el suelo.
- Ni sé por donde cojones empezar.
John frunció el ceño y se recostó contra la pared de túnel, preparado para más malas noticias. Aunque seguro como la mierda que no podía ni imaginarse qué era, la vida tenía la costumbre de ser malditamente creativa, ¿no?
Finalmente, Z se detuvo y cuando miró alrededor, su mirada ya no era amarilla dorada, como lo era generalmente cuando estaban en casa. Era un pozo negro. Despiadadamente negro. Y la cara del macho se había vuelto del color de la nieve.
John se puso derecho.
Jesús… ¿Qué va mal?
- Recuerdas todas esas caminatas que solíamos dar por el bosque. Poco antes de tu transición… después de que perdieras con Lash la primera vez. -Cuando John asintió, el Hermano continuó-. ¿Te preguntas alguna vez por qué Wrath nos puso juntos?
John asintió lentamente. Sí…
- No fue un error. -Los ojos del Hermano eran fríos y oscuros como el sótano de una casa encantada, las sombras no sólo cubrían el color de sus iris sino lo que yacía detrás de esa mirada fija-. Tú y yo tenemos algo en común. Entiendes lo que te digo. Tú y yo… tenemos algo en común.
Al principio John frunció el ceño otra vez, sin captar la vaga…
De repente, sintió una explosión vergonzosa de temblores fríos por su propio cuerpo, una que le alcanzó la médula. Z… Espera, ¿había oído mal? ¿Estaba malinterpretando esto?
Excepto que entonces, claro como el día, los recordó a ellos dos cara a cara, justo después de que el Hermano hubiera leído lo que ese psicólogo había puesto en el historial médico de John.
Tu escoges cómo tratar con ello, porque no es asunto de nadie más, había dicho Z. Si no quieres volver a decir otra palabra sobre este jodido asunto, no saldrá de mis labios.
En ese momento, John había quedado asombrado por la comprensión inesperada del Hermano. Así como por el hecho de que Z no pareciera juzgarlo ni verlo como a alguien débil.
Ahora sabía por qué.
Dios… ¿Z?
El Hermano levantó la palma.
- No te estoy diciendo esto para impresionarte y joderte, habría preferido que nunca lo supieras… por razones que estoy seguro captas. Pero lo planteo a causa del grito de tu hembra de esta mañana.
Las cejas de John se tensaron cuando el Hermano empezó a caminar otra vez.
- Mira, John, a mí no me gusta que la gente se meta en mis asuntos y soy la última persona que quiere hablar de esas mierdas. Pero ese chillido… -Z se encaró con John-. He lanzado demasiados de ésos para no saber en qué clase de infierno tienes que estar para gritar de ese modo. Tu chica… en el mejor de los días hay algo oscuro en ella, ¿pero después de Lash? No necesito detalles… pero puedo adivinar que está agitada y algo más. Demonios, a veces cuando ya estás a salvo otra vez… es casi peor.
John se restregó la cara mientras sus sienes comenzaban a latir y luego levantó las manos… sólo para descubrir que no tenía qué gesticular. La tristeza que le aplastaba se llevaba sus palabras, dejándole con un entumecimiento extraño y en blanco en la cabeza.
Todo lo que pudo hacer fue asentir.
Zsadist le palmeó brevemente en el hombro y luego reasumió su paseo de acá para allá.
- Conocer y estar con Bella, eso fue mi bote salvavidas. Pero no fue lo único que necesité. Mira, antes de que estuviéramos apropiadamente emparejados, Bella me dejó… simplemente se largó y me dio puerta sin ninguna maldita razón. Supe que tenía que hacer algo para enderezar mi cabeza si iba a tener alguna oportunidad con ella. Así hablé con alguien sobre… todo. -Z maldijo otra vez y cortó el aire con la mano-. Y no, no fue algún bata blanca de la clínica de Havers. Alguien en quien confiaba. Alguien que formaba parte de la familia… que sabía que no me consideraría sucio, ni débil, ni alguna mierda así.
¿Quién?, articuló John.
- Mary -exhaló Z-. La Mary de Rhage. Tuvimos las sesiones abajo, en la sala de calderas bajo la cocina. Dos sillas. Directamente junto al horno. Ayudó entonces y todavía vuelvo a verla de vez en cuando.
John pudo ver la lógica instantáneamente. Mary tenía esa clase de tranquilidad… lo que explicaba cómo había podido domesticar no sólo al Hermano más salvaje, sino a la bestia interior del hijo de puta.
- Ese chillido de anoche… John, si quieres emparejarte con esta hembra, vas a tener que ayudarla con eso. Debe hablar de su mierda porque si no lo hace, es jodidamente seguro que va a pudrirla de dentro a fuera. He hablado con Mary ya… sin dar ningún nombre. Ha conseguido su título de terapeuta y dice que está lista para trabajar con alguien. Si tienes ocasión y se presenta el momento adecuado con Xhex… háblale de esto. Dile que vaya a hablar con Mary. -Cuando Z se frotó el cráneo rasurado, los anillos de los pezones que llevaba se destacaron en agudo relieve bajo la camiseta negra sin mangas-. Y si quieres una recomendación, puedo decirte por la vida de mi hija que tu hembra estará en buenas manos.
Gracias, gesticuló John. Sí, desde luego le diré algo. Jesús… gracias.
- No hay problema.
Bruscamente, John concentró los ojos en Zsadist.
Mientras se sostenían la mirada, fue difícil no sentirse parte de un club extraordinario para el que nadie jamás se ofrecería voluntario. La asociación no era buscada, ni deseable o algo de que se pudiera alardear… pero era real y poderosa. Los Supervivientes de semejantes naufragios podían ver los horrores de esos bancos de arena en los ojos de los demás. Era como si se reconocieran. Eran dos personas con el mismo tatuaje en su interior, la bifurcación de un trauma que los separaba del resto del planeta atrayendo inesperadamente más cerca a un par de almas fatigadas.
O a tres, como era el caso aquí.
La voz de Zsadist fue ronca.
- Maté a la ramera que me lo hizo a mí. Me llevé su cabeza conmigo cuando me marché. ¿Tienes esa satisfacción?
John sacudió la cabeza lentamente.
Ojalá la tuviera.
- No voy a mentir. Eso me ayudó también.
Hubo un silencio tenso y difícil, como si ninguno de los dos supiera cómo presionar el botón de reinicio y volver a la normalidad. Entonces Z asintió una vez y extendió el puño.
John golpeó aquellos nudillos con los suyos, pensando, mierda, nunca sabes lo que había en el armario de alguien, ¿verdad?
Los ojos amarillos de Z resplandecieron una vez más mientras se daba la vuelta y caminaba de vuelta hacia la puerta que le llevaría a la mansión y a su familia, a sus Hermanos. En el bolsillo de atrás, como si lo hubiera metido allí y luego olvidado, había un babero rosa de bebé, del tipo que tenía parches de velcro en los tirantes y una pequeña carabela y unas tibias cruzadas en negro delante.
La vida sigue, pensó John. No importaba lo que el mundo te hiciera, podías sobrevivir.
Y quizá si Xhex hablaba con Mary no…
Dios, ni siquiera podía terminar el pensamiento porque temía definir su estrategia de salida.
Apresurándose por el centro de entrenamiento, se dirigió a la clínica, donde encontró la chaqueta, sus armas y lo que Xhex necesitaba.
Mientras recogía la mierda, su mente daba vueltas a las cosas… cosas del pasado y el presente. Vueltas, vueltas, vueltas…
Cuando volvió a la mansión, fue directamente a la gran escalera y por el pasillo de estatuas. Tan pronto como entró en su habitación, oyó la ducha corriendo en el baño y tuvo una breve y vívida imagen de Xhex gloriosamente desnuda y resbaladiza por el agua y la espuma del jabón… pero no entró y se unió a ella. Arregló la cama y colocó los cilicios al pie, luego se cambió a su equipo de lucha y salió.
No fue a la Primera Comida.
Bajó por el pasillo hasta otro dormitorio. Cuando llamó a la puerta, tuvo la sensación de que lo que estaba a punto de hacer había tardado mucho tiempo en llegar.
Cuando Tohr abrió, el Hermano estaba a medio vestir y obviamente sorprendido.
- ¿Qué pasa?
¿Puedo entrar?, gesticuló John.
- Sí, claro.
Al dar un paso dentro, John sintió una extraña sensación de premonición. Pero en lo que se refería a Tohr, siempre las había tenido… eso y una sensación de profunda conexión.
Frunció el ceño mientras miraba al macho, pensando en el rato que habían pasado en el sofá de abajo, viendo películas de Godzilla mientras Xhex estaba fuera luchando a la luz del día. Era curioso, estaba tan cómodo con el tipo que estar con Tohr era como estar solo sin la soledad…
Me has estado siguiendo, ¿verdad?, gesticuló John bruscamente. Eras tú… la sombra que he presentido. En el salón de tatuaje y en el parque Xtreme.
Los ojos de Tohr se entrecerraron.
- Sí. Era yo.
¿Por qué?
- Mira, en realidad, no era por que no creyera que no puedes manejarte…
No, no es eso. Lo que no comprendo es… si estás lo bastante bien para salir al campo de batalla, ¿por qué no los estás matando? Por… ella. ¿Por qué perder el tiempo conmigo?
Tohr exhaló una maldición.
- Ah, mierda, John… -Pausa larga. Y luego-. No puedes hacer nada más por los muertos. Se han ido. Está hecho. Pero los vivos… puedes cuidar de los vivos. Sé por qué clase de infierno has pasado… y todavía estás pasando… y yo perdí a mi Wellsie porque yo no estaba allí cuando ella me necesitó… No podría soportar perderte por la misma razón.
Cuando las palabras del Hermano se desvanecieron, John se sintió como si le hubieran dado un golpe bajo y aún así no estaba sorprendido. Porque esa era la clase de macho que era Tohr… firme y auténtico. Un macho de valía.
El tipo se rió duramente.
- No me entiendas mal. Tan pronto como acabe todo este asunto de Lash y ese bastardo esté bien muerto, voy a entregarme a fondo con esos cabrones. Mataré asesinos en memoria de ella durante lo que me quede de vida. Pero la cuestión es que recuerdo… verás, he estado donde tu estabas cuando creías que tu hembra se había ido. Por sensato que creas ser, en el fondo estás loco… has sido bendecido con su vuelta pero la vida no devuelve la racionalidad tan rápido. Además, afrontémoslo… harías cualquier cosa por salvarla, incluso poner tu pecho delante de una bala. Lo cuál puedo comprender, pero me gustaría evitártelo de ser posible.
Cuando las palabras del Hermano calaron hondo, John gesticuló automáticamente,
Ella no es mi hembra.
- Sí, lo es. Y lo vuestro tiene mucho sentido. No tienes la menor idea de cuanto sentido tenéis juntos.
John sacudió la cabeza.
No estoy seguro de qué estás hablando. No te ofendas.
- No tiene que ser fácil para ser correcto.
En este caso, no estamos hechos el uno para el otro.
Hubo un silencio largo, durante el cual John tuvo la más rara sensación de que la vida se estaba reajustando, que los engranajes que habían estado resbalando anteriormente y fallando habían una vez más encajado en su lugar.
Y aquí estaba otra vez, el Club de los Supervivientes Jodidos.
Cristo, con toda la mierda por la que había pasado la gente que vivía en la mansión, quizá V debería diseñar un tatuaje que pudieran llevar todos en el culo. Porque seguro como la mierda, que toda la panda había ganado la lotería en lo que se refería a golpes duros.
O, Dios, quizá esto era simplemente la vida. Para todos en el planeta. Quizá el Club de los Supervivientes no era algo que "ganaras," sino simplemente nacías en él cuando salías de la matriz de tu madre. El latido del corazón te ponía en la lista y luego el resto era sólo cuestión de vocabulario: Los nombres y los verbos usados para describir los acontecimientos que estremecían tus cimientos y te dejaban sacudiéndote no eran siempre los mismos para todos, pero las crueldades aleatorias de enfermedad y accidentes, ser el foco malicioso de hombres malvados y actos desagradables, la congoja de la pérdida con sus látigos punzantes y cadenas vibrantes… en el fondo, era todo lo mismo.
Y no había cláusula de exclusión voluntaria en los reglamentos del club… a menos que te suicidaras.
La verdad esencial de la vida, estaba dándose cuenta, no era romántica y sólo hacían falta tres palabras para etiquetarla. La. Mierda. Pasa.
Pero la cuestión era que seguías. Mantenías a tus amigos, a tu familia y a tu compañera tan a salvo como podías. Y seguías luchando aún después de que ser derribado.
Maldición, levantabas tu culo del suelo y seguías luchando.
Me he portado de un modo horrible contigo, gesticuló John. Lo siento.
Tohr sacudió la cabeza.
- ¿Yo he sido mucho mejor? No te disculpes. Como mi mejor amigo y tu padre siempre me decía: no mires atrás. Sólo adelante.
Entonces de ahí viene, pensó John. Esa creencia estaba en su sangre.
Te quiero conmigo, a mi lado, gesticuló John. Esta noche. Mañana por la noche. Durante todo el tiempo que lleve matar a Lash. Haz esto conmigo. Encuentra al bastardo conmigo, con nosotros.
La sensación de ellos dos trabajando juntos parecía tan correcta. Después de todo, por sus razones individuales, estaban unidos en este juego mortal de ajedrez: John necesitaba vengar a Xhex por razones obvias. Y en cuanto a Tohr… bien, el Omega se había llevado a su hijo cuando ese lesser mató a Wellsie. Ahora el Hermano tenía una oportunidad de devolverle el puto favor.
Ven conmigo. Haz esto… conmigo.
Tohr tuvo que carraspear.
- Pensé que nunca me lo pedirías.
Ningún golpe de nudillos esta vez.
Los dos se abrazaron, pecho con pecho. Y cuando se separaron, John esperó a que Tohr se pusiera una camisa, cogiera la chaqueta de cuero y agarrara sus armas.
Luego bajaron lado a lado.
Como si nunca se hubieran separado. Como si las cosas fueran como siempre habían sido.
Capítulo 64
Los dormitorios de la parte de atrás de la mansión de la Hermandad tenían el beneficio no solo de una vista de los jardines, sino de una terraza en el segundo piso.
Lo cual significaba que si estabas inquieto, podías salir y tomar algo de aire fresco antes de enfrentarte al resto de la casa.
En el segundo en que las persianas se alzaron para la noche, Qhuinn abrió las puertas francesas que había más allá de su cómoda y salió a la noche fresca. Colocando las palmas sobre la balaustrada, se apoyó en ella, aceptando fácilmente el peso de su pecho sobre los hombros. Estaba vestido para la guerra con su ropa de cuero y sus shitkickers, pero había dejado sus armas dentro.
Con la mirada fija en los macizos de flores vallados y los árboles frutales larguiruchos que aún no habían florecido, sintió la piedra fría y lisa bajo sus manos, la brisa en su cabello todavía húmedo y tensos los músculos de la parte baja de su espalda. El olor a cordero recién asado flotaba hacia arriba desde los respiraderos del techo de la cocina y las luces resplandecían por toda la casa, el dorado cálido de la iluminación se vertía sobre el césped y el patio desde el nivel de abajo.
Puñetera ironía… sentirse tan hueco porque Blay finalmente estaba completo.
La nostalgia dejó caer su lente con tintes rosa y a través de ella volvió a atrás, a todas aquellas noches en casa de Blay, los dos sentados en el suelo a los pies de la cama, jugando a la PS2, bebiendo cerveza, viendo videos. Había habido mierda seria e importante de la que hablar entonces, cosas como lo que se hacía en las clases de entrenamiento, qué juego salía en la estación navideña humana y quién estaba más buena, Angelina Jolie o cualquier otra falda.
Angelina siempre había ganado. Y Lash siempre había sido el capullo. Y Mortal Kombat todavía molaba por aquel entonces.
Díos, ni siquiera tenían Guitar Hero World Tour en aquellos días.
La cuestión era, que él y Blay siempre se habían mirado a los ojos y en el mundo de Qhuinn, donde todo el mundo odiaba su culo, tener a alguien que le entendía y le aceptaba era… había sido un rayo de sol tropical en el jodido Polo Norte.
Ahora, sin embargo… era difícil comprender cómo habían comenzado a distanciarse. Él y Blay estaban en dos sendas diferentes… habiéndolo tenido una vez todo en común, ahora no tenían nada excepto al enemigo… y incluso ahí, Qhuinn tenía que seguir a John, así que no era como si él y Blay fueran compañeros.
Mierda, el adulto en él reconocía que así era como tenían que ser las cosas. Pero su niño interior lloraba la pérdida más que…
Se oyó un clic y el chasquido del burlete.
Saliendo de una habitación oscura que no era la suya, Blay entró en la terraza. Vestía una bata de seda negra y estaba descalzo, con el cabello húmedo por la ducha.
Tenía marcas de mordisco en el cuello.
Se detuvo cuando Qhuinn se irguió en la balaustrada.
- Oh… ey -dijo Blay, e inmediatamente miró hacia atrás como para asegurarse de que la puerta por la que había venido estaba cerrada.
Saxton está ahí dentro, pensó Qhuinn. Durmiendo en sábanas que ambos habían desordenado regiamente.
- Estaba a punto de volver dentro -dijo Qhuinn, lanzando el pulgar sobre el hombro-. Hace demasiado frío para estar mucho rato aquí afuera.
Blay cruzó los brazos sobre el pecho y miró hacia la vista.
- Sí. Refresca.
Después de un momento, el tipo se aproximó a la balaustrada y el olor a su jabón inundó la nariz de Qhuinn.
Ninguno de ellos se movió.
Antes de marcharse, Qhuinn se aclaró la garganta y se lanzó del puente.
- Estuvo bien. ¿Te trató bien?
Díos, su voz era ronca.
Blay hizo una profunda aspiración. Luego asintió con la cabeza.
- Sí. Estuvo bien. Estuvo… bien.
Los ojos de Qhuinn se apartaron de su colega… y solamente acertó a medir la distancia hasta el patio de piedra de abajo. Hmm… un salto del cisne hacia toda esa pizarra podría sacar las imágenes de esos dos de su cabeza.
Por supuesto, también convertiría su cerebro en huevos revueltos, pero en realidad, ¿tan malo era eso?
Saxton y Blay… Blay y Saxton…
Mierda, llevaba un rato callado.
- Me alegro. Quiero que seas… feliz.
Blay no comentó nada al respecto, pero en su lugar murmuró:
- Está agradecido, por cierto. Por lo que hiciste. Aunque fue un poco exagerado, pero… dice que siempre fuiste secretamente caballeroso.
Oh, sí. Totalmente. Ese era su segundo nombre de mierda, claaaaro.
Se preguntó qué pensaría el tío si supiera que Qhuinn deseaba arrastrarle fuera de la casa por todo ese precioso cabello rubio. Tal vez estirarle plano sobre la grava junto a la fuente y pasarle por encima el Hummer un par de veces.
En realidad, no, la grava no era la superficie correcta. Mejor meter el Hummer directamente en el vestíbulo y hacerlo allí. Quería algo realmente duro bajo el cuerpo… como cuando ponías una chuleta en una tabla de cortar.
Es tu primo, por amor de Díos, le señaló una vocecilla.
¿Y…? contrarrestó la mitad más grande de él.
Antes de volverse totalmente pirado y sumergirse en un desorden de personalidad múltiple, se apartó de la balaustrada… y de toda la cuestión del homicidio.
- Bueno, será mejor que me vaya. Voy a salir con John y Xhex.
- Estaré abajo en diez minutos. Sólo tengo que cambiarme.
Cuando Qhuinn miró a la cara apuesta de su mejor amigo, sintió como si nunca hubiera conocido ese cabello rojo, esos ojos azules, esos labios, esa mandíbula. Y fue a causa de su larga historia que buscó algo que decir, algo que los llevara de vuelta a donde habían estado.
Todo lo que le vino fue… Te echo de menos. Te echo tan jodidamente de menos que duele, pero no sé como encontrarte ni siquiera aunque estés justo delante de mí.
- Vale -dijo Qhuinn-. Te veo abajo en la Primera Comida.
- Vale.
Qhuinn puso en marcha su culo y caminó hacia la puerta de su habitación. Cuando deslizaba la mano alrededor de la fría manija de bronce, la voz le salió por la garganta, alta y clara.
- Blay.
- ¿Sí?
- Cuídate.
Ahora fue la voz de Blay la ronca hasta el punto de fractura.
- Sí. Tú también.
Porque por supuesto, "cuídate" era lo que decía siempre Qhuinn cuando estaba dejando marchar a alguien.
Volvió a entrar dentro y cerró la puerta. Moviéndose mecánicamente, cogió las fundas para sus dagas y sus armas y recogió su chaqueta de cuero.
Curioso, apenas podía recordar perder la virginidad. Recordaba a la hembra, por supuesto, pero la experiencia no había dejado ningún tipo de impresión indeleble. Tampoco los orgasmos que había dado y conseguido desde entonces. Sólo un montón de diversión, un montón de jadeos sudorosos, un montón de objetivos identificados y realizados.
Nada excepto polvos fácilmente olvidables.
Sin embargo, mientras se dirigía abajo hacia el vestíbulo, comprendió que iba a recordar la primera vez de Blay durante el resto de su vida. Los dos habían estado separándose poco a poco desde hacía algún tiempo, pero ahora… el frágil cordón que había sido su última conexión, ese nudo cada vez más pequeño, había sido cortado.
Lástima que la libertad pareciera una prisión en vez de un horizonte.
Cuando sus botas golpearon el suelo de mosaico al fondo de las escaleras, la vieja canción de John Mellencamp, el himno al mechero resonó en su cabeza… y aunque siempre le había gustado bastante la canción, en realidad nunca había entendido verdaderamente su significado.
Deseó que todavía fuera el caso.
La vida pasa… mucho después de la emoción de que la vida esté pasando…
* * *
En el baño de John, Xhex estaba de pie bajo el agua caliente, con los brazos sobre el pecho, los pies plantados a ambos lados del chorro, el agua golpeándole la parte de atrás de la cabeza antes de cubrirle los hombros y fluir por su espina dorsal.
El tatuaje de John…
Maldita sea…
Se lo había hecho en su memoria… poniéndose su nombre en la piel de forma que siempre estuviera con él. Después de todo, no había nada más permanente que eso… demonios, por eso en la ceremonia de emparejamiento los hombres se tallaban la espalda: los anillos podían perderse. Los documentos podían romperse, quemarse o traspapelarse. Pero no era como si no llevaras contigo tu epidermis a donde quiera que fueras.
Tío, en realidad a ella nunca le habían importado una mierda esas hembras con sus vestidos y el cabello tan largo y hermoso y el maquillaje en sus bolsitos y esa chorrada de la naturaleza tierna. Si acaso, todo ese boato de feminidad había parecido una declaración de debilidad. Pero ahora, durante un callado momento, se encontró a sí misma envidiando el juego de seda y perfume. Que orgullo debían sentir sabiendo que sus machos llevarían por ahí su compromiso en sus cuerpos durante cada noche que vivieran.
John sería un maravilloso hellren…
Jesús… cuando se emparejara, ¿qué demonios iba a hacer con ese tatuaje? ¿Poner el nombre de su hembra debajo?
Bueno, Xhex no estaba mentalizada con lo de ser la primera de la lista en sus hombros durante el resto de su vida.
En realidad. En absoluto. Porque eso la convertiría en una perra egoísta, ¿no?
Oh, espera, ese bien podría haber sido su tema musical.
Obligándose a salir de la ducha, se secó y cambió todo el aire caliente y húmedo del baño por la bofetada fría del dormitorio.
Se detuvo justo pasado el umbral. Enfrente, el edredón había sido enderezado por una mano informal, lo que había estado desordenado ahora puesto más o menos en su lugar.
Sus cilicios estaban a los pies del colchón. Y al contrario que las colchas, habían sido arreglados con cuidado, los eslabones alisados, las dos longitudes alineadas juntas.
Se acercó y pasó un dedo por el metal con púas. John los había cuidado por ella… y el instinto le decía que los habría guardado si no hubiera vuelto nunca.
Vaya mierda de legado que dejar atrás.
Y si se iba a quedar en la casa a pasar la noche, tendría que ponérselos. En vez de eso, se puso los pantalones de cuero sin ellos, se colocó la camiseta ajustada y reunió sus armas y su chaqueta.
Gracias a su juego de hacer de escultura de jardín bajo la ducha, se había perdido la Primera Comida así que fue directamente a la reunión en el estudio de Wrath. Toda la Hermandad al igual que John y sus chicos estaban apiñados en el estudio francés azul pálido… y la mayoría, incluyendo a George, el perro lazarillo, daban vueltas por ahí.
La única persona que faltaba era Wrath. Lo cual frenaba el asunto, ¿no? Sus ojos buscaron y se posaron en John, pero tras un asentimiento en su dirección general, él miró directamente adelante, observando sólo a aquellos que cruzaban su campo de visión. A su lado, Tohrment estaba de pie alto y fuerte y leyendo las rejillas emocionales de ese par, captó la sensación de que habían reestablecido una conexión que significaba un montón para ambos.
Lo cual la hacía honestamente feliz. Odiaba la idea de que John estuviera solo después de que ella se marchara y Tohrment era el padre que él nunca había tenido.
Con una asquerosa maldición, Vishous aplastó uno de sus cigarros caseros.
- Maldito infierno, sigamos aunque no esté aquí. Estamos malgastando oscuridad.
Phury se encogió de hombros.
- Sin embargo, dio orden directa para esta reunión. -Xhex estuvo inclinada a ponerse de parte de V y dada la forma en que John cambiaba el peso adelante y atrás sobre sus shitkickers, no era la única.
- Mira, tu gente puede quedarse por aquí -ladró ella-. Pero yo me largo.
Cuando John y Tohr la miraron, una onda de lo más raro atravesó su mente, como si no fueran sólo dos machos que se habían reunido en la empresa de encontrar a Lash, sino que ella fuera algo así como la argamasa entre ellos.
No obstante, todos tenían tantos que marcar, ¿verdad? Ya fuera con la Sociedad Lessening o con Lash específicamente, los tres cargaban con la clase de rencores que te hacían desear matar.
Siempre la voz de la razón, Tohrment cortó la tensión.
- Vale, bien, asumo la responsabilidad de pasar al orden del día. Claramente su pequeña sesión de "ejercicio" en el Otro Lado todavía está en marcha y él no querría que perdiéramos toda la noche por su causa.
Tohr dividió a todo el mundo en equipos, con John, Xhex, Z, él mismo y los chicos yendo a la dirección en la que estaba registrado el corredor callejero y el resto de la Hermandad prorrateados entre la granja y el parque de patinaje Xtreme. En nada de tiempo, el grupo estaba bajando las escaleras, atravesando el vestíbulo y saliendo por la puerta delantera. Uno por uno, desaparecieron en el aire frío…
Cuando Xhex tomó forma otra vez, estaba delante de un edificio de apartamentos del centro en el viejo distrito del matadero… aunque probablemente edificio era demasiada palabra para el lugar. La estructura de ladrillo de seis pisos tenía ventanas bizcas y un techo pandeado que necesitaba el equivalente en la construcción de un quiropráctico… o tal vez una escayola de cuerpo entero. Y estaba bastante segura de que la línea de cicatrices de viruela que cruzaban la fachada había sido creada por la ráfaga de una ametralladora o tal vez una automática con la que el tirador había tenido un caso de D.T.
Te hacía preguntarte cómo los humanos del D.V.M habían aceptado la dirección como residencia cuando ese coche obtuvo su matrícula. Una vez más, tal vez nadie había comprobado si figuraba como habitable.
- Encantador -escupió Qhuinn-. Si se quiere criar ratas y cucarachas.
Vayamos por la parte de atrás, indicó John por señas.
Había dos callejones que corrían a ambos lados de este agujero de mierda y escogieron el de la izquierda al azar, sin ninguna razón en particular. Mientras trotaban a lo largo de él, pasaron junto a los detritus estándar de ciudad… nada nuevo, nada remarcable, sólo latas de cerveza, envoltorios de caramelos, páginas de periódicos. Las buenas noticias eran que no había ninguna ventana en los flancos del horrendo edificio, pero no era como si hubiera nada que ver aparte de otros mataderos e instalaciones de empaquetado… además tal vez la estabilidad de todo ese ladrillo de carga fuera la razón de que el techo no se hubiera convertido en suelo.
Xhex saltaba sobre las puntas de los pies mientras corría con los machos, el grupo cayó en un ritmo rápido que los llevó callejón abajo eficazmente y en relativo silencio. La parte de atrás de la estructura no era nada más que ladrillo rojo veteado de mugre-de-metro. La única diferencia era la puerta reforzada de acero que se abría a un pequeño aparcamiento en vez de a una carretera asfaltada.
Ningún lesser. Ni peatones humanos. Nada excepto gatos vagabundos, asfalto sucio y el aullido distante de sirenas.
Una sensación de impotencia la sobrecogió. Maldita sea, podría aparecer aquí o al otro lado de la ciudad en ese ridículo parque o en el quinto infierno. Pero no había forma de que el enemigo viniera a ella. Y tenían tan poco con lo que seguir.
- Me cago en la puta -masculló Qhuinn-. ¿Dónde demonios es la fiesta?
Sí, no era la única que se moría por una pelea.
Salido de ninguna parte, Xhex sintió un hormigueo que la atravesaba, el eco resonante de algo que al principio no entendió. Miró fijamente al resto del equipo. Blay y Qhuinn evitaban estudiosamente mirarse el uno al otro. Tohr y John se estaban paseando por ahí. Zsadist había sacado su teléfono para informar a los Hermanos de que estaban en posición.
Ese tirón…
Y entonces comprendió: Estaba sintiendo su sangre en otro.
Lash.
Lash no estaba lejos.
Giró ciegamente sobre sus talones y partió… caminando, luego echó a correr. Oyó que gritaban su nombre, pero nada iba a obligarla a dar explicaciones.
O a detenerla.
Capítulo 65
En el Otro Lado, mientras Payne yacía en una posición antinatural sobre el duro mármol, su homónimo la agobiaba [22]… pero sólo de cintura para arriba. No sentía ningún dolor en las piernas o pies, sólo un débil hormigueo que la hacía pensar en chispas de fuego prendiendo sobre madera húmeda. Justo por encima de su cuerpo roto, el Rey Ciego estaba inclinado sobre ella, con la cara tensa… y la Virgen Escriba había hecho también aparición, con aquella ropa negra y la luz tenue flotando alrededor en círculos.
No era de extrañar que su madre hubiera venido para arreglarla mágicamente. Al igual que esa puerta que había pasado de la ruina a la salvación, su querida madre quería borrarlo todo, limpiarlo, hacer que todo fuera perfecto.
- Yo… me niego -dijo Payne de nuevo a través de los dientes apretados-. No doy mi consentimiento.
Wrath miró sobre el hombro a la Virgen Escriba, luego volvió a bajar la mirada.
- Ah… escucha Payne, eso no es lógico. No puedes sentir las piernas…tu espalda probablemente esté rota. ¿Por qué no permites que Ella te ayude?
- No soy ningún objeto… inanimado que Ella pueda manipular a su voluntad… para complacer sus caprichos y antojos.
- Payne, sé razonable.
- Lo soy…
- Te estás muriendo…
- ¡Entonces mi madre puede verme expirar! -siseó ella… e inmediatamente después gimió. A la estela de su arrebato, la consciencia iba y venía, sus ojos se enturbiaban y luego recuperaban el foco, fue con la expresión conmocionada de Wrath con lo que evaluó si se había desmayado o no.
- Espera, ella es… -El rey aseguró su mano contra el suelo de mármol para estabilizar su posición en cuclillas-. ¿Tu… madre?
A Payne no le importó que lo supiera. Nunca había sentido ningún orgullo asociado con ser la hija nacida de la fundadora de la raza… de hecho en cada oportunidad posible había buscado distanciarse… pero ahora eso no importaba. Si rechazaba la intervención “divina”, iría desde allí al Fade. Qué dolor sentiría ella al oírla.
Wrath se giró hacia la Virgen Escriba.
- ¿Es eso cierto?
No le llegó ninguna respuesta afirmativa, pero tampoco una negativa. Y tampoco hubo ningún castigo por haber osado ofenderla con su pregunta.
El rey volvió a mirar a Payne.
- Jesucristo…
Payne respiró profundamente.
- Déjanos, estimado Rey. Vuelve a tu mundo y lidera a tu gente. No necesitas la ayuda de este lado o de Ella. Eres un macho de valía y un guerrero brillante…
- No voy a permitir que mueras -escupió él.
- No tienes opción, ¿verdad?
- Y una mierda que no. -Wrath se levantó de repente y miró ferozmente hacia abajo-. ¡Permite que Ella te sane! ¿Has perdido el maldito juicio? No puedes morir así…
- Por supuesto que… puedo. -Payne cerró los ojos mientras una ola de agotamiento la atravesaba.
- ¡Haz algo! -Claramente el rey estaba ahora gritando a la Virgen Escriba.
Que pena que me sienta fatal, pensó Payne. De lo contrario, habría disfrutado sin duda de esta declaración final de independencia. Cierto era que ésta llegaba sobre las alas de su propia muerte, pero había llegado. Estaba haciendo frente a su madre. Había obtenido su libertad a través de su negativa.
La voz de la Virgen Escriba fue apenas más baja que un suspiro.
- Ha rechazado mi ayuda. Me está bloqueando.
Desde luego, lo estaba haciendo. Su rabia estaba dirigida contra su madre en tal medida que no era difícil creer que funcionara como barrera ante cualquier magia que la Virgen Escriba pudiera procurarle para soportar la “tragedia” que había ocurrido.
La cual de hecho se sentía más como una bendición.
- ¡Tú eres todopoderosa! -La voz del rey era una dura acusación… la naturaleza desquiciada ante lo que era algo confuso. Pero bueno, él era un macho de valía que no dudaría en culparse a sí mismo-. ¡Simplemente arréglala!
Hubo un silencio y luego una débil respuesta:
- No puedo alcanzar su cuerpo… más de lo que puedo alcanzar su corazón.
En verdad, si la Virgen Escriba estaba entendiendo por fin lo que era sentirse impotente… Payne podría morir en paz.
- ¡Payne! ¡Payne, despierta!
Sus párpados se alzaron. Wrath estaba a centímetros de su cara.
- Si pudiera salvarte, ¿me dejarías?
No entendía por qué ella era tan importante para él.
- Déjame…
- Si pudiera hacerlo, ¿me dejarías?
- No puedes.
- Responde a la puñetera pregunta.
Él era tan buen macho y era una pena el hecho de que su fallecimiento fuera a pesarle sobre la conciencia para siempre jamás.
- Lamento… esto. Wrath. Lo lamento. Esto no es obra tuya.
Wrath se volvió hacia la Virgen Escriba.
- Déjame salvarla. ¡Déjame salvarla!
Ante la exigencia, la capucha de la Virgen Escriba se desprendió por voluntad propia y por una vez su brillante figura se reveló sin ninguna sombra que la desluciera.
El semblante y la voz que presentó eran los de una bella hembra en medio de una tremenda agonía.
- Yo no quería este destino.
- Eso y una pila de mierda es lo mismo que nada. ¿Me permitirás salvarla?
La Virgen Escriba desplazó su mirada al cielo opaco sobre ella y la lágrima que cayó de su ojo aterrizó sobre el suelo de mármol como un diamante, impactando con un brillo y un destello.
Ese objeto encantador sería la última cosa que Payne vería, pensó mientras sus ojos se volvían tan pesados que ya no podía mantenerlos abiertos por más tiempo.
- Por el jodido amor de Dios -gritó Wrath-. Déjame…
La respuesta de la Virgen Escriba llegó desde una inmensa distancia.
- Ya no puedo seguir luchado contra esto. Haz lo que quieras, Wrath, hijo de Wrath. Mejor lejos de mí y viva, que muerta sobre mi suelo.
Todo se quedó en silencio.
Una puerta fue cerrada.
Entonces oyó la voz de Wrath: Te necesito en el Otro Lado. Payne, despierta, te necesito en el Otro Lado…
Curioso. Era como si estuviera hablando dentro de su cráneo… pero lo más probable es que hubiera vuelto a inclinarse sobre ella y estuviera hablando en voz alta.
- Payne, despierta. Necesito que cruces por ti misma a mi lado.
En medio de una bruma, Payne comenzó a negar con la cabeza… pero el impulso no fue bien recompensado. Mejor quedarse quieta. Muy quieta.
- Yo no… no puedo llegar allí.
Un vértigo repentino y mareante la dejo tambaleándose, sus pies dando vueltas y vueltas alrededor de su cuerpo, su mente era un vórtice alrededor del cual giraba. La sensación de ser succionada hacia abajo fue acompañada por una presión en sus venas, como si su sangre se estuviera expandiendo, solo que estaba confinada en una localización ajustada.
Cuando abrió los ojos, vio un techo alto y blanco brillando sobre ella.
Así que no se había movido, entonces. Estaba donde había estado, tendida bajo el lechoso cielo del Otro Lado.
Frunció el ceño. No, este no era el extraño cielo sobre el santuario. Era un… ¿techo?
Sí… reconocía lo que era… y de hecho, en su visión periférica, presentía paredes… cuatro paredes azul pálido. También había lámparas, aunque no de las que recordaba… no eran antorchas o velas sino cosas que brillaban sin llama.
Una chimenea. Un…escritorio enorme y un trono.
No había movido su cuerpo hasta allí por sí misma; no tenía fuerzas para ello. Y Wrath no habría podido trasladar su forma corpórea. Había no obstante una explicación. Había sido expulsada por su madre.
No había vuelta atrás; le habían concedido su deseo. Era libre, para siempre.
Una extraña paz la sobrecogió, una que no era ni el manto calmante de la muerte… sino la comprensión de que la lucha se había acabado. De hecho, viva o muerta, aquello que la había definido durante años se había acabado, un peso desaparecido que la envió de nuevo volando a su por ahora inmóvil carne.
La cara de Wrath apareció en su campo de visión, su cabello largo y negro resbalándole libre por los hombros y cayendo hacia delante. Y en ese momento, un perro dorado agachó la cabeza bajo el pesado brazo del rey, su cara amable mostrando una bienvenida curiosa, como si ella fuera un inesperado pero apreciado invitado.
- Voy a traer a Doc Jane -dijo Wrath, acariciando el costado del perro.
- ¿Quién?
- Mi médico privado. Quédate aquí.
- Como si…fuera a irme a algún lado.
Se oyó el tintineo de una correa y luego el rey salió, con la mano sobre el arnés que lo conectaba con el hermoso perro, las patas del animal repicaban sobre el suelo cuando alcanzaron el borde de la alfombra y golpearon madera dura.
En verdad estaba ciego. Y aquí en este lado, necesitaba los ojos de otro para funcionar.
Una puerta se cerró y entonces no pensó en nada excepto el dolor. Estaba flotando, ligera a causa de la agonía de su cuerpo… y aun así, a pesar del increíble desconcierto, estaba en el punto álgido de una extraña paz.
Sin ninguna razón evidente, notó que el aire aquí tenía una fragancia encantadora. Limón. Cera de abejas.
Simplemente encantador.
Sería el destino, su tiempo en este lado había sido mucho tiempo atrás y por lo extrañas que parecían las cosas, en un mundo diferente. Pero recordaba lo mucho que le había gustado. Todo había sido impredecible y por tanto, cautivador…
Algún tiempo más tarde, la puerta se abrió, oyó una vez más el tintineo del collar del perro y percibió la poderosa fragancia de Wrath. Y había alguien con ellos… alguien que no se percibía de una forma que Payne pudiera procesar. Pero había definitivamente otra entidad en la habitación.
Payne obligó a sus ojos a abrirse… y casi dio un respingo hacia atrás.
No era Wrath quien se cernía sobre ella, sino una hembra… o al menos parecía ser una hembra. Su cara tenía líneas femeninas… solo que los rasgos y el cabello eran translucidos y fantasmales. Y cuando sus miradas se encontraron, la expresión de la hembra pasó de preocupada a conmocionada. De repente, ella tuvo que buscar equilibrio en el brazo de Wrath.
- Oh… Dios mío… -Su voz era ronca.
- Es tan obvio, ¿Doc? -dijo el rey.
Cuando la hembra tuvo problemas para responder, Payne pensó que ese no era el tipo de reacción que uno esperaba suscitar en un médico. En verdad, Payne había creído que la médico era bien consciente de lo grave que era su herida. No obstante, bien podía ser que no tuviera muy clara la gravedad de su condición.
- De verdad, estoy…
- Vishous.
El nombre le congeló el corazón.
Puesto que no lo había oído en más de doscientos años.
- ¿Por qué habláis de mi difunto? -susurró.
La cara fantasmal de la médico tomó forma tangible, sus ojos verde bosque revelaban una profunda confusión, su carne mostraba la palidez de alguien que luchaba con sus emociones.
- ¿Tu difunto?
- Mi gemelo… mucho tiempo hace que pasó al Fade.
La médico negó con la cabeza, sus cejas bajaron sobre esa mirada inteligente.
- Vishous está vivo. Estoy emparejada con él. Está aquí, vivo y bien.
- No… eso no puede ser. -Payne deseó poder subir la mano y agarrar el sólido brazo de la doctora-. Mientes… está muerto. Hace mucho tiempo…
- No. Esta muy vivo.
Payne no podía entender las palabras. Le habían dicho que se había ido, perdido en la dulce misericordia del Fade.
Lo había dicho su madre. Por supuesto.
¿De veras la hembra la había engañado negándole saber de su propio hermano? ¿Podía ser alguien tan cruel?
Bruscamente, Payne descubrió sus colmillos y gruñó bajo en su garganta, el fuego de la ira desplazó su agonía.
- La mataré por esto. Juro que me ocuparé de ella como hice con nuestro sangriento padre.
Capítulo 66
John partió detrás de Xhex en el instante en que ella abandonó el grupo y comenzó a correr. No le gustaban el pensamiento independiente o su dirección… se dirigía a un callejón al final del cual nadie sabía si había salida o una pared de ladrillo.
La alcanzó, cogiéndola del brazo para lograr su atención. Lo cual le llevó exactamente a ninguna parte. Ella no se detuvo.
¿Adónde vas?, intentó decir por señas, pero era difícil hacerlo con una persona que te estaba ignorando mientras corrías a toda velocidad.
Habría silbado, pero eso era demasiado fácil de ignorar, así que intentó de nuevo cogerle el brazo, pero ella se lo sacudió, concentrada únicamente en un destino que él no podía ver ni sentir. Finalmente, saltó sin más delante de ella y le bloqueó el paso. Luego la obligó a mirarle las manos.
¿Adónde demonios vas?
- Puedo sentirle… a Lash. Está cerca.
John fue a por sus dagas mientras vocalizaba, ¿dónde?
Ella le rodeó trotando y reanudó su persecución y mientras él la seguía, Tohr se mantuvo a un paso por detrás de ellos. Cuando los demás comenzaron a llegar, John sacudió la cabeza y les indicó que se quedaran atrás. Los refuerzos adicionales en el campo de batalla eran algo inteligente, pero demasiadas armas en esta situación no eran un valor añadido: Él iba a ocuparse de Lash y lo último que necesitaba eran más dedos de gatillo alegre apuntando a su objetivo.
Sin embargo, Tohr lo entendía. Sabía visceralmente por qué John tenía que vengar a su hembra. Y Qhuinn tenía que venir. Pero eso era todo, ninguna otra taza o salsera estaba invitada a la reunión de té.
John se mantuvo cerca de Xhex… que parecía haber escogido sabiamente por qué callejón ir. En vez de un camino cortado, la senda accidentada torcía a la derecha y serpenteaba entre otros almacenes vacíos mientras se dirigía abajo, hacia el río. Supo que se estaban acercando realmente al agua cuando el olor a pescado muerto y algas a la deriva alcanzó su nariz y el aire pareció volverse más frío.
Encontraron el Mercedes AMG negro aparcado delante de una boca de incendios. El sedán apestaba a lesser y aunque Xhex miraba alrededor como si buscara la siguiente directiva, John no estaba de humor para esperar.
Cerró un puño y golpeó el parabrisas.
La alarma saltó como una fiera y él examinó el interior. Había una especie de residuo aceitoso en el volante y el cuero color crema estaba veteado de manchas… estaba condenadamente seguro de que las de color tinta eran sangre de lesser… y esa mierda color óxido era humana.
Jesús, el asiento trasero parecía haber sido atacado por un gato espástico, los arañazos eran tan profundos en algunos lugares, que se veía el acolchado de abajo.
John frunció el ceño, recordando los días del centro de entrenamiento. Lash siempre había sido muy particular con sus cosas, desde la ropa que vestía a la forma en que estaba organizada su taquilla.
¿Tal vez no fuera su coche?
- Es suyo -dijo Xhex, colocando las palmas sobre el capó-. Puedo olerle por todas partes. El motor todavía está caliente. Sin embargo, no sé dónde está.
John gruñó al pensar en el tipo estando tan cerca de su hembra que ella le conocía por el olor. Jodido bastardo hijo de una puta…
Justo cuando la cólera se le escapaba, Tohr le agarró por la nuca y le dio una sacudida.
- Respira hondo.
- Tiene que estar por aquí… -Xhex miró hacia el edificio que había ante ellos y luego arriba y abajo por el callejón por el que habían venido.
Cuando John sintió un dolor ardiente en la mano izquierda, subió el brazo. Su apretón sobre la daga se había tensado tanto, que el mango se había agrietado en protesta.
Sus ojos se deslizaron hasta los de Tohr.
- Vas a pillarle -susurró el Hermano-. No te preocupes por eso.
* * *
Lash medio esperaba que los hombres de Benloise le sorprendieran con alguna mierda cuando enfrentó al par de cuellos gruesos. Estaba separado de ellos por alrededor de diez metros de aire frío y todo el mundo tenía su seguro quitado.
Mientras los examinaba, esperó a que se hicieran el John Wayne e intentaran algo. Los dos matones habrían sido una excelente adición a su creciente establo… sabían de tráfico y obviamente se habían ganado sus galones trabajando con Benloise. Había un montón de kilos en esos maletines de metal que tenían en las manos, pero los humanos tenían cabeza fría y calma.
Estaban armados hasta los dientes también.
Igual que Lash. Demonios, había un auténtico arsenal aquí con todas esas armas y municiones… y no iba a sentirse mucho mejor hasta que hubiera menos de él a lo que disparar.
En cualquier caso, sombra era mejor que carne.
- Aquí está la obra -dijo el tipo de la izquierda mientras levantaba las cajas-. Señor.
Y sí, era el que había presenciado el numerito con Benloise. Eso explicaba por qué eran ambos tan corteses.
- Veamos qué tenéis ahí -murmuró Lash, manteniendo el morro de su cuarenta apuntado hacia ellos-. Y que vuestras manos permanezcan claras y visibles.
El vistazo rápido a la mercancía fue eficiente y satisfactorio, la pareja trabajó combinada en el abrir y revelar.
Lash asintió con la cabeza.
- Dejad el producto. Marchaos.
Los humanos efectuaron el Simon Dice y dejaron las drogas; retrocedieron y luego caminaron enérgicamente en dirección opuesta, manteniendo las manos a los costados.
Tan pronto como volvieron a una esquina y sus pisadas dejaron de hacer eco, Lash se acercó a los maletines y abrió sus palmas sombrías. A su orden, las asas se alzaron y las dos cargas de coca levitaron desde el asfalto a sus garras…
El estridente sonido de la alarma de un coche atravesó su cabeza, el pitido alocado venía del callejón donde había dejado su AMG.
Jodidos mierdas humanos del centro…
Lash frunció el ceño mientras sus instintos se desplegaban y localizaba al que había tocado lo que era suyo.
Ella estaba aquí.
Xhex… su Xhex estaba aquí.
Mientras lo que quedaba de su lado vampiro rugía de posesividad, Lash descubrió que su cuerpo vibraba hasta que sus pies dispusieron de su carga y se encontró avanzando sobre el asfalto con el viento, impulsado por el momento que había creado con su mente, no con sus piernas.
Más rápido. Más rápido.
Rodeó la esquina y ahí estaba ella, de pie junto a su coche, pareciendo puro sexo con sus pantalones y su chaqueta de cuero. En el instante en que apareció, se giró hacia él como si la hubiera llamado.
Incluso sin luces que brillaran sobre ella, Xhex estaba resplandeciente, la iluminación ambiental de la ciudad se acumulaba sobre su cuerpo, como si su carisma interior lo exigiera. Jodido guau. Era una zorra caliente, especialmente en el calor de la lucha y cuando el espacio hueco delante de sus caderas zumbó, extendió la mano hacia abajo.
Algo estaba duro. Detrás de su cremallera, había algo listo para ella.
Con un disparo de adrenalina que era mejor que ningún tipo de coca, se entretuvo pensando en lo divertido que sería tomarla con audiencia. Su polla había vuelto a tomar algún tipo de forma y eso significaba que estaba de vuelta en el negocio… justo a tiempo.
Mientras ella le sostenía la mirada, ralentizó la velocidad y se concentró en quién estaba con ella. El Hermano Tohrment. Qhuinn, el fallo genético disparejo. Y John Matthew.
La galería perfecta para algo de mierda en plan La Naranja Mecánica.
Que. Puñeteramente. Fabuloso.
Lash se agachó hasta el suelo y dejó los maletines sobre el asfalto. Los estúpidos machos que venían con ella estaban todos ocupados sacando diversos tipos de hierros… pero no su Xhex. No, ella era más fuerte que eso.
- Hola, nena -dijo-. ¿Me has echado de menos?
Alguien soltó un gruñido que le recordó a su rottweiler, pero sea como sea, ahora que tenía la atención de todo el mundo, iba a aprovecharse de su momento en escena. Apartándose la capucha del impermeable de la cabeza, subió el brazo, sus manos sombrías deshicieron las hebras negras que le cubrían la cara y reveló sus rasgos.
- Jesucristo… -masculló Qhuinn-. Pareces un test de Rorschach.
Lash no dignificó eso con una respuesta, más que nada porque la única que le importaba era la hembra vestida de cuero. Obviamente, ella no esperaba su transformación, ¿y la forma en que dio un respingo hacia atrás? Mejor que un abrazo y un beso. Para disgusto de ella era bueno encendiéndola… y sería mucho más divertido cuando consiguiera traerla de vuelta y reservara para sus culos algún tiempo en una suite nupcial.
Lash sonrió y propulsó su voz nueva y mejorada por el aire.
- Tengo tales planes para ti y para mí, zorra. Por supuesto vas a tener que suplicarme…
La maldita hembra de mierda desapareció.
Justo en medio del aire.
En un momento estaba de pie junto a su coche y al siguiente no había nada más que aire allí donde ella había estado. Sin embargo la perra todavía estaba en el callejón. Podía sentirla, sólo que no la veía.
El primer disparo que sonó vino de detrás de él y le dio en el hombro… o no, como fue el caso. El abrigo trenca se hizo trizas con el impacto, arrancando de cuajo una solapa, pero a la no-carne de abajo no podría haberle importado menos… y todo lo que sintió fue un pinchazo raro retumbando.
Geniaaaaaaal. De otro modo podría haber dolido.
Hizo girar la cabeza, francamente para nada impresionado por lo obvia que había sido ella y lo mala que era su puntería.
Sólo que no había sido Xhex la que había soltado la carga. Los chicos de Benloise habían aparecido con refuerzos y menos mal que no sabían apuntar una mierda. La última vez que lo había comprobado, su pecho todavía era sólido, así que un par de centímetros más abajo y al centro y podría haber tenido un colador por corazón.
La rabia ante el maldito nervio de estos camellos cabrones hizo que le hirviera una bola de luces-fuera-capullos en la palma de la mano.
Mientras se lanzaba de vuelta al marco de la puerta, lanzó la bola de energía a los humanos, la explosión fue tal que proporcionó una maldita función cuando derribó a los bastardos como si fueran bolos, iluminando sus cuerpos al estilo manga mientras se lanzaban a ambos lados de la estela de la llamarada.
En este punto, más Hermanos habían llegado y todo tipo de gente habían comenzado a disparar, varias armas probaron puntería… lo cual no fue para tanto hasta que Lash recibió un tiro en la cadera, el dolor ardió a través de su torso e hizo que su corazón rebotara alrededor. Mientras maldecía y caída de lado, sus ojos se movieron hacia el callejón.
John Matthew era el único que no se había puesto a cubierto: Equipo Hermano se había agachado detrás del Mercedes y los tíos de Benloise se habían arrastrado detrás de la carcasa oxidada de un Jeep.
Pero John Matthew tenía sus shitkickers plantadas en el suelo y las manos colgando a los costados.
El cabrón se convertía a sí mismo en un condenado blanco. Casi era aburrido.
Lash convocó otra bola de energía en su palma y gritó:
- Te estás suicidando tan claro como si te pusieras un arma en la cabeza, capullo hijo de puta.
John comenzó a caminar hacia delante, con los colmillos desnudos, una ráfaga fría ondeando por delante de él.
Por un momento, Lash sintió una pulsada de tensión filtrarse a través de la nuca. Esto no podía estar bien. Nadie en sus cabales se aproximaría a así, a buen paso, a su final.
Era suicida.
Capítulo 67
Planes, planes, planes…
O, en otras palabras, mierda, mierda, mierda…
Xhex había tenido el plan perfecto cuando se enmascaró a la manera de los symphaths y se esfumó en un susurro. Como asesina, se enorgullecía no sólo de su tasa de éxito, sino de la atención que ponía en su trabajo y esta revancha iba a ser buena. Su "plan" había sido flanquear a Lash sin ser vista y rebanarle la garganta antes de ponerse a trabajar con él… mientras le miraba a los ojos y sonreía como la zorra loca que era.
¿Primera cagada? ¿Qué coño le había ocurrido desde que lo había visto por última vez? La revelación que se había sacado de la manga desenvolviéndose la cabeza la había dejado absolutamente atónita. No le quedaba carne en la cara; no había nada más que fibras de músculo negro liso y sus dientes blancos brillantes parecían fluorescentes en contraste. Y sus manos no estaban bien tampoco. Tenían forma, pero no sustancia. En la noche sombría… no eran nada más que una sombra más profunda de oscuridad.
Gracia a Dios que había escapado de él cuando lo hizo… aunque tal vez esa decadencia era la razón de que hubiera podido escapar de su prisión: Parecía lógico asumir que sus poderes se estaban debilitando también.
Pero fuera como fuera… ¿su segundo problema en la Tierra de los Planes? John. Que ahora mismo estaba de pie en el centro del callejón con nada menos que un cartel que decía DISPARAR AQUÍ en el pecho.
Era puñeteramente obvio que no iba a mostrarse para nada razonable… ni siquiera si tomaba forma justo junto a su oído y gritaba en su cerebro; sabía que no había nada que pudiera hacerle descarrilar de su curso. Era todo animal mientras se enfrentaba a su enemigo, con los colmillos desnudos como los de un león, el cuerpo arqueado hacia delante como si fuera a atropellar al tipo.
Bastante buenas probabilidades de que fuera a morir si no se cubría, pero no parecía importarle y el por qué estaba claro: su fragancia vinculadora era más fuerte que ningún sonido que pudiera haber hecho con la garganta, la especia oscura era un rugido que sobrecogía cualquier otro olor, desde el hedor del cuerpo de la ciudad al sudor del río, pasando por la peste a lesser que emanaba del cuerpo purulento de Lash.
De pie en el callejón arenoso, John era el macho primitivo protegiendo a su hembra… y todo lo que ella no había querido en esta situación, precisamente por esta misma razón: claramente, su seguridad personal no significaba nada para él, su objetivo superaba totalmente a su sentido común y entrenamiento específico.
¿En conclusión? Él no iba a ser capaz de sobrevivir a cualquiera que fuera la bola de energía que Lash estaba formando en la palma… y esa realidad lo cambiaba todo en su mundo.
Nuevo plan. Se acabó la cobertura para ella. Nada de incapacitar, desarmar y desmembrar. Ni la extracción de dolor hasta la agonía que había previsto, ni rutina Jack el Destripador.
Cuando tomó forma y se lanzó hacia Lash, fue para salvar a John, no para vengarse a sí misma. ¿Porque a dónde llevaba esto? Sacar a John del paso era lo único que le importaba.
Placó a Lash alrededor de la cintura en el mismo momento en que él empezaba a lanzar su bola de golpe-va y aunque le llevó al suelo con ella, él se las arregló para dar el curso correcto a su puntería… y golpeó a John directamente en el pecho.
El impacto lanzó volando a su macho separándolo del pavimento, arrastrándole hacia arriba y hacia atrás, todo excepto pulverizarle en sus botas.
- ¡Jodido bastardo! -gritó a la cara devastada de Lash.
Los brazos del hijo de puta se envolvieron a su alrededor, cerrándose con una fuerza increíble. Y cuando le dio la vuelta y la sujetó contra el pavimento bajo él, el aliento fue caliente y apestoso en su cara.
- Te pillé -se burló él, aplastando sus caderas contra las de ella, la erección fue suficiente para hacerla enfermar.
- ¡Que te jodan! -Con un rápido tirón, le dio justo en la… bueno, lo que pasaba por una nariz… con un cabezazo que le hizo aullar.
Desafortunadamente, no consiguió otro golpe limpio mientras luchaban por el control, rodando por ahí, con las piernas entrelazadas y esa horrible erección suya empujando hacia ella. Él se las arregló para sujetarle una muñeca, pero al menos consiguió mantener la otra fuera de su camino.
Lo cual significó que cuando fue el momento adecuado, pudo extender la mano entre ellos, agarrarle los huevos y retorcérselos tan fuerte que si no hubiera sido por los pantalones, le habría arrancado esos cabrones.
Lash resolló una maldición y se puso rígido, probando que podía ser un semidiós del lado oscuro, pero era bastante puñeteramente mortal cuando se trataba de un golpe en las joyas de la familia.
Ahora era ella la que tenía el control en el campo de juego, girándole de espaldas, le agarró del cuello y le montó a horcajadas.
- Te tengo -exclamó hacia él.
Mientras le sujetaba abajo, la rabia sacó lo mejor de ella… en vez de apuñalarle directamente, le agarró por el cuello y le sacó el aire de la garganta.
- No jodas con lo que es mío -gruñó hacia él.
El asqueroso culo purulento de Lash se cabreó horrendamente y de algún modo su voz emanó a pesar de la presión que ella estaba ejerciendo en su laringe.
- Ya le habían jodido bien. ¿O no te contó lo de ese humano que…?
Xhex abofeteó al HDP tan fuerte, que se llevó un diente con ella de paso.
- No te atrevas a ir por ahí…
- Iré a donde me de la puta gana, corazón.
Con eso, se desvaneció, disolviéndose en la nada… pero eso no duró. Un instante después, la cogió por detrás, la agarró y la empujó duramente contra su cuerpo. En los silenciosos segundos que siguieron, tuvo una breve impresión de humanos gimiendo sobre el asfalto y luego él la giró y utilizó como escudo mientras se enfrentaba a los Hermanos.
Sus ojos no malgastaron tiempo en comprobar las posiciones del equipo detrás del mercedes o sopesar las armas que apuntaban en su dirección y la de Lash.
John era lo único que importaba.
Y gracias a Dios y la Virgen Escriba… o quien fuera que hubiera tenido misericordia… él se estaba sentando y sacudiéndose cualquiera que fuera la pesadilla de luz estroboscópica que le había tirado de culo.
Al menos estaba vivo.
Probablemente ella no iba a sobrevivir a esto, pero John… él iba a vivir. Con tal de consiguiera sacar a Lash y a sí misma fuera de aquí.
- Llévame -siseó hacia el bastardo-. Llévame de una vez y déjalos.
Hubo un susurro de metal contra metal y luego un cuchillo que apareció ante su cara, la hoja relucía justo delante de su ojo… tan cerca, que pudo divisar la inscripción con el nombre del fabricante.
- Te gusta ser realmente personal con tus presas. -La voz de Lash no estaba muy bien, la distorsión hacía que las palabras ondearan en su oído-. Lo sé por lo que le hiciste a ese tonto de Grady. Le concediste una maldita última comida… ¿me pregunto si le gustaba la salchicha en vida tanto como le gustó en la muerte?
El extremo del arma salió de su campo visual… y luego sintió la punta pasar por su pómulo y bajar lentamente hacia abajo.
La brisa era fresca. Su sangre era cálida.
Cerrando los ojos, todo lo que pudo hacer fue repetir.
- Llévame.
- Oh, lo haré. No te preocupes por eso. -Algo húmedo le pasó sobre la herida… su lengua lamiendo lo que había manado. Luego gritó-: Sabe tan bien como recuerdo… Alto ahí mismo. Si alguien da un paso más, la rajo aquí, donde cuenta.
La hoja fue a su garganta y Lash comenzó a retroceder, arrastrándola con él.
Por instinto, intentó meterse dentro de su cabeza por si acaso su lado symphath podía influenciarle, pero se vio bloqueada con tanta seguridad como si estuviera delante de una pared de piedra. No era una sorpresa.
Bruscamente, se preguntó por qué él no los enmascaraba a ambos…
Lash estaba cojeando. Había recibido una bala en alguna parte… y ahora que estaba apropiadamente concentrada, pudo oler su sangre y ver el brillo en el pavimento.
Mientras Lash seguía avanzando, esos patéticos humanos entraron de nuevo en su campo de visión y parecían cadáveres, todos pálidos y rígidos hasta el punto de que le sorprendió que pudieran emitir algún sonido en absoluto. Su coche, pensó ella. Lash iba a intentar llevarlos a los dos de vuelta en cualquiera que fuera el transporte en el que estos tipos habían venido. Y aunque estaba comprometido a ciertos niveles, su garra sobre ella era cruelmente fuerte, ¿y ese cuchillo? Firme y listo.
Xhex miró fijamente a John y supo que recordaría la magnífica visión de su venganza de guerrero para siempre…
Frunció el ceño cuando sintió sus emociones. Qué… extraño. Esa sombra que siempre había sentido en el margen de su rejilla ya no era una simple hebra secundaria… era tan tangible y vívida como siempre había sido la construcción primaria dentro de su psique.
De hecho, mientras miraba al callejón, las dos partes de él… se convirtieron en una.
* * *
Tras ser golpeado por esa bomba de energía, estaba aturdido y desorientado, pero forzó a su cabeza a volver al juego y de algún modo se las arregló para levantarse del suelo. No podía sentir ninguna parte de su cuerpo y la otra mitad que no estaba entumecida gritaba de dolor, pero tampoco importaba. Un propósito mortífero le animaba, reemplazando al latir de su corazón como conductor de su forma física.
Fijando los ojos en la escena que tenía ante él, sus manos se contrajeron y sus hombros se tensaron. Lash estaba utilizando a Xhex como escudo viviente, sus mejores puntos de impacto estaban ocultos tras ella mientras se la llevaba.
Ese cuchillo en la garganta estaba justo sobre la vena. Presionando contra su… con un giro rápido, la realidad se distorsionó y deformó ante él, su visión dejó de ser confusa y se aclaró, sólo para perder el foco sobre el callejón en el que estaban todos una vez más. Parpadeando con fuerza, maldijo los trucos que Lash tenía a su disposición.
Sólo que el problema no era algo que hubiera golpeado a John. Era algo dentro de él… una visión. Una visión que surgía de alguna parte profunda de su mente, arrasando con lo que estaba viendo realmente…
Un campo junto a un granero. En la oscuridad de la noche.
Sacudió la cabeza y sintió alivio cuando el callejón de Caldwell regresó…
Un campo junto a un granero. En la oscuridad de la noche… una hembra de valía retenida en una llave malvada, un cuchillo en su garganta.
Y luego estuvo bruscamente de vuelta en el presente, de regreso aquí en el distrito de los almacenes… donde una hembra de valía estaba sujeta por una llave malvada, con un cuchillo en la garganta.
Oh, Dios… se sentía como si hubiera hecho esto antes.
Joder… había hecho esto antes.
El ataque epiléptico le sucedió como siempre hacía, revolviendo sus neuronas, enviándole a volar en su propia piel.
Normalmente terminaba sentado de culo, pero el macho vinculado en él le mantuvo erguido, dándole un tipo de poder que provenía del alma, no del cuerpo: Su hembra estaba en brazos de un asesino, cada célula del cuerpo de John iba a rectificar la situación de forma tan violenta y rápida como fuera posible.
O tal vez un poco más sangriento y rápido que eso.
Movió la mano hasta el interior del abrigo en busca de su arma… pero mierda, ¿a qué iba a disparar? Lash no se arriesgaba con sus propios órganos vitales y su grotesca cabeza estaba muy cerca de la de ella, no había espacio para el error.
La furia de John gritaba en su interior.
En su visión periférica, vio aparecer el cañón de un arma.
Parpadeo.
Un campo junto a un granero. En la oscuridad de la noche. Una mujer de valía retenida en una llave malvada, con un cuchillo en la garganta. Un arma sacada para apuntar…
Parpadeo.
De vuelta aquí en Caldwell, el amor de su vida en manos de su enemigo.
Parpadeo.
Un arma disparando…
La explosión justo junto al oído de John le sacudió firmemente de vuelta a la realidad y le arrancó un grito sin palabras, lanzándose hacia delante como si pudiera atrapar la bala.
¡No! gritó sin sonido. Noooo….
Excepto que fue un disparo perfecto. El tiro le dio a Lash en la sien… apenas a dos centímetros de la propia cabeza de Xhex.
A cámara lenta, John miró sobre su hombro. La cuarenta de Tohrment sobresalía directamente del cuerpo del tipo, el arma inquebrantable en el aire frío.
Por alguna razón, ni el tirador ni la precisión fue una sorpresa, aunque había sido un blanco de uno entre un millón.
Oh, Dios, habían hecho esto antes, ¿no? Justo… así.
El tiempo real volvió a su lugar y John volvió a girar la cabeza. Enfrente, Xhex estuvo brillante mientras Lash se tambaleaba. Se agachó rápidamente para dar a Tohr un blanco mayor y estaba casi totalmente fuera del paso cuando la segunda bala salió volando. El impacto número dos arrancó a Lash directamente fuera de sus preciosos y pequeños mocasines, haciéndole aterrizar de plano sobre la espalda.
John se sacudió los vestigios de su vértigo y se abalanzó hacia su hembra, sus shitkickers aferrándose al suelo y aguantando firmemente, sus muslos propulsando sus pies con todas sus fuerzas mientras entraba en acción.
Su único pensamiento era salvar a Xhex y fue a por el arma que necesitaba para lograr la acción: la daga negra de seis centímetros que tenía enfundada en el pecho. Cuando llegó a su altura, alzó el brazo sobre la cabeza, dispuesto a caer sobre su enemigo y apuñalar a Lash de vuelta a…
El olor de la sangre de Xhex lo cambió todo, desviando la puñalada.
Oh, Jesús… El jodido bastardo tenía dos cuchillos. Uno el que tenía en su garganta.
Y otro el que le había perforado el estómago.
Xhex rodó sobre su espalda, aferrándose el costado con una mueca.
Mientras Lash se contorsionaba, agarrándose la cabeza y el pecho, Tohr llegó con Qhuinn, Blay y los demás Hermanos, todos con las armas apuntadas hacia su enemigo, así que John no tenía que preocuparse por estar cubierto mientras evaluaba el daño.
John se inclinó sobre Xhex.
- Estoy bien -jadeó ella-. Estoy bien… estoy bien.
Y un cuerno lo estaba. A penas podía respirar y la mano que tenía contra la herida estaba cubierta de sangre brillante y fresca.
John comenzó a hacer signos frenéticamente.
Llamad a Doc Jane.
- ¡No! -estalló ella, agarrándole el brazo con la mano ensangrentada-. Sólo me importa una cosa ahora mismo.
Cuando los ojos de ella se fijaron en Lash, el corazón de John golpeó ruidosamente contra su caja torácica.
Desde lo alto, Z dijo:
- Butch y V traen el Escalade desde el Extreme Park… hijo de puta… tenemos compañía.
John miró callejón abajo. Cuatro lesser habían entrado a la vista… evidenciando que la dirección de registro del Civic había sido buena, aunque la sincronización del momento fuera ahora de lo más inoportuna.
- Nos ocuparemos de ellos -siseó Z mientras él y el grupo corrían de vuelta a ocuparse de los recién llegados.
El sonido de risas hizo que John volviera a concentrarse. Lash sonreía ampliamente, la impía anatomía de su cara mostraba una sonrisa loca.
- John, muchacho… me la follé, John… me la follé duro y le gustó.
Una rabia blanca atravesó a John, el macho vinculado en él gritaba, la daga en su mano se alzó una vez más.
- Me suplicó, John… -El aliento obtenido era entrecortado, pero satisfactorio-. La próxima vez que estés con ella… recuerda que yo llené…
- ¡Nunca lo deseé! -escupió Xhex-. ¡Nunca!
- Hembra asquerosa -se burló Lash-. Eso es lo que eres y lo que siempre serás. Asquerosa y mía…
Todo se ralentizó para John, todo, desde cómo los tres estaban allí apiñados, a la forma en que el viento recorría erráticamente el callejón, hasta la pelea que había estallado a cien metros de distancia junto al Mercedes.
Pensó en su propia violación hacía mucho tiempo en aquel hueco de escalera. Visualizó a Xhex pasando por una humillación y degradación similar. Recordó lo que Z había dicho haber pasado.
Recordó lo que Tohr había sufrido.
Y en medio de los recuerdos, sintió el eco de algo de hacía mucho, mucho tiempo, algo sobre otro secuestro, otra hembra que había sufrido equivocadamente, otra vida arruinada.
La horrenda cara de Lash y su forma decrépita y derretida se convirtió en la personificación de todo ello: una representación enconada, putrefacta y tangible de todo el mal del mundo, todo el dolor causado deliberadamente, toda la crueldad, envilecimiento y alegría maliciosa.
Todos los actos realizados en un momento cuyas repercusiones duraban toda una vida.
- Me la follé, John, muchacho.
Con un arco mordaz, el brazo de la daga de John descendió rápidamente.
En el último segundo, torció la muñeca de forma que la cabeza de la empuñadura pilló a Lash justo en la cara. Y el macho vinculado en él quiso hacerle lo que había hecho al asesino allá en la casa de piedra arenisca… nada menos que un destripamiento completo.
Solo que entonces estaría privando a esta situación de la clase de justicia divina que poca gente conseguía. Su error nunca había sido enmendado… ese saco de mierda humano que le había hecho daño se había librado. Y el error de Tohr nunca sería enmendado, porque Wellsie nunca volvería.
Pero Z había logrado su clausura.
Y maldita sea, también su Xhex… incluso si era lo último en el mundo que hacía.
John tenía lágrimas en los ojos cuando apartó una de las manos ensangrentadas de ella de la herida… y la abrió de par en par.
Girando su daga, colocó la empuñadura en la palma de ella. Cuando los ojos femeninos llamearon, le cerró la mano sobre su arma y se movió para ayudarla a incorporarse y ponerla a tiro.
El pecho de Lash subía y bajaba, su garganta sin piel se flexionaba mientras su aliento entraba y salía. Cuando le vino la luz y captó un vistazo de lo que se avecinaba, sus ojos sin párpados se abrieron de par en par en sus órbitas y su boca sin labios mostró los dientes en una sonrisa que era cosa de película de terror.
Intentó decir algo, pero no pudo arreglárselas.
Lo cual fue bueno. Ya había dicho demasiado, hecho demasiado, dañado demasiado.
Había llegado el momento de pagar la cuenta.
Entre sus brazos, John sintió a Xhex reunir fuerzas y observó como sacaba su otra mano de la herida para ayudar a sostener el arma. Su mirada ardía de odio mientras tomaba el control a partir de ahí, una oleada súbita de poder en su cuerpo le alzó los brazos para formar un arco sobre el esternón de Lash.
El bastardo sabía lo que seguía, sin embargo y bloqueó el golpe cubriéndose el pecho.
Oh, demonios, no. John lanzó el brazo y agarró ambos bíceps del tipo, obligando al capullo a quedarse en el suelo, exponiendo el espacio que ella necesitaba, dándole un objetivo más claro y mejor.
Cuando sus ojos se encontraron con los de John, había una pátina roja reveladora en ellos, sus lágrimas hacían que los iris brillaran. Todo el dolor que había guardado en el corazón estaba tan expuesto como la fealdad de Lash, toda la carga que soportaba y que llevaba en su interior se había manifiesto en su mirada.
Cuando John asintió con la cabeza hacia ella, su daga en las manos femeninas bajó y golpeó a Lash directamente en el corazón…
El grito malvado resonó entre los edificios, rebotando de acá para allá, ganando volumen hasta que se convirtió en un gran ¡Pop! que acompañó a un vívido destello de luz.
El cual llevó a Lash de vuelta con su impío padre.
Cuando el sonido y la iluminación se desvanecieron, todo lo que quedó fue un débil círculo quemado sobre el asfalto y el hedor a azúcar quemado.
Los hombros de Xhex se relajaron y la hoja de la daga rechinó a través de pavimento cuando ella cayó hacia atrás, sus fuerzas desaparecidas. John la cogió antes de que golpeara el suelo y ella le miró, sus lágrimas mezclándose con la sangre en su cara y corriendo por el cuello, desvaneciéndose el pulso latente que era su fuerza vital.
John la abrazó firmemente contra él, la cabeza de ella encajaba perfectamente bajo su barbilla.
- Está muerto -sollozó ella-. Oh, Dios, John… está muerto…
Con las manos ocupadas, todo lo que John pudo hacer fue asentir con la cabeza para que ella supiera que estaba de acuerdo.
El fin de una era, pensó, observando a Blay y Qhuinn que estaban luchando lado a lado con Zsadist y Tohrment contra los asesinos que habían aparecido.
Dios, sentía la más rara sensación de continuidad. Él y Xhex podían haber salido brevemente del camino de la guerra, tomando su respiro momentáneo al costado de la senda de la lucha. Pero la pelea en las sombras de los callejones de Caldwell iba a continuar sin…
Ella.
John cerró los ojos y enterró la cara en el cabello rizado de Xhex.
Este es el final de partida que ella quería, pensó. Cargarse a Lash… y abandonar la vida.
Tenía exactamente lo que había deseado.
- Gracias -la oyó decir ásperamente-. Gracias…
Contra la oleada de tristeza que le sobrevino, comprendió que esas dos palabras eran mejor que Te amo. En realidad, para él significaban más que cualquier otra cosa que ella pudiera haber pronunciado.
Él le había dado lo que quería. Cuando realmente importaba, había hecho lo correcto por ella.
Y ahora iba a abrazarla mientras su cuerpo se iba enfriando y vagaba lejos de donde él iba a quedarse.
La separación iba a durar más que el número de días que hacía que la conocía.
Tomando su palma resbaladiza, se la estiró una vez más. Y luego con su mano libre, formó señas contra la piel con posiciones lentas y precisas:
S.I.E.M.P.R.E. T.E. A.M.A.R.E.
Capítulo 68
La muerte era sucia, dolorosa y largamente predecible… excepto cuando no se sentía de humor y decidía ejercitar su bizarro sentido del humor.
Una hora después, cuando Xhex abrió los ojos una grieta, comprendió que de hecho no estaba entre los pliegues nebulosos del Fade… sino en la clínica de la mansión de la Hermandad.
Le habían metido un tubo por la garganta. Y sentía el costado como si alguien hubiera aparcado una lanza oxidada en él. Y en alguna parte a la izquierda, alguien se estaba sacando unos guantes.
La voz de Doc Jane hablo bajo.
- Entró en parada dos veces, John. Tengo controlada la hemorragia en el estómago… pero no sé…
- Creo que está despierta -dijo Ehlena-. ¿Has vuelto con nosotros, Xhex?
Bueno, al parecer sí. Se sentía fatal y después de años de rebanar una amplia variedad de estómagos, no podía creer que todavía tuviera latido… pero sí, estaba viva.
Colgando de una hebra, pero viva.
La cara blanca pastosa de John entró en su línea de visión y en contraste con el tono enfermo de su piel, sus ojos azules eran como fuego.
Abrió la boca… pero sólo salió aire de sus pulmones. No tenía fuerzas para hablar.
Lo siento, vocalizó.
Él frunció el ceño. Sacudiendo la cabeza, le tomó la mano y la acarició.
Debió desmayarse, porque cuando despertó, John estaba caminando a su lado.
¿Qué demonios…? Oh, estaba siendo trasladada a otra habitación… porque traían a alguien más… alguien atado a una camilla. Una hembra, a juzgar por la trenza larga y negra que colgaba por un lado.
La palabra dolor vino a su mente.
- Dolor aquí -murmuró Xhex.
La cabeza de John se giró.
¿Qué? dibujó con la boca.
- Quien quiera que esté ahí… es dolor.
Se desmayó de nuevo… y volvió para alimentarse de la muñeca de John. Y se desmayó de nuevo.
En sus sueños, vio partes de su vida volviendo hacia atrás, hasta un tiempo que no recordaba conscientemente. Y como pasaba en las películas de avión, el drama era bastante deprimente. Había demasiados cruces de carreteras para contar donde las cosas deberían haber sido distintas, donde el destino había sido más una putada que un don. Sin embargo el destino como el tiempo pasado, era inmutable, inclemente y no le interesaba la opinión personal de los que respiraban.
Y aun así… su mente se agitó bajo la pesada carga e inmóvil superficie de su cuerpo inconsciente, tenía la sensación de que todo había ocurrido como se suponía que debía ser, de forma que la senda que había escogido la había llevado precisamente a donde se suponía que debía ir.
De vuelta a John.
Aunque eso no tenía ningún sentido en absoluto.
Después de todo, le conocía sólo desde hacía un año o así. Lo cual difícilmente justificaba la extensa historia que parecía unirles.
Pero bueno, tal vez tuviera sentido. Cuando estás inconsciente por la morfina y balanceándote al borde del Fade… las cosas parecen distintas. Y el tiempo, como las prioridades, cambia.
* * *
Al otro lado de la puerta de la sala de recuperación de Xhex, Payne parpadeó con fuerza e intentó averiguar a dónde había sido trasladada. Sin embargo no había nada que la informara. Las paredes de la habitación estaban cubiertas con azulejos de un verde pálido y abundaban las instalaciones brillantes y compartimentos de almacenamiento. Pero no tenía ni idea de qué significaba todo eso.
Al menos el transporte había sido lento, cuidadoso y relativamente cómodo. Pero luego le habían metido algo en las venas para calmarla y aliviarla… y verdaderamente, agradecía la poción fuera cual fuera.
De hecho, el espectro de su muerte estaba más agitado ante su incomodidad o por si tenía un futuro en este lado. ¿De veras la buena doctora había pronunciado el nombre de su gemelo? ¿O había sido una ficción de su mente fragmentada y embarullada?
No lo sabía. Pero importaba mucho.
En la periferia de su visión, vio muchas personas atendiéndola a su llegada a la casa, incluyendo a la doctora y al Rey Ciego. También había una hembra rubia de bella faz… y un guerrero de cabello oscuro al que la gente llamaba por el nombre de Tohrment.
Exhausta, Payne cerró los ojos, el parloteo de voces la llevó a un sueño a la deriva. No sabía cuanto pasó desmayada… pero lo que la había traído de vuelta fue la súbita consciencia de una nueva llegada dentro del espacio atestado.
El personaje era alguien a quien conocía muy bien y la aparición fue mayor fuente de sorpresa que la realidad de estar lejos de su madre.
Cuando Payne abrió los ojos, No'One se aproximó a ella, su cojera la llevaba a través del suelo liso, la capucha de su túnica le escudaba la cara de la vista. El Rey Ciego se erguía amenazadoramente tras la hembra, con los brazos cruzados sobre el pecho, con su hermoso perro rubio y su hermosa reina morena a ambos lados de él.
- Sea como sea… ¿estás aquí? -dijo Payne roncamente, consciente de que tenía más sentido en el interior de su cabeza del que sugerían sus palabras.
La Elegida caída parecía muy nerviosa, aunque cómo era eso exactamente evidente, Payne no estaba segura. Era algo sentido pero no visto, dado que la túnica negra de la Elegída la cubría absolutamente.
- Toma mi mano -dijo Payne-. Querría aliviarte.
No'One sacudió la cabeza bajo la capucha.
- Soy yo quien ha venido a aliviarte. -Cuando Payne frunció el ceño, la Elegida miro hacia atrás, a Wrath-. El rey me ha permitido alojarme en su casa para servir como tu doncella.
Payne tragó, pero su boca seca no ofreció ningún alivio a su garganta deshidratada.
- Nadie me sirve. Quédate aquí… pero sírvete a ti misma.
- De hecho… está eso también. -La suave voz de No'One se volvió tensa-. En verdad, tras tu partida del Santuario, me aproximé a la Virgen Escriba… y mi petición fue concedida. Tú me inspiraste a una acción largamente demorada. He sido una cobarde… pero ya no más, gracias a ti.
- Me… alegro… -Aunque lo de qué podía haber hecho para justificar tal motivación se le escapaba-. Y agradezco que estés aquí…
Con un empujón explosivo, la puerta de la esquina más alejada se abrió de golpe y un hombre vestido de cuero negro y oliendo enfermizamente a muerte entró en la habitación. Justo a sus talones estaba la médico privado y cuando él se detuvo de golpe, la mujer fantasmal le puso la mano sobre el hombro como para consolarle.
Los ojos de diamante del macho se fijaron en Payne y aunque no le había visto nunca, supo quién era él. Seguro como si estuviera viendo su propio reflejo.
Lágrimas inesperadas brotaron de sus ojos por lo que al fin sabía, él dejó de respirar.
- Vishous -susurró desesperadamente-. Oh, hermano mío…
Él estuvo a su lado en un destello, tomando forma directamente a su costado. Esa mirada increíblemente inteligente trazó sus rasgos y Payne tuvo la sensación de que sus expresiones eran tan idénticas como su coloración: su propia sorpresa e incomprensión estaban así mismo en los rasgos duros y apuestos de él.
Esos ojos… oh, esos ojos de diamante. Eran los suyos propios: los había visto devolverle la mirada en incontables espejos.
- ¿Quién eres tú? -dijo él ásperamente.
Bruscamente, sintió algo en su cuerpo siempre entumecido… y el peso increíblemente pesado se convirtió en una herida no física, sino en un desastre interno. Que no supiera quién era ella, que se les hubiera mantenido separados por medio de una mentira, era una tragedia que no podía soportar.
Su voz se volvió fuerte.
- Soy… tu sangre.
- Jesucristo… -Él alzó una mano revestida en un guante negro-. ¿Mi hermana…?
- Tengo que irme -dijo la doctora urgentemente-. La rotura en su espina dorsal está más allá de mi experiencia. Tengo que ir a buscar…
- Encuentra a ese condenado cirujano -gruñó Vishous con los ojos todavía fijos en los de Payne-. Encuéntrale y tráele aquí… no importa lo que cueste.
- No volveré sin él. Tienes mi palabra.
Vishous se volvió hacia la hembra y capturó su boca con un beso rápido y duro.
- Dios… te amo.
La cara fantasmal de la doctora se volvió sólida y se miraron fijamente el uno al otro.
- Vamos a salvarla, confía en mí. Volveré en el segundo en que pueda… Wrath me ha dado permiso y Fritz va a ayudarme a traer aquí a Manny.
- Puta luz del sol. Llega demasiado pronto.
- De todos modos quiero que permanezcas con ella. Tú y Ehlena tenéis que comprobar sus signos vitales. Y Xhex todavía está en estado crítico. Quiero que te ocupes de ellas.
Cuando él asintió con la cabeza, la médico desapareció en el aire y luego un momento después, Payne sintió una palma cálida abarcar la suya. Era la mano sin guante de Vishous contra la suya propia y la conexión entre ellos la alivió en modos que no podía nombrar.
En verdad, había perdido a su madre… pero si sobrevivía a esto, todavía tenía familia. En este lado.
- Hermana -murmuró él, no como una pregunta, sino la declaración de un hecho.
- Hermano mío -gimió ella… antes de que se le escapara la consciencia y vagara lejos.
Pero volvería a él. De un modo u otro, nunca volvería a abandonar a su gemelo.
Capítulo 69
Xhex despertó sola en la sala de recuperación y, sin embargo, sentía que John no estaba lejos.
La esperanza de encontrarlo le dio fuerzas para impulsarse hacia arriba y sacar las piernas de la cama. Mientras esperaba a que su corazón dejara de tamborilear por el esfuerzo, notó vagamente que su bata de hospital tenía corazones. Pequeños corazones rosas y azules.
Ni siquiera pudo reunir la energía suficiente para sentirse ofendida. El costado la estaba matando y sentía picor por toda la piel. Y tenía que llegar a John.
Mirando alrededor, vio que la IV en su brazo estaba conectada a una bolsa que colgaba del panel de control en la cabecera de la cama. Mierda. Lo que necesitaba era una de esas barras con ruedas que solían utilizar para ponerla. Podría haberle venido bien con el rollo del equilibrio vertical.
Cuando finalmente apoyó algo de peso en los pies, se sintió aliviada al descubrir que no se iba de morros a la primera. Y, tras un momento para orientarse, liberó la bolsa de fluidos y se la llevó con ella, dándose una palmada en la espalda por ser tan buena paciente.
Era algo así como un bolso de mano. Tal vez iniciara una nueva moda.
Tomó la puerta que daba directamente al pasillo, negándose a pasar a través del quirófano. Después de todo, el episodio con Doc Jane y el procedimiento de John la habían ayudado con su fobia, pero ya había tenido suficiente por el momento y lo último que necesitaba era meterse en otra operación… y sólo Dios sabía lo que le estaban haciendo a la pobre hembra que había sido introducida después de ella.
Xhex se detuvo con un pie en el pasillo.
John estaba al fondo, junto a la oficina, de pie fuera de la puerta de cristal y mirando la pared que había al otro lado. Sus ojos estaban fijos en las fisuras que corrían a través del hormigón y su rejilla emocional estaba apagada hasta el punto de que tuvo que agudizar sus instintos para captarla.
Estaba de luto.
No sabía a ciencia cierta si ella había sobrevivido o muerto… sin embargo, se sentía como si ya la hubiese perdido.
- Oh… John.
Giró la cabeza hacia ella.
Mierda, señaló con las manos, apresurándose hacia ella. ¿Qué estás haciendo fuera de la cama?
Xhex comenzó a caminar en su dirección, pero él llegó a ella primero, corriendo como si fuese a cogerla entre sus brazos.
Ella lo contuvo, sacudiendo la cabeza.
- No, estoy estable…
En ese momento, se le doblaron las rodillas y él fue todo lo que impidió que golpeara el suelo… cosa que le recordó cuando habían estado en aquel callejón y Lash la había apuñalado.
También en aquel momento había sido John quien la salvara de caer.
Con suave firmeza, la llevó de regreso a la sala de recuperación, ayudándola a volver a la cama y colgando de nuevo la bolsa de la IV.
¿Cómo te sientes?, señaló con las manos.
Ella lo miró fijamente, viendo todo lo que él era, el guerrero y el amante, el alma perdida y el líder… el macho vinculado que, no obstante, estaba dispuesto a dejarla marchar.
- ¿Por qué lo hiciste? -dijo ella a través de una garganta dolorida-. En aquel callejón. ¿Por qué me dejaste matarle?
Los vívidos ojos de John se clavaron en los suyos mientras se encogía de hombros. Quería que tuvieses eso. Era más importante para ti conseguir la… clausura, supongo que se llama así. Hay un montón de mierda en este mundo que nunca puede volver a arreglarse y tú te merecías esa satisfacción.
Ella rió un poco.
- En cierto y extraño modo… es lo más considerado que nunca nadie ha hecho por mí.
Un ligero rubor inundó las mejillas de él y se yuxtapuso a la cuadrada mandíbula, fue condenadamente atractivo. Pero bueno, ¿qué parte de él no lo era?
- Así que… gracias -murmuró.
Bueno, ya sabes… no eres exactamente el tipo de hembra al que un tío regalaría flores. En cierto modo eso limita mis opciones.
La sonrisa de Xhex se desvaneció.
- No podría haberlo hecho sin ti. Te das cuenta de eso. Tú lo hiciste posible.
John sacudió la cabeza.
La mecánica no importa. El trabajo se llevó a cabo del modo correcto, por la persona adecuada. Eso es lo que cuenta.
Lo recordó reteniendo a Lash tumbado, clavando al hijo de puta en la calzada para proporcionarle un mejor blanco. A falta de poner al bastardo en una bandeja de plata y meterle una manzana en la boca, John no podría haberle servido mejor a su secuestrador.
Le había entregado su enemigo. Había puesto las necesidades de ella por encima de las suyas propias.
Y al pensar en todos los altibajos de su relación, comprendió que esa era la única constante, ¿no? Él siempre la anteponía.
Ahora fue Xhex la que sacudió la cabeza.
- Creo que estás equivocado. La mecánica lo fue todo… lo es todo.
John sólo se encogió de hombros otra vez y miró hacía la puerta por la que la había traído de vuelta.
Escucha, ¿quieres que vaya a por Doc Jane o Ehlena? ¿Necesitas comida? ¿Ayuda para ir al baño?
Yyyyyyyyyyyyy ahí estaba otra vez.
Xhex se echó a reír… y, una vez empezó, no fue capaz de parar, incluso cuando su costado comenzó a gritar y le brotaron lágrimas rojas de los ojos. Sabía que John estaba mirándola como si hubiese perdido la cabeza y no podía culparlo. Ella también escuchaba la nota alta de histeria que salía de su boca… y mira tú por donde, no mucho después, ya no estaba riendo; estaba llorando.
Cubriéndose la cara con las manos, lloró hasta que no pudo respirar, la explosión emocional fue tan grande que no hubo forma de aspirarla o tratar de contenerla. Se vino abajo y, por una vez, no luchó contra el desenlace.
Cuando por fin llegó a la estación de Villa-control, se sorprendió por completo al encontrar una caja de pañuelos justo delante de ella… cortesía de la mano de John.
Sacó un pañuelo. Y luego volvió para coger un segundo y un tercero: después de este espectáculo, iba a hacer falta mucho más de uno.
Demonios, según esa teoría, tal vez debería utilizar las sábanas de la cama.
- John… -resopló mientras se secaba los ojos y eso, junto con todos los pequeños corazones que llevaba, prácticamente selló su estatus de blandengue-. Tengo que decirte algo. Algo que ha tardado largo tiempo en llegar… tanto tiempo. Demasiado.
Él se quedó tan inmóvil que ni siquiera parpadeaba.
- Dios, esto es tan duro. -Más del puñetero sorber por la nariz-. Nunca creerías que dos palabritas de nadas serían tan difíciles de decir.
La exhalación de John fue fuerte… como si alguien le hubiese golpeado en el plexo solar. Curioso, ella se sentía del mismo modo. Pero a veces, a pesar de las oleadas de nauseas y la sofocante sensación de asfixia, tenías que hablar de lo que había en tu corazón.
- John… -se aclaró la garganta-. Yo…
¿Qué? Vocalizó él. Sólo dímelo. Por favor…dilo sin más.
Ella enderezó los hombros.
- John Matthew… soy tan tonta.
Mientras él parpadeaba y parecía que su boca estuviera a punto de desencajarse, ella suspiró.
- Supongo que eso son tres palabras, ¿no?
Bueno, sí… eran tres palabras.
Dios, durante un segundo… John obligó a su cabeza a volver a la realidad… porque sólo en una fantasía ella le habría dicho alguna vez “te amo”.
No eres gilipollas, movió las manos. Tonta, quiero decir.
Ella sollozó un poco más y el sonido fue jodidamente adorable. Mierda, la visión de ella era adorable. Recostada contra las almohadas finas, con pañuelos arrugados a su alrededor y el rostro enrojecido, parecía tan frágil y encantadora, casi suave. Y él quería cogerla entre sus brazos, pero sabía que a ella le gustaba tener su espacio.
Siempre.
- Eso también lo soy. -Arrancó otro pañuelo pero, en vez de usarlo, lo dobló en cuadrados precisos, doblándolo por la mitad y luego cuarteándolo, luego hizo algunos triángulos hasta que no fue más que una cuña apretada entre sus dedos-. ¿Puedo preguntarte algo?
Lo que sea.
- ¿Puedes perdonarme?
John retrocedió. ¿Por qué?
- ¿Por ser una cabeza dura, narcisista, de mente cerrada y una pesadilla emocionalmente reprimida? Y no me digas que no lo soy. -Sorbió de nuevo por la nariz-. Soy una symphath. Soy buena leyendo a la gente. ¿Podrás perdonarme alguna vez?
No hay nada que perdonar.
- Estás tan equivocado.
Estoy acostumbrado a eso. ¿Has visto a los idiotas con los que vivo?
Ella rió y a él le encantó el sonido.
- ¿Por qué te has quedado conmigo a pesar de todo?… espera, tal vez conozco la respuesta a esa pregunta. No puedes elegir con quién te vinculas, ¿verdad?
Su voz triste se apagó.
Mientras los ojos de Xhex se quedaban clavados en el pañuelo de su mano, ella comenzó a deshacer lo que había hecho con él, abriendo las figuras que había formado y estirando las esquinas.
Él levantó las manos, comenzando a moverlas…
- Te amo -la mirada gris acerada se alzó hacia él-. Te amo y lo siento y gracias. -Rió en un estallido corto y duro-. Mírame, estoy siendo toda una dama.
El corazón de John latía tan fuerte contra sus costillas que casi miró hacia el pasillo para ver si una banda de música estaba desfilando por él.
La cabeza de Xhex se posó en las almohadas.
- Tú siempre has hecho lo correcto por mí. He estado tan envuelta en mi propio drama que no he sido capaz de aceptar lo que estaba pasando delante de mí todo el tiempo. O eso o era demasiado cobarde para hacer algo al respecto.
John estaba teniendo dificultades para creer lo que estaba oyendo. Cuando deseabas algo o a alguien tan profundamente como él la quería a ella, podías fácilmente traducir mal las cosas… incluso si estaban en tu lengua materna.
¿Qué pasa con tu final de partida?, movió las manos.
Ella respiró hondo.
- Creo que me gustaría cambiar mis planes.
¿Cómo? Oh, Dios, pensó, por favor di…
- Me gustaría que tú y yo fuésemos mi final de partida. -Se aclaró la garganta-. Es más fácil de cuadrar. Hazte a la idea y acabemos con todo el asunto de seguir viviendo. Pero soy una guerrera, John. Siempre lo he sido. Y si quieres tenerme… me gustaría luchar a tu lado -estiró la mano hacia él con la palma hacia arriba-. Entonces, ¿qué me dices? ¿Qué te parecería firmar con una symphath?
Joder. Bingo.
John cogió aquella mano suya y se la llevó a los labios, besándola con fuerza. Luego se la puso sobre el corazón y, mientras ella la mantenía allí, movió las manos, Pensaba que nunca me lo pedirías, so idiota.
Xhex se echó a reír otra vez y él sonrió con tanta fuerza que parecía tener las mejillas llenas de perdigones.
Con cautela, la apretó contra su pecho y la abrazó con cuidado.
- Dios, John… No quiero joderlo y tengo un historial malo en estas cosas, muy malo.
Él retrocedió y le apartó el sedoso y rizado cabello de la cara. Se la veía tan malditamente preocupada… no era así como quería que se sintiese en un momento como este.
Vamos a trabajar en ello. Ahora y en el futuro.
- Eso espero. Mierda, nunca te he dicho esto, pero yo tuve un amante una vez… no era como tú y yo, pero era una relación que iba más allá de la cuestión física. Él era un Hermano… era un buen macho. Nunca le conté lo que yo era, cosa que no fue nada justa. No pensé que fuera a descubrirse… y estaba completamente equivocada. -Negó con la cabeza-. Él intentó salvarme, lo intentó tan condenadamente duro. Terminó yendo a aquella colonia a por mí y cuando descubrió la verdad, simplemente… se perdió. Abandonó la Hermandad. Desapareció. Ni siquiera sé si todavía sigue vivo. Esa es la razón principal por la que he luchado contra esta… cosa… entre tú y yo. Perdí a Murhder y eso casi me mata… y no sentía por él ni la mitad de lo que siento por ti.
Eso era bueno, pensó John. No que hubiese tenido que pasar por todo eso… Cristo, de ninguna manera. Pero ahora el pasado de ambos tenía más sentido… y eso le hacía confiar más en donde se encontraban ahora.
Lo siento mucho, pero me alegro de que me lo hayas contado. Y yo no soy el que era. Iremos noche a noche y no miraremos atrás. Miraremos hacia delante, tú y yo. Miraremos hacia delante.
Ella se rió en un estallido silencioso.
- Creo que eso es todo lo que me faltaba por revelar, por cierto. Ya sabes todo lo que yo sé de mí.
De acuerdo… cómo decir esto, se preguntó él.
John alzó las manos y las movió lentamente.
Escucha, no sé si estarás de acuerdo con esto, pero hay una hembra en la casa, la shellan de Rhage. Es terapeuta y sé que algunos de los Hermanos han trabajado con ella para solucionar sus cosas. ¿Te la puedo presentar? ¿Y tal vez podrías hablar con ella? Es genial y muy discreta… y tal vez pueda ayudarte con el pasado, así como con el futuro.
Xhex respiró hondo.
- Sabes… llevo tanto tiempo viviendo con la mierda enterrada… y mira adónde me ha llevado. Soy idiota, pero no imbécil. Sí… me gustaría conocerla.
John se inclinó y presionó los labios contra los de ella, y luego se tendió a su lado. Su cuerpo estaba exhausto, pero su corazón estaba lleno de una alegría tan pura que era como la luz del sol que nunca más vería: era un cabrón mudo con un pasado desagradable y un trabajo nocturno que consistía en luchar contra el mal y sacrificar no-muertos. Y a pesar de todo eso… había conseguido a la chica.
Había conseguido a su chica, su verdadero amor, su pyrocant.
Por supuesto, no se engañaba a sí mismo. La vida con Xhex no iba a ser normal a mucho niveles… menos mal que él tenía controlado el lado salvaje.
- ¿John?
Él silbó una nota ascendente.
- Quiero emparejarme contigo. Correctamente emparejada. Como delante del rey y de todo el mundo. Quiero que esto sea oficial.
Bueno… sólo eso hizo que el corazón de John se detuviese.
Mientras se sentaba y la miraba, ella sonrió.
- Jesús, la expresión de tu cara. ¿Qué? ¿No pensaste que me gustaría ser tu shellan?
Ni en un millón de años.
Ella se apartó un poco por la sorpresa.
- ¿Y estabas de acuerdo con eso?
Era difícil de explicar. Pero lo que había entre ellos iba más allá de una ceremonia de emparejamiento o una espalda tallada o un intercambio de votos. No podía poner el dedo en el porqué de ello… pero ella era la pieza perdida de su rompecabezas, la duodécima en su docena, la primera y la última página de su libro. Y en algún nivel era todo lo que él necesitaba.
Todo lo que quiero eres tú. Sin importar cómo venga.
Ella asintió con la cabeza.
- Bueno, yo quiero el lote completo.
Él la besó de nuevo, suavemente, porque no quería hacerle daño. Luego se echó atrás y movió la boca.
Te amo. Y me encantaría ser tu hellren.
Ella se sonrojó. Realmente se sonrojó. Y eso lo hizo sentir como si fuera del tamaño de una montaña.
- Bueno, entonces está decidido -llevó la mano hasta la cara de él-. Vamos a emparejarnos ahora.
¿Ahora? Tal como… ¿ahora? Xhex… tienes problemas para mantenerte en pie.
Ella lo miró fijamente a los ojos y, cuando habló, su voz dolió… Dios… como dolía.
- Entonces, tú me sujetarías, ¿no es cierto?
Él trazó sus facciones con la yema de los dedos. Y mientras lo hacía, por alguna extraña razón, sintió los brazos del infinito envolviéndolos a los dos, abrazándolos… uniéndolos para siempre.
Sí, vocalizó. Yo te sujetaría. Siempre te sujetaré y te abrazaré, querida amante mía.
Mientras fusionaba sus bocas, pensó que esto era un voto para ella. Con ceremonia de emparejamiento o no… ese era su voto para su hembra.
Capítulo 70
L a tragedia les golpeó durante una brutal tormenta de invierno y en verdad, no fue solamente por el largo trabajo de la hembra en su cama de parturienta. La ruina tomó forma en el parpadeo de un ojo… y aún así las ramificaciones cambiaron el curso de sus vidas.
- ¡No!
El sonido del grito de Tohrment hizo que Darius levantara de repente la mirada del cálido y resbaladizo recién nacido que tenía entre las manos desnudas. Al principio no pudo ver que había ocurrido para causar tal alarma. Desde luego, había habido mucha sangre durante el parto, pero la hembra había sobrevivido a la llegada de su descendencia a este mundo. De hecho, Darius estaba en ese momento cortando el cordón y yendo a envolver al bebé para presentarlo.
- ¡No! ¡Oh, no! -La cara de Tohrment era cenicienta cuando extendió la mano - ¡Oh, querida Virgen Escriba! ¡No!
- ¿Por qué demonios estás…?
Al principio Darius no encontró sentido a lo que vio. Parecía… que la empuñadura de la daga de Tohrment sobresalía de las sábanas que cubrían la barriga todavía redondeada de la hembra.
Y sus pálidas y ahora ensangrentadas manos estaban cayendo lentamente del arma para yacer a sus costados.
- ¡La cogió! -dijo Tohrment sin aliento- De mi cinturón… Yo… fue tan rápido… Me agaché para cubrirla y… ella desenvainó la…
Los ojos de Darius se dirigieron a los de la hembra. Su mirada estaba fija en el fuego del hogar y una única lágrima le caía por la mejilla mientras la luz de la vida empezaba a abandonarla.
Darius volcó la tina de agua que había junto a la cama en su prisa por llegar hasta ella... por sacar la daga... por salvarla... por...
La herida que se había autoinfligido era mortal, a la luz de todo lo que había pasado durante el parto... y aún así Darius no pudo evitar intentar salvarla.
- ¡No abandones a tu hija! -le dijo, inclinándose con el bebé que se retorcía - ¡Has dado a luz a un bebé sano! ¡Levanta los ojos, levanta los ojos!
Mientras el sonido del agua goteando de la tina volcada parecía fuerte como un disparo, ninguna respuesta surgió de la hembra.
Darius sentía que su boca se movía y tenía la sensación de estar hablando pero, por alguna razón, todo lo que podía oír era el sonido del suave gotear de esa agua derramada mientras imploraba que la hembra permaneciera con ellos… por el bien de su hija, por la esperanza en el futuro, por las obligaciones que él y Tohrment estaban preparados para asumir con ella para que no estuviera nunca sola mientras buscaba como criar a lo que había traído al mundo.
Cuando sintió algo en sus pantalones, frunció el ceño y bajó la mirada.
- No es agua lo que cae al suelo. Es sangre. Suya.
- Oh, querida Virgen Escriba… -susurró.
En verdad, la hembra había escogido su camino y había sellado su destino.
Su último aliento fue apenas un estremecimiento y luego su cabeza cayó hacia un lado, con los ojos aparentemente todavía fijos en las llamas que lamían los leños... cuando de hecho, ya no veía nada y así sería para siempre.
El gemido de la recién nacida y ese goteo olvidado eran los únicos sonidos que se podían oír en la cabaña de Darius. Y de hecho, fue el lloriqueo plañidero de la pequeña lo que lo puso en movimiento, porque nada se podía hacer con la sangre derramada o la vida perdida. Agarrando la manta que se le había hecho a la pequeña, arropó cuidadosamente a la inocente y la sostuvo contra su corazón.
Oh, destino cruel que había dado lugar a éste milagro. ¿Y ahora qué?
Tohrment levantó la mirada de la cama de la parturienta y el ya frío cuerpo, sus ojos brillaban de horror.
- Sólo me di la vuelta un momento... que la Virgen Escriba me perdone... pero por un momento yo…
Darius sacudió la cabeza. Cuando intentó hablar, no tenía voz, así que apoyó la mano sobre el hombro del chico y apretó para ofrecerle consuelo. Mientras Tohrment se hundía bajo su propia piel, el aullido se volvió más fuerte.
La madre se había ido. La hija seguía aquí.
Darius se inclinó con la nueva vida que tenía entre los brazos y arrancó la daga de Tohrment del vientre de la hembra. La dejó a un lado y después cerró los párpados sobre esos ojos y tiró de una sábana limpia para taparle la cara.
- No irá al Fade -sollozaba Tohrment mientras apoyaba la cabeza en las manos-. Se ha condenado a sí misma…
- Fue condenada por los actos de los demás. -Y el mayor pecado de todos había sido la cobardía de su padre-. Estaba condenada desde mucho antes… Oh, destino despiadado, estaba condenada desde hacía tanto… Seguramente la Virgen Escriba cuidará de ella en su muerte con una gracia que no le fue concedida en vida.
Oh… maldito… maldito y cruel destino…
Mientras clamaba contra todo en su cabeza, Darius colocó a la pequeña más cerca del fuego porque le preocupaba el aire frío. Mientras entraban en el cálido círculo, la niña abrió la boca y buscó... y a falta de una alternativa mejor, le ofreció el dedo meñique para que chupara.
Con la tragedia todavía resonando como un alarido, Darius se fijó en los pequeños rasgos y observó como la pequeña extendía la mano hacia la luz.
Los ojos no eran rojos. Y en esa mano había cinco dedos, no seis. Y las articulaciones eran normales. Apartando brevemente la manta, comprobó los pies, la barriga y la pequeña cabeza... Y descubrió que el característico alargamiento del rostro y de las extremidades de los comedores de pecados no estaba presente.
El pecho de Darius clamó de dolor por la hembra que había llevado esta vida dentro de su cuerpo. Se había convertido en parte de ambos, de él y de Tohrment… si bien raramente hablaba y nunca sonreía, sabía que ella también se preocupaba de ellos.
Los tres habían sido una especie de familia.
Y ahora ella había dejado a esta pequeñita atrás.
Darius reacomodó los pliegues de la manta y se dio cuenta de que la tela que la envolvía era el único reconocimiento que había hecho la hembra del inminente nacimiento. Efectivamente, ella había hecho esta colcha en la que su nueva hija estaba envuelta. Fue el único interés que mostró por el embarazo... Probablemente porque sabía cuál sería el resultado.
Todo el tiempo, había sabido lo que iba a hacer.
Los grandes ojos de la pequeña lo miraron fijamente, frunciendo las cejas con concentración y con una premonición de graves problemas, Darius comprendió lo vulnerable que era éste paquete… abandonada a su propia suerte a la intemperie, moriría en cuestión de horas.
Tenía que hacer lo correcto por ella. Eso era todo lo que importaba.
Tenía que cuidarla y hacer lo mejor para ella. Había empezado con demasiado en su contra y ahora era huérfana.
Queridísima Virgen Escriba… haría lo mejor para ella así fuera su último acto en la tierra.
Se oyó un ruido de pies arrastrándose y cuando Darius miró sobre su hombro, vio que Tohrment había envuelto el cuerpo de la hembra en las sábanas y la había cogido en brazos.
- Me ocuparé de ella -dijo el muchacho. Solo… que su voz no era la de un chiquillo. Era la de un macho completamente adulto-. Yo… me ocuparé de ella.
Por alguna extraña razón, la forma en que sostenía su cabeza era lo único que Darius podía ver: La enorme y fuerte mano de Tohrment acunaba a la difunta como si todavía viviera, sosteniéndola cómoda contra su pecho.
Darius se aclaró la garganta y se preguntó preocupado si sus hombros eran lo suficientemente fuertes como para soportar esta carga. ¿Cómo podía seguir respirando... cómo seguiría latiendo su corazón... cómo daría el siguiente paso que fuera necesario?
Para ser sincero, había fracasado. Había liberado a la hembra pero, al final, le había fallado…
Buscó profundamente en su interior y se giró para enfrentar a su pupilo.
- El manzano…
Tohrment asintió.
- Sí. Eso es lo que pensé. Bajo el manzano. La llevaré allí ahora y al diablo con la tormenta.
No fue una sorpresa que el chico fuera a luchar contra los elementos para enterrar a la hembra. Sin duda necesitaba el esfuerzo físico para aliviar su pena.
- Disfrutará de las flores en la primavera y del sonido de las aves que revoloteen por sus ramas.
- ¿Qué hay del bebé?
- También cuidaremos de ella -Darius bajó la mirada a esa carita-. Dejándola con alguien que la cuide tal y como ella merece.
Desde luego no la podían mantener aquí. Se pasaban la noche fuera, luchando y la guerra no se detenía por las pérdidas personales.… La guerra no se detenía por nada ni por nadie. Además, ella necesitaba cosas que dos machos, sin importar cuánto lo intentaran, no podían proveer.
Necesitaba los cuidados de una madre.
- ¿Todavía es de noche? -preguntó Darius con voz ronca mientras Tohrment se dirigía a la puerta.
- Sí -dijo el macho mientras quitaba el cerrojo-. Y me temo que siempre lo será.
La puerta se abrió de golpe, de par en par, a causa del viento y Darius se curvó alrededor del bebé. Cuando la ráfaga pasó, bajó la mirada a la diminuta nueva vida.
Trazando sus rasgos con las puntas de los dedos, se preocupó por lo que los años venideros tendrían guardado para ella. ¿Serían más amables que las condiciones de su nacimiento?
Rezó porque así fuera. Rezó porque encontrara a un macho de valía que la protegiera y porque diera a luz pequeños y viviera de una forma tan normal como pudiera en su mundo.
Y él haría lo que pudiera para asegurarse de ello.
Incluyendo... Dejarla marchar.
Capítulo 71
Mientras la noche sustituía al anochecer sobre la mansión de la Hermandad, Tohrment, hijo de Hharm, se puso sus armas y sacó la chaqueta del armario.
No iba a salir a pelear, pero aún así se sentía como si fuera a enfrentarse a algún tipo de enemigo. E iba a ir solo. Le había dicho a Lassiter que se tranquilizara y se hiciera la manicura o alguna mierda de esas, porque hay algunas cosas que uno simplemente tiene que hacer por sí mismo.
El ángel caído sólo había asentido y le había deseado buena suerte. Como si supiera exactamente el tipo de anillo de fuego que Tohr iba a atravesar.
Dios, la sensación de que nada pillaba al tío por sorpresa casi era tan molesta como todo lo demás en él.
La cuestión era, sin embargo, que John había venido hacía como media hora a compartir las buenas noticias. Personalmente. El chaval sonreía tan ampliamente, que había muchas posibilidades de que su cara se quedara así congelada y eso era algo condenadamente fabuloso.
Mierda, la vida era tan extraña a veces. Y con demasiada frecuencia eso quería decir que pasaban cosas malas a las buenas personas. Sin embargo, no era éste el caso. A Dios gracias, no esta vez.
Y era difícil pensar en dos personas que se lo merecieran más.
Saliendo de su cuarto, Tohr atravesó a grandes pasos el pasillo de las estatuas. El feliz anuncio de la unión de John y su Xhex había revolucionado toda la casa, inyectado un muy necesitado chute en el brazo de todo el mundo. Especialmente de Fritz y los doggen, a los que les encantaba organizar una gran fiesta.
Y tío, a juzgar por el ruido de ahí abajo, estaban en plena vorágine de preparativos. O eso o los West Coast Choppers [23] estaban haciendo una Harley en el vestíbulo.
No. El zumbido no era de tunear una moto, sino de una flota de aspiradoras saliendo de paseo.
Haciendo una pausa, Tohr apoyó las manos en la balaustrada y bajó la vista al mosaico del manzano en flor. Mientras observaba a los doggen pasar sus aspiradoras sobre las ramas y el tronco, decidió que la vida era buena y justa en ocasiones. Verdaderamente lo era.
Y esa era la única razón por la que podía armarse de fuerzas para hacer lo que tenía que hacer.
Tras bajar por la grandiosa escalera trotando, saludó a los doggen mientras esquivaba sus idas y venidas y desapareció a través del vestíbulo. En el patio, inspiró hondo y reunió fuerzas. Tenía unas buenas dos horas antes de la ceremonia, lo cual estaba bien. No estaba seguro de cuánto tiempo le iba a llevar. Cerrando los ojos, disolvió sus átomos y tomó forma… en la terraza de su casa, el lugar donde él y su amada habían vivido durante unos buenos cincuenta años.
Cuando levantó los párpados, no miró la casa. En lugar de eso, echó la cabeza hacia atrás y registró el cielo nocturno por encima de los tejados. Las estrellas habían salido, su brillo trémulo se veía oscurecido por la luna que todavía no había alcanzado mucha altura.
¿Dónde estaban sus muertos?, se preguntó. ¿Cuáles entre esas luces diminutas eran las almas de los que había perdido? ¿Dónde estaban su shellan y su pequeño? ¿Dónde estaba Darius? ¿Dónde estaban todos aquellos cuyas botas todavía dispuestas habían abandonado el arduo camino para poder vivir tras la aterciopelada línea del Fade?
¿Veían lo que sucedía aquí abajo? ¿Veían lo que ocurría, lo bueno y lo malo?
¿Echaban de menos a aquellos que habían dejado atrás?
¿Sabían que se les añoraba?
Tohr bajó lentamente la cabeza y se preparó.
Sí, estaba en lo cierto… dolía de cojones sólo mirar el lugar.
Y la metáfora era jodidamente obvia: lo que estaba mirando era un agujero enorme en su casa, la puerta de cristal deslizante del antiguo cuarto de John había sido arrancada de su marco, el montón de nada que había dejado detrás debía querer decir algo.
Mientras la brisa soplaba, las cortinas que colgaban a un lado del marco ondularon suavemente.
Era tan obvio: la casa era él. El hueco era lo que quedaba tras haberla perdido… Wellsie.
Todavía le era difícil pensar su nombre. Mucho más pronunciarlo.
Al otro lado, había media docena de hojas de madera contrachapada junto a una caja de clavos y un martillo. Fritz los había traído en cuando Tohr le avisó del accidente, pero el doggen tenía órdenes estrictas de no ocuparse del asunto.
Tohr arreglaba su propia casa. Siempre.
Mientras avanzaba, las suelas de sus shitkickers hacían crujir los trozos de cristal roto sobre las baldosas, el crujido le siguió hasta el umbral de la puerta. Sacando un mando a distancia del bolsillo, lo apuntó hacia la casa y apretó el botón para desactivar la alarma. Se oyó un distante pip-pip, lo que quería decir que el sistema de seguridad había registrado la señal y ahora estaba apagado.
Era libre de entrar: los detectores de movimiento estaban desactivados y podía abrir cualquier puerta exterior o ventana del lugar.
Libre para entrar.
Sí.
En lugar de dar ese primer paso, fue hacia la madera contrachapada, cogió una de las hojas de dos por uno y la colocó sobre el dispositivo deslizante estropeado. Apoyando la cosa contra la casa, volvió a por lo clavos y el martillo.
Le llevó cerca de media hora tapar el hueco y cuando dio un paso atrás para inspeccionar el esfuerzo, pensó que parecía una mierda. El resto del lugar estaba inmaculado a pesar de que no había sido habitado desde… el asesinato de Wellsie: todo estaba asegurado y su antiguo servicio era lo suficientemente bondadoso como para echar un ojo al jardín y comprobar la casa una vez al mes… aunque se habían trasladado para servir a otra familia fuera de la ciudad. Lo divertido era que había intentado pagarles por lo que todavía hacían, ahora que estaba de vuelta en el mundo de los vivos, pero habían rechazado el dinero. Simplemente se lo habían devuelto con una nota amable.
Se imaginaba que todo el mundo llevaba luto a su manera.
Tohr dejó el martillo y los clavos que le quedaban encima del único tablón que no había utilizado y después se obligó a dar un paseo por fuera de la casa. Mientras la recorría, de vez en cuando miraba por las ventanas. Las cortinas estaban todas corridas, pero no obstante, su vista penetraba fácilmente a través de los pliegues de tela para ver todos los fantasmas que vivían tras los muros.
En la parte trasera, se vio sentándose a la mesa de la cocina, con Wellsie cocinando, los dos discutiendo sobre el hecho de que había dejado las armas sin guardar anoche. Otra vez.
Dios mío, ella le había hecho dar la vuelta dándole una palmadita en el trasero.
Y cuando llegó al salón, recordaba haberla cogido entre sus brazos y haberla hecho bailar mientras le canturreaba un vals al oído. Muy mal, por cierto.
Ella siempre se había movido de una forma tan fluida contra él, su cuerpo hecho para él y el suyo para ella.
Y en la puerta principal… recordó entrar llevando flores. Cada aniversario.
Sus favoritas habían sido las rosas blancas.
Mientras llegaba a la entrada y miraba hacia el garaje, se centró en el de la izquierda, el más cercano a la casa.
Del que Wellsie había sacado ese Range Rover por última vez.
Después del tiroteo, la Hermandad se había llevado el SUV y había dispuesto de él y Tohr ni siquiera quería saber lo que habían hecho con él. Nunca había preguntado. Nunca lo haría.
El aroma de su perfume y su sangre era demasiado para que él pudiera soportarlo ni siquiera hipotéticamente.
Sacudió la cabeza mientras clavaba los ojos en la puerta cerrada. Uno nunca sabía cual sería la última vez que veía a alguien. No sabía cuándo iba a tener lugar la última discusión o la última vez que se iban a tener relaciones sexuales o la última vez que los ibas a mirar a los ojos y a agradecer a Dios que estuvieran en tu vida.
¿Después de que se iban? Eso era en todo lo que podías pensar.
Día y noche.
Dirigiéndose a un lado del garaje, encontró la puerta que estaba buscando y tuvo que empujar con el hombro para abrirla.
Mierda… Todavía olía igual: el olor seco del hormigón, el del dulce aceite del Corvette, el persistente del combustible de la segadora y de la desbrozadora. Accionó un interruptor. Cristo, el lugar era como un museo de hace mucho, mucho tiempo; reconocía los objetos de un cierto tipo de vida, podía extrapolar su utilidad… pero maldito ahora si tenían un lugar en su vida.
A centrarse.
Se dirigió hacia la casa y encontró las escaleras hacia el segundo piso. El ático sobre el garaje estaba completamente acabado y cálido, lleno de una combinación ecléctica de baules de 1800, cajas de madera del siglo veinte y contenedores Rubbermaid del veintiuno.
En realidad no miró lo que había venido a buscar, sino que sacó el contenedor donde siempre había estado guardado y se llevó a cuestas el viejo baúl ropero LouisVuitton escaleras abajo.
Sin embargo no podía desmaterializarse, maldita sea.
Iba a necesitar un coche. ¿Por qué no había pensado en eso?
Mirando por encima del hombro, vio el Ray Sting del 64 que había restaurado él mismo. Se había pasado horas con el motor y la carrocería, incluso durante el día algunas veces, lo cual había vuelto loca a Wellsie.
- Vamos, cariño, ¿cómo va a salir volando el techo?
- Tohr, te lo advierto, me estás calentando.
- Mmm, qué tal si caliento un poco más…
Mantuvo los ojos cerrados con fuerza y apartó los recuerdos. Yendo hacia el coche, se preguntó si la llave estaría todavía en el…
Bingo.
Abrió la puerta del conductor y se deslizó tras el volante.
La capota estaba bajada como siempre, porque en realidad no cabía en él con la capota en su lugar. Pisando con la bota izquierda el embrague, giró la llave y… El rugido que surgió del maldito fue como si llevara mucho tiempo esperando y estuviera cabreado por haber sido ignorado, muchas gracias. Medio depósito. El nivel de aceite estaba bien. El motor giraba perfectamente sincronizado.
Diez minutos más tarde, conectó de nuevo la alarma y salió del garaje con el baúl LV amarrado a la parte trasera del descapotable.
Asegurar la cosa había sido fácil; había puesto una manta sobre la pintura, había asegurado el peso en la parte alta del maletero y lo había atado de todas las formas posibles. De todas formas iba a tener que ir despacio. Lo cual estaba bien. La noche era fría y las puntas de las orejas se le iban a quedar tiesas antes de recorrer un kilómetro. Pero la calefacción estaba soltando tantos julios como una hoguera y el volante era agradable y sólido bajo sus palmas. Mientras volvía a la mansión de la Hermandad, tuvo la sensación de haber atravesado una prueba mortal. Y aún así no sentía ningún triunfo tras haberla superado. Sin embargo, estaba decidido. Y como había dicho Darius, preparado para mirar hacia delante.
Al menos cuando fuera a matar al enemigo.
Sí, esperaba con mucha ilusión esa parte. Empezando por esta noche, era todo por lo que tenía que vivir y estaba más que preparado para cumplir con sus obligaciones.
Capítulo 72
Ll evaron a la pequeña a su nueva casa a lomos de caballos de guerra. La familia que la adoptaría vivía muchos pueblos más allá y Darius y Tohrment viajaron la noche siguiente al nacimiento completamente armados, conscientes de todas las formas en que podían ser detenidos por el camino. Cuando llegaron a la casita que buscaban, no era distinta a la de Darius, con techo de paja y muros de piedra. Los árboles circundantes ofrecían protección de las inclemencias del tiempo y el granero de la parte de atrás tenía cabras, ovejas y establos con vacas lecheras en sus comederos.
El hogar incluso tenía un doggen, como había averiguado Darius la tarde anterior cuando había visitado a esta modesta pero próspera familia. Por supuesto, no le habían presentado a la hembra de la casa en ese momento. No recibía y él y su macho habían hablado de la cuestión privada en el porche delantero.
Cuando él y Tohrment tiraron de las riendas, los caballos se detuvieron con estrépito y se negaron a quedarse parados. Desde luego, los enormes sementales estaban criados para la lucha, eran impacientes y, después de que Darius desmontara, su protegido se las arregló para contener a los dos animales sólo a base de verdadera fuerza muscular.
Cada milla que habían recorrido de camino a este final, Darius la había pasado repensándose la elección, pero ahora que habían llegado, supo que era aquí donde tenía que estar la niña. Se acercó a la puerta con su preciada carga y fue el señor de la casa quien abrió el sólido portal. Los ojos del macho brillaban a la luz de la luna, pero no había alegría en ellos. En efecto, una pérdida demasiado familiar había golpeado su virtuoso hogar… así era como Darius los había encontrado.
Los vampiros mantenían el contacto a través de las montañas y los valles, de la misma forma en que lo hacían los humanos: compartiendo historias y pesares.
Darius saludó con la cabeza al caballeroso macho a pesar de su propio alto rango.
- Saludos en esta noche fría.
- Saludos, sire. -El macho hizo una reverencia muy marcada y cuando se irguió su mirada se posó en el pequeño bulto-, sin embargo, empieza a caldearse.
- Ciertamente. -Darius desdobló la parte superior de la envoltura y miró una vez más a la pequeña cara. Sus ojos, esos arrebatadores ojos gris acero, le miraban.
- ¿Le importa… revisarla primero?
Se le quebró la voz, ya que no quería que ningún juicio se cerniera sobre la pequeña, ahora o nunca… y ciertamente había hecho todo lo que había podido para asegurarse de ello. En realidad, no había compartido las circunstancias de su concepción con el macho. ¿Cómo hubiera podido?¿Quién la habría querido aceptar? Y ante la falta de los llamativos rasgos de su otra mitad, nadie lo sabría jamás.
- No necesito inspeccionarla -El caballeroso macho sacudió la cabeza-, es una bendición que llenará los brazos vacíos de mi shellan. Dijo usted que estaba sana y eso es todo lo que necesito saber.
Darius exhaló un suspiro que no había sido consciente de estar conteniendo y continuó mirando al bebé.
- ¿Está seguro que quiere dejarla aquí? -dijo suavemente el caballeroso macho.
Darius miró hacia atrás, a Tohrment. Los ojos del macho ardían mientras fingía inspeccionar su semental. Su cuerpo de guerrero enfundado en cuero negro, sus armas sujetas a las correas que le cruzaban el pecho y a la montura. Su apariencia era un heraldo de la guerra, de la muerte y de la sangre derramada.
Darius era consciente de que él mismo presentaba una imagen similar, se volvió hacia el caballeroso macho y se aclaró la garganta.
- ¿Me permite una licencia?
- Sí, sire. Por favor, coged cualquier cosa que deseéis.
- Yo… deseo impartirle su nombre.
El caballeroso macho asintió una vez más.
- Ese sería un gesto muy amable y bienvenido.
Darius miró por encima del hombro del civil a la puerta de la casita que había sido cerrada para evitar el frío. Dentro, en algún lugar, había una hembra junto a una cuna, de luto por la pérdida de su bebé.
A decir verdad, él mismo experimentaba algo de esa vasta sombra de oscuro vacío mientras se preparaba para entregar a otro lo que llevaba en sus brazos. Siempre echaría de menos una parte de su corazón cuando se alejara a caballo de esta cañada arbolada y esta familia destrozada que ahora estaría completa, pero la pequeña se merecía todo el amor que la aguardaba de ahora en adelante.
La voz de Darius resonó, declarando.
- Se la llamará Xhexania.
El caballeroso macho asintió de nuevo.
- ¡Bendita sea!, sí, le encaja hermosamente.
Se produjo una larga pausa durante la cual Darius continuó mirando a esa cara angelical. No sabía cuando la volvería a ver. Esta familia, que era la de ella ahora, no necesitaba a dos guerreros supervisándola… y mejor que no se entrometieran ¿Dos luchadores visitando este lugar regularmente? Bien podrían levantarse dudas y preguntas y los porqués y los quizás pondrían en peligro el secreto que había rodeado su concepción y nacimiento.
Para protegerla, tenían que desaparecer de su vida y asegurarse así que crecía con normalidad.
- ¿Sire? -preguntó el caballeroso macho mansamente-. ¿Estáis seguro que deseáis hacer esto?
- Lo siento. Por supuesto… estoy muy seguro. -Darius sintió como su pecho ardía mientras se inclinaba hacia adelante y colocaba a la pequeña en los brazos del extraño.
Ahora su padre.
- Gracias… -la voz del macho se quebró cuando aceptó el pequeño paquete-. Gracias por la luz que habéis traído a nuestra oscuridad. En verdad, ¿no hay nada que podamos hacer por vos?
- Sed… sed buenos con ella.
- Lo seremos -el macho ya se alejaba, se giró e hizo una pausa-. No vais a volver nunca más, ¿verdad?
Mientras negaba con la cabeza, Darius no podía apartar los ojos de la tela envuelta que la joven madre había hecho.
- Es tan vuestra como si fuera de vuestra sangre. Debemos dejarla aquí a vuestro buen cuidado y confiamos en que la trataréis bien.
El caballeroso macho se adelantó y tocó el brazo de Darius. Con un apretón le ofreció conmiseración y consuelo.
- Habéis puesto vuestra confianza en nosotros sabiamente y sabed que siempre seréis bienvenidos aquí para verla.
Darius inclinó la cabeza.
- Os lo agradecemos, que la Virgen Escriba os colme de gracia a vos y a los vuestros.
- Lo mismo os deseo.
Con esto, el caballeroso macho atravesó la puerta y entró en su hogar. Alzando la palma de la mano a modo de despedida, cerró la puerta y entró en su casita.
Los sementales resoplaban y golpeaban los cascos, Darius rodeó la casa y miró a través de las vidrieras emplomadas esperando ver…
Por encima del fuego del hogar, sobre una cama de limpias sábanas, una mujer descansaba con la cara vuelta hacia la calidez de las llamas. Estaba pálida como las sábanas que la cubrían, y sus vacíos ojos le recordaron la tragedia de la hembra que había pasado al Fade ante su propia chimenea.
La shellan del caballeroso macho no se sentó ni miró a su hellren cuando éste entró en la habitación y por un momento, Darius pensó que había cometido una equivocación.
Pero la pequeña debió hacer algún ruido, porque la cabeza de la hembra se irguió de repente.
Cuando se percató del pequeño fardo que le era presentado, su boca se abrió y la confusión y el sobrecogimiento se filtraron en sus preciosos rasgos. Bruscamente, apartó el cobertor de sus brazos y los extendió hacia el bebé. Le temblaban tanto las manos, que su hellren tuvo que acercarle el bebé contra el corazón… pero ella sostuvo adecuadamente y por sí misma a su hija recién nacida.
Fue el viento el que hizo que a Darius se le humedecieran los ojos. En verdad, fue el viento.
Se pasó la mano por la cara y se dijo a sí mismo que todo estaba bien y así era como debería seguir… a pesar de sentir un gran dolor en el pecho.
Tras él, su montura dejó escapar un bramido y se levantó sobre sus patas delanteras resistiéndose a las riendas, sus enormes cascos golpearon la tierra. Ante el ruido, la hembra en la habitación levantó la vista alarmada y acunó de cerca a su precioso regalo, como si necesitara proteger al bebé.
Darius giró y buscó a su corcel a ciegas. Con un salto, montó en la grupa de la enorme bestia, tomando el control del animal, refrenando la fuerza y la cólera que había crecido en cada uno de sus músculos y huesos.
- Debemos dirigirnos a Devon -dijo Darius, necesitando un propósito distinto al de respirar o el latir de su corazón-. Hay informes de lessers.
- Sí -Tohrment volvió la mirada hacia atrás a la casa- pero,¿estás… del humor adecuado para luchar ahora?
- La guerra no espera a que ningún macho alivie su mente. Ciertamente, algunas veces es mejor estar loco.
Tohrment asintió.
- Adelante, hacia Devon entonces.
Darius dio rienda suelta a su semental y el caballo de guerra salió como una ráfaga de su forzosa parada, galopando entre los bosques, a toda velocidad. El viento en la cara de Darius secó sus lágrimas, pero no curó el dolor de su pecho.
Se preguntó mientras cabalgaba de vuelta hacia la guerra si alguna vez volvería a ver al bebé. Pero sabía la respuesta. No se cruzarían sus caminos. ¿Cómo podrían? ¿En qué giros y vueltas la vida podría unirlos de nuevo?
Ciertamente, desafiaba al destino, ¿o no?
Oh, pequeñita. Mal engendrada, pero nunca olvidada.
Siempre llevaría con ella un pedazo de su corazón.
Capítulo 73
Más tarde Xhex pensaría que las cosas buenas, como las malas, llegan de tres en tres.
Simplemente nunca antes había tenido aquella experiencia en particular… no con las tres cosas, sino con la parte “buena”.
Gracias a la sangre de John Matthew y al trabajo de Doc Jane, estaba levantada y dando vueltas por ahí la noche después del encontronazo con Lash y sabía que estaba volviendo a su normalidad porque se había puesto sus cilicios de nuevo. Y se había cortado el cabello. Y había estado en su casa en el río Hudson para recoger su ropa y armas.
Y pasado casi… cuatro horas haciendo el amor con John.
También se había encontrado con Wrath y al parecer tenía un nuevo trabajo: el gran Rey Ciego la había invitado a unirse a los Hermanos en la lucha. A la estela de su sorpresa inicial, él había afirmado que sus habilidades eran muy necesarias y bienvenidas en la guerra… y caramba, sí, ¿matar algunos lessers?
Gran. Idea. Se apuntaba totalmente a eso.
Y hablando de apuntarse, se había trasladado como Dios manda a la habitación de John. En su armario, los pantalones de cuero y las camisetas de ella estaban colgados junto a los de él y las shitkickers estaban alineadas juntas y todos los cuchillos, pistolas y otros juguetitos de ella estaban ahora guardados en el armario a prueba de fuego de John.
Incluso sus municiones estaban apiladas juntas.
Resultaba espeluznante lo increíblemente romántico que era.
Así que, sí, lo normal.
Excepto… bueno, excepto por el hecho de que había quedado reducida a sentarse en esta gran cama, frotándose las manos sobre los pantalones durante la última media hora. John estaba llevando a cabo una sesión en el centro de entrenamiento antes de su ceremonia y ella estaba encantada de que estuviera ocupado en otro sitio.
No quería que la viera así de nerviosa.
Porque resulta, que además de la fobia a las gilipolleces médicas, había otro fallito en su cableado. La idea de permanecer ante una tonelada de personas y ser el foco de atención durante su emparejamiento la hacía querer vomitar. Sin embargo, suponía que no debería haber sido una gran sorpresa. Después de todo, en su trabajo como asesina, el punto central era pasar inadvertida. Y llevaba mucho siendo una gran introvertida tanto por circunstancias como por carácter.
Retrocediendo hacia las almohadas, se reclinó contra la cabecera, cruzó las piernas por los tobillos y echó mano al mando a distancia. El pequeño modelo Sony negro cumplió su cometido con admirable elegancia, encendiendo la pantalla plana y cambiando los canales hasta que parpadearon tan rápido como los latidos de su corazón.
No era sólo el hecho de que fuera a haber tantos testigos en su ceremonia y de John. Era porque casarse la hacía pensar en como tendrían que haber sido las cosas si hubiera tenido una vida normal. En noches como esta, muchas hembras iban ataviadas con vestidos largos hechos expresamente para la ocasión y cubiertas con las joyas de la familia. Ansiarían ser entregadas a sus prometidos por sus orgullosos padres y sus madres se suponía que estarían lloriqueando tanto entonces como cuando los votos fueran intercambiados.
Xhex, al contrario, recorrería el pasillo por sí misma. Vistiendo pantalones de cuero y una camiseta de manga corta, porque esa era toda la ropa que siempre había poseído.
Mientras los canales de televisión parpadeaban ante sus ojos, la distancia entre ella misma y la “normalidad” parecía una brecha tan enorme como lo era su propia historia: no habría recuperación del pasado, ni correcciones de los picos y valles de su vida. Todo, desde su sangre mezclada, pasando por la bondadosa pareja que había criado a una pesadilla, hasta todo lo que le había ocurrido desde que había abandonado aquella granja… todo ello estaba escrito en la fría piedra del pasado.
Nada cambiaría.
Por lo menos sabía que los maravillosos macho y hembra que habían intentado sacarla a flote como si fuera de ellos habían tenido finalmente un bebe de su propia línea de sangre, un hijo que había crecido fuerte y se había emparejado bien, dándoles una nueva generación.
Todo aquello había hecho que dejarlos fuera mucho más fácil.
Pero todo lo demás en su vida, excepto por John, no había tenido un final feliz. Dios, quizás esa fuera la causa de sus nervios también. Este asunto del emparejamiento con John era como una revelación, demasiado buena para ser verdad.
Frunció el ceño y se puso recta. Luego se frotó los ojos.
No podía estar viendo de verdad lo que había en la pantalla.
No era posible… ¿lo era?
Luchando por encontrar el botón correcto del mando, subió el volumen.
- …el fantasma de Rathboone ronda los salones de su mansión de la Guerra Civil. ¿Que secretos aguardan a nuestro equipo de Investigación Paranormal mientras tratan de descubrir…?
La voz del narrador se desvaneció del audio mientras la cámara se acercaba más y más hacia un retrato de un varón de cabello oscuro y ojos embrujados.
Muhder.
Reconocería aquella cara en cualquier parte.
Levantándose de un salto, se abalanzó hacia la TV… ¿pero cómo iba a ayudarla aquello?
La cámara retrocedió en una panorámica para mostrar una preciosa sala y luego vistas rápidas de los campos de la casa blanca de una plantación. Estaban hablando de algún tipo de especial en directo… durante el cual iban a intentar sacar de su escondrijo al fantasma de un abolicionista de la Guerra Civil que aún seguía rondando las salas y campos donde una vez había vivido.
Sintonizando con el comentarista otra vez, intentó captar desesperadamente donde estaba localizada la mansión. Quizás podría…
En las afueras de Charleston, Carolina del Sur. Allí era donde estaba.
Andando hacia atrás, golpeó la cama con las pantorrillas y se sentó. Su primer pensamiento fue trasladarse allí y ver por sí misma si era su antiguo amante o un fantasma real o solo algún talentoso productor de televisión haciendo mucho ruido.
Pero la lógica anuló el impulso. La última vez que había posado sus ojos en Muhder, él había dejado claro que no quería tener nada que ver con ella. Además, sólo porque hubiera una antigua pintura al óleo que se parecía al macho no quería decir que él estuviera dedicándose a descansar en aquella vieja mansión y jugando a Casper.
Aunque era un retrato asombroso. Y en realidad aterrorizar humanos haciendo ruidos era justo lo que le iba.
Mierda… Le deseaba lo mejor. Por completo. Y si no estuviera convencida de que sería tan mal recibida como el secreto que debería haberle contado tras haberse liado con él, habría hecho el viaje.
El hecho era, sin embargo, que algunas veces lo mejor que podías hacer por alguien era permanecer alejado de él. Y ella le había dado su dirección en el Hudson. Él sabía donde encontrarla.
Dios, aún así esperaba que estuviera bien.
El golpe en la puerta la hizo girar la cabeza.
- ¿Sí? -dijo
- ¿Es eso un entra? -preguntó una profunda voz masculina.
Se puso de pie y frunció el ceño, pensando que seguro como el demonio que no sonaba como un doggen.
- Sí, no está cerrado.
La puerta se abrió de par en par para revelar… un baúl… como un baúl ropero. Un baúl ropero Louis Vuitton para ser más exactos. Y asumió que el tipo que lo abrazaba era un Hermano… dadas las shitkickers y los pantalones de cuero que asomaban por debajo.
A menos que Fritz hubiera renunciado al estilo de vida Vanilla [24] por algo sacado del libro de jugadas de V. Y hubiera ganado unos cincuenta kilos.
El LV bajó lo suficiente como para proporcionarle una clara vista de la cara de Torhmnet. La expresión del Hermano era seria, pero claro, él no era del tipo Sonrisa Profident [25]. Nunca lo había sido… y dado donde lo había llevado la vida, nunca jamás lo sería.
Él se aclaró la garganta y luego inclinó la cabeza hacia lo que llevaba contra el pecho.
- Te he traído algo. Para tu emparejamiento.
- Um… bueno. John y yo no tenemos lista de regalos en ningún sitio. -Le hizo señas para que entrara-. No es que Crate y Barrel [26] venda armas. Pero gracias.
El Hermano atravesó el umbral y dejó el baúl. Tenía metro y medio de alto por uno de ancho y parecía ser del tipo que se abría por la mitad.
En el silencio que siguió, los ojos de Tohrment se deslizaron sobre su cara y una vez más Xhex tuvo la extraña sensación de que el tipo sabía mucho sobre ella.
Él se aclaró la garganta.
- Es costumbre para el emparejamiento de una hembra que la familia de la novia le brinde vestiduras para la ceremonia.
Xhex frunció el ceño de nuevo. Después movió lentamente la cabeza de un lado a otro.
- Yo no tengo familia. No de verdad.
Dios, aquella seria y conocedora mirada suya estaba dejándola helada… y con un estremecimiento, su lado symphath se extendió para ensartarse a través de la rejilla de él, valorando y midiendo.
Vale. Esto no tenía sentido. El resonante dolor, orgullo, tristeza y alegría que él estaba sintiendo… sería razonable sólo si la conociera. Y por lo que ella sabía, eran dos extraños.
Para encontrar la respuesta, intentó penetrar en su mente y sus recuerdos… pero él estaba bloqueando el intento de entrar en su mente. En vez de una lectura de sus pensamientos… todo lo que obtuvo fue una escena de Godzilla contra Mothra.
- ¿Quien eres tú para mi? -susurró Xhex.
El Hermano señaló con la cabeza hacia el baúl.
- Te he traído… algo que ponerte.
- Bueno, sí, pero el por qué es lo que más me interesa. -Vale, aquello sonaba ingrato, pero los modales nunca habían sido su fuerte-. ¿Por que ibas a molestarte?
- Las razones concretas no son relevantes, pero son bastante buenas. -Lectura: No iba a entrar en el tema-. ¿Me dejarías mostrártelo?
Normalmente, esto sería un no-voy para ella a muchos niveles, pero este no era un día normal ni ella estaba en un estado de ánimo normal. Y tenía la extraña sensación… de que él la estaba protegiendo con su bloqueo mental. Protegiéndola de una serie de hechos que temía le heriría el corazón.
- Vale. De acuerdo. -Cruzó los brazos sobre el pecho, sintiéndose incomoda-. Ábrelo.
Las rodillas del Hermano crujieron cuando se arrodilló ante el baúl y sacó una llave de latón del bolsillo trasero. Sonó un chasquido y luego él soltó los pestillos de arriba y abajo y se colocó detrás del baúl.
Pero no lo abrió. En lugar de eso, sus dedos recorrieron el baúl con reverencia… y su rejilla emocional casi se colapsó por el dolor que estaba sintiendo.
Preocupada por su salud mental y el sufrimiento que lo atravesaba, ella levantó una mano para detenerlo.
- Espera. ¿Estás seguro de que quieres…?
Él abrió el baúl, empujando las dos mitades.
Metros de satén rojo… metros de satén de un profundo rojo sangre se derramaron de los confines del LV, cayendo sobre la alfombra.
Era un auténtico vestido de emparejamiento. La clase de vestido que pasaba de hembra a hembra. La clase de vestido que te robaba la respiración incluso si no eras una chica hiper-mega-femenina.
Los ojos de Xhex saltaron al Hermano. Él no estaba mirando lo que había traído para ella. Su mirada estaba fija en la pared de la habitación, su expresión era de tolerancia, como si lo que estaba haciendo lo estuviera matando.
- ¿Por qué me traes esto? -susurró ella, reconociéndolo por lo que tenía que ser. Sabía poco del hermano, pero era bien consciente de que su shellan había sido tiroteada por el enemigo. Y esto tenía que ser el vestido de emparejamiento de Wellesandra-. Esto es una agonía para ti.
- Porque una hembra debería tener un vestido adecuado para recorrer… el…-Tuvo que aclararse la garganta una vez más-. Este vestido fue llevado la última vez por la hermana de John el día de su emparejamiento con el rey.
Xhex entornó los ojos.
- ¿De manera que esto es de parte de John?
- Si -dijo él con aspereza.
- Estás mintiendo… quiero decir sin faltar al respeto, pero no me estás diciendo la verdad. -Echó un vistazo a todo aquel rojo satén-. Es increíblemente hermoso. Pero simplemente no puedo entender por qué apareces aquí justo ahora, esta noche y te ofreces a dejar que lo lleve… porque tus emociones son muy personales en este momento y lugar y ni siquiera puedes mirarlo.
- Como dije mis razones son privadas. Pero sería… un honor que lo llevaras en tu emparejamiento.
- ¿Por qué es tan importante para ti?
Una voz femenina los interrumpió.
- Porque él estaba allí en el mismo principio.
Xhex giró en redondo. En el quicio de la puerta, de pie entre las jambas, había una figura negra encapuchada y su primer pensamiento fue que era la Virgen Escriba… sólo que no había luz brillando bajo las ropas.
Su segunda idea fue que la rejilla de esta mujer… era un calco de la de la propia Xhex.
Hasta el punto de que era idéntica.
La figura cojeó hacia delante y Xhex se encontró retrocediendo y tropezando con algo. Mientras se caía, intentó equilibrarse con la cama y falló, aterrizando en el suelo de culo.
Sus rejillas eran absolutamente idénticas, no en términos de emociones, sino en la construcción en sí misma. Idénticas… como debían ser las de madre e hija.
La hembra se llevó las manos a la capucha y lentamente levantó aquello que le cubría la cara.
- Jesús… Cristo
La exclamación llegó de Tohrment y el chasquido de su voz desplazó los ojos gris acerado de la hembra hacia él. Ella le hizo una reverencia lenta.
- Tohrment… hijo de Hharm. Uno de mis salvadores.
Xhex fue vagamente consciente de que el Hermano se abrazaba al baúl, como si sus rodillas hubieran decidido tomarse unas vacaciones por su cuenta. Pero lo que la preocupaba de verdad eran las facciones que habían sido reveladas. Eran tan parecidas a las suyas, mas redondeadas, cierto… más delicadas, sí… pero la estructura ósea era la misma.
- Madre… -jadeó Xhex.
Cuando los ojos de la hembra volvieron atrás, realizaron la misma rutina de buscar-y-memorizar sobre la cara de Xhex.
- En verdad… eres hermosa.
Xhex se tocó la mejilla.
- ¿Cómo…?
La voz de Tohrment estaba llena de sorpresa cuando exigió.
- Si… ¿cómo?
La hembra avanzó un poco más con aquella cojera… y Xhex quiso saber quién o qué le había hecho daño. Aunque nada de esto tenía sentido… le habían dicho que su auténtica madre había muerto dándola a luz, por dios… no quería que ningún daño o siquiera tristeza le aconteciera jamás a esta adorable criatura de la túnica.
- La noche de tu nacimiento, hija mía, yo… yo fallecí. Pero cuando intenté entrar en el Fade, no se me permitió el paso. La Virgen Escriba, sin embargo, en toda su gracia, me permitió recluirme en el Otro Lado y allí he permanecido hasta ahora, sirviendo a las Elegidas como penitencia por mi… muerte. Todavía estoy al servicio de una Elegida y he venido aquí, a este lado, para ocuparme de ella. Pero… en realidad, he llegado hasta este plano para verte finalmente en persona. Te he observado largo tiempo y rezado por ti desde el Santuario… y ahora que te veo, descubro… soy bien consciente de lo mucho que tienes que considerar y debes querer explicaciones y estar enojada por… Pero si pudieras abrirme tu corazón, me gustaría forjar… un cariño. Puedo entender que es demasiado poco, demasiado tarde…
Xhex parpadeó. Por patética que eso la hiciera, fue todo lo que pudo hacer… aparte de absorber el increíble pesar de la hembra.
Al final, en un intento de entender algo, lo que fuera, intentó penetrar en la mente de la figura embozada que tenía ante ella, pero no pudo llegar muy lejos. Algunos pensamientos vagos o recuerdos, como los de Tohrment, estaban bloqueados a su percepción. Tenía el contexto emocional, pero ningún detalle.
Sabía, sin embargo, que la hembra decía la verdad.
Y aunque había habido muchas veces en que se había sentido abandonada por quien la había dado a luz, no era estúpida. Las circunstancias de su concepción, dado quien había sido su padre, no podían haber sido felices.
Más bien horrendas.
Xhex siempre había sentido que debía haber sido una maldición para la madre que la había dado a luz y ¿ahora que se encontraba con ella cara a cara? No sentía acritud hacía la inmóvil y tensa figura frente a ella.
Xhex se puso de pie y mientras se levantaba sintió la absoluta desesperación e incredulidad de Tohrment y probó de aquello por sí misma. Pero no daría la espalda a esta oportunidad… al regalo que el destino le había ofrecido la noche de su emparejamiento.
Caminó lentamente sobre la alfombra. Mientras se acercaba a su madre, notó que la otra hembra era mucho más pequeña que ella y más bajita de estatura y más tímida por naturaleza.
- ¿Cual es tu nombre? -preguntó Xhex con voz ronca.
- Yo soy…No’One -fue la respuesta-. Soy No’One…
Un agudo silbido hizo girar todas las cabezas hacia la puerta. John estaba de pie justo dentro de la habitación, con su hermana la reina a su lado y en la mano una pequeña bolsa roja con MARCUS REINHARDT, JOYEROS. EST 1893 impreso sobre ella.
Estaba claro que no había salido a un entrenamiento. Había ido con Beth al mundo humano… a por un anillo de emparejamiento.
Xhex recorrió la asamblea con la mirada y vio el cuadro que formaban: Tohrment con el baúl LV, John y Beth en el umbral. No’One cerca de la cama.
Recordaría este momento todos los días de su vida. Y aunque había más preguntas que respuestas en su cabeza, encontró en su propia alma la fuerza para poner palabras a la muda pregunta de John sobre quien era su misteriosa huésped.
Y en realidad, fue por él que fue capaz de dar respuesta a todo: Siempre mirar hacia delante. Había mucho en el pasado que era mejor dejar en los anales de la historia. Aquí en esta habitación, con esta gente, tenía que mirar hacia el futuro.
Aclarándose la garganta, dijo en voz alta y clara:
- John… esta es mi madre. Y me acompañará en nuestro emparejamiento.
John pareció completamente desconcertado… pero reaccionó con rapidez. Como un perfecto caballero. Se aproximó a No’One y le hizo una reverencia. Después habló por signos, que Xhex tradujo con voz ronca.
- Dice que agradece tu presencia en esta noche y que serás siempre bienvenida a nuestra casa.
No’One se cubrió la cara con las manos, evidentemente superada por la emoción.
- Gra…cias. Gracias.
Xhex no era de abrazar, pero era condenadamente buena sujetando gente y agarró el brazo terriblemente delgado de su madre para que la pobre no se estrellara contra la alfombra.
- Está bien -le dijo a John, quien obviamente estaba alucinado por si había podido molestar a la hembra-. Espera… no mires hacia allí, no puedes ver mi vestido.
John se quedó congelado con los ojos medio vueltos hacia la otra parte de la habitación. Vestido, vocalizó.
Sí, difícil saber qué era más sorprendente: su madre apareciendo por primera vez en trescientos años. O el hecho de que, sí, al parecer iba a embutir su culo en un vestido de emparejamiento.
Nunca sabes adonde te va a llevar la vida, ¿verdad?
Y algunas veces, las sorpresas no eran malas, en absoluto.
Una… John.
Dos… un vestido.
Tres… su madre.
Esta noche era una buena noche, una muy buena noche, de hecho.
- Bueno, nos veremos en el vestíbulo -dijo Xhex, señalando con la cabeza y encerrando el vestido en el baúl-. He de vestirme… no quiero llegar tarde a mi propio emparejamiento.
Mientras empujaba el baúl fuera de la habitación, rechazando la ayuda de los machos, les pidió a No’one y a Beth que fueran con ella. Después de todo, ya que se trataba de su madre y la hermana de John, todas tenían que empezar a conocerse… y que mejor manera que dejarla a bien y apropiadamente vestida para su futuro hellren.
Para su macho de valía.
Para el amor de su vida.
Esta noche era en realidad lo mejor que nunca le había pasado.
Capítulo 74
John Matthew se obligó a permanecer a un lado y observar como su shellan llevaba un baúl del tamaño de un Chevy pasillo abajo con su hermana… ¿y la madre de ella?
Estaba emocionado por lo de las dos últimas mujeres, no tanto por el anticuado peso muerto. Pero era demasiado listo para hacerse el He-man con sus músculos. Si Xhex necesitara su ayuda, se la pediría.
Y por lo que se sabía, Xhex era lo bastante fuerte para hacerlo todo por sí misma. Además, en realidad… era excitante… no iba a negarlo.
- ¿ Has conseguido algún trapo que ponerte? -le preguntó Tohrment con brusquedad.
Cuando John echó una ojeada al tipo, quedó claro que el Hermano acababa de ser golpeado justo en el corazón. Se tambaleaba absolutamente sobre sus shitkickers. Sólo que, a tenor de las duras líneas de sus cejas y mandíbula, no iba a entrar en materia al respecto.
Ah…No sé que voy a ponerme, gesticuló John, ¿Un smoking?
- No, tengo exactamente lo que necesitas. Aguanta.
Bam… la puerta se cerró.
John miró alrededor de su habitación y cuando vio el armario, aquella sonrisa de payaso que parecía llevar todo el tiempo volvió. Acercándose, puso la pequeña bolsa roja que había traído de la joyería sobre el escritorio y se detuvo para admirar el despliegue de su convivencia en pareja.
Oh, tío… ella se había trasladado. Realmente se había trasladado. Las ropas de ella y las suyas propias estaban colgadas juntas.
Estirando la mano, tocó los pantalones y camisetas de Xhex y sus pistoleras… y sintió un arrebato de orgullo y felicidad debilitarlo un poco. Ella iba a luchar en la guerra. Lado a lado con él y con los Hermanos. Las Viejas Leyes lo prohibían expresamente, pero el Rey Ciego ya había demostrado no ser esclavo de las antiguas costumbres… y Xhex ya había probado que podía manejarse más que bien en el campo de batalla.
John se encaminó a la cama y se sentó. No estaba seguro de cómo sentirse respecto a que ella estuviera ahí fuera, en la noche, con los asesinos.
De acuerdo. A la mierda. Sabía exactamente como se sentía al respecto.
Sin embargo, no iba a decirle que no saliera. Ella era quien era y él iba a emparejarse con una luchadora.
Así eran las cosas.
Sus ojos se desplazaron hasta la mesilla de noche, inclinándose sobre ella, abrió el cajón superior y sacó el diario de su padre. Deslizando la mano sobre el suave cuero, sintió la historia salir de lo intelectual y entrar en lo actual. Mucho, mucho antes otras manos habían sostenido este libro y escrito en sus páginas… y después a través de una serie de accidentes y suerte el diario había llegado a través de las noches y días hasta John.
Por alguna razón, en esta tarde, su lazo con su padre Darius parecía lo bastante fuerte para traspasar el brumoso éter del tiempo y unirlos a los dos, fundiéndolos hasta…Dios, casi parecía que fueran la misma persona.
Porque sabía que su padre se hubiera sentido emocionado con esto. Lo sabía tan seguro como si el tipo estuviera sentado junto a él en esta cama.
Darius había querido que él y Xhex terminaran juntos. ¿Por qué? ¿Quién lo sabría…? pero aquello era una verdad tan real como los votos que pronto estaría tomando.
John se estiró hacia el cajón otra vez y esta vez, sacó la antigua cajita.
Abriendo la tapa, miró fijamente el pesado anillo de sello de oro. El maldito era enorme y del tamaño adecuado para la mano de un guerrero, su superficie brillaba a través del delicado trabajo de grabado que cubría la cara superior y los laterales.
Encajaba perfectamente en el índice de su mano derecha.
Y de repente decidió que no iba a quitárselo ni siquiera cuando luchara.
- Él lo habría aprobado.
Los ojos de John se alzaron deprisa. Tohr había vuelto y traía un manojo de seda negra con él… al igual que a Lassiter. De pie detrás del tipo, la luz del ángel caído se derramaba en todas direcciones, como si un amanecer tuviera lugar en el pasillo.
Sabes, por alguna razón, creo que estás en lo cierto, gesticuló John.
- Sé que estoy en lo cierto -El Hermano se aproximó y se sentó en la cama-. Él la conocía.
¿Quien?
- Él conocía a Xhex. Estaba allí cuando ella nació, cuando su madre… -Hubo una larga pausa, como si a Tohr le hubieran revuelto el cerebro y el chapoteo todavía no se hubiera asentado-. Cuando su madre murió, él llevo a Xhex hasta la familia que la cuidó. Amaba a esa pequeña… y también yo. Razón por la cual la llamó Xhexania. La vigilaba desde lejos…
El ataque epiléptico comenzó tan de repente que John no tuvo tiempo de intentar luchar contra él… en un momento estaba sentado erguido escuchando a Tohr, el siguiente estaba tumbado sobre el suelo bailando el consabido bugui-bugui.
Cuando sus sinapsis terminaron con el golpeteo-traqueteo-estallido y se le quedaron las piernas flojas, su respiración se arrastró dentro y fuera de su boca. Para su alivio, Tohr estaba justo encima de él, agachado a su lado.
- ¿Como te va? -le preguntó el tipo con firmeza.
John se apoyo en el suelo y se sentó erguido. Frotándose la cara, estuvo encantado de descubrir que su vida aún funcionaba. Nunca pensó que estaría encantado de conseguir una imagen clara de la jeta de Lassiter.
Luchando por controlar sus manos, se las arregló para gesticular. Me siento como si me hubiera pasado por una batidora.
El ángel caído asintió con gravedad.
- Y lo pareces, además.
Tohr lanzó al tipo una mirada feroz, luego se volvió a centrar en John.
- No le hagas caso, está ciego.
- No lo estoy.
- En otro minuto y medio, lo vas a estar. -Tohr tiró del brazo de John y lo arrastró hasta la cama-. ¿Quieres beber algo?
- ¿O quizás un nuevo cerebro? -ofreció Lassiter.
Tohr se ladeó.
- Como servicio público, lo dejaré mudo también, ¿de acuerdo?
Eres todo un filántropo.
Hubo una larga pausa y luego John gesticuló. ¿Mi padre la conocía?
- Sí.
Tu también, ¿verdad?
- Sí.
En el silencio que siguió, John decidió que algunas cosas era mejor simplemente dejarlas a su definición. Y esta era una de ellas, dada la tensa expresión del hermano.
- Estoy encantado de que lleves ese anillo -dijo Tohr con brusquedad mientras se ponía de pie-. Especialmente en una noche como esta.
John miró al pedazo de oro de su dedo. Se sentía tan bien. Como si lo hubiera llevado desde hacía años.
Yo también, gesticuló.
- Ahora, si me perdonáis, voy a vestirme.
Cuando John levantó la mirada, volvió a un momento mucho tiempo atrás cuando él había respondido a la puerta de su estudio de mierda y apuntado una pistola arriba, arriba, más arriba, hasta la cara del tipo.
Y ahora Tohr le había traído sus ropas ceremoniales de emparejamiento.
El Hermano sonrió un poco.
- Desearía que tu padre estuviera aquí para ver esto.
John frunció el ceño y giró aquel sello en el dedo, pensando en cuanto le debía al macho. Luego se levantó rápidamente, se puso de pie de un salto… y abrazó fuerte al Hermano. Tohr pareció momentáneamente sorprendido pero luego los fuertes brazos respondieron. Cuando John se echó atrás, miró directamente a aquellos ojos.
Él está aquí. Mi padre está justo aquí conmigo.
* * *
Una hora más tarde, John estaba de pie en el suelo de mosaico del vestíbulo, balanceando su peso hacia delante y hacia atrás entre sus pies. Iba vestido con el atuendo ceremonial tradicional de emparejamiento de un noble de valía, los pantalones de seda negra cayendo hasta el suelo, la parte superior suelta sujeta con un cinturón enjoyado que le había sido obsequiado por el rey para que lo llevara.
Se había decidido celebrar la ceremonia en la base de la gran escalera, en el arco que formaba el comedor. Las dobles puertas del lugar donde todos comían habían sido cerradas para formar una pared y al otro lado de ellas, los doggen habían dispuesto un banquete.
Todo estaba organizado, la Hermandad permanecía en una hilera junto a él, las shellans y otros miembros de la casa estaban reunidos en un amplio semicírculo a lo largo del camino. Entre otros testigos de juego, Qhuinn estaba en un extremo, Blay y Saxton estaban en el otro. iAm y Trez estaban en el centro, habiendo sido invitados como huéspedes especiales.
Mientras John miraba por todo el espacio, tomó nota de las columnas de malaquita, las paredes de mármol y las arañas. Habían sido tantas las veces desde que había llegado aquí para quedarse en las que alguien le había dicho cuanto le habría agradado a su padre que se llenaran todas las habitaciones de gente y vivieran sus vidas bajo este sólido tejado.
John se centró en el manzano representado en el suelo. Era tan hermoso, una señal de la primavera, eternamente florido… el tipo de objeto que te animaba cada vez que lo veías.
Le había encantado el árbol desde que había llegado.
Un jadeo colectivo hizo que alzara la cabeza.
Oh…dulce… María… Madre…de…
Su cerebro se cortocircuitó en ese momento. Se quedó completamente en blanco. Estaba bastante seguro de que su corazón todavía hacía tictac, dado que permanecía de pie ¿pero aparte de eso?
Bueno, había muerto y subido al cielo.
De pie en lo alto de la gran escalera, con la mano posada en la balaustrada dorada, Xhex había aparecido en medio de una impresionante gloria que lo dejó sin sentido y estupefacto.
El rojo vestido largo que lucía le sentaba perfectamente, el lazo negro en la parte alta hacía juego son su cabello negro y los ojos gris oscuro, los kilómetros de satén caían alrededor de su esbelto cuerpo en resplandecientes ondas.
Cuando ella encontró su mirada, se ajustó la cintura, después se alisó la parte de delante.
Ven a mí, gesticuló él, Baja hasta mí, mi hembra.
En la esquina más alejada, un tenor comenzó a cantar, la voz de Zadist, clara como el cristal, flotó hacia las imágenes de los guerreros pintadas en el techo muy, muy por encima de ellos. Al principio John no supo que canción era… aunque si le hubieran preguntado su propio nombre, habría dicho Santa Claus o el rapero Luther o Teddy Roosvelt.
Quizás incluso Joan Collins.
Pero entonces los sonidos se fundieron y captó el tono. “All I Want Is You” de U2.
La única que John le había pedido al macho que le cantara.
El primer paso de Xhex desencadenó los sollozos de las hembras. Y de Lassiter, evidentemente.
Eso o al ángel se le había metido polvo en el ojo.
Con cada escalón que Xhex bajaba, el pecho de John se tensaba más, hasta que sintió no sólo como si su cuerpo estuviera flotando, sino como si estuviera levantando el peso del suelo de piedra de la mansión con él.
En la base de las escaleras, ella se detuvo otra vez y Beth se apresuró hacia delante para arreglarle la larga falda.
Y luego Xhex estaba de pie con él delante de Wrath, al Rey Ciego.
Te amo, vocalizó John.
La sonrisa que ella le dirigió comenzó diminuta, tan sólo la elevación en una comisura, pero se extendió… oh Dios… se extendió hasta que estuvo sonriendo tan ampliamente que sus colmillos aparecieron y los ojos le brillaban como estrellas
Yo también te amo, vocalizó ella en respuesta.
La voz del rey resonó hacia el techo alto.
- Escuchad vosotros, todos los reunidos ante mí. Estamos aquí reunidos para ser testigos del emparejamiento de este macho y esta hembra…
La ceremonia comenzó y se desarrolló, con Xhex y él respondiendo cuando se suponía que debían hacerlo. La ausencia de la Virgen Escriba fue paliada, con el rey declarando que era un buen emparejamiento y luego cuando todos los votos estuvieron hechos, fue el momento de ponerse serios.
Cuando Wrath dio la señal, John se inclinó y presionó sus labios sobre los de Xhex, luego retrocedió y se quitó el cinturón enjoyado y la ropa. Estaba sonriendo como un hijo de puta cuando se los dio a Tohr y Fritz acercó la mesa con el cuenco de sal y el jarro de plata con agua.
Wrath desenvainó su daga negra y dijo en voz alta.
- ¿Cual es el nombre de tu shellan?
Hacia todos sin excepción, John gesticuló, Se llama Xhexania.
Con la mano de Tohr guiándolo, el rey grabó la primera letra, justo sobre el tatuaje que John se había hecho. Y luego los otros Hermanos siguieron el ejemplo, marcando a través de la tinta en su piel, las hojas de la Hermandad cortaron no solo los cuatro signos del Antiguo Idioma, sino el trabajo de volutas que el artista del tatuaje había dibujado. Con cada corte, él presionaba sobre la representación del manzano, aguantando con orgullo el dolor, rehusando permitirse siquiera que un silencioso siseo escapara de sus labios… y tras cada letra o giro, miraba a Xhex. Ella permanecía de pie al frente de las hembras y los demás machos, los brazos cerrados sobre el canesú del vestido, los ojos graves pero aprobadores.
Cuando la sal golpeó las heridas frescas, él apretó los dientes tan fuerte, que su mandíbula crujió bajo la tensión, el sonido cortó a través del goteo del agua. Pero no gimió o vocalizó una maldición aun mientras la agonía lo atravesaba y hacía que su visión se emborronara.
Cuando enderezó el torso sobre las caderas, el grito de guerra de la Hermandad y los soldados de la casa resonaron todo alrededor y Tohr secó el crudo diseño con un trozo de lino blanco. Después que el Hermano hubiera terminado, puso la tela en una caja negra lacada y se la dio a John.
Levantándose, John se aproximó a Xhex con el pavoneo arrogante de un macho lleno de orgullo… que había atravesado la prueba de fuego y lo había hecho muy bien, muchas gracias. Frente a ella se arrodilló, dejó caer la cabeza y le ofreció la negra caja para que ella la tomara o rehusara a su voluntad. La tradición decía que si ella la aceptaba, lo aceptaba a él.
Xhex ni siquiera esperó un latido.
El peso fue relevado de sus manos y él levantó la mirada. Esas maravillosas lágrimas rojas de ella inundaban sus ojos mientras acunaba contra su corazón la caja con la prenda de su voto. Mientras los reunidos los aclamaban y aplaudían, John saltó sobre sus pies y la levantó a ella y aquel grandioso y hermoso vestido rojo en sus brazos. La besó fuerte y luego delante del rey y su hermana, sus mejores amigos y la Hermandad, se llevó a su hembra directamente arriba por las mismas escaleras por las que ella había descendido.
Sí, había un banquete en su honor y botellas que descorchar. Pero el macho vinculado que llevaba en su interior necesitaba hacer una pequeña marca… luego bajarían a por comida.
Estaba a medio camino de la escalera cuando la voz de Hollywood le llegó.
- Ey, tío, quiero algo como esa floritura de mierda sobre mí
- Ni lo pienses, Rhage -fue la respuesta de Mary.
- ¿Podemos comer ahora? -preguntó Lassiter- ¿O alguien más quiere convertirse en sushi?
La fiesta comenzó a subir de tono, las voces y risas y el ritmo de “Young Forever” de Jay’Z llenaron el espacio. En lo alto de la escalera, John se detuvo y miró hacia abajo. La visión de abajo, emparejada a la hembra que tenía en sus brazos, lo hizo sentir como si hubiera subido a una gran montaña y por fin, inexplicable e increíblemente hubiera alcanzado la cima.
La ronca voz femenina cerró un trato con su erección.
- ¿Solo estás dando una vuelta o me has traído aquí por alguna buena razón?
John la besó, deslizando la lengua entre sus labios, penetrándola. No paró hasta que la llevó al interior de su…
De la habitación de ambos.
Dentro, la sentó sobre la cama y ella levantó la vista hacia él, mirándolo como si estuviera más que lista para lo que le iba a dar.
Sólo que pareció sorprendida cuando él simplemente se dio la vuelta.
Pero tenía que darle el regalo que le había comprado.
Cuando volvió a la cama, llevaba con él la bolsita roja de Reinhardt’s.
Fui criado como humano y cuando ellos celebran sus matrimonios, el hombre da a la mujer una muestra de su cariño. De repente, se puso nervioso. Espero que te guste. Intenté traerte lo adecuado.
Xhex se levantó y las manos le temblaron un poco mientras sujetaba la larga y delgada caja.
- ¿Qué has hecho, John Matthew?
Su gemido cuando se abrió el cierre fue puñeteramente fabuloso.
John alargó la mano y sacó la gruesa cadena del nido de terciopelo. El cuadrado diamante asentado en el centro de los eslabones de platino era de seis kilates, fuera lo que fuera lo que significaba eso. Todo lo que le había preocupado de la maldita piedra era que fuera lo bastante grande, brillante y centelleante para que la vieran desde el maldito Canadá.
Por si acaso algún macho la viera y quizás tuviera un calentón o algo, él quería que se supiera que ella tenía dueño. Y si el aroma de vinculación de John no alcanzaba sus narices, el fogonazo de aquella piedra seguro como la mierda que rebotaría en sus retinas.
No te he regalado un anillo porque sé que vas a estar luchando y no querrás estorbos en las manos. Y si te gusta, me encantaría que lo llevaras todo el tiempo…
Xhex le sujetó la cara y lo besó tanto y tan profundo que él no pudo respirar. Y no le preocupó.
- Nunca me lo quitaré. Nunca.
John fusionó sus bocas y la montó, empujándola a ella y el vestido hacia atrás contra las almohadas, las manos subiendo hasta sus pechos, luego bajaron a sus caderas. Y se arqueaba sobre su cuerpo, comenzando a buscar entre los metros de satén…
Le llevó un segundo y medio sentirse frustrado.
Y resultó que el vestido tenía incluso mejor aspecto quitado.
John le hizo lentamente el amor a su hembra, deleitándose en su cuerpo, acariciándolo con las manos y la boca. Cuando finalmente los unió, el ajuste fue tan perfecto, el momento tan correcto, simplemente se calló inmóvil. La vida lo había traído hasta aquí a este momento con ella, con los dos juntos…
Esta era la historia que viviría de ahora en adelante.
- Esto, John…-dijo ella con voz ronca.
Él silbó con una nota ascendente.
- Estaba pensando en conseguirme un poco de tinta para mí también. -Mientras él inclinaba la cabeza a un lado, ella le pasó la mano por los hombros con precaución-. ¿Que tal si vamos a ese salón de tatuajes… quizás poner tu nombre en mi espalda?
El orgasmo que surgió de su cuerpo y se introdujo en el de ella evidentemente sirvió como una réplica bastante buena en ausencia de poder pronunciar una.
Xhex se rió de forma gutural y movió las caderas contra él….
- Me tomaré eso como un sí…
Sí, pensó John mientras empezaba a empujar dentro de ella. Sí, oh, joder, sí…
Después de todo, lo que era bueno para el ganso era incluso más caliente para la gansa. Y lo justo es justo.
Dios, adoraba la vida. Adoraba la vida y a todos los de esta casa y a toda la gente de valía en todos los rincones del mundo. El destino no era fácil… pero ponía las cosas en su sitio.
Tarde o temprano, todo lo que tenía que venir era exactamente como se suponía que debía ser.
FIN
Glosario de siglas de la Hermandad
AMM. Artes Marciales Mixtas.
AP. Asistente personal.
B&B. Bed and breakfast. Se alquila una habitación con derecho a desayuno en casas particulares.
BPA. Blancos protestantes anglosajones.
DPC. Departamento de policía de Caldwell.
DT. Deliruius tremens.
DVM. Departamento de vehículos a motor.
HDP. Hijo de puta.
IP. Investigaciones paranormales.
LSA. Lenguaje de signos .
NESP. No era su problema.
PP. Puto problema.
PTI. Para tú información.
PTSD. Trastorno por stress postraumático.
PVI. Para vuestra información.
SR. Sala de reanimación.
TAC. Tierno y Amoroso Cuidado.
TOC. Trastorno obsesivo compulsivo.
TPCFP. Tan pronto como fuera posible.
TPCSP. Tan pronto como sea posible.
ZN. Zumo de naranja.
Citas